domingo, 28 de mayo de 2017

Repercusiones -23-


-Cinismo.-

Terminó de vestirse cuando se abrochó en la camisa los gemelos de platino y esmeraldas que el Duque de Cerezos le había obsequiado al terminar la cena esa noche y hacerle prometer que los llevaría mientras contraía nupcias, ya que se trataban de una reliquia familiar.

Kakashi suspiró por enésima vez en esa mañana antes de mirarse al espejo pero el silencio del que estaba disfrutando fue destruido con los golpecitos que alguien dio en la puerta de aquella habitación en la que se encontraba.

– ¡Adelante!. – Habló lo suficientemente fuerte para que la persona que aporreaba la puerta lo pudiese escuchar y entrara a la alcoba.

La puerta se abrió y por la ella entró un hombre con una gran sonrisa en los labios que cerró la puerta a su espalda una vez hubo ingresado en el cuarto.

– ¡Buen día, Marqués!. – Saludó mientras escrutaba la estancia y al mismo Kakashi en busca de algún detalle improcedente. – Supongo que está nervioso ante el casamiento que se celebrará en un rato, ¿cierto?.

– No, señor. – Respondió con seguridad Kakashi. – Aún estoy guardando el luto por la desafortunada muerte de mi padre como para poder sentir alguna otra emoción en mi alma. – Afirmó con seriedad.

– Sé lo mucho que debes de estar sufriendo pero hoy no es un día para guardar el desconsuelo de tan irremediable tragedia, es vuestra boda y debéis presentar respeto hacia la mujer que en breve será vuestra esposa. – Dijo aquel hombre mientras se acercaba al Marqués. – Sakura espera que vuestra pena sea olvidada el día de hoy y mañana, Kakashi, contareis con una compañera para compartir el dolor que carga vuestra alma. – Sentenció. –Os aseguro que mi hija os aliviará, Marqués.

– Yo os estoy muy agradecido, Duque, vuestra amabilidad ha sido un acto honorable que engrandece vuestra persona. – Habló con gratitud mientras miraba al Duque a los ojos. – Estoy consciente de vuestra buena disposición y haré que vuestra hija se sienta dichosa a mi lado.

– Me alegra oír eso, Kakashi. – Contestó mientras apoyaba uno de sus huesudas manos sobre uno de los hombros de Kakashi. – Ahora sería mejor que nos dirijamos a la capilla y podamos celebrar este acontecimiento que conseguirá el propósito que vuestro querido padre deseaba realizar en vida.

Kakashi asintió con la cabeza para abandonar junto al Duque la habitación y dirigirse a la capilla donde ya mucho de los invitados se encontraba esperando a que el evento se llevase a cabo de una vez y los dos jóvenes uniesen sus vidas ante la voluntad de Dios.

Cuando por fin llegaron los dos hombres a la capilla, el Duque se marchó del lado de Kakashi para atender a los invitados, dejando el futuro esposo de su hija solo en el santo edificio.

Kakashi  no le dio importancia el haberse quedado solo en el momento que pusieron un pie dentro de la capilla y se encaminó a ocupar su lugar aunque los ánimos del Marqués no eran los adecuados para encontrarse en un lugar tan atestado de personas como se estaba ese sitio en aquel momento.

– Marqués. – Llamó una voz femenina a la espalda del hombre, justó cuando se había posicionado en el lugar en que debía estar antes de que llegase su futura cónyuge.

– Señora Duquesa. – Pronunció Kakashi cuando se giró para ver a la mujer que lo había llamado.

– Podría acompañarme un segundo. – Pidió la mujer y sin esperar a que el Marqués hablase para aceptar o rechazar su petición, aún así, Kakashi siguió a la Duquesa de Cerezos.

La Duquesa guió al joven Marqués hacia una habitación pero tuvieron que entrar por el pequeño cuarto en el que el sacerdote estaba orando antes de iniciar la ceremonia y a quien ambos nobles saludaron para abrir un puerta que llevaba a una escalera y esta, daba a aquella pequeña alcoba detrás del altar que, probablemente, estaba construida para alojar al clérigo que oficiaba las misas a los Duques de Cerezos.

Sin embargo, aquella capilla solo se abría los domingos que era cuando uno de los sacerdotes del monasterio de La Rosa se acercaba a las tierras del duquesado para dar una pequeña misa a la aristócrata familia y no permanecía más tiempo en ese lugar.

– Por favor, cierre la puerta, Marqués. – Dijo la Duquesa sin darse la vuelta para quedar frente al hombre.

Kakashi no respondió sino que se acercó a la puerta de la habitación para cerrarla y cuando se volvió la mujer estaba recostada sobre la pequeña cama que allí había, mostrándose desnuda* y de una manera sugerente.

Kakashi miraba a la Duquesa pero solo podía abrir y cerrar la boca debido a la conmoción que le había provocado al ver a aquella mujer, madre de su futura esposa, de aquella manera tan sugerente e íntima.

– No diga nada, joven. – Ordenó la mujer. – Sé que en un momento se casará con Sakura en esta capilla y que el verme así es un acto blasfemo para mi matrimonio, al igual que un pecado ante la juiciosa mirada de Dios pero hace años que todo eso ha dejado de tener sentido para mí. – Dijo para levantarse de la cama y tirar del cordón de su corsé para poder deshacerse de la prisión que ejercía en sus costillas. – Usted es un hombre joven y con estudios en las ciencias, debería comprenderme más que cualquier otra persona, pues ¿no sois vosotros los jóvenes, los que acogéis esa diabólica enseñanza con la que juzgáis las leyes divinas?. – Ironizó con una sonrisa triste mientras se deshacía de su camisón* y su ropa interior para dejar su cuerpo al descubierto frente al Marqués que se había queda inmóvil en su lugar. – No es necesario que me responda. – Se apresuró a decir la Duquesa al ver como Kakashi tenía intención de contestarle. – Ante que os caséis quiero que sintáis a una mujer, quiero saber si sois el verdadero hijo de Sakumo, el hombre que por quince años compartió mi cama a espaldas de su esposa y su suegro. Necesito que tú, Kakashi, me hagas sentir que hay alguien en este reino en el que puedo creer y serle fiel. –  Argumentó para besar a Kakashi agresivamente.

– ¿Mi padre era vuestro amante?. – Preguntó Kakashi cortando el beso al comprender lo que le había dicho la mujer frente a él.

– Lo fue. – Afirmó acariciando el cuello y rostro de Kakashi sin llegar a sumergir su mano en el cabello plateado del Marqués. – Él no era feliz porque no tenía el corazón de la mujer con quién se casó a causa del recuerdo de vuestra madre. Sakumo solo tenía el cuerpo de esa infeliz que no llegó a darle ningún hijo. – Comentó. – Pero yo tampoco le podría dar hijos, mi cuerpo está tan seco como los desiertos del Reino de la Arena y por eso, venía a mí, para llorar su dolor por tu madre muerta, para liberar el dolor de la muerte de todos los hijos que Mikoto no consiguió traer al mundo, para liberar el dolor de su alma débil ante los pecados que cometía. Venía en mi busca porque necesitaba a alguien que estuviese sufriendo tanto como él y yo era la única que podía ayudarlo después de haber pasado por la vergüenza de unirme al hombre al que debo llamar marido.

– ¿A qué se refieres?. – Inquirió con curiosidad sintiendo como su espalda chocaba contra la puerta de madera que crujió al sentir el peso sobre ella.

– Sólo a lo que tu padre me revelaba en nuestros encuentros. – Explicó con picardía mientras descendía su mano hacia la entrepierna de Kakashi. – Él y yo éramos muy parecido, ambos nos casamos con personas que no nos querían y tú seguirás sus pasos. Hoy contraerás nupcias con una mujer que no conoces. Una mujer que no sabes si será capaz de amarte, de enamorarte, de enorgullecerte, de darte hijos varones para que continúen tu linaje pero que aún siendo Sakura un misterio par ti, has aceptado casarte con ella y solo hay un destino para ambos porque Orochimaru ya ha decidido qué hacer con tu vida y la de ella, al igual que lo decidió con la mía.

– ¿Qué intenta decir? Su esposo me contó el… por qué le pidió al rey hospedarme en su casa y me ha acogido en… esta casa como a un hijo por su estrecha relación… que mantenía con mi padre que era como un… hermano para él. Lo que me está contando solo son… desvaríos de su mente, señora… Mi padre era un respetable hombre, al… igual que lo es su esposo… – No pudo dejar de gemir al sentir como la mano experta de la Duquesa lo masturbaba ávidamente. – No puedo aceptar lo que usted… está asegurando mi padre no era un hombre… tan vulnerable a la carne como para traicionar a mi madrastra… con usted…

La Duquesa sonrió al comprobar lo engañado que estaba Kakashi y no pudo evitar compadecerse por aquel hombre ante lo crédulo que era al aceptar todas las mentiras de su esposo y su difunto padre para desechar la verdad que ella le estaba escupiendo a la cara como bofetadas pero sabía que el joven jamás la creería.

– “Al parecer, no eres tan inteligente como decía tu padre y, tanto Orochimaru como Sakumo, te han mostrado una realidad diferente de quienes son. Te has dejado engatusar, joven Marqués.” – Pensaba la Duquesa cuando por fin sintió como Kakashi la apartaba para cumplir sus deseos y sentir como aquel inexperto hombre la tomaba sin cortesía porque en aquel acto no había amor que infundiese caballerosidad, solo actuaba los instintos más precarios del ser humano para autosatisfacer sus lívidas emociones.

Cuando el coitó terminó, Kakashi se separó de la mujer y está comenzó a vestirse aún cuando su respiración seguía agitada.

– Kakashi. – Llamó irrespetuosamente la Duquesa una vez se había terminado de vestir  tan rápido como le fue posible ante la atenta mirada del Marqués. – Sé que no has creído mis palabras pero es la verdad. Tu padre fue mi amante aunque no puedas aceptarlo, así fue y te recomiendo, por el aprecio que sentía hacia Sakumo, que tengas cuidado con mí esposo. Orochimaru no es el hombre que todos creen que es. – Advirtió con seriedad. – Apresurémonos en volver, solo espero que los invitado no se hayan percatado de nuestra ausencia. – Terminó para abrir la puerta y bajar apresuradamente la escalera.

Kakashi se apresuró a colocarse sus ropas después de las palabras de la Duquesa para acto seguido, correr hacia el lugar en el que debía estar en aquella capilla.

Cuando por fin llegó el Marqués a ocupar su sitio, el joven se encontró con la molesta mirada del Duque junto a su esposa que actuaba como si nada hubiese pasado hace unos escasos minutos atrás.

– No debe desaparecer de esa manera cuando pronto aparecerá mi querida hija para contraer matrimonio con usted, Marqués. – Siseó el Duque con molestia. – Los invitados podrían pensar que no quiere efectuar su casamiento si se comporta de esa manera tan desinhibida.

– Lo siento, no fue mi intensión. – Se excusó para mirar a la Duquesa que parecía no prestar interés a la conversación que mantenía con su cónyuge y observaba a los invitados.

Sin embargo, Orochimaru no pudo continuar hablando con Kakashi porque en ese instante todos los invitados se levantaron de su asiento y el órgano de la capilla comenzó a sonar la marcha nupcial mientras por la puerta entraba el rey que llevaba a la novia hasta el altar mientras el resto de aristócratas hacían un leve postración a su presencia.

Sakura vestía un hermoso vestido marfil con estampados de rosas amarillas y su rostro iba oculto por el tupido velo blanco que solo permitía ver la boca de la mujer.

El rey, por fin llegó al lado del Marqués y dejó al lado del hombre a la futura esposa de Kakashi para retirarse a su lugar privilegiado en la capilla, dando comienzo a la ceremonia del enlace.

Cuando ambos jóvenes aceptaron el compromiso, la bendición religiosa terminó y tras firmar el acta de matrimonio que certificaba aquella unión ante las leyes divinas y humanas, Sakura se retiró el velo, mostrando sus grandes ojos verdes y larguísimo* cabello rosa recogido en un complicado peinado.

– Te vez hermosa, Sakura. – Susurró Kakashi con formalidad mientras sacaba un sonrojo en la incauta muchacha junto a una tímida sonrisa provocada por las primeras palabras que tenía su marido hacia ella.

– Todas las mujeres somos hermosas como las flores y al igual que ellas, nos marchitaremos. – Interrumpió cáusticamente la Duquesa acercándose a los recién casados junto a su cónyuge.

– No injuries, mujer. – Advirtió Orochimaru a su esposa. – Lo importante es que este casamiento ha sido el mejor realizado en años. – Anunció para sonreír con malicia.

Kakashi apenas había escuchado las palabras de su suegro, ni prestado atención al atrevido acercamiento de su esposa hacia él, sus ojos estaban clavados en la Duquesa que lo miraba descaradamente sin ningún reparo en los presentes.

– ¡Os felicito, joven Marqués!. – Felicitó el monarca que se había acercado al grupo sin importarle si podría estar interrumpiendo algo. – Vuestra esposa es una joven tan bella como una rosa e igual de delicada. – Alagó el rey después de que los presentes hicieran una curtida reverencia. – Deberéis poner vuestro más profundo esfuerzo en cuidarla para que no pierda su esplendor, joven Marqués. – Objetó en esta ocasión mirando al joven noble.

– ¡Gracias, su majestad!. Os aseguro que cuidare de mi desposada como merece. – Afirmó Kakashi al mismo tiempo que cogía de la mano a Sakura y esta se sonrojaba nuevamente.

– Entonces, harás lo correcto y Dios os bendecirá con un hijo varón que porte vuestra sangre. – Agregó el rey antes de mirar al Duque de Cerezos. – ¿Mi querido Orochimaru, os placería acompañarme?. Quisiera tratarle algunos asuntos ante su buen juicio.

– Por supuesto, su majestad. Es un honor para mí el poder serviros de ayuda. – Respondió Orochimaru haciendo otra reverencia al monarca.

– Marqués, señoras. – Repuso el soberano viendo como los nombrados hacían una floritura antes de que abandonara el lugar junto al Duque y dejando solo a Kakashi junto a aquellas dos mujeres.

Cuando el Duque de Cerezos y el rey desaparecieron discutiendo los problemas que presentaba el Reino del Fuego en los últimos días, se produjo un incómodo silencio entre las personas que habían quedado en aquel edificio.

– Sakura, querida, porque no te adelantas y atiendes a los invitados, necesito hablar con el Marqués un momento. – Demandó la Duquesa.

– Como diga, madre. – Contestó Sakura antes de hacer una pequeña inclinación a su esposo para salir de la capilla en la que no quedaba nadie más que su marido junto a la Duquesa.

– ¿Cómo os sentís, Marqués, ahora que habéis entregado vuestra vida al demonio?. – Preguntó con diversión la mujer.

– No comprendo vuestros juegos, señora. Primero, me decís improperios, al mismo tiempo que afirmáis que me deseáis y una vez me habéis seducido con vuestro cuerpo, actuáis como si nada hubiese pasado. Incluso, presenciasteis mi boda con vuestra hija sin inmutaros de que instantes antes retozabais bajo mi dominio, ¿no tenéis corazón en vuestro pecho?. – Quiso saber Kakashi sin apartar sus ojos de los contrarios que parecían estar disfrutando de escuchar sus acusaciones.

– No sois tan perspicaz como pensaba para no daros cuenta pero tampoco puedo forzaros a que abráis vuestros ojos. – Atribuyó la mujer sin apartar su mirada. – Os digo cuanto sé y lo desecháis. Os ofrecí mi cuerpo en espera de que te dieras cuenta de tus propios sentimientos y deseos y ahora me insultáis. – La Duquesa caminó hasta Kakashi para acariciar su cara con lentitud antes de abofetearlo con fuerza. – Yo no os obligué a que me tomarás pero si soy culpable en intentar haceros recapacitar para que no os en matrimoniaseis con Sakura. – Murmuró muy cerca de los labios de Kakashi dejando que su aliento golpease la piel de aquellos labios para luego besarlo. – No me agrada que mi esposo consiga sus propósitos contigo y la pequeña Sakura, vosotros no merecéis estar juntos para complacer sus intenciones. – Añadió para volver a besar a aquel hombre frente a ella.

– Esto no está bien, acabo de desposarme con vuestra hija. – Farfulló Kakashi sintiendo el cuerpo de la Duquesa sobre su el suyo y el candor en sus labios después de haberse besado. – Alguien pudiera venir o Sakura podría entrar y no estaría… bien que nos encontrara en tan comprometida situación. – Manifestó con dificultad al sentir que nuevamente comenzaba a excitarse por la cercanía de la Duquesa.

La mujer se separó bruscamente sin importarle la situación que había causado en el Marqués de Sharingan y giró sobre sus pies para comenzar a caminar hacia la salida de la capilla.

– Antes, quería que reconsiderarais vuestro matrimonio con Sakura, no quería que calleras en el mismo círculo en el que había caído yo pero aún cuando probasteis mi cuerpo no os hice cambiar de idea. Supongo, que no fue suficiente para ti, espero no os arrepintáis y hagáis caso a mi advertencia. – La mujer se detuvo para mirar al Marqués. – Tened cuidado con mi esposo. – Advirtió con severidad. – Y si… os encontráis inquieto, las puertas de mi aposento estarán abierta. Puedes ir cada vez que te apetezca y Sakura no tendrá por qué enterarse. – Acotó con una sonrisa, que Kakashi no logró ver, antes de continuar su camino a la salida de aquel edificio.

Kakahi vio como la Duquesa se marchaba y quedaba él solo en el interior de la capilla donde comenzó a cavilar todo lo que su suegra le había contado y ocurrido pero le era difícil de concebir y complicado de entender. Por ello, el Marqués prefirió abandonar el edificio sin pensar en las repercusiones en que podría desencadenar todo aquello para disfrutar de la comida junto al los invitados y su esposa, no deseaba preocuparse ese día por las extravagancias que la Duquesa le había dicho y hecho en él.

El almuerzo de bodas había terminado y después de disfrutar con algunos juegos que se realizaron y conversaciones triviales acerca de tierras, joyas, moda o la eficiencia del servicio, los invitados comenzaron a retirarse de las propiedades del Duque de Cerezos al llegar el crepúsculo del día. El último en marcharse fue el rey que había permanecido gran parte de ese día conversando en compañía de Orochimaru.

Sin embargo, ninguno de los invitados que había ido a presenciar el casamiento se percató que en el camino después de dejar la morada del Duque de Cerezos estaba escondido dentro de una arboleda un hombre encapuchado que permanecía inmóvil sobre un caballo, mirando como cada uno de los nobles abandonaban las tierras del Duque de Cerezos despreocupadamente y ese hombre no era otro que Fugaku.

Fugaku había salido muy temprano de la casa que había conseguido arredrar Minato en un intento de poner en orden sus pensamientos y emociones después del shock que le había provocado el saber que tenía un hijo, sin dejar de cuestionarse qué había ocurrido con el hermano de Itachi. Si acaso ese joven había muerto junto a Mikoto o lo había hecho antes a causa de alguna enfermedad o, simplemente, continuaba vivo.

Tampoco dejaba de preocuparse ante el hecho de cómo debía de actuar ahora con el doncel que llevaba su sangre después de haberle gritado y estado a punto de agredir pero que al interponerse su buen amigo no sucedió. Además, que sabía a la perfección lo que había ocurrido entre Minato e Itachi y era consciente de que no podría borrar el pasado, ni que Minato no sintiese interés amoroso hacia el doncel porque su único aliado solo actuaba para su propio beneficio y no podría cambiar aunque lo desease.

Sin lugar a duda, Fugaku no podía dejar de pensar en todo lo que recientemente le había ocurrido y el tener la mente tan obnubilada se había olvidado de sus sentidos comenzando a caminar por las calles de la ciudad de La Hoja como si fuese un cascarón vacío carente de alma.

Sin embargo, cuando Fugaku despertó de sus reflexiones se percató de que había llegado bastante lejos de donde se encontraba su nueva residencia y fue por esto que se dio la vuelta para volver a la morada, teniendo que pasar obligatoriamente por la plaza en la que se estaba llevando en ese momento la sentencia de la horca en aquellos infelices que tenían una cuerda alrededor de su cuello.

Fugaku se cubrió más su rostro y agachó la cabeza para mirar el suelo mientras apresuraba sus pasos y cruzar lo más rápido posible el lugar que no dejaba de causarle escalofríos. Fue, entonteces, que al adentrarse en una de las calles se topó con un grupo de mujeres que estaban parloteando sobre sus maridos e hijos y, entonces, comenzaron a hablar de la nobleza y una boda, que en un principio a Fugaku no consiguió asimilar, hasta que el nombre del Duque de Cerezos apareció de la boca de una de aquellas mujeres. Velozmente, Fugaku consiguió enlazar lo que aquellas mujeres hablaban con lo que Minato le había contado acerca del actual Marqués y el interés del Duque de Cerezos en que el Marqués de Sharingan se casara con su hija.

Fugaku se apresuró en llegar a la casa donde sin siquiera molestarse en poner sobre aviso a Minato, ensilló a su caballo y lo montó apresuradamente para salir galopando en dirección a las tierras del Duque de Cerezos.

Cuando Fugaku consiguió llegar a las tierras del Duque de Cerezos permitió que su corcel fuera trotando hasta la arboleda que le permitiría ocultarse con facilidad ya que su jamelgo tenía su pelaje marrón.

El hombre no tardó en acercarse en donde estaba construido el palacete de Orochimaru rodeado por la enorme muralla de piedra en donde ondeaba las banderas con los colores y el escudo perteneciente a la familia con el título nobiliario del  Duque de Cerezos.

Fugaku cubrió su cabeza con la capucha de su capa y esperó atento a que las enormes puertas se abriesen para saber cuántos aristócratas habían sido invitados al evento, así como lo escuchado de aquellas mujeres era cierto, ese día se unía en matrimonio el Marqués de Sharingan con la hija del Duque de Cerezos aunque a esas horas ya serían marido y mujer.

Fugaku tuvo que esperar hasta el ocaso para ver como por fin aquellas enormes puertas se abrían y del interior salían los primeros invitados en abandonar la residencia del Duque de Cerezos siendo el último en retirarse el rey del Reino del Fuego en su carruaje tirado por seis corceles blancos.

Fugaku solo le sirvió el acercarse para comprobar que era cierto, el matrimonió del actual Marqués de Sharingan con la hija de Orochimaru se había obrado. Con esta fehaciente información Fugaku volvió a la ciudad de La Hoja sintiendo que se había sumando un obstáculo más, además de ser una preocupación más porque con ello solo podía tener un mal presentimiento de todo lo que  podría ocurrir en ese reino.

Cuando por fin, Fugaku llegó a la casa donde había comenzado a ocupar junto a Minato e Itachi, se dirigió a la pequeña caballeriza donde desmontó a su equino para comenzar a quitarle todo los objetos que le había tenido que poner para poder cabalgar sobre el animal y una vez le retiró todos los objetos, le puso agua en el pequeño abrevadero y alfalfa en el lugar que debía ponerle la comida a su corcel. También, le cambió el heno antes de cepillarlo sin pensar en nada más que en lo que hacía y cuando Fugaku terminó se adentró en la casa dejando al jamelgo bien guardado en la caballeriza.

Sin embargo, cuando Fugaku abrió la puerta, se encontró con el rostro de su amigo que indicaba que se encontraba de mal humor.

– ¿Dónde has estado?. – Preguntó con parquedad Minato sentado sobre el sofá en el que tenía que dormir porque Itachi ocupaba su habitación y no podía quitarle el cuarto a su amigo ya que no solo era mayor que él sino que sentía que era culpa suya el que Itachi se encontrase con ellos.

– ¿Dónde está el doncel?. – Ignoró la pregunta de su amigo haciendo otra y dándose cuenta de que no era capaz de llamar por el nombre a su hijo.

– En la habitación. – Respondió levantándose del sofá. – Ahora me dirás él por qué has desaparecido todo el día. Pudiste haberme avisado, Fugaku. – Dijo subiendo el volumen de su voz gradualmente a cada palabra que soltaba por su boca.

– No grites y no reveles mi nombre tan a la ligera, podría oírte. – Regañó mientras fruncía el ceño.

– No creo que no esté escuchando, está durmiendo y la puerta de la habitación está cerrada como para que se despierte por que hable un poco alto. – Explicó Minato. – Además, no es a ti a quien el doncel está acosando. ¡No entiendo de qué te lamentas!.

– He ido hasta las tierras del Duque de Cerezos. – Reveló.

– ¿¡Qué!? ¿por qué has hecho eso? ¿no te das cuenta de que podría reconocerte?. – Preguntó nervioso Minato ante lo dicho por su amigo.

– ¡Quieres calmarte y dejar de gritar! podrías despertar al doncel. – Regañó Fugaku.

– No estaría gritando si no hicieras necedades como esas. ¿Cómo se te ocurrió ir hasta las tierras de Orochimaru?. – Volvió a repetir Minato aún exaltado.

– Escuché que hoy era cuando el actual Marqués de Sharingan se casaría con la hija de Orochimaru. – Contó Fugaku. – Solo fui a comprobarlo y pude confirmarlo con mis propios ojos. Incluso, el rey asistió a presenciar el casamiento y para que te calmes, te diré que nadie consiguió verme. – Aclaró Fugaku.

– Igualmente, eso fue demasiado arriesgado. – Puntualizó Minato. – ¿A dónde te diriges ahora?. – Inquirió al ver como Fugaku lo pasaba de largo.

– A mi alcoba, estoy agotado si no te has dado cuenta. – Acotó Fugaku antes de adentrarse a la habitación cerrando la puerta a su espalda y dejando a Minato solo sentado sobre el sofá.

Minato sacudió la cabeza una vez la puerta se cerró y fue, entonces, que Minato se descalzó y se recostó sobre el sofá poniéndose una manta sobre su cuerpo para abrigarse y apagar la vela que estaba encendida sobre el candelabro.




Aclaración de  los términos:

* Recordemos que en este tiempo la palabra desnudez era utilizada aún más allá de lo que es la simple desnudez que puede haber en un cuerpo. Por ello, si una persona se encontraba en ropa interior e incluso, en camisón se le decía que estaba desnudo ya que esas prendas se consideraban íntimas e improcedentes para la mirada.

* Camisón: En realidad no se trata de un camisón aunque es muy parecido. Ya que es una prenda íntima de tela muy fina y ligera que se ponían las mujeres y hombres de esta época bajo sus ropas. Puse está palabra porque no conseguí encontrar el nombre de esta prenda y agradecería que si alguien conoce el nombre de esta prenda me lo haga saber para poner el nombre correspondiente.

* Es cierto que el cabello de Sakura no es tan largo como el de Kushina pero hay que recordar que en este tiempo la moda para los hombres y las mujeres pertenecientes a la nobleza era que fuese largo, más el de las mujeres que el de los hombres. En cambio, para las personas no pertenecientes a la nobleza era muy común que solo las mujeres llevasen el pelo un poco largo o a la altura de sus hombros y los hombres tenían su cabello corto, debido a los parásitos y la falta de higiene personal.

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