-Engaño.-
Esperó
hasta que por fin se durmió la persona que estaba a su lado para levantarse de aquella
cama con el suficiente cuidado de no despertar a la mujer que descansaba desnuda
sobre su propio lecho con una sonrisa placida después de haber tenido sexo.
Sin
hacer ruido alguno, Kurama se vestía tan rápido como podía para poder salir de
aquel lugar lo antes posible, había logrado una información muy importante proporcionada
por aquella mujer con la que se había acostado y que debía comunicarle a su
buen amigo. Además, que podría aprovechar para alardear de sus dotes de
seducción y lo útiles que habían sido para conseguir la información que
necesitaban y enlazaba todos los cabos sueltos que había.
Terminó
de vestirse cuando colocó la gruesa capa sobre sus hombros pero antes de salir,
se acercó al elegante tocador de madera de cerezo para abrir un pequeño cofre
de madera con algunos añadidos de reluciente plata, el cual se trataba de un
joyero repleto de hermosas reliquias pero de entre todas aquellas alhajas tomó
un pequeño camafeo antes de abandonar la vivienda con una gran sonrisa
enmarcada en su rostro.
Kurama
caminaba con todos sus sentidos alerta por la calle de la ciudad, cuidando de no
ser sorprendido a esas horas de la madrugada por un desconocido, hasta llegar a
un cruce en donde se apoyó en la pared observando cómo amanecía pero en ningún
momento, dejaba de estar al tanto de lo que ocurría a su alrededor.
Un
gato flaco de pelaje gris y blanco cruzó frente a Kurama con un pequeño ratón
en la boca como su gran trofeo de caza que iba a degustar en un lugar seguro en
el que no fuese molestado y que desapareció en uno de los callejones y en ese
mismo instante, una persona apareció en la calle desierta en la que se
encontraba Kurama.
El
hombre sonrió con descaro al ver de quien se trataba pero no se movió de su
lugar sino que continuó tal y como se encontraba como si no se hubiese
percatado de la presencia de esa otra persona. Solo esperaba, haciendo parecer
que estaba aburrido hasta que el recién llegado consiguió estar a su lado y
simuló perfectamente su rostro de asombro como si no lo hubiese escuchado
aproximarse a él.
–
¡Hola!. – El recién llegado fue el primero en saludar con su voz cohibida
mientras que su aliento salía en una pequeña nube de vaho que rápidamente
desapareció en el frío de la mañana.
–
¡Buen día!. – Respondió al saludo antes de inclinarse y con gesto elegante
tomar la mano de la persona frente a él y besar con delicadeza los nudillos. –
He estado esperando veros de nuevo desde antes que apareciera el sol que
anuncia este reciente día. – Se acercó un poco más al recién llegado en un acto
que indicaba que él era quien estaba controlando la situación. – No he podido
dejar de pensar en este efímero encuentro que para mi desdicha, no puedo
alargar tanto como me place y poder gozar de vuestra compañía tan confortable.
– Y las palabras de Kurama provocaron el efecto deseado al ver como las
mejillas de aquella persona se encendían intensamente.
– Yo
también he estado esperando el día de hoy. – Susurró con los ojos brillantes y
húmedos que emitían un brillo especial.
– Eso
me alaga, Itachi. – Comentó sin apartar sus ojos de aquel doncel que comenzaba
a moverse con nerviosismo sin dejar de sonrojarse con cada palabra. – Es
agradable el conocer que no soy el único que disfruta de estos momentos.
Vuestra compañía es todo un privilegio que hace considerarme un caballero
envidiable. – Murmuró sobre los labios del doncel antes de atacar la boca en un
beso.
Itachi
fue sumergido en el deseo y su cuerpo se derritió en el momento que sintió los
brazos del hombre rodear su cintura, al mismo tiempo que su cabeza se había
quedado vacía de pensamientos, quedando como un muñeco a manos de un travieso
niño que se replanteaba a que nuevo juego podía recrearse con el juguete para
continuar divirtiéndose.
El
beso terminó y ambas miradas se encontraron una destilaba amor mientras que la
otra, parecía brillar de satisfacción.
–
Espero no importunaros pero me gustaría que me acompañéis a pasear. – Ofreció
su brazo al doncel galantemente. – Me gustaría llevaros a las afueras de La
Hoja y disfrutar de la tranquilidad del campo.
Itachi
asintió levemente con la cabeza sin preocuparse en lo que podría ocurrir o las
intenciones del hombre y dejándose llevar por su propio deseo, tomó el brazo
que le ofreció aquel individuo, pues ese día de la semana era su día libre
porque era cuando Tsunade era visitada por su hijo y no permitía que nadie
estuviese en la casa, salvo su cochero y su doncella personal como únicos empleados.
Kurama
llevó a Itachi hasta las afueras de la ciudad donde los campos de cultivo
nacían en la llanura que en algún momento del pasado, esas tierras había sido
un bosque de enormes árboles habitados por diversos animales.
La
casi escasa conversación entre el hombre y el doncel era demasiado banal siendo
el silencio el predominante, donde esas dos personas parecían contentarse con
la presencia del otro.
El
paseo terminó después de que Kurama comprase algunas frutas a un campesino que
se encontraron por el camino y se dirigía a la ciudad a vender su cosecha,
metros más adelante la pareja llegó a la ribera del río. Se trataba del mismo
río que atravesaba la ciudad de La Hoja pero en aquel lugar, el agua aún estaba
pura, llegada de las montañas del norte y conservaba las propiedades que las
entrañas de la tierra le habían otorgado.
Ambos
comieron las frutas a la sombra de un enorme abeto y rodeado por frondosos
arbustos con verdes hojas en forma de corazón. Kurama escuchaba como Itachi le
contaba acerca de un libro de un desconocido poeta que a él, Itachi, le gustaba
e incluso, se atrevió a recitarle algunos versos de los diferentes poemas que
más le habían fascinado y eso, atraía a Kurama porque ese tipo de conocimiento
solo era cultivado entre los hijos de los acaudalados burgueses o los nobles
pero no por un plebeyo, alguien destinado a servir a la aristocracia desde que
apareció en el mundo como lo era ese doncel.
Kurama
se acercó al río, una vez la fruta se había terminado, para mojarse la cara y
de esa manera, refrescarse un poco, ya que a pesar de que las nubes cubrían el
cielo hacía calor. Mientras tanto, Itachi no perdía detalle de cada movimiento
que hacía su compañero y sin poderlo predecir, observó como aquel enigmático
hombre comenzó a desprenderse de sus ropas al completo mostrando su cuerpo sin
ningún tipo de decoro.
La
respiración del doncel se cortó y rápidamente desvío su cabeza para no volver a
ver aquel cuerpo desnudo.
–
Espero no os molestéis pero este calor solo indica que me dé un baño en el río
y considero que deberíais hacer lo mismo. – Sugirió antes de entrar en el ancho
y largo afluente y caminar hasta donde el agua llegaba a cubrir su cintura solo
mostrando su torso como si fuese uno de los hijos del río que se había surgido
para ver cómo era la superficie.
–
¡Sois un degenerado!. – Gritó Itachi con su rostro tan rojo como un tomate
maduro por la propuesta que se le había hecho. – No está bien el mostrar su
desnudez a un doncel y tampoco es apropiado el que me incite a cometer la misma
falta. No estamos desposados para mostrar nuestras intimidades a los ojos del
otro.
Kurama
rio con descaro antes de responder.
–
¿Ahora os preocupa la moral?. Has acompañado a un hombre sin importarte las
intenciones que tenga sobre ti y has dejado que este hombre os besara cuantas
veces ha deseado sin protestar o intentar detenerlo por llevaros a descubrir
los placeres que los labios guardan o una caricia casi desde el momento en que
te vio por primera vez. – El hombre habló con tono mordaz al percatarse como el
doncel parecía encogerse a sí mismo ante sus propios actos a los que parecía no
haberse dado cuenta hasta ese instante. – ¡Venid y refrescaos!. – Demandó
golpeando la superficie del agua con una de sus manos. – No os verá nadie salvo
un servidor. Sabéis que podéis estar tranquilo porque yo no contaré a nadie el
secreto de vuestro cuerpo descobijado, ni que pecasteis mirando a un hombre
despojado de sus ropas cuando no estáis casado con él. – Kurama esperó a que
Itachi dijera o hiciera algo pero el doncel continuaba inmóvil y callado
sentado sobre el mismo lugar en el que habían almorzado. – Está bien si no
quieres venir. – Agregó dándose la vuelta para disponerse a nadar en las aguas
del río.
Al
cabo de unos minutos, Itachi miró a todos los lados para percatarse de que
estaba solo junto a Kurama. Con un nudo en la garganta y su cuerpo temblando de
vergüenza se deshizo de sus ropas con torpeza sin percatarse que su compañero
había vuelto la atención sobre él cuando comenzó a moverse. Kurama lo miraba atentamente
deleitándose con cada trozo de blanca piel descubierta de ropa. Una vez quedó
desnudo el doncel y solo con el medallón que reposaba sobre su pecho como único
objeto sobre su cuerpo, Itachi se aproximó al afluente que corría en una sola
dirección e introdujo su pie derecho donde comprobó lo fría que estaba el agua
antes de ingresar en el río su otro pie y avanzar hasta donde el agua consiguió
cubrirle hasta su cintura con pereza y sin dejar de temblar por el frío.
Kurama
se acercó a Itachi que estaba vibrando por la fría corriente y lo abrazó con su
cuerpo húmedo.
– Al
final has decidido entrar Itachi, me alegro que me acompañes. – Le susurró al
oído haciendo estremecer al doncel que se había abrazado a él en busca de calor
y protección. – Será mejor que te sumerjas y nades un poco para que tu cuerpo
se acostumbre a la temperatura del río y dejes de tiritar.
– No.
– Itachi se abrazó más a Kurama y escondía su rostro en el cuello de su
compañero. – No sé nadar.
Fue en
ese instante en que el hombre se percató de que el doncel seguía temblando
entre sus brazos y lo que por un momento creyó que se debía a enfado mezclado
con excitación y frío a causa de la temperatura del agua, resultaba que se
trataba de miedo.
–
Entonces, habrá que enseñarte a nadar. –
Afirmó pero al ver que el doncel iba a protestar, agregó. – Confía en mí. – Y
esas simples palabras parecieron calmar un poco a Itachi y convencerlo de una
seguridad que había parecido no tener hasta ese momento.
Kurama
tomó a Itachi de la cintura y sin soltarlo en ningún momento, le indicaba como
debía de moverse para poder nadar pero a pesar de las indicaciones, el doncel
no se atrevía a separarse de de aquel cuerpo, aún cuando sabía que su
provisional profesor de natación no dejaría que se ahogase.
Cuando
Kurama se percató de que no conseguiría más allá que algunos chapoteos y el
agotamiento que comenzaba a sentir Itachi en lo que no había conseguido ningún
avance, lo cogió entre sus brazos y lo cargó hasta la orilla donde lo recostó
sobre el suelo.
– Lo
has hecho bien. – Dijo Kurama sentándose a un lado de Itachi que permanecía
acostado sobre el suelo, tal y como lo habían dejado mirando las ramas del gran
abeto.
– No es
cierto. – Murmuró para girar todo su cuerpo a un lado en un intento de no mirar
a la cara a su compañero.
– No
es así, lo has intentado y no es tan fácil como parece. – Kurama suspiró. –
Nadie aprende a nadar en un abrir y cerrar de ojos. – Murmuró mientras se
inclinaba sobre el doncel para comenzar a repartir besos junto a pequeños mordiscos
y succiones en el nacarado cuello de Itachi.
Itachi
se giró cortando aquel ataque a su cuello y poder tener entre sus manos la cara
de Kurama para poder besarlo en los labios.
Sin
romper el beso, una mano de Kurama acarició el torso húmedo de Itachi hasta que
encontró un pequeño bulto perteneciente a uno de los pezones del doncel en el
que se entretuvo pellizcándolo con sus dedos para luego, frotarlo con el pulgar
hasta que el beso terminó y ser atacado por la boca de Kurama.
Itachi
gimió absorto por las nuevas sensaciones que aparecían en su cuerpo.
Cuando
la mano llegó al ombligo de Itachi, un torbellino cálido apareció en su estómago
y al sentir como por fin aquella lengua había lamido alrededor de su pequeño
ombligo, sintió como sus fuerzas le fallaban y lo único que podía hacer era
gemir con fuerza porque su consciencia desapareció al apreciar como por fin
aquella lengua se introducía en el pequeño hueco de su barriga.
Cada
gemido y movimiento, por muy débil o alto que fuese, era una clara invitación
para Kurama a que continuase adelante y así lo hizo como el hombre experimentado
que era, conocía cada recóndito lugar en el cual debía tocar, acariciar o
pellizcar para que el doncel vibrase de placer y consiguiera que el cuerpo bajo
él se encendiera sin preocuparse de nada más que no fuese el sentir su tacto e
incluso, llegase a perder la noción del tiempo, el habla o la cordura.
Itachi
no dejaba de gemir y retorcerse de placer con aquel contacto en su inmaculada
piel pero entonces, la mano acarició bajo el vientre, encontrando aquel lugar
tan íntimo y prohibido a la vista de cualquiera que su cuerpo se sobresaltó
espasmódicamente.
Kurama
con lentitud descendió su mano y pronto se encontró con aquel bosque negro que
cubría la entrepierna donde imperaba excitado y en espera de ser acariciado el
pene tan diferente al de un hombre pero tan perfecto para un ser como lo era
Itachi y lo certificaba como doncel por ser imposibilitado para llegar a ser el
activo en la cópula.
Kurama
acarició lentamente cada rincón tan íntimo con delicadeza logrando que el
cuerpo del doncel se estremeciera, impulsado por el orgasmo y manchara su mano.
– Lo
siento… – Farfulló azorado Itachi con la cara encendida por no poder contenerse
y su cuerpo terminara ocasionando aquel bochorno.
Sin
embargo, el doncel no obtuvo más respuesta que un beso mientras Kurama hizo que
su mano se perdiera entre las piernas del doncel y allí buscó un hueco en el
que introdujo uno de sus dedos para que danzara vigorosamente en el interior de
la apretada cavidad que fue cediendo y permitiendo que más dedos pasasen a su
interior continuando el ritmo.
El
beso ocultó los quejidos de incomodidad del doncel y cuando Itachi creyó que
por fin su compañero iba a abandonar aquel lugar de su cuerpo, Kurama cortó el
beso para poderse acomodar sobre Itachi sin llegar a aplastarlo mientras que por
instinto, Itachi abrió sus piernas dejando que Kurama se posicionara sin
dificultad para poder efectuar su propósito.
Tal
vez, si Itachi se hubiese atrevido a mirar lo que ocurría en el cuerpo de
Kurama, se habría negado a continuar pero ya era demasiado tarde para el doncel
y cuando aquel hombre se había puesto tal y como quería estar, se introdujo en
aquella cavidad que previamente había preparado con tanta prisa como le fue
posible para ese momento.
Itachi
gritó de dolor al sentir la invasión que lo forzaba a aceptar la intromisión en
su cuerpo pero a pesar del rostro adolorido del doncel, las suplicas y las
lágrimas que derramaba, Kurama no se detuvo y continúo entrando lentamente
sintiendo la presión con la que era abrazado su pene hasta que estuvo al
completo dentro de aquel hueco.
Kurama
espero unos segundos, escuchando los gimoteos de Itachi antes de volver a salir
tan despacio como había entrado para nuevamente volver a penetrar y poco a poco
la velocidad iba aumentando y el doncel comenzaba a olvidar el dolor para
acoger al placer hasta que el orgasmo los invadió a cada uno liberándolo como
una viscosa sustancia entre aullidos de deleite.
–
Bésame. – Solicitó Itachi aún con la respiración agitada y completamente
agotado por lo que había acabado de ocurrir y su compañero acató aquella
petición.
Cuando
el beso terminó, también se deshizo la unión de sus cuerpos porque Kurama abandonó
lentamente la cavidad donde había liberado su pasión para ponerse de pie y
caminar hacia el río para limpiar su cuerpo.
El
doncel lo vio alejarse de él pero estaba tan cansado que ni se movió, solo se
permitió cerrar los ojos porque solo deseaba dormir y escuchar el arrullo del
agua que portaba el río, los crujidos de las ramas de los árboles que eran
mecidas por la brisa de la tarde era como una nana para él que pronto lo llevó
al mundo de Morfeo.
Cuando
Kurama se acercó a Itachi se percató que estaba dormido y sin despertarlo,
retiró el medallón del cuerpo de su dueño cuidadosamente para mirarlo con codicia
mientras verificaba que se trataba de una pieza de gran valor económico.
– Por
fin eres mío. – Murmuró con una sonrisa de triunfo sin apartar la mirada de
dicha joya para luego, comenzar a vestirse y guardar el colgante entre sus
ropas para empezar a vestir al doncel que dormía plácidamente ajeno a lo que
ocurría a su alrededor.
Kurama
caminó todo el camino de vuelta a la ciudad, cargando con un dormido doncel a
su espalda pero antes de ingresar a La Hoja dejó a Itachi acostado sobre el
suelo cubierto por la hierba seca donde lo despertó.
Cuando
Itachi abrió los ojos se encontró con el rostro de Kurama en la penumbra que
otorgaba la noche y sonrió con un leve sonrojo en su rostro mientras se sentaba
sintiendo como su trasero estaba adolorido.
–
Estamos frente a la ciudad. – Indicó señalando La Hoja.
Itachi
asintió con la cabeza, comprendiendo y al intentar levantarse sintió un agudo
dolor en su espalda y vientre que agudizó el dolor de su trasero haciéndole
perder el equilibrio pero no cayó al suelo porque Kurama lo sujetó por la
cintura antes de que se golpease.
– Ten
cuidado y ve directo a tu casa. Las calles son peligrosas, hay personas
despreciables que aprovechan la oscuridad de la noche para hacer sus fechorías.
– Se limitó a decir un poco preocupado porque sabía que si el doncel volvía a
ser ultrajado no podría moverse en mucho tiempo pero si alguien lo tocara violentamente
le provocaría daños irreparables al cuerpo de Itachi y eso le preocupaba, pues
se percató al instante de penetrarlo que había llegado impoluto a sus brazos.
– Sí,
lo tendré.
– Será
mejor que te acompañe hasta parte del camino. – Decidió al ver como Itachi se
tambaleó un poco y preocupado por la seguridad del joven.
Sin más
que decir, Kurama acompañó a Itachi hasta el mismo lugar en el que lo esperó
por la mañana y de donde lo vio alejarse con lentitud debido al dolor hasta que
desapareció para él volver a retomar su camino hacia la posada de los Sabaku en
donde tenía que ir a contarle una preciada información a Jin.
Cuando
Kurama llegó a la posada en la que se hospedaba, se encontró en la recepción
con la única hija del matrimonio Sabaku a la que saludo con un simple “¡Buena
noche!” a lo que la muchacha respondió de la misma manera pero sin prestar más
atención al recién llegado que la dedicada a ese saludo y que tampoco pareció
importarle a Kurama que se encaminó a la escalera que subió con calma para no
llamar demasiado la atención.
En el
pequeño tramo que abarcaba la recepción con la habitación que ocupaba Jin,
Kurama no se encontró con nadie más pero no dejó de estar alerta y tomar toda
precaución antes de golpear ligeramente cuatro veces la puerta de la habitación
que fue abierta casi al instante.
–
¡Hola!. – Saludó Kurama al mismo tiempo que entraba a la habitación sin esperar
que su compañero lo invitase a pasar.
– ¿Has
averiguado alguna novedad?. – Preguntó apresurado Jin mientras cerraba la
puerta después de cerciorarse que el pasillo estaba desolado.
– Como
acostumbras, siempre vas directo al grano pero dejando las banalidades a un
lado es que he podido obtener lo que tanto hemos estado buscando en todos estos
meses y de una fuente de gran fiabilidad. – Comunicó mientras se pavoneaba como
gallo de corral en el interior de la alcoba al mismo tiempo que se quitaba la
gruesa capa para sentirse más cómodo y tomar asiento sobre una vieja mecedora
que crujió ante el peso del hombre.
Jin se
acercó a su amigo con rapidez ante las palabras dichas mientras que su
compañero parecía paladear cada segundo antes de revelarle lo que fuese que
tuviese que contarle.
–
Habla de una buena vez, sabes que no soy un hombre paciente ante este tema. –
Gruñó Jin apretando los puños.
– Lo
sé. – Rio un poco levantándose de la mecedora para poner sus manos sobre los
hombros de Jin y obligarlo a que se sentara en la mecedora que hasta hace un
instante estaba sentado él. – Toma asiento, amigo mientras escuchas lo que
tengo que relatar. – Kurama no se decidió a comenzar a hablar hasta que su
amigo estuvo sentado sobre la mecedora. – Bien, debo confesar que mis
habilidades para encandilar a cualquier moza o doncel se deben un magnifico
reconocimiento porque sin ello, no hubiese podido tener esta primicia de
alguien que contenga el privilegio de esta información.
– No
voy a venerar tus actos deshonestos porque solo eres un mujeriego aunque te
hayan servido de ayuda en más de una ocasión.
– No
olvides que mis encantos también han servido para auxiliarte a ti y tú causa,
amigo. – Le recordó y a cambio recibió un gruñido de su compañero. – Para
comenzar te diré que nuestra intuición ha dando en el blanco y es el Duque de
Cerezos quien ha está implicado en todo y con el único motivo de conseguir el
suficiente poder para destituir al rey.
– Es
un miserable. – Gruñó.
– No
hay duda de eso. – Confirmó Kurama a lo dicho por Jin. – Él sabía que para
poder subir un escalón más en la aristocracia debía de quitar de en medio al
Varón de la Llama eso le ofrecería más riqueza pero entonces aún habría una
familia que lo podía superar y esos no eran otros que los Marqueses de
Sharingan y mucho menos podría permitir que pudiera existir una unión entre
estas dos familias. Fue por ello que decidió que ya era hora de quitar al Varón
y que mejor forma que desprestigiarlo ante el mismísimo rey para que fuera
llevado a la horca. – Kurama hizo un gesto que simulaba la cuerda estrangulando
su cuello. – Creyéndose afortunado porque sus planes surgieran como había
estimado solo le quedaba…
– Le quedaba ocuparse del Marquesado de Sharingan.
– Se adelantó a decir Jin apretando con fuerza los reposabrazos de madera de la
mecedora en la que estaba sentado.
– Así
es. – Confirmó Kurama mientras asentía con la cabeza. – Caviló que la mejor
forma de actuar sería que ahora que el Varón de la Llama estaba muerto el
Márquez de Sharingan estaría desesperado por la reputación de su familia, dispuesto
a conceder la mano de su hija a cualquier hombre que pudiese limpiar su
apellido de las habladurías que llevaron al Varón a la muerte y quien mejor que
él mismo para esposar a la futura marquesa.
– ¡Ese
maldito…! – Aulló encolerizado Jin.
–
Tranquilízate amigo, que aún hay más. – Intentó calmar a su compañero pero a
pesar de que sus palabras no consiguieron su propósito decidió continuar. – El
caso es que el duque no logró en esta ocasión su intención, pues nunca se había
llevado bien con el Márquez de Sharingan y siempre han tenido sus disputas por
lo que era de esperar que el Márquez eligiese a otro hombre antes que a él. –
Kurama se sentó sobre la cama mientras continuaba narrando. – Al parecer,
después de la revuelta de las alubias que hubo en el reino, el Márquez había
sido uno de los más afectado quedando en la ruina y al estar ya avanzado en
años no le era posible ir a la batalla para obtener tesoros de contienda y sin
que su difunta mujer pudiese darle hijos varones que heredasen su título ni
llevasen su nombre a las guerras donde podría conseguir riquezas y fortunas
aceptó la propuesta de uno de los comerciantes más acaudalado de todo el Reino
del Fuego, Sakumo Hatake. – Kurama se pasó la mano por su cabeza. – Por lo que
he podido averiguar, Sakumo era viudo antes de casarse con la hija del Márquez
de Sharingan. Su primera esposa había sido una mujer enfermiza que con el
nacimiento de su hijo varón al que llamó Kakashi, actualmente nombrado Márquez
de Sharingan, solo le causó más problema a su salud llevándola a la muerte. –
Comentó como algo sin mucha importancia al relato. – Como te podrás imaginar,
el Duque estaba furioso por el anuncio de que el Márquez había decidido casar a
su hija con un hombre perteneciente a la burguesía con el consentimiento del
mismísimo rey pero a los pocos meses, él también contrajo nupcias con la hija
del Caballero de Garza pero su esposa no podía concederle hijos y por ello,
todos sus hijos en realidad son bastardos que tuvo con dos mujeres de sus servicio
los cuales arrebataba y hacia pasar como hijos del matrimonio.
– Ese
hombre no tiene corazón.
– Sin
lugar a dudas.
– ¿Y
conoces el número de hijos que tiene ese hombre?.
– En
realidad, no conozco cuántos hijos le dieron esas mujeres porque al parecer
muchos nacieron muertos y otros de sus hijos murieron presa de enfermedades
pero de la que ha sobrevivido, una hija ha estos días porque su otro hijo murió
el año pasado en una partida de caza al caer de su caballo sin aún haberlo
esposado o haberle dado un nieto.
– ¿Y
no a otorgado la mano de su hija a ningún hombre?.
– Intentó
que Sakumo Hatake aceptara su proposición pero al parecer el viejo Marqués lo
convenció para que no aceptara las propuestas del Duque de Cerezos y esto, solo
provocó su ira.
– Así
que días después por fin se decidió a hacer desparecer a los Marqueses de
Sharingan. – Comentó en voz alto la hipótesis que cruzaba por su cabeza.
–
Correcto pero hubo algo con lo que el duque no contó y ese era…
– Era
que Kakashi, el hijo de Sakumo, no se encontraba en el palacio.
– Así
es pero solo hay un pequeño detalle y es que el actualmente nombrado Márquez de
Sharingan no conocía nada acerca de las propuestas y relaciones entre el duque,
su padre y el viejo Márquez.
– ¿Estás
diciendo que el duque le ofreció la mano de su hija y este la aceptó sin
pensarlo?.
–
Exactamente, el duque desde el principio le pidió al rey ocuparse del muchacho,
que le fue concedido y el Duque de Cerezos aprovecho para hacerle creer que era
un gran amigo de la familia. Por ello, después de que el rey nombrara a Kakashi
Hatake como el nuevo Márquez de Sharingan, el duque le ofreció la mano de su
hija que este sin recapacitar por un segundo la propuesta, aceptó. – Argumentó
con desanimo Kurama. – La mala noticia es que no contamos con tiempo
suficiente, tampoco tenemos un plan para impedirlo y mucho menos podríamos
hacer algo para que el mozo nos tome como personas de su confianza, ya que por
lo que he escuchado, está retraído en la alcoba que el duque le ofreció en su
morada.
– ¿Y
has averiguado cuando se llevará a cabo y donde se celebrará la ceremonia?. –
Preguntó analizando que no le había revelado ese detalle.
– Será
dentro de un mes y se trata de una ceremonia intima en la capilla privada del
Duque de Cerezos.
– Solo
me pregunto qué es lo que tramará el duque una vez el matrimonio se realice. –
Pensó en voz alta Jin.
– Es
bastante obvio, intentará algo para poder cumplir con su propósito y deshacerse
de la realeza para que su futuro yerno e hija sean los siguientes soberanos
pero entonces, se las arreglará de alguna manera para ser él quien gobierne
este reino.
–
Tienes razón, no sé quien pueda ser tu fuente pero sin duda esa información solo
puede ser posible para alguien de completa confianza para el duque y tienes mi
admiración para haber conseguido engañar a esa persona y te revelase toda esta
pesquisa.
– No
solo es de confianza querido amigo sino que es su mujer, es una lástima que
hayan casado a esa hermosa dama con un hombre como ese. – Añadió Kurama cuando
se levantó y se acercó a coger su capa pero no esperó que del bolsillo oculto
que poseía su capa cayera el colgante que horas atrás había estado en el cuello
de Itachi.
La
joya cayó al suelo y la forma ovalada que poseía el colgante le dio la
posibilidad de rodar un poco pero antes de que Kurama pudiese cogerlo fue Jin
quien lo recogió.
–
Esto… ¿de dónde sacaste esta joya?.
– De
nadie importante, ahora quieres dármela. – Pidió a su amigo.
–
Minato, déjate de juego y dime a quien le birlaste este medallón. – Amenazó con
sus fríos ojos mirando a su amigo.
– ¡No
digas mi nombre tan alto, Fugaku! Puede haber alguien escuchado detrás de las
paredes y a nosotros no nos conviene que se sepa que estamos en esta ciudad. –
Siseó sin amilanarse ante el tono de voz que había utilizado su compañero. –
¿Qué más da a quien le haya quitado esta joya?.
Con
una rapidez casi inhumana, Fugaku apresó a su compañero de la camisa para
acercarlo más a su rostro en una clara muestra de intimidación aunque si Minato
estaba sorprendido, su rostro no lo expresó pero tampoco se amedrentó ante la
agresión.
– Este
medallón lo mandé a hacer hace diecinueve años, exclusivamente, para Mikoto
como un regalo por haber aceptado el compromiso conmigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario