-A hurtadillas.-
Había
pasado cinco meses desde que había nacido la pequeña Minako y aunque la niña no
llegaba a dormir más de una hora antes de volver a romper en llanto despertando
a sus padres y a Fugaku para que la acunaran, la limpiasen o, sencillamente,
para ser alimentada pero todo eso no impedía que los adultos que vivían allí se
molestasen con la pequeña sino al contrarío porque, a pesar, del esfuerzo que
pedía la pequeña en ser atendida para que su padre o abuelo fuesen hasta ella
mientras Itachi terminaba de recuperarse del laborioso proceso de haber traído
al mundo a Minako había obrado, sin pretenderlo, una oportunidad para Fugaku
con Itachi siendo esto un motivo más para los dos hombres de agradecerle a Dios
la aparición de Minako en sus vidas.
Sin
embargo, esa mañana Minato se debía de ir a la morada del duque de Cerezos para
recaudar más información antes de que fuese demasiado tarde y Orochimaru
hiciera uno de sus malvados actos que solo lo beneficiarían para conseguir sus
perversas ambiciones.
Minato
besó la frente de Itachi sin despertarlo antes de ir y repetir el mismo acto
con su hija, quien se removió un poco ante el tacto de su padre pero es que
Minato no deseaba despertar a Itachi porque sabía que le pediría nuevamente que
no se marchara, tal y como sucedió en la noche cuando le contó sobre su partida
aunque no le dijo a donde iría, y en esta ocasión si Itachi le volvía a pedir
que no se fuera, Minato sabía que ya no tendría el valor suficiente de
separarse de él ni de su hija.
Con
lentitud y en pasos sigilosos, salió de la habitación para cerrar la puerta con
el mayor mutismo posible pero al girarse para ir hasta la salida se encontró
con Fugaku.
–
Minato, sé que comprendes en donde te estás metiendo y que todo esto es para ayudarme
pero en esta ocasión ten mucho más cuidado que de costumbre. No quiero que mi
nieta se quede sin su padre y yo sin el chico que he protegido como a un hijo
aunque no llevemos la misma sangre. – Habló Fugaku extendiendo sus manos para
estrechar la mano del otro hombre.
Minato
estrechó la mano contraria mientras un leve sonrojo aparecía en su rostro
debido a las palabras de su camarada porque para él, también había sido un
mentor. Fugaku le había enseñado mucho más de lo que él por sí mismo hubiera podido
aprender y sabía que aunque a su autentico hijo no pudiese mirarlo como lo que
era, a Minako la quería más que cualquier otro hombre que haya sido abuelo en
ese mundo.
–
Cuida de Itachi y Minako en mi ausencia. – Fue la petición que Minato le hizo a
su amigo y cuando vio como Fugaku asintió con la cabeza, él sonrió antes de
marcharse de la casa con dirección a la casa del duque de Cerezos.
Cuando
Itachi despertó se percató de que Kurama ya no estaba a su lado y había dejado
el lugar frío, indicando que ya hacía horas que se había marchado, e
irremediablemente el doncel había comenzado a derramar lágrimas porque no entendía
el por qué se había tenido que ir y, mucho menos, Itachi entendía por qué debía
de estar un mes en ese trabajo sin saber nada de él.
–
Kurama… porque no esperaste… porque no me despertaste y… porque no me dejaste
despedirme de ti… – Sollozó Itachi por no tener la oportunidad de abrazar y
besar a Kurama antes de que partiera para despedirlo, ahora, sabía que no lo
podría ver en muchos días.
Ante
el lloro de Itachi, la pequeña Minako despertó y comenzó removerse en su
improvisada cuna, comenzando a sollozar para ser atendida por los brazos de
algún adulto.
Itachi
se limpió las lágrimas de su rostro antes de levantarse de la cama con algo de
molestia en su cuerpo porque aunque ya sus heridas por el parto se habían
curado aún tenía un poco de malestar en su organismo e Itachi alargó sus brazos
para coger en su regazo, con una pequeña sonrisa, a su bebé y comenzar a
acunarla.
Los
días fueron pasando y Minato, que había conseguido un puesto en la casa del
duque como sirviente de la limpieza de las caballerizas, había conseguido
acercarse a varias doncellas y donceles cercanos a Orochimaru, donde la
información de lo que tramaba el duque de Cerezos era reducida y todo quedaba
en suposiciones o imaginaciones de los empleados del duque. Por lo que Minato
suponía que no había podido conseguir ninguna información útil era que la
servidumbre había sido amenazada por el propio duque de Cerezos para guardar la
poca información que podrían saber de lo que pretendía hacer su perverso señor,
hasta que sin esperarlo, Minato conoció a Sakura.
La
joven marquesa de Sharingan no parecía estar en buenos momentos y antes de
darse cuenta, Minato se había acercado a Sakura. La mujer encontró en Minato el
consuelo de sentirse desolada por la poca atención de su esposo, el cual
retozaba sin descanso en el lecho la duquesa a espalda de la joven marquesa de
Sharingan, la cual solo era una víctima más de la infidelidad de un hombre que
se había dejado cautivar por los encantos de una mujer madura.
Minato
se vio obligado a alargar sus días en la morada del duque de Cerezos para poder
averiguar más acerca de lo que tramaba Orochimaru y mientras tomaba a Sakura
para menguar sus instinto, no podía dejar de sentirse culpable, pues la imagen
de Itachi y su pequeña hija era lo único que conseguía que no disfrutara de
aquellos momentos, la muchacha solo miraba al hombre que la hacía sentir
querida con sentimenteros floreciente de amor, sin que Minato o la propia
Sakura lo deseara, la mujer se estaba enamorando de aquel hombre de
embriagantes ojos azules porque en ese hombre, estaba su bálsamo de sentirse
apreciada por alguien en esa casa.
A
pesar de que Sakura esperaba que su amante se entregara a ella por completo en
todos sus encuentros, Minato no pudo cumplir los deseos de la joven mujer
aunque gracias a la ingenua hija de Orochimaru, Minato se enteró de las pretensiones
del duque de Cerezos a pesar de tener que pasar dos meses más para cumplir con
su objetivo. Cuando Minato consiguió todos aquellos datos que había ido a
buscar, abandonó sigilosamente, antes de que el sol apareciera, las propiedades
pertenecientes al duquesado de Cerezos.
Había
pasado tres meses y la pequeña Minako había crecido mucho en ese tiempo aunque
aún se despertaba llorando por las noches, ya no lo hacía tan amenudeo como en
los primeros meses de vida y, durante ese tiempo, Fugaku había comenzado a
tener una mejor relación con Itachi, que a pesar de no querer mostrarle sus
sentimientos, era imposible no percatarse de la tristeza que apresaba al
doncel.
Minato
entró a la casa, en la que sabía estaba Fugaku cuidando de Itachi y Minako, en
la que se adentró con el mayor silencio posible.
El
hombre caminó hasta la habitación donde, como intuía, no había nadie y se
adentró al cuarto donde Itachi estaba durmiendo y en el que infinidad de veces
habían hecho el amor. Lentamente, Minato caminó hasta la cuna donde vio a la
niña que llevaba su sangre y a la que amaba con toda su alma, durmiendo entre telas
blancas.
–
¡Cuánto has crecido, pequeña!. Cada día que pasa te pareces más a tu madre. –
Murmuró Minato con una tierna sonrisa en sus labios y acariciando la cabecita
con pelo negro.
Ante
el suave toque de su progenitor, la bebé se removió un poco pero no se
despertó.
Minato
abrigó a la niña antes de ir a la cama donde estaba Itachi para acostarse al
lado y al verse tumbado, fue cuando Minato se percató de cuan agotado estaba y
sus ojos se cerraron para llevarlo rápidamente al mundo de Morfeo.
Los
gallos de las casas vecinas comenzaron a cantar para avisar de que el día ya
había llegado e Itachi comenzó a abrir sus ojos para encontrarse con que
alguien estaba recostado a su lado. Ante el susto, Itachi se desperezó y fue entonces
que se percató de que la persona a su lado no era otro que su amado.
Lágrimas
de felicidad derramó el doncel y sin importarle que pudiese despertar al hombre,
Itachi se abalanzó sobre él para abrazarlo con todas sus fuerzas.
–
¡Kurama, volviste, Kurama!. – Repetía constantemente el doncel ocasionando que
por sus gritos no fuera su amado el único en despertar sino también su hija.
–
Itachi… – Susurró abrazando al doncel para luego, besarlo como había deseado
hacer en todo ese tiempo que estuvo alejado de Itachi.
No fue
un beso largo pero sí muy dulce y cuando Minato se separó del doncel se percató
de la humedad de la cara de Itachi que comenzó a secar con suaves caricias.
– No
he dejado de pensar en vosotros. – Susurró Minato y está vez, fue Itachi quien
lo besó pero de manera apasionada.
– No
vuelvas a dejarnos. – Habló Itachi cuando terminó el beso. – No dejaste que me
despidiese de ti. – Farfulló para sentir como la mano del hombre encontraban
sus orejas y comenzaba a masajear el lóbulo de su oreja.
–
Minako está llorando. – Le advirtió e Itachi se separó de él para ir a cargar a su hija que comenzó a
mecer para tranquilizarla. – “Ojalá
pudiese continuar mis día viéndoos a los dos así.” – Pensó Minato sin dejar
de mirar al doncel que se sentaba sobre la cama dándole la espalda para
alimentar a la pequeña.
El
resto del día pasó rápido y en el que Minato pudo descansar, al igual que poder
coger a su hija que había comenzado a balbucear al estar sobre los brazos de su
padre, sin dejar de mirarlo con sus ojos azules.
Minato
salió de la habitación en plena noche cuando Itachi se había quedado dormido y
se percató de que sentado en el sillón estaba ya Fugaku esperándolo para que le
dijera todo lo que había averiguado.
–
¿Cómo te fue en la casa del duque?. – Preguntó Fugaku sin apartar su mirada de
su amigo que estaba tomando asiento en el sofá. – Te tomaste más tiempo del que
estipulaste.
– No
tuve problemas en conseguir un empleo pero cuando comencé a indagar sobre los
propósitos de Orochimaru, no me resulto tan sencillo. – Minato miró a su amigo.
– Los sirvientes más cercando a él le temen y creo que el duque de Cerezos lo
tienen amenazados, no pude conseguir más que conjeturas carentes de valor de
esas personas. – Respondió Minato con desganas.
–
Entonces… ¿qué has hecho en todo este tiempo?. – Inquirió esperando una
respuesta que satisficiera su necesidad de conocimiento y con la cual, poder
planear una trampa para acorralar al duque de Cerezos.
–
Cálmate, Fugaku o despertarás a Minako e Itachi. – Le recordó a su amigo. – Por
supuesto que no, ¿a caso piensas que ahora me apetece el enredarme entre las
piernas de cualquier mujer o doncel?. Amo a Itachi, en mi cabeza e intensiones
solo le pertenecen a él, he hecho todo lo posible para saber qué es lo que planea
el duque. – Aseguró con enfado.
– Lo
lamento, me he exaltado sin motivos y no tienes que decirme tus privacidades.
Sé que puedo confiar en ti pero no puedo evitar el estar ansioso por hacer que
ese rufián pague cada uno de sus maldades. – Se excusó Fugaku mientras se
masajeaba su sien.
– Te
comprendo pero escucha lo que tengo que decirte sin volver a sobresaltarte,
tranquiliza tu ímpetu porque no me gustaría que Itachi se enterase que he
tenido que visitar camas ajenas para poder recoger información fiable. No me
siento un hombre glorioso de mis actos cuando todo mi ser pertenece al doncel
que ha traído al mundo a mi hija. – Argumentó Minato con parquedad en su voz. –
Tuve que estar más tiempo del requerido, no solo por lo difícil que me resultó
encontrar información verdadera sino porque conocí a Sakura, la hija de
Orochimaru y la esposa del nuevo marqués de Sharingan. – Minato suspiró antes
de proseguir. – Esa muchacha fue la que me dio la información de lo que
planeaba su padre sin ser consciente ella misma de lo que ocurría a su
alrededor pero he podido sentir lástima por ella, esa joven comenzó a enamorase
de mí a causa de la desfachatez de su marido y la desolación en la que vive.
El
sonido de una bofetada se escuchó en el lugar y antes de que Minato reaccionara,
sintió como Fugaku lo había cogido por la camisa de algodón blanco que tenía
puesta para levantarlo.
–
¡Maldición, Minato!, ¿¡qué te ocurre!?, ¿¡no me estarás contando de que te
enamoraste también de esa mujer!?. ¡Tú ya tienes a Itachi y a Minako, no tienes
ojos para mirar a otros donceles ni mujeres!. – Gritó irremediablemente Fugaku
a causa de la furia que le había embargado su cuerpo al escuchar el tono de voz
que utilizaba Minato para referirse a la mujer que estaba casada con el actual
Marqués de Sharingan.
El
llanto de Minako no se tardó en hacerse oír al ser despertada por los gritos de
su abuelo.
– No
hagas tus propios juicios, Fugaku. Yo no he dicho que me haya enamorado de esa
mujer y aunque en estos días haya sido su amante, no significa que sea tan
desinhibido como para ser hombre capaz de enamorarme de dos personas pero si
sentí lástima por esa muchacha. Es una joven que solo vive en una ilusión
creada por su padre y su madrastra sin poder ver el mundo en el que ha nacido.
– Siseó Minato en voz baja mientras se deshacía del agarre. – En cierto punto,
me recodaba a Itachi pero no son la misma persona y lo que siento por Itachi es
amor. Deja de pensar en hechos que no son y cálmate, no puedo pensar en otro
que no sea tu hijo con intensiones románticas.
Fugaku
no respondió pero se volvió a sentar en el lugar que estaba ocupando.
–
¡Demonios!. – Exclamó Minato tocándose la mejilla adolorida sin percatarse que
la niña había comenzado a sosegar el llanto.
Itachi
despertó y corrió hasta su pequeña que estaba llorando pero cuando se giró a la
cama para pedirle a Kurama que encendiese una vela, este no se encontraba en el
mueble, así que Itachi creyó que su amado había tenido que salir de la
habitación pero no fue hasta que la pequeña Minako dejó de llorar, que escuchó
las voz de Kurama.
El
doncel dejó a la bebé en la cuna y se dirigió a la puerta pensaba en salir al
encuentro del hombre, para hablar con su amado del por qué estaba hablando solo
ahí pero entonces, se percató de la voz de Jin y por algún motivo, decidió no
salir de la alcoba y quedarse escuchando detrás de la puerta aunque sabía que
eso no estaba bien.
– Ya
tiene trazado su plan ese maldito. – Arrastró con ira cada palabra Jin.
– Sí,
así es pero no hay muchas formas de infiltrarnos en el castillo del rey y pasar
inadvertido por la guardia real. – Respondió Kurama. – No tendremos muchas
posibilidades de crear un plan lo suficientemente adecuado para acusar a esa
alimaña de sus crímenes y salir ilesos en el proceso…
– Ese
hombre debe pagar por haber sido el asesino de los marqueses de Sharingan y
manchar mi nombre, no puedo permitir que continúe impune. – Interrumpió Jin a
su compañero.
Itachi
al escuchar nombrar a sus familiares fallecidos se asombró, no pudo reprimir
recordar el incendio y la forma en que su hermano y él consiguieron salvar sus
vidas pero sus pensamientos fueron olvidados al escuchar como Kurama hablaba.
– Será
un camino a la muerte. – Afirmó Kurama levantándose del lugar en el que estaba
sentado junto a su camarada.
– No
tienes que seguirme, ahora te es más importante cuidar de Itachi y Minako. Ellos
dos necesitan de ti y es aquí donde nuestros caminos deben separarse. –
Aconsejó Jin poniendo una de sus manos sobre uno de los hombros de Kurama.
– Sé
que mi hija e Itachi me necesitan pero yo te di mi palabra desde el principio,
no voy a dejarte solo ahora, amigo. No quiero sentirme más miserable de lo que
ya me siento por no hacer nada. – Aclaró Kurama. – Será mejor que descansemos,
mañana será un día agotador y debemos levantarnos tempranos. ¡Ah…! y no
intentes hacerme cambiar de opinión porque yo cumplo mi palabra.
–
Bien, veo que sigues tan obstinado como siempre, así que no puedo hacer nada
para hacerte cambiar de idea. – Sonrió amargamente Jin. – Sí, en estos tres días
nos vendrá perfecto para planear bien nuestra estrategia y puedas despedirte de
Itachi como debes.
Itachi
cerró la puerta al percatarse de que Kurama iba a entrar en el aposento y corrió
hasta la cama donde se acostó para cubrirse tan rápido como le fue posible con
las mantas justo a tiempo en que la puerta se abrió para entrar Kurama y tras
volverla a cerrar la puerta, el hombre se dirigió al mueble donde estaba el y se
acostó a su lado para terminar abrazando a Itachi.
El
doncel al sentir que Kurama se había dormido no pudo evitar estallar en un
llanto silencioso después de escuchar a hurtadillas aquella conversación y en
la que pudo sentir, que daba igual cuantas veces intentara hacer desistir a su
amado porque este iría a lo inevitable.
La
mañana llegó y como esperaba Itachi, Kurama se había vestido para irse junto a
Jin.
– ¿A
dónde vas?. – Le preguntó somnolientamente Itachi.
– Voy
a comprar algunas cosas a la ciudad pero no te preocupes, estaré aquí para la
cena y comer a tu lado. – Aseguró Minato antes de acercarse para besar
castamente los labios de Itachi y dejar a Minako en sus brazos ya que la estaba
cargando.
–
Kurama… si fuera a ocurrir o a hacer algo que se pueda considerar que tiene
importancia para nuestra vidas, ¿me lo comunicarías?. – Se atrevió a preguntar
Itachi mientras acomodaba sus ropas para alimentar a su hija.
– ¿A
qué viene esa pregunta, Itachi?, se debe a algún mal sueño que tuviste pero no
te angusties ya estas despierto y puedes comprobar que no está pasando nada, no
te preocupes por ese tipo de insignificancias. – Aconsejó Kurama mientras le
revolvía el pelo al doncel.
–
¡Kurama!. – Llamó Fugaku desde fuera de la habitación.
– No
te preocupes, quédate aquí y ya verás que volveré antes de lo que esperas. – Le susurró antes de besar la mejilla del
doncel y salir de la alcoba para encontrarse con su amigo y salir junto a él de
la casa.
Cuando
Minako terminó de comer e Itachi la había ayudado a sacar sus gases, la bañó,
le cambió el pañal y la vistió para luego, asearse él, tan veloz como le era
posible, y vestirse igual de rápido.
Una
vez vestido Itachi cogió a su hija en sus brazos y salió de la casa para
dirigirse hasta el lugar en el que se encontraba su hermano, la posada y
taberna de la familia Sabaku, porque el doncel necesitaba hablar con alguien de
confianza y esa persona era su hermano gemelo.
Después
de haber caminado por largo rato, Itachi consiguió encontrar calles que
reconoció al instante como la cercanía a los negocios Sabaku y comenzó a
encaminarse hacia allí pero para su suerte, no le hizo falta llegar a los
negocios de los Sabaku porque frente a sus ojos se encontró a Sasuke comprando
en uno de los puestos de verduras y sin hacerse esperar, Itachi corrió hasta su
hermano.
–
¡Sasuke!. – Llamó Itachi cuando estaba a escasos pasos del otro doncel.
Sasuke
se sobresaltó ante el llamado y se giró para percatarse de la figura que corría
hacia donde estaba él y que no se trataba de otro que de su hermano gemelo. Sin
poder evitarlo, Sasuke formó una sonrisa en sus labios sin haberse percatado
del bulto que traía Itachi en sus brazos.
– ¿¡Itachi!?
¡Itachi!. – Terminó gritando el doncel para ir a abrazar a su hermano pero
Itachi se lo impidió y fue en ese momento, que Sasuke se percató de la pequeña.–
¿Y ese bebé?.
–
Sasuke, tengo que contarte muchas cosas pero no aquí. – Pidió Itachi que se
veía nervioso. – No tengo a nadie más a quien acudir y tú eres la única persona
la que puedo contar lo que me ocurre sin ningún temor.
Sasuke
asintió y volvió al puesto para coger el paquete con verduras y pagarlo antes
de dirigirse a la carreta que era tirado por una yegua de pelaje azabache
crines grises oscuras.
–
Sube. – Indicó Sasuke mientras el tomaba asiento en el lugar del cochero y
dejaba el paquete la parte trasera de la carreta que ya tenía algunas cajas con
frutas o cestos con hortalizas.
Itachi
subió con ayuda de Sasuke y se sentó al lado de su hermano en el amplio asiento
del cochero mientras Sasuke conducía al caballo hacía algún lugar. Cuando
Sasuke llegó a una casa bastante grande en la que Itachi pudo apreciar que
había una carpintería que intuyó, debía pertenecer al dueño de aquella casa.
–
¡Detente, Kusanagi!. – Exclamó Sasuke haciendo que la yegua se detuviese.
– ¿Ya
no trabajas con los Sabaku?. – Preguntó a su hermano mientras este le ayudaba a
descender de la carreta para ver como Sasuke sonreía.
– No,
hace algún tiempo que no trabajo para la familia Sabaku. – Contestó Sasuke.
– ¿Y
no se molestarán los señores de esta casa si descubres que has invitado a un
doncel con un bebé a entrar?. – Inquirió un poco incómodo Itachi.
– No
te preocupes, yo ahora vivo aquí. Esta es mi ca… – Pero no pudo terminar de
hablar al sentir como alguien lo abrazaba por la espalda.
–
¿¡Kurama!?. – Se sobresaltó Itachi mirando a aquel hombre rubio que estaba
abrazando a su hermano pero pronto se percató de que no se trataba del hombre
al que amaba aunque para su suerte, ni su hermano ni aquel desconocido
parecieron haberse dado cuenta de que había hablado.
– ¿Te
ha ido bien en las compras, Sasuke? ¿la yegua te ha dado algún problema?. –
Preguntó Naruto sin percatarse de la persona que venía junto a su esposo.
– Sí,
sí me han ido bien las compras pero Kusanagi es muy mansa, a pesar de ser un
animal joven, es muy tranquila. – Comentó sonrojado Sasuke. – Naruto, él es mi
hermano, Itachi. Ya te había hablado de él. – Presentó tímidamente Sasuke
deshaciendo el abrazo de su marido y provocando que Naruto mirase por primera
vez a Itachi.
Naruto
hizo una gentil floritura al doncel.
– Un
placer el conoceros personalmente, Itachi. – Dijo Naruto haciendo que Itachi se
sonrojara porque aquel hombre, tenía cierto parecido con Kurama pero no era él
y las diferencias más obvias eran las cicatrices en sus mejillas o el color de
cabello.
–
Itachi, el es mi esposo, Naruto. – Presentó con la misma timidez a su marido.
–
¿Esposo?. – Repitió Itachi conmocionado por la reciente noticia, lo menos que
esperaba oír era de que aquel hombre fuera el cónyuge de su hermano gemelo.
–
Sasuke, yo tengo que volver al trabajo, si necesitas ayuda con lo que has
comprado o con la yegua, dímelo y te ayudaré. – Interrumpió Naruto.
– No
hace falta, puedes volver a lo que estabas haciendo yo me encargo de guardar
todas las compras. – Contestó Sasuke para sentir un beso en la mejilla y ver
como Naruto hacía otra floritura a Itachi antes de volver a la carpintería de
donde comenzaron a escucharse ruidos.
– ¿Te
casaste? ¿Cuándo?. – Volvió a preguntar siguiendo a Sasuke que llevaba al
caballo a la caballeriza ya que lo había soltado de la carreta.
– Sí,
me casé hace cinco meses atrás. Sé que no es un hombre perteneciente a la
nobleza o a la burguesía pero se porta muy bien conmigo y dice que me ama. –
Contó Sasuke mientras cogía las compras que había hecho para llevarlas hasta la
cocina. – Ven, prepararé té y quiero saber de ti.
Itachi
asintió y miró a su pequeña hija un poco decepcionado consigo mismo porque él
no podía decir nada afable de sí mismo, pues tenía una hija, aún sin haberse
casado, y estaba enamorado de un hombre que apenas conocía pero del cual,
estaría dispuesto a dar su vida para salvarlo si así fuese necesario.
Sasuke
dejó las compras sobre una pequeña mesa mientras ponía agua en una tetera de
hierro y la ponía a calentar antes de sentarse en la mesa frente a su hermano.
– ¿No
vas a decirme nada, hermano?. – Cuestionó Sasuke mirando a la pequeña que
dormía siendo sujetada por su hermano protectoramente entre sus brazos.
– No
sé por dónde comenzar, Sasuke. – Confesó Itachi un poco inquieto.
–
Podrías empezar contándome el por qué te marchaste tan repentinamente sin
apenas explicarme ningún motivo. – Pidió Sasuke y escuchó a Itachi suspirar,
pues aquella mañana parecía que iba a ser más larga de lo que habitualmente
eran.
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