-Martirio.-
Los primeros rayos del sol que
anunciaba la mañana se filtraron por el montón de verdes hojas del olmo hasta
chocar contra el rostro de los jóvenes que dormían abrazados para amilanar el
frío de la noche.
El primero en abrir los ojos fue Sasuke
y lo primero que vio fue el verdor fusionándose con el marrón y el azul.
Un poco confundido, el doncel parpadeó
y frotó con las manos la cara. Entonces, se dio cuenta que estaba mirando las
ramas repletas de verdes hojas del árbol bajo el que se había a guarecido y el
poco azul del cielo que el frondoso árbol dejaba ver entre sus hojas.
Sasuke se sintió muy perturbado de
despertar en un lugar tan inusual para él, he iba levantarse en ese instante
pero se percató de que había alguien a su lado que estaba comenzando a
despertar, así que dirigió su mirada hacia esa persona y la reconoció al
instantes, junto a él estaba su hermano
gemelo, Itachi.
Sin darle más importancia a su hermano,
Sasuke se puso en pie y caminó pocos pasos antes de mirar con asombro lo que
había en frente a ellos para comenzar a derramar amargas lágrimas procedentes
de su contraído corazón, ya que todos los recuerdos de la noche lo golpearon con dureza.
Itachi también se levantó, se acercó a
su gemelo hasta estar a su lado donde observó lo mismo que Sasuke estaba
mirando y él tampoco pudo soportar con estoicismo aquello que presenciaba sus
ojos.
Su hogar, el hermoso palacio
perteneciente a la noble familia del marquesado de Sharingan de la que eran
miembros, ahora se trataba de unas ruinas teñidas de negros donde aún se
apreciaban las chimeneas de humo oscuro que se elevaban como la trágica señal
de lo acontecido en la noche.
Permanecieron un buen rato cerca del
viejo olmo antes de comenzar a caminar y descender la ladera hacia lo que fue
su casa.
Llegaron al derrumbado arco de piedra,
donde estaba la entrada al palacio de su familia y caminaron por el adoquinado
sendero cubierto de ceniza en completo silencio pero sin dejar de derramar
lágrimas de amargura.
Los gemelos permanecían con la vista al
frente, sin observar como el bello jardín que rodeaba el camino, ahora tan solo
era un espacio negro y humeante en aquellas zonas en las que las ascuas aun
seguían encendidas.
Cuando Itachi y Sasuke estuvieron
frente a la pequeña escalera de entrada al palacio, se detuvieron y como sucede
en los sueños, se despertaron con tanta brusquedad que no pudieron evitar
exteriorizar el dolor y por eso, sus bocas se abrieron soltando un aullido mezclado
con el lamento que quemaba sus almas porque allí, no había nada. Toda su vida,
todo sus recuerdos, todo se había espirado en una sola noche.
El edificio era un montón de escombros
siendo muy difícil adivinar que el día anterior todo aquello se tratase de uno
de los palacios más hermosos del reino, el techo se había desplomado y las
paredes que habían permanecido en pie tan solo fueron algunas que quedaron como
erguidos monolitos oscuros indicando que en algún momento fue algo más que los
que se veía ahora.
El fuego había devorado y destruido
todo, ya ni siquiera quedaba rastro del cadáver del guarda con el que se habían
tropezado en la noche, todo había desaparecido y había quedado un silencio
aterrador en el lugar que era roto por el sollozo de los hermanos.
– ¿Por qué...?. – Balbuceó Sasuke. –
¿Por qué ha tenido que suceder esta desgracia?. – Pronunció cada palabra con
tanto dolor e ira que la voz pareció sonar distinta.
Permanecieron un rato más entre los
escombros llorando a su familia, a los empleados y profesores que el fuego se
había encargado de hacer desaparecer. Lloraron hasta que sus ojos estuvieron
hinchados y rojos, hasta que sus voces se convirtieron en un hilito de voz
afónico y entonces, cuando ya su dolor no pudo ser expuesto con palabras fue
cuando el silencio se volvió como una daga que los apuñaló con crueldad en lo
más profundo de su ser.
Tanto Sasuke como Itachi, permanecieron
allí mucho tiempo aunque no eran consciente de cuantas horas pasaron, no se
sentían con ánimos de moverse y mucho menos sabían a dónde dirigirse, tan solo
recordaban lo vivido escasas horas atrás que se le repetía en sus memorias como
pensamiento fugaces de una pesadilla. Ellos parecían ser los únicos
supervivientes de esa tragedia. Sencillamente, los gemelos aún estaban en
estado catatónico y sus embotadas mentes, permanecían encasilladas donde les
torturaba recordando una y otra vez el calor que desprendían las enormes
llamas, el miedo de no poder salir y el haber visto a uno de los guardas de
palacio asesinado.
Los hermanos se quedaron ahí y a penas
se dieron cuenta de que el día había acabado, nuevamente la noche reinaba,
simplemente estaban tan conmocionados con lo sucedido que les era muy
complicado llegar a pensar en otra cosa que no fuese en su dolor.
Otra vez, el sol volvió a aparecer para
mostrar las figuras de los dos chicos en medio de aquellas ruinas negras y de
las cuales ya no había chimeneas de humos, haciendo que el panorama fuera más
desolador que el día anterior.
El estómago de los muchachos ni
siquiera había gruñido por no haber recibido alimento debido al duro shock
psicológico que estaban padeciendo los gemelos.
– Sasuke... – Llamó Itachi en un hilito
de voz al comenzar a despertar de ese estado catatónico. – Deberíamos irnos,
aquí no hay nada ni nadie. – Pronunció despacio mientras abrazaba su gemelo que
aceptó el abrazo también comenzando a asimilar la realidad. – Si madre, padre o
el abuelo estuviesen con vida ya nos habrían encontrado pero... – No se atrevió
a decir aquellas palabras tan sencillas pero a la vez, tan difíciles de
poderlas decir sin sentir como lo herían en su pecho.
– ¿Qué haremos ahora, Itachi?. –
Preguntó limpiando las lágrimas que volvían a salir de sus oscuros ojos. – No
conocemos a nadie de los alrededores que nos pueda ayudar.
– Lo sé pero no es bueno quedarnos
aquí. – Miró otra vez a su alrededor. – Debemos ponernos en contacto con
Kakashi, él sabrá que hacer.
– Kakashi... – Sasuke repitió el nombre
en un susurro.
– Sí, nuestro hermano mayor tomará su
responsabilidad con nosotros y averiguará lo que ha ocurrido. – Afirmó Itachi
con convicción
– Sí, tienes razón. Él sabrá que hay
que hacer. – Dijo mientras asentía con la cabeza. – Y...¿hacia dónde nos
dirigimos para poder comunicarnos con Kakashi?.
– A la ciudad, por supuesto. Allí
debemos conseguir lo necesario para escribirle una carta a Kakashi y pueda
venir a nuestro encuentro. – Contó Itachi mirando con esperanza a su hermano.
Itachi y Sasuke sonrieron un poco
pensando en su hermano mayor con la ilusión de que llegase lo antes posible a
su encuentro y de esta manera, los gemelos abandonaron los restos del palacio.
Los hermanos habían caminado ya varios
metros y tuvieron que apartarse del camino cuando escucharon los cascos de unos
caballos que iban al galope, dirigiéndose a lo que fue el palacio del Marqués
de Sharingan.
Se trataban de un grupo de jinetes que
ni siquiera se inmutaron al pasar a un lado de los gemelos y continuaron su
camino a toda velocidad.
Los hermanos se miraron a los ojos
antes de que en un impulso, incomprensible por parte de ambos, comenzaran a gritar
y correr tras el grupo de jinetes pero estos no le hicieron el menor caso
dejando a Itachi y Sasuke sumergidos en la polvorera levantada por los equinos
al corre y provocando la tos en ambos donceles.
– No nos han hecho caso. – Dijo Itachi
lo evidente.
– Continuemos, puede que tengamos más
suerte la próxima vez que nos encontremos con alguien.
Itachi asintió con la cabeza y
continuaron su camino hacia la ciudad, caminando con sus descalzos pies por el
borde de la carretera de tierra por donde pasaban los carromatos, viajeros y
jinetes que se dirigían hacia la ciudad de La Hoja o la abandonaban e
intentaban detener los carros y a los jinetes que pasaban para que los acercase
a la ciudad cada vez que escuchaban los cascos de un animal acercarse, la conversación
de campesinos o el cantar de las mozas o donceles pero nadie se compadeció de
ellos.
El camino, que normalmente en carro o a
caballo se realizaba en un tiempo de tres horas y media, era el doble a pies
pero para los gemelos fue mucho más tiempos debido a lo poco acostumbrados que
estaba a caminar tanto y sin zapatos que calzaran sus pies. Itachi y Sasuke
llegaron a la ciudad muy entrada la noche.
Lo primero que percibieron al entrar a
las adoquinadas calles fue el inconfundible olor a orines, heces y algo en
descomposición, por lo que rápidamente llevaron sus manos a su rostro en un
intento de mitigar el mal olor pero que pronto retiraron, al cabo de una hora,
al comenzar a acostumbrarse a tan desagradable aroma.
– Itachi, descansemos un poco me duele los
pies de caminar y tengo hambre. – Pidió Sasuke con cansancio, pues sus tiernos
pies no estaban esculpidos para aguantar lo suficiente descalzos y el camino de
tierra que siguieron hasta la ciudad era más blando aún y cuando habían pisado
alguna piedras y ramas que se clavaron como cuchillas en la planta de sus pies
haciéndolos sangrar.
– No, Sasuke debemos buscar papel, tinta, una pluma y un sobre para enviarle una
carta a Kakashi. – Insistió Itachi. – Debemos apresurarnos e informar a nuestro
hermano para que se encuentre con nosotros lo antes posible y pueda asistirnos.
Sasuke suspiró, él deseaba tanto como
su hermano el que Kakashi fuera buscarlo pero también estaba exhausto, sentía
que en cualquier momento sus piernas no podrían sostenerlo más en pie y
terminaría cayendo al sucio suelo con charcos de nauseabunda agua turbia.
Itachi continuó el camino despacio
seguido por su hermano y ambos iban cerca de la pared. en la que se apoyaban
para soportar el caminar con sus adoloridos pies.
La media luna que indicaba que estaba
en su estado creciente, regia el firmamento comenzando a caer en un claro
indició de que su reinado en el cielo estaba terminando y dejaría paso al sol a
esas horas aún los gemelos, gracias a su fuerza de voluntad, se encontraban caminando
por las calles en busca de un lugar donde conseguir lo necesario para
escribirle la carta a su hermano mayor.
Lo único establecimientos que los
gemelos vieron abiertos hasta esa hora, no contenía lo necesario para escribir
una carta, puesto que se trataba de posadas, tabernas y burdeles de donde
personas desconocidas tocaban música, cantaban, bailaban, discutían, reían,
bebían grandes cantidades de alcohol y sin mencionar que hacían gala de actos
pocos honorables sin importarles que hubiese alguien presenciando dicha escena
decorosa.
Itachi y Sasuke intentaban pasar
desapercibido frente a esos lugares o rodearlos si les era posible, haciendo
frente al miedo que le provocaba pasar por callejones oscuros repletos de
basura de donde se escuchaban maullidos de gatos, ladridos de perros y gritos
de ratas que rebuscaban comida en los montones de desechos.
Los pies de ambos donceles habían
terminado sangrando debido al sobreesfuerzo que implicaba el caminar con unos
pies que no estaban acostumbrados a ir sin zapatos pero los gemelos no notaron
las heridas hechas en sus pies, pues a duras penas podían sentir sobre que
pisaban a causa del gran dolor que tenían en sus piernas.
Estaba amaneciendo, cuando Sasuke no
pudo soportar más el sobreesfuerzo exigido a su cuerpo y cayó al suelo con
temblores en las piernas e incapaz de poder levantarse nuevamente en medio de
aquel callejón estrecho y repleto de desperdicios muy poco adecuado para ser
transitado, solo era un camino seguro para que animalejos como las ratas y los
gatos o perros vagabundos pudieran resguardarse con tranquilidad.
– ¡Sasuke!. – Se alarmó Itachi. También,
sintiendo como sus piernas perdían la fuerza para caer estrepitosamente sobre
la basura que allí se amontonaba como un pequeño vertedero improvisado.
– ¡Itachi!. – Gritó Sasuke al ver a su
hermano desplomarse. – No podemos continuar y en este momento no puedo sentir
mis pies solo es dolor. – Confesó con desasosiego.
Itachi intentó en vano ponerse en pie
pero le fue imposible, había exprimido sus propias fuerzas con una voluntad que
no desistía en ningún momento.
– No podemos quedarnos en este lugar
tan nauseabundo, debemos continuar aunque sea arrastrando nuestros cuerpos.
– Deja de decir necedades, debes
admitir que estamos exhaustos y hambrientos. Necesitamos descansar, Itachi.
Itachi comenzó a derramar lágrimas de
impotencia porque sabía que lo dicho por su gemelo era cierto pero su mente no
concebía la opción de quedarse en ese lugar pestilente, donde restos de comida
en descomposición eran el menú de las moscas y los pequeños charcos de agua
turbia estaba infectado por mosquitos.
Los gemelos no pudieron hacer más que
quedarse en aquel lugar, escuchando el ajetreo rutinario de las personas de la
ciudad que aumentaba a medida que avanzaba el día y el que al final, se
hubiesen quedado dormidos en mitad del día sin que ellos mismos pudieran
percatarse de lo cansados que estaban.
Itachi fue el primero en despertar al
sentir como algo tocaba levemente su rostro y antes de poder abrir los ojos,
escucho diferentes sonidos, algo que caía y arrastraba a su paso objetos, un
perro que aullaba a lo lejos, el chapoteo en un charco cercano, risas que
posiblemente provenían de las calles contiguas y cerca de él un respiración
acelerada.
Los ojos de Itachi se abrieron con
temor y sobresalto al descubrir unos enormes ojos brillantes pero se
tranquilizó cuando se percató de que se trataba de un gato pequeño el que lo
estaba olfateando.
El garo maulló antes de acariciar su
cuerpo en la cabeza de Itachi para terminar subiendo a su espalda donde dio una
vuelta sobre sí mismo y comenzar a acicalarse con un ronroneo y haciendo ruido
con cada lametón con el que se limpiaba
antes de acostarse sin importarle que lo que había tomado por colchón se
trataba de una persona.
Itachi gruñó malhumorado por la confianza
de aquel minino e intentó levantarse aunque aún sentía dolor en sus piernas al
moverse le recorrió un hormigueo producido por los conductos de nervios de sus
piernas que a duras penas le respondieron lo suficiente como para sentarse.
El gato que había saltado de Itachi
debido al movimiento desapareció y entonces, el doncel se percató de que
nuevamente había oscurecido y la escasa luz era producida de las ventanas de
los hogares. Él no sabía qué hora era aunque estimaba que había dormido mucho
pero la atención de Itachi fue captada por el rugido de su estómago que le
causó una punzando dolor, la última vez que había probado bocado había sido la
noche del incendio y de eso hacía mucho.
Sasuke comenzó a removerse inquieto
como si luchara por despertar de una pesadilla, por ello, Itachi alargó una de
sus manos hasta la cabeza de su gemelo y comenzó a acariciar el negro pelo para
calmarlo mientras tarareaba una canción de cuna como si su hermano fuese un
bebé. Un acto que Itachi recordaba de su madre.
Las lágrimas afloraron de los ojos
oscuros y resbalaron por la mejilla del doncel dejando un camino brillante
triste hasta que finalmente, el tatareo se convirtió en un sollozo amargo.
Itachi retiró la mano de la cabeza de
Sasuke y se la llevó al pecho para chocar con algo que no había recordado
poseer.
Introdujo la mano dentro de su camisón
para tirar de la cadena, obteniendo un medallón de oro que no dudó en abrir y
allí vio el retrato grabado en el oro de su madre junto a él y su gemelo,
provocando que llorara con intensidad hasta caer nuevamente dormido.
Unas voces despertaron a los gemelos y
abrieron los ojos para distinguir en aquel día soleado las sombras de unas
personas.
– ¡Mira Haku, no están muertos!. –
Exclamó una voz femenina proveniente de una de aquellas personas que fue respondida
por un gruñido por la otra persona. – ¿Os encontráis bien?.
–Sí. – Respondió Sasuke desde el suelo.
Itachi puso una sus manos sobre su
frente utilizándola de visera para darse cuenta de que se trataba de una chica
y un doncel antes de asentir y ver como su hermano se sentaba sobre los desperdicios.
Itachi se movió un poco en un intento
de levantarse pero no lo consiguió, escuchando como todos los huesos de su
espalda crujieron por haber quedado dormido con incomodidad.
– ¡Qué alegría!. – Volvió a gritar la
muchacha. – Llegamos a creer que estabais muertos. ¿Cierto, Haku?.
– Sí. – Respondió el doncel de nombre
Haku. – ¿De dónde habéis sacado esto?. – Preguntó mostrándole a los gemelos el
medallón que tenía en una de sus manos.
Itachi se llevó la mano al pecho en
busca de su joya y fue entonces, cuando se percató de que el medallón que
sostenía aquel doncel era el suyo.
– Es mío, devuélvemelo. – Exigió Itachi
extendiendo una de sus manos.
– Devuelve ese colgante a mi hermano. –
Ordenó Sasuke desde su lugar, al reconocer el medallón y al percatarse de que
él aún poseía el suyo descansando en su pecho bajo sus ropas.
– ¿Por qué? Con el dinero que me den
con esto puedo comer un mes entero, seguro se los has robado a algún burgués o
noble y ese es el motivo de que estéis aquí. – Aseguró el joven con una
maliciosa sonrisa mirando a Itachi.
– No soy un ladrón, ese colgante es
mío. – Afirmó con molestia Itachi.
– ¡Ja! Eso dicen todos, ¿verdad
Sasame?. – Inquirió Haku.
La muchacha miró a su compañero antes
de volver sus ojos hacia Itachi sin responder nada porque ella se había criado
por la ley de las calles y todo era válido para poder sobrevivir.
– No me compares contigo y tus actos deshonestos.
Devuélveme ese colgante. Es mío. – Exigió Itachi.
– Pues cógeme, tonto. – Se burló Haku
antes de tomar la mano de Sasame y salir corriendo tironeando de su compañera
por aquel inmundo callejón.
Con gran esfuerzo los gemelos
consiguieron ponerse en pie, con las pocas fuerzas que poseían, para recuperar
aquella joya que era el único objeto que los unía y recordaba su pasado.
Sin embargo, por mucho que Itachi y
Sasuke intentaron alcanzar a los dos muchachos, le fue imposible debido al
desconocimiento de las calles y sus adoloridos pies.
Itachi sentía como sus lágrimas querían
poseer porque iba a perder el único objeto que le había dado su adorada madre,
cuando por fortuna Haku chocó con un doncel cayendo irremediablemente al suelo
y soltando la joya en sus manos pero que no se detuvo a buscarla y recogerla
sino que se levantó tan rápido como pudo al percatarse que aún era seguido por
los gemelos.
El desconocido doncel con el que había
cocado el ladronzuelo, también se levantó y fue a recoger la escoba con la que
estaba barriendo cuando vio la joya que cogió.
– ¡Ese colgante es mío!. – Gritó Itachi
caminando hacia el desconocido por el simple hecho de que no podía correr más
por aquellas adoquinadas calles seguido de Sasuke que se encontraba en la misma
situación.
El desconocido miró a los gemelos con desconfianza.
– ¿Tuyo?.
– Sí, ese ladrón me lo quitó y lo
perseguía para recuperarlo. – Alegó Itachi la verdad.
– ¿Cómo puedo saber que no estás
mintiendo? es posible que seáis amigo de aquel ratero.
– Esa joya me la regaló mi madre días
atrás. – Contestó Itachi.
El desconocido entrecerró sus ojos
negros y miró críticamente a los gemelos.
– Esta joya cuesta mucho dinero y no
pareces el hijo de un acaudalado comerciante, tampoco de un burgués o un noble.
¿Cómo puedo creer que vuestra madre os regalará tan valiosa alhaja?.
Después de oír esas palabras por
primera vez, los gemelos se percataron de su aspecto desaliñado y sucio debido
al humo y ceniza del incendio. Además, habían dormido en medio de un basurero.
Ambos donceles cayeron, en ese instante, en la realidad que presentaban con su
aspecto tan descuidado, era comprensible que creyeran que eran unos ladrones y
no los hijos de los marqueses de Sharingan.
– Os aseguro que no os miento. –
Insistió Itachi. – Ese colgante me pertenece.
– ¡Mirad!. – Intervino Sasuke sacando
su medallón a luz para que aquel desconocido lo viese en un intento de que
devolviera a si hermano el medallón. – Esta es el mío, es igual al de mi
hermano. – Sasuke abrió su propio medallón para mostrar el grabado. – En el
interior está el grabado de nuestra madre junto a nosotros. – Reveló.
El desconocido se sorprendió por lo
dicho, así que abrió el medallón en sus manos para ver que efectivamente, el
retrato grabado en el oro era de aquellos gemelos junto a una mujer.
El desconocido se acercó a Itachi y le
entregó la joya.
– Gracias. – Agradeció Itachi para
ponerse el medallón de inmediato y ocultarlo bajo su camisón como lo hiso su
hermano.
– Será mejor que los cuidéis bien
porque no toda las personas son buenas y puede ser que la próxima vez, la
fortuna no esté de vuestra parte. – Aconsejó el desconocido.
Los gemelos se disponían a marcharse
pero aquel desconocido los detuvo.
– No sabía que los marqueses de
Sharingan tuvieran más hijos. Creía que el joven Kakashi era el único. –
Comentó un poco sin dejar de mirar a aquellos muchachos y encontrando un gran
parecido con la marquesa. – Entonces, son ciertos los rumores que cuentan, de
que el palacio del marqués de Sharingan se incendió y perecieron todos. Bueno,
con vuestra excepción y la del joven Kakashi. – Dijo en voz alta para después
percatarse del rostro de los gemelos. – Lo siento, perdonadme por recordaros
algo tan atormentado y no reconoceros.
– No te preocupes, es la verdad. –
Habló Sasuke sin quitar la tristeza de su rostro.
– ¡Oh! ¡Lo siento mucho!. – Volvió a
disculparse haciendo una sencilla floritura. – Me llamo Sai, el aprendiz de
orfebre. – Se presentó. – Por favor, si lo deseáis podéis pasar a mi humilde
morada y puedo ofreceros algo de comer, no soy alguien de fortuna. – Invitó con
una sonrisa. – Disculpada también que no os haya reconocido tan rápido, yo
ayudé a mi maestro a crear esos medallones.
– Un placer, Sai. – Dijeron los gemelos
a la vez.
– Mi nombre es Sasuke.
– Mi nombre es Itachi y te agradecemos
tu invitación.
Después de las presentaciones los
gemelos entraron a la casa de Sai, que era muy pequeña pero cálida.
Sai puso sobre la mesa para sus
invitados pan, mantequilla, una pequeña cuña de queso de oveja, una jarra de
barro cocido repleta de agua y vasos de
madera, aquellos alimentos no se trataba de los manjares que los gemelos
estaban acostumbrados a comer pero el hambre que habían intentado ocultar hizo
que para ellos, aquella comida fuese la más deliciosa que hubiesen probado.
Los gemelos le preguntaron a Sai acerca
de esos rumores que circulaban por la ciudad y descubrieron que la mayoría de los
rumores no solo era un aumento a la realidad sino que se había creado varias
historias del por qué se había originado tal desgracia.
– También, escuché que un dragón
apareció en medio de la noche para recuperar su huevo, que el señor marqués
compró pensando que se trataba de una escultura de un famoso escultor, y debido
a ello, el dragón escupió fuego para encontrar a su hijo antes de que rompiese el
cascarón para después abandonar el palacio en llamas dejando que todo se
quemara e impidiendo que la familia del marqués pudiera sobrevivir. – Sai miró
a sus invitados en todo el relato. – Supongo esa es una de las suposiciones
menos acertada de lo ocurrido. – Apuntó sin dejar de mirar a los gemelos que no
habían hablado ni una sola vez en toda su estancia solo dedicándose a comer.
– Gracias por tu ayuda, Sai. – Habló
Itachi antes de que el aprendiz de orfebre preguntara algo que probablemente
ellos no deseaban responder. – Debemos marcharnos.
– Sí, ha sido un placer haberlos podido
atender en mi pobre morada, señoritos. – Sai levantó de su asiento para
realizar una sutil floritura a sus invitados. – Lamento el no poderlos ayudar
más.
– No te disculpes, nos has ayudado lo
suficiente. – Contestó Sasuke. – Y por favor, no es necesario que te dirijas a
nosotros de esa manera, ni tener tantos modales con nosotros, no eres ninguno
de nuestros criados.
– Pero... – Intentó justificarse Sai.
– No, mi hermano tiene razón puedes
llamarnos por nuestros nombres. – Corroboró Itachi para mirar a su hermano un
instante para verlo asentir con la cabeza antes de continuar. – Te has portado
muy bien con nosotros y si no fuera por ti, posiblemente hubiera perdido el
último obsequio de mi madre.
Sai se sonrojó y sonrió antes de volver
a agradecer e indicarles a los gemelos una pequeña tienda donde podían
encontrar lo que buscaban para poderse poner en contacto con su hermano mayor.
Itachi y Sasuke se despidieron de Sai y
se pusieron en marcha aunque no podían caminar tan rápido como deseaban porque
aun sentían el dolor en sus piernas pero gracias a Sai, que les había brindado
algo de comida tenían la suficiente fuerza de seguir.
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