- Renegar.-
Itachi se había despertado bastante
nervioso esa mañana porque tendría que ir por primera vez a la corte para
hablar con el rey y para colmo de males, tendría que ir solo, ya que siempre
pensó que el día que tuviese que ir ante el monarca del reino sería acompañado
de sus padres y su futuro esposo para pedir las bendiciones y permiso del
soberano del reino para poder contraer nupcias como todo doncel o doncella
perteneciente a la nobleza y no para ser reconocido como noble y pedir ayuda
para reunirse con sus hermanos.
Sai preparó una tortilla con estragón*
que desayunaron acompañados de un té rojo.
Ambos jóvenes salieron a la calle que
se encontraban vacías y silenciosas otorgándoles un aspecto desolador.
Itachi siguió a Sai sin dejar de alisar
la ropa que llevaba puesta con sus manos blanquecinas, sin prestar la
suficiente atención a todos los callejones que cruzaban y callejuelas que
caminaban, solo se percató del lugar al que llegaron cuando se golpeó contra la
espalda de su compañero que se detuvo a la salida de una calle en la que había
un hombre de pelo castaño con un delantal negro atado a su cintura barriendo la
entrada de una taberna. Por lo que pronto, Itachi supuso de qué se trataba del
dueño de la taberna o uno de los trabajadores de aquel establecimiento.
– ¿Qué ocurre? ¿por qué nos detenemos
en este lugar?.
Sai miró a Itachi con las mejillas
arreboladas y los ojos húmedos que exteriorizaban sentimientos e ilusiones
guardadas en su alma.
– ¿Qué ocurre?. – Preguntó otra vez con
voz trémula Itachi ante el rostro de su amigo y sin saber que era aquellas
emociones que brillaban en los ojos de Sai.
– Nada, solo hay que esperar. – Murmuró
Sai volviendo a mirar la entrada de la taberna que había quedado sola porque
Kankuro había entrado al establecimiento que regentaba su familia. – La familia
que vive aquí trabaja en el castillo del rey. Solo tendrás que seguir a las
mujeres para llegar a la Plaza Del Granjero donde hay una multitud de carretas
pero cuando estés allí, deberás buscar a los dueños de las carretas para saber
si va hacia el castillo del rey o le queda de camino o no pasarán ahí. –
Explicó Sai sin dejar de mirar con nerviosismo la entrada a la taberna.
– ¿Y por qué nos escondemos? Es más
consecuente esperarles frente a la puerta para después ir acompañándolas hasta
esa plaza o tocar la puerta y decirles que yo también voy hacia el castillo del
rey, ya que conoces a estas personas. – Inquirió Itachi confundido por toda la
situación.
Antes las palabras de Itachi, Sai
sintió un escalofrío antes de mirar a su compañero con ojos de horror y terror.
– ¡No!. – Aulló asustado. – Yo no
conozco a esta familia personalmente.
– ¿Entonces cómo sabes que las mujeres
de esta casa trabajan en el castillo?.
– Eso... bueno... – Sai comenzó a
moverse de una manera extraña debido al nerviosismo porque no quería contarle a
Itachi de que estaba enamorado del hijo menor de esa familia y debido a ello
había terminado conociendo ese tipo de información.
– Aunque conozca a esta familia, opino
que deberíamos esperarlos a la entrada y explicarles. Es de mala educación
hacer lo que estamos haciendo, podrían pensar que somos personas mal
intencionadas. – Interrumpió Itachi
poniéndose sus manos a la cintura.
Sai suspiró y volvió a mirar hacia la
entrada de la taberna.
– Sé que podemos parecer lo que no es
pero no podemos ir y quedar esperando frente a la taberna porque entonces,
pareceríamos donceles indecorosos. – Respondió mientras observaba como alguien
salía del interior de la taberna. – Ya están saliendo, recuerda que solo debes
seguirlas y toma, estos cinco genins deben de servirte de ayuda para negociar
con el dueño de la carreta que se dirige al castillo. – Dijo mientras le daba a
Itachi las pequeñas monedas que deberían servirle de ayuda para conseguir
transporte.
– Gracias. – Agradeció Itachi mirando
las monedas para sacar la moneda que se había encontrado antes de pelearse con
su hermano gemelo. – "Un genin,
discutí con mi hermano por un genin." – Pensó Itachi antes guardar en
uno de los bolsillos las monedas.
Itachi también miró hacia donde dos
mujeres se despedían de un hombre pelirrojo para tomar diferentes caminos.
– Sai, gracias por todo. – Susurró a
Itachi antes de mirar a Sai y percatándose de que estaba asfixiándose ya que no
respiraba sin despegar la mirada de la calle y su rostro se había puesto muy
rojo.
Asustado, Itachi agarró los brazos de
Sai y comenzó a zarandearlo como si de un muñeco se tratase pero no fue hasta
unos segundos que Sai abrió su boca para tomar una gran bocanada de aire, advirtiendo
de que Itachi estaba junto a él.
– ¡Por el amor de Dios!. Pensé que ibas
a morir.
– No te preocupes por eso y vete o no
podrás llegar a la plaza. – Aconsejó Sai muy acalorado y avergonzado a causa de
que su compañero notara el problema de su cuerpo cada vez que veía a ese
pelirrojo.
Itachi miró como las mujeres se
alejaban para, nuevamente, mirar a Sai con preocupación.
– No puedo irme y dejarte así. Podría
volver a sucederte y no haber nadie cerca que te ayudase.
–Itachi, vete. No va a pasarme nada y
es más importante que puedas encontrar a tus hermanos. – Insistió Sai.
– Yo... – Itachi miró a las mujeres
doblar una esquina.
– Márchate, yo estaré bien. – Afirmó.
Itachi asintió no muy convencido de
dejar a Sai después de presenciar como su cuerpo se olvidaba de respirar pero
aún así, salió corriendo en la dirección en que habían partido las mujeres
hasta que consiguió divisarlas para ir siguiéndolas caminando mientras
normalizaba su respiración.
Cuando por fin llegaron a la plaza
Itachi observó la gran cantidad de carretas que se encontraban allí y cada una
estaba repleta de verduras o con animales e incluso, telas y lámparas de
aceite. Itachi tampoco pasó desapercibido para los dueños de esas carretas que
frente a él le intentaban vender su mercancía y tenía que huir para no perder a
aquellas mujeres de vista hasta que por fin las vio hablando con un hombre con
sombrero, al cual le entregaron una pequeña bolsita de tela blanca, justo antes
de subir al interior del carromato.
El doncel comprendió que aquel era el
transporte que lo llevaría hasta el castillo del monarca del reino y caminó
deprisa hasta aquel carromato para hablar con el hombre del sombrero con el que
habían hablado las mujeres para poder llegar al castillo.
Itachi tuvo que correr cuando vio como
el hombre se disponía a subir para emprender marcha hacia el castillo pero
antes de que el hombre golpeara con las riendas a los asnos que eran los
encargados de tirar de aquel viejo carromato consiguió llegar.
– Disculpe, señor ¿pero os dirigís
hacia el castillo del rey?. – Hizo la pregunta mientras normalizaba su
respiración.
El hombre golpeó con los dedos de su
mano derecha el ala de su sobrero, causando que esta se elevase un poco y
mostrara un poco más de su frente de piel morena.
– Voy al castillo, joven. – Habló
escuetamente mientras entrecerraba sus ojos verdes mirando al doncel frente a
él.
– ¿Podría llevarme, por favor?.
– Puedo pero si tienes como pagarme. –
El hombre escupió hacia un lado mientras se colocaba el sobrero. – No me importa
si me pagas con fruta, verduras o gallinas pero prefiero el dinero. – Aclaró
cogiendo las riendas con las dos manos ya que hasta ese instante la estaba
sujetando con una sola mano.
– Le pagaré con dinero. Seis genins,
¿le parece bien?. – Ofreció todo lo que tenía Itachi porque una vez el rey lo
escuchase y lo comprendiese, no tendría necesidad de regresar a la ciudad, solo
esperaría en el castillo a la llegada de Kakashi y a que Sasuke fuese
encontrado.
– Es una cantidad muy pequeña, si no
son ocho genins no te llevaré en mi carromato. – Sentenció el hombre. – Aunque
puedo aceptar esa cantidad si a cambio me das una gallina o dos docenas de
huevos.
–Yo no tengo esa cantidad, ni tampoco
tengo animales para pagar lo que me falta.
– Lo siento, doncel, pero no hay trato
entonces. ¡Hia!. –Terminó con un grito al mismo tiempo que blandió las riendas
para que los asnos comenzaran el camino hacia el castillo.
Itachi miró como el carromato se
alejaba junto a su pequeña esperanza de reunirse con su familia.
– Perdona pero he escuchado tu
conversación con ese hombre de qué quieres ir hacia el castillo. Si quieres
puedo dejarte frente al castillo, pues me dirijo a la ciudad de Tours. –
Propuso un extraño que se acercó al doncel.
Itachi miró a aquel hombre de pelo blanco
y un rostro que anunciaba el que estaba en la plenitud de la vida.
Con desconfío el doncel retrocedió unos
pasos del hombre.
– Yo... – Pronunció cohibido.
– En cualquier caso, esa carreta que
vez ahí con cestos llenos de zanahorias es mía. No tardaré en partir y no
pienso cobrarte por llevarte hasta el castillo del rey. – Terminó de hablar el hombre para caminar hasta uno de
los animales y acarició el hocico de una de las mulas que tirarían de la
carreta.
Itachi miró al hombre unos segundos más
para luego, dirigir su vista al carromato que ya había avanzando varios metros.
El doncel miró a su espalda donde los edificios de piedra, ladrillo o madera
que rodeaban aquella pequeña plaza con forma de boca que separaba a la ciudad
de la pradera para finalmente, caminar hasta el hombre que terminaba de ajustar
las mulas a la carreta.
– Acepto. – Se limitó a decir.
El hombre miró a Itachi y asintió con
la cabeza.
– Me alegro que consideradas mi
propuesta, joven. – Se acercó a Itachi después de terminar de ajustar a los
animales a la carreta. – Me llamo Tasuna. – Se presentó para mirar a un
muchacho que había silbado mientras se acercaba a la carreta con un perro de
pelaje marrón que caminaba a su lado. – Y este es mi nieto Inari y Kēki. – Presentó al recién llegado cuando
estuvo a su lado, al cual palmeó un hombro.
– Yo me llamo Itachi. – También se
presentó brevemente haciendo una leve inclinación provocando que el hombre y el
muchacho lo miraran desconcertados.
– Inari, Itachi nos acompañará hasta la
bifurcación del castillo. – Indicó Tasuna a su nieto que miró sorprendido al
doncel.
– ¿Te han dado trabajo en el castillo
del rey?. – Preguntó observando críticamente a Itachi para recibir una colleja.
– No seas entrometido Inari. – Reprendió
Tasuna a su nieto. – Y sube ya a la carreta que nos vamos.
El muchacho subió a la carreta con
facilidad y silbó para que su perro de un salto subiese y se sentara entre los
cestos. Luego, se subió Tasuna con tanta agilidad que asombró a Itachi quien se
acercó a la carreta para subir e intentó saltar al igual que lo habían hecho
Tasuna e Inari pero no lo consiguió.
Después de varios intentos de Itachi
por subirse a la carreta, Tasuna golpeó nuevamente a su nieto en la nuca, el
cual hacia esfuerzo por no estallar en carcajadas ante la frustración del
doncel y se bajó de un salto al suelo.
– Apóyate al asiento de la carreta para
auparte. – Le indicó Inari con una sonrisa escuchando como su abuelo tosía para
advertirle que no intentase tocar algún lado más que no fuese la cintura del
doncel.
Itachi ignorante a la tos y mirada del
abuelo a su nieto, se sujeto del asiento como Inari le había dicho para sentir
las encalladas manos del muchacho en su estrecha cintura que lo hizo sonrojarse
ante ese tacto.
Itachi flexionó sus piernas y se
propulsó en un salto que con ayuda de las manos que lo tenía sujeto por la cintura
consiguió llegar hasta el escalón de madera en el cual se subió para acto
seguido tomar asiento en la carreta. Mientras tanto, Inari se había subido a la
parte trasera de la carreta y se sentó junto a su mascota como había hecho en
un principio.
Cuando todos estaban ya abordo de la
carreta, Tasuna azotó con las riendas a las mulas al mismo tiempo que emitió un
chasquido con la boca y los animales comenzaron a avanzar, tirando de la pesada
carreta.
En el camino, Tasuna le contó a Itachi
una historia que había escuchado en la ciudad de La Hoja de la cual se rieron,
debido a lo ridícula que era y también, escuchó como abuelo y nieto cantaban
una canción acerca de un héroe que había recorrido infinidad de lugares y
afrontado mil y un obstáculo para encontrar a su amada.
Antes de llegar al sitio en el que
Itachi se separaría de Tasuna e Inari, pudo observar la enorme muralla de
piedra que rodeaba el castillo del rey que a cada paso que daban las mulas se apreciaba
más el enorme edificio en que moraba el monarca del reino del Fuego.
Cuando por fin llegaron al lugar en el
que el camino se dividía en dos, Tasuna tiró con fuerza de las riendas para
emitir un sonido que consiguió frenar a
las mulas.
Inari de un salto se bajo de la carreta
junto a su perro y ayudó a Itachi a descender con facilidad para luego, el
volver a subirse a la carreta y sentarse donde hacia escasos segundos estaba
sentado Itachi. Inari silbó y su perro volvió a subir a la carreta.
– Sigue recto por este camino y
llegarás al castillo del rey. No hay pérdida. – Le indicó Tasuna antes de
volver a mover sus riendas y emitir un chasquido con su lengua para que las
mulas continuaran su camino hasta la ciudad de Tours.
– ¡Gracias por llevarme!. ¡Adiós!. –
Gritó mirando cómo se alejaba la carreta.
– ¡Adiós, Itachi!. – Gritó Inari mirándolo
antes de volver su vista al frente.
Cuando la carreta ya había avanzado
varios metros, Itachi comenzó a caminar por aquel camino por el que avanzó
recto, tal y como Tasuna le había dicho y no tardó en divisar la entrada al
castillo en la que guardias se encontraban vigilando y protegiendo el acceso a la
fortaleza.
Itachi cruzó el puente, -un poco
cohibido por la enorme muralla y la mirada de los guardas,- se internó hasta el
patio del castillo en él que había muchas personas.
El doncel atravesó el patio tan rápido
como le fue posible patio para internarse al castillo por una de las puertas
pero en ese instante, fue detenido por uno de los guardias.
– Por aquí no se llega a la habitación
donde se contrata a la servidumbre. – Habló con brusquedad.
– Yo no vengo a pedir trabajo, vengo a
hablar con el rey. – Alegó Itachi.
– ¿Qué sueltas por esa boca, doncel?.
Vete de aquí si no deseas terminar en las mazmorras. – Amenazó empujando con
fuerza a Itachi que cayó aparatosamente al suelo.
– No, por favor. – Pronunció mientras
se levantaba. – Tengo que ver a su majestad, él debe escucharme.
– Al rey no le hace falta escuchar las
mentiras de un miserable y lárgate de una vez.
Itachi apretó sus puños y cerró sus
ojos para visualizar el rostro de sus hermanos antes de cometer la demencia que
realizaría.
El guarda cayó de espalda cuando fue
empujado sin haberlo previsto por el doncel, el cual corrió por el pasillo en
busca de la sala del trono donde esperaba encontrar al monarca y sin importarle
de que al guarda que había empujado lo perseguía junto a otros guardas más.
Sin embargo, al doblar una esquina,
Itachi se encontró con una persona que solo le provocó un aullido al pronunciar
su nombre.
– ¡Kakashi!.
Kakashi estaba acompañado por otra
persona, miró hacia la persona que lo llamó al igual que la persona que lo
acompañaba.
Los guardas, en el momento en que
Itachi gritó, fue el mismo instante en que lo atraparon.
– Kakashi...– Repitió Itachi derramando
lágrimas de felicidad por ver que su hermano mayor había vuelto.
Uno de los guardias cubrió con la mano
la boca de Itachi para que no siguiera hablando.
– Lamento esta interrupción, majestad. –
Se disculpó uno de los guardias.
– Esperad. – Ordenó al monarca que miró a Kakashi. – Este
joven parece que os conoce para llamaros tan familiarmente, Marqués. – Insinuó
antes de preguntar. – ¿Este joven es algo a usted?.
– No, su majestad. – Aseguró Kakashi
sin siquiera mirar a Itachi que abrió sus ojos sorprendido por semejante
respuesta. – No comprendo que ha motivado a este joven a venir a vuestro
castillo y corretear por los pasillos de tan honorable lugar. Os aseguro de que
no conozco a este joven y tampoco el atrevimiento de llamarme por mi nombre
porque todos saben que soy hijo de mi padre. – Kakashi hizo una pausa para
llevar una de sus manos al pecho. – No comprendo como una persona como yo debe
de estar pasando por esta falta de respeto e indignación frente a usted, su
majestad. Esta eventualidad me causa más dolor, cuando aún estoy sufriendo el
tormento de la tragedia de mi familia.
– Lamento, haberos afligido con mi
pregunta, Marqués. – El rey se giró hacia los guardias para mirar Itachi que
continuaba con la boca tapada para que no pudiese hablar. – Llevaros a este
irrespetuoso y encerrarlo durante siete días en las mazmorras del castillo con
solo una comida. Espero que con este castigo aprendas una valiosa lección. –
Ordenó el rey severamente.
– ¡Sí, su majestad!. – Dijeron todos
los guardias al unísono.
Uno de los guardias golpeó a Itachi en
la nuca dejándolo inconsciente ya que estaba forcejeando para poder liberarse y
pedirle una explicación a Kakashi del por qué lo había repudiado ante la
presencia del rey.
Los guardias se llevaron a Itachi a los
calabozos del castillo donde lo arrojaron como si se tratase de un costal al
interior de la celda, sin importarle a nadie si el doncel se había hecho daño
cuando se golpeó con el suelo de piedra.
Cuando Itachi despertó, se percató de
que estaba a oscuras en el interior de una celda y tan solo podía divisar una tenue luz,
proveniente de un pasillo, en el que una antorcha iluminaba el camino a los
guardias.
El doncel se sentó sintiendo como todos
los huesos de su espalda crujieron adoloridos y en su cabeza le punzaba un
terrible dolor. Se llevó una mano a su cabeza y se percató de que su pelo
estaba húmedo y pegajoso. Cuando separó su mano con la escasa iluminación vio
como la palma de su mano estaba manchada de algo oscuro que no consiguió
identificar.
Itachi se levantó del suelo, lentamente,
sintiendo como se mareaba y caminó hasta encontrar unas cadenas que sujetaban
un ancho tablón de madera en donde se recostó en espera de que su mareó y dolor
de cabeza cesasen.
Sin embargo, Itachi no pudo dejar de
preguntarse en su mente la actitud de Kakashi y sus palabras. También, se
preguntó el por qué el rey no se había tomado la molestia de escucharle,
simplemente, ahora Itachi se sentía menos esperanzado de poder encontrar a
Sasuke cuando él estaba encerrado en una celda del castillo del rey, Kakashi
había renegado de su existencia y posiblemente, jamás sabría de su hermano
gemelo.
Durante siete días Itachi permaneció en
mazmorras del castillo del monarca sobreviviendo con un trozo de pan duro y un
poco de agua que todos los días le traía uno de los guardias, sin saber cuando
era de día o de noche y sin volver a ver a Kakashi durante el tiempo que
permaneció encarcelado.
Los siete días transcurrieron
mortificando lentamente a Itachi hasta que por fin, llegó el momento en que
finalizó su encarcelamiento en el castillo del rey.
Dos guardias se acercaron a la celda, uno de ellos llevaba una antorcha
en la mano para iluminar el camino mientras que el otro guardia, se ocupó de
abrir la puerta donde se internó para coger de un brazo a Itachi sin tener
ningún tipo de cuidado.
– Muévete. – Gruñó empujando a Itachi
hacia la salida de la celda.
Demasiado desconcertado Itachi salió
del calabozo acompañado de los guardias de palacio que lo dirigieron hasta el pórtico
de la muralla para que abandonara el castillo.
– No vuelvas a molestar a su majestad. –
Le advirtió uno de los guardias que lo llevaron hasta aquel lugar antes de
cerrar con fuerza el enorme pórtico.
Itachi, al ser empujado y cayendo al
polvoriento suelo del exterior, se levantó observando su pantalón destrozado
por las rodillas, donde sangraba un poco.
Itachi cruzó el puente y descendió la
ladera donde estaba el río para lavarse la cara y limpiarse las heridas de las
rodillas antes de mirar el cielo de un azul pálido indicando la madrugada de
ese día.
También, miró por última vez la muralla
de aquel castillo para luego, comenzar caminar de regreso a la ciudad de La
Hoja sin importarle los carros tirados por animales que pasaban cerca de él
solo pensando en llegar.
Al anochecer, Itachi llegó a la ciudad
de La Hoja y sus pies lo llevaron hasta la casa de Sai, no se planteó el sí
molestaría al doncel que vivía solo en aquella pequeña casa porque solo sentía la
necesidad de estar con alguien que lo escuchara y le ofreciera un lecho donde descansar
sin peligro esa noche.
– ¿¡Itachi!?. – Nombró el propietario
de la morada.
– Sai, no ha sido buena idea ir al
castillo del rey. – Consiguió decir ante de desmayarse y caer al suelo frente a
la mirada estupefacta de Sai.
Aclaración de los términos:
* Estragón: Es una hierba pequeña y
verde, se trata de una especia para condimentar los alimentos.
* Kēki: Palabra japonesa que
significa pastel.
* Con respecto a la actitud del rey y
la cual habéis podido percibir no es a como estamos acostumbrados a ver en las
películas o leer en libros en el que aparece un soberano paciente y bastante condescendiente,
pues la realidad es que en esta época aún el despotismo estaba presente entre
los reyes (el rey se preocupaba de su propio bienestar) aunque esto cambiaría.
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