domingo, 28 de mayo de 2017

Repercusiones -10-


- Grato.-

Sasuke despertó escuchando el chisporroteo del pequeño fuego que había en mitad de aquella habitación y no pudo reprimir el bostezo que salió de su boca mientras estiraba sus extremidades para despertar a sus músculos que exigían sentir la tensión antes de levantarse del lecho.

Cuando por fin terminó de desperezarse y percatarse de que estaba solo, se levantó para irse a sentar frente al fuego, el cual alimentó añadiendo más trozos de madera que se encontraban apilados cerca de la hoguera.

No había pasado más de cinco minuto en soledad cuando la puerta de la casa se abrió y por ella entró Naruto  con la respiración agitada a causa de haber corrido para llegar hasta allí.

Naruto se acercó a Sasuke con una sonrisa dibujada en los labios y de  sus bolsillos sacó una hogaza de pan blanco y un pequeño botecito bien cerrado.

– ¡Mirad!. – Dijo alegremente Naruto a Sasuke mientras retiraba el corcho que cerraba el bote. – He conseguido mermelada.

Sasuke no pronunció palabra alguna, pues no le gustaba esa dulce jalea de fruta pero tampoco desecharía la oportunidad de comerla porque prefería eso antes de estar comiendo corazones de manzana en putrefacción como se había visto obligado a comer junto a su hermano para poder amortiguar su hambre aunque después ternará vomitando el corazón de manzana junto a sus propios jugos gástricos y teniendo más hambre y dolor de estómago.

Naruto cogió la cuchara para hundirla en el interior de la mermelada, luego agarrar su puñal con el que torpemente rebanó el pan y lo puso en el interior del cuenco en el que había dado de comer a Sasuke.

Ambos jóvenes cogieron una rebanada de pan y el anfitrión fue el primero en agarrar la cuchara llena de la pringosa y dulce sustancia que extendió uniformemente sobre la hogaza de pan. Rápidamente, la base quedo coloreada con el color marrón de la mermelada.

Sasuke miró como su compañero se llevaba el pan con mermelada a la boca y lo degustaba con felicidad.

– Es de ciruela. – Notificó masticando el pan con mermelada a lo que su huésped ignoró la falta de educación del muchacho.

El doncel también embadurnó su hogaza de pan con la mermelada para acto seguido comerla y comprobar que, efectivamente, se trataba de mermelada de ciruela.

Cuando las rebanadas de pan se terminaron, bebieron agua antes de que Naruto volviese a colocar el corcho al pequeño tarro de mermelada y evitar que algún animalejo u insecto tocara la dulce melaza.
– Ahora que hemos desayunado debemos irnos. – Anunció Naruto. – Creo que debemos dirigirnos al monasterio, puede que allí conozcan algo acerca de tu hermano.

– ¿Y no sería mejor ir a preguntarle a un sacerdote?. Ellos deben de tener más información que los monjes. – Sugirió levantándose del suelo en el que estaba sentado.

Naruto miró a Sasuke como si estuviese desvariando antes de negar con la cabeza.

– No conoces la ciudad de La Hoja pero esto deberías de saberlo de antemano. – Comentó con un suspiro antes de aportar. – Debemos ir al monasterio de La Rosa para buscar a un monje llamado Iruka, él es el único que puede saber algo o como mucho, haberlo visto.

– Sigo sin entender como un monje podría... – Sasuke fue interrumpido.

– Iruka no es como el resto de los monjes. – Aclaró para llevarse una mano en el mentón en busca de las palabras adecuadas. – Él es... – Dudó mientras indagaba un calificativo que describiese al monje. – ¿Extraño?. – Miró a Sasuke con impotencia. – No sé cuál sería la palabra concreta para referirme de como es Iruka pero cuando lo veas comprenderás a que me refiero. – Dijo mientras se rascaba la nuca con su mano derecha. – Solo, no confíes en él ante la amabilidad que muestra.

– Definitivamente, no entiendo nada de lo que me dices.

– Sasuke, aquí, en la ciudad de La Hoja hay muchas personas que no son lo que aparenta y aunque no sé de dónde eres o de donde procedes, puedo percibir que eres ingenuo. – Le advirtió un poco dudoso de sus palabras porque no sabía si el doncel se ofendería con ellas.

– Mejor será que nos dirijamos hacia dónde está ese Iruka. – Gruñó Sasuke enfadado por las palabras de Naruto.

– Sí. – Respondió el muchacho con desánimo al saber que había molestado a su compañero.

Sasuke siguió a Naruto por las calles de la ciudad sin dirigirle la palabra debido a su enfado, hasta que llegaron al viejo y famoso monasterio de los monjes de La Rosa. El monasterio más importante del reino del Fuego.

Se trataba de un edificio hecho de piedra y madera para los ojos de los transeúntes pero cuyo interior estaba construido con mármol y adornado que simbolizaban la religión hechos de oro y plata. Siendo el edificio más valioso del reino y el que más monjes habitaban.

Sasuke había leído mucho acerca de aquel monasterio que reconoció rápidamente por la pequeña oración en latín esculpida en la piedra sobre la entrada y la enredadera grabada en todo el marco de la enorme puerta en la que estaba tallada una enorme rosa, la cual había sido la responsable del nombre del monasterio, ya que se decía que esa puerta había sido un regalo del primer rey del Fuego como una forma de agradecerle a Dios que lo hubiese designado a gobernar esas tierras.

– Podría darme otro pedazo para llevarle a mi hermana. – Dijo una voz femenina que captó toda la atención de Sasuke que hasta ese momento estaba admirando el sagrado edificio y entonces, se percató del grupo de niños y muchachos que rodeaban a un monje de piel morena que sostenía entre sus manos una bolsa enorme de tela.

– ¿Y tu hermana por qué no viene a  buscar su propio trozo?. – Preguntó la suave voz del monje. – Si ella no viene a buscarlo, no puedo darte otro pedazo de pan porque sería injusto para el resto de los chicos.

– Está enferma. – Confesó la niña dejando que sus lágrimas saliesen de sus ojos castaños.

– Lo lamento. – Se disculpó Iruka mientras acariciaba la sucia y enmarañada cabeza de la niña. – Trae a tu hermana y os llevaré al convento. Las hermanas cuidaran de vosotras dos.

La niña no dijo nada y salió corriendo después de escuchar las palabras del monje que continuó extrayendo mendrugos de pan para ofrecérselo al resto de personas que había allí.

– ¿Ese es Iruka?. – Preguntó Sasuke.

– Sí. – Contestó Naruto. – Será mejor que esperemos a que este solo para poder  preguntarle sobre tu hermano.

– Es un monje normal. – Habló Sasuke recordando la advertencia de Naruto. – No parece una persona del que no se puede confiar.

– ¿Un monje normal?. – Naruto cogió del brazo a Sasuke para atraer la atención del doncel. – Iruka no es un monje como los otros. ¿Es que has visto a algún otro monje ofreciendo algo de comida a personas como nosotros?. – Inquirió con severidad. – Iruka es el único monje que se preocupa por los huérfanos, los enfermos, moribundos y mendigos pero a pesar de eso... – Naruto se mordió el labio para mirar hacia el monje. – Ya viste y oíste lo que le dijo a esa niña y aún así no le entregó ninguna porción de pan de las que lleva en la bolsa.

Sasuke miró al monje sintiendo como Naruto le soltaba el brazo.

– ¿Pero si le ha ofrecido hospitalidad?

– Sasuke, le ha dicho que las llevaría al convento y te puedo asegurar que nadie quiere ir a un convento.

– ¿Por qué no?

Naruto resopló antes de hablar debido a la ignorancia de Sasuke a cómo funcionaban la ciudad de La Hoja.

– Todos los huérfanos que son hospedados en un convento no se le vuelve a ver. Dicen que en realidad son llevados a mercaderes que comercializan con los mineros de las montañas del sur.

– Pero... ¿estás seguro de eso?. – Preguntó horrorizado al imaginarse a personas extrayendo los minerales de las rocas de una cantera.

– No te aseguro nada pero te diré que no he vuelto a ver a muchos amigos que entraron a causa del hambre o en busca de ser atendido por sus heridas.

– Lo siento. – Sasuke se disculpó un poco incómodo por haber hecho una pregunta tan obvia.

– ¿Por qué te disculpas?. – Preguntó pero ni siquiera dejó hablar a Sasuke cuando lo cogió de la mano para empujarlo un poco. – ¡Vamos! o entrará en el monasterio. – Naruto señaló a Iruka mientras hablaba porque el monje una vez se le había terminado el pan se dirigía hacia la entrada del edificio.

Sasuke tan solo se dejó guiar con su rostro sonrojado por ir hacia el monje cogido de la mano de Naruto mientras refunfuñaba en su interior debido a la osadía del muchacho que no respetaba las costumbres que representaban una buena educación al tratarlo con toda esa confianza para tomarle la mano en público.

– ¡Buen día!. – Saludó en un grito Naruto a Iruka mientras se dirigía hacia el monje tirando de Sasuke.

– ¡Buen día, jóvenes!. – Saludó Iruka deteniéndose para mirar a quién lo saludaba tan llamativamente.

– Monje, esperamos no importunarle pero queríamos saber de si usted tiene conocimiento o entendimiento de un asunto que es de nuestro interés. – Pidió Naruto con gran elocuencia un hecho que provocó en Sasuke estupefacción por la forma tan carismática en la que habló su compañero.

– Decidme cual es ese asunto y ya os daré la respuesta aunque espero no se trate de un pecado o una indecencia. – Contestó abrumado Iruka porque si era verdad de que ya había visto a Naruto en más de una ocasión, jamás pensó que tuviese tanta educación al hablar ya que sus actos para buscar la comida que el repartía no revelaban ningún indicio y mucho menos, cuando solo se expresaba con gestos sin llegar a pronunciar su nombre.

– No se trata de ninguna insensatez. – Se apresuró a afirmar Naruto.

– Bien, ¿qué es eso de lo que quieres saber?. – Preguntó mirando a los dos jóvenes más detenidamente.

– Estamos buscando a un amigo. – Reveló para mirar a Sasuke. – Y se parece mucho a él, cualquiera podría confundiros por parientes. Puede que haya venido por aquí y queremos saber si lo ha visto. – Inquirió Naruto.

– Jamás he visto a este doncel y tampoco ha venido al monasterio alguna persona que se parezca a tu amigo. – Reveló Iruka mirando a Sasuke más detenidamente. – Lamento no haberos podido ayudar pero si queréis podéis entrar al monasterio, podría ser que vuestro conocido también os esté buscando y se acerqué aquí. – Iruka sonrió con amabilidad antes de añadir. – Si entráis conmigo al monasterio os daré algo de comida.

A Sasuke le rugió el estómago y ante la disponibilidad del monje se disponía a aceptar su oferta porque a pesar de recordar lo contado por Naruto, no podía creer que el monje fuese un alguien malvado.

– Gracias pero continuaremos buscando a nuestro amigo. – Se apresuró a decir Naruto para, nuevamente, coger la mano de Sasuke y correr hasta la primera esquina donde soltó la mano del doncel.

– ¿Por qué has hecho eso?. Pudimos aceptar su oferta. – Replicó Sasuke molesto.

– ¿No me escuchaste cuando te dije que no te fiaras de Iruka?. Si entramos al monasterio no saldremos de él y no podrás encontrar a tu hermano. – Le recordó Naruto con enfado.

– No lo sabes. – Afirmó Sasuke cruzándose los brazos sobre el pecho.

– Si tanto quieres ir con Iruka, ¡vete!. – Terminó gritando la última palabra. – Cuando estés dentro y no se te permita salir para poder encontrar a tu hermano, no habrá nadie ni nada que pueda ayudarte a salir.

– Eres cruel. – Susurró con dureza Sasuke.

– ¿Cruel?. La crueldad es la que se vive todos los días en esta ciudad y no mis palabras tan verdaderas como esta pared. – Naruto palmeó la pared del edificio con fuerza. – Si quieres irte tras el monje no te detendré pero no me busques, ni intentes disculparte después porque no obtendrás mi ayuda aunque no creo que te vuelva a ver si vas con el monje.

Naruto se giró después de unos segundos y comenzó a caminar sin mirar a su espalda donde Sasuke se había quedado inmóvil con las manos hechas puños, apretándolas con fuerza sin importarle que se estuviese clavando las uñas.

– Creí que eras una buena persona. – Pronunció Sasuke provocando que Naruto se detuviese. – Sin embargo, mis pensamientos han sido errados todo este tiempo. – La voz de Sasuke comenzó a sonar diferente. – ¿Por qué me ayudaste? ¿por qué te comportas de esta manera conmigo?. No entiendo tu actitud.

Naruto suspiró y dejó que su cuerpo se relajase, sus hombros cayeron mientras negaba con la cabeza.

– Él que no entiende soy yo. – Se rascó la cabeza con una mano pero aún seguía sin mirar al doncel que estaba a su espalda. – Ni siquiera comprendo el por qué me esfuerzo por agradarte. Solo sé que cuando vi a aquel... – Naruto se tragó la blasfemia. – Sencillamente, no soy de esas personas que viven auxiliando al prójimo porque a duras penas tengo para mi propia subsistencia pero ese día, no pude contener mi cuerpo y antes de darme cuenta estaba golpeando como una bestia a aquellos dos. Estaba tan enajenado que ni siquiera sentí como la navaja que empuñaba uno de ellos me cortaba la carne. – Naruto se llevó las manos a su rostro notando las marcas que perdurarían para recordarle el cómo había terminado peleándose con los hijos de unos burgueses para ayudar a un desconocido. – Si Gaara no llega a estar cerca, posiblemente, hubiera cometido una imprudencia pero aún así, no hice caso a los regaños de Gaara y te llevé conmigo a mi casa. – Sonrió  con la mirada en el adoquinado suelo recordando a su amigo. – En realidad, no quiero que te alejes de mí.

– ¿Qué estas tratando de decir?. – Preguntó confundido Sasuke por la explicación que le estaba dando Naruto.

– Estoy intentando decirte que hay algo en ti que me atrae desde el día que te vi y no quiero que te alejes de mí. – Naruto se giró con una pequeña sonrisa.

Sasuke estaba sorprendido por la declaración de Naruto y sin ser consciente ni teniendo alguna alternativa para evitarlo su rostro enrojeció.

– Eso no puede ser. – Aseguró cuando por fin pudo reaccionar Sasuke. – Solo Dios es capaz de unir a los hombres y no los instintos humanos.

Naruto miró a Sasuke con desilusión antes de aportar.

– Por supuesto, Dios nos maneja a su antojo. – Forzó una sonrisa. – ¡Vamos! Hay que buscar algo de comer para continuar buscando a tu hermano.

Sasuke asintió sintiéndose incómodo por la respuesta de Naruto pero no dijo nada.

Naruto guió a Sasuke hasta una calle donde había varios puestos de fruta y verduras.

– Espera aquí. – Ordenó Naruto a Sasuke, el cual asintió con la cabeza sintiéndose torpe.

Naruto dejó a Sasuke y se encaminó hacia el tercer puesto de frutas y miró toda la mercancía del puesto con desinterés en espera de que el dueño del puesto se despistase, acto que se produjo cuando una señora se acercó para preguntarle por el precio de los albaricoques. En ese instante, Naruto aprovechó la oportunidad para coger rápidamente tres manzanas y salir corriendo escuchando como el hombre le gritaba y lo seguía.

– ¡Corre!. – Le gritó a Sasuke llegando a donde se encontraba.

Sasuke ante la orden salió corriendo detrás de Naruto hasta que después de un rato consiguieron despistar al hombre al refugiarse en uno de los callejones con montañas de basura.

La carcajada de Naruto rompió el silencio.

– ¿De qué te ríes?. – Cuestionó Sasuke una vez recuperó el aliento.

– Ha sido divertido.

– No, no ha sido divertido. Pensé que no iba a dejar de perseguirnos y estaba aterrado de que me atrapara. No quisiera que me volviesen a golpear.

– Esa es la emoción pero hemos conseguido escapar, ya no debemos de preocuparnos más. – Comentó como si tal cosa Naruto. – Toma. – Ofreció una de las jugosas manzanas a su compañero.

– No la quiero, la has hurtado y eso no está bien.

Naruto se encogió de hombros y le dio un mordisco a la manzana.

El estómago de Sasuke volvió a rugir al escuchar el sonido de masticar y ver como Naruto devoraba la carnosa fruta y sin poder aguantar más los indicios de su cuerpo a causa del hambre, arrebató una de las manzana a Naruto, la cual devoró con gula mientras escuchaba como su compañero se reía.

Después de que Sasuke se comiese la fruta que quedaba ambos continuaron buscando a Itachi pero no lo encontraron por ninguno de los lugares que visitaron.

Estaba anocheciendo y a las personas que habían preguntado no conocían al hermano de Sasuke.

– Será mejor que volvamos a la casa. – Dijo Naruto mirando los colores tostados que presentaba el cielo y donde ya comenzaban a aparecer las estrella. – Mañana buscaremos por la Plaza Del Granjero.

– ¿La Plaza Del Granjero?

– En realidad no es una plaza sino una de las entradas de la ciudad y también, es donde los campesinos, comerciantes, caravanas, troupe de artistas ambulantes o mercenarios se establecen para hacer negocio. Todos en La Hoja saben que si quieres hacer un buen trato para obtener servicios o concebir alimentos, animales o armas debes ir a la Plaza Del Granjero. – Informó Naruto con entusiasmo.

– Parece que es un lugar muy alegre. – Sasuke sonrió con cansancio mientras su compañero asentía con la cabeza.

Antes de llegar a la morada de Naruto, este se había detenido para mendigar en una esquina  ante la abochornada mirada de Sasuke.

El muchacho no consiguió más que nueve genins, suficiente para comprar un pedazo de calabaza, una cebolla y una taza de arroz que, probablemente, pesaría 300 gramos y llevó en una pequeña bolsa de tela blanca.

Cuando entraron a la pequeña casa de Naruto se percataron de que el fuego se había apagado pero eso no pareció preocuparle al dueño de la morada y es que apartó con un trozo de madera las cenizas hasta que encontró las brazas que aun estaban candentes, las cuales avivó, alimentándolas con un poco de paja y madera.

Sasuke se sentó junto al fuego para calentar su cuerpo que estaba helado a causa del frío nocturno mientras observaba como Naruto llenaba la pequeña olla con el agua que contenía un barril casi tan alto como su anfitrión y tan ancho que era posible que dos personas pudiesen caber en su interior perfectamente.

El anfitrión colgó la olla sobre el fuego para que el agua fuese calentando mientras comenzó a pelar la cebolla para luego, cortarlas con ayuda de su puñal y la echó en el interior de la olla junto a todo el arroz que había comprado. Continuó preparando la comida al tomar el trozo de calabaza y tras quitarle la cascara, la añadió en el interior de la olla.

Antes de que Naruto se sentase sacó una cajita de madera y que contenía sal de la que atrapó una pizca que le añadió al guiso.

– Ojalá hubiera un trozo de carne que añadirle. – Se lamentó Naruto guardando la cajita.

Cuando el guiso acabó su cocción, ambos lo comieron y se fueron a dormir para ir a la mañana siguiente hacia la Plaza Del Granjero.

La mañana llegó antes de lo esperado y sin haber comido, Naruto y Sasuke se fueron hasta la Plaza Del Granjero. Por el camino, Naruto robó dos panes recién hechos sin que el propietario de la panadería se diese cuenta. También, Naruto le arrebató una pequeña lechera al carro del lechero para ir comiendo por el camino y bebiendo la leche directamente del recipiente hasta que llegaron a la Plaza Del Granjero.

En el lugar solo se encontraban carretas llenas de frutas y verduras diferentes,  también las había con jaulas que encerraban a los pollos y las gallinas. Había asnos, mulas y bueyes en su mayoría para tirar de las carretas.

Sasuke miró sorprendido como los campesinos y comerciantes hacían sus negocios y como las carretas estaban repletas de alimentos e incluso, escuchó la música emitida por la flauta, el laúd y la lira acompañada por canticos de una pareja pertenecientes a una troupe que se encontraba en el lugar.

– Sasuke, no te acerques a aquello hombres que están apoyados en la pared detrás del afilador de cuchillo, son mercenarios. – Indicó Naruto mirando hacia un grupo de hombres que estaban vestido con oscuras capas y sombreros de ala ancha adornados con una enorme pluma.

Sasuke asintió para seguir a Naruto hasta que llegaron donde la troupe estaba actuando, tocando música alegre, bailando y haciendo malabarismos con pelotas. Se quedaron viendo la actuación y rieron cuando el malabarista vestido de arlequín lanzó las bolas al aire, las cuales le cayeron en la cabeza y sintieron deseos de bailar cuando la música se volvió más alegre.

– Debemos continuar. – Advirtió Naruto al ver como a Sasuke le brillaban los ojos de la emoción de ver actuar a todos aquellos artistas.

– Sí.

Iban a seguir su camino, cuando Sasuke colisionó con un muchacho que pasaba corriendo y ambos cayeron al suelo.

– ¡Ten más cuidado!. – Gritó el desconocido levantándose y limpiando el polvo de sus ropas sin mirar con quién se había golpeado para silbar. – ¡Vamos, Kēki!. – Vociferó para salir corriendo siendo seguido por un perro de pelaje marrón que ladró persiguiendo a su dueño.

– ¿Te encuentras bien?. – Preguntó Naruto ayudando a ponerse en pie a Sasuke.

– Sí. – Respondió frotándose la cadera debido al dolor.

No muy convencido, Naruto guió a Sasuke por toda aquella plaza en la que permanecieron hasta el mediodía para buscar en las calles cercanas a la Plaza Del Granjero pero el atardecer llegó sin obtener noticias de Itachi.

Sasuke seguía a Naruto para regresar a la pequeña casa pero al doblar una esquina, Naruto se detuvo para emitir un fuerte silbido para llamar la atención de una persona.

– ¡Gaara!. – Llamó a un muchacho pelirrojo que caminaba junto a una pareja con un niño.

– ¡Naruto!. – Nombró Gaara a su amigo que se acercó ante la atenta mirada de las tres personas. – ¿Qué haces por aquí?. – Preguntó con una sonrisa pícara pero no permitió contestar a su amigo cuando se dio cuenta de Sasuke. – ¡Hola! Te ves mejor. – Ante el mutismo del doncel, Gaara se presentó. – Me llamo Gaara Sabaku aprendiz de herrero y amigo  de Naruto.

– Mi nombre es...

– No hace falta que te presentes, Sasuke porque Gaara conoce tú nombre. – Interrumpió Naruto.

– Cierto, soy culpable. – Afirmó Gaara golpeándose el pecho con el puño.

Sasuke no pudo evitar reír ante la actitud de Gaara mientras escuchaba a Naruto contarle a su amigo acerca de la búsqueda de Itachi.

– Lo lamento, yo tampoco he visto a nadie tan parecido porque si lo hubiese visto estoy seguro que tan lindo rostro no lo olvidaría. – Dijo Gaara guiñándole un ojo a Sasuke que se sonrojó por el descarado gesto. – ¿Por qué no venía a comer algo a la taberna?. Nosotros vamos hacia allí. – Ofreció para mirar a las personas que lo esperaban.

Sin embargo, antes de que alguien pudiese abrir la boca, los estómagos de Naruto y Sasuke rugieron a la vez, sacándole una carcajada a Gaara.

– Vuestras panzas han hablado por vosotros. – Declaró Gaara. – Ven Sasuke, te presentaré a mi primo y maestro Sasori. – Anunció extendiendo la mano hacia él, que abochornado tomó la mano de Gaara que sonrió y lo llevó hasta la pareja. – Sasuke, este es mi primo y mentor, Sasori Akasuna. – Ante la presentación Sasori sonrió afablemente obteniendo una mirada molesta por parte de su acompañante. – El es su esposo Deidara.

– Encantado. – Dijo Deidara con falsa empatía, pues no le había agradado la sonrisa de su marido.
– Y este pequeñajo es Hiroshi.

– Es un placer conoceros. – Sasuke hizo una floritura que desconcertó a los presentes.

Tras las presentaciones el grupo se dirigió hacia la taberna, propiedad de la familia Sabaku y Sasuke sufrió el acoso de Gaara, que no dejaba de coquetearle y preguntarle cómo había conseguido que Naruto se preocupase por él, a lo que recibía más de un gruñido o una colleja por parte de Naruto.

Sasuke, también se percató de como Deidara lo miraba con desagrado mientras caminaba abrazado a su esposo que, -a pesar de la incomodidad que debía de tener al caminar de esa manera-, no se quejó en ningún momento solo parándose para besar los labios de Deidara, el cual le exigía cada cinco pasos una muestra de su amor.

Cuando llegaron a la taberna, el matrimonio entró por la puerta principal mientras que Naruto y Sasuke siguieron a Gaara para entrar a la taberna por la puerta trasera, dando a la cocina donde se encontraba Kankuro removiendo el estofado.

– ¡Hola, Naruto! ¿Cuánto tiempo?. – Saludó Kankuro alegremente hasta que se percató de la presencia de Sasuke. – ¿Quién es vuestro amigo?.

– Es Sasuke, ya sabes… el doncel que Naruto salvó épicamente al casi matar a Utakata y Menma. – Informó Gaara como si tal cosa mientras cogía una de las manzanas del frutero que frotó sobre sus ropas antes de darle un gran mordisco. – Los he invitado a comer.

– Disculpa los modales de mi hermano, me llamo Kankuro. – Se presentó mientras golpeaba la nuca de Gaara sacándole una sonrisa a los invitados de su hermano.

– ¿¡Serás bruto!?. – Inquirió sarcásticamente mientras se frotaba con la mano que tenía libre la nuca. – Por cierto, Sasori ha venido a comer, supongo que padre ya debe de estales atendiendo.

– ¿Han venido Deidara y Hiroshi con él?. – Preguntó  mientras removía el estofado.

– Así es.

– Bueno, espero que Deidara no intente matar a nadie como la otra vez.

– ¡Kankuro!. Dame inmediatamente los tres platos para Sasori.  – Ordenó el padre de Gaara que sin prestar atención a los recién llegados se marchó de la cocina con los platos que contenían el pan rebanado.

Y sin más que contar, Gaara fue en busca de una botella de vino para comenzar a comer en compañía de Naruto y Sasuke el delicioso estofado que había preparado Kankuro.

Rápidamente, dos botellas se habían acabado y la tercera estaba a la mitad.

Sasuke mostraba en su enrojecido rostro una sonrisa insulsa mientras escuchaba a los dos muchachos hablar sin poder entender que decían porque sentía que Gaara y Naruto habían comenzado a hablar en otro idioma que le provocaba breves risas.

– ¿Sasuke, te encuentras bien?. – Preguntó por cuarta vez Naruto viendo como el doncel se balanceaba lentamente de un lado a otro para soltar una carcajada.

– Está borracho. – Certificó Kankuro que miraba preocupado a Sasuke que volvía a reír. – No debieron dejarle que tomara vino.

– ¿Y qué íbamos a saber nosotros de que se iba a emborrachar?. – Se excusó Gaara. – Debió advertirnos cuando traje la botella.

– Será mejor que me lo lleve. – Naruto interrumpió la discusión de los hermanos.

– No puedes salir a la calle con el doncel en ese estado, será mejor que se quede aquí. – Aconsejó Kankuro. – Gaara, vete a por la llave de la habitación que está al final del pasillo. – Ordenó a su hermano que fue en busca de la llave. – También quédate  tú, Naruto. Será mejor si cuando despierte te ve o se asustará porque no reconoce la habitación. Además, debe de estar acompañado por si comienza a vomitar.

Naruto no dijo nada mientras cogía a Sasuke en sus brazos y este se abrazó a él con fuerza mientras reía.

Gaara guió a Naruto hasta la habitación y le abrió la puerta antes de marcharse para volver a aparecer con una muda para cada uno.

– Estas ropas eran de Temari, es posible que a Sasuke le sirvan y estas ropas ya no las quiero, os la podéis quedar. – Gaara dejó las prendas sobre un sillón. – También, he traído toallas y jabón para que os podías asear.

– Gracias. – Murmuró Naruto antes de que su amigo se fuera y el por fin, consiguiera deshacer el abrazo de Sasuke a su cuello.

Durante un buen rato, Sasuke continuó riendo para comenzar a farfullar oraciones carentes de sentido común y finalmente, caer dormido sobre la cama en la que lo había dejado Naruto mientras que él ocupaba la cama que estaba paralela a la de Sasuke.

Cuando Sasuke despertó, no se atrevió a abrir los ojos rápidamente porque un fuerte dolor de cabeza lo aquejaba pero aún así, abrió sus parpados para darse cuenta de que no se encontraba en ningún lugar que conociese.

A toda velocidad se sentó sobre el confortable colchón pare sentir como una punzada de dolor en su cabeza le hizo sisear como una serpiente.

– No debes de moverte tan rápido o  acabarás vomitando a causa del mareo.

Sasuke miró en dirección a la persona que le hablaba para encontrarse con Naruto.

– No hables tan fuerte y ¿por qué hay tanta luz?. Es molesta. Cubre la ventana, por favor. – Pidió con las manos en la cabeza y con los ojos cerrados a causa de la luz del sol. – ¿Dónde estamos?

– No estoy hablando tan alto y la luz del día es demasiado débil para dañarte los ojos porque el cielo está nublado, así que no correré la cortina porque hayas bebido demasiado vino para ser tu primera vez. – Naruto se levantó de la mecedora en la que estaba sentado para acercarse a la cama en la que Sasuke estaba frotándose la cara con las manos en un intento de mitigar la claridad del día. – Estamos en la posada de la familia Sabaku.

– No me encuentro bien. – Confesó Sasuke tocándose su barriga.

– Se te pasará pero debes de beberte esto, te hará bien. – Aseguró Naruto cogiendo la taza de barro cocido en frente de Sasuke.

– No quiero, huele mal.

– Es lo único que te puede ayudar a encontrarte un poco mejor. Además, ya debemos irnos de aquí.

Sasuke tomó la taza y miró el líquido que yacía frío en el interior del pequeño recipiente para cerrar sus ojos y tragar saliva antes de contener la respiración y beber todo aquel brebaje con rapidez.

Naruto retiró la taza de las manos de Sasuke que hacia muecas de desagrado por haberse bebido aquel desagradable líquido.

– Gaara ha traído ropas para ti porque pensó que te agradaría darte un baño.

Sasuke miró con los ojos brillantes a Naruto y sin esperar se levantó de la cama con tanta velocidad que se mareó un poco pero para su suerte, Naruto no permitió que cayera.

– Gracias. – Murmuró.

– Esa puerta de ahí es el aseo y ya está preparada el agua. – Susurró en el oído de Sasuke asiéndolo estremecer con su cálido aliento para acto seguido soltarle la cintura e ir hasta una pequeña mesa de la que cogió las prendas. – Aquí tienes las ropas y la toalla, en el baño encontraras el jabón.

– Gracias. – Volvió a agradecer pero esta vez con el rostro sonrojado.

Sasuke se dirigía hacia el baño cuando se percató de algo que lo hizo detenerse y girarse para mirar a Naruto.

– ¿Tú no vas a asearte?. – Preguntó un poco nervioso. – Quiero decir, el baño ya estaba preparado para ti, yo debería esperar para poder bañarme cuando terminases. – Se apresuró a decir sacando una sonrisa a Naruto.

– Cálmate. Lo haré en cuanto hayas terminado y es mejor que seas tú el primero en asearte. – Reveló Naruto para acercarse a Sasuke y girarlo para acompañarlo hasta la puerta que le abrió muy galantemente para que entrase y luego, cerrar la puerta.

Sasuke suspiró con el rostro teñido de rojo, una vez se quedó a solas en el baño.

– ¿Pero qué me ocurre?. – Murmuró antes de mirar al frente y ver la bañera llena de agua caliente.

Sasuke terminó de bañarse y secarse había decidido tirar todas sus ropas que estaban muy deterioradas para ponerse aquellas otras prendas que, a pesar de ser usadas, para él era como si fuesen nuevas y no le importó ponerse la ropa interior.

Se terminó de peinar su pelo oscuro y salió del baño donde vio a Naruto hablando con una muchacha con el cabello recogido en coletas.

– ¡Oh! Tú debes de ser Sasuke, yo soy Temari. – Se presentó la mujer caminando hacia Sasuke con una sonrisa en la boca. – ¿El agua estaba a tu agrado?. – Sasuke asintió ante la pregunta de la moza que lo miraba intensamente de la cabeza a los pies. – Me alegra y a ti te queda mucho mejor ese vestido que cuando yo lo usaba.

– ¿¡Es tuyo!?. – Se sorprendido Sasuke. – No sab...

– Tranquilo, te lo regalo porque a mí no me sirve como puedes ver. – Comentó divertida Temari. – Prefiero que lo tenga una persona que necesita estas prendas a que terminen como alimento de las llamas o como nido de polillas y ratones.

Sasuke sonrió un poco ante el comentario de la muchacha para mirar por encima del hombro de Temari dándose cuanta de que Naruto ya no estaba ahí por lo que sintió nervioso al estar solo con esa chica que era una desconocida.

– ¡Oh! Te hacen falta unos zapatos, ven conmigo. – Dijo Temari al ver los desnudos pies de Sasuke al que cogió de la mano y lo llevó hasta una habitación.

Sasuke miró la pequeña habitación de una sola ventana con unas cortinas de color amarilla en la que había una cama, un armario, un baúl, un tocador con su espejo ovalado y una mecedora.

– Esta es mi habitación. – Informó Temari. – Puedes tomar asiento mientras yo busco los zapatos. – Ofreció soltando la mano de Sasuke y abrir el baúl de donde comenzó a sacar zapatos y botas.

Sasuke se dirigió hacia la cama y se sentó sobre el cómodo mueble y miró el gato de pelaje naranja y dorado que dormía plácidamente. Sasuke estiró su mano y antes de llegar a tocar al felino, el gato abrió sus verdes ojos y maulló.

Sasuke sonrió y el gato volvió a maullar para levantarse y estirar sus extremidades antes de olfatear la mano del doncel y frotar su peluda cabeza en la palma de la mano de Sasuke.

– ¡Aquí están!. – Gritó Temari haciendo que el gato saliese corriendo despavorido.

La muchacha guardó todos los zapatos y botas que había sacado del baúl para luego, correr hasta el armario de dónde sacó un par de calcetines blancos.

– Toma. – Dijo entregándole los zapatos. – Están algo gastados pero es mejor que ir descalzo. – Comentó mirando a su invitado pero al ver que Sasuke dudaba en aceptarlo. – Quiero que te los pruebes, si te sirven te serán imprescindible para andar por las calles, ya que pronto el invierno comenzará.

– Gracias.

– No tienes porque agradecer nada, yo lo hago porque quiero y, también, porque estoy muy contenta de que Naruto se vea  diferente.

– Yo... no entiendo.

– Bueno, ya entenderás. – Temari sonrió.

Sasuke se puso los calcetines y los zapatos, los cuales le quedaban bien. Luego, Temari guió a Sasuke hasta la cocina donde vio a Kankuro y Gaara hablando con un muchacho de cabellos dorados, el cual estaba de espalda y por tanto, no se había percatado de la presencia de Temari y Sasuke en el lugar.

– ¡Ya lo he traído!. – Gritó Temari.

El mozo del cabello dorado se giró con una sonrisa y Sasuke quedó impactado ante el hecho de que aquella persona se trataba de Naruto. El doncel sintió como un escalofrío le recorrió la columna para terminar en sus mejillas que se colorearon de rosa.

– Gracias pero ya nosotros debemos irnos y dejar que Sasuke descanse. – Habló Naruto.

– No hace falta que te marches, puedes quedarte aquí.

– Gracias, Gaara pero no quiero abusar de tu amistad.

– Adiós Naruto y trae otro día a Sasuke, quiero que mi madre conozca a Sasuke. – Pidió Temari.

– Eso será si él quiere volver a visitaros. – Comentó divertido mientras cogía a Sasuke de la mano y lo guiaba hasta la puerta.

– ¡Cuidaros!. – Se despidió Kankuro antes de que los chicos abandonaran el edificio.

En silencio, Naruto y Sasuke caminaron por las calles de La Hoja hasta llegar a la casa de Naruto.

– Eres rubio. – Articuló por fin Sasuke.

– ¿Qué...?. – Preguntó desconcertado Naruto al no haber escuchado bien lo que había dicho su compañero.

– Que tu pelo es amarillo, yo no sabía que eras rubio pensé que tu pelo era de color negro o castaño. – Confesó abochornado Sasuke escuchando como Naruto rió un poco.

– Tenía el pelo oscuro debido al hollín y la suciedad porque aunque me haya aseado el cuerpo, no había lavado mi cabeza desde hacía tiempo pero no te preocupes, que no tengo piojos, esos bichos prefieren vivir en cabezas limpias y muy aseadas. – Terminó con una sonrisa. – Aunque creo que Gaara me ha cortado mucho el pelo. – Comentó mientras se palmeaba la cabeza.

– Yo creo que te queda bien. – Murmuró abochornado.

– Sasuke. – Llamó al doncel que miró los ojos contrarios con nerviosismo. – ¿Te encuentras mejor?.

– S-Sí, ya casi no siento el dolor de cabeza. – Habló con el corazón tamborileando en su pecho con fuerza.

– Me agrada saberlo. – Una mano de Naruto tocó la mejilla de Sasuke para sonreír. – Será mejor que descanses para que mañana continuemos buscando a tu hermano. – Habló en voz baja Naruto mientras retiraba la mano del rostro de Sasuke.

– Sí. – Murmuró  Sasuke sintiéndose defraudado y comenzando a caminar hacia el lecho.

– Sasuke.

El doncel al escuchar su nombre se giró para tropezar con Naruto donde sus labios se unieron  tan suave y velozmente al mismo tiempo que provocó que un remolino se instalara en el vientre de Sasuke y a pesar de ello, no se despegó de Naruto sino que sus manos se agarraron de la camisa del muchacho mientras las manos de Naruto abrazaron su espalda.

El beso continuó fluyendo y las bocas se abrieron pero la lengua de Naruto fue la única aventurera en explorar la cavidad bucal contraria hasta que encontró a su compañera con la cual bailo tímida y torpemente hasta que tuvo que volver a su guarida. Los dos jóvenes quedaron con la respiración agitada y el rubor ardiendo en su rostro.

– Es... – Intentó pronunciar Sasuke pero un dedo sobre sus labios le impidió continuar.

– No digas nada, solo ve y descansa. – Sugirió Naruto dejando libre a Sasuke el cual asintió y caminó hasta el lecho donde se acostó cubriéndose hasta la cabeza con la capa.

Naruto sin borrar la sonrisa fue a encender el fuego que se había extinguido antes de que la tarde se convirtiese en noche.



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