domingo, 28 de mayo de 2017

Repercusiones -2-


-Cuatro vidas.-

Mikoto se dirigía hacia la entrada de palacio donde esperaba su carruaje que la llevaría a la ciudad para hacer unas diligencias que requerían su presencia.

Detrás de la marquesa, caminaba Anko, su actual doncella de confianza después de que su anterior doncella de compañía apareciese asesinada en medio del camino que iba hasta palacio con el único motivo del robo. Además, Mikoto por orden de su esposo tenía la obligación de siempre ir acompañada por su doncella, aún y cuando, se encontraba dentro de palacio y en compañía de sus hijos.

Una vez ambas mujeres llegaron ante el carro con un solo corcel, observaron al cochero y al lacayo que las acompañarían.

El lacayo de un salto, bajó al suelo adoquinado, hizo una cortés y sencilla floritura a la marquesa antes de abrirle la puerta del vehículo.

Mikoto se disponía a subir al carruaje cuando captó el sonido de los cascos de un caballo que se acercaba al paso*.

Ante la marquesa apareció Kakashi, su hijastro, montando a la perfección su propio caballo, un autentico pura sangre de pelaje dorado y en cada pata estaban, los conocidos, calcetines de color blancos del animal.

Kakashi miró a su madrastra antes de atizar ligeramente con la fusta en la grupa de su jamelgo, el cual se levantó sobre sus dos patas traseras mientras relinchaba y cuando cayó nuevamente al suelo, el animal salió al galope unos cinco metros donde su jinete le obligó a ir al trote.

Mikoto suspiró ante la actitud de su hijastro y su extraña salida del palacio del marquesado de Sharingan.

– ¿Ya se terminaron los días de descanso de Kakashi?. – Preguntó al recordar el macuto que descansaba a espaldas de Kakashi y bien atado a la silla.

– Sí, señora. – Respondió con premura Anko que en todos esos años en compañía de la marquesa terminó por moderar su comportamiento impulsivo y parlanchín.

La marquesa se disponía a subir por fin al carruaje cuando escuchó como unas voces la llamaban a su espalda y cuando giró su rostro se encontró con sus hijos, sus gemelos.

– ¿Madre, vais a la ciudad?. – Preguntó Itachi aún y cuando sabía que la pregunta era insulsa pero aún así, obtuvo su respuesta cuando Mikoto asintió con la cabeza.

– ¿Podría acompañarla, madre?. – Pidió Sasuke en un intento de poder salir de su encierro en palacio y del cual, nunca había abandonado a causa de que así lo establecían las reglas sociales con respecto a la nobleza.

– No, cariño. Ya sabéis que tenéis obligaciones pero puedo traeros algo que os apetezca, como un sobrero nuevo.

– ¡Oh! yo quiero una capa de color azul, madre. – Pidió Itachi con fervor viendo como su madre le sonreía y asentía en de acuerdo a su pedido.

– ¿Y tú, Sasuke?, ¿no deseas nada de la ciudad?.– Preguntó en un vano intento de animar a su hijo pero este simplemente negó con su cabeza. – De todas formas te traeré algún obsequio, Sasuke. – Afirmó antes de besarle una de las mejillas a cada uno de sus hijos para acto seguido subir al carruaje proseguida de Anko y el vehículo prendiera camino a la ciudad con las figuras de los gemelos en la puerta observando como el carro se alejaba.

Mikoto tardó tres horas y media en llegar a la ciudad para dirigirse en primer lugar al taller del mejor orfebre de La Hoja, situado en la plaza mayor de la ciudad.

El tintineo de la vieja campanilla de hierro que estaba en la puerta anunció la llegada de una persona en el modesto taller donde trabajaba el oro y la plata.

Yamato levantó la cabeza con pereza para ver al recién llegado y sorprenderse en el acto, por lo que tan rápido como su adolorida espalda le permitió, hizo una veloz floritura a la persona que había entrado a su taller.

– ¡Buen día, señora marquesa!.

– ¡Buen día!. – Respondió Mikoto con tono aburrido mientras sus ojos oscuros se paseaban críticamente por todas las joyas expuestas en una estantería de madera de roble detrás de la barra de madera que hacía de separador para que los ladrones no tuvieran facilidad de alcanzarlas. –Ya debes saber a que he venido.

El artesano asintió con la cabeza y se giró hasta donde estaba su aprendiz que extrañamente se trataba de un doncel. El orfebre le hizo un ademán con la mano al mismo tiempo que movía sus labios sin hablar y que el joven comprendió.

El doncel dejó la escoba con la que estaba barriendo el suelo repleto de las pequeñas virutas de oro y plata que más tarde reutilizarían al fundirla.

El doncel se perdió tras el hueco donde se distinguía el horno y la pequeña fragua pero no tardó más que unos segundos en volver con dos cajitas y un objeto plano envuelto con una tela blanca que le dio a su maestro.

– Gracias, Sai. – Murmuró el orfebre a su aprendiz que sonrió antes de volver a preocuparse de terminar sus tareas.

Yamato se giró hacia la marquesa con los objetos en las manos y los puso sobre la barra de madera. Luego, abrió las cajitas forradas de tela roja y mostró las joyas laboriosamente trabajadas que escondía en su interior. Después, retiro la tela blanca del objeto plano revelando un retrato donde solo aparecía la marquesa con sus gemelos pintados de medio cuerpo hacia arriba.

Mikoto se acercó a la barra para tomar uno de los medallones expuestos frente a ella y los examinó con rigurosa atención para corroborar de que estuviese tal y como lo había mandado hacer.

– Como puede apreciar, señora marquesa, tan exquisitas piezas están perfectas y tal y como así lo mandó. – Añadió el artesano  mirando con deleite como la hermosa mujer analizaba las joyas con absoluta meticulosidad.

– Es lo menos que esperaba del mejor orfebre de La Hoja. – Dijo Mikoto con una sonrisa después de haber examinado las joyas para agitar una de sus manos con suavidad y la doncella le entregara a Yamato una bolsita de piel marrón con la cantidad de dinero acordada y que previamente había preparado para entregarle al orfebre.

La marquesa guardó dentro de su pequeño bolso de mano las cajitas, viendo como su doncella se acercaba a la barra al entender su orden.

Anko se apresuró a dejar la bolsita de dinero correspondiente y recogió el pequeño retrato que volvió a envolver con la tela blanca para que el fresco no se estropeara o arañara con algún inoportuno roce.

Yamato comenzó a contar el dinero dándose cuenta que la marquesa le había pagado dos monedas de más por lo que levantó la cabeza para encontrarse con aquellos ojos negros como la tinta.

– Considere que se trata parte de mi generosidad por haber cumplido mi pedido dentro del plazo acordado. – Indicó Mikoto levantando el mentón como un gesto de superioridad.

– Sí, señora marquesa. – El artesano agachó la cabeza con sumisión antes de hacer una floritura con algo de torpeza debido a tan generoso pago. – ¡Que tenga un buen día, señora marquesa!.

Mikoto simplemente asintió ligeramente con la cabeza antes de retirarse del taller seguida de su doncella para continuar con sus compras.

– Sai. – Llamó el maestro orfebre a su aprendiz, quien se acercó a su maestro rápidamente. – Hoy me siento de buen humor, así que hoy te pagaré tu comida y recibirás tus cuatro genins* con un chunin*.

– Gracias, maestro. – Agradeció Sai pues el pago que recibía como aprendiz de orfebre no era mucho pero al menos, se trataba de un trabajo digno con el cual podía sustentarse después de haber quedado huérfano y sin familiares que lo pudiera acoger en su morada.

Lo que ganaba habitualmente Sai, le bastaba para pagar los impuestos establecidos por el rey, comprar algo de comida, ahorra un genin y, en está ocasión, podría dignarse a comprar algo de ropa, pues las suyas le quedaban muy pequeña y estaban repletas de remiendos y parches, sin mencionar que lo que llevaba por camisa no dejaba de ser una bolsa de trigo recortada para poder sacar los brazos y la cabeza, teniendo un pedazo de cuerda añeja que utilizaba de cinturón para tal vestimenta.

Sin embargo, Sai no podía quejarse porque su maestro se portaba muy bien con él y si su sueldo era muy poco, pues no podía culpar a su maestro porque era consciente que cuando el llegase a ser maestro orfebre, como Yamato, tampoco le daría el dinero para comprar buenas ropas como las utilizadas por los señores burgueses pero al menos, tendría varias mudas, pagaría sus gastos e impuestos sin mucha contrariedad. Además, de que tendría que pagar con su propio sueldo el material para trabajar como también las herramientas necesarias para manejar la plata o el oro, el impuesto por el taller y la madera para tener la fragua y el horno encendidos, sin recordar que en el caso de que tuviese un aprendiz, también le debía de pagar el material para que aprendiese el oficio pero era mejor eso que ejercer otros trabajos más vergonzosos para poder mantenerse con vida.

Si algo sabía Sai de la vida, es que no era para nada fácil y mucho menos cuando estas solo en el mundo como lo estaba él.

El mediodía llegó pronto y como le prometió Yamato a su aprendiz, le pagó su sueldo y salieron a la plaza donde un puñado de personas se encontraba mirando hacia el escenario donde ahorcaban a los criminales.

Curiosos por lo que ocurría, maestro y alumno, se acercaron para ver como un guardia aparecía en la cima de la plataforma.

El guardia miró a todas las personas que se encontraban allí con arrogancia antes de sacar de su bolsillo un papel que desenrollo y comenzó a leer en voz alta, siendo en ese momento, que la multitud de personas calló para escuchar el pregón.

– Mañana al mediodía se procederá a llevar a los criminales a la horca después de haber recibido un juicio justo. – Se escucharon algunos susurró ante la palabras de "juicio justo". – Y por haber sido reconocidos como culpables serán condenados por sus malvados actos las siguientes personas... – El guardia comenzó a decir nombres y apellidos de los condenados y por cada nombre dicho se escuchaba un grito, un mormullo, una maldición y un llanto proveniente del grupo de personas.

Cuando por fin el guardia terminó su anunció se dirigió a uno de los postes de madera y enganchó el papel en un clavó que había allí, acto seguido se marchó del lugar dejando a la muchedumbre parloteando sobre la alegría que les causaba a unos cuantos por deshacerse de esas personas deshonorables y el dolor de otras personas por haber condenado algún inocente a la muerte.

Sin embargo, nadie se percató de un muchacho que subió a la plataforma para coger el papel entre sus manos. Nadie se percató de los diez segundos en que releyó el papel antes de salir corriendo del lugar tan rápido como un asustadizo ratón que está siendo perseguido por un gato y como se perdió entre los estrechos callejones seguido de una chica y un doncel.

El muchacho llevaba en una de sus manos el papel que había leído el guardia. El chico tenía fuertemente apretado aquel papel mientras corría con sus descalzos y encallados pies por las adoquinadas y sucias calles, con hedor a orines, de La Hoja hasta llegar a un edificio en ruinas donde se internó.

El joven se adentró a en un hueco que había en el suelo de aquellas ruinas, posiblemente en el pasado debía de tratarse del almacén del edificio, seguido de las dos personas que iban tras de él.

El chico bajó unas pequeñas escaleras, pues tan solo tenía diez escalones, y llegó a la sala donde la poca luz que había allí provenía del hueco de la escalera que había descendido.

La habitación no era muy grande con un ambiente cargado y frío. El cuarto poseía un fuerte olor a humedad que se apreciaba por las viejas paredes de piedra por donde se podía observar como crecía musgo y en las esquinas de ese cuarto algunos hongos habían aparecido.

– Naruto...– Susurró con preocupación la joven viendo como el chico se sentaba sobre unos trapos que hacían la función de cama.

El doncel con lentitud se dirigió hasta donde se encontraba los restos de una hoguera, cerca había algo de leña y paja seca, tomó un poco de madera y las colocó sobre los carbonizados restos. Luego, puso algo de paja sobre la madera. El doncel cogió unas piedras del suelo, tan grandes como su puño y comenzó a golpearlas generando chispas que saltaban hacia la paja seca y la madera hasta que un hilillo de humo apareció. Con rapidez, acercó su rostro y sopló suavemente hasta conseguir que apareciese el fuego.

– ¿Qué haremos ahora?. – Preguntó algo abatido el doncel.

– No pensé que fueran a hacerle eso tan pronto. – Comentó la chica que se había sentado junto al muchacho y le acariciaba los sucios y enredados cabellos.

– Yo tampoco, Sasame. – Confesó el doncel acercándose a sus compañeros para tomar asiento al lado de la chica. – Pero si al menos hubiésemos tenido los dos kage para liberarla... – Pero fue interrumpido abruptamente.

– No habléis de esa forma. – Ordenó Naruto que hasta ese entonces había permanecido callado. – Sé que se sacrificó por nosotros, ella decidió ocupar ese lugar a pesar de que sabía lo que le iba pasar. Esa era su decisión aún y cuando sabía que no íbamos a poder liberarla.

– ¡Naruto!. – Exclamó Sasame abriendo mucho los ojos.

– ¿Cómo puedes hablar así de Kushina?¿es qué no te importa lo que le suceda?¿no te importa que mañana...?. – Pero la última pregunta en la que estaba reprochándole a Naruto, el doncel no pudo pronunciarla.

– ¡Cállate, demonios!. – Gritó levantándose para quedar sentado y mirar con fiereza al doncel. – Es mi madre, ¿cómo crees que me siento? pero si algo me ha enseñado es que por mucho que afrontes el destino no es posible cambiarlo tan fácilmente.

– ¡Al menos deberíamos intentar hacer algo para intentar sacarla con vida y no seguir escondiéndonos como cobardes!. – Gritó el doncel exasperado por el desanimo que mostraba Naruto.

– ¿¡Y qué crees que he intentado hacer!?. – Estalló Naruto poniéndose de pie. – Hemos intentado conseguir las monedas suficientes para pagar la libertad de mi madre pero tan sólo hemos logrado cincuenta genins y un jounin. – Le recordó con frustración en la voz. – No hay forma de entrar al calabozo de la guardia, a menos de que te hayan encerrado, y tampoco hay forma de salir una vez dentro porque nunca nadie lo ha hecho sin haberse pagado su libertad para no ser acusado por el acto en el que terminó dentro. – Puntualizó Naruto apretando sus puños. – ¿Dime si existe alguna otra posibilidad de liberar a mi madre, Haku?. – Le preguntó al doncel que simplemente pudo agachar la cabeza porque era consciente de que lo que había dicho su amigo era cierto.

– Por favor, no os peléis. – Pidió Sasame.

– Me voy. – Anunció Naruto comenzando a caminar hasta el hueco de la escalera por donde había entrado.

Naruto caminó por las calles y callejones de La Hoja sin percatarse aún que en una de sus manos sujetaba con fuerza el papel que el guardia había leído en la plaza y él se había llevado.

Naruto caminó sin rumbo simplemente dejó que sus pies lo llevaran por donde fuese, sin prestar atención a los lugares por los que pasaba, hasta que una voz muy conocida para él lo hizo volver a la realidad y olvidar sus cavilaciones.

– ¡Naruto!. – Llamó la voz detrás de Naruto procedente de un chico pelirrojo.

Naruto se detuvo y giró un poco su rostro para mirar a la persona que lo llamaba.

– Por fin te detienes, Naruto. – Habló el joven. – Hace rato que te estoy llamando y siguiendo, ¿te ocurre algo?.
– Lo siento, Gaara. – Se disculpó sintiendo como en ese momento su estómago rugió de hambre. Pues ya era la tarde y Naruto no había probado bocado desde la noche anterior.

Gaara sonrió por las protestas de la panza de su amigo.

– Anda ven conmigo, estoy seguro que a mi padre no le importará darte algo de comida antes de tirarla a los cerdos y sacaré una botella de vino de la despensa. No notará que le falta una botella. – Comentó con gracia Gaara y una sonrisa en los labios ante la idea de arrebatarle una botella de vino a su padre frente a sus narices. – Siempre hace mucha comida porque no sabe la cantidad de personas que alojará en la posada y cuantas irán a comer a la taberna por no hablar de la bodega que está bien abastecida.

– Tu padre se acabará molestando si continúa alimentándome, tan solo por ser tu amigo. – Afirmó Naruto para escuchar como Gaara rió a grandes carcajadas. – Después de todo, nunca le he caído en gracia a tus padres y es comprensible.

– ¡Tonterías!. Estoy seguro que no se molestará tanto si cuando termines te ofrezcas a lavarle los platos sucios. Entonces, serás un mozo agradecido y él un hombre contento por tener a alguien que le limpie los platos. – Respondió para mirar a Naruto que tan solo profirió una pequeña sonrisa algo muy inusual en su amigo. – Además, me intriga lo que te preocupa tanto para que tengas esa cara y no importa si no quieres contarme pero al menos, espero hacerte olvidar un poco lo que sea que está en tu cabeza.

Naruto se detuvo y apretó con fuerza su mandíbula y cerró sus parpados antes de levantar la mano con el papel frente al rostro de Gaara.

El pelirrojo no dudó en coger el papel y comenzar a leerlo, percatándose de que se trataba  y el por qué su amigo se encontraba deprimido. Por ello, cuando Gaara terminó de leer, se acercó a su amigo y apoyó una de sus manos en  uno de los hombros de Naruto.

– No, no sabía. Lo siento.

– No te preocupes, era algo que sabíamos que iba a pasar solo que nunca te acostumbras cuando ocurre. – Dijo como si estuviese hablando del tiempo.

Gaara retiró su mano con parsimonia del hombro de su compañero para mirarlo unos segundos que parecieron eternos antes de hablar.

– ¿Sabes?, hoy en la herrería he podido fabricar mi primer trabajo, una hoja para una hoz, y no ha quedado tan mal como esperaba. – Cambió completamente el tema mientras comenzaba a caminar hacia la posada de su padre seguido por Naruto. – Estoy muy contento de que Sasori por fin me permita hacer mis propios trabajos aunque aún, sigo necesitando su ayuda para darle una buena forma con el mazo. – Suspiró. – Es que aunque no lo parezca es bastante difícil tener bien firme el hierro candente sobre el yunque y después comenzar a golpearlo con el mazo para que vaya tomando la forma adecuada. – Explicó Gaara con el entrecejo arrugado mientras que con una de las manos la movía simulando los martillazos.

– Me alegro por ti, sé lo mucho has esperado para tener el permiso de tu primo. – Naruto agradeció completamente el cambio del tema, pues realmente deseaba olvidarse de lo que iba a ocurrir al día siguiente.

Los dos mozos estaban llegando a la taberna que tenía la posada cuando un carruaje pasó junto a ellos y con sus grandes ruedas pisaba un charco de agua sucia y pestilente que los salpicó, incluso mojando sus cabezas con la hedionda agua.

El carruaje no era otro que el de la marquesa de Sharingan que pudo escuchar los insultos y las maldiciones de los chicos.

– ¡Santo Dios!. – Profirió Anko al escuchar las blasfemas palabras. – Estos muchachos ya no reconocen a sus señores.

Mikoto tan solo suspiró porque hacía mucho tiempo que su título, reputación y nivel le importaba muy poco y decir que sentía cierta envidia hacia esa gente menos favorecida porque esas personas, parecían todos tan libres y felices como ella no lograría ser en su vida llena de comodidades pero, por suerte, tenía a sus queridos gemelos, quienes le alegraba sus días.

El resto del viaje a palacio fue tranquilo y Mikoto pareció un poco sorprendida cuando se dio cuenta que ya habían llegado.

Cuando la marquesa se bajo del carruaje apareció frente a ella uno de los empleados.

– Llevad todos los paquetes a mi alcoba, menos estos de aquí. – Señaló dos paquetes envueltos con papel verde. – Eso llevadlos a los aposentos de mis hijos. – Ordenó la marquesa sin esperar una confirmación por parte del empleado, se alejó.

– Anko, ve y pídele a alguien que me prepare el baño. – Le ordenó a su doncella antes de comenzar a subir las escaleras. – No me discutas, conozco las ordenes del señor pero voy a su encuentro en este momento.– Se anticipó a hablar para no escuchar por milésima vez a su doncella y no aguantar un regaño de su marido.

Mikoto terminó de subir las escaleras pero no se dirigió al despacho donde sabía que se encontraba Sakumo sino que fue directa hasta el cuarto donde estaban sus hijos.

Al llegar, tocó con suavidad la puerta tres veces antes de abrirla y sonrió al ver a Itachi leyendo un libro y a Sasuke observando el exterior.

– ¡Madre!. – Habló Itachi antes de dejar el libro y acercarse junto a su hermano hasta la marquesa que los recibió con un beso en las mejillas y un abrazo.

– ¿Os habéis comportado como es debido?. – Preguntó la marquesa deshaciendo el abrazo para mirar a sus dos donceles.

– Por supuesto, madre. – Respondieron al unisonó los gemelos haciendo sonreír a la mujer.

– Me alegra mucho el conocer tan buenas noticias.

– Madre. – Llamó Itachi con algo de impaciencia. – ¿Me habéis traído lo que os pedí?.

– Por supuesto, fui al mejor sastre para que hiciese vuestras capas y aunque la espera de su confección me retraso, no podía permitirme volver sin ellas. – Afirmó Mikoto. – Pero también os he traído otro regalo.

– ¿Otro regalo?. – Preguntó Sasuke con desconcierto.

– ¿De qué se trata, madre?. – Preguntó Itachi con curiosidad haciendo sonreír aún más a su madre.

Mikoto abrió su bolso de mano y de su interior sacó dos cajitas que le entregó a sus hijos.

– Madre, es idéntico a vuestro medallón. – Habló Sasuke.

– Para mí, este medallón es un objeto muy importante porque me lo regaló vuestro padre el día que pidió mi mano al abuelo Madara. Por ello, quiero que vosotros tengáis uno igual, en el que están las iníciales de vuestros padres grabadas en su interior. Además, de que mandé grabar el retrato de vosotros dos conmigo. – Contó Mikoto antes de acercarse a sus hijos y besarles una de las mejillas. – Ya es muy tarde, pronto traerán vuestras capas pero después de obtenerlas, dirigíos a vuestras camas para dormir y tengáis hermosos sueños, hijos.

Cuando Mikoto se fue de la habitación ambos gemelos sacaron su respectivo medallón de la cajita y deslizaron la cadena de la joya desde su cabeza hasta quedar sujeta a su cuello.

Ambos donceles, abrieron el medallón para ver el pequeño retrato grabado en el oro pero su corto momento de admiración hacia su propia joya fue abruptamente interrumpido debido a los tres golpecitos en la puerta de su alcoba.

– Adelante. – Hablaron al mismo tiempo Itachi y Sasuke.

Por la puerta apareció un empleado con dos paquetes que dejó sobre una mesita que se encontraba en la habitación y tan rápido como entró se marchó haciéndole a los gemelos una sutil reverencia antes de abandonar la estancia.

Itachi corrió para abrir el paquete del que sacó su hermosa capa azul oscuro, mientras que Sasuke espero a que su hermano terminase de desenvolver su regalo para poder abrir el suyo, encontrándose con una capa idéntica a la de su gemelo. Después de que Itachi se probara y observara la capa puesta, hicieron lo que su madre les dijo, se dirigieron a sus respectivas camas a visitar el mundo de Morfeo en busca de agradables sueños.


Aclaración de  los términos:

* Al paso, a galope, al trote: Son los nombres que recibe el andar de un caballo. Cuando un caballo va al paso es que va muy lento, si va al trote va lento pero no tanto y si va al galope es que va corriendo.

* Genin, chunin, jounin, ambu y Kage: Como sabéis en el manga de Naruto se trata de la clasificación de nivel ninja pero aquí, lo he puesto como los nombres de las monedas (dinero), ya que como sabréis en esa época (s. XVIII y s. XIX) en los países se pagaban solo con monedas  y aún no circulaban los billetes así que esto es la moneda que circulará en este Fanfic porque como sabréis en el pasado (tanto en países de oriente como en occidente) había una gran variedad de ellas y todas con formas y nombres diferentes pero todas reunían una cualidad en común, pues las monedas eran de oro, plata cobre, etc. Así que os percatareis que la moneda de menos valor es la de genin y al igual que en la clasificación ninja iría tomando más valor y, también, serían un poco más grandes hasta llegar a la moneda de Kage, que sería la de máximo valor. Para conocer su material y saber cuántas monedas (de menor valor) harían falta para poder obtener una moneda de mayor valor a ella, sería de la siguiente forma:
  • Los genins son monedas de cobre y se necesitarían quince para que tuviesen el mismo valor que una única moneda chunin.
  • Los chunins son monedas de hierro y haría falta diez para tener el mismo valor que una única moneda jounin.
  • Los jounins son monedas de bronce y hacen falta ocho para tener el mismo valor que una única moneda ambu.
  • Los ambus son monedas de platas y hace falta tener cuatro para tener el mismo valor que una única moneda kage
  • Finalmente, los kage son monedas de oro y máximo valor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario