-Cinismo.-
Terminó
de vestirse cuando se abrochó en la camisa los gemelos de platino y esmeraldas
que el Duque de Cerezos le había obsequiado al terminar la cena esa noche y
hacerle prometer que los llevaría mientras contraía nupcias, ya que se trataban
de una reliquia familiar.
Kakashi
suspiró por enésima vez en esa mañana antes de mirarse al espejo pero el
silencio del que estaba disfrutando fue destruido con los golpecitos que
alguien dio en la puerta de aquella habitación en la que se encontraba.
–
¡Adelante!. – Habló lo suficientemente fuerte para que la persona que aporreaba
la puerta lo pudiese escuchar y entrara a la alcoba.
La
puerta se abrió y por la ella entró un hombre con una gran sonrisa en los
labios que cerró la puerta a su espalda una vez hubo ingresado en el cuarto.
–
¡Buen día, Marqués!. – Saludó mientras escrutaba la estancia y al mismo Kakashi
en busca de algún detalle improcedente. – Supongo que está nervioso ante el
casamiento que se celebrará en un rato, ¿cierto?.
– No,
señor. – Respondió con seguridad Kakashi. – Aún estoy guardando el luto por la
desafortunada muerte de mi padre como para poder sentir alguna otra emoción en
mi alma. – Afirmó con seriedad.
– Sé
lo mucho que debes de estar sufriendo pero hoy no es un día para guardar el desconsuelo
de tan irremediable tragedia, es vuestra boda y debéis presentar respeto hacia
la mujer que en breve será vuestra esposa. – Dijo aquel hombre mientras se
acercaba al Marqués. – Sakura espera que vuestra pena sea olvidada el día de hoy
y mañana, Kakashi, contareis con una compañera para compartir el dolor que
carga vuestra alma. – Sentenció. –Os aseguro que mi hija os aliviará, Marqués.
– Yo
os estoy muy agradecido, Duque, vuestra amabilidad ha sido un acto honorable
que engrandece vuestra persona. – Habló con gratitud mientras miraba al Duque a
los ojos. – Estoy consciente de vuestra buena disposición y haré que vuestra hija
se sienta dichosa a mi lado.
– Me
alegra oír eso, Kakashi. – Contestó mientras apoyaba uno de sus huesudas manos
sobre uno de los hombros de Kakashi. – Ahora sería mejor que nos dirijamos a la
capilla y podamos celebrar este acontecimiento que conseguirá el propósito que
vuestro querido padre deseaba realizar en vida.
Kakashi
asintió con la cabeza para abandonar junto al Duque la habitación y dirigirse a
la capilla donde ya mucho de los invitados se encontraba esperando a que el
evento se llevase a cabo de una vez y los dos jóvenes uniesen sus vidas ante la
voluntad de Dios.
Cuando
por fin llegaron los dos hombres a la capilla, el Duque se marchó del lado de
Kakashi para atender a los invitados, dejando el futuro esposo de su hija solo
en el santo edificio.
Kakashi no le dio importancia el haberse quedado solo
en el momento que pusieron un pie dentro de la capilla y se encaminó a ocupar
su lugar aunque los ánimos del Marqués no eran los adecuados para encontrarse
en un lugar tan atestado de personas como se estaba ese sitio en aquel momento.
–
Marqués. – Llamó una voz femenina a la espalda del hombre, justó cuando se
había posicionado en el lugar en que debía estar antes de que llegase su futura
cónyuge.
–
Señora Duquesa. – Pronunció Kakashi cuando se giró para ver a la mujer que lo
había llamado.
–
Podría acompañarme un segundo. – Pidió la mujer y sin esperar a que el Marqués
hablase para aceptar o rechazar su petición, aún así, Kakashi siguió a la
Duquesa de Cerezos.
La
Duquesa guió al joven Marqués hacia una habitación pero tuvieron que entrar por
el pequeño cuarto en el que el sacerdote estaba orando antes de iniciar la
ceremonia y a quien ambos nobles saludaron para abrir un puerta que llevaba a
una escalera y esta, daba a aquella pequeña alcoba detrás del altar que,
probablemente, estaba construida para alojar al clérigo que oficiaba las misas
a los Duques de Cerezos.
Sin
embargo, aquella capilla solo se abría los domingos que era cuando uno de los
sacerdotes del monasterio de La Rosa se acercaba a las tierras del duquesado
para dar una pequeña misa a la aristócrata familia y no permanecía más tiempo
en ese lugar.
– Por
favor, cierre la puerta, Marqués. – Dijo la Duquesa sin darse la vuelta para
quedar frente al hombre.
Kakashi
no respondió sino que se acercó a la puerta de la habitación para cerrarla y
cuando se volvió la mujer estaba recostada sobre la pequeña cama que allí
había, mostrándose desnuda* y de una manera sugerente.
Kakashi
miraba a la Duquesa pero solo podía abrir y cerrar la boca debido a la
conmoción que le había provocado al ver a aquella mujer, madre de su futura
esposa, de aquella manera tan sugerente e íntima.
– No
diga nada, joven. – Ordenó la mujer. – Sé que en un momento se casará con
Sakura en esta capilla y que el verme así es un acto blasfemo para mi
matrimonio, al igual que un pecado ante la juiciosa mirada de Dios pero hace
años que todo eso ha dejado de tener sentido para mí. – Dijo para levantarse de
la cama y tirar del cordón de su corsé para poder deshacerse de la prisión que
ejercía en sus costillas. – Usted es un hombre joven y con estudios en las
ciencias, debería comprenderme más que cualquier otra persona, pues ¿no sois
vosotros los jóvenes, los que acogéis esa diabólica enseñanza con la que
juzgáis las leyes divinas?. – Ironizó con una sonrisa triste mientras se
deshacía de su camisón* y su ropa interior para dejar su cuerpo al descubierto
frente al Marqués que se había queda inmóvil en su lugar. – No es necesario que
me responda. – Se apresuró a decir la Duquesa al ver como Kakashi tenía
intención de contestarle. – Ante que os caséis quiero que sintáis a una mujer,
quiero saber si sois el verdadero hijo de Sakumo, el hombre que por quince años
compartió mi cama a espaldas de su esposa y su suegro. Necesito que tú,
Kakashi, me hagas sentir que hay alguien en este reino en el que puedo creer y
serle fiel. – Argumentó para besar a Kakashi
agresivamente.
– ¿Mi
padre era vuestro amante?. – Preguntó Kakashi cortando el beso al comprender lo
que le había dicho la mujer frente a él.
– Lo
fue. – Afirmó acariciando el cuello y rostro de Kakashi sin llegar a sumergir
su mano en el cabello plateado del Marqués. – Él no era feliz porque no tenía
el corazón de la mujer con quién se casó a causa del recuerdo de vuestra madre.
Sakumo solo tenía el cuerpo de esa infeliz que no llegó a darle ningún hijo. –
Comentó. – Pero yo tampoco le podría dar hijos, mi cuerpo está tan seco como
los desiertos del Reino de la Arena y por eso, venía a mí, para llorar su dolor
por tu madre muerta, para liberar el dolor de la muerte de todos los hijos que
Mikoto no consiguió traer al mundo, para liberar el dolor de su alma débil ante
los pecados que cometía. Venía en mi busca porque necesitaba a alguien que
estuviese sufriendo tanto como él y yo era la única que podía ayudarlo después
de haber pasado por la vergüenza de unirme al hombre al que debo llamar marido.
– ¿A qué
se refieres?. – Inquirió con curiosidad sintiendo como su espalda chocaba
contra la puerta de madera que crujió al sentir el peso sobre ella.
– Sólo
a lo que tu padre me revelaba en nuestros encuentros. – Explicó con picardía
mientras descendía su mano hacia la entrepierna de Kakashi. – Él y yo éramos
muy parecido, ambos nos casamos con personas que no nos querían y tú seguirás
sus pasos. Hoy contraerás nupcias con una mujer que no conoces. Una mujer que
no sabes si será capaz de amarte, de enamorarte, de enorgullecerte, de darte
hijos varones para que continúen tu linaje pero que aún siendo Sakura un
misterio par ti, has aceptado casarte con ella y solo hay un destino para ambos
porque Orochimaru ya ha decidido qué hacer con tu vida y la de ella, al igual
que lo decidió con la mía.
– ¿Qué
intenta decir? Su esposo me contó el… por qué le pidió al rey hospedarme en su
casa y me ha acogido en… esta casa como a un hijo por su estrecha relación… que
mantenía con mi padre que era como un… hermano para él. Lo que me está contando
solo son… desvaríos de su mente, señora… Mi padre era un respetable hombre, al…
igual que lo es su esposo… – No pudo dejar de gemir al sentir como la mano
experta de la Duquesa lo masturbaba ávidamente. – No puedo aceptar lo que
usted… está asegurando mi padre no era un hombre… tan vulnerable a la carne
como para traicionar a mi madrastra… con usted…
La
Duquesa sonrió al comprobar lo engañado que estaba Kakashi y no pudo evitar compadecerse
por aquel hombre ante lo crédulo que era al aceptar todas las mentiras de su
esposo y su difunto padre para desechar la verdad que ella le estaba escupiendo
a la cara como bofetadas pero sabía que el joven jamás la creería.
– “Al parecer, no eres tan inteligente como
decía tu padre y, tanto Orochimaru como Sakumo, te han mostrado una realidad
diferente de quienes son. Te has dejado engatusar, joven Marqués.” –
Pensaba la Duquesa cuando por fin sintió como Kakashi la apartaba para cumplir
sus deseos y sentir como aquel inexperto hombre la tomaba sin cortesía porque
en aquel acto no había amor que infundiese caballerosidad, solo actuaba los
instintos más precarios del ser humano para autosatisfacer sus lívidas
emociones.
Cuando
el coitó terminó, Kakashi se separó de la mujer y está comenzó a vestirse aún
cuando su respiración seguía agitada.
–
Kakashi. – Llamó irrespetuosamente la Duquesa una vez se había terminado de
vestir tan rápido como le fue posible ante
la atenta mirada del Marqués. – Sé que no has creído mis palabras pero es la
verdad. Tu padre fue mi amante aunque no puedas aceptarlo, así fue y te
recomiendo, por el aprecio que sentía hacia Sakumo, que tengas cuidado con mí
esposo. Orochimaru no es el hombre que todos creen que es. – Advirtió con
seriedad. – Apresurémonos en volver, solo espero que los invitado no se hayan
percatado de nuestra ausencia. – Terminó para abrir la puerta y bajar
apresuradamente la escalera.
Kakashi
se apresuró a colocarse sus ropas después de las palabras de la Duquesa para
acto seguido, correr hacia el lugar en el que debía estar en aquella capilla.
Cuando
por fin llegó el Marqués a ocupar su sitio, el joven se encontró con la molesta
mirada del Duque junto a su esposa que actuaba como si nada hubiese pasado hace
unos escasos minutos atrás.
– No
debe desaparecer de esa manera cuando pronto aparecerá mi querida hija para
contraer matrimonio con usted, Marqués. – Siseó el Duque con molestia. – Los
invitados podrían pensar que no quiere efectuar su casamiento si se comporta de
esa manera tan desinhibida.
– Lo
siento, no fue mi intensión. – Se excusó para mirar a la Duquesa que parecía no
prestar interés a la conversación que mantenía con su cónyuge y observaba a los
invitados.
Sin
embargo, Orochimaru no pudo continuar hablando con Kakashi porque en ese
instante todos los invitados se levantaron de su asiento y el órgano de la
capilla comenzó a sonar la marcha nupcial mientras por la puerta entraba el rey
que llevaba a la novia hasta el altar mientras el resto de aristócratas hacían
un leve postración a su presencia.
Sakura
vestía un hermoso vestido marfil con estampados de rosas amarillas y su rostro
iba oculto por el tupido velo blanco que solo permitía ver la boca de la mujer.
El rey,
por fin llegó al lado del Marqués y dejó al lado del hombre a la futura esposa
de Kakashi para retirarse a su lugar privilegiado en la capilla, dando comienzo
a la ceremonia del enlace.
Cuando
ambos jóvenes aceptaron el compromiso, la bendición religiosa terminó y tras
firmar el acta de matrimonio que certificaba aquella unión ante las leyes divinas
y humanas, Sakura se retiró el velo, mostrando sus grandes ojos verdes y
larguísimo* cabello rosa recogido en un complicado peinado.
– Te
vez hermosa, Sakura. – Susurró Kakashi con formalidad mientras sacaba un
sonrojo en la incauta muchacha junto a una tímida sonrisa provocada por las
primeras palabras que tenía su marido hacia ella.
–
Todas las mujeres somos hermosas como las flores y al igual que ellas, nos
marchitaremos. – Interrumpió cáusticamente la Duquesa acercándose a los recién
casados junto a su cónyuge.
– No
injuries, mujer. – Advirtió Orochimaru a su esposa. – Lo importante es que este
casamiento ha sido el mejor realizado en años. – Anunció para sonreír con
malicia.
Kakashi
apenas había escuchado las palabras de su suegro, ni prestado atención al
atrevido acercamiento de su esposa hacia él, sus ojos estaban clavados en la
Duquesa que lo miraba descaradamente sin ningún reparo en los presentes.
– ¡Os
felicito, joven Marqués!. – Felicitó el monarca que se había acercado al grupo
sin importarle si podría estar interrumpiendo algo. – Vuestra esposa es una
joven tan bella como una rosa e igual de delicada. – Alagó el rey después de
que los presentes hicieran una curtida reverencia. – Deberéis poner vuestro más
profundo esfuerzo en cuidarla para que no pierda su esplendor, joven Marqués. –
Objetó en esta ocasión mirando al joven noble.
–
¡Gracias, su majestad!. Os aseguro que cuidare de mi desposada como merece. –
Afirmó Kakashi al mismo tiempo que cogía de la mano a Sakura y esta se
sonrojaba nuevamente.
–
Entonces, harás lo correcto y Dios os bendecirá con un hijo varón que porte
vuestra sangre. – Agregó el rey antes de mirar al Duque de Cerezos. – ¿Mi
querido Orochimaru, os placería acompañarme?. Quisiera tratarle algunos asuntos
ante su buen juicio.
– Por
supuesto, su majestad. Es un honor para mí el poder serviros de ayuda. –
Respondió Orochimaru haciendo otra reverencia al monarca.
–
Marqués, señoras. – Repuso el soberano viendo como los nombrados hacían una
floritura antes de que abandonara el lugar junto al Duque y dejando solo a
Kakashi junto a aquellas dos mujeres.
Cuando
el Duque de Cerezos y el rey desaparecieron discutiendo los problemas que
presentaba el Reino del Fuego en los últimos días, se produjo un incómodo
silencio entre las personas que habían quedado en aquel edificio.
–
Sakura, querida, porque no te adelantas y atiendes a los invitados, necesito
hablar con el Marqués un momento. – Demandó la Duquesa.
– Como
diga, madre. – Contestó Sakura antes de hacer una pequeña inclinación a su
esposo para salir de la capilla en la que no quedaba nadie más que su marido
junto a la Duquesa.
–
¿Cómo os sentís, Marqués, ahora que habéis entregado vuestra vida al demonio?.
– Preguntó con diversión la mujer.
– No
comprendo vuestros juegos, señora. Primero, me decís improperios, al mismo
tiempo que afirmáis que me deseáis y una vez me habéis seducido con vuestro
cuerpo, actuáis como si nada hubiese pasado. Incluso, presenciasteis mi boda
con vuestra hija sin inmutaros de que instantes antes retozabais bajo mi dominio,
¿no tenéis corazón en vuestro pecho?. – Quiso saber Kakashi sin apartar sus
ojos de los contrarios que parecían estar disfrutando de escuchar sus
acusaciones.
– No
sois tan perspicaz como pensaba para no daros cuenta pero tampoco puedo forzaros
a que abráis vuestros ojos. – Atribuyó la mujer sin apartar su mirada. – Os
digo cuanto sé y lo desecháis. Os ofrecí mi cuerpo en espera de que te dieras
cuenta de tus propios sentimientos y deseos y ahora me insultáis. – La Duquesa
caminó hasta Kakashi para acariciar su cara con lentitud antes de abofetearlo
con fuerza. – Yo no os obligué a que me tomarás pero si soy culpable en
intentar haceros recapacitar para que no os en matrimoniaseis con Sakura. –
Murmuró muy cerca de los labios de Kakashi dejando que su aliento golpease la
piel de aquellos labios para luego besarlo. – No me agrada que mi esposo
consiga sus propósitos contigo y la pequeña Sakura, vosotros no merecéis estar
juntos para complacer sus intenciones. – Añadió para volver a besar a aquel
hombre frente a ella.
– Esto
no está bien, acabo de desposarme con vuestra hija. – Farfulló Kakashi
sintiendo el cuerpo de la Duquesa sobre su el suyo y el candor en sus labios
después de haberse besado. – Alguien pudiera venir o Sakura podría entrar y no
estaría… bien que nos encontrara en tan comprometida situación. – Manifestó con
dificultad al sentir que nuevamente comenzaba a excitarse por la cercanía de la
Duquesa.
La
mujer se separó bruscamente sin importarle la situación que había causado en el
Marqués de Sharingan y giró sobre sus pies para comenzar a caminar hacia la
salida de la capilla.
–
Antes, quería que reconsiderarais vuestro matrimonio con Sakura, no quería que
calleras en el mismo círculo en el que había caído yo pero aún cuando probasteis
mi cuerpo no os hice cambiar de idea. Supongo, que no fue suficiente para ti, espero
no os arrepintáis y hagáis caso a mi advertencia. – La mujer se detuvo para
mirar al Marqués. – Tened cuidado con mi esposo. – Advirtió con severidad. – Y
si… os encontráis inquieto, las puertas de mi aposento estarán abierta. Puedes
ir cada vez que te apetezca y Sakura no tendrá por qué enterarse. – Acotó con
una sonrisa, que Kakashi no logró ver, antes de continuar su camino a la salida
de aquel edificio.
Kakahi
vio como la Duquesa se marchaba y quedaba él solo en el interior de la capilla
donde comenzó a cavilar todo lo que su suegra le había contado y ocurrido pero
le era difícil de concebir y complicado de entender. Por ello, el Marqués
prefirió abandonar el edificio sin pensar en las repercusiones en que podría
desencadenar todo aquello para disfrutar de la comida junto al los invitados y
su esposa, no deseaba preocuparse ese día por las extravagancias que la Duquesa
le había dicho y hecho en él.
El
almuerzo de bodas había terminado y después de disfrutar con algunos juegos que
se realizaron y conversaciones triviales acerca de tierras, joyas, moda o la
eficiencia del servicio, los invitados comenzaron a retirarse de las
propiedades del Duque de Cerezos al llegar el crepúsculo del día. El último en
marcharse fue el rey que había permanecido gran parte de ese día conversando en
compañía de Orochimaru.
Sin
embargo, ninguno de los invitados que había ido a presenciar el casamiento se
percató que en el camino después de dejar la morada del Duque de Cerezos estaba
escondido dentro de una arboleda un hombre encapuchado que permanecía inmóvil
sobre un caballo, mirando como cada uno de los nobles abandonaban las tierras
del Duque de Cerezos despreocupadamente y ese hombre no era otro que Fugaku.
Fugaku
había salido muy temprano de la casa que había conseguido arredrar Minato en un
intento de poner en orden sus pensamientos y emociones después del shock que le
había provocado el saber que tenía un hijo, sin dejar de cuestionarse qué había
ocurrido con el hermano de Itachi. Si acaso ese joven había muerto junto a
Mikoto o lo había hecho antes a causa de alguna enfermedad o, simplemente,
continuaba vivo.
Tampoco
dejaba de preocuparse ante el hecho de cómo debía de actuar ahora con el doncel
que llevaba su sangre después de haberle gritado y estado a punto de agredir pero
que al interponerse su buen amigo no sucedió. Además, que sabía a la perfección
lo que había ocurrido entre Minato e Itachi y era consciente de que no podría
borrar el pasado, ni que Minato no sintiese interés amoroso hacia el doncel
porque su único aliado solo actuaba para su propio beneficio y no podría
cambiar aunque lo desease.
Sin
lugar a duda, Fugaku no podía dejar de pensar en todo lo que recientemente le
había ocurrido y el tener la mente tan obnubilada se había olvidado de sus
sentidos comenzando a caminar por las calles de la ciudad de La Hoja como si
fuese un cascarón vacío carente de alma.
Sin
embargo, cuando Fugaku despertó de sus reflexiones se percató de que había
llegado bastante lejos de donde se encontraba su nueva residencia y fue por
esto que se dio la vuelta para volver a la morada, teniendo que pasar
obligatoriamente por la plaza en la que se estaba llevando en ese momento la
sentencia de la horca en aquellos infelices que tenían una cuerda alrededor de
su cuello.
Fugaku
se cubrió más su rostro y agachó la cabeza para mirar el suelo mientras
apresuraba sus pasos y cruzar lo más rápido posible el lugar que no dejaba de
causarle escalofríos. Fue, entonteces, que al adentrarse en una de las calles
se topó con un grupo de mujeres que estaban parloteando sobre sus maridos e
hijos y, entonces, comenzaron a hablar de la nobleza y una boda, que en un
principio a Fugaku no consiguió asimilar, hasta que el nombre del Duque de
Cerezos apareció de la boca de una de aquellas mujeres. Velozmente, Fugaku
consiguió enlazar lo que aquellas mujeres hablaban con lo que Minato le había
contado acerca del actual Marqués y el interés del Duque de Cerezos en que el
Marqués de Sharingan se casara con su hija.
Fugaku
se apresuró en llegar a la casa donde sin siquiera molestarse en poner sobre
aviso a Minato, ensilló a su caballo y lo montó apresuradamente para salir
galopando en dirección a las tierras del Duque de Cerezos.
Cuando
Fugaku consiguió llegar a las tierras del Duque de Cerezos permitió que su
corcel fuera trotando hasta la arboleda que le permitiría ocultarse con
facilidad ya que su jamelgo tenía su pelaje marrón.
El
hombre no tardó en acercarse en donde estaba construido el palacete de
Orochimaru rodeado por la enorme muralla de piedra en donde ondeaba las
banderas con los colores y el escudo perteneciente a la familia con el título
nobiliario del Duque de Cerezos.
Fugaku
cubrió su cabeza con la capucha de su capa y esperó atento a que las enormes
puertas se abriesen para saber cuántos aristócratas habían sido invitados al
evento, así como lo escuchado de aquellas mujeres era cierto, ese día se unía
en matrimonio el Marqués de Sharingan con la hija del Duque de Cerezos aunque a
esas horas ya serían marido y mujer.
Fugaku
tuvo que esperar hasta el ocaso para ver como por fin aquellas enormes puertas
se abrían y del interior salían los primeros invitados en abandonar la
residencia del Duque de Cerezos siendo el último en retirarse el rey del Reino
del Fuego en su carruaje tirado por seis corceles blancos.
Fugaku
solo le sirvió el acercarse para comprobar que era cierto, el matrimonió del
actual Marqués de Sharingan con la hija de Orochimaru se había obrado. Con esta
fehaciente información Fugaku volvió a la ciudad de La Hoja sintiendo que se
había sumando un obstáculo más, además de ser una preocupación más porque con
ello solo podía tener un mal presentimiento de todo lo que podría ocurrir en ese reino.
Cuando
por fin, Fugaku llegó a la casa donde había comenzado a ocupar junto a Minato e
Itachi, se dirigió a la pequeña caballeriza donde desmontó a su equino para
comenzar a quitarle todo los objetos que le había tenido que poner para poder
cabalgar sobre el animal y una vez le retiró todos los objetos, le puso agua en
el pequeño abrevadero y alfalfa en el lugar que debía ponerle la comida a su
corcel. También, le cambió el heno antes de cepillarlo sin pensar en nada más
que en lo que hacía y cuando Fugaku terminó se adentró en la casa dejando al
jamelgo bien guardado en la caballeriza.
Sin
embargo, cuando Fugaku abrió la puerta, se encontró con el rostro de su amigo
que indicaba que se encontraba de mal humor.
–
¿Dónde has estado?. – Preguntó con parquedad Minato sentado sobre el sofá en el
que tenía que dormir porque Itachi ocupaba su habitación y no podía quitarle el
cuarto a su amigo ya que no solo era mayor que él sino que sentía que era culpa
suya el que Itachi se encontrase con ellos.
–
¿Dónde está el doncel?. – Ignoró la pregunta de su amigo haciendo otra y
dándose cuenta de que no era capaz de llamar por el nombre a su hijo.
– En
la habitación. – Respondió levantándose del sofá. – Ahora me dirás él por qué
has desaparecido todo el día. Pudiste haberme avisado, Fugaku. – Dijo subiendo
el volumen de su voz gradualmente a cada palabra que soltaba por su boca.
– No
grites y no reveles mi nombre tan a la ligera, podría oírte. – Regañó mientras
fruncía el ceño.
– No
creo que no esté escuchando, está durmiendo y la puerta de la habitación está
cerrada como para que se despierte por que hable un poco alto. – Explicó
Minato. – Además, no es a ti a quien el doncel está acosando. ¡No entiendo de
qué te lamentas!.
– He
ido hasta las tierras del Duque de Cerezos. – Reveló.
– ¿¡Qué!?
¿por qué has hecho eso? ¿no te das cuenta de que podría reconocerte?. –
Preguntó nervioso Minato ante lo dicho por su amigo.
–
¡Quieres calmarte y dejar de gritar! podrías despertar al doncel. – Regañó
Fugaku.
– No
estaría gritando si no hicieras necedades como esas. ¿Cómo se te ocurrió ir
hasta las tierras de Orochimaru?. – Volvió a repetir Minato aún exaltado.
–
Escuché que hoy era cuando el actual Marqués de Sharingan se casaría con la
hija de Orochimaru. – Contó Fugaku. – Solo fui a comprobarlo y pude confirmarlo
con mis propios ojos. Incluso, el rey asistió a presenciar el casamiento y para
que te calmes, te diré que nadie consiguió verme. – Aclaró Fugaku.
–
Igualmente, eso fue demasiado arriesgado. – Puntualizó Minato. – ¿A dónde te
diriges ahora?. – Inquirió al ver como Fugaku lo pasaba de largo.
– A mi
alcoba, estoy agotado si no te has dado cuenta. – Acotó Fugaku antes de
adentrarse a la habitación cerrando la puerta a su espalda y dejando a Minato
solo sentado sobre el sofá.
Minato
sacudió la cabeza una vez la puerta se cerró y fue, entonces, que Minato se
descalzó y se recostó sobre el sofá poniéndose una manta sobre su cuerpo para
abrigarse y apagar la vela que estaba encendida sobre el candelabro.
Aclaración de los términos:
* Recordemos
que en este tiempo la palabra desnudez era utilizada aún más allá de lo que es
la simple desnudez que puede haber en un cuerpo. Por ello, si una persona se
encontraba en ropa interior e incluso, en camisón se le decía que estaba
desnudo ya que esas prendas se consideraban íntimas e improcedentes para la
mirada.
*
Camisón: En realidad no se trata de un camisón aunque es muy parecido. Ya que
es una prenda íntima de tela muy fina y ligera que se ponían las mujeres y
hombres de esta época bajo sus ropas. Puse está palabra porque no conseguí
encontrar el nombre de esta prenda y agradecería que si alguien conoce el
nombre de esta prenda me lo haga saber para poner el nombre correspondiente.
* Es
cierto que el cabello de Sakura no es tan largo como el de Kushina pero hay que
recordar que en este tiempo la moda para los hombres y las mujeres
pertenecientes a la nobleza era que fuese largo, más el de las mujeres que el
de los hombres. En cambio, para las personas no pertenecientes a la nobleza era
muy común que solo las mujeres llevasen el pelo un poco largo o a la altura de
sus hombros y los hombres tenían su cabello corto, debido a los parásitos y la
falta de higiene personal.
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