domingo, 28 de mayo de 2017

Repercusiones -22-


- Resoluciones.-

Sai no había podido dormir en toda la noche pensando en la propuesta que le había hecho Gaara el día anterior y una parte de él, le decía que estaba siendo egoísta con el aprendiz de herrero. Fue por ello, que esa mañana cuando se había encontrado con el muchacho para acompañarlo hasta el taller de orfebrería no había hablado más que lo justo para responder a alguna pregunta intrascendente que Gaara le había hecho sin poder dejar de pensar en si debía o no aceptar la propuesta de su pretendiente porque Sai era consciente de que quería estar junto a Gaara todos los días de su vida pero le aterraba que el muchacho lo dejase a causa de los prejuicios que pudiese tener su familia con respecto a él.

Yamato había escuchado a su alumno suspirar con apatía todo el tiempo y si no fuese bastante, había arruinado algunas joyas al grabarle nombres que no pertenecían o incrustando de rubíes en los anillos que debían ser de diamantes o viceversa. Estos hechos preocuparon al artesano porque el doncel no cometía esos errores que normalmente realizaba un principiante que no era capaz de diferenciar una esmeralda de un zafiro o el oro blanco de la plata pero Sai tenía años aprendiendo el oficio de orfebre como para no cometer esos fallos tan graves.

Yamato dejó el pequeño cincel con el que estaba dándole forma al diamante, que a primera vista de cualquier persona solo parecía un gran trozo de roca* sin nada especial, para acercarse a Sai y apoyar su mano izquierda en el hombro derecho del doncel que se asustó al no advertir a su maestro acercarse a él.

– ¿Te encuentras bien, hijo?. – Preguntó con aquel apelativo cariñoso que solo utilizaba cuando estaba preocupado por Sai.

– ¿A qué se refiere?. – Respondió con otra pregunta al artesano mientras  no dejaba de apretar con sus manos el palo de la escoba con fuerza ante la incomodidad que repentinamente sitió ante el tono utilizado por su maestro hacia él.

– A ti, Sai. ¿Es qué acaso ese muchacho no te está tratando adecuadamente? ¿te ha obligado a hacer algo que no deseas? O… ¿ha intentado deshonrarte?. – Inquirió para saber si el estado de Sai se debía al mozo que lo cortejaba.

– No, Gaara es muy amable y educado conmigo. – Se apresuró a contestar.

– ¿Y qué es lo que te está distrayendo de tu trabajo?. – Inquirió Yamato con curiosidad.

Sai hizo una mueca con su boca, indicando que estaba pensado si contarle a Yamato lo que Gaara le había pedido el día anterior y su inseguridad, con respecto, a conocer a la familia de su amado a causa de que él era un doncel que oficiaba un trabajo de hombre.

– Gaara… Gaara me ha pedido que formalicemos nuestro cortejo ante sus padres… – Antes de terminar de confesarlo todo, Sai fue interrumpido por su maestro.

– Es lo que deseabas ¿no es así?. Todas las damas y damiseles soñáis con ello porque eso os llevará al compromiso y finalmente, al matrimonio. – Se anticipó a decir Yamato sin entender cuál era el problema que tenía a Sai tan absorto. – ¿Cuándo te llevará ante su familia? ¿Y cuándo vendrá hasta este taller para contarme de sus intenciones de compromiso ese muchacho?. – Inquirió con emoción porque no podía sentirse de otra manera al conocer los propósitos que tenía para Sai el pelirrojo porque después de todo, el aprendiz de herrero no solo se sentía atraído por su alumno sino que también había despertado sentimientos más profundos hacia Sai.

– Yo le he dicho que no estoy preparado para conocer a su familia. – Murmuró Sai con timidez pero que fue lo suficientemente audible para que el rostro del artesano cambiase por uno de confusión.

– ¿No estás dispuesto? Pero Sai, esto es lo mejor que te puede pasar con ese joven y lo adecuado. – Sugirió mientras ponía sus dos manos sobre los hombros del doncel y presionaba un poco para darle más credibilidad a sus palabras. – Pensé que el muchacho era de tu agrado y con todos los días que… – Yamato se detuvo y suspiró mientras cerraba con fuerza los ojos y dejaba caer sus manos de los hombros de Sai porque podría ser que aunque el joven comenzara a sentir algo más que atracción, Sai no sintiese lo mismo por Gaara, a pesar de que había creído que los ojos de su alumno brillaban diferente cada vez que pronunciaba el nombre del pelirrojo. – Quiero lo mejor para ti y no voy a obligarte a que aceptes a ese hombre si no es de tu agrado porque como bien sabes, le prometí a tus padres que haría todo lo posible para que crecieras como un doncel decente para que fueses digno de un buen hombre sin que ninguno de esos infelices que habitan este mundo te llegase a tocar con sus sucias manos pero si no estás en condiciones para estar con Gaara, será mejor que este cortejo termine aquí. Si ese… Gaara no ha despertado tus sentimientos no puedo permitir que siga viéndote. – Declaró Yamato con seriedad y lástima porque bien conocía los prejuicios morales de la sociedad y él había permitido cierta independencia a Sai. Además, de dejar que el doncel fuese cortejado con libertad pero ahora, sería mucho más difícil él que algún otro hombre mostrara interés en él, especialmente, si estuviese enterado de que su alumno ya había sido pretendido, provocaría el alejamiento o desinterés siendo que al doncel se le dificultase el encontrar un marido.

Ante las palabras de su maestro Sai se quedó petrificado, sabía que el cortejo era el principio para que el amor comenzase a nacer entre ellos pero él estaba enamorado de Gaara desde hacía mucho tiempo, precisamente desde que era un niño y ahora, cuando su más profundo deseo se estaba cumpliendo, ocurría eso, iba a tener que olvidarse de él una opción que había estimado tiempo atrás pero no en esos momentos en que el aprendiz de herrero se había interesado en él. En que ambos estaban en pleno cortejo para conocerse, para pasar al compromiso.

Las lágrimas acudieron a sus ojos y en un arrebato de temor e imprudencia, Sai se abalanzó a su profesor para agarrar con fuerza la tela del chaleco marrón que vestía sobre su camisa amarilla de lana y suscitando que el maestro orfebre se detuviese.

– ¡No!. No puede hacer eso. Yo no quiero que Gaara deje de cortejarme tan solo porque no me sienta en condiciones de conocer a su familia. – Pidió con las lágrimas retenidas en sus ojos oscuros y la voz compungida para no sollozar el dolor que le había causado las palabras de su maestro ante la posibilidad de tener que separarse de Gaara por su culpa. – Lo que ocurre es qué no estoy seguro de cómo he de comportarme ante la familia de Gaara. Mi alma se acobarda al imaginar que me observaran con su buen juicio para poder ser aprobado y siendo yo un doncel que oficia un trabajo que no es ni el de criado, ni el de cocinero sino el de orfebre puedo presentir el rechazo en cuanto se enteren que yo… yo desempeñó un trabajo de varón y no uno hecho para un doncel. Temo, que Gaara se aleje de mí, si es que a sus padres no les agrado. – Confesó con un intenso sonrojo para que el artesano pudiese comprenderlo. – No puede denegar que Gaara continúe pretendiéndome a causa de mi cobardía porque yo… yo… – No consiguió acabar al sentir como su sollozo ahogaba sus palabras.

– Sai. – Llamó a su aprendiz para que soltara su ropa y poder abrazarlo paternalmente como había hecho desde que Sai había quedado a su cargo, desde que su amigo y su esposa murieron dejando a un niño pequeño a su cuidado. – Eres joven y el temor estará junto a ti en muchas ocasiones de la vida pero no puedes dejar que tus miedos engendren tu sufrimiento. Si ese muchacho a decidido que ya es hora de que conozcas a sus padres y hermanos es porque desea que tú comiences a formar parte de su familia pero si esas personas no te aceptan tal y cómo eres, ese muchacho deberá responder hacia ti y si no es un hombre capaz de continuar a tu lado después de que te lleve a su casa, es que ese mozo no te merece. No necesitas a un hombre débil sino a uno fuerte que sea capaz de protegerte, de ser tu escudo en el que resguardarte de los designios que nos ha preparado Dios. – Yamato hizo una pausa para deshacer el abrazo y tan solo dejar sus manos apoyadas sobre los hombros de Sai. – Entiende, el tiempo de cortejo pronto terminará porque debido a como he dejado que se produzca no puedo daros más tiempo y si ese muchacho no se apresura, no podrás volver a verlo pero tú también deberás ser valiente y afrontar las adversidades del destino por muy inseguro que estés ante un lugar o personas tienes que continuar. Tienes que ser fuerte porque este mundo no está creado para cobardes ni débiles y sé que no eres uno de ellos, Sai. – Terminó al mismo tiempo que golpeaba con suavidad los hombros de Sai levemente antes de encaminarse hacia la mesa en la que había estado trabajando y poder continuar con lo que estaba haciendo.

Sai agradeció aquella pequeña charla en la que su maestro lo había aconsejado, en la que había sentido el apoyo de Yamato hacia él pero no podía dejar de sentirse aterrado con el hecho de ir a conocer a los Sabaku personalmente y escuchar sus palabras de aprobación o de reprobación.

Cuando Gaara se acercó al taller de orfebrería al ocaso para acompañar a Sai hasta la casa de este último y después de despedirse respetuosamente de Yamato, hombre y doncel emprendieron camino por las calles de la ciudad.

Como solía ocurrirle a ambos enamorados, el camino se hizo corto y tan solo hablaron de trivialidades donde complementaron su información sobre los gustos del contrario y disfrutaron de la agradable compañía de su compañero.

– Mañana, no podré venir porque es el casamiento de mi hermana y no puedo faltar aunque me hubiese gustado el que me acompañaras. – Explicó el aprendiz de herrero acariciando la pálida mejilla teñida de rosa. – Voy a extrañarte, Sai. – Y Gaara besó con amor la mejilla contraria del doncel para despedirse.

– Gaara, antes de que te marches deja que te hable. – Pidió Sai cuando despertó de su candorosa burbuja al no sentir el contacto de Gaara en su piel.

– ¿De qué se trata?. – Preguntó con curiosidad.

– Yo… yo acepto tu propuesta. – Dijo en un hilito de voz y nerviosismo.

– ¿A qué te refieres?. – Preguntó confundido Gaara ante lo dicho por Sai.

– Hace poco me pediste en que formalizáramos nuestra relación aún más y yo… acepto. – Terminó repitiendo con el rostro colorado y en voz baja pero lo suficientemente audible para el aprendiz de herrero. – No sería adecuado que continuaras viéndome si tus padres no me conocen ni saben de mí.

El muchacho sonrió y se acercó al doncel para besarlo con ternura en los labios.

– Tranquilo, verás que todo saldrá bien y mis padres te agradarán, al igual que tú a ellos. – Le susurró en cuanto cortó el beso. – Yo me ocuparé de todo. – Añadió antes de darle otro casto beso a Sai y marchar hacia su casa.

Sai permaneció frente a la puerta de su casa hasta que Gaara desapareció de su vista y cuando entró en su morada se encontró con un hombre de enigmática mirada azul sentado en la mesa pero antes de que pudiese gritar o preguntar algo, la voz de Itachi sonó desde la escalera.

Itachi iba vestido con ropas nuevas y sostenía entre sus manos un pequeño paquete envuelto en papel marrón y atado con cordel negro.

– Por fin has llegado, Sai. – Habló Itachi acercándose a la mesa ante la mirada del dueño de aquella casa. – Toma esto, es para ti por todas las molestias que te he causado, son dulces de almendras. – Reveló lo que contenía el paquete que tenía en sus manos y en ese instante dejaba sobre la vieja mesa ante la confundida mirada de Sai

– Gracias. – Respondió de manera automática en un intento de adivinar lo que estaba ocurriendo allí pero su cuerpo no se movió del lugar en el que se encontraba ni su boca articulaba ninguna de las tantas preguntas que estaban rondado en su cabeza como una bandada de pájaros inquietos al percatarse de que un cazador estaba cerca.

– ¡Sai!. – Exclamó Itachi antes de abrazar al otro doncel con fuerza. – Te agradezco todo lo que has hecho por mí pero ya es hora de marcharme de aquí. No te preocupes por nada, yo hablaré con Sasuke. – Dijo Itachi antes de correr hasta donde se encontraba aquel hombre que se levantó para marcharse de allí y al que Itachi se abrazó a uno de sus brazos con descaro. – ¡Adiós, Sai!. – Se despidió antes de salir junto al extraño hombre y dejar a un patidifuso y paralizado Sai que no había terminado de asimilar lo que había ocurrido en el interior de su morada.

El doncel comenzó a moverse después de un rato y sus pies lo llevaron hasta la escalera que subió, aún sin entender lo que a escasos minutos había ocurrido pero de lo que estaba seguro era de que Itachi había decidido marcharse de su hogar junto a un desconocido.

Los pies de Sai continuaron andando hasta llegar a la cama donde descubrió la llave de hierro que le había dado a Itachi para que pudiese entrar pero al parecer, ahora no iba a serle necesaria y el cuerpo de Sai se derrumbó sobre el duro colchón del mueble y su mente se quedó vacía de golpe.*

Itachi no cabía de felicidad desde que Kurama había vuelto a entrar a la alcoba perteneciente a la posada de los Sabaku para pedirle que se fuese a vivir junto a él y su amigo en el nuevo lugar en el que iba a residir. Esa proposición, tan indecente como precipitada, no pudo rechazarla, Itachi solo era preso de sus sentimientos y haciendo caso a estos había aceptado sin siquiera preguntarse a que se debía esa petición o en los problemas que podría causarle al ser él un doncel casadero y sin pretendiente que comenzase a cortejarlo o prometido que lo protegiese, el marchar detrás de un hombre al que no conocía pero del cual, estaba enamorado era solo una prueba de su ingenuidad y de la falta de advertencia.

Después de que Itachi aceptara, sin apenas esfuerzo por parte de Minato, para que se fuera junto a él y Fugaku, le había dicho que se tendría que despedir de todos sus conocidos y familiares para que estos no se preocupasen de su ausencia y, también, evitar el que tanto Minato como Fugaku fuesen descubiertos en esa ciudad sorpresivamente.

Minato había comprado ropas nuevas para Itachi y las cuales, les entregó provocando que el doncel se contentara para ponérselas de inmediato y posteriormente, hacerle beber una infusión de hierbas.

Minato volvió a cubrir a Itachi con su capa antes de abandonar el edificio en su compañía mientras que Fugaku se encargaba de devolver las llaves a los posaderos para dirigirse al lugar que Minato había encontrado para permanecer.

Itachi, aún adolorido pero en mejor condición después de haber descansado, volvió a entrar a la posada para hablar con su hermano y despedirse aunque no consiguió encontrarle. De esa manera había ido a la casa de Tsunade siendo acompañado por Kurama ya que este le indicó que debía dejar el trabajo y aunque a la dueña de la casa no le agradó su decisión, no dijo nada al respecto.

Finalmente, Kurama lo acompañó hasta la casa de Sai para que se despidiese de este pero antes le pidió a Kurama el hacer una parada donde compró unos dulces para agradecer a Sai su hospitalidad y ahora se encontraba ahí, caminando por las calles de La Hoja junto al hombre que amaba.

– ¿Ya te has despedido de todos?. – Preguntó Minato con incomodidad, pues ese día hubiese sido perfecto para conocer a alguna viuda o aun doncel al que su esposo no conseguía satisfacer y que él podría haber ayudado en vez de estar cuidando de Itachi.

– No, aún me queda una persona. Tenemos que ir a la posada de los Sabaku. – Indicó para escuchar como el hombre a su lado resoplaba con brusquedad y cansancio.

– ¿Por qué no lo hiciste cuando estábamos allí?. – Inquirió con fastidio Minato.

– No estaba pero puede que ahora si se encuentre. – Respondió el doncel sin percatarse del tono que había utilizado su compañero.

Sin más que hablar, ambos caminaron hasta los negocios de los Sabaku.

– Te esperaré aquí como este mediodía y apresúrate. – Prácticamente ordenó Minato al joven, pues estaba cansado de haber estado dando vueltas por los alrededores de los negocios de los Sabaku.

– Sí. – Contestó antes de ingresar a la posada para encontrarse en la pequeña recepción a Gaara.

– ¡Buena noche!. – Saludó el muchacho detrás de la barra que separaba la habitación.

– ¡Buena noche!, he venido para ver a mi hermano. – Anunció el recién llegado al mismo tiempo que miraba en toda la estancia para ver si en aquella habitación se encontraba la persona que buscaba.

– Sasuke se encuentra en la cocina p…

– Gracias. – Interrumpió para dirigirse al lugar en que se encontraba Sasuke.

Sin embargo, cuando llegó a la cocina de la taberna, allí solo estaba Kankuro frente al fuego preparando deliciosos guisos y cuando iba a saludar para saber de Sasuke escuchó como alguien lo llamaba desde la pequeña puerta que daba al callejón.

– ¡Itachi!. – Exclamó Sasuke que entraba junto a una famélica Temari.

–¡Oh!. ¡Buena noche, Itachi!. – Saludó la mujer para acercarse corriendo al doncel. – Mañana es mi matrimonio con Baki y por fin seré su esposa. ¡Estoy tan contenta!. – Terminó de anunciar Temari.

– ¡Buena noche, Itachi! No me había percatado de tu llegada. – Habló Kankuro a la par de su hermana.

– ¡Buena noche!. ¡Felicidades, Temari!. Me agradaría hablar más con vosotros pero ya es de noche y no puedo permanecer mucho más tiempo aquí. – Respondió Itachi con amabilidad antes de acercarse a su hermano que mostraba frustración en su rostro y a lo que no le dio importancia. – Ven hermanito, que debo contarte algo. – Le susurró al oído de Sasuke para que nadie más lo pudiese escuchar antes de meterse en el almacén para poder tener privacidad.

– ¿Qué quieres contarme?. – Preguntó Sasuke una vez dentro de la despensa.

– Sasuke, he venido a despedirme. – Declaró Itachi con una sonrisa que mezclaba la felicidad con la tristeza.

– ¿A qué te refieres?. – Inquirió.

– A lo que puede significar esas palabras, me voy Sasuke pero te prometo que en cuanto pueda vendré y si me es posible, te escribiré. – Afirmó con convicción.

– No puedo entenderte, hermano ¿cómo puedes decir esas palabras cuando tú mismo eres consciente de que no existe otro lugar al que ir?.

– No, Sasuke. Es muy complicado para poderte explicar en estos momentos y no dispongo de tiempo suficiente, pues ahora mismo me iré y mi alma y mi corazón me dice que debo hacerlo, que hago lo correcto. – Itachi se abrazó a Sasuke que había comenzado a derramar lágrimas al igual que él. – Te quiero hermano. ¡Adiós!. – Terminó declarando antes de deshacer el abrazo.

– Pero… ¿por qué?. Solo estás tú conmigo y ahora… ahora, no tendré a nadie. – Argumentó al entender la seriedad con la que hablaba su hermano y el temor a volver sentirse solo.

– No estás solo Sasuke, es cierto que me iré pero no estás solo porque aquí tienes un montón de personas que te aprecian mucho y se preocupan por ti. – Contestó a su hermano.

– No es lo mismo, Itachi. – Protestó Sasuke limpiándose las lágrimas de su cara.

– Estarás bien y yo también. – Se despidió y secó su rostro antes de salir de aquel almacén para ir a encontrarse con Kurama para partir con él.

Sasuke escuchó los pasos de su gemelo al marcharse y también, pudo oír como se despedía de los hijos del matrimonio Sabaku pero él no salió del almacén.

En ese momento a Sasuke no le importó el que algún roedor apareciese frente a él, tampoco le interesaba los Sabaku o si tenía que ayudarles o hacer alguna de las labores que le habían impuesto para poder recibir un plato de comida porque necesitaba aquella soledad para desahogar la tristeza que le provocaba el no saber cuándo volvería a ver a su hermano gemelo a partir de ese día.

Cuando se sintió mejor decidió abandonar la despensa y anunciarle a Kankuro que esa noche no tenía apetito aunque le mintió excusándose en que estaba muy agotado ya que la noche anterior no había podido dormir bien. Esa noche Sasuke durmió abrazado a la almohada, testigo de las múltiples veces que se despertó a causa de las pesadillas en las que terminaba solo en la más absoluta oscuridad.

La mañana llegó con el ajetreo de la familia Sabaku debido al matrimonio de su única hija, ese día los negocios familiares estaban cerrados y los huéspedes de la posada habían sido avisados aunque Sasuke se quedaría en recepción, pues el tiempo había hecho que los dueños le dieran una nueva oportunidad para que fuese aprendiendo con calma los quehaceres y pudiera ayudarles en sus negocios.

Sin embargo, esa mañana Sasuke mostraba en su rostro una enormes ojeras que anunciaban su mala noche y observó como todos los familiares abandonaron el lugar ruidosamente para después quedar el silencio aunque las voces y sonidos del exterior eran un rumor demasiado lejano para el doncel que ante la soledad recordaba la despedida de Itachi y que ese día, Naruto no podría ir a verlo porque así, lo había estimado los señores Sabaku.




Aclaración de  los términos:

* Los diamantes en bruto no tienen la forma características que observamos en las tiendas de joyas y parecen más una roca que un cristal. Por ello, hay que ser muy cuidadosos para poder saber por dónde se debe de cortar ya que cada diamante es único con su forma y tamaño distintivo. Hoy en día existen máquinas que pueden diferenciar los diamantes de las rocas y encontrar rápidamente los puntos por donde hay que cortarlos pero eso no quiere decir que no deban de haber verdaderos maestros para comprobar que el diamante esté siendo bien manipulado para obtener el producto final.


* Lo que le ocurrió a Sai en ese pequeño párrafo es que se desmayó a causa de que en poco tiempo ha pasado por muchas emisiones diferentes y la forma en que he descrito en cómo llegó hasta la cama es que su cuerpo era movido por la adrenalina de tener tantas emociones y el subconsciente siendo una especie de sonambulismo despierto o automatismo inconsciente.

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