-Infiltración.-
Minato,
a duras penas, había conseguido concebir el sueño en la noche después de haber
escuchado al doncel el por qué se había desaparecido de manera tan
desconsiderada y antes de que se diese cuenta, ya había llegado la mañana, los
nervios sufrido a causa de la improvisada desaparición de Itachi con Minako lo
habían puesto muy nervioso y en esos momentos, Minato estaba muy molesto, aún
sin poder calmar su temperamento a causa del susto que le había propinado el no
encontrar en la casa a Itachi y Minako cuando había vuelto en el ocaso del día.
Fugaku
estaba sentado en el sillón con los ojos cerrador, meditando, mientras
escuchaba como su amigo no dejaba de caminar de un lado para otro a esas horas
de la mañana y oía a Itachi preparar su desayuno en la cocina.
El
ambiente cargado de incomodidad fue disperso cuando unos golpes en la puerta de
la casa sonaron, captando la atención de todos los que se encontraban en el
interior de la morada.
Minato
que estaba cerca de la puerta, fue el que se acercó y abrió la puerta para
encontrarse a un hombre tan alto como él, de pelo rubio, ojos azules y
cicatrices en sus mejillas que lo hacían ver como si fuesen bigotes de algún
animal.
–
¡Buen día! Soy Naruto y he venido por petición de Itachi. – Saludó y se
presentó haciendo una leve floritura. – Ayer fue al encuentro de mi esposo y
creo que ya debéis saber de que vendría.
Minato
se quedó observándolo con desconfianza antes de abrirle la puerta y permitirle
pasar al interior de la casa con un asentimiento de cabeza.
Naruto
entró y al percatarse de la intensa mirada de Fugaku que lo observaba sentado y
el tímido saludo de Itachi desde la cocina, el mozo volvió a saludar
cortésmente a su cuñado y al otro hombre que no parecía apartar la mirada de él.
– ¿Tú
eres el esposo del hermano de Itachi?. – Preguntó Fugaku levantándose de su
asiento sin dejar de escrutarlo.
– Sí.
– Respondió Naruto escuetamente sin bajar ni apartar sus ojos de los de Fugaku
ya que el mozo sentía que estaba siendo cuestionado y debía mantenerse firme.
Sin
embargo, el llanto de Minako rompió el ambiente tenso e Itachi se disculpó para
ir a la habitación en la que estaba su hija y calmarla.
– Mi
nombre es Jin. – Se presentó Fugaku severamente.
– Yo
soy Kurama. – Intervino desde la espalda del recién llegado Minato. – Querernos
saber cuan fiables eres… Naruto. No conocemos exactamente lo que Itachi te
habrá contado o por qué aceptaste y ese es el motivo que nos preguntamos si
podemos confiar en vuestra persona. – Explicó masajeándose un poco el lateral
derecho de la frente como si intentase aliviar una jaqueca.
– Si
tengo que hacer algún tipo de prueba para demostraros que soy un hombre de fiar
no tengo ninguna objeción en hacerla. Le prometí a Itachi y mi esposo que
prestaría mi ayuda y eso haré, no importa si no os agrado o si solo pensáis en
deshaceros de mí pero no romperé la promesa que le hice ha Sasuke. – Aseguró
fervientemente Naruto.
–
¿Estás dispuesto a morir y dejar a tu consorte viudo solo por qué se lo has
prometido?. – Preguntó asombrado Fugaku por la tenacidad de aquel muchacho.
– Por
complacer a Sasuke daría hasta mi alma si él me lo pide, ese es el camino que
debe seguir un hombre ante su amado. – Aseveró golpeándose con la palma de su
mano el pecho para dar más fuerza a sus palabras. – No importa si me
consideráis débil o un estorbo, por lo que acabo de decir, pero es lo que creo.
–
Bien... – Habló Fugaku con una pequeña sonrisa de orgullo en sus labios. – Tus
palabras son sinceras y tu corazón puro. Acabas de mostrarnos lo honesto que
puedes llegar a ser. No tengo problema en que te nos unas, así será más
sencillo poder llevar a cabo el realizar el plan.
– Si
él te ha aceptado, no tengo palabras para rehusarme en que seas nuestro aliado.
– Farfulló Minato sin dejar de pensar en que su amigo no solo lo había aceptado
como parte de la misión que iban a hacer sino también, como su familiar, a
pesar de que no conociera al hermano de Itachi más allá del grabado del
medallón.
–
Naruto, sígueme. Te contaré yo todo lo que tienes que saber. – Indicó Fugaku
antes de dirigirse a su habitación seguido de Naruto para explicarle la
información que él pensaba que era pertinente que el joven conociera en
absoluta privacidad y asegurándose de que Itachi no descubriera más de los
secretos ocultos que no debía saber.
Fugaku
le contó lo que él estimó que Naruto debía conocer aunque no le habló ni de su
pasado ni de que en realidad su nombre y el de su camarada eran alias para que
no fueran reconocidos en la ciudad que podía causarle la muerte si se enteraban
que estaban ahí.
Naruto
escuchó con atención a Jin y a pesar de que en medio del relato podía sentir
ciertas lagunas, ocasionando que no pudiese comprender del todo la historia y
el por qué Jin detestaba tanto al duque de Cerezos pero sabía que no podía
pretender a tener un sinceramiento con él, pues no hacía más que un instante
que se habían presentado, así que simplemente, Naruto no le dio mucha
importancia a ese aspecto entre ellos.
Cuando
Fugaku terminó de explicarle el plan que pretendía ejecutar junto a Minato y,
ahora, Naruto comenzó una pequeña discusión entre Fugaku y Naruto ante ciertos
imperfectos de la táctica, demasiados arriesgados para hacerlo hasta que
consiguieron encontrar una solución más sencilla para proceder aunque solo se
trataba de una parte y Naruto desconocía lo que pretendían hacer los dos
hombres una vez estuviesen dentro del castillo del rey.
Minato
habían entrado mientras Itachi y Minako hacían la siesta para también, dar su
opinión al respecto del plan y antes de que Naruto se marchase, Minato le había
pedido que no le revelara a nadie sobre lo que habían hablado en ese día.
Naruto
llegó a su casa donde Sasuke lo estaba esperando con preocupación, debido a que
todo el día, Naruto había permanecido en compañía de Kurama y Jin escuchando y
aportando comentarios para la estratagema que pretendían hacer.
–
¡Naruto!. – Llamó Sasuke levantándose de la mecedora donde estaba bordando, al
ver como la puerta de la habitación se abría.
– ¿Aún
estas despierto?. – Preguntó acercándose a su esposo para darle un casto beso
en la mejilla.
– Yo…
– No
creo que sean personas peligrosas. – Se anticipó a asegurar Naruto mientras
comenzaba a rebuscar entre sus ropas. – Sasuke… – Suspiró apesadumbradamente
antes de mirar el rostro de su consorte y forzarse a sonreír. – No tienes de
que preocuparte, esos hombres con el que convive tu hermano lo cuidan y
protege. Yo cumpliré mi promesa y no dejaré que el hombre al que ama tu hermano
le ocurra alguna desventura. Haré todo lo posible para que regrese a él con vida
a su lado, mañana haré todo lo que esté en mis manos para ayudarlos y cumplir
con lo que me han pedido. – Terminó de hablar antes de marcharse de la
habitación hacia el baño.
Sasuke
no apartó la mirada del cuerpo de su marido mientras sus manos apretaban su
camisón con fuerza ya que sentía un nudo en su barriga y una grave aceleración
en su corazón después de oír a su marido que lo hacía pensar que había algo en
Naruto que no estaba bien. Por ello, cuando Naruto regresó a la alcoba Sasuke
solo pudo aferrarse a su marido con fuerza, en espera de que aquella extraña
sensación en él se esfumara.
A la
mañana siguiente, cuando Sasuke abrió sus ojos se encontró solo sobre su lecho,
sabía que Naruto se había tenido que ir temprano para ir con los hombres con
los que vivía Itachi, ese día debía de ser el último y a pesar de saberlo,
Sasuke, sentía como si su alma estuviese siendo apretadas por cadenas de fríos
y gruesos eslabones que lo tenían apretados.
–
Naruto… – Suspiró el doncel sentándose en la cama y apretando las mantas con
sus manos que cubrían su desnudez mientras sus ojos comenzaban a emanar
lágrimas.
Naruto
despertó antes de que el alba iniciara y con lentitud apartó a Sasuke de su
regazo pero antes de levantarse de la cama, besó la inmaculada frente blanca de
su pareja.
El
joven se encaminó hasta la habitación al frente del aposento principal de la
casa y abrió la puerta para ver los muebles que él había creado con la
esperanza de que en algún momento de su vida fueran utilizados por un pequeño
ser que llevara su sangre y la de Sasuke pero ese día, su sueño se vería
pospuesto o truncado, en el caso de que no sobreviviese ante el descabellado
plan que Jin y Kurama habían tramado.
Con
sus encallecidas manos, Naruto acarició la madera de superficie lisa y
barnizada de la cuna que con tanta ilusión había construido, no necesitaba luz
en medio de aquella oscuridad para saber que habían unos pequeños grabados de
flores o recordar los delegados barrotes que formaban el mueble, al igual que el
pequeño balancín con forma de caballo que estaba al lado de la cuna y una
sonrisa triste apareció en los labios de Naruto antes de marcharse del cuarto
que guardaba su deseo de ser padre.
El
hombre bajó las escaleras y se dirigió hasta el lugar que había creado para ser
su propia carpintería y allí buscó una vela, papel, tinta y una pluma donde
comenzó a escribir y cuando terminó, Naruto cogió la vela entre sus manos y
cuidadosamente, dejó caer la cera de la vela que sellaría sus palabras para,
luego, guardarlo en su bolsillo.
Sin
retenerse más en la casa que tan arduamente había reconstruido para mostrarle a
Sasuke que era un buen hombre con el que casarse, Naruto la miró por última vez
antes de azotar las riendas y golpear a Kyubi con sus talones para que el
caballo comenzara a trotar hasta la casa donde los hombre que conoció el día
anterior lo esperaban para terminar de ultimar detalles antes de proceder.
Justo
estaba apareciendo los primeros rayos del sol cuando Naruto llegó a la casa en
la que estaba viviendo Itachi en compañía los dos hombres.
Naruto
bajó de su montura y ató las riendas de su caballo antes de acercarse a la
puerta de la casa y golpearla suavemente para que le abrieran la puerta, cuando
está fue abierta por Fugaku ambos se saludaron y Naruto entró.
El día
transcurrió con los hombres replanteándose la estrategia aunque Minato tuvo que
marcharse al mediodía para lograr deshacerse de esa casa, ya que sería mejor
para ellos el que nadie los encontrase en ese lugar y cuando Naruto se enteró de
esto, propuso que Itachi fuese a vivir junto a Sasuke.
En el
ocaso Minato regresó para anunciarles de que debían abandonar la casa con sus
pocas pertenencias pero antes, Fugaku le había hablado a Naruto de un punto de
encuentro en las afueras de la ciudad donde lo esperarían cuando dejase a
Itachi, de esta manera, Naruto ayudó a Itachi a subir en Kyubi mientras el
tiraba de las riendas de su corcel para llevarlo a su morada mientras que los
otros dos hombres lo estarían esperando a las afueras de la ciudad de La Hoja.
Cuando
por fin Naruto llegó al frente de su morada, pudo divisar la luz en una de las
habitaciones y aunque deseaba entrar para despedirse de su esposo, era
consciente de que si lo hacía perdería su determinación y no era momento de
fallar la promesa que días antes le había hecho a Sasuke por su propia
debilidad.
Naruto
ayudó a Itachi a desmontar del equino y observó al doncel abrazando el bulto en
el que estaba Minako y la bolsa que sujetaba de uno de sus hombros con sus
pertenencias.
– Itachi,
yo no entraré, así que podrías darle esto a Sasuke. – Pidió Naruto sacando un
papel arrugado y doblado que estaba sellado con cera de vela.
– Sí.
– Respondió escuetamente Itachi cogiendo el papel con una de sus manos.
Naruto
abrió la puerta de su morada por donde entró Itachi para luego, cerrarla y
montar sobre su caballo con el que se marchó del lugar.
Itachi
miró la puerta al escuchar cómo se cerraba a su espalda antes de suspirar y
caminar por el patio hasta donde estaba la puerta de la casa, la cual golpeó
ligeramente para al cabo de unos segundos abrirse por la única persona que
estaba en la enorme casa.
–
¡Itachi!. – El atisbo de asombro no paso desapercibido para Itachi. – ¿Cómo
entraste si no escuché la campana? ¿dejé el pórtico abierto?. – Preguntó Sasuke
recordando que no había escuchado la campana replicar.
–
Naruto me trajo hasta aquí y él fue quien me abrió la puerta. – Contestó a su
hermano.
–
¿¡Naruto!?, ¿él aún está fuera?. – Habló Sasuke en voz alta y sin esperar a que
Itachi le respondiera, salió corriendo hasta el pórtico principal de la morada
pero al abrirlo se percató de que allí no había nadie, salvo un perro vagabundo
que caminaba por la calle en busca de refugio y comida.
– Se
marchó cuando me dejó aquí. – Escuchó la voz de Itachi desde su espalda. –
Sasuke, tu marido me entregó esto para que te lo diera a ti. – Se apresuró a
decir mientras blandía en el aire la carta que Naruto le había dado hace un
rato atrás mientras con su otro brazo sostenía
a la pequeña niña.
Sasuke
se giró para arrebatar la carta que Itachi tenía y comenzó a leerla para
percatarse en que el papel estaba escrito la despedida de su marido como
indicándole los lugares y las personas a la que podía vender los muebles que
estaban dentro de la carpintería y que últimamente había terminado.
Naruto
llegó frente a la casa de su buen amigo Gaara y se sintió con suerte de que no
hubiera personas a esas horas en las calles para deslizar bajo el pórtico de la
casa de Gaara una carta.
– Te
lo confió, amigo. Cuídalo en mi ausencia. – Murmuró Naruto mirando la casa
antes de marcharse del lugar sobre su fiel caballo.
Minato
miraba hacia la ciudad con las riendas de su caballo en la mano, en espera de
que el muchacho apareciera, mientras que Fugaku permanecía apoyado con su espalda
al grueso tronco de un árbol.
–
¿Crees qué vendrá?. Puede que se haya arrepentido de ser partícipe y no quiera
arriesgarse a la posibilidad de morir aunque de todos modos, él no tiene por
qué hacer caso a la petición de su consorte. – Comentó Minato mirando a su
compañero.
– Ese
muchacho vendrá. – Aseguró Fugaku.
– ¿¡Cómo
puedes decirlo tan confiado!?. – Casi gritó Minato para luego suspirar. –
Sin embargo, no puedo culparlo si no viene.
–
Minato, Naruto vendrá. Lo sé porque la forma en la que habló pude sentir lo
cierta que eran sus palabras. – Aclaró Fugaku para separarse del tronco en el
que estaba apoyado y caminar unos pasos provocando que la luz de la luna
mostrara su rostro. – Además, el mozo es como tú y si no tuvieras ese tiñe en
el pelo, parecería tu hermano o puede que hasta tu hijo.
– ¡No
especules enajenaciones!. – Gritó Minato ante las últimas palabras de Fugaku. –
Que me haya comportado como un bribón no significa que vaya dejando hijos con
cualquiera que me acuesto.
– Yo
no he dicho eso, solo he comentado en que os parecéis más de lo que hubiese podido
imaginar aunque el físico es un hecho sorprendente pero debo de admitir que al
menos ese joven a tomado responsabilidades con el doncel al que ama antes de
seducirlo. – Le recordó Fugaku a Minato con un poco de malicia para hacer
callar a su camarada.
– Se
que he sido un ingenuo al estar jugando con los sentimientos de las personas
pero no es motivo para que me juzgues de esa manera, ya te he confirmado que
tomaré mis responsabilidades con Itachi cuando todo esto termine. – Habló más
calmado Minato. – Realmente, me arrepiento de lo que le hice pero he cambiado y
se lo mostraré cuando vuelva a su lado. No quiero continuar cometiendo errores
con él.
– Lo
sé y no me cabe duda alguna de que cumplirás tus palabras. – Dijo Fugaku antes
de suspirar pesadamente, creía haberse sobrepasado con su amigo ya que él más
que nadie sabía del imperioso cambio en el carácter de Minato desde que Itachi
consiguió tocar el corazón del hombre que se enorgullecía de haber retozado en
lechos de diferentes damas y damiseles. – Solo hazlo feliz y no permitas que
Minako llore por no tener un padre a su lado que no la sepa educar.
– Lo
haré, Fugaku. – Afirmó Minato.
–
Parece que ahí viene. – Informó Fugaku al percatarse de la sombra de un jinete
que avanzaba velozmente hacia donde estaban ellos.
Unos
minutos después, frente a Minato y Fugaku, el jinete detuvo a su caballo, que
se levantó sobre sus dos patas traseras, mientras movía las delanteras al mismo
tiempo que relinchaba.
Naruto
desmontó con agilidad a Kyubi para mirar a los dos hombres frente a él.
–
Antes de partir hacia el castillo, solo nos cabe preguntarte si estás seguro de
lo que implica ser parte de esta labor. – Inquirió Fugaku.
– Ya
no es momento para echarme atrás. – Respondió Naruto con una sonrisa.
–
Toma. – Se acercó Minato para darle una capa con capucha a Naruto que cogió. –
Es mejor que te la pongas cuanto antes, sería una imprudencia de que alguien
pudiese ver tu rostro mientras nos dirigimos al castillo del rey. – Le explicó
mientras que él y Fugaku se ponían sus capuchas para acto seguido montar sobre
sus caballos.
Naruto
se puso la capa y colocó la capucha sobre su cabeza para ocultar su rostro
antes de montar sobre su corcel y seguir a los otros dos hombres hacia el
castillo del monarca del Reino del Fuego.
No
tardaron mucho en visualizar el enorme castillo del rey en el que se podía
apreciar la luz de lo que debía ser la sala de baile, el comedor y el patio,
así como la cocina donde los sirvientes trabajaban afanosamente.
A
pesar de que la fiesta en el castillo real había comenzado desde hacía horas,
los carruajes de nobles invitados continuaban llegando al castillo, lo que hizo
suponer a Fugaku que el acostumbrado banquete real aún no había comenzado.
Los
tres hombres se desviaron del camino
principal por el que estaba el puente para que los carruajes pudieran
pasar sobre el foso hasta quedar a uno de los laterales del castillo, por el
cual podían ver perfectamente como aún los carruajes ingresaban al edificio.
Minato
bajó de un salto y cogió un arco, dos flecas y dos cuerdas. Mientras Minato
preparaba las flechas con las cuerdas, Fugaku se encargó de esconder a los dos
caballos, seguido de Naruto con Kyubi, en el pequeño bosque que había.
Cuando
las flechas estuvieron listas, Minato cogió una de las flechas que no solo era
más pesa e inestable sino que necesitaría ser lanzada con más precisión y
fuerza al otro lado del foso. Minato colocó la flecha en el arco y agudizó su
mirada cerrando un poco los párpados mientras estiraba el arco con la flecha y
una vez consiguió el ángulo perfecto, soltó la flecha.
La
punzada flecha se elevó en el aire y sobrevoló el foso hasta clavarse con
fuerza al otro extremo de aquel foso. Naruto, que había vuelto junto a Fugaku,
tomó la cuerda para atarla a una enorme roca que nacía de la tierra como un
árbol hasta dejar bien atada la cuerda con un nudo.
Fugaku
miró a Naruto y luego miró a Minato, que se había colocado en uno de sus
hombros el arco y en el otro hombro, tenía la cuerda con una flecha muy
extraña.
Cuando
Minato observó que Naruto había terminado de atar la cuerda se subió a ella y
se deslizó esta tan rápido le fue posible hasta el otro extremo. Tan pronto había llegado al
otro lado del foso desató la cuerda de la flecha que había aguantado lo
suficiente hasta que el terminó de cruzar el foso y la anudó a un tocón que
allí había cuando terminó, agitó sus brazos con fuerza para que sus compañeros
se percataran que ya podían pasar.
Naruto
fue el primero en pasar por la cuerda hasta el otro lado cuando se percataron
de la señal de Minato al otro lado del foso y luego, cruzó Fugaku hasta el otro
lado.
–
Bien, esto ha sido fácil pero ahora viene lo complicado. – Anunció Minato con
seriedad.
–
Confío en ti. – Se limitó a decir Fugaku para ver como su amigo asentía con la
cabeza.
Los
tres hombres comenzaron a mirar hacia lo alto del castillo hasta que dieron con
una ventana lo suficientemente alta para que la cuerda que estaba atada a la
flecha le fuera alcanzable para ascender hasta la ventana.
–
Puedes hacerlo. – Le dio ánimos Fugaku a su amigo mientras que Naruto solo se
limitaba a escuchar mientras observaba a los alrededores de que no apareciera
nadie y fueran descubierto sin apenas, aún haber entrado al castillo.
Minato
volvió a asentir con la cabeza para, luego, tragar saliva mientras dejaba caer
la cuerda de su hombro para coger la flecha y lanzarla con el arco sin sufrir
accidentes.
La
flecha esta vez no era como la anterior, pues su forma era curva como la de un
garfio pero con tres puntas de hierro para poderse sujetar bien de los lugares
altos al que fuera lanzada.
Minato
estiró la cuerda del arco y cuando creyó estar lo suficiente tensa, la cuerda
lanzó la extraña flecha pero está golpeó el muro de piedra y volvió a caer al
suelo.
–
Toma, prueba otra vez. – Pidió Fugaku entregándole la flecha a Minato.
Minato
volvió a colocar la flecha con forma de garfio.
– “Puedo hacerlo, puedo hacerlo.” – Se
repetía en su mente Minato.
La
mano del hombre soltó el soporte y la flecha voló hasta llegar a la ventana y
con una sonrisa, escuchó como las puntas de hierro resbalaron por la piedra
cuando tiró lentamente de la cuerda hasta que las puntas quedaron ancladas en
alguna brecha de las piedras de aquella ventana.
Con
tres tirones fuertes, Minato se aseguró de que la flecha estaba sujeta y sin
esperar a nada más, los tres hombres fueron subiendo uno a uno.
El
primero en subir hasta la ventana fue Minato y tuvo que golpear la madera que
cerraban la ventana hasta conseguir abrirla para poder entrar. Luego de
cerciorarse de que aquel pasillo estaba desierto, subió Fugaku y, por último,
Naruto.
– Esto
es raro, pensé que sería más difícil el poder entrar en el castillo. – Pensó en
voz alta Naruto.
– Sí,
puede ser pero si tenemos en cuenta que hoy se celebra un evento que conciliará
una tregua entre reinos es bastante obvio que los guardas del rey tengan
órdenes de proteger a los invitados haciendo que la protección general del
castillo sea descuidada. – Explicaba Fugaku. – Sin lugar a dudas, este reino
cuenta con un monarca demasiado indulgente en cuestiones de su propia
seguridad.
–
Tampoco es que podamos criticarlo en estos momentos. – Interrumpió Minato. –
¿Por dónde vamos ahora?. – Preguntó mientras guardaba su arco bajo su capa.
– Por
aquí. – Indicó Fugaku para comenzar a caminar por uno de los pasillos.
Fugaku
guió a los otros dos hombres por los pasillos, que en un pasado había recorrido
sin ningún tipo de preocupación, hasta estar cerca de donde el rey estaba
celebrando su evento. Sin esperar, Fugaku buscó con la mirada al duque de
Cerezos pero no lo encontró hasta que el rey apareció y se sentó en su trono
para dar la bienvenida a todos sus invitados que estaban siendo anunciados por
uno de los sirvientes.
Fugaku
escuchaba cada uno de aquellos títulos nobiliarios que conocía hasta que,
finalmente, el esperado duque de Cerezos apareció, extrañamente sin su esposa,
y la presentación de las nobles familias continuó aunque a Fugaku solo le
interesaba lo que estaba haciendo el duque y lo que planeaba hacer.
Naruto
se encontraba vigilando uno de los pasillos para no ser sorprendido y avisar a
los otros dos hombres y Minato estaba en otro de los pasillos, que al igual que
Naruto, estaba alerta para no ser encontrados.
Orochimaru
después de haber presentado sus respetos al rey para darle la bienvenida y
excusar con una mentira la ausencia de su esposa, escuchó como el rey daba su
discurso de agradecimiento por la asistencia y portarlo de un nuevo título de
consejero real que le hacía subir un escalón más en la escala social.
El
duque de Cerezos junto al resto de invitado se adentró al enorme comedor donde
los más suculentos platos esperaban a ser degustados y al lado del rey, el
duque observó cómo estaba sentada la futura reina.
Pacientemente,
Orochimaru esperó su oportunidad de acercarse a la princesa del Reino de las
Nieves y esta llegó, cuando el mismo rey lo llamó.
Sin
que nadie se percatase, el duque de Cerezos cogió el pequeño bote de su
bolsillo y se encargó que unas gotas del líquido que contenía cayeran dentro de
la copa con vino de la princesa para luego, retirarse cortésmente.
La
mujer ingenua a lo que había ocurrido, tomó la copa y bebió el vino pero cuando
volvió a dejar la copa sobre la mesa comenzó a sentir un malestar en su
estómago pero este malestar iba aumentando poco a poco en lo que transcurría la
cena y justo cuando el postre se estaba sirviendo a los invitados la princesa
se levantó pidiendo disculpas a su futuro esposo pero el dolor ya insufrible no
le permitió abandonar el comedor, cayendo en el suelo frente a todos los
invitados.
Todos
los nobles gritaron asustados ante el suceso y el rey se apresuró a ir junto a
su prometida pero no fue el único en acercarse a la princesa ya que Orochimaru
también se acercó, seguido de Kakashi, que rápidamente le propuso al monarca el
permiso para ayudarlo con la princesa a lo que el monarca accedió.
Kakashi
se llevó a la mujer a una habitación mientras que Orochimaru se quedaba junto
al rey.
– Su
majestad, ¿creéis que es buena idea el dejar a un hombre joven cerca de su
bella prometida?. Sé que el marqués de Sharingan ya está casado pero los deseos
de un hombre ante una hermosa dama, como lo es la princesa, pueden provocar que
sucedan actos no deseados para ambos, ya sabe la impulsividad de la que tienen
los mozos por muy buenas artes se le haya enseñado. – Comentó maliciosamente el
duque de Cerezos sin permitirle al monarca que lo interrumpiese.
– ¿¡Me
está diciendo que el marqués es un libertino!?. – Preguntó apretando los puños
el soberano.
– Solo
digo la verdad de los jóvenes, su alteza. – Indicó Orochimaru con una sonrisa
al ver la cara de enfado del rey que sin querer escuchar más, comenzó a caminar
hacia donde Kakashi se había llevado a la princesa y atenderla con sus
conocimientos de medicina.
Fugaku
que había escuchado y observado todo lo que había hecho el duque, lo miró
seguir al rey y él siguió a Orochimaru junto a Naruto y Minato, procurando de
no ser descubierto.
Kakashi
estaba tomándole el pulso a la princesa que la había depositado sobre la cama
cuando el rey entró a la habitación.
– Su
majestad… – Pero antes de que el marqués pudiese decir algo más sintió
como el rey lo había golpeado con
fuerza.
–
¿Cómo te atreves a poner tus sucios ojos sobre mi prometida?. Yo no… – Pero las
palabras del rey fueron cortadas cuando sintió un intenso dolor en su pecho que
lo atravesaba.
El
monarca miró su pecho por donde el filo de una espada salía y antes de que
fuera retirado con la misma facilidad en la que entró en su cuerpo, el rey
vomitó sangre.
Kakashi
miraba estupefacto la escena de cómo el rey había sido atacado desde la espalda
y vio como después de vomitar sangre, el monarca giró su cabeza para mirar el
rostro de la persona que lo había agredido.
–
¿Por… qué…? – Fue lo único que consiguió
pronunciar el rey antes de que la espada volviese a atravesarlo mortíferamente.
El
cuerpo del rey cayó al suelo pesadamente, mostrándole al joven marqués de
Sharingan al asesino del monarca que aún tenía la espada con la que había
cometido su crimen en su mano.
–
Orochimaru… – El nombre salió como un suspiro de la boca del Kakashi que se
encontraba paralizado y desarmado ante el hombre del cual, en ese momento, se
percataba que no era la persona que le había mostrado desde que lo acogió.
– ¿Impresionado
usted también, Marqués?. – Cuestionó divertido el Duque de Cerezos antes de
escupir sobre el cuerpo de su víctima.
– ¿Por
qué…? – Intentó preguntar Kakashi.
– ¿Por
qué?. La respuesta a esa pregunta son muchas, joven. – Inquirió Orochimaru. –
Pero supongo que la más fácil es de que ya estaba cansado de este viejo rey
egoísta, ¿los jóvenes no os quejáis de cómo Danzou ha manejado el reino
llevándolo a innumerables guerras?. – Cuestionó el duque para comenzar a
reírse.
– Eso
no era motivo para matarlo. – Contestó Kakashi comenzando a recordar las
palabras de la duquesa, siempre le pedía que tuviese cuidado con su esposo y
ahora, entendía la razón de su aviso para, por primera vez, Kakashi sentirse
arrepentido de haber confiado en Orochimaru.
–
Cierto, no es un motivo muy racional, al igual que cuando disfruté ver como los
marqueses de Sharingan se retorcían de dolor mientras eran presa del filo de
una espada. Sabes, tu madrastra se interpuso intentando salvar a tu padre. –
Comentó Orochimaru.
–
¡Usted! ¡usted…!
– Sí,
yo fui el causante de lo ocurrido a los marqueses pero con ellos y el Varón de
la Llama sin que interfieran, la corona y el Reino del Fuego me pertenecen. –
Confesó Orochimaru disfrutando del rostro colérico y frustrado de Kakashi.
–
Maldito, todo esto lo ha hecho por avaricia. – Murmuró Kakashi sintiendo el
dolor en su pecho al oír la verdad, él había pensado que todos habían muerto
pero cuando se encontró con Itachi no pudo evitar culparlo por haber
sobrevivido a la tragedia y su padre no lo habían hecho porque en ese momento,
se estaba dando cuento de lo ingenuo y versátil que había sido. – ¡Maldito!. –
Gritó arrojándose con sus puños en alto hacia el Duque de Cerezos olvidando que
estaba armado y sin oportunidad de hacer pagar su furia en el macabro hombre.
Fugaku
había seguido a Orochimaru hasta la habitación en la que el monarca había
entrado pero decidió esperar y ser cauteloso ya que cabía la posibilidad de que
alguien más entrara en la habitación pero cuando comenzó a escuchar gritos de
furia, no pudo hacer caso omiso a la vocecilla que había en su cabeza que le incitaba
a que entrara.
– Voy
a entrar, esperadme aquí y vigilad por si aparece alguien. – Ordenó Fugaku.
– Ten
cuidado. – Aconsejó Minato mientras Naruto asentía con su cabeza a la orden
dada.
Fugaku
asintió con la cabeza antes de aproximarse a la puerta y abrirla para ver en el
suelo el cuerpo de rey Danzou y como el joven marqués se dirigía hacia el filo
de la espada de Orochimaru, así que sin pensarlo más se abalanzó para apartar
al Marqués de Sharingan de la muerte que lo esperaba.
Kakashi
cayó al suelo, debido a un empujón ya que había sido apartado por un
desconocido que había recibido el fatídico golpe de la espada de Orochimaru.
–
¡Maldito!. – Farfulló el recién llegado. – Siempre he tenido sospechas de ti
pero hasta ahora, no había podido tener pruebas de tu malvada alma.
–
¡Oh…! No pensé que el día que iba a obtener mi gloria vendrían los muertos a
ver como triunfo y dime, ¿Mikoto no ha venido también junto a su detestable
padre?. – Se mofó Orochimaru.
– Eres
un maldito. – Habló Fugaku presionando la herida que había recibido en su
estómago por la que sus entrañas pretendían salir junto a su sangre.
Kakashi
que había escuchado las palabras de los dos hombres y con su mente nublada por
el deseo de venganza y el dolor de ser traicionado, volvió a lanzarse hacia
Orochimaru.
– ¡Cállese!
¡Usted no tiene derecho de hablar así de mi madrastra!. – Gritó Kakashi antes
de sentir el sabor metálico de la sangre como una triunfo al alcanzar golpear
con su puño la cara de Orochimaru, al mismo tiempo que el hierro de la afilada
espada cortaba su carne sin dificultada.
–
Ingenuo… – Escupió Orochimaru sacando su espada mientras empujaba el cuerpo del
Marqués de Sharingan para sacar su espada. – Aquí se acaba tu vida, espero te
reúnas con la descarada de mi esposa. – Dijo para clavar su espada una vez más
en el cuerpo de Kakashi.
–
¡Ah…!. – El trágico grito sorprendió a Orochimaru y Fugaku que al girar sus
cabezas hacia la puerta se encontraron
con el asustado rostro de Sakura.
Ante
el grito Minato y Naruto se miraron a los ojos para asentir a la vez con la
cabeza y correr al interior de la habitación dónde se encontraron con la
horrible escena.
– ¿Pa…
padre, que ha ocurrido aquí?. – Preguntó horrorizada Sakura mirando la sangre,
los cadáveres y a aquel desconocido que estaba herido.
– No
te lo perdonaré, maldito. ¡Maldito!. – Rugió Minato al ver como su mentor y
amigo esta herido al suelo para lanzarse contra Orochimaru que ante el grito, se
puso alerta y preparado para deshacerse de su desconocido atacante.
Cuando
Sakura escuchó la voz, sus ojos verdes se abrieron al reconocerla y viendo toda
la escena en cámara lenta sabía que su preciado amante moriría a manos de su
padre, así que sin saber cómo, sus pies se movieron a una velocidad que jamás
creyó haber tenido para interponerse entre la espada que sostenía su padre y el
cuerpo de Kurama, al que abrazó al mismo tiempo que sentía como un arañazo
ardiente cruzaba su espalda.
–
¡Sakura!. – Gritó Minato al sentir como su cuerpo era abrazado y caía sobre su
trasero al suelo con la chica herida abrazándolo.
–
Kurama… – Susurró Sakura para comenzar a derramar lágrimas, haciendo que Minato
se enfureciera aún más hacia aquel hombre capaz de herir a su propia hija, la
cual solo había sido una víctima inocente.
Minato
intentó levantarse, nuevamente, para arremeter contra el hombre que a sus ojos
ya era un verdadero monstruo.
– Eres
un monstruo, un ser despreciable. – Acusó Minato para volverse a arrojar sobre
Orochimaru que blandió su espada pero en esta ocasión, Minato consiguió evadir
el arma y asestar uno, dos, tres puñetazo al Duque de Cerezos que retrocedió y
calló sobre una de sus rodillas para escupir sangre y reír con su labio partido
y rostro magullado.
–
Necio… ¡eso no es nada!. – Gritó Orochimaru para ponerse de pie.
Naruto
había aprovechado para acercarse a Fugaku e inspeccionarlo.
–
Debéis marcharos, los guardias pronto vendrán a cau… sa de los gritos… –
Aconsejó Fugaku. – Yo… no podré escapar. He… perdido mucha sangre… pero
vosotros sí. – Fugaku sonrió con tristeza sabía que su aliento estaba
extinguiéndose. – Toma, dáselo a Itachi… este medallón le pertenece… a Itachi. –
Pidió entregándole el medallón a Naruto.
Naruto
asintió con la cabeza y cogió el medallón en sus manos para observar con
asombro como Fugaku tomaba sus últimas fuerzas para levantarse del suelo y
correr para interponerse en medio del ataque de Orochimaru y sentir por segunda
vez, como la espada se hundía en su cuerpo.
Naruto
se acercó presuroso a Minato y lo cogió del brazo.
–
¡Vámonos! No tenemos tiempo y no podemos hacer nada. – Indicó Naruto.
– No
me marcharé sin ver como ese hombre muere. – Insistió Minato.
– Este
no es el momento. – Apuró Naruto al escuchar voces que se acercaban. – Esto se
complicará más si nos quedamos.
Minato
chasqueó la lengua, haciendo que Naruto soltase su brazo.
– ¡Márchense!.
– Gritó en su último aliento Fugaku.
Ambos
hombres salieron de la habitación para observar como un grupo de guardias venían
corriendo hacia donde estaban ellos, así que no pudieron hacer otra cosa que
salir corriendo seguidos de los guardas hasta llegar a la ventana por la que
descendieron tan rápido les fue posible y cruzar el foso cortando la cuerda una
vez llegaron al otro lado para internarse en el bosque, desatar a los caballos
y salir al galope en dirección contraria a la ciudad de La Hoja para huir de
los guardias que los perseguían y no implicar a los hermanos gemelos o, en el
caso de Naruto, no implicar a sus amistades y conocidos.
Los
guardias al ver como aquellos dos extraños hombres vestidos con capas negras y
capucha salían de una de las habitaciones, corrieron para encontrarse con el Duque
de Cerezos que sostenía una espada clavada en el pecho de un desconocido que
también, vestía una capa negra, Además, de ver los cuerpos del rey los
marqueses de Sharingan muertos.
– ¡Qué
miráis! Esos dos hombres que acaban de salir han confesado envenenar a la
princesa del Reino de las Nieves y han asesinado a su majestad y a los
marqueses de Sharingan. – Decía Orochimaru soltando la espada y dejando que el
cuerpo de Fugaku cayese al suelo. – He tenido suerte de sobrevivir. – Comentó
como si nada para ver como uno de los guardias fue a dar la voz de alarma por
intrusos mientras que un guardia, se quedaba a su lado para acompañarlo y darle
la terrible tragedia a los invitados.
– “La fortuna juega de mi lado.” – Pensó
Orochimaru mientras se dirigía al salón de baile donde estaban todos los
invitados esperando.
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