domingo, 28 de mayo de 2017

Repercusiones -30-


-A hurtadillas.-

Había pasado cinco meses desde que había nacido la pequeña Minako y aunque la niña no llegaba a dormir más de una hora antes de volver a romper en llanto despertando a sus padres y a Fugaku para que la acunaran, la limpiasen o, sencillamente, para ser alimentada pero todo eso no impedía que los adultos que vivían allí se molestasen con la pequeña sino al contrarío porque, a pesar, del esfuerzo que pedía la pequeña en ser atendida para que su padre o abuelo fuesen hasta ella mientras Itachi terminaba de recuperarse del laborioso proceso de haber traído al mundo a Minako había obrado, sin pretenderlo, una oportunidad para Fugaku con Itachi siendo esto un motivo más para los dos hombres de agradecerle a Dios la aparición de Minako en sus vidas.

Sin embargo, esa mañana Minato se debía de ir a la morada del duque de Cerezos para recaudar más información antes de que fuese demasiado tarde y Orochimaru hiciera uno de sus malvados actos que solo lo beneficiarían para conseguir sus perversas ambiciones.

Minato besó la frente de Itachi sin despertarlo antes de ir y repetir el mismo acto con su hija, quien se removió un poco ante el tacto de su padre pero es que Minato no deseaba despertar a Itachi porque sabía que le pediría nuevamente que no se marchara, tal y como sucedió en la noche cuando le contó sobre su partida aunque no le dijo a donde iría, y en esta ocasión si Itachi le volvía a pedir que no se fuera, Minato sabía que ya no tendría el valor suficiente de separarse de él ni de su hija.

Con lentitud y en pasos sigilosos, salió de la habitación para cerrar la puerta con el mayor mutismo posible pero al girarse para ir hasta la salida se encontró con Fugaku.

– Minato, sé que comprendes en donde te estás metiendo y que todo esto es para ayudarme pero en esta ocasión ten mucho más cuidado que de costumbre. No quiero que mi nieta se quede sin su padre y yo sin el chico que he protegido como a un hijo aunque no llevemos la misma sangre. – Habló Fugaku extendiendo sus manos para estrechar la mano del otro hombre.

Minato estrechó la mano contraria mientras un leve sonrojo aparecía en su rostro debido a las palabras de su camarada porque para él, también había sido un mentor. Fugaku le había enseñado mucho más de lo que él por sí mismo hubiera podido aprender y sabía que aunque a su autentico hijo no pudiese mirarlo como lo que era, a Minako la quería más que cualquier otro hombre que haya sido abuelo en ese mundo.

– Cuida de Itachi y Minako en mi ausencia. – Fue la petición que Minato le hizo a su amigo y cuando vio como Fugaku asintió con la cabeza, él sonrió antes de marcharse de la casa con dirección a la casa del duque de Cerezos.

Cuando Itachi despertó se percató de que Kurama ya no estaba a su lado y había dejado el lugar frío, indicando que ya hacía horas que se había marchado, e irremediablemente el doncel había comenzado a derramar lágrimas porque no entendía el por qué se había tenido que ir y, mucho menos, Itachi entendía por qué debía de estar un mes en ese trabajo sin saber nada de él.

– Kurama… porque no esperaste… porque no me despertaste y… porque no me dejaste despedirme de ti… – Sollozó Itachi por no tener la oportunidad de abrazar y besar a Kurama antes de que partiera para despedirlo, ahora, sabía que no lo podría ver en muchos días.

Ante el lloro de Itachi, la pequeña Minako despertó y comenzó removerse en su improvisada cuna, comenzando a sollozar para ser atendida por los brazos de algún adulto.

Itachi se limpió las lágrimas de su rostro antes de levantarse de la cama con algo de molestia en su cuerpo porque aunque ya sus heridas por el parto se habían curado aún tenía un poco de malestar en su organismo e Itachi alargó sus brazos para coger en su regazo, con una pequeña sonrisa, a su bebé y comenzar a acunarla.

Los días fueron pasando y Minato, que había conseguido un puesto en la casa del duque como sirviente de la limpieza de las caballerizas, había conseguido acercarse a varias doncellas y donceles cercanos a Orochimaru, donde la información de lo que tramaba el duque de Cerezos era reducida y todo quedaba en suposiciones o imaginaciones de los empleados del duque. Por lo que Minato suponía que no había podido conseguir ninguna información útil era que la servidumbre había sido amenazada por el propio duque de Cerezos para guardar la poca información que podrían saber de lo que pretendía hacer su perverso señor, hasta que sin esperarlo, Minato conoció a Sakura.

La joven marquesa de Sharingan no parecía estar en buenos momentos y antes de darse cuenta, Minato se había acercado a Sakura. La mujer encontró en Minato el consuelo de sentirse desolada por la poca atención de su esposo, el cual retozaba sin descanso en el lecho la duquesa a espalda de la joven marquesa de Sharingan, la cual solo era una víctima más de la infidelidad de un hombre que se había dejado cautivar por los encantos de una mujer madura.

Minato se vio obligado a alargar sus días en la morada del duque de Cerezos para poder averiguar más acerca de lo que tramaba Orochimaru y mientras tomaba a Sakura para menguar sus instinto, no podía dejar de sentirse culpable, pues la imagen de Itachi y su pequeña hija era lo único que conseguía que no disfrutara de aquellos momentos, la muchacha solo miraba al hombre que la hacía sentir querida con sentimenteros floreciente de amor, sin que Minato o la propia Sakura lo deseara, la mujer se estaba enamorando de aquel hombre de embriagantes ojos azules porque en ese hombre, estaba su bálsamo de sentirse apreciada por alguien en esa casa.

A pesar de que Sakura esperaba que su amante se entregara a ella por completo en todos sus encuentros, Minato no pudo cumplir los deseos de la joven mujer aunque gracias a la ingenua hija de Orochimaru, Minato se enteró de las pretensiones del duque de Cerezos a pesar de tener que pasar dos meses más para cumplir con su objetivo. Cuando Minato consiguió todos aquellos datos que había ido a buscar, abandonó sigilosamente, antes de que el sol apareciera, las propiedades pertenecientes al duquesado de Cerezos.

Había pasado tres meses y la pequeña Minako había crecido mucho en ese tiempo aunque aún se despertaba llorando por las noches, ya no lo hacía tan amenudeo como en los primeros meses de vida y, durante ese tiempo, Fugaku había comenzado a tener una mejor relación con Itachi, que a pesar de no querer mostrarle sus sentimientos, era imposible no percatarse de la tristeza que apresaba al doncel.

Minato entró a la casa, en la que sabía estaba Fugaku cuidando de Itachi y Minako, en la que se adentró con el mayor silencio posible.

El hombre caminó hasta la habitación donde, como intuía, no había nadie y se adentró al cuarto donde Itachi estaba durmiendo y en el que infinidad de veces habían hecho el amor. Lentamente, Minato caminó hasta la cuna donde vio a la niña que llevaba su sangre y a la que amaba con toda su alma, durmiendo entre telas blancas.

– ¡Cuánto has crecido, pequeña!. Cada día que pasa te pareces más a tu madre. – Murmuró Minato con una tierna sonrisa en sus labios y acariciando la cabecita con pelo negro.

Ante el suave toque de su progenitor, la bebé se removió un poco pero no se despertó.

Minato abrigó a la niña antes de ir a la cama donde estaba Itachi para acostarse al lado y al verse tumbado, fue cuando Minato se percató de cuan agotado estaba y sus ojos se cerraron para llevarlo rápidamente al mundo de Morfeo.

Los gallos de las casas vecinas comenzaron a cantar para avisar de que el día ya había llegado e Itachi comenzó a abrir sus ojos para encontrarse con que alguien estaba recostado a su lado. Ante el susto, Itachi se desperezó y fue entonces que se percató de que la persona a su lado no era otro que su amado.

Lágrimas de felicidad derramó el doncel y sin importarle que pudiese despertar al hombre, Itachi se abalanzó sobre él para abrazarlo con todas sus fuerzas.

– ¡Kurama, volviste, Kurama!. – Repetía constantemente el doncel ocasionando que por sus gritos no fuera su amado el único en despertar sino también su hija.

– Itachi… – Susurró abrazando al doncel para luego, besarlo como había deseado hacer en todo ese tiempo que estuvo alejado de Itachi.

No fue un beso largo pero sí muy dulce y cuando Minato se separó del doncel se percató de la humedad de la cara de Itachi que comenzó a secar con suaves caricias.

– No he dejado de pensar en vosotros. – Susurró Minato y está vez, fue Itachi quien lo besó pero de manera apasionada.

– No vuelvas a dejarnos. – Habló Itachi cuando terminó el beso. – No dejaste que me despidiese de ti. – Farfulló para sentir como la mano del hombre encontraban sus orejas y comenzaba a masajear el lóbulo de su oreja.

– Minako está llorando. – Le advirtió e Itachi se separó de él  para ir a cargar a su hija que comenzó a mecer para tranquilizarla. – “Ojalá pudiese continuar mis día viéndoos a los dos así.” – Pensó Minato sin dejar de mirar al doncel que se sentaba sobre la cama dándole la espalda para alimentar a la pequeña.

El resto del día pasó rápido y en el que Minato pudo descansar, al igual que poder coger a su hija que había comenzado a balbucear al estar sobre los brazos de su padre, sin dejar de mirarlo con sus ojos azules.

Minato salió de la habitación en plena noche cuando Itachi se había quedado dormido y se percató de que sentado en el sillón estaba ya Fugaku esperándolo para que le dijera todo lo que había averiguado.

– ¿Cómo te fue en la casa del duque?. – Preguntó Fugaku sin apartar su mirada de su amigo que estaba tomando asiento en el sofá. – Te tomaste más tiempo del que estipulaste.

– No tuve problemas en conseguir un empleo pero cuando comencé a indagar sobre los propósitos de Orochimaru, no me resulto tan sencillo. – Minato miró a su amigo. – Los sirvientes más cercando a él le temen y creo que el duque de Cerezos lo tienen amenazados, no pude conseguir más que conjeturas carentes de valor de esas personas. – Respondió Minato con desganas.

– Entonces… ¿qué has hecho en todo este tiempo?. – Inquirió esperando una respuesta que satisficiera su necesidad de conocimiento y con la cual, poder planear una trampa para acorralar al duque de Cerezos.

– Cálmate, Fugaku o despertarás a Minako e Itachi. – Le recordó a su amigo. – Por supuesto que no, ¿a caso piensas que ahora me apetece el enredarme entre las piernas de cualquier mujer o doncel?. Amo a Itachi, en mi cabeza e intensiones solo le pertenecen a él, he hecho todo lo posible para saber qué es lo que planea el duque. – Aseguró con enfado.

– Lo lamento, me he exaltado sin motivos y no tienes que decirme tus privacidades. Sé que puedo confiar en ti pero no puedo evitar el estar ansioso por hacer que ese rufián pague cada uno de sus maldades. – Se excusó Fugaku mientras se masajeaba su sien.

– Te comprendo pero escucha lo que tengo que decirte sin volver a sobresaltarte, tranquiliza tu ímpetu porque no me gustaría que Itachi se enterase que he tenido que visitar camas ajenas para poder recoger información fiable. No me siento un hombre glorioso de mis actos cuando todo mi ser pertenece al doncel que ha traído al mundo a mi hija. – Argumentó Minato con parquedad en su voz. – Tuve que estar más tiempo del requerido, no solo por lo difícil que me resultó encontrar información verdadera sino porque conocí a Sakura, la hija de Orochimaru y la esposa del nuevo marqués de Sharingan. – Minato suspiró antes de proseguir. – Esa muchacha fue la que me dio la información de lo que planeaba su padre sin ser consciente ella misma de lo que ocurría a su alrededor pero he podido sentir lástima por ella, esa joven comenzó a enamorase de mí a causa de la desfachatez de su marido y la desolación en la que vive.

El sonido de una bofetada se escuchó en el lugar y antes de que Minato reaccionara, sintió como Fugaku lo había cogido por la camisa de algodón blanco que tenía puesta para levantarlo.

– ¡Maldición, Minato!, ¿¡qué te ocurre!?, ¿¡no me estarás contando de que te enamoraste también de esa mujer!?. ¡Tú ya tienes a Itachi y a Minako, no tienes ojos para mirar a otros donceles ni mujeres!. – Gritó irremediablemente Fugaku a causa de la furia que le había embargado su cuerpo al escuchar el tono de voz que utilizaba Minato para referirse a la mujer que estaba casada con el actual Marqués de Sharingan.

El llanto de Minako no se tardó en hacerse oír al ser despertada por los gritos de su abuelo.

– No hagas tus propios juicios, Fugaku. Yo no he dicho que me haya enamorado de esa mujer y aunque en estos días haya sido su amante, no significa que sea tan desinhibido como para ser hombre capaz de enamorarme de dos personas pero si sentí lástima por esa muchacha. Es una joven que solo vive en una ilusión creada por su padre y su madrastra sin poder ver el mundo en el que ha nacido. – Siseó Minato en voz baja mientras se deshacía del agarre. – En cierto punto, me recodaba a Itachi pero no son la misma persona y lo que siento por Itachi es amor. Deja de pensar en hechos que no son y cálmate, no puedo pensar en otro que no sea tu hijo con intensiones románticas.

Fugaku no respondió pero se volvió a sentar en el lugar que estaba ocupando.

– ¡Demonios!. – Exclamó Minato tocándose la mejilla adolorida sin percatarse que la niña había comenzado a sosegar el llanto.

Itachi despertó y corrió hasta su pequeña que estaba llorando pero cuando se giró a la cama para pedirle a Kurama que encendiese una vela, este no se encontraba en el mueble, así que Itachi creyó que su amado había tenido que salir de la habitación pero no fue hasta que la pequeña Minako dejó de llorar, que escuchó las voz de Kurama.

El doncel dejó a la bebé en la cuna y se dirigió a la puerta pensaba en salir al encuentro del hombre, para hablar con su amado del por qué estaba hablando solo ahí pero entonces, se percató de la voz de Jin y por algún motivo, decidió no salir de la alcoba y quedarse escuchando detrás de la puerta aunque sabía que eso no estaba bien.

– Ya tiene trazado su plan ese maldito. – Arrastró con ira cada palabra Jin.

– Sí, así es pero no hay muchas formas de infiltrarnos en el castillo del rey y pasar inadvertido por la guardia real. – Respondió Kurama. – No tendremos muchas posibilidades de crear un plan lo suficientemente adecuado para acusar a esa alimaña de sus crímenes y salir ilesos en el proceso…

– Ese hombre debe pagar por haber sido el asesino de los marqueses de Sharingan y manchar mi nombre, no puedo permitir que continúe impune. – Interrumpió Jin a su compañero.

Itachi al escuchar nombrar a sus familiares fallecidos se asombró, no pudo reprimir recordar el incendio y la forma en que su hermano y él consiguieron salvar sus vidas pero sus pensamientos fueron olvidados al escuchar como Kurama hablaba.

– Será un camino a la muerte. – Afirmó Kurama levantándose del lugar en el que estaba sentado junto a su camarada.

– No tienes que seguirme, ahora te es más importante cuidar de Itachi y Minako. Ellos dos necesitan de ti y es aquí donde nuestros caminos deben separarse. – Aconsejó Jin poniendo una de sus manos sobre uno de los hombros de Kurama.

– Sé que mi hija e Itachi me necesitan pero yo te di mi palabra desde el principio, no voy a dejarte solo ahora, amigo. No quiero sentirme más miserable de lo que ya me siento por no hacer nada. – Aclaró Kurama. – Será mejor que descansemos, mañana será un día agotador y debemos levantarnos tempranos. ¡Ah…! y no intentes hacerme cambiar de opinión porque yo cumplo mi palabra.

– Bien, veo que sigues tan obstinado como siempre, así que no puedo hacer nada para hacerte cambiar de idea. – Sonrió amargamente Jin. – Sí, en estos tres días nos vendrá perfecto para planear bien nuestra estrategia y puedas despedirte de Itachi como debes.

Itachi cerró la puerta al percatarse de que Kurama iba a entrar en el aposento y corrió hasta la cama donde se acostó para cubrirse tan rápido como le fue posible con las mantas justo a tiempo en que la puerta se abrió para entrar Kurama y tras volverla a cerrar la puerta, el hombre se dirigió al mueble donde estaba el y se acostó a su lado para terminar abrazando a Itachi.

El doncel al sentir que Kurama se había dormido no pudo evitar estallar en un llanto silencioso después de escuchar a hurtadillas aquella conversación y en la que pudo sentir, que daba igual cuantas veces intentara hacer desistir a su amado porque este iría a lo inevitable.

La mañana llegó y como esperaba Itachi, Kurama se había vestido para irse junto a Jin.

– ¿A dónde vas?. – Le preguntó somnolientamente Itachi.

– Voy a comprar algunas cosas a la ciudad pero no te preocupes, estaré aquí para la cena y comer a tu lado. – Aseguró Minato antes de acercarse para besar castamente los labios de Itachi y dejar a Minako en sus brazos ya que la estaba cargando.

– Kurama… si fuera a ocurrir o a hacer algo que se pueda considerar que tiene importancia para nuestra vidas, ¿me lo comunicarías?. – Se atrevió a preguntar Itachi mientras acomodaba sus ropas para alimentar a su hija.

– ¿A qué viene esa pregunta, Itachi?, se debe a algún mal sueño que tuviste pero no te angusties ya estas despierto y puedes comprobar que no está pasando nada, no te preocupes por ese tipo de insignificancias. – Aconsejó Kurama mientras le revolvía el pelo al doncel.

– ¡Kurama!. – Llamó Fugaku desde fuera de la habitación.

– No te preocupes, quédate aquí y ya verás que volveré antes de lo que esperas.  – Le susurró antes de besar la mejilla del doncel y salir de la alcoba para encontrarse con su amigo y salir junto a él de la casa.

Cuando Minako terminó de comer e Itachi la había ayudado a sacar sus gases, la bañó, le cambió el pañal y la vistió para luego, asearse él, tan veloz como le era posible, y vestirse igual de rápido.

Una vez vestido Itachi cogió a su hija en sus brazos y salió de la casa para dirigirse hasta el lugar en el que se encontraba su hermano, la posada y taberna de la familia Sabaku, porque el doncel necesitaba hablar con alguien de confianza y esa persona era su hermano gemelo.

Después de haber caminado por largo rato, Itachi consiguió encontrar calles que reconoció al instante como la cercanía a los negocios Sabaku y comenzó a encaminarse hacia allí pero para su suerte, no le hizo falta llegar a los negocios de los Sabaku porque frente a sus ojos se encontró a Sasuke comprando en uno de los puestos de verduras y sin hacerse esperar, Itachi corrió hasta su hermano.

– ¡Sasuke!. – Llamó Itachi cuando estaba a escasos pasos del otro doncel.

Sasuke se sobresaltó ante el llamado y se giró para percatarse de la figura que corría hacia donde estaba él y que no se trataba de otro que de su hermano gemelo. Sin poder evitarlo, Sasuke formó una sonrisa en sus labios sin haberse percatado del bulto que traía Itachi en sus brazos.

– ¿¡Itachi!? ¡Itachi!. – Terminó gritando el doncel para ir a abrazar a su hermano pero Itachi se lo impidió y fue en ese momento, que Sasuke se percató de la pequeña.– ¿Y ese bebé?.

– Sasuke, tengo que contarte muchas cosas pero no aquí. – Pidió Itachi que se veía nervioso. – No tengo a nadie más a quien acudir y tú eres la única persona la que puedo contar lo que me ocurre sin ningún temor.

Sasuke asintió y volvió al puesto para coger el paquete con verduras y pagarlo antes de dirigirse a la carreta que era tirado por una yegua de pelaje azabache crines grises oscuras.

– Sube. – Indicó Sasuke mientras el tomaba asiento en el lugar del cochero y dejaba el paquete la parte trasera de la carreta que ya tenía algunas cajas con frutas o cestos con hortalizas.

Itachi subió con ayuda de Sasuke y se sentó al lado de su hermano en el amplio asiento del cochero mientras Sasuke conducía al caballo hacía algún lugar. Cuando Sasuke llegó a una casa bastante grande en la que Itachi pudo apreciar que había una carpintería que intuyó, debía pertenecer al dueño de aquella casa.

– ¡Detente, Kusanagi!. – Exclamó Sasuke haciendo que la yegua se detuviese.

– ¿Ya no trabajas con los Sabaku?. – Preguntó a su hermano mientras este le ayudaba a descender de la carreta para ver como Sasuke sonreía.

– No, hace algún tiempo que no trabajo para la familia Sabaku. – Contestó Sasuke.

– ¿Y no se molestarán los señores de esta casa si descubres que has invitado a un doncel con un bebé a entrar?. – Inquirió un poco incómodo Itachi.

– No te preocupes, yo ahora vivo aquí. Esta es mi ca… – Pero no pudo terminar de hablar al sentir como alguien lo abrazaba por la espalda.

– ¿¡Kurama!?. – Se sobresaltó Itachi mirando a aquel hombre rubio que estaba abrazando a su hermano pero pronto se percató de que no se trataba del hombre al que amaba aunque para su suerte, ni su hermano ni aquel desconocido parecieron haberse dado cuenta de que había hablado.

– ¿Te ha ido bien en las compras, Sasuke? ¿la yegua te ha dado algún problema?. – Preguntó Naruto sin percatarse de la persona que venía junto a su esposo.

– Sí, sí me han ido bien las compras pero Kusanagi es muy mansa, a pesar de ser un animal joven, es muy tranquila. – Comentó sonrojado Sasuke. – Naruto, él es mi hermano, Itachi. Ya te había hablado de él. – Presentó tímidamente Sasuke deshaciendo el abrazo de su marido y provocando que Naruto mirase por primera vez a Itachi.

Naruto hizo una gentil floritura al doncel.

– Un placer el conoceros personalmente, Itachi. – Dijo Naruto haciendo que Itachi se sonrojara porque aquel hombre, tenía cierto parecido con Kurama pero no era él y las diferencias más obvias eran las cicatrices en sus mejillas o el color de cabello.

– Itachi, el es mi esposo, Naruto. – Presentó con la misma timidez a su marido.

– ¿Esposo?. – Repitió Itachi conmocionado por la reciente noticia, lo menos que esperaba oír era de que aquel hombre fuera el cónyuge de su hermano gemelo.

– Sasuke, yo tengo que volver al trabajo, si necesitas ayuda con lo que has comprado o con la yegua, dímelo y te ayudaré. – Interrumpió Naruto.

– No hace falta, puedes volver a lo que estabas haciendo yo me encargo de guardar todas las compras. – Contestó Sasuke para sentir un beso en la mejilla y ver como Naruto hacía otra floritura a Itachi antes de volver a la carpintería de donde comenzaron a escucharse ruidos.

– ¿Te casaste? ¿Cuándo?. – Volvió a preguntar siguiendo a Sasuke que llevaba al caballo a la caballeriza ya que lo había soltado de la carreta.

– Sí, me casé hace cinco meses atrás. Sé que no es un hombre perteneciente a la nobleza o a la burguesía pero se porta muy bien conmigo y dice que me ama. – Contó Sasuke mientras cogía las compras que había hecho para llevarlas hasta la cocina. – Ven, prepararé té y quiero saber de ti.

Itachi asintió y miró a su pequeña hija un poco decepcionado consigo mismo porque él no podía decir nada afable de sí mismo, pues tenía una hija, aún sin haberse casado, y estaba enamorado de un hombre que apenas conocía pero del cual, estaría dispuesto a dar su vida para salvarlo si así fuese necesario.

Sasuke dejó las compras sobre una pequeña mesa mientras ponía agua en una tetera de hierro y la ponía a calentar antes de sentarse en la mesa frente a su hermano.

– ¿No vas a decirme nada, hermano?. – Cuestionó Sasuke mirando a la pequeña que dormía siendo sujetada por su hermano protectoramente entre sus brazos.

– No sé por dónde comenzar, Sasuke. – Confesó Itachi un poco inquieto.

– Podrías empezar contándome el por qué te marchaste tan repentinamente sin apenas explicarme ningún motivo. – Pidió Sasuke y escuchó a Itachi suspirar, pues aquella mañana parecía que iba a ser más larga de lo que habitualmente eran.


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