-Vestigios.-
Kushina
tenía los ojos fuertemente cerrados mientras escuchaba la historia de Minato y
del hombre que se había convertido en su mentor después de la noche en la que
ella, al igual que él, se habían dado por muertos.
–
Ocurrieron tantos acontecimientos en un instante. – Murmuró con pesar Minato,
haciendo una pequeña pausa para continuar. – Mis sentimientos se desbordaron,
en ese momento mi alma se debió de volver roja por la ira o la locura que
nublaron la visión de mi coherencia cuando ante mis ojos, mi señor se
interponía con sus últimas fuerzas para impedir que mi vida acabase en esa
misma alcoba y si no es porque Naruto me alentó a huir del lugar, la muerte que
sufriría a manos de aquella escoria sin alma al apresarme, no sería digna del
hombre que soy ahora. – Otra pausa del hombre para poder beber un poco de agua
del vaso, hizo que se percatarse de cómo sus manos temblaban debido a la
tensión de estar contando por primera vez a alguien, la historia de Fugaku y de
él. Además, de las vívidas emociones que habían estado ocultas en lo más
profundo de su alma, ahora salían a la luz haciéndolo sentir miserable por no
haber podido hacer nada para impedir la muerte de Fugaku en manos de
Orochimaru. – La guardia real nos persiguió por días hasta que conseguimos
despistarlos, después aparecieron los mercenarios y cazas recompensas que iban
detrás de nuestra cabeza y no importaba a donde fuéramos porque aparecía alguno
de esos hombres poseídos por la codicia. Por suerte, hemos conseguido salir
vivos de cada ataque que hemos sufrido. – Reveló Minato pasándose una mano por
su cabeza. – En nuestro vagabundear de un reino a otro de este viejo mundo,
hemos escuchado acerca del trato que está teniendo el nuevo rey con sus
súbditos. Las revueltas que se han producido en algunas ciudades del reino y
estas habladurías son las que han provocado el que decidamos regresar porque
tenemos obligaciones en la ciudad de La Hoja. – Minato miró con firmeza a
Kushina. – Yo tengo que responsabilizarme de sacar de este reino a mi familia.
Kushina,
antes las últimas palabras de Minato, asintió con la cabeza sin mostrar asombro
ya que no lo sentía. Luego, la mujer sonrió con dulzura porque ella siempre
había sabido la verdad y el amor que alguna vez había tenido por Minato se
había transformado en un recuerdo con el pasar de los años, siendo que en ese
momento de saber que estaba vivo y cuales habían sido las circunstancias que lo
habían llevado a no volver a saber nada el uno del otro, ella se alegraba por
su amigo. Kushina estaba realmente contenta de que Minato se hubiese convertido
en el hombre que observaba sentado en la mesa de su casa frente a ella y comprendía
que ambos se habían convertido en unos completos desconocidos.
– Es
sorprendente todo lo que me habéis contado, Minato. Vuestro señor debía de ser
un hombre muy fuerte para ser capaz de soportar tanto dolor y su alma no llegar
a corromperse por el sufrimiento que había albergado. – Comentó Kushina casi
sin voz. – Me siento complacida de que hayas encontrado a una persona que te
haya hecho feliz. Estoy muy contenta de que tengas una familia, siento mucha
alegría de que tengas personas que te quieran porque siempre he deseado que
seas feliz, Minato, así como yo he sido feliz con mi hijo.
– Veo
que no has cambiado, Kushina. Siempre he recordado lo considerada que eras con
otras personas, a pesar de que estas terminarán hiriéndote, así como lo hice yo
en aquella ocasión de la cual me arrepiento y me disculpo por ello, aunque sé
que no es suficiente el pedirte perdón para lo que te hice. – Habló Minato
formando una triste sonrisa.
– No,
no es verdad. No he sido tan buena persona como piensas y no te preocupes, lo
hecho, hecho está y no podemos cambiarlo. Igualmente, yo me siento afortunada
de haber tenido a Naruto. – Respondió la mujer para mirar a su hijo, el bebé
que alguna vez acunó en su regazo y que ahora era un hombre del cual, se
enorgullecía. – Acerca de lo que habéis oído sobre el trato del rey Orochimaru,
puedo contaros como ha afectado en la aldea las órdenes dadas por el nuevo rey
pero no sé nada de lo ocurrido en otros lugares del Reino del Fuego.
– Nos
sería de ayuda saber la veracidad que tiene lo que se cuenta en otros sitios
sobre este reino. – Aportó Minato induciendo a que Kushina les revelara acerca de
sus vivencias en esos últimos años desde que Orochimaru se había hecho con el
poder y control del Reino del Fuego.
– Supongo
que lo más destacado es el abuso continuo que mantiene el rey, los impuestos
cada vez son más altos y en la aldea se nos quita gran parte de la cosecha que
cultivamos. Los pastores no tienen mayor suerte que por cada animal que maten,
solo se quedan con un tercera parte de la carne porque todo va para las casas
de los nobles y el castillo del rey aunque es lo que nos dicen los diligentes
que vienen a recaudar los impuestos y la comida en nombre de su majestad
Orochimaru. – Reveló Kushina. – También, como vosotros, he oído algún rumor
sobre revueltas en pueblos vecinos acontecidas pero no puedo aseguraros nada
porque esta aldea está tan próxima al fin de las tierras de este reino que las
nuevas o rumores que llegan son muy cuestionables de que sean ciertos. – Señaló
Kushina. – Aquí, algunos de los aldeanos estamos haciendo comidas colectivas.
Ya que a duras penas tenemos para comer pero entre todos ponemos lo poco que
tenemos y hacemos un almuerzo común donde todos los vecinos almorzamos juntos
pero debido a la dificultad que estamos pasando, no hay nadie en la aldea del
Remolino que no tema el que se vuelva más difícil la vida en este reino y ya
muchos vecinos han decidido marcharse a otros reinos o a las ciudades en busca
de una mejora en sus vidas. – Kushina suspiró afligida por el hecho de ver como
cada vez eran más las personas que se marchaban de la aldea. – Es posible que
dentro de poco ni siguiera nosotros mismos, los aldeanos del Remolino, tengamos
que llevarnos a la boca, sobre todo cuando las cosechas están siendo muy malas
y a penas recolectamos lo suficiente.
– Es
aún más terrible de lo que podía pensar la situación por la que está afrontando
las gentes de esta aldea y sí en el campo se está pasando mal y el mismo rey os
arrebata la comida, no quiero ni imaginar cómo deberá de estar transcurriendo
este abuso en las ciudades del Reino del Fuego. Si no hay cultivos o carnes que
se puedan vender o comer. – Reflexionó Minato en voz alta.
– Solo
espero que la guerra no vuelva a azotar este reino, ahora que ha acabado la
batalla del Reino del Viento y al que este reino ha prestado su ayuda pero
dicen, que por eso estamos pasando esta carencia, ya que el rey Orochimaru
tiene que celebrar diferentes fiestas y bailes para perpetuar la paz con los
reinos enemigos. – Añadió la mujer de cabellos rojos.
– ¡Eso
solo son patrañas!. – Gritó Minato golpeando la mesa con su mano izquierda. – Dejar
morir a personas devastadas por el hambre es insignificante en comparación a
gozar de bailes gloriosos para regocijarse en lujos en nombre de la paz, no
tiene justificación alguna que pueda llegar a existir en este mundo. Es
comprensible que se haya producido desorden y enfrentamientos en algunos
pueblos y ciudades del reino, puesto que las personas se están viendo apresados
por el hambre ante las discriminatorias decisiones de un rey jactancioso de
poder.
El
silencio tras la razonables palabras de Minato se había apoderado de la
estancia solo siendo roto por la pesada respiración del propio Minato, quien
estaba molesto al conocer la cruda realidad en la que estaban viviendo los
súbditos del Reino del Fuego y en ese instante, Minato se maldijo por no haber
acabado con la vida de Orochimaru en aquella ocasión que estaba frente a él. En
ese momento que lo había visto asesinar sin escrúpulos a personas loables y a
Fugaku, un hombre digno al que le había arrebatado todo lo que tenía. Por ello,
la furia que estaba comenzando a emerger en él, hizo que Minato se levantara de
la mesa y se marchara hasta el pequeño cuarto en el que había pasado la noche
para no dañar a las dos personas que no eran culpables de que su enfado
estuviera acrecentándose.
–
¡Disculpadme!. – Farfulló Minato rompiendo el silencio y dejando a solas madre
e hijo.
–
Madre, yo no quiero que os quedéis sola en este reino, mucho menos ahora,
podría hacer algo así. Ahora que se lo que está pasando, mi preocupación no
puede ser más angustiada, quiero que vengáis conmigo para que conozcáis a
Sasuke y podamos partir todos juntos, irnos de estas tierras donde hay dolor. –
Intervino Naruto que había cogido una de las manos de su madre para abrigarla
con las suyas. – Estoy seguro que mi esposo os agradara, no tuve oportunidad de
traerlo al pueblo para que lo conocierais después de haber contraído nupcias
con él y, tampoco, podías venir a vernos a la ciudad por los motivos que la
llevaron a abandonar La Hoja pero, en este momento, será diferente porque quiero
partir de inmediato de este reino que está desmoronándose a causa del egoísmo
de su soberano. Como hombre es mi deber proteger a mi familia.
–
¡Hijo! – Exclamó Kushina sorprendida de lo dicho por su hijo sin poder evitar
el derramar una traicionera lágrima de emoción ante la madurez que mostraba
Naruto. – Me alaga tus buenas intenciones y tus palabras pero yo ya soy una
vieja, solo entorpecería a ti y a tu esposo.
– No
hable así, madre. Eso no podrá suceder y jamás me podría perdonar el dejaros
atrás. – Aseguró Naruto. – ¿Qué hijo sería si no me hiciera cargo de la mujer
que me dio la vida y me ha criado con tanto ímpetu?. Ni siquiera piense por un
instante que la dejaré aquí para que muera de hambre, no os merecéis que os
haga eso, madre.
Kushina
conmovida por las palabras de Naruto no pudo reprimir las lágrimas que salieron
de sus ojos mientras abrazaba a su único hijo con fuerza pero dicho momento
fraternal entre ellos terminó cuando la puerta de la casa de Kushina fue
golpeada.
– Hijo,
será mejor que nadie te vea, ve al cuarto para poder abrir la puerta. –
Aconsejó la mujer recibiendo un asentimiento de cabeza por parte de Naruto para
luego, marcharse.
Cuando
Naruto cerró la puerta de la pequeña habitación, Kushina fue a atender a la
persona que llamaba a su casa.
Naruto
se sentó sobre el colchón de la cama en la que había dormido en la noche, antes
de mirar a la otra cama donde Minato se encontraba tumbado, dándole la espalda
y en silencio.
– Yo…
creo que…
–
Jamás quise que sucediera lo que ocurrió entre Kushina y yo. – Interrumpió
Minato sin darse la vuelta para mirar a Naruto a la cara. – Tu madre era
alguien muy importante para mí en el pasado y jamás quise herirla ni hacerle
daño como le hice aquel día. Sé que no merezco la compasión de Kushina ni que
tú llegues a perdonarme pero… lo siento. Tu madre ha sufrido sola en todo este
tiempo y tú también has de haber sufrido al no saber que era crecer con un
padre pero mi juventud, los temores y la vergüenza que sentía por lo hecho, me
impedían pensar que Kushina pudiese quedar albergando un hijo con mi sangre en
sus entrañas y mucho menos, ser lo suficiente coherente para hacerme
responsable de lo sucedido.
– No
es que sea fácil crecer en las calles de la ciudad sin un padre pero mi madre
es una mujer muy fuerte y ella ha llenado esa parte de mí y, también, quería
disculparme. – Naruto se llevó su mano derecha a su nuca para frotarse el cuello
en un acto que reflejaba que estaba avergonzado. – Yo no debí haberos golpeado,
no sabía más que lo que mi madre me había contado y puede que yo actuaría de la
misma manera si hubiera pasado por lo mismo.
– No
habrías hecho lo mismo que yo hice en esas circunstancias, muchacho. – Minato
sonrió aún si mirar al joven. – En este tiempo me has mostrado lo valiente que
eres, habrías tomado tu parte de responsabilidad sin dudarlo ni por un
instante. En cambio, yo he sido un cobarde toda mi vida. Mis padres me dejaron
en aquella ciudad cuando tenía seis años, sin dinero y hambriento no pude hacer
otra cosa que convertirme en un ladronzuelo más de La Hoja que por las noche no
podía dormir y me las pasaba llorando en espera a que mis padres regresaran por
mí en cualquier momento aunque sabía que eso no ocurriría. Hasta que un día,
creí ver a mi madre y corrí hacia ella llamándola, gritando que me esperara y,
sin embargo, ella no se volvió a mirarme ni se detuvo. Cuando la alcancé, fue
entonces que me percaté de que no era mi madre sino una mujer joven con un pelo
tan rojo como las manzanas. Esa mujer era Kushina e iba a marcharme a llorar el
engaño que mis ojos vieron cuando, de repente, Kushina abrió sus ojos y me
cogió de la vieja y sucia camisa que tenía para pedirme ayuda. Sin saber que
tenía que hacer, hurgué en mis bolsillos donde guardaba un pedazo de pan y se
lo di para alejarme de ella como si se tratara del mismo demonio. A partir de
ese día me acercaba al lugar y cada día le llevaba comida que dejaba cerca de
ella, en algunas ocasiones me quedaba sin comer por dárselo a ella y la llamaba
hermana sin que ella consiguiera escucharme pero todo eso desapareció aquel
día. Después la creí muerta con tanta facilidad, tan solo para apaliar mi
propia culpa. Yo no he sido un buen hombre. ¡Maldición!, ni siquiera merezco el
que Itachi se enamorase de mí, no he merecido nunca el amor que me han brindado
las damas y donceles a los que he seducido para luego robarles y huir como una detestable
rata. Minako, esa pequeña no merece tener un padre como yo. – Terminó por
desahogarse Minato sentándose sobre el colchón del mueble mientras se frotaba
con violencia su rostro y cabellos sin ser capaz de mirar a su compañero.
Una
bofetada detuvo a Minato para mirar luego a su agresor que volvía a bajar la
mano con la que lo golpeó.
– ¡Deja
de hablar de esa manera!. – Gritó Naruto antes de tomar una gran bocanada de
aire que soltó con rapidez mientras se volvía a sentar en su cama. – ¿Acaso
escuchas lo qué dices?. Hablas como si no te importara nada ni nadie mientras
sueltas esas atrocidades por tu boca. – Naruto hizo una pausa en espera de que
Minato le respondiera pero no dijo nada. – Puede ser que hayas tenido un cruel
pasado o que seas mi padre pero ya te he dicho que no siento nada más hacia
vuestra persona que no sea la que se tiene por una amistad y por ello, os lo
digo con total confianza y con el más profundo respeto, ¡controlaos!. Puede que
hayáis tenido vuestros motivos para mentirnos a todos, que yo haya sido un
impetuoso al aceptar un ruego de mi esposo para intentar adentrar mi amor en su
corazón sin saber qué clase de personas erais o Itachi no os conociera lo
suficiente pero no tenéis derecho de ignorar a vuestra hija a la que sé que
adoráis. Esa niña querrá y necesitará conoceros porque sois su padre. – Naruto
encorvó su espalda y reposó sus antebrazos sobre sus muslos mientras sus ojos
azules miraban el suelo de madera de antes de continuar. – Yo… sé el gran
esfuerzo que ha hecho mi madre para criarme y conseguir que me convirtiera en
un hombre. No quiero que repitáis la historia, debéis ser honestos con vuestros
sentimientos, Minato, no huyáis para torturaros de nuevo por temor a fantasmas
que probablemente no existan porque si alguno de los dos debería estar más
asustado y preocupado, ese debería de ser yo. – El joven cerró sus ojos con
fuerza mientras chasqueaba su lengua como un acto de reprimir su dolor. –
Tenéis una hija con el doncel que amáis, os asegura la fidelidad de Itachi, yo
en cambio… yo no tengo nada para estar convencido de que Sasuke me crea vivo y
me espere. Es posible que me haya olvidado y mi regreso a la ciudad solo sea
para darme cuenta que sería mejor alejarme de él. – Naruto sonrió tristemente
para luego volver a mirar a Minato que estaba observándolo atentamente. – Sé
que me he mostrado fuerte a mis terrores pero no deja de ser lo más probable
que cuando vuelva a la ciudad, haya perdido lo más importante que puede tener
un hombre. – Tras estas palabras Naruto se volvió a poner de pie para acercarse
a Minato y de uno de sus bolsillos sacó el medallón que Fugaku le había
entregado y el cual, había estado guardando para dárselo a Itachi como le había
pedido el hombre antes de morir. – Jin, quiero decir, Fugaku, me dio esto antes
de perecer para que se lo entregara Itachi, pensaba hacerlo pero creo que tú
eres la persona que debe cedérselo. – Tras estas palabras Naruto volvió a salir
de la habitación dejando a Minato observando el medallón que estaba sosteniendo
en sus manos y que le había birlado el mismo día que había deshonrado a Itachi
para más tarde, no solo conocer que era el hijo de Fugaku sino, también, el
damisel que lo enamoraría y le daría una hija.
La
tarde había llegado en la aldea del Remolino y Kushina regresó a su hogar pero
no lo hacía sola, iba acompañada por dos mujeres con las que estaba hablando
animadamente.
Minato
y Naruto, que se encontraban en la mesa comiendo de sus provisiones ya que
sabían la situación por la que estaba pasando Kushina, se sorprendieron al
percatarse que la puerta se abrió de improviso.
–
¡Naruto!. – Gritaron las dos mujeres que acompañaban a Kushina, quien se
ocupaba de cerrar la puerta a su espalda.
–
¡Sasame!. ¡Prima Karin!. – Exclamó Naruto levantándose del taburete para
abrazar a las dos mujeres. – ¡Vaya!. Mi madre no me contó que os habíais
casado. – Comentó Naruto al percatarse de la redondez de los vientres de las
mujeres aunque una de las muchachas tenía la panza más grande que la otra.
–
¡Oh!, se me olvidó decírtelo, hijo. – Se excusó Kushina mientras reía.
– Tía
Kushina, siempre está igual. Ella se olvida de contar lo importante y si no es
porque nos lo dijo a estas horas no hubiéramos sabido que habías regresado. –
Reprochó Karin cruzando sus brazos encima de su gran panza. – Por cierto, estoy
casada con Suigetsu. El muy sinvergüenza fue a mi casa a decirles a mis padres
que si no me aceptaban el que se casara conmigo me raptaría y no me volverían a
ver. Claro, era mejor que Suigetsu les dijera eso a que en el festival de la
cosecha se me lanzó como un lobo y me dejó en cinta. – Dijo divertida mientras
reía a carcajadas. – Este será el tercer hijo que espero de ese hombre bueno
para nada aunque espero que esta vez sea varón ya que tengo dos hijas.
– No
has cambiado en todo este tiempo, prima Karin, sigues siendo tan dicharachera
como de costumbre. – Aportó Naruto al percatarse de que si no decía nada
continuaría hablando sin parar un
instante.
–
Naruto, yo… – Sasame se sonrojó antes de abrazarlo nuevamente. – Naruto, te he
extrañado todo este tiempo. – Murmuró Sasame mientras deshacía el abrazo ya que
para ella, Naruto era como su hermano, así como a Kushina la consideraba una
madre. – Hace poco que me casé con Arashi, me hubiera gustado que estuvieras en
mi casamiento.
– Lo
siento, Sasame y por cierto… ¿Haku? ¿Cómo está Haku? ¿Por qué no ha venido?. –
Preguntó Naruto por el pequeño doncel al que también apreciaba como a un
familiar y que había acompañado a su madre, junto a Sasame, de la ciudad de La
Hoja a la aldea del Remolino.
– Él
ya no vive en la aldea desde que se casó. – Dijo Kushina. – Aunque puedes estar
tranquilo, su marido es un soldado que conoció y se marchó a vivir con él a
otro reino.
– ¿Haku
se casó?. – Inquirió Naruto para ver como su madre asentía con la cabeza.
–
Nosotras tenemos que irnos o nuestros maridos se preocuparan. Además, tengo que
ayudar a mi madre con la cena. ¡Adiós Naruto, Kushina!. – Se despidió Karin
pues ninguna de las jóvenes embarazadas se habían percatado de Minato que había
sido un simple espectador de todo lo ocurrido.
–
¡Adiós, Naruto!. – Se despidió Sasame volviendo a abrazar a Naruto antes de
marcharse.
–
¡Adiós!. – Se despidió Naruto.
–
¡Adiós e id con cuidado de camino a vuestras casa!. – Se despidió Kushina con
un consejo para escuchar como las dos muchachas le respondían con un «Sí».
–
Madre, cuéntame lo de Haku. – Pidió Naruto volviendo a tomar asiento a la mesa,
al igual que su madre, después de que la puerta de su casa se cerrase por las
dos mujeres que se habían acabado de marchar.
–
Verás, hijo. Lo cierto es que después de meses sin saber de ti aunque sabía que
estabas en la ciudad, Haku se propuso ir y encontrarte para que supieras que
todo en la aldea estaba bien. Él al regresar, nos contaría como te encontrabas,
sería como un mensajero pero no fue así. Por lo que me contó antes de irse con
el soldado con el que se casó, Haku te estaba buscado por la ciudad y el tercer
día se tropezó con el soldado en medio de las calles. En realidad, no lo
entendí muy bien pero me afirmó que cuando sus ojos se toparon con los de su marido
se enamoró al instante y al parecer, el hombre sintió lo mismo, por lo que su
cortejo no duró más que tres días casándose de inmediato. A mí me resulta
sorprendente pero se veía muy feliz cuando volvió para contarme de su boda y
disculparse por no poder encontrarte, así que no pude hacer otra cosa que
bendecirlo y desearle la felicidad a su matrimonio. – Reveló Kushina.
–
¡Vaya! Me alegro por él y espero sea feliz. – Deseó Naruto.
– Yo
también lo deseo, hijo. – Apoyó Kushina para acto seguido escuchar la tos de
Minato que interrumpía el diálogo entre madre e hijo después de que él también
escuchara la historia de un doncel al que no conocía.
–
Espero que las mujeres que has traídos no revelen el que estamos aquí o podría
traer problemas a la aldea. – Comentó Minato con preocupación.
– No
te preocupes, Sasame es como una hija para mí y, a pesar, de que Karin habla
mucho puedo confiar en ellas. Estoy segura que no dirán nada. – Afirmó Kushina.
–
Madre, de todas formas no podemos continuar en esta aldea. Mañana en la noche partiremos
para la ciudad de La Hoja y luego, nos iremos de este reino. Por ello, me gustaría
saber tu decisión, ¿vendrás con nosotros, madre?. – Preguntó Naruto.
– Naruto, he pensado todo lo que me dijiste el
resto del día y he decidido que iré con vosotros. Mañana le diré a Sasame y
Karin que me marcho, es lo menos que puedo hacer por ellas. – Respondió Kushina
con una sonrisa.
La
tarde transcurrió rápido y la noche llegó, así que las tres personas que
estaban en la casa se marcharon a dormir.
– No
sabía que Kushina tuviera hermanos. – Comentó Minato una vez se había acostado.
–
Madre no tiene hermanos. – Aseguró Naruto. – La familia de Karin ayudó a mi
madre y al parecer, el padre de mi madre y la madre de Karin eran primos
hermanos, así que por eso, nos llamamos primos. Mi madre nació aquí y se crió
en esta aldea antes de ir a la ciudad. – Explicó Naruto entendiendo a que se
refería Minato y a continuación, quedar dormidos.
El día
siguiente transcurrió muy veloz para Kushina, quien se había despedido de los
amables aldeanos después de comunicarle el que se marchaba de la aldea mientras
que para Minato y Naruto, el día transcurrió muy lento.
Cuando,
finalmente, la luna estaba en lo más alto del cielo nocturno y los vecinos
dormían para reponer fuerzas después de tener un agotador día, de una de las
casas, tres personas salían con los jamelgos preparados para el viaje y Naruto
y Minato no tardaron en montar en sus respectivos caballos mientras que Kushina
miró por última vez la aldea, tan significativa para ella antes de subir a su
corcel y seguir a los dos hombres para dirigirse a la ciudad de La Hoja.
Aclaración de los términos:
* Aclaro
que lo que cuenta Kushina sobre cómo había cambiado su vida en la aldea del
Remolino una vez Orochimaru ha ocupado el trono como el nuevo rey, lo he recopilado
de crónica para este fic con lo acaecido en Francia antes de que, finalmente, estallara
la conocida Revolución Francesa (1789–1799) que sucedió a finales del siglo
XVIII y con el que se acabó en Francia con el Antiguo Régimen, es decir, el
poder monopolizado por el rey al que le importaba poco la situación en que
vivían sus súbditos. Así, que lo descrito en la historia es cómo fue que
comenzó el descontento de la gente debido a la pobreza y el hambre sufrido que
luego terminó años posteriores en una revolución que cambiaría drásticamente Francia
y que el resto de Europa tomarían como referencia para replantearse el cambiar
su estado político - social con el fin de no sufrir lo mismo que aconteció en
Francia.
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