-Madre.-
Gaara y Naruto se miraron una vez
terminaron de insultar el carro que los había empapado con aquella agua inmunda
para luego sonreír y terminar en una clara carcajada entre ellos por la penosa
apariencia que mostraban.
– Estamos cubiertos de sopa de ratas. –
Afirmó Gaara mientras se pasaba una mano por su rojo cabello para escurrir el
agua que goteaba de su pelo. – Apresurémonos a entrar y darnos un baño.
Ante las palabras de su amigo Naruto
dejó de reír y comenzó a dedicarse a retorcer sus roídas y sucias ropas para
sacarles el agua.
– No es necesario darme un baño, sé que
tus padres deben pagar al aguador que es un hombre bastante huraño y si ya me
vas a dar comida no me gustaría abusar de la generosidad que tienes tú y tu
familia para alguien tan miserable como yo. – Habló despacio y en voz baja sin
mirar a la cara al chico junto a él debido a lo avergonzado que estaba ya que
el carmín había aparecido en su rostro. – Yo ya estoy acostumbrado a la mugre. –
Afirmó con una enorme sonrisa. – No tienes que tener tantas molestias conmigo y
es suficiente con ofrecerme un plato con comida.
– Bueno, al menos acepta que te de algo
de mis viejas prendas para que no te enfermes.
– ¿Me ofrecerás la opción de rechazar
tu ropa?.
– No.
Naruto suspiró antes de asentir con la
cabeza dos veces y nuevamente, caminar junto a Gaara hasta la posada pero en
vez de entrar por la puerta principal, rodearon el edificio hasta dar con una
puerta que desprendía luz por las pocas rendijas que dejaba la madera y de la cual,
el olor a pan recién hecho, sopa de verduras y a carnes que estaban cocinándose
sobre el mismo fuego inundaban el pequeño callejón.
Gaara se acercó y tocó tres veces en la
puerta mientras que el estómago de Naruto volvía a rugir por los deliciosos aromas.
La puerta se abrió dejando ver a una
mujer de pelo corto y un rostro risueño.
– ¡Buena noche, madre!. – Saludó Gaara.
– He traído a comer a Naruto y me ha dicho que os ayudara a fregar los platos
para pagar la comida aunque yo he intentado persuadirlo contándole que no es
necesario porque se trata de una invitación pero aún así, ha insistido en
ayudar en algo.
– ¡Oh! ¡Pero por el amor de Dios! ¿qué
te ha pasado, Gaara? ¡Mírate al espejo, estas sucio de la cabeza a los pies
como si fueses un lechón*! . – Expresó
al mismo tiempo que hacía girar a su hijo para ver cuán sucio estaba. – Pasa
rápido y date un baño, no te vayas a resfriar y si tu amigo quiere pagar su
comida me parece bien, él puede limpiar en lo que tú estás aseándote, cuando
termines de quitarte toda esa porquería y bajes de nuevo a la cocina, su
trabajo habrá terminado para que podías comer y hablar de vuestros asuntos.
Gaara sonrió a su madre antes de hacer
una seña con la mano a su amigo y entrar
los dos a la cocina de la posada.
– ¿A qué esperas Gaara? corre y frótate
bien con el cepillo para que salga toda esa mugre, ¿qué vaya a saberse cómo has
terminado con semejante aspecto?. – Reprochaba la mujer.
– Madre, Naruto también tiene sus ropas
empapadas a causa de un carro que nos salpicó de pies a cabeza cuando veníamos
hacia aquí y como no ha aceptado un baño porque asegura que no quiere
aprovecharse de mi hospitalidad. ¿Podría, al menos, buscar mi vieja ropa y
entregársela?, pues no me gustaría ver a mi buen amigo caer enfermo. – Dramatizó
Gaara mientras palmeaba el hombro de su invitado.
– No te preocupes de eso y corre a
bañarte, que yo me encargo de tu amigo y en mirar en tu arcón.
– Gracias, madre. – Agradeció Gaara
antes de irse y dejar a su madre con Naruto.
– Ya sabes donde se apilan los
cubiertos sucios, ve y ponte a trabajar mientras yo busco la ropa vieja de mi
hijo que no usa. Solo espero que te quede bien porque tú estás mucho más flaco
que Gaara. – Anunció antes de desparecer de la cocina y dejando a Naruto en
ella.
Naruto había asentido a cada palabra de
la madre de su amigo muy torpemente y cuando esta se marchó, fue a toda prisa
hasta donde había un montón de cubiertos, platos, cacerolas, sartenes, ollas y
otros enceres de cocina en espera de ser limpiados.
Sin embargo, no fue hasta que llegó a
la pequeña mesa repleta de ingredientes que se percató de la presencia de
Temari, la única hermana de Gaara, estaba cortando y pelando las verduras en la
pequeña mesa de la cocina y había observado todo desde allí.
– ¡Buena noche!. – Saludó Naruto sin
dejar de mirar a Temari, esta siempre le inspiraba recelo a pesar de que la
muchacha era muy amable con él y lo tratase como si también fuese uno de sus
hermanos.
– ¡Buena noche, Naruto!. Me alegra
verte aunque parece ser que has sufrido el mismo percance que mi hermanito pero
al menos, tu buena disposición para pagar nuestra generosidad será de ayuda
porque hoy tenemos muchos clientes. – Temari habló sin dejar de hacer su
trabajo. – Ojalá Gaara algún día también se ofreciera a echar una mano en la
cocina o a servir en la taberna, no es justo que yo por ser mujer tenga la
obligación junto a mi madre de ayudar aquí cuando paso todo el día limpiando
los suelos del castillos del mismísimo rey. – Se quejó Temari con molestia. –
Nosotras también llegamos agotadas.
Naruto no pronunció palabra alguna ante
lo dicho por la joven y se acercó hasta el lugar amontonado de bártulos de la
cocina y comenzó a fregar los platos en silencio mientras escuchaba como Temari
tarareaba una canción.
En el tiempo que estaba fregando se
percató que el señor Sabaku y Kankuro, el primogénito de la familia Sabaku,
correteaban entrando y saliendo de la habitación. Los dos iban de la cocina al
comedor con apuro, sirviendo la comida junto al vino y trayendo los platos
sucios que los clientes habían dejado después de haber saciado su hambre.
Padre e hijo estaban tan atareados que
apenas se dieron cuenta que Naruto estaba allí o que Temari se estaba dedicando
ella sola a cocinar toda la comida demandada.
Había pasado un buen rato quitando la
mugre de los cubiertos y la vajilla cuando la señora Sabaku volvió a aparecer
en la cocina.
– Naruto tienes mucha suerte hoy y no
lo digo por la caridad que puede sentir mi hijo sino porque he encontrado esta
vieja camisa y estos guantes de Kankuro que están demasiados gastados. Ya no
los usa, así que son tuyos, muchacho.
– Gracias, señora. – Agradeció mientras
cogía las prendas y se disponía a cambiarse la camisa frente a las dos mujeres
cuando Karura llamó su atención
y lo tomó por el antebrazo con un poco de brusquedad.
– ¿Jovencito, no pretenderá desnudarse
frente a un señorita? Ve detrás de esa estantería y cámbiate que hay nadie te
verá porque sabrás que delante de una dama o doncel casto no se debe desvestir
un varón. – Riñó la matriarca mientras detrás de ella se escuchaba la risita de
Temari ante tal falta de modales. – Los varones con varones, los donceles con
donceles y las damas con las damas no se puede mezclar ni faltar a la educación
más básica de cualquier persona ante Dios. – Recitó como una niña que hubiese
memorizado la lección lo haría ante su profesor.
– Sí, señora. Discúlpeme. – Dijo Naruto
antes de ver como Karura asentía
con la cabeza para irse detrás de la estantería y quitarse el trozo de harapo
que utilizaba por camisa y ponerse aquella vestidura que para él era como si
estuviese nueva y jamás hubiese sido usada.
Luego, intentó ponerse los guantes pero
estos le quedaban demasiado pequeños.
Naruto salió de su improvisado biombo y
se percató de que Gaara ya se encontraba, también, en la cocina hablando con su
hermana.
– ¡Vaya muchacho! Te ves mejor con esa
camisa. – Alagó la señora Sabaku. – Aunque como suponía te queda muy ancha
porque no estás tan fornido como Gaara. – Ante estas últimas palabras Gaara
sonrió y se levantó del taburete de madera para hacer unas posturas que haría
un buen culturista para que los músculos de sus brazos y su pecho se marcasen bajo
la ajustada camisa que llevaba como si se tratara del fortachón de un circo.
– Eso se lo tengo que agradecer al trabajo
en la herrería, madre. – Habló Gaara con socarronería y haciendo más posturas
en la que tensaba los músculos de sus brazos. – Es un trabajo duro y de hombres
fuertes como yo.
Temari río ante la actitud de su
hermano.
– No fanfarronees tanto, muchacho o no
encontraras a nadie que quiera casarse contigo y darme nietos. – Respondió Karura antes de volver su vista hacia
Naruto. – ¿Y los guantes no te sirven?
– No. – Respondió extendiendo los
guantes hacia la señora Sabaku. – Son muy pequeños. – Terminó viendo como
Temari se acercaba a él para ver los mencionados guantes y olvidando a Gaara y
sus graciosas posturas.
– Normal que no te queden bien, esos
guantes son de cuando Kankuro tenía once años. – Afirmó Temari mientras se
acercó aún más a Naruto y le arrebató los guantes que llevó hasta la mesa donde
cogió unas tijeras bien afiladas y cortó la punta de los dedos de la prenda. –
Toma, pruébatelos ahora. – Ofreció entregándoles los guantes que Naruto no dudó
en ponerse. – Ahora si te quedan perfectos. – Expresó complacida.
– Hermana, los ha roto y aunque le
sirvan, ahora no dejan de ser unos guantes rotos, deberíamos tirarlos a la
basura. – Protestó Gaara al presenciar lo hecho por su hermana y temiendo que
Naruto se molestase por ello.
Temari levantó su mano izquierda y
abanicó la mano como un gesto de quitarle importancia al asunto para volver a
ocuparse de la cocina junto a su madre.
– Están bien así, Gaara. – Habló
Naruto.
– ¿No te molesta que Temari te haya
puesto unos guantes destrozados?. – Preguntó Gaara viendo como el muchacho
negaba con la cabeza.
– Así están bien para mí. – Repitió
Naruto. – Gracias.
– Será mejor que salgáis y ocupéis una
de las mesas de la taberna, muchachos porque como veis Temari y yo tenemos toda
la mesa ocupada con la comida. Aquí no hay lugar para que podías comer. – Propuso Karura mientras removía la
olla en la que estaba cociendo la sopa.
Los dos chicos salieron al comedor
donde los clientes comían, hablaban, reían, cantaban o llamaban al señor Sabaku
o a Kankuro para que les sirviera más vino o le trajera algún otro plato de
comida.
– ¡Mira, Naruto! podemos sentarnos
allí. – Indicó Gaara una mesa cerca de la puerta que era salida y entrada del
lugar.
Ambos mozos se dirigieron hasta la mesa
y ocuparon una silla quedando frente a frente para poder hablar mejor al mismo
tiempo que llenaban su estómago.
– Parece que hoy hay mucha gente. – Declaró
Naruto mirando a las otras mesas y las personas que habían en ellas.
Las personas más llamativas que había
dentro de la taberna se encontraban cerca de ellos en la mesa de la derecha
ocupada por grupo de hombres vestidos con buenas ropas. Tenían capa y sombrero
de ala ancha con plumas algo muy común en la vestimenta masculina de cualquier
hombre pero que a causa de las empuñaduras de sus espadas que sobresalían de
sus ropas era fácil saber que aquellos hombres se trataban de mercenario y que
destacaba con el resto de personas en el lugar las cuales eran viajeros,
campesinos que venían a la ciudad ha hacer negocio y pequeñas familias que se
dedicaban al espectáculo ambulante.
– Sí, no es muy común ver la taberna
con tantas personas pero por lo que me ha contado Temari, la posada también
tiene muchos huéspedes, solo han quedado siete cuartos vacios. – Empezó a
contar Gaara.
– Eso está bien. – Respondió Naruto sin
saber el funcionamiento de la posada y si el hecho de tener esa cantidad de
cuartos sin huéspedes era o no bueno para el negocio.
Gaara asintió con la cabeza para mirar
también a la mesa que el grupo de mercenarios ocupaba.
– ¡Hola Naruto!, ¡hermanito!. – Saludó
Kankuro que se había acercado a la mesa de los chicos para dejar dos vasos y
llenarlos con vino tinto. – Perdona el no haberte saludado antes, Naruto pero
como puedes observar tú mismo hoy hay muchos clientes.
– No te preocupes. – Contestó Naruto
antes de beber un poco de vino.
– Ahora os traigo la comida y el pan
mientras tanto os dejo esta botella de vino aquí.
– Gracias, hermano. – Agradeció el
pelirrojo de lo más feliz por la bebida.
Tal y como el primogénito había anunciado
antes de dejarlos para poder atender a otras mesas, volvió para dejar pan y la sopa
de verduras dentro de un cuenco. Cuando los dos jóvenes se terminaron la sopa,
Kankuro nuevamente apareció para retirar los cuencos de barro cocido por dos
platos con un filete de buey bien asado con una ensalada, además de traerles
más pan y otra botella de vino tinto.
Ya habían terminado de degustar tan
buena comida pero eso no evito que Kankuro le trajera otra botella de vino
tinto para que los chicos continuaran con su charla.
– Gaara, esta botella esta hasta la
mitad. – Advirtió Naruto mientras su amigo le volvía a llenar el vaso con el
oscuro líquido que les había creado un agradable y cálido sopor que se mostraba
en sus sonrojados rostros.
– ¿Y qué más da? para eso es el vino
para tomarlo y si se acaba esta botella ya buscaremos otra. – Canturreó llenando
su propio vaso del embriagante líquido.
– Tienes razón... – Confirmó Naruto
levantando su vaso de madera y golpearlo en el aire con el de su amigo que
había imitado el movimiento con su propio vaso para luego beber un gran trago. –
¿Sabes algo?. – Preguntó con una enorme sonrisa mirando como su compañero
esperaba que respondiera su propia pregunta. – Ojala esta noche no acabase,
ojala no llegase la mañana pero sé que Dios no le concede milagros a las
personas como yo y no puedes imaginar la rabia que me da el no haber podido
ayudar a salir a mi madre del calabazo. – Bebió lo que le quedaba en el vaso
que apretaba con su mano. – Siento que no he hecho lo correcto, que le he defraudado
a mi madre y eso me enerva. – Sentía el escozor en sus ojos pero no derramó ni
una sola lágrima y volvió a llenarse el vaso con vino en un intento de tragar
su amargura junto al líquido.
– No digas eso de ti mismo, Naruto. –
Gaara bailó el vino de su vaso un poco antes de volver a beber y estirar su
vaso a su amigo para que se lo llenase. – Te conozco lo suficiente para saber
que lo has intentado liberar y esa perseverancia Dios la ha visto y tu madre lo
ha de saber. – Miró a su amigo antes de dar un buen trago a su vaso y casi
vaciarlo. – Puede que seas un ladrón pero eres más humano que muchas personas
de esta ciudad. – Terminó para ver a los mercenarios que estaban terminando de
comer y beber.
Naruto tan solo bebió de su vaso y también
dirigió su mirada a esa mesa creando un extraño silencio entre los dos mozos y
pudiendo escuchar lo que hablaban los mercenarios sentados en la mesa cerca de
ellos.
– Menos mal que el trabajo es bien
sencillo. – Aseguraba uno de los mercenarios. – No siempre se cuenta con esta
buena suerte.
– Te equivocas. – Dijo otro con una voz
sombría. – Lo normal es que para un trabajo como este se contrate a uno de
nosotros, quizás dos hombres a lo mucho pero si se ha contratado a un grupo
entero es porque hay gato encerrado.
– Deja de beber, ya has tomado
demasiado vino que estas comenzando a desvariar. – Se mofó otro de los
mercenarios antes de tomar el vino de su vaso y escuchaba como su compañero
emitía un gruñido de furia.
– No se te ocurra hacer ningún acto que
ponga en evidencia nuestra presencia. – Ordenó otro de los mercenarios a su
compañero que había gruñido mientras miraba al resto de las mesas con sus inexpresivos
ojos. – Y dejad de hablar tan alto que las paredes tienen oídos. – Demandó
haciendo notar su rango dentro de aquel grupo.
Naruto y Gaara tragaron con rapidez
otro vaso de vino que se había servido en un intento de que esos hombres no se
diesen cuenta que los había estado escuchando, aún y cuando, esa no era su
intención.
– Es hora de irnos. – Volvió a decir el
mercenario que lideraba al resto dejando sobre la mesa unos cinco genins con
dos chunins para acto seguido, abandonar la taberna en silencio sin hacer el
ruido normal que harían una persona que se encontraba en un lugar como aquel y
con la cantidad de botellas de vino que habían bebido todos esos mercenarios
sería obvio el que trastrabillasen debido a la embriaguez pero esos hombres
continuaban tan lucidos como si lo que estuviesen bebiendo hubiese sido agua.
Kankuro se acercó rápidamente a recaudar
el dinero, recoger la mesa y limpiarla con un trapo para que estuviese lista
para los próximos clientes.
Sin embargo, en vez de ir directo a la
cocina, Kankuro se acercó a la mesa en la que estaba su hermano acompañado por
Naruto.
– Muchachos, ya va siendo hora de
cerrar la taberna. – Avisó con una sonrisa mientras se iba a la cocina para
dejar los platos sucios y volver por el resto de botellas que le quedaban en la
mesa.
– Vamos, Naruto. – Dijo cogiendo la
botella, ya vacía, y su vaso mientras que su amigo también agarraba su vaso y
el plato que había tenido el pan.
Al llegar a la cocina dejaron los vasos
y el plato en la pila de cubiertos que la señora Sabaku estaba fregando en ese
momento.
Naruto se dirigió a la puerta para
salir del lugar por el mismo sitio por el que entró cuando Gaara le sujetó la
muñeca con una traviesa sonrisa en su rostro y tirar de él.
Gaara llevó a su amigo hasta la bodega
donde millones de botellas y centenares de barriles reposaban en espera de ser
bebidos.
El aprendiz de herrero se detuvo
soltando a su compañero frente a un enorme botellero* y tomó una de las
centenares de botella que allí se hallaban descorchándola y beber pegando su
boca al cristal de la botella, engullendo un buen trago antes de pasar el
recipiente a su amigo que no dudó en imitar el gesto para poder saborear el
delicioso vino.
Naruto también bebió un gran trago y
con el brazo se limpió el vino que había escurrido de su boca.
– Vamos afuera, seguro que el aire de
la noche nos sentirá bien. – Propuso Gaara y Naruto asintió con la cabeza para
acto seguido salir junto a su compañero al callejón con la botella de vino en
la mano y dejando la puerta un poco abierta para que Gaara pudiese volver a
entrar al edificio.
Ambos chicos se sentaron en el escalón
de la puerta y miraron a la bóveda celeste cubierta de estrellas y nubes que
viajaban con el viento.
– ¿Iras a la plaza mayor?. – Preguntó
Gaara volviendo a coger la botella y
tomar otro trago de vino.
– No lo sé, no quiero verla morir de
esa forma. – Respondió para recibir la botella y beber el vino.
– No puedo decir que sé como lo estas
pasando porque por mucho que intente imaginarlo no lo concibo y también sé, que
tu dolor es más fuerte que cualquiera otra persona que aprecie a tu madre, así
que me ahorraré el decirte lo que debes o no debes hacer o cómo deberías
comportarte. – Bebió otro trago de vino de la botella antes de volvérsela a
pasar a su compañero que también bebió.
– Eres un verdadero amigo, Gaara. –
Confesó antes de pasarle la botella. – Pero... si hubiese algo que pudiese
hacer para liberar a mi madre aunque eso implicara el que tendría que irme de
la ciudad o del reino para asegurar el que siga viviendo no dudaría en hacerlo.
ni por un solo segundo. Incluso, si fuera yo el que terminara muerto.
Gaara miró a Naruto mientras hablaba
hasta que terminó y miró con sus ojos verdes todas aquellas estrellas que
brillaban antes de darle un trago a la botella de vino y pasársela a su colega.
– Puede que haya una forma para liberar
a Kushina pero eso solo te pondría en peligro llevándote a la muerte, en el
peor de los casos, pero si saliese bien puede que tuvieses que separarte de
ella y jamás volvieras a ver a tu madre,
Naruto.
Naruto miró a Gaara con los ojos muy
abierto al igual que su boca al escucharla esas palabras.
– ¿Tú sabes...? Por favor, amigo. Dime
cual es esa manera de poder liberara a mi madre de la muerte.
– Es muy arriesgada y no estoy seguro
de que funcione.
– No importa cuán arriesgado sea porque
si no lo intentase no podría continuar pensando en el por qué no lo hice.
Entiende me sentiría más culpable de la muerte de mi madre de lo que me
encuentro ahora mismo.
– Te la diré pero esto queda tan solo
bajo tu responsabilidad, que sepas que si llegan a atraparte juraré no
conocerte y no saber nada de lo hecho.
– Tranquilo, no te delataría. Soy
ladrón no bocazas.
Ambos chicos sonrieron y Gaara procedió
a contarle a su compañero lo que quería saber.
– Como te dije es una barbaridad y
demasiado arriesgado. – Habló el pelirrojo. – Nadie estaría tan demente para
subirse a la parte trasera del carro de condenados y hacer saltar la cerradura
cuando ese carro va con guardas a caballo para evitar las fugas e intentos de
que alguien ayude a escapar a algún prisionero.
– Hay cosas peores pero gracias, será
mejor que me marché ya es muy tarde y necesito dormir un poco antes de que se
me ocurra como librarme de esos guardias a caballo para abrir ese carro puede
que esto sea mi último intento por ayudar a mi madre y no puedo desaprovecharlo.
Gracias por la información, Gaara.
– Naruto, espero tengas suerte.
– Gracias, otra vez. – Agradeció antes
de disponerse a marcharse.
– ¡Espera, Naruto!. – Llamó Gaara. – Llévate
la botella aunque ya no quede mucho, tómalo. – Dijo dándole la botella a su
amigo.
– Gracias pero si es porque tu conciencia
te esta remordiendo por contarme déjala tranquila y piensa que sea lo que sea
lo que ocurra no es o será culpa tuya sino que yo mismo asumo mi propia
responsabilidad en esto. – Tras estas palabras Naruto se marchó desapareciendo
en la oscuridad del callejón y dejando a Gaara mirando a la nada por donde
había desaparecido.
– Puede que no haya hecho bien en
contarte. – Susurró Gaara antes de entrar de nuevo al edificio y cerrar la
puerta una vez dentro.
La mañana había llegado y pasó tranquila
en la ciudad de La Hoja para todos los habitantes pero en un escondite de ladronzuelos
había sido una mañana muy tensa y en la que planeaban cada uno de los
movimientos para liberar a una mujer de la muerte, esperando con ansias el
triunfar en su plan.
– Ya es la hora, ¡vamos!. – Indicó
Naruto.
– Naruto, lo siento. – Se disculpó Haku
captando la atención del aludido. – Te dije todo aquello pero estaba diciéndomelo
a mí mismo, perdona.
– No te preocupes por eso ahora, sé que
no lo dijiste todo eso con ánimos de culpabilizarme, así que no tengo nada
contra ti y mucho menos, algo por lo que tenga que perdonarte o tú pedirme
disculpas.
– Gracias. – Farfulló Haku antes de
abrazarse a su amigo con algunas lágrimas en los ojos.
– Me alegra mucho que hayáis aclarado
todo. – Dijo Sasame uniéndose al abrazo.
– Bien, no perdamos más el tiempo y
comencemos el plan. – Animó deshaciendo el abrazo y sonriendo a sus compañeros.
Los tres rateros corrieron por los
callejones de la ciudad de La Hoja hasta llegar a una de las calles principales
de la ciudad pero que era poco transitada.
– Bien, Haku. Tú ocupa ese tejado. –
Señaló Naruto el tejado de la casa de enfrente del camino. – Y tú Sasame debes
subir al tejado de esta casa. – Propuso una de las casas que formaba el
callejón que se encontraba y la calle principal. – Ya conocéis el resto.
– Sí. – Afirmaron al unísono el doncel
y la muchacha.
– Naruto, ten mucha suerte y no te
dejes coger ni herir y mucho menos morir. – Dijo Haku antes de darle un beso en
la mejilla a Naruto y salir corriendo dejando a un Naruto muy desconcertado.
– Suerte, Naruto.– Dijo Sasame con un
sonrisa pequeña antes de imitar a Haku y también darle un rápido beso en la
otra mejilla a su compañero para comenzar a trepar por una chimenea con resquicios
suficientes que le permitían subir al tejado sin mucha dificultad.
Naruto sacudió la cabeza y sonrió antes
de buscar un buen lugar donde esconder su presencia y no había un sitio mejor
para él que detrás de un montón de basura apilada y mientras espera al
carromato con los condenados a muerte hizo un mapa mental de las calles y
callejones de la ciudad, de los lugares que eran buenos escondites y de las
direcciones que tomaría para escapar de los guardas con más facilidad.
En lo que esperaba y repasaba su plan,
Naruto descubrió un trozo de tela marrón
no muy ancha pero si tan larga como una bufanda y sin pensarlo dos veces,
la cogió y se envolvió medio rostro y parte de su cabello con aquella tela que
olía a los desperdicios, un olor del cual estaba más que acostumbrado a
respirar.
Pronto sería mediodía y en aquella
calle que solo las ratas eras las que se paseaban libremente a la luz del día
los cascos de caballos resonaron junto al rodar de unas ruedas de carro.
Naruto se agazapó más entre los desperdicios
y pronto apareció la silueta oscura de un caballo que avanzó hasta que apareció
la silueta de un carro con forma de jaula en la que en el interior se apreciaba
la silueta de personas.
Cuando el carro terminó de pasar frente
al callejón otro caballo con jinete apareció y cuando este terminó de cruzar se
escuchó el grito adolorido del jinete, pues una teja de barro cocido le había caído
desde el aire, abriéndole un herida en la cabeza y perdiendo la consciencia provocando
que cayera del caballo mientras el equino relinchaba y se erguía sobre sus dos
patas traseras antes de salir corriendo.
Naruto se disponía a salir de su
escondite cuando otros dos jinetes se adelantaron para ayudar a su compañero,
entrando en la lluvia de tejas que Haku y Sasame habían iniciado.
– ¡Continua!. – Gritó uno de los
guardias. – ¡Ve a la plaza y haz que se ejecuté a estos miserables! ¡Esto solo
es una treta para liberarlos!
El cochero del carro movió las riendas,
golpeando con ellas el lomo de los equinos que continuaron con su camino dejando
a sus compañeros bajo la lluvia de tejas.
– Mierda. – Murmuró Naruto antes de
salir corriendo y atravesar varios callejones hasta dar nuevamente con el carro
de presos que no titubeó en abalanzarse y subirse en la parte trasera.
Naruto miró a todas las personas y
sabía que muchos de los prisioneros eran verdaderos criminales acostumbrados a
hacer fechorías atroces pero su mirada no dejó pasease por todos aquellos
rostros hasta que dio con la figura de su madre que estaba, al igual que el resto,
esposada con grilletes a las rejas del carro pero a diferencia del resto,
Kushina estaba sentada sobre el suelo de paja con su largo pelo cubriéndole el
rostro. Esa imagen provocó una punzada de dolor en el corazón de Naruto.
Sin esperar más, Naruto sacó un pequeño
puñal que poseía y haciendo palanca en la cerradura del carro, tal y como Gaara
le había indicado, la puerta de la jaula se abrió.
Naruto entró a toda prisa, sin escuchar
al resto de presos o mirar al guardia que conducía el carro, se acercó a su
madre, le apartó el enredado cabello y levanto su rostro para ver como aquella
cara estaba hinchada, amoratada, con múltiples cortes y a duras penas podía
abrir sus ojos.
– Naruto... ¿eres tú?. – Pronunció con
una voz tan seca y cargada de cansancio que solo produjo más dolor en el alma
de su hijo.
– He venido a salvarte, madre. – Le
susurró con tanta dulzura mientras que guardaba su puñal en sus pantalones y de
un bolsillo sacó un pequeño alambre que utilizó para abrir los grilletes.
Una vez Kushina fue liberada de sus
ataduras, Naruto cargó a su madre a la espalda para salir a toda prisa de aquel
carro.
– Chico, suéltame y te recompensaré. –
Escuchó cómo le pedía uno de los presos en voz lo suficientemente baja para que
el cochero no lo escuchase.
– Muchacho, deja a esa mujer y libérame
a mí. Yo te enseñaré a ser todo un hombre. – Decía otro preso con el mismo tono
de voz.
Cuando los presos vieron como Naruto salía
por la puerta con su madre a cuesta sin que los liberasen a ellos también,
comenzaron a llamar al guardia.
El guardia cansado se giró para
escuchar las acusaciones de los reos y darse cuenta de cómo había escapado uno
de los condenados. Enfurecido por ser burlado, el guardia cogió una corneta que
llevaba trabada en su cinturón y la tocó para indicar la huida.
Uno guardias que se encontraban
patrullando cerca aparecieron junto al carro lleno de presos para saber qué era
lo ocurrido.
– Es una mujer la que ha escapado, no
debe estar muy lejos, apenas podía moverse. – Indicó el cochero a sus compañeros.
– Dicen que un muchacho fue quien la ayudó a escapar y calle abajo ya había intentado
liberarla.
Después de las indicaciones los jinetes
salieron a galope en busca de la fugitiva y el desconocido que la había
ayudado.
Naruto se había escondido con su madre
en el interior de una casa que parecía abandonada por el montón de polvo acumulado,
el precario estado del tejado y la fachada, así como los destrozados muebles
que había en su interior.
Naruto subió hasta el último piso de
aquella casa y depositó a su madre en el suelo, escuchando el pitido que emitía
al respirar por la nariz debido a lo hinchada que la tenía.
Naruto retiró el trozo de tela que
utilizó para cubrirse y lo dobló repetidas veces para dejarlo bajo la cabeza de
su madre.
– Tranquila, madre, ya eres libre. –
Murmuró con lentitud y acariciando el mancillado rostro de Kushina.
– Naruto... – Susurró la mujer abriendo
lo más que podía sus hinchados y amoratados ojos para ver a la persona que la
había liberado de la muerte pero no consiguió ver más que un borrón oscuro.
Aclaración de los términos:
* Lechón:
Es un cerdo pequeñito o cerdo bebé.
* Botellero: Es la estantería en la que se meten una a una
las botellas.
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