domingo, 28 de mayo de 2017

Repercusiones -5-


-Martirio.-

Los primeros rayos del sol que anunciaba la mañana se filtraron por el montón de verdes hojas del olmo hasta chocar contra el rostro de los jóvenes que dormían abrazados para amilanar el frío de la noche.

El primero en abrir los ojos fue Sasuke y lo primero que vio fue el verdor fusionándose con el marrón y el azul.

Un poco confundido, el doncel parpadeó y frotó con las manos la cara. Entonces, se dio cuenta que estaba mirando las ramas repletas de verdes hojas del árbol bajo el que se había a guarecido y el poco azul del cielo que el frondoso árbol dejaba ver entre sus hojas.

Sasuke se sintió muy perturbado de despertar en un lugar tan inusual para él, he iba levantarse en ese instante pero se percató de que había alguien a su lado que estaba comenzando a despertar, así que dirigió su mirada hacia esa persona y la reconoció al instantes, junto a él  estaba su hermano gemelo, Itachi.

Sin darle más importancia a su hermano, Sasuke se puso en pie y caminó pocos pasos antes de mirar con asombro lo que había en frente a ellos para comenzar a derramar amargas lágrimas procedentes de su contraído corazón, ya que todos los recuerdos de la noche  lo golpearon con dureza.

Itachi también se levantó, se acercó a su gemelo hasta estar a su lado donde observó lo mismo que Sasuke estaba mirando y él tampoco pudo soportar con estoicismo aquello que presenciaba sus ojos.

Su hogar, el hermoso palacio perteneciente a la noble familia del marquesado de Sharingan de la que eran miembros, ahora se trataba de unas ruinas teñidas de negros donde aún se apreciaban las chimeneas de humo oscuro que se elevaban como la trágica señal de lo acontecido en la noche.

Permanecieron un buen rato cerca del viejo olmo antes de comenzar a caminar y descender la ladera hacia lo que fue su casa.

Llegaron al derrumbado arco de piedra, donde estaba la entrada al palacio de su familia y caminaron por el adoquinado sendero cubierto de ceniza en completo silencio pero sin dejar de derramar lágrimas de amargura.

Los gemelos permanecían con la vista al frente, sin observar como el bello jardín que rodeaba el camino, ahora tan solo era un espacio negro y humeante en aquellas zonas en las que las ascuas aun seguían encendidas.

Cuando Itachi y Sasuke estuvieron frente a la pequeña escalera de entrada al palacio, se detuvieron y como sucede en los sueños, se despertaron con tanta brusquedad que no pudieron evitar exteriorizar el dolor y por eso, sus bocas se abrieron soltando un aullido mezclado con el lamento que quemaba sus almas porque allí, no había nada. Toda su vida, todo sus recuerdos, todo se había espirado en una sola noche.

El edificio era un montón de escombros siendo muy difícil adivinar que el día anterior todo aquello se tratase de uno de los palacios más hermosos del reino, el techo se había desplomado y las paredes que habían permanecido en pie tan solo fueron algunas que quedaron como erguidos monolitos oscuros indicando que en algún momento fue algo más que los que se veía ahora.

El fuego había devorado y destruido todo, ya ni siquiera quedaba rastro del cadáver del guarda con el que se habían tropezado en la noche, todo había desaparecido y había quedado un silencio aterrador en el lugar que era roto por el sollozo de los hermanos.

– ¿Por qué...?. – Balbuceó Sasuke. – ¿Por qué ha tenido que suceder esta desgracia?. – Pronunció cada palabra con tanto dolor e ira que la voz pareció sonar distinta.

Permanecieron un rato más entre los escombros llorando a su familia, a los empleados y profesores que el fuego se había encargado de hacer desaparecer. Lloraron hasta que sus ojos estuvieron hinchados y rojos, hasta que sus voces se convirtieron en un hilito de voz afónico y entonces, cuando ya su dolor no pudo ser expuesto con palabras fue cuando el silencio se volvió como una daga que los apuñaló con crueldad en lo más profundo de su ser.

Tanto Sasuke como Itachi, permanecieron allí mucho tiempo aunque no eran consciente de cuantas horas pasaron, no se sentían con ánimos de moverse y mucho menos sabían a dónde dirigirse, tan solo recordaban lo vivido escasas horas atrás que se le repetía en sus memorias como pensamiento fugaces de una pesadilla. Ellos parecían ser los únicos supervivientes de esa tragedia. Sencillamente, los gemelos aún estaban en estado catatónico y sus embotadas mentes, permanecían encasilladas donde les torturaba recordando una y otra vez el calor que desprendían las enormes llamas, el miedo de no poder salir y el haber visto a uno de los guardas de palacio asesinado.

Los hermanos se quedaron ahí y a penas se dieron cuenta de que el día había acabado, nuevamente la noche reinaba, simplemente estaban tan conmocionados con lo sucedido que les era muy complicado llegar a pensar en otra cosa que no fuese en su dolor.

Otra vez, el sol volvió a aparecer para mostrar las figuras de los dos chicos en medio de aquellas ruinas negras y de las cuales ya no había chimeneas de humos, haciendo que el panorama fuera más desolador que el día anterior.

El estómago de los muchachos ni siquiera había gruñido por no haber recibido alimento debido al duro shock psicológico que estaban padeciendo los gemelos.

– Sasuke... – Llamó Itachi en un hilito de voz al comenzar a despertar de ese estado catatónico. – Deberíamos irnos, aquí no hay nada ni nadie. – Pronunció despacio mientras abrazaba su gemelo que aceptó el abrazo también comenzando a asimilar la realidad. – Si madre, padre o el abuelo estuviesen con vida ya nos habrían encontrado pero... – No se atrevió a decir aquellas palabras tan sencillas pero a la vez, tan difíciles de poderlas decir sin sentir como lo herían en su pecho.

– ¿Qué haremos ahora, Itachi?. – Preguntó limpiando las lágrimas que volvían a salir de sus oscuros ojos. – No conocemos a nadie de los alrededores que nos pueda ayudar.

– Lo sé pero no es bueno quedarnos aquí. – Miró otra vez a su alrededor. – Debemos ponernos en contacto con Kakashi, él sabrá que hacer.

– Kakashi... – Sasuke repitió el nombre en un susurro.

– Sí, nuestro hermano mayor tomará su responsabilidad con nosotros y averiguará lo que ha ocurrido. – Afirmó Itachi con convicción

– Sí, tienes razón. Él sabrá que hay que hacer. – Dijo mientras asentía con la cabeza. – Y...¿hacia dónde nos dirigimos para poder comunicarnos con Kakashi?.

– A la ciudad, por supuesto. Allí debemos conseguir lo necesario para escribirle una carta a Kakashi y pueda venir a nuestro encuentro. – Contó Itachi mirando con esperanza a su hermano.

Itachi y Sasuke sonrieron un poco pensando en su hermano mayor con la ilusión de que llegase lo antes posible a su encuentro y de esta manera, los gemelos abandonaron los restos del palacio.

Los hermanos habían caminado ya varios metros y tuvieron que apartarse del camino cuando escucharon los cascos de unos caballos que iban al galope, dirigiéndose a lo que fue el palacio del Marqués de Sharingan.

Se trataban de un grupo de jinetes que ni siquiera se inmutaron al pasar a un lado de los gemelos y continuaron su camino a toda velocidad.

Los hermanos se miraron a los ojos antes de que en un impulso, incomprensible por parte de ambos, comenzaran a gritar y correr tras el grupo de jinetes pero estos no le hicieron el menor caso dejando a Itachi y Sasuke sumergidos en la polvorera levantada por los equinos al corre y provocando la tos en ambos donceles.

– No nos han hecho caso. – Dijo Itachi lo evidente.

– Continuemos, puede que tengamos más suerte la próxima vez que nos encontremos con alguien.

Itachi asintió con la cabeza y continuaron su camino hacia la ciudad, caminando con sus descalzos pies por el borde de la carretera de tierra por donde pasaban los carromatos, viajeros y jinetes que se dirigían hacia la ciudad de La Hoja o la abandonaban e intentaban detener los carros y a los jinetes que pasaban para que los acercase a la ciudad cada vez que escuchaban los cascos de un animal acercarse, la conversación de campesinos o el cantar de las mozas o donceles pero nadie se compadeció de ellos.

El camino, que normalmente en carro o a caballo se realizaba en un tiempo de tres horas y media, era el doble a pies pero para los gemelos fue mucho más tiempos debido a lo poco acostumbrados que estaba a caminar tanto y sin zapatos que calzaran sus pies. Itachi y Sasuke llegaron a la ciudad muy entrada la noche.

Lo primero que percibieron al entrar a las adoquinadas calles fue el inconfundible olor a orines, heces y algo en descomposición, por lo que rápidamente llevaron sus manos a su rostro en un intento de mitigar el mal olor pero que pronto retiraron, al cabo de una hora, al comenzar a acostumbrarse a tan desagradable aroma.

– Itachi, descansemos un poco me duele los pies de caminar y tengo hambre. – Pidió Sasuke con cansancio, pues sus tiernos pies no estaban esculpidos para aguantar lo suficiente descalzos y el camino de tierra que siguieron hasta la ciudad era más blando aún y cuando habían pisado alguna piedras y ramas que se clavaron como cuchillas en la planta de sus pies haciéndolos sangrar.

– No, Sasuke debemos buscar papel,  tinta, una pluma y un sobre para enviarle una carta a Kakashi. – Insistió Itachi. – Debemos apresurarnos e informar a nuestro hermano para que se encuentre con nosotros lo antes posible y pueda asistirnos.

Sasuke suspiró, él deseaba tanto como su hermano el que Kakashi fuera buscarlo pero también estaba exhausto, sentía que en cualquier momento sus piernas no podrían sostenerlo más en pie y terminaría cayendo al sucio suelo con charcos de nauseabunda agua turbia.

Itachi continuó el camino despacio seguido por su hermano y ambos iban cerca de la pared. en la que se apoyaban para soportar el caminar con sus adoloridos pies.

La media luna que indicaba que estaba en su estado creciente, regia el firmamento comenzando a caer en un claro indició de que su reinado en el cielo estaba terminando y dejaría paso al sol a esas horas aún los gemelos, gracias a su fuerza de voluntad, se encontraban caminando por las calles en busca de un lugar donde conseguir lo necesario para escribirle la carta a su hermano mayor.

Lo único establecimientos que los gemelos vieron abiertos hasta esa hora, no contenía lo necesario para escribir una carta, puesto que se trataba de posadas, tabernas y burdeles de donde personas desconocidas tocaban música, cantaban, bailaban, discutían, reían, bebían grandes cantidades de alcohol y sin mencionar que hacían gala de actos pocos honorables sin importarles que hubiese alguien presenciando dicha escena decorosa.

Itachi y Sasuke intentaban pasar desapercibido frente a esos lugares o rodearlos si les era posible, haciendo frente al miedo que le provocaba pasar por callejones oscuros repletos de basura de donde se escuchaban maullidos de gatos, ladridos de perros y gritos de ratas que rebuscaban comida en los montones de desechos.

Los pies de ambos donceles habían terminado sangrando debido al sobreesfuerzo que implicaba el caminar con unos pies que no estaban acostumbrados a ir sin zapatos pero los gemelos no notaron las heridas hechas en sus pies, pues a duras penas podían sentir sobre que pisaban a causa del gran dolor que tenían en sus piernas.

Estaba amaneciendo, cuando Sasuke no pudo soportar más el sobreesfuerzo exigido a su cuerpo y cayó al suelo con temblores en las piernas e incapaz de poder levantarse nuevamente en medio de aquel callejón estrecho y repleto de desperdicios muy poco adecuado para ser transitado, solo era un camino seguro para que animalejos como las ratas y los gatos o perros vagabundos pudieran resguardarse con tranquilidad.

– ¡Sasuke!. – Se alarmó Itachi. También, sintiendo como sus piernas perdían la fuerza para caer estrepitosamente sobre la basura que allí se amontonaba como un pequeño vertedero improvisado.

– ¡Itachi!. – Gritó Sasuke al ver a su hermano desplomarse. – No podemos continuar y en este momento no puedo sentir mis pies solo es dolor. – Confesó con desasosiego.

Itachi intentó en vano ponerse en pie pero le fue imposible, había exprimido sus propias fuerzas con una voluntad que no desistía en ningún momento.

– No podemos quedarnos en este lugar tan nauseabundo, debemos continuar aunque sea arrastrando nuestros cuerpos.

– Deja de decir necedades, debes admitir que estamos exhaustos y hambrientos. Necesitamos descansar, Itachi.

Itachi comenzó a derramar lágrimas de impotencia porque sabía que lo dicho por su gemelo era cierto pero su mente no concebía la opción de quedarse en ese lugar pestilente, donde restos de comida en descomposición eran el menú de las moscas y los pequeños charcos de agua turbia estaba infectado por mosquitos.

Los gemelos no pudieron hacer más que quedarse en aquel lugar, escuchando el ajetreo rutinario de las personas de la ciudad que aumentaba a medida que avanzaba el día y el que al final, se hubiesen quedado dormidos en mitad del día sin que ellos mismos pudieran percatarse de lo cansados que estaban.

Itachi fue el primero en despertar al sentir como algo tocaba levemente su rostro y antes de poder abrir los ojos, escucho diferentes sonidos, algo que caía y arrastraba a su paso objetos, un perro que aullaba a lo lejos, el chapoteo en un charco cercano, risas que posiblemente provenían de las calles contiguas y cerca de él un respiración acelerada.

Los ojos de Itachi se abrieron con temor y sobresalto al descubrir unos enormes ojos brillantes pero se tranquilizó cuando se percató de que se trataba de un gato pequeño el que lo estaba olfateando.

El garo maulló antes de acariciar su cuerpo en la cabeza de Itachi para terminar subiendo a su espalda donde dio una vuelta sobre sí mismo y comenzar a acicalarse con un ronroneo y haciendo ruido con cada lametón  con el que se limpiaba antes de acostarse sin importarle que lo que había tomado por colchón se trataba de una persona.

Itachi gruñó malhumorado por la confianza de aquel minino e intentó levantarse aunque aún sentía dolor en sus piernas al moverse le recorrió un hormigueo producido por los conductos de nervios de sus piernas que a duras penas le respondieron lo suficiente como para sentarse.

El gato que había saltado de Itachi debido al movimiento desapareció y entonces, el doncel se percató de que nuevamente había oscurecido y la escasa luz era producida de las ventanas de los hogares. Él no sabía qué hora era aunque estimaba que había dormido mucho pero la atención de Itachi fue captada por el rugido de su estómago que le causó una punzando dolor, la última vez que había probado bocado había sido la noche del incendio y de eso hacía mucho.

Sasuke comenzó a removerse inquieto como si luchara por despertar de una pesadilla, por ello, Itachi alargó una de sus manos hasta la cabeza de su gemelo y comenzó a acariciar el negro pelo para calmarlo mientras tarareaba una canción de cuna como si su hermano fuese un bebé. Un acto que Itachi recordaba de su madre.

Las lágrimas afloraron de los ojos oscuros y resbalaron por la mejilla del doncel dejando un camino brillante triste hasta que finalmente, el tatareo se convirtió en un sollozo amargo.

Itachi retiró la mano de la cabeza de Sasuke y se la llevó al pecho para chocar con algo que no había recordado poseer.

Introdujo la mano dentro de su camisón para tirar de la cadena, obteniendo un medallón de oro que no dudó en abrir y allí vio el retrato grabado en el oro de su madre junto a él y su gemelo, provocando que llorara con intensidad hasta caer nuevamente dormido.

Unas voces despertaron a los gemelos y abrieron los ojos para distinguir en aquel día soleado las sombras de unas personas.

– ¡Mira Haku, no están muertos!. – Exclamó una voz femenina proveniente de una de aquellas personas que fue respondida por un gruñido por la otra persona. – ¿Os encontráis bien?.

–Sí. – Respondió Sasuke desde el suelo.

Itachi puso una sus manos sobre su frente utilizándola de visera para darse cuenta de que se trataba de una chica y un doncel antes de asentir y ver como su hermano se sentaba sobre los desperdicios.

Itachi se movió un poco en un intento de levantarse pero no lo consiguió, escuchando como todos los huesos de su espalda crujieron por haber quedado dormido con incomodidad.

– ¡Qué alegría!. – Volvió a gritar la muchacha. – Llegamos a creer que estabais muertos. ¿Cierto, Haku?.

– Sí. – Respondió el doncel de nombre Haku. – ¿De dónde habéis sacado esto?. – Preguntó mostrándole a los gemelos el medallón que tenía en una de sus manos.

Itachi se llevó la mano al pecho en busca de su joya y fue entonces, cuando se percató de que el medallón que sostenía aquel doncel era el suyo.

– Es mío, devuélvemelo. – Exigió Itachi extendiendo una de sus manos.

– Devuelve ese colgante a mi hermano. – Ordenó Sasuke desde su lugar, al reconocer el medallón y al percatarse de que él aún poseía el suyo descansando en su pecho bajo sus ropas.

– ¿Por qué? Con el dinero que me den con esto puedo comer un mes entero, seguro se los has robado a algún burgués o noble y ese es el motivo de que estéis aquí. – Aseguró el joven con una maliciosa sonrisa mirando a Itachi.

– No soy un ladrón, ese colgante es mío. – Afirmó con molestia Itachi.

– ¡Ja! Eso dicen todos, ¿verdad Sasame?. – Inquirió Haku.

La muchacha miró a su compañero antes de volver sus ojos hacia Itachi sin responder nada porque ella se había criado por la ley de las calles y todo era válido para poder sobrevivir.

– No me compares contigo y tus actos deshonestos. Devuélveme ese colgante. Es mío. – Exigió Itachi.

– Pues cógeme, tonto. – Se burló Haku antes de tomar la mano de Sasame y salir corriendo tironeando de su compañera por aquel inmundo callejón.

Con gran esfuerzo los gemelos consiguieron ponerse en pie, con las pocas fuerzas que poseían, para recuperar aquella joya que era el único objeto que los unía y recordaba su pasado.

Sin embargo, por mucho que Itachi y Sasuke intentaron alcanzar a los dos muchachos, le fue imposible debido al desconocimiento de las calles y sus adoloridos pies.

Itachi sentía como sus lágrimas querían poseer porque iba a perder el único objeto que le había dado su adorada madre, cuando por fortuna Haku chocó con un doncel cayendo irremediablemente al suelo y soltando la joya en sus manos pero que no se detuvo a buscarla y recogerla sino que se levantó tan rápido como pudo al percatarse que aún era seguido por los gemelos.

El desconocido doncel con el que había cocado el ladronzuelo, también se levantó y fue a recoger la escoba con la que estaba barriendo cuando vio la joya que cogió.

– ¡Ese colgante es mío!. – Gritó Itachi caminando hacia el desconocido por el simple hecho de que no podía correr más por aquellas adoquinadas calles seguido de Sasuke que se encontraba en la misma situación.

El desconocido miró a los gemelos con desconfianza.

– ¿Tuyo?.

– Sí, ese ladrón me lo quitó y lo perseguía para recuperarlo. – Alegó Itachi la verdad.

– ¿Cómo puedo saber que no estás mintiendo? es posible que seáis amigo de aquel ratero.

– Esa joya me la regaló mi madre días atrás. – Contestó Itachi.

El desconocido entrecerró sus ojos negros y miró críticamente a los gemelos.

– Esta joya cuesta mucho dinero y no pareces el hijo de un acaudalado comerciante, tampoco de un burgués o un noble. ¿Cómo puedo creer que vuestra madre os regalará tan valiosa alhaja?.

Después de oír esas palabras por primera vez, los gemelos se percataron de su aspecto desaliñado y sucio debido al humo y ceniza del incendio. Además, habían dormido en medio de un basurero. Ambos donceles cayeron, en ese instante, en la realidad que presentaban con su aspecto tan descuidado, era comprensible que creyeran que eran unos ladrones y no los hijos de los marqueses de Sharingan.

– Os aseguro que no os miento. – Insistió Itachi. – Ese colgante me pertenece.

– ¡Mirad!. – Intervino Sasuke sacando su medallón a luz para que aquel desconocido lo viese en un intento de que devolviera a si hermano el medallón. – Esta es el mío, es igual al de mi hermano. – Sasuke abrió su propio medallón para mostrar el grabado. – En el interior está el grabado de nuestra madre junto a nosotros. – Reveló.

El desconocido se sorprendió por lo dicho, así que abrió el medallón en sus manos para ver que efectivamente, el retrato grabado en el oro era de aquellos gemelos junto a una mujer.

El desconocido se acercó a Itachi y le entregó la joya.

– Gracias. – Agradeció Itachi para ponerse el medallón de inmediato y ocultarlo bajo su camisón como lo hiso su hermano.

– Será mejor que los cuidéis bien porque no toda las personas son buenas y puede ser que la próxima vez, la fortuna no esté de vuestra parte. – Aconsejó el desconocido.

Los gemelos se disponían a marcharse pero aquel desconocido los detuvo.

– No sabía que los marqueses de Sharingan tuvieran más hijos. Creía que el joven Kakashi era el único. – Comentó un poco sin dejar de mirar a aquellos muchachos y encontrando un gran parecido con la marquesa. – Entonces, son ciertos los rumores que cuentan, de que el palacio del marqués de Sharingan se incendió y perecieron todos. Bueno, con vuestra excepción y la del joven Kakashi. – Dijo en voz alta para después percatarse del rostro de los gemelos. – Lo siento, perdonadme por recordaros algo tan atormentado y no reconoceros.

– No te preocupes, es la verdad. – Habló Sasuke sin quitar la tristeza de su rostro.

– ¡Oh! ¡Lo siento mucho!. – Volvió a disculparse haciendo una sencilla floritura. – Me llamo Sai, el aprendiz de orfebre. – Se presentó. – Por favor, si lo deseáis podéis pasar a mi humilde morada y puedo ofreceros algo de comer, no soy alguien de fortuna. – Invitó con una sonrisa. – Disculpada también que no os haya reconocido tan rápido, yo ayudé a mi maestro a crear esos medallones.

– Un placer, Sai. – Dijeron los gemelos a la vez.

– Mi nombre es Sasuke.

– Mi nombre es Itachi y te agradecemos tu invitación.

Después de las presentaciones los gemelos entraron a la casa de Sai, que era muy pequeña pero cálida.

Sai puso sobre la mesa para sus invitados pan, mantequilla, una pequeña cuña de queso de oveja, una jarra de barro cocido repleta de agua  y vasos de madera, aquellos alimentos no se trataba de los manjares que los gemelos estaban acostumbrados a comer pero el hambre que habían intentado ocultar hizo que para ellos, aquella comida fuese la más deliciosa que hubiesen probado.

Los gemelos le preguntaron a Sai acerca de esos rumores que circulaban por la ciudad y descubrieron que la mayoría de los rumores no solo era un aumento a la realidad sino que se había creado varias historias del por qué se había originado tal desgracia.

– También, escuché que un dragón apareció en medio de la noche para recuperar su huevo, que el señor marqués compró pensando que se trataba de una escultura de un famoso escultor, y debido a ello, el dragón escupió fuego para encontrar a su hijo antes de que rompiese el cascarón para después abandonar el palacio en llamas dejando que todo se quemara e impidiendo que la familia del marqués pudiera sobrevivir. – Sai miró a sus invitados en todo el relato. – Supongo esa es una de las suposiciones menos acertada de lo ocurrido. – Apuntó sin dejar de mirar a los gemelos que no habían hablado ni una sola vez en toda su estancia solo dedicándose a comer.

– Gracias por tu ayuda, Sai. – Habló Itachi antes de que el aprendiz de orfebre preguntara algo que probablemente ellos no deseaban responder. – Debemos marcharnos.

– Sí, ha sido un placer haberlos podido atender en mi pobre morada, señoritos. – Sai levantó de su asiento para realizar una sutil floritura a sus invitados. – Lamento el no poderlos ayudar más.

– No te disculpes, nos has ayudado lo suficiente. – Contestó Sasuke. – Y por favor, no es necesario que te dirijas a nosotros de esa manera, ni tener tantos modales con nosotros, no eres ninguno de nuestros criados.

– Pero... – Intentó justificarse Sai.

– No, mi hermano tiene razón puedes llamarnos por nuestros nombres. – Corroboró Itachi para mirar a su hermano un instante para verlo asentir con la cabeza antes de continuar. – Te has portado muy bien con nosotros y si no fuera por ti, posiblemente hubiera perdido el último obsequio de mi madre.

Sai se sonrojó y sonrió antes de volver a agradecer e indicarles a los gemelos una pequeña tienda donde podían encontrar lo que buscaban para poderse poner en contacto con su hermano mayor.

Itachi y Sasuke se despidieron de Sai y se pusieron en marcha aunque no podían caminar tan rápido como deseaban porque aun sentían el dolor en sus piernas pero gracias a Sai, que les había brindado algo de comida tenían la suficiente fuerza de seguir.



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