-Celos.-
Gaara
acompañaba a Sai hasta la orfebrería como hacía todos los días desde que Yamato
le había permitido estar en compañía del doncel para cortejarlo.
–
Padre y madre están muy contentos cuando les conté de que tenía interés por un
doncel. Incluso, mi hermano Kankuro se asombró aunque no les dije de que ya
había comenzado a pretenderte porque padre y madre son muy conservadores ante
las formas que debe realizarse un cortejo. Madre me hubiese destazado antes de
darle a padre mi cuerpo troceado para que lo preparase y se lo diese al
porquero* como comida para sus cerdos. – Habló Gaara mientras movía sus manos
simulando que estaba cortando carne y dando a los animales alimentos.
– ¿Harían
eso tus padres?. – Preguntó un horrorizado Sai por las palabras del aprendiz de
herrero.
–
¿¡Eh!? – Soltó por la boca Gaara al escuchar como Sai formulaba la pregunta muy
seriamente y eso lo había sorprendido pero aún lo dejó más impresionado al
observar el miedo reflejado en el rostro del joven. – Por supuesto que no, tan
solo es una manera de decir que mis padres se enfadarían mucho conmigo porque
son personas muy conservadoras y jamás cometerían un acto tan atroz, Sai. –
Explicó con contundencia.
– Lo
siento, yo no quería decir eso. No quiero faltarte ni ofender a tus padres,
Gaara. – Se disculpó el doncel con rapidez. – Se que tus padres son personas de
bien. – Añadió porque en todos los años que había estado observando a Gaara,
oculto desde la distancia, había averiguado los oficios que tenían los señores
Sabaku y sus hijos. Además, Gaara le había hablado varias veces de su familia y
los quehaceres que desempeñaba cada uno de ellos.
El
aprendiz de herrero se detuvo haciendo que Sai también se parara y sin previo
aviso, Gaara agarró de Sai de un brazo, del cual tiró con fuerza hasta que el
doncel se estrelló en su pecho donde el pelirrojo lo abrazó.
– Sé
que no lo has dicho con esa intensión, Sai, pero te aseguro que mi padre y
madre son personas muy ambles aunque estrictas con respecto a la educación. Por
eso, sé que no le gustará que haya comenzado a cortejarte sin habérselo hecho
conocer antes y lo que dije solo fue una exuberancia de mi parte sobre el
enfado que tendrán si se llegan a enterar. – Quiso aclarar Gaara antes de
hundir su nariz sobre la cabeza de Sai para embriagarse del aroma que
desprendía el negro cabello del joven.
– No,
fue mi culpa. Yo… no debí insinuar eso. – Insistió el doncel.
– Sai.
– Llamó Gaara mientras se separaba del joven para mirarlo a los ojos. – No
insistas, no has hecho nada malo para que estés disculpándote tan afanosamente.
– Aseguró el aprendiz de herrero mientras con su mano izquierda cogía la
barbilla de Sai. – Sé que estás nervioso
hacia el hecho de conocer a mis padres y no he cuidado mis palabras en tu
presencia. Por lo que soy, yo quien debería disculparse. – Concluyó el tema
Gaara mientras se inclinaba para besar en los labios al doncel en mitad de la
vacía calle.
Sai
pudo sentir la dulzura con la que Gaara lo estaba besando y no dudó en abrir su
boca para que las lenguas se reencontrasen en caricias que arrebataba el
aliento de la pareja.
Cuando
el beso finalizó, Sai tenía sus mejillas sonrojadas y su respiración agitada
mientras que Gaara solo mostraba una pequeña sonrisa en sus labios antes de
deshacer el abrazo que mantenía a Sai pegado a su cuerpo.
– Por
cierto Sai, mis padres quieren conocerte el viernes de la próxima semana por la
noche, ya que dicen que lo adecuado es que vayas a la hora de cenar y para mi
desdicha, yo no podré ir a buscarte sino que tendrás que venir solo junto a tu protector.
– Informó el hombre al doncel al mismo tiempo que volvía a retomar el camino
hasta la orfebrería en la que se quedaría Sai. – Ya te dije que mis padres son
muy fieles a las reglas sociales y no está bien que vaya yo solo a buscarte o
que me encuentre junto a un doncel casadero sin ningún carabinero que vigile el
que no actúo como un desaprensivo.
– Yo
le diré a mi maestro. – Murmuró el doncel aún sonrojado por el beso.
– No,
le diré yo. No quiero que tu maestro se haga conclusiones erradas hacia mí, él
debe saber que soy un hombre y de mi boca sale el recado de mis padres. Además,
debo contarle sobre mis honestas intenciones de formalizar esta relación. –
Declaró Gaara mientras se golpeaba el pecho con su mano derecha para darle más
credibilidad a sus palabras.
Sai se
limitó a agachar su cabeza y la pareja terminó lo que le quedaba de camino al
taller orfebre de Yamato en silencio.
Gaara
se adelantó y abrió la puerta para que se adentrara Sai y él después, aunque el
maestro artesano ya se encontraba dentro de su negocio con la pequeña fragua encendida
y donde estaba fundiendo oro para crear las joyas.
–
¡Buen día, Sai!. – Saludó Yamato sin darse la vuelta para ver quien había
entrado en su negocio. – Debes terminar de incrustar los diamantes en el collar
que he dejado sobre la mesa que tú ocupas. – Ordenó el artesano sin dejar de
hacer lo que estaba haciendo para escuchar como unos pasos se dirigían hacia el
lugar que él había indicado.
–
¡Buen día!. – Saludó Gaara al hombre que estaba frente a él dándole la espalda
debido a que estaba ocupado con la fragua.
Yamato
dio un pequeño salto debido a que no se había percatado de que su alumno venía
acompañado y cuando se giró, rápidamente se percató a quien pertenecía la voz
que lo había saludado tan seriamente.
–
¡Buen día, muchacho! Espero que tu presencia ante mí no se deba a algo deba
preocuparme sobre mi aprendiz. – Inquirió Yamato lavándose las manos con el
agua de un cubo para secarlas en un trozo de tela antes de acercarse y apretar
la mano de Gaara, al cual le indicó que tomara asiento en las sillas de una
pequeña mesa de madera.
– No,
señor. – Se apresuró a decir el aprendiz de herrero mientras tomaba asiento
frente a Yamato. – Estoy aquí porque quiero formalizar mi compromiso con el
joven Sai, ya estoy preparado para que el cortejo que he mantenido con él
finalice y emprenda más seriedad mi trato hacia su protegido. – Gaara tragó un
poco de saliva ante la intensa mirada del orfebre que parecía no parpadear. –
Señor, estoy dispuesto a mostraros mis intenciones en presencia de mi familia
el día viernes de la próxima semana y sería un honor que su persona se
encontrase esa noche en la taberna de mis padres para dar su bendición.
–
Comprendo que tus padres sean taberneros pero ese lugar no parece el adecuado
para pedir el permiso de mi aprendiz. – Opinó Yamato al recordar el tipo de
personas que frecuentaban las tabernas por la noche y con las que no deseaba
que Sai tuviese que tratar.
– La
taberna esa noche estará cerrada, solo gozaremos de una cena íntima usted, el
joven Sai y mis familiares como testigos de buenos propósitos. – Informó el
aprendiz de herrero.
– Muy
bien, muchacho. Sai y yo nos presentaremos allí para oír lo que tengas que
decir aunque te advierto que si mi aprendiz desestima vuestra petición no habrá
más tiempo ni cortejo. – Yamato se levantó de la silla para mirar a Gaara con
los ojos entrecerrados. – Te vas a jugar el poder acercarte más a mi alumno con
esta cena, muchacho. Espero que sepas lo que estás haciendo.
– Por
supuesto, señor. Gracias por aceptar la invitación mi familia y yo os estaremos
esperando para la hora de la cena. ¡Que tenga un buen día!. – Se despidió
apresuradamente Gaara antes de abandonar la orfebrería donde trabajaba el
doncel que estaba pretendiendo.
La
mañana en el taller de las joyas pasó tranquila, habían ido algunos
aristócratas a hacer sus encargos o a recogerlos o, simplemente, a comprar
alguna joya en compañía de sus esposas o consortes para contentarlas. También,
había aparecido por la orfebrería algunas personas en busca de un sencillo
anillo que comprar por capricho o demostrar cuanto amaban a sus parejas,
dejando en la más simple alhaja todos sus ahorros. Así había transcurrido la
mañana en la orfebrería y en la tarde tampoco ocurrió nada memorable.
– Sai,
si has terminado de guardar la gargantilla para el Conde de Byakugan, no vamos.
– Habló Yamato cogiendo la llave que abría las dos puertas que daban a la calle
de su negocio.
– Sí.
– Afirmó Sai cerrando el armario donde guardó la cajita de terciopelo gris
donde estaba la gargantilla para acercarse a su maestro.
Yamato
cerró las puertas de su negocio y se despidió de Sai después de felicitarlo por
la elección que había tomado y que esa misma mañana, Gaara le había informado.
Sai se
había sentado sobre un banco de piedra que había a unos metros de la
orfebrería, y como hacía últimamente, para esperar a Gaara mientras observaba
como los puestos comenzaban a recogerse y los negocios a cerrarse mientras que
las personas continuaban caminando de un lado para otro.
–
Disculpe mi atrevimiento, pero ¿podría indicarme por donde está la cuartel Kubikiribōchō*?. – Preguntó un hombre
musculoso y que por su aspecto indicaba que era un soldado muy fuerte pero aún
así, parecía que su fuerza no le había ayudado mucho ya que tenía vendas en la
cara y los brazos aunque, posiblemente, también podría tener vendas en otra
parte de su cuerpo a causa de los enfrentamientos. – Es que soy nuevo en la
ciudad y debido a mi desventura en el campo de batalla me ha hecho retirarme
sin poder continuar defendiendo al reino al que pertenezco.
– ¿Es
un soldado?. – Preguntó Sai un poco aturdido a causa de aquel gigantesco hombre
que lo asustaba con su fiero aspecto.
– Así
es, joven. – Respondió el extranjero haciendo una torpe floritura. – Soy
soldado del Reino de la Niebla, aliado del Reino del Fuego y la Arena que
estamos luchando contra el Reino del Agua y la Nieve.
–
Perdone, usted. – Se disculpó Sai velozmente para hacer una pequeña y grácil
floritura en respeto al soldado. – El cuartel de Kubikiribōchō se encuentra al final de esta calle, es una enorme
torre con una bandera del reino en cada pared.
–
Gracias, hermoso damisel pero ya que me habéis ayudado a saber donde se
encuentra mi destino, dejadme haceros conocedor de mi humilde nombre. Me llamo
Zabusa para serviros si se os ofrece mi ayuda. – Se presentó el soldado
haciendo otra nueva floritura mientras que osadamente cogía la mano de Sai para
posar un fugaz beso en el dorso de la mano del doncel que enrojeció al instante
ante el caballeroso acto.
– N-No
ha sido nada y me llamo Sai. – Contestó el doncel viéndose obligado a revelar
su nombre a aquel desconocido.
–
Espero volveros a ver, bello Sai. – Se despidió el soldado para seguir su
camino.
–
¡Adiós!. – Fue la única palabra que consiguió pronunciar el doncel después de
haber sentido como aquel individuó se había atrevido a piropearle.
Sin
embargo, lo que ni Sai ni Zabusa se percataron fue de que unos ojos verdes los
estaba observando con enfado y justo estaba a unos metros del doncel, cuando
aquel desconocido se había marchado dejando al joven solo pero este ni siquiera
se enteró de cuando Gaara llegó a su lado.
–
¿Quién era ese hombre, Sai?. – Preguntó con enfado el aprendiz de herrero al
verse ignorado por el doncel.
– ¡G-Gaara!.
– No pudo reprimir exclamarlo a causa del susto que Sai se había llevado cuando
el muchacho le habló, se había quedado ensimismado por el amable trato que
había tenido aquel soldado con él. – Lo siento. – Se disculpó con rapidez
mientras llevaba sus manos al centro de su pecho como un intento de serenar su
alterado corazón después de haber sido asustado por el benjamín de los Sabaku.
– Era un soldado que estaba buscando el cuartel Kubikiribōchō porque no conoce la ciudad.
– Parece
que sabes mucho de ese hombre si tan solo preguntaba por una dirección. –
Insinuó maliciosamente Gaara.
– Yo
no lo conozco, él fue quien me contó todo eso. – Se apresuró a decir el doncel
para ver como el aprendiz de herrero golpeó con fuerza el suelo con su pie
mientras mantenía sus puños apretados.
– Sai,
vámonos. Te llevaré a tu casa. – Declaró Gaara para girarse y comenzar a
caminar con dirección a la morada del doncel.
Sai no
respondió, simplemente, se levantó con tristeza del lugar en el que estaba
sentado y siguió al hombre pelirrojo sin pronunciar alguna palabra, podía
sentir el enfado que Gaara portaba y el doncel no deseaba agravar más la
situación con algo que pudiese salir de su boca aunque no comprendía el por qué
el aprendiz de herrero se había mostrado tan molesto con él a causa de indicar
una dirección.
Cuando
Gaara dejó a Sai en la casa y se cercioró de que este entrara en la vivienda
volvió mascullando improperios por todo el camino hasta su hogar porque no
comprendía por qué su cortejado tenía que acercarse tanto a un hombre extraño
si solo iba a darle información banal y menos comprendía aún, por qué Sai había
permitido que aquel desconocido le cogiera la mano tan osadamente.
Sin
embargo, cuando Gaara entró en la cocina de la taberna de su familia se
encontró con un rostro molesto tan parecido al de él y que correspondía a su
buen amigo Naruto. Pues el muchacho se encontraba dentro de su horario de
cortejo sentado frente a Sasuke y separado por la mesa mientras que su madre
estaba sentada también a la mesa, justo donde podía controlar bien a la pareja.
Gaara
suspiró porque comprendía muy bien a su amigo al tener a su madre de carabina y
estaba seguro de que Temari no había sido tan asediada por su progenitora como
lo estaba siendo Sasuke y Naruto, Karura no dejaba de ser la que hablaba en
aquel trío, impidiendo el a la pareja mantener el cortejo y el precario
pensamiento de que su madre no deseaba el que esa relación llegase a más de lo
que era, cruzó la cabeza de Gaara como un rayo.
–
¡Buena noche!. – Saludó Gaara a todos los presentes.
–
¡Buena noche!. – Respondieron al saludo de Gaara al unísono.
– Será
mejor que me marche, no quiero infringir las reglas que me habéis establecido
para poder cortejar a Sasuke. ¡Adiós!. – Se despidió Naruto haciendo una
floritura a Karura y Sasuke para acto seguido, pasar a un lado del pelirrojo
mostrando en su rostro frustración.
–
Bien, Sasuke, vete a limpiar la habitación que te he dicho hace un momento ya que
tu horario de cortejo ha terminado. – Ordenó la matriarca.
– Sí,
señora. – Contestó Sasuke antes de ataviarse con los enseres de limpieza y
dirigirse al lugar que debía limpiar.
–
¡Madre!, si no os agrada que Naruto corteje a Sasuke ¿por qué no se lo decís?.
Así al menos, Naruto sabría a qué ceñirse. – Se atrevió a hablar Gaara en un
acto impulsivo derivado de su enfado y por lo rutinario que estaba siendo
aquellos encuentros en su hogar.
– Te
equivocas, hijo. A mí no me desagrada el que Sasuke sea cortejado por tu amigo pero
se debe de ser astuta cuando estamos hablando de un muchacho que se ha dedicado
al hurto y no entiendo a que vienen esas acusaciones de tu parte, es como si no
conocieras a tu propia madre, a mí. Me estas faltando al respeto, Gaara cuando
sabes que todo lo hago de buena fe. – Señalizó Karura sin apartar la mirada de
su hijo menor.
–
Gaara, no debes de decirle ese tipo de cosas a madre, no está bien que un hijo
injurie a su madre. – Interrumpió en la conversación Kankuro que estaba removiendo
el guiso que estaba preparando.
–
¡Bien sabes que no estoy mintiendo, Kankuro!. – Exclamó el aprendiz de herrero.
– Pero bien me habéis hecho saber desde temprana edad que el cortejo solo se
lleva a cabo si los padres o protectores de las damas o damiseles cuando estos
están de acuerdo en que el muchacho y la o el joven estén interesados en
conocerse lo suficiente antes del compromiso pero no veo que en esta casa se
permita a Sasuke y Naruto esa opción. – Explicó Gaara. – Y bien sabéis que no
le habéis dado esa oportunidad a Naruto y Sasuke.
– ¡Ya
basta, Gaara!. En esta casa se sigue el sentido común, las leyes divinas y las
reglas morales. – Aclaró la matriarca dándole un golpe a la mesa. – Te
equivocas si me crees un obstáculo para que Sasuke se llegue a matrimoniar con un
hombre adecuado para él.
– Si
no pongo en duda que ansiéis que el doncel contraiga nupcias con un hombre,
solo que parece que no queréis que sea Naruto.
–
¿Estas juzgándome a causa de que ese muchacho ha ido hasta ti para quejarse de
mi trato con él?. Entonces, dile que lo he tratado lo mejor posible de mi parte,
por el aprecio que tú le tienes, aún y cuando conozco a que se dedica.
Kankuro
que no había vuelto a intervenir a aquella discusión miraba de un lado a otro
como su madre y hermano se acusaban.
– Te
equivocas, Naruto no me ha dicho nada porque no hace falta, cada vez que llego
puedo verlo con mis propios ojos y me hace pensar si actuarás conmigo de la
misma manera cuando el viernes aparezca el doncel que será mi esposo. – Anunció
Gaara apretando sus puños con fuerza suficiente como para clavar sus uñas en
las palmas de sus manos por la cual, comenzó a sangrar. – Y te recuerdo que
Naruto y no es un ladrón, él ha retomado su vida y es un hombre de bien porque
fue alentado a cambiar por sus sentimientos hacia Sasuke. Considero que alguien
como él tiene derecho a ser perdonado por la sociedad. – Incluyó en su
perorata.
Después
de Gaara haber soltado parte de su furia en la cocina del negocio de sus padres
solo quedó el eco de una bofetada que Karura le había propinado a su vástago al
sentirse ofendida por este.
– No
olvides Gaara que soy tu madre, merezco tu respeto y no tengo que estar
justificando mis actos contigo porque para eso está tu padre y si te ayuda a
comprender mi actitud hacia tu amigo es porque no puedo confiar en él. No puedo
permitir que mi intermediación en el cortejo de Sasuke sea normal porque no lo
es. Ellos estuvieron conviviendo en una
casa sin la presencia de otra persona y puede que ya Sasuke esté deshonrado por
tu amigo. Así que no creas que contigo sucederá igual cuando sé que no has
hecho lo mismo. – Informó la matriarca.
–
Sabes que lo que haces no está bien, madre. Es posible que en el pasado Naruto
fuese un ladrón pero ni en ese tiempo se ha comportado como un degenerado. No
prejuzgue, madre, si no ha querido conocerlo. – Concluyó Gaara para abandonar a
grandes zancadas la cocina.
Karura
se giró para encontrar la mirada de su hijo mayor.
–
Kankuro, ¿he sido una mala madre para vosotros para haber recibido este trato
de parte de tu hermano?. – Le preguntó la mujer.
– No,
madre. Usted no tiene la culpa y puede que haya ocurrido algo con Gaara para
que actuara con usted de esa manera. Estoy seguro que pronto se disculpará con
usted por ofenderos, madre. – Dijo Kankuro en un intento de animar a su
progenitora.
Al día
siguiente, Gaara se había levantado de mejor humor y fue directo a la herrería
ya que ese día no podría ir a buscar a Sai porque Yamato le había prohibido
estar con el doncel.
Sai
había ido a trabajar y el día había pasado como acostumbraba aunque no había
dejado de estar preocupado por el comportamiento que Gaara, había tenido con él
el día anterior pero cuando se disponía a volver a su casa, no esperó que
sentado donde él se ponía a esperar a Gaara se encontrase aquel soldado.
Cuando
Zabusa vio a Sai no dudó en acercarse a él para entregarle al doncel una
margarita.
–
¡Buena tarde!. Deseaba agradeceros su ayuda y cuando venía de regreso no pude
evitar comprar a una niña esta flor tan sencilla pero bonita a la vez para ti
porque puedo sentir que eres muy parecido a esta margarita, bello doncel. –
Saludo para hacer una floritura en cuanto Sai cogió la flor al mismo tiempo que
se abochornaba.
– Yo…
gracias.
– No
me agradezca y dejad que os acompañe me gustaría saber de usted. – Pidió Zabusa
antes de besar el dorso de la mano de Sai que estaba comenzando a sentirse
incomodo y nervioso por la actitud de
aquel hombre.
– No…
no creo que sea correcto que camine a mi lado. Podría ocasionar males
entendidos. – Habló el doncel.
–
¡Oh…! La gente suele especular pero si ellos no entienden no tiene importancia
aunque os acompañaré a pesar de que temáis a los rumores de las personas. –
Opinó el soldado mientras que un movimiento ágil cogió del brazo a Sai descaradamente.
– Esto
no está bien. – Dijo Sai deshaciendo el agarre de aquel hombre. – Yo… yo estoy
siendo pretendido y pronto será mi compromiso como para aceptar vuestro
ofrecimiento.
–
Comprendo y no sabe cuánto lamento el molestaros. – Se excusó Zabusa. – Me
hubiera gustado que estuviera disponible para ser yo quien os cortejara y
pidiera en compromiso pero veo que la suerte no está de mi lado pero, al menos,
como disculpa dejadme acompañaros hasta parte del camino para que un doncel tan
bello como tú no sufra contratiempos. – Se osó a pedir el soldado.
Sai no
creyó que fuese conveniente pero debido a la insistencia de Zabusa terminó
cediendo a que el soldado lo acompañara hasta parte del camino pero lo que
ninguno de los dos se percató, es de que Sai había sido observado por Gaara que
estaba oculto siguiéndolo y asegurarse que llegaba bien a su casa pero lo que
no había esperado que el hombre del día anterior se encontrara esperando a su
cortejado y, además, se atreviera a acompañarlo.
Los
días siguiente, Gaara intentó actuar frente a Sai como si no ocurriese nada en
espera de que le contara acerca del hombre y por qué se fue detrás de él pero
este no le reveló nada creando que el aprendiz de herrero comenzara a sentirse
furioso por la situación.
Los
días pasaron con rapidez para Gaara que había engendrado desprecio hacia un
hombre que había visto cerca de Sai y había acabado soltando su enfado de la
situación con cualquiera que se le cruzara por delante.
El
matrimonio de los Sabaku habían preparado todo para la cena de esa noche y la
matriarca había invitado también a Naruto, aunque aún no pudiese confiar en el
muchacho, había decidido retomar sus formas y darle una oportunidad al amigo de
su hijo. Además, lo había invitado porque sabía del enorme aprecio de Gaara
hacia el rubio.
El
patriarca se había preocupado de preparar esa cena y comprar un enorme pavo que
rellenaría con pasas, nueces, almendras y manzanas e incluso, ya había
seleccionado el vino para el primero de sus dos hijos varones que había
encontrado a un doncel con el que esperaba se comprometiera pronto para
disfrutar un nuevo matrimonio.
Yamato
no había abierto ese día el taller de orfebrería y había pasado todo el tiempo
con Sai e incluso, se habían comprado ropas nuevas para llevar esa noche.
Cuando
por fin Sai había sido recogido por su maestro en su casa se dirigieron hacia
la taberna que regentaba la familia Sabaku y Yamato intentó comenzar un diálogo
para que Sai se serenara un poco debido a lo nervioso que se encontraba pero lo
que ninguno de los dos esperaron fue el que se tropezaran con Zabusa por el
camino y al que Sai hacía días sin ver, desde la última vez que el doncel le
había dejado clara su situación.
Zabusa
al ver a Sai no se había contenido y se había acercado al doncel que caminaba
al lado de su tutor.
–
¡Buena tarde!. Te vez muy hermoso esta
tarde, Sai. – Saludó el hombre que recibió una mirada de reprobación de Yamato
por el atrevimiento que había tenido con su alumno pero no dejaron de caminar.
–
¡Buena tarde!. – Saludó Sai siguiendo aún con más nerviosismo a su maestro
porque el momento no era el mejor para que el soldado apareciera ante él.
– Me
agrada ver con mis propios ojos que estés bien y tan hermoso pero debo
agradecerte porque si no fuese por ti, aquella tarde en que te acompañé no
hubiera conocido al encantador Haku. – Sonrió Zabusa al recordar a la persona
que había nombrado. – Realmente, me has ayudado también a encontrar al doncel
de mi vida.
–
Disculpe, señor. Sai y yo tenemos prisa y estos momentos no son los adecuados
para escuchar lo que tenga que relatar.
–
¡Oh…! Comprendo pero es que no he tenido la oportunidad de agradecerle a Sai y
pronto deberé partir de nuevo al frente donde me llaman y no poseeré la
posibilidad de decirle a Sai de que gracias a él he encontrado a mi esposo, el
doncel con el que me he esposado prácticamente al momento de conocerlo. –
Explicaba con emoción Zabusa.
– Mi
más sincera enhorabuena. – Repuso Yamato parcamente cuando se percató de que ya
estaban frente a la taberna de los Sabaku para que el molesto personaje se
marchase de inmediato antes de que causase algún mal entendido con su aprendiz.
–
¡Felicidades!. Espero seáis felices en vuestro matrimonio. – Acotó con
amabilidad Sai.
–
¡Gracias! Yo también te deseo la felicidad, bello doncel. – Contestó Zabusa.
Sin
embargo, lo que Zabusa no esperó al hacer su floritura y ante el descaro tan
insolente de besar la mano del doncel fue el recibir un puñetazo que le hizo
caer al suelo junto a Sai al que estaba sujetándole la mano mientras le besaba
el dorso.
Sai
había tenido la mala suerte de ser arrastrado en la caída de Zabusa y caer
sobre un inmundo charco de agua sucia en las que sus ropas nuevas habían
terminado empapadas y ser en ese instante en que el soldado lo liberó del
agarre.
Yamato
había gritado el nombre de su protegido al verlo caer al suelo y, rápidamente,
fue a ayudarlo a levantarse.
Zabusa
apenas tuvo tiempo para reaccionar cuando su espalda se estrelló contra el
suelo porque ya sobre de él había un hombre pelirrojo golpeándolo con fuerza siendo
que solo pudo defenderse e intentar apartar al desconocido.
–
¡Gaara!. – Gritó horrorizada Karura al ver como su hijo estaba golpeándose con
un desconocido que era más alto que el propio Gaara.
Ante
el grito de la matriarca de los Sabaku todos los que se encontraban dentro de
la taberna, así como en los alrededores y no se habían percatado del
enfrentamiento de los dos hombres, se giraron o salieron de los edificios para
saber lo que estaba ocurriendo.
Gaara
había comenzado aquella pelea al ver como Sai volvía a estar cerca de ese
hombre y Yamato no lo ahuyentaba. Además, la furia de Gaara aumentó cuando vio
como el extraño volvía a atreverse a besar al doncel.
Karura
había salido detrás de su hijo con el único propósito de acompañarlo a esperar
al doncel que había cautivado al menor de sus hijos pero la mujer no supuso ver
como Gaara se estaba peleando con un desconocido.
Naruto
estaba llegando a la taberna de los Sabaku cuando escuchó gritos y gente que
corría hacia aquella dirección y movido por la curiosidad apuró a su montura
para ver lo que ocurría sin saber que se trataba de su amigo en medio de un
altercado.
Naruto
desmotó a Kyubi corrió hasta donde estaba Gaara, con el único motivo de detener
aquel enfrentamiento en el que su amigo estaba involucrado, teniendo que
empujar con fuerza al corrillo de personas que se había agrupado alrededor de
los dos hombres e impedían a Naruto llegar hasta donde estaba Gaara.
Kankuro
junto a su padre, Sasori, Ibiki e incluso el mismo Yamato, también habían ido a
detener la pelea, separando a Zabusa de Gaara, pero no eran suficientes para
suerte de algunos vecinos y amigos de los Sabaku se inmiscuyeron ayudando por
fin a separar a aquellos dos hombres.
– ¡Ya,
hijo! ¡Ve y entra en la taberna de una vez!. – Gritó el patriarca impidiendo a
que Gaara siguiera su instinto para continuar golpeando al desconocido.
– ¡No!
¡Ese maldito va a pagar por su desfachatez!. – Gritaba Gaara intentando
liberarse de las personas que lo tenían agarrado para impedir que continuara
agrediendo al otro individuo. – ¡Dejadme!.¡Ese hombre tiene que conocer la
palabra respeto a través de mis puños!. – Gritó antes de escupir a un lado su
saliva mezclada con un poco de su sangre debido a que su labio se había partido
al recibir un puñetazo en su rostro.
–
¡Cállate, mocoso! ¡El que va a conocer la palabra respeto va a ser tú!. –
Contestó Zabusa que se limpiaba la sangre que salía de su nariz sin tener
intenciones de pelear con el aprendiz de herrero pero que si este quería volver
a golpearlo no dudaría en contraatacar.
–
¡Maldito!, ¡haré que te tragues esas prepotencia!. ¡Dejadme de una vez para
hacerle saber quien soy!. – Gritaba mientras se revolvía entre los brazos de su
padre, hermano, vecinos y de Naruto.
– No
vale la pena, Gaara, o no ves que solo está provocándote. – Le dijo Naruto en
un intento de contener a su amigo.
– ¡No
importa!. – Respondió Gaara.
–
Llevémoslo a dentro de la taberna. – Ordenó el señor Sabaku y a lo que todos lo
que aguantaban a Gaara hicieron caso para que este se calmase de una vez.
– ¿Y
qué pasará con el doncel al que esperamos para que Gaara no los presentara?. –
Preguntó Karura abriendo la puerta principal de la posada con ayuda de Sasuke,
ya que Deidara estaba muy ocupado acunando a su hijo que estaba llorando por el
miedo que le había causado ver a Gaara golpeándose con un desconocido mientras
que Temari había decidido no salir puesto que alguien debía quedarse dentro de
la taberna.
–
Ahora, lo más importante es hacer que Gaara se calme o no podremos hacer nada
si se vuelve a pelear con aquel hombre. – Le explicó a su mujer. – Trae un cubo
con agua. – Le ordenó a lo que la matriarca Sabaku obedeció de inmediato
mientras Sasuke se ocupaba de volver a cerrar las puertas de la taberna.
– No sé
lo que pretendías pero has causado un gran problema. – Escupió Yamato a Zabusa
antes de coger del brazo a Sai y arrastrarlo hasta dentro de la taberna antes
de que Sasuke pudiese cerrar las puertas. – Doncel, nosotros debemos entrar
porque los Sabaku nos esperan. – Habló el artesano para hacerle comprender a
Sasuke que la cena que los Sabaku habían preparado era para ellos, por lo que
los dejó entrar.
Zabusa
con su el rostro adolorido se marchó del lugar y la gente que se había reunido
se había dispersado mientras que Kyubi una vez pudo pasar, se encaminó hasta el
lugar en el que estaba la puerta de la cocina de la taberna y donde lo solía
dejar su dueño en espera de Naruto.
– Aquí
tienes el cubo. – Dijo Karura a su esposo, el cual no esperó a cogerlo para
arrojar el agua fría sobre su hijo pequeño que aulló un improperio aunque los
que estaban sujetando a Gaara no se libraron de ser salpicados por el agua.
–
¿¡Por qué hizo eso, padre!?. – Inquirió Gaara que había dejado de removerse
para comenzar a tiritar de frío.
– Para
que dejaras tu estolidez aún lado. – Expuso devolviéndole el cubo vacío a su
esposa. – ¿En que estas pensando, hijo? Estas a pocas horas de que nos
presentes al doncel que dices que te tiene enamorado y en vez de ir a esperar
su llegada, decides que tienes que darle puñetazos a un desconocido. – Suspiró
llevándose una mano a la frente. – No puedo entenderte, Gaara. Hay veces que no
comprendo tus actos. – Explicó antes de girarse hacia dos de sus vecinos que lo
habían ayudado. – Gracias, Hiruko, Utakata ya me ocupo de mi hijo. – Agradeció
para ver como sus vecinos asintieron para marcharse justo en el mismo momento
en que Yamato y Sai entraban al edificio.
– Lo
siento, padre, pero no podía permitir que aquel infeliz se marchara después de
ver como frente a mis narices me ofendía. – Declaró Gaara antes de estornudar.
– ¡Vi como aquel maldito besaba la mano del doncel que va a ser mi esposo tan depravadamente!.
Todos
quedaron en silencio mientras abrían los ojos tanto como le era posible.
– ¡Lo
siento!. – Gritó Sai derramando lágrimas y del cual nadie se había percatado
que había sido obligado a entrar al lado de su maestro para salir corriendo
justo cuando Sasuke iba a cerrar con llave la puerta.
Todos
miraron al escuchar el grito pero solo se encontraron con la espalda de un
doncel de ropas sucias y un hombre desconocido.
Sin
embargo, Gaara si consiguió reconocer la voz y detrás de mascullar un
improperio, salió corriendo detrás de Sai sin preocuparle si alguien iba
preguntar o decir algo.
Gaara
corrió apartando con fuerza y sin ningún tipo de modales a Sasuke, quien cayó
al suelo estrepitosamente para seguir a Sai hasta que consiguió darle alcance.
– Sai,
Sai, Sai. – Murmuraba Gaara para abrazar al doncel que estaba llorando e
intentado liberarse de los brazos del muchacho. – Lo siento, Sai. Yo no quería
que supieras que lo vi.
–
¡Déjame!. – Gritó por primera vez Sai a Gaara. – Yo… no merezca esta a tu lado…
– No
digas eso. Eres la única persona que amo y no quiero perderte. Tú no tienes la
culpa, sé que no la tienes y por eso, hoy no solo iba a presentarte a mis
padres sino a pedir tu mano para entablar nuestro compromiso y casarnos cuanto
antes. Incluso, he ido a ver algunas casas cerca de donde vive Naruto y aunque
esté un poco lejos de la herrería y la orfebrería son lo suficientemente
grandes para poder comenzar a formar nuestra familia pero por culpa de ese
hombre todo se está estropeando. Por favor, Sai no me dejes y permite que pida
tu mano para matrimoniarnos. – Rogó Gaara.
– Ese
hombre no pretendía nada conmigo, Gaara… yo le hablé de ti y lo comprendió…
solo vino a contarme… que se había casado hacia poco pero… yo… – Consiguió
pronunciar Sai, pues se encontraba bastante impresionado con lo que el aprendiz
de herrero le había dicho y por mucho que hubiera soñado que ocurriese, no
creyó que fuera posible en la realidad.
Gaara
se sorprendió por lo que Sai le había revelado.
–
Perdóname, realmente soy un grosero pero ahora, volvamos y déjame presentarte a
mi familia y pedir tu mano. Además, te compraré ropas nuevas ahora mismo para
compasar el haberte destrozado estas. –
Pidió Gaara a lo que Sai más calmado y sonrojado asintió con la cabeza.
Naruto
al ver como Gaara había empujado a Sasuke se había apresurado para por primera
vez desde que comenzaron su cortejo, poder acercarse al doncel y hablarle
directamente.
– ¿Te
encuentras bien?. – Preguntó Naruto ayudando a Sasuke a levantarse del suelo.
– Sí,
solo ha sido una caída sin importancia. – Respondió Sasuke con una cara que
mostraba que se encontraba adolorido. – No deberíamos de estar hablando sin
nadie que nos custodie.
– Lo
sé pero no podía esperar a auxiliarte porque a nadie consideró importarle el
hecho de que un hombre haya empujado a un doncel haciendo que se precipitara el
suelo y después, me llaman mal educado a mí pero he sido el único en reparar en
este acto. – Murmuró Naruto aprovechando aquel instante de intimidad. – He
estado pensando que este cortejo no puede continuar y debemos darle fin, Sasuke.
– Confesó Naruto mirando a Sasuke que pareció entristecer con sus palabras. –
No, no me mal interpretes pero voy a aprovechar esta cena para comprometernos. Estoy
cansado de no poder acercarme a ti ni de poderte hablar sobre trivialidades
porque, al menos, casados podremos gozar de ese tiempo para poder conocernos un
poco y prometo no forzarte a nada porque, realmente, quiero conocerte antes de
llevar una vida de matrimonio contigo. – Expuso Naruto mirando a Sasuke a los ojos. – Vamos o alguien
nos regañará por haberme acercado a ti.
–
¿Estás hablando en serio?. – Musitó Sasuke sin poder creer lo que el muchacho
le había revelado.
Naruto
lo volvió a mirar.
– ¿Has
dicho en serio en que vas pedir hoy mi mano en compromiso?. – Repitió un
avergonzado Sasuke.
– No
he pronunciado palabras más verdadera que esas, Sasuke. ¿A ti te molesta que
quiera hacerlo?. – Se atrevió a preguntar temeroso de que Sasuke no quisiera.
– Yo,
yo creo que estaría bien. – Susurró Sasuke.
–
Entonces, no hay nada más que decir y en cuanto nos esposemos te vendrás
conmigo y no tendrás que trabajar más. Ahora, puedo mantenerte porque trabajo
como carpintero como ya sabes, no tendrás que preocuparte por nada. – Afirmó
Naruto y Sasuke se puso aún más rojo para asentir con la cabeza.
Yamato
estaba presentándose a los Sabaku, además de explicar lo sucedido cuando por
fin, Gaara había vuelto junto con Sai, el cual, ahora, vestía ropas nuevas y
limpias que el aprendiz de herrero le había comprado.
Posteriormente,
de que Gaara diera su disculpa hizo su petición de compromiso pero no fue el
único, ya que Naruto también hizo la misma propuesta para poder casarse con
Sasuke y ambas peticiones fueron aceptadas con alegría y felicitación con la
que concluyó esa noche con una sonrisa en el rostro de todos los presente.
Aclaración de los términos:
* Porquero/a:
Es el nombre que recibe la persona que se encarga del cuidado de los cerdos,
exclusivamente.
* Kubikiribōchō: Es el nombre de la espada de
Zabusa que luego se quedó Suigetsu y que creo que significa “Cuchillo
decapitado”.
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