- Resoluciones.-
Sai no
había podido dormir en toda la noche pensando en la propuesta que le había
hecho Gaara el día anterior y una parte de él, le decía que estaba siendo
egoísta con el aprendiz de herrero. Fue por ello, que esa mañana cuando se
había encontrado con el muchacho para acompañarlo hasta el taller de orfebrería
no había hablado más que lo justo para responder a alguna pregunta intrascendente
que Gaara le había hecho sin poder dejar de pensar en si debía o no aceptar la
propuesta de su pretendiente porque Sai era consciente de que quería estar
junto a Gaara todos los días de su vida pero le aterraba que el muchacho lo
dejase a causa de los prejuicios que pudiese tener su familia con respecto a él.
Yamato
había escuchado a su alumno suspirar con apatía todo el tiempo y si no fuese
bastante, había arruinado algunas joyas al grabarle nombres que no pertenecían
o incrustando de rubíes en los anillos que debían ser de diamantes o viceversa.
Estos hechos preocuparon al artesano porque el doncel no cometía esos errores
que normalmente realizaba un principiante que no era capaz de diferenciar una
esmeralda de un zafiro o el oro blanco de la plata pero Sai tenía años
aprendiendo el oficio de orfebre como para no cometer esos fallos tan graves.
Yamato
dejó el pequeño cincel con el que estaba dándole forma al diamante, que a
primera vista de cualquier persona solo parecía un gran trozo de roca* sin nada
especial, para acercarse a Sai y apoyar su mano izquierda en el hombro derecho
del doncel que se asustó al no advertir a su maestro acercarse a él.
– ¿Te
encuentras bien, hijo?. – Preguntó con aquel apelativo cariñoso que solo
utilizaba cuando estaba preocupado por Sai.
– ¿A
qué se refiere?. – Respondió con otra pregunta al artesano mientras no dejaba de apretar con sus manos el palo de
la escoba con fuerza ante la incomodidad que repentinamente sitió ante el tono
utilizado por su maestro hacia él.
– A ti, Sai. ¿Es qué acaso
ese muchacho no te está tratando adecuadamente? ¿te ha obligado a hacer algo
que no deseas? O… ¿ha intentado deshonrarte?. – Inquirió para saber si el
estado de Sai se debía al mozo que lo cortejaba.
– No,
Gaara es muy amable y educado conmigo. – Se apresuró a contestar.
– ¿Y
qué es lo que te está distrayendo de tu trabajo?. – Inquirió Yamato con
curiosidad.
Sai
hizo una mueca con su boca, indicando que estaba pensado si contarle a Yamato
lo que Gaara le había pedido el día anterior y su inseguridad, con respecto, a
conocer a la familia de su amado a causa de que él era un doncel que oficiaba
un trabajo de hombre.
–
Gaara… Gaara me ha pedido que formalicemos nuestro cortejo ante sus padres… –
Antes de terminar de confesarlo todo, Sai fue interrumpido por su maestro.
– Es
lo que deseabas ¿no es así?. Todas las damas y damiseles soñáis con ello porque
eso os llevará al compromiso y finalmente, al matrimonio. – Se anticipó a decir
Yamato sin entender cuál era el problema que tenía a Sai tan absorto. – ¿Cuándo
te llevará ante su familia? ¿Y cuándo vendrá hasta este taller para contarme de
sus intenciones de compromiso ese muchacho?. – Inquirió con emoción porque no
podía sentirse de otra manera al conocer los propósitos que tenía para Sai el
pelirrojo porque después de todo, el aprendiz de herrero no solo se sentía
atraído por su alumno sino que también había despertado sentimientos más
profundos hacia Sai.
– Yo
le he dicho que no estoy preparado para conocer a su familia. – Murmuró Sai con
timidez pero que fue lo suficientemente audible para que el rostro del artesano
cambiase por uno de confusión.
– ¿No
estás dispuesto? Pero Sai, esto es lo mejor que te puede pasar con ese joven y
lo adecuado. – Sugirió mientras ponía sus dos manos sobre los hombros del
doncel y presionaba un poco para darle más credibilidad a sus palabras. – Pensé
que el muchacho era de tu agrado y con todos los días que… – Yamato se detuvo y
suspiró mientras cerraba con fuerza los ojos y dejaba caer sus manos de los
hombros de Sai porque podría ser que aunque el joven comenzara a sentir algo
más que atracción, Sai no sintiese lo mismo por Gaara, a pesar de que había
creído que los ojos de su alumno brillaban diferente cada vez que pronunciaba el
nombre del pelirrojo. – Quiero lo mejor para ti y no voy a obligarte a que
aceptes a ese hombre si no es de tu agrado porque como bien sabes, le prometí a
tus padres que haría todo lo posible para que crecieras como un doncel decente
para que fueses digno de un buen hombre sin que ninguno de esos infelices que
habitan este mundo te llegase a tocar con sus sucias manos pero si no estás en
condiciones para estar con Gaara, será mejor que este cortejo termine aquí. Si
ese… Gaara no ha despertado tus sentimientos no puedo permitir que siga
viéndote. – Declaró Yamato con seriedad y lástima porque bien conocía los
prejuicios morales de la sociedad y él había permitido cierta independencia a
Sai. Además, de dejar que el doncel fuese cortejado con libertad pero ahora,
sería mucho más difícil él que algún otro hombre mostrara interés en él,
especialmente, si estuviese enterado de que su alumno ya había sido pretendido,
provocaría el alejamiento o desinterés siendo que al doncel se le dificultase
el encontrar un marido.
Ante
las palabras de su maestro Sai se quedó petrificado, sabía que el cortejo era
el principio para que el amor comenzase a nacer entre ellos pero él estaba
enamorado de Gaara desde hacía mucho tiempo, precisamente desde que era un niño
y ahora, cuando su más profundo deseo se estaba cumpliendo, ocurría eso, iba a
tener que olvidarse de él una opción que había estimado tiempo atrás pero no en
esos momentos en que el aprendiz de herrero se había interesado en él. En que
ambos estaban en pleno cortejo para conocerse, para pasar al compromiso.
Las
lágrimas acudieron a sus ojos y en un arrebato de temor e imprudencia, Sai se
abalanzó a su profesor para agarrar con fuerza la tela del chaleco marrón que
vestía sobre su camisa amarilla de lana y suscitando que el maestro orfebre se
detuviese.
–
¡No!. No puede hacer eso. Yo no quiero que Gaara deje de cortejarme tan solo
porque no me sienta en condiciones de conocer a su familia. – Pidió con las
lágrimas retenidas en sus ojos oscuros y la voz compungida para no sollozar el
dolor que le había causado las palabras de su maestro ante la posibilidad de
tener que separarse de Gaara por su culpa. – Lo que ocurre es qué no estoy
seguro de cómo he de comportarme ante la familia de Gaara. Mi alma se acobarda
al imaginar que me observaran con su buen juicio para poder ser aprobado y
siendo yo un doncel que oficia un trabajo que no es ni el de criado, ni el de
cocinero sino el de orfebre puedo presentir el rechazo en cuanto se enteren que
yo… yo desempeñó un trabajo de varón y no uno hecho para un doncel. Temo, que
Gaara se aleje de mí, si es que a sus padres no les agrado. – Confesó con un
intenso sonrojo para que el artesano pudiese comprenderlo. – No puede denegar
que Gaara continúe pretendiéndome a causa de mi cobardía porque yo… yo… – No
consiguió acabar al sentir como su sollozo ahogaba sus palabras.
– Sai.
– Llamó a su aprendiz para que soltara su ropa y poder abrazarlo paternalmente
como había hecho desde que Sai había quedado a su cargo, desde que su amigo y
su esposa murieron dejando a un niño pequeño a su cuidado. – Eres joven y el
temor estará junto a ti en muchas ocasiones de la vida pero no puedes dejar que
tus miedos engendren tu sufrimiento. Si ese muchacho a decidido que ya es hora
de que conozcas a sus padres y hermanos es porque desea que tú comiences a
formar parte de su familia pero si esas personas no te aceptan tal y cómo eres,
ese muchacho deberá responder hacia ti y si no es un hombre capaz de continuar
a tu lado después de que te lleve a su casa, es que ese mozo no te merece. No
necesitas a un hombre débil sino a uno fuerte que sea capaz de protegerte, de
ser tu escudo en el que resguardarte de los designios que nos ha preparado Dios.
– Yamato hizo una pausa para deshacer el abrazo y tan solo dejar sus manos
apoyadas sobre los hombros de Sai. – Entiende, el tiempo de cortejo pronto
terminará porque debido a como he dejado que se produzca no puedo daros más
tiempo y si ese muchacho no se apresura, no podrás volver a verlo pero tú
también deberás ser valiente y afrontar las adversidades del destino por muy
inseguro que estés ante un lugar o personas tienes que continuar. Tienes que ser
fuerte porque este mundo no está creado para cobardes ni débiles y sé que no
eres uno de ellos, Sai. – Terminó al mismo tiempo que golpeaba con suavidad los
hombros de Sai levemente antes de encaminarse hacia la mesa en la que había
estado trabajando y poder continuar con lo que estaba haciendo.
Sai
agradeció aquella pequeña charla en la que su maestro lo había aconsejado, en
la que había sentido el apoyo de Yamato hacia él pero no podía dejar de
sentirse aterrado con el hecho de ir a conocer a los Sabaku personalmente y
escuchar sus palabras de aprobación o de reprobación.
Cuando
Gaara se acercó al taller de orfebrería al ocaso para acompañar a Sai hasta la
casa de este último y después de despedirse respetuosamente de Yamato, hombre y
doncel emprendieron camino por las calles de la ciudad.
Como
solía ocurrirle a ambos enamorados, el camino se hizo corto y tan solo hablaron
de trivialidades donde complementaron su información sobre los gustos del
contrario y disfrutaron de la agradable compañía de su compañero.
–
Mañana, no podré venir porque es el casamiento de mi hermana y no puedo faltar
aunque me hubiese gustado el que me acompañaras. – Explicó el aprendiz de
herrero acariciando la pálida mejilla teñida de rosa. – Voy a extrañarte, Sai.
– Y Gaara besó con amor la mejilla contraria del doncel para despedirse.
–
Gaara, antes de que te marches deja que te hable. – Pidió Sai cuando despertó
de su candorosa burbuja al no sentir el contacto de Gaara en su piel.
– ¿De
qué se trata?. – Preguntó con curiosidad.
– Yo…
yo acepto tu propuesta. – Dijo en un hilito de voz y nerviosismo.
– ¿A
qué te refieres?. – Preguntó confundido Gaara ante lo dicho por Sai.
– Hace
poco me pediste en que formalizáramos nuestra relación aún más y yo… acepto. –
Terminó repitiendo con el rostro colorado y en voz baja pero lo suficientemente
audible para el aprendiz de herrero. – No sería adecuado que continuaras
viéndome si tus padres no me conocen ni saben de mí.
El
muchacho sonrió y se acercó al doncel para besarlo con ternura en los labios.
–
Tranquilo, verás que todo saldrá bien y mis padres te agradarán, al igual que
tú a ellos. – Le susurró en cuanto cortó el beso. – Yo me ocuparé de todo. –
Añadió antes de darle otro casto beso a Sai y marchar hacia su casa.
Sai
permaneció frente a la puerta de su casa hasta que Gaara desapareció de su
vista y cuando entró en su morada se encontró con un hombre de enigmática
mirada azul sentado en la mesa pero antes de que pudiese gritar o preguntar
algo, la voz de Itachi sonó desde la escalera.
Itachi
iba vestido con ropas nuevas y sostenía entre sus manos un pequeño paquete
envuelto en papel marrón y atado con cordel negro.
– Por
fin has llegado, Sai. – Habló Itachi acercándose a la mesa ante la mirada del
dueño de aquella casa. – Toma esto, es para ti por todas las molestias que te he
causado, son dulces de almendras. – Reveló lo que contenía el paquete que tenía
en sus manos y en ese instante dejaba sobre la vieja mesa ante la confundida
mirada de Sai
–
Gracias. – Respondió de manera automática en un intento de adivinar lo que
estaba ocurriendo allí pero su cuerpo no se movió del lugar en el que se
encontraba ni su boca articulaba ninguna de las tantas preguntas que estaban
rondado en su cabeza como una bandada de pájaros inquietos al percatarse de que
un cazador estaba cerca.
–
¡Sai!. – Exclamó Itachi antes de abrazar al otro doncel con fuerza. – Te agradezco
todo lo que has hecho por mí pero ya es hora de marcharme de aquí. No te
preocupes por nada, yo hablaré con Sasuke. – Dijo Itachi antes de correr hasta
donde se encontraba aquel hombre que se levantó para marcharse de allí y al que
Itachi se abrazó a uno de sus brazos con descaro. – ¡Adiós, Sai!. – Se despidió
antes de salir junto al extraño hombre y dejar a un patidifuso y paralizado Sai
que no había terminado de asimilar lo que había ocurrido en el interior de su
morada.
El
doncel comenzó a moverse después de un rato y sus pies lo llevaron hasta la
escalera que subió, aún sin entender lo que a escasos minutos había ocurrido
pero de lo que estaba seguro era de que Itachi había decidido marcharse de su
hogar junto a un desconocido.
Los
pies de Sai continuaron andando hasta llegar a la cama donde descubrió la llave
de hierro que le había dado a Itachi para que pudiese entrar pero al parecer,
ahora no iba a serle necesaria y el cuerpo de Sai se derrumbó sobre el duro
colchón del mueble y su mente se quedó vacía de golpe.*
Itachi
no cabía de felicidad desde que Kurama había vuelto a entrar a la alcoba
perteneciente a la posada de los Sabaku para pedirle que se fuese a vivir junto
a él y su amigo en el nuevo lugar en el que iba a residir. Esa proposición, tan
indecente como precipitada, no pudo rechazarla, Itachi solo era preso de sus
sentimientos y haciendo caso a estos había aceptado sin siquiera preguntarse a
que se debía esa petición o en los problemas que podría causarle al ser él un
doncel casadero y sin pretendiente que comenzase a cortejarlo o prometido que
lo protegiese, el marchar detrás de un hombre al que no conocía pero del cual,
estaba enamorado era solo una prueba de su ingenuidad y de la falta de
advertencia.
Después
de que Itachi aceptara, sin apenas esfuerzo por parte de Minato, para que se
fuera junto a él y Fugaku, le había dicho que se tendría que despedir de todos
sus conocidos y familiares para que estos no se preocupasen de su ausencia y,
también, evitar el que tanto Minato como Fugaku fuesen descubiertos en esa
ciudad sorpresivamente.
Minato
había comprado ropas nuevas para Itachi y las cuales, les entregó provocando
que el doncel se contentara para ponérselas de inmediato y posteriormente,
hacerle beber una infusión de hierbas.
Minato
volvió a cubrir a Itachi con su capa antes de abandonar el edificio en su
compañía mientras que Fugaku se encargaba de devolver las llaves a los posaderos
para dirigirse al lugar que Minato había encontrado para permanecer.
Itachi,
aún adolorido pero en mejor condición después de haber descansado, volvió a
entrar a la posada para hablar con su hermano y despedirse aunque no consiguió
encontrarle. De esa manera había ido a la casa de Tsunade siendo acompañado por
Kurama ya que este le indicó que debía dejar el trabajo y aunque a la dueña de
la casa no le agradó su decisión, no dijo nada al respecto.
Finalmente,
Kurama lo acompañó hasta la casa de Sai para que se despidiese de este pero
antes le pidió a Kurama el hacer una parada donde compró unos dulces para
agradecer a Sai su hospitalidad y ahora se encontraba ahí, caminando por las
calles de La Hoja junto al hombre que amaba.
– ¿Ya
te has despedido de todos?. – Preguntó Minato con incomodidad, pues ese día
hubiese sido perfecto para conocer a alguna viuda o aun doncel al que su esposo
no conseguía satisfacer y que él podría haber ayudado en vez de estar cuidando
de Itachi.
– No,
aún me queda una persona. Tenemos que ir a la posada de los Sabaku. – Indicó
para escuchar como el hombre a su lado resoplaba con brusquedad y cansancio.
– ¿Por
qué no lo hiciste cuando estábamos allí?. – Inquirió con fastidio Minato.
– No
estaba pero puede que ahora si se encuentre. – Respondió el doncel sin
percatarse del tono que había utilizado su compañero.
Sin
más que hablar, ambos caminaron hasta los negocios de los Sabaku.
– Te
esperaré aquí como este mediodía y apresúrate. – Prácticamente ordenó Minato al
joven, pues estaba cansado de haber estado dando vueltas por los alrededores de
los negocios de los Sabaku.
– Sí.
– Contestó antes de ingresar a la posada para encontrarse en la pequeña
recepción a Gaara.
–
¡Buena noche!. – Saludó el muchacho detrás de la barra que separaba la
habitación.
–
¡Buena noche!, he venido para ver a mi hermano. – Anunció el recién llegado al
mismo tiempo que miraba en toda la estancia para ver si en aquella habitación
se encontraba la persona que buscaba.
–
Sasuke se encuentra en la cocina p…
– Gracias.
– Interrumpió para dirigirse al lugar en que se encontraba Sasuke.
Sin
embargo, cuando llegó a la cocina de la taberna, allí solo estaba Kankuro
frente al fuego preparando deliciosos guisos y cuando iba a saludar para saber
de Sasuke escuchó como alguien lo llamaba desde la pequeña puerta que daba al
callejón.
–
¡Itachi!. – Exclamó Sasuke que entraba junto a una famélica Temari.
–¡Oh!.
¡Buena noche, Itachi!. – Saludó la mujer para acercarse corriendo al doncel. –
Mañana es mi matrimonio con Baki y por fin seré su esposa. ¡Estoy tan
contenta!. – Terminó de anunciar Temari.
–
¡Buena noche, Itachi! No me había percatado de tu llegada. – Habló Kankuro a la
par de su hermana.
–
¡Buena noche!. ¡Felicidades, Temari!. Me agradaría hablar más con vosotros pero
ya es de noche y no puedo permanecer mucho más tiempo aquí. – Respondió Itachi
con amabilidad antes de acercarse a su hermano que mostraba frustración en su
rostro y a lo que no le dio importancia. – Ven hermanito, que debo contarte
algo. – Le susurró al oído de Sasuke para que nadie más lo pudiese escuchar
antes de meterse en el almacén para poder tener privacidad.
– ¿Qué
quieres contarme?. – Preguntó Sasuke una vez dentro de la despensa.
–
Sasuke, he venido a despedirme. – Declaró Itachi con una sonrisa que mezclaba
la felicidad con la tristeza.
– ¿A
qué te refieres?. – Inquirió.
– A lo
que puede significar esas palabras, me voy Sasuke pero te prometo que en cuanto
pueda vendré y si me es posible, te escribiré. – Afirmó con convicción.
– No
puedo entenderte, hermano ¿cómo puedes decir esas palabras cuando tú mismo eres
consciente de que no existe otro lugar al que ir?.
– No,
Sasuke. Es muy complicado para poderte explicar en estos momentos y no dispongo
de tiempo suficiente, pues ahora mismo me iré y mi alma y mi corazón me dice
que debo hacerlo, que hago lo correcto. – Itachi se abrazó a Sasuke que había
comenzado a derramar lágrimas al igual que él. – Te quiero hermano. ¡Adiós!. –
Terminó declarando antes de deshacer el abrazo.
–
Pero… ¿por qué?. Solo estás tú conmigo y ahora… ahora, no tendré a nadie. –
Argumentó al entender la seriedad con la que hablaba su hermano y el temor a
volver sentirse solo.
– No
estás solo Sasuke, es cierto que me iré pero no estás solo porque aquí tienes
un montón de personas que te aprecian mucho y se preocupan por ti. – Contestó a
su hermano.
– No
es lo mismo, Itachi. – Protestó Sasuke limpiándose las lágrimas de su cara.
–
Estarás bien y yo también. – Se despidió y secó su rostro antes de salir de
aquel almacén para ir a encontrarse con Kurama para partir con él.
Sasuke
escuchó los pasos de su gemelo al marcharse y también, pudo oír como se
despedía de los hijos del matrimonio Sabaku pero él no salió del almacén.
En ese
momento a Sasuke no le importó el que algún roedor apareciese frente a él,
tampoco le interesaba los Sabaku o si tenía que ayudarles o hacer alguna de las
labores que le habían impuesto para poder recibir un plato de comida porque
necesitaba aquella soledad para desahogar la tristeza que le provocaba el no
saber cuándo volvería a ver a su hermano gemelo a partir de ese día.
Cuando
se sintió mejor decidió abandonar la despensa y anunciarle a Kankuro que esa
noche no tenía apetito aunque le mintió excusándose en que estaba muy agotado
ya que la noche anterior no había podido dormir bien. Esa noche Sasuke durmió
abrazado a la almohada, testigo de las múltiples veces que se despertó a causa
de las pesadillas en las que terminaba solo en la más absoluta oscuridad.
La
mañana llegó con el ajetreo de la familia Sabaku debido al matrimonio de su
única hija, ese día los negocios familiares estaban cerrados y los huéspedes de
la posada habían sido avisados aunque Sasuke se quedaría en recepción, pues el
tiempo había hecho que los dueños le dieran una nueva oportunidad para que
fuese aprendiendo con calma los quehaceres y pudiera ayudarles en sus negocios.
Sin
embargo, esa mañana Sasuke mostraba en su rostro una enormes ojeras que
anunciaban su mala noche y observó como todos los familiares abandonaron el
lugar ruidosamente para después quedar el silencio aunque las voces y sonidos
del exterior eran un rumor demasiado lejano para el doncel que ante la soledad
recordaba la despedida de Itachi y que ese día, Naruto no podría ir a verlo
porque así, lo había estimado los señores Sabaku.
Aclaración de los términos:
* Los
diamantes en bruto no tienen la forma características que observamos en las
tiendas de joyas y parecen más una roca que un cristal. Por ello, hay que ser
muy cuidadosos para poder saber por dónde se debe de cortar ya que cada
diamante es único con su forma y tamaño distintivo. Hoy en día existen máquinas
que pueden diferenciar los diamantes de las rocas y encontrar rápidamente los
puntos por donde hay que cortarlos pero eso no quiere decir que no deban de
haber verdaderos maestros para comprobar que el diamante esté siendo bien
manipulado para obtener el producto final.
* Lo que le ocurrió a Sai en ese
pequeño párrafo es que se desmayó a causa de que en poco tiempo ha pasado por
muchas emisiones diferentes y la forma en que he descrito en cómo llegó hasta
la cama es que su cuerpo era movido por la adrenalina de tener tantas emociones
y el subconsciente siendo una especie de sonambulismo despierto o automatismo
inconsciente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario