domingo, 28 de mayo de 2017

Repercusiones -4-


-Madre.-

Gaara y Naruto se miraron una vez terminaron de insultar el carro que los había empapado con aquella agua inmunda para luego sonreír y terminar en una clara carcajada entre ellos por la penosa apariencia que mostraban.

– Estamos cubiertos de sopa de ratas. – Afirmó Gaara mientras se pasaba una mano por su rojo cabello para escurrir el agua que goteaba de su pelo. – Apresurémonos a entrar y darnos un baño.

Ante las palabras de su amigo Naruto dejó de reír y comenzó a dedicarse a retorcer sus roídas y sucias ropas para sacarles el agua.

– No es necesario darme un baño, sé que tus padres deben pagar al aguador que es un hombre bastante huraño y si ya me vas a dar comida no me gustaría abusar de la generosidad que tienes tú y tu familia para alguien tan miserable como yo. – Habló despacio y en voz baja sin mirar a la cara al chico junto a él debido a lo avergonzado que estaba ya que el carmín había aparecido en su rostro. – Yo ya estoy acostumbrado a la mugre. – Afirmó con una enorme sonrisa. – No tienes que tener tantas molestias conmigo y es suficiente con ofrecerme un plato con comida.

– Bueno, al menos acepta que te de algo de mis viejas prendas para que no te enfermes.

– ¿Me ofrecerás la opción de rechazar tu ropa?.

– No.

Naruto suspiró antes de asentir con la cabeza dos veces y nuevamente, caminar junto a Gaara hasta la posada pero en vez de entrar por la puerta principal, rodearon el edificio hasta dar con una puerta que desprendía luz por las pocas rendijas que dejaba la madera y de la cual, el olor a pan recién hecho, sopa de verduras y a carnes que estaban cocinándose sobre el mismo fuego inundaban el pequeño callejón.

Gaara se acercó y tocó tres veces en la puerta mientras que el estómago de Naruto volvía a rugir por los deliciosos aromas.

La puerta se abrió dejando ver a una mujer de pelo corto y un rostro risueño.

– ¡Buena noche, madre!. – Saludó Gaara. – He traído a comer a Naruto y me ha dicho que os ayudara a fregar los platos para pagar la comida aunque yo he intentado persuadirlo contándole que no es necesario porque se trata de una invitación pero aún así, ha insistido en ayudar en algo.

– ¡Oh! ¡Pero por el amor de Dios! ¿qué te ha pasado, Gaara? ¡Mírate al espejo, estas sucio de la cabeza a los pies como si fueses un lechón*! . –  Expresó al mismo tiempo que hacía girar a su hijo para ver cuán sucio estaba. – Pasa rápido y date un baño, no te vayas a resfriar y si tu amigo quiere pagar su comida me parece bien, él puede limpiar en lo que tú estás aseándote, cuando termines de quitarte toda esa porquería y bajes de nuevo a la cocina, su trabajo habrá terminado para que podías comer y hablar de vuestros asuntos.

Gaara sonrió a su madre antes de hacer una seña con la  mano a su amigo y entrar los dos a la cocina de la posada.

– ¿A qué esperas Gaara? corre y frótate bien con el cepillo para que salga toda esa mugre, ¿qué vaya a saberse cómo has terminado con semejante aspecto?. – Reprochaba la mujer.

– Madre, Naruto también tiene sus ropas empapadas a causa de un carro que nos salpicó de pies a cabeza cuando veníamos hacia aquí y como no ha aceptado un baño porque asegura que no quiere aprovecharse de mi hospitalidad. ¿Podría, al menos, buscar mi vieja ropa y entregársela?, pues no me gustaría ver a mi buen amigo caer enfermo. – Dramatizó Gaara mientras palmeaba el hombro de su invitado.

– No te preocupes de eso y corre a bañarte, que yo me encargo de tu amigo y en mirar en tu arcón.

– Gracias, madre. – Agradeció Gaara antes de irse y dejar a su madre con Naruto.

– Ya sabes donde se apilan los cubiertos sucios, ve y ponte a trabajar mientras yo busco la ropa vieja de mi hijo que no usa. Solo espero que te quede bien porque tú estás mucho más flaco que Gaara. – Anunció antes de desparecer de la cocina y dejando a Naruto en ella.

Naruto había asentido a cada palabra de la madre de su amigo muy torpemente y cuando esta se marchó, fue a toda prisa hasta donde había un montón de cubiertos, platos, cacerolas, sartenes, ollas y otros enceres de cocina en espera de ser limpiados.

Sin embargo, no fue hasta que llegó a la pequeña mesa repleta de ingredientes que se percató de la presencia de Temari, la única hermana de Gaara, estaba cortando y pelando las verduras en la pequeña mesa de la cocina y había observado todo desde allí.

– ¡Buena noche!. – Saludó Naruto sin dejar de mirar a Temari, esta siempre le inspiraba recelo a pesar de que la muchacha era muy amable con él y lo tratase como si también fuese uno de sus hermanos.

– ¡Buena noche, Naruto!. Me alegra verte aunque parece ser que has sufrido el mismo percance que mi hermanito pero al menos, tu buena disposición para pagar nuestra generosidad será de ayuda porque hoy tenemos muchos clientes. – Temari habló sin dejar de hacer su trabajo. – Ojalá Gaara algún día también se ofreciera a echar una mano en la cocina o a servir en la taberna, no es justo que yo por ser mujer tenga la obligación junto a mi madre de ayudar aquí cuando paso todo el día limpiando los suelos del castillos del mismísimo rey. – Se quejó Temari con molestia. – Nosotras también llegamos agotadas.

Naruto no pronunció palabra alguna ante lo dicho por la joven y se acercó hasta el lugar amontonado de bártulos de la cocina y comenzó a fregar los platos en silencio mientras escuchaba como Temari tarareaba una canción.

En el tiempo que estaba fregando se percató que el señor Sabaku y Kankuro, el primogénito de la familia Sabaku, correteaban entrando y saliendo de la habitación. Los dos iban de la cocina al comedor con apuro, sirviendo la comida junto al vino y trayendo los platos sucios que los clientes habían dejado después de haber saciado su hambre.

Padre e hijo estaban tan atareados que apenas se dieron cuenta que Naruto estaba allí o que Temari se estaba dedicando ella sola a cocinar toda la comida demandada.

Había pasado un buen rato quitando la mugre de los cubiertos y la vajilla cuando la señora Sabaku volvió a aparecer en la cocina.

– Naruto tienes mucha suerte hoy y no lo digo por la caridad que puede sentir mi hijo sino porque he encontrado esta vieja camisa y estos guantes de Kankuro que están demasiados gastados. Ya no los usa, así que son tuyos, muchacho.

– Gracias, señora. – Agradeció mientras cogía las prendas y se disponía a cambiarse la camisa frente a las dos mujeres cuando Karura llamó su atención y lo tomó por el antebrazo con un poco de brusquedad.

– ¿Jovencito, no pretenderá desnudarse frente a un señorita? Ve detrás de esa estantería y cámbiate que hay nadie te verá porque sabrás que delante de una dama o doncel casto no se debe desvestir un varón. – Riñó la matriarca mientras detrás de ella se escuchaba la risita de Temari ante tal falta de modales. – Los varones con varones, los donceles con donceles y las damas con las damas no se puede mezclar ni faltar a la educación más básica de cualquier persona ante Dios. – Recitó como una niña que hubiese memorizado la lección lo haría ante su profesor.

– Sí, señora. Discúlpeme. – Dijo Naruto antes de ver como Karura asentía con la cabeza para irse detrás de la estantería y quitarse el trozo de harapo que utilizaba por camisa y ponerse aquella vestidura que para él era como si estuviese nueva y jamás hubiese sido usada.

Luego, intentó ponerse los guantes pero estos le quedaban demasiado pequeños.

Naruto salió de su improvisado biombo y se percató de que Gaara ya se encontraba, también, en la cocina hablando con su hermana.

– ¡Vaya muchacho! Te ves mejor con esa camisa. – Alagó la señora Sabaku. – Aunque como suponía te queda muy ancha porque no estás tan fornido como Gaara. – Ante estas últimas palabras Gaara sonrió y se levantó del taburete de madera para hacer unas posturas que haría un buen culturista para que los músculos de sus brazos y su pecho se marcasen bajo la ajustada camisa que llevaba como si se tratara del fortachón de un circo.

– Eso se lo tengo que agradecer al trabajo en la herrería, madre. – Habló Gaara con socarronería y haciendo más posturas en la que tensaba los músculos de sus brazos. – Es un trabajo duro y de hombres fuertes como yo.

Temari río ante la actitud de su hermano.

– No fanfarronees tanto, muchacho o no encontraras a nadie que quiera casarse contigo y darme nietos. – Respondió Karura antes de volver su vista hacia Naruto. – ¿Y los guantes no te sirven?

– No. – Respondió extendiendo los guantes hacia la señora Sabaku. – Son muy pequeños. – Terminó viendo como Temari se acercaba a él para ver los mencionados guantes y olvidando a Gaara y sus graciosas posturas.

– Normal que no te queden bien, esos guantes son de cuando Kankuro tenía once años. – Afirmó Temari mientras se acercó aún más a Naruto y le arrebató los guantes que llevó hasta la mesa donde cogió unas tijeras bien afiladas y cortó la punta de los dedos de la prenda. – Toma, pruébatelos ahora. – Ofreció entregándoles los guantes que Naruto no dudó en ponerse. – Ahora si te quedan perfectos. – Expresó complacida.

– Hermana, los ha roto y aunque le sirvan, ahora no dejan de ser unos guantes rotos, deberíamos tirarlos a la basura. – Protestó Gaara al presenciar lo hecho por su hermana y temiendo que Naruto se molestase por ello.

Temari levantó su mano izquierda y abanicó la mano como un gesto de quitarle importancia al asunto para volver a ocuparse de la cocina junto a su madre.

– Están bien así, Gaara. – Habló Naruto.

– ¿No te molesta que Temari te haya puesto unos guantes destrozados?. – Preguntó Gaara viendo como el muchacho negaba con la cabeza.

– Así están bien para mí. – Repitió Naruto. – Gracias.

– Será mejor que salgáis y ocupéis una de las mesas de la taberna, muchachos porque como veis Temari y yo tenemos toda la mesa ocupada con la comida. Aquí no hay lugar para que podías comer. – Propuso Karura mientras removía la olla en la que estaba cociendo la sopa.

Los dos chicos salieron al comedor donde los clientes comían, hablaban, reían, cantaban o llamaban al señor Sabaku o a Kankuro para que les sirviera más vino o le trajera algún otro plato de comida.

– ¡Mira, Naruto! podemos sentarnos allí. – Indicó Gaara una mesa cerca de la puerta que era salida y entrada del lugar.

Ambos mozos se dirigieron hasta la mesa y ocuparon una silla quedando frente a frente para poder hablar mejor al mismo tiempo que llenaban su estómago.

– Parece que hoy hay mucha gente. – Declaró Naruto mirando a las otras mesas y las personas que habían en ellas.

Las personas más llamativas que había dentro de la taberna se encontraban cerca de ellos en la mesa de la derecha ocupada por grupo de hombres vestidos con buenas ropas. Tenían capa y sombrero de ala ancha con plumas algo muy común en la vestimenta masculina de cualquier hombre pero que a causa de las empuñaduras de sus espadas que sobresalían de sus ropas era fácil saber que aquellos hombres se trataban de mercenario y que destacaba con el resto de personas en el lugar las cuales eran viajeros, campesinos que venían a la ciudad ha hacer negocio y pequeñas familias que se dedicaban al espectáculo ambulante.

– Sí, no es muy común ver la taberna con tantas personas pero por lo que me ha contado Temari, la posada también tiene muchos huéspedes, solo han quedado siete cuartos vacios. – Empezó a contar Gaara.

– Eso está bien. – Respondió Naruto sin saber el funcionamiento de la posada y si el hecho de tener esa cantidad de cuartos sin huéspedes era o no bueno para el negocio.

Gaara asintió con la cabeza para mirar también a la mesa que el grupo de mercenarios ocupaba.

– ¡Hola Naruto!, ¡hermanito!. – Saludó Kankuro que se había acercado a la mesa de los chicos para dejar dos vasos y llenarlos con vino tinto. – Perdona el no haberte saludado antes, Naruto pero como puedes observar tú mismo hoy hay muchos clientes.

– No te preocupes. – Contestó Naruto antes de beber un poco de vino.

– Ahora os traigo la comida y el pan mientras tanto os dejo esta botella de vino aquí.

– Gracias, hermano. – Agradeció el pelirrojo de lo más feliz por la bebida.

Tal y como el primogénito había anunciado antes de dejarlos para poder atender a otras mesas, volvió para dejar pan y la sopa de verduras dentro de un cuenco. Cuando los dos jóvenes se terminaron la sopa, Kankuro nuevamente apareció para retirar los cuencos de barro cocido por dos platos con un filete de buey bien asado con una ensalada, además de traerles más pan y otra botella de vino tinto.

Ya habían terminado de degustar tan buena comida pero eso no evito que Kankuro le trajera otra botella de vino tinto para que los chicos continuaran con su charla.

– Gaara, esta botella esta hasta la mitad. – Advirtió Naruto mientras su amigo le volvía a llenar el vaso con el oscuro líquido que les había creado un agradable y cálido sopor que se mostraba en sus sonrojados rostros.

– ¿Y qué más da? para eso es el vino para tomarlo y si se acaba esta botella ya buscaremos otra. – Canturreó llenando su propio vaso del embriagante líquido.

– Tienes razón... – Confirmó Naruto levantando su vaso de madera y golpearlo en el aire con el de su amigo que había imitado el movimiento con su propio vaso para luego beber un gran trago. – ¿Sabes algo?. – Preguntó con una enorme sonrisa mirando como su compañero esperaba que respondiera su propia pregunta. – Ojala esta noche no acabase, ojala no llegase la mañana pero sé que Dios no le concede milagros a las personas como yo y no puedes imaginar la rabia que me da el no haber podido ayudar a salir a mi madre del calabazo. – Bebió lo que le quedaba en el vaso que apretaba con su mano. – Siento que no he hecho lo correcto, que le he defraudado a mi madre y eso me enerva. – Sentía el escozor en sus ojos pero no derramó ni una sola lágrima y volvió a llenarse el vaso con vino en un intento de tragar su amargura junto al líquido.

– No digas eso de ti mismo, Naruto. – Gaara bailó el vino de su vaso un poco antes de volver a beber y estirar su vaso a su amigo para que se lo llenase. – Te conozco lo suficiente para saber que lo has intentado liberar y esa perseverancia Dios la ha visto y tu madre lo ha de saber. – Miró a su amigo antes de dar un buen trago a su vaso y casi vaciarlo. – Puede que seas un ladrón pero eres más humano que muchas personas de esta ciudad. – Terminó para ver a los mercenarios que estaban terminando de comer y beber.

Naruto tan solo bebió de su vaso y también dirigió su mirada a esa mesa creando un extraño silencio entre los dos mozos y pudiendo escuchar lo que hablaban los mercenarios sentados en la mesa cerca de ellos.

– Menos mal que el trabajo es bien sencillo. – Aseguraba uno de los mercenarios. – No siempre se cuenta con esta buena suerte.

– Te equivocas. – Dijo otro con una voz sombría. – Lo normal es que para un trabajo como este se contrate a uno de nosotros, quizás dos hombres a lo mucho pero si se ha contratado a un grupo entero es porque hay gato encerrado.

– Deja de beber, ya has tomado demasiado vino que estas comenzando a desvariar. – Se mofó otro de los mercenarios antes de tomar el vino de su vaso y escuchaba como su compañero emitía un gruñido de furia.

– No se te ocurra hacer ningún acto que ponga en evidencia nuestra presencia. – Ordenó otro de los mercenarios a su compañero que había gruñido mientras miraba al resto de las mesas con sus inexpresivos ojos. – Y dejad de hablar tan alto que las paredes tienen oídos. – Demandó haciendo notar su rango dentro de aquel grupo.

Naruto y Gaara tragaron con rapidez otro vaso de vino que se había servido en un intento de que esos hombres no se diesen cuenta que los había estado escuchando, aún y cuando, esa no era su intención.

– Es hora de irnos. – Volvió a decir el mercenario que lideraba al resto dejando sobre la mesa unos cinco genins con dos chunins para acto seguido, abandonar la taberna en silencio sin hacer el ruido normal que harían una persona que se encontraba en un lugar como aquel y con la cantidad de botellas de vino que habían bebido todos esos mercenarios sería obvio el que trastrabillasen debido a la embriaguez pero esos hombres continuaban tan lucidos como si lo que estuviesen bebiendo hubiese sido agua.

Kankuro se acercó rápidamente a recaudar el dinero, recoger la mesa y limpiarla con un trapo para que estuviese lista para los próximos clientes.

Sin embargo, en vez de ir directo a la cocina, Kankuro se acercó a la mesa en la que estaba su hermano acompañado por Naruto.

– Muchachos, ya va siendo hora de cerrar la taberna. – Avisó con una sonrisa mientras se iba a la cocina para dejar los platos sucios y volver por el resto de botellas que le quedaban en la mesa.

– Vamos, Naruto. – Dijo cogiendo la botella, ya vacía, y su vaso mientras que su amigo también agarraba su vaso y el plato que había tenido el pan.

Al llegar a la cocina dejaron los vasos y el plato en la pila de cubiertos que la señora Sabaku estaba fregando en ese momento.

Naruto se dirigió a la puerta para salir del lugar por el mismo sitio por el que entró cuando Gaara le sujetó la muñeca con una traviesa sonrisa en su rostro y tirar de él.

Gaara llevó a su amigo hasta la bodega donde millones de botellas y centenares de barriles reposaban en espera de ser bebidos.

El aprendiz de herrero se detuvo soltando a su compañero frente a un enorme botellero* y tomó una de las centenares de botella que allí se hallaban descorchándola y beber pegando su boca al cristal de la botella, engullendo un buen trago antes de pasar el recipiente a su amigo que no dudó en imitar el gesto para poder saborear el delicioso vino.

Naruto también bebió un gran trago y con el brazo se limpió el vino que había escurrido de su boca.

– Vamos afuera, seguro que el aire de la noche nos sentirá bien. – Propuso Gaara y Naruto asintió con la cabeza para acto seguido salir junto a su compañero al callejón con la botella de vino en la mano y dejando la puerta un poco abierta para que Gaara pudiese volver a entrar al edificio.

Ambos chicos se sentaron en el escalón de la puerta y miraron a la bóveda celeste cubierta de estrellas y nubes que viajaban con el viento.

– ¿Iras a la plaza mayor?. – Preguntó Gaara  volviendo a coger la botella y tomar otro trago de vino.

– No lo sé, no quiero verla morir de esa forma. – Respondió para recibir la botella y beber el vino.

– No puedo decir que sé como lo estas pasando porque por mucho que intente imaginarlo no lo concibo y también sé, que tu dolor es más fuerte que cualquiera otra persona que aprecie a tu madre, así que me ahorraré el decirte lo que debes o no debes hacer o cómo deberías comportarte. – Bebió otro trago de vino de la botella antes de volvérsela a pasar a su compañero que también bebió.

– Eres un verdadero amigo, Gaara. – Confesó antes de pasarle la botella. – Pero... si hubiese algo que pudiese hacer para liberar a mi madre aunque eso implicara el que tendría que irme de la ciudad o del reino para asegurar el que siga viviendo no dudaría en hacerlo. ni por un solo segundo. Incluso, si fuera yo el que terminara muerto.

Gaara miró a Naruto mientras hablaba hasta que terminó y miró con sus ojos verdes todas aquellas estrellas que brillaban antes de darle un trago a la botella de vino y pasársela a su colega.

– Puede que haya una forma para liberar a Kushina pero eso solo te pondría en peligro llevándote a la muerte, en el peor de los casos, pero si saliese bien puede que tuvieses que separarte de ella y  jamás volvieras a ver a tu madre, Naruto.

Naruto miró a Gaara con los ojos muy abierto al igual que su boca al escucharla esas palabras.

– ¿Tú sabes...? Por favor, amigo. Dime cual es esa manera de poder liberara a mi madre de la muerte.
– Es muy arriesgada y no estoy seguro de que funcione.

– No importa cuán arriesgado sea porque si no lo intentase no podría continuar pensando en el por qué no lo hice. Entiende me sentiría más culpable de la muerte de mi madre de lo que me encuentro ahora mismo.

– Te la diré pero esto queda tan solo bajo tu responsabilidad, que sepas que si llegan a atraparte juraré no conocerte y no saber nada de lo hecho.

– Tranquilo, no te delataría. Soy ladrón no bocazas.

Ambos chicos sonrieron y Gaara procedió a contarle a su compañero lo que quería saber.

– Como te dije es una barbaridad y demasiado arriesgado. – Habló el pelirrojo. – Nadie estaría tan demente para subirse a la parte trasera del carro de condenados y hacer saltar la cerradura cuando ese carro va con guardas a caballo para evitar las fugas e intentos de que alguien ayude a escapar a algún prisionero.

– Hay cosas peores pero gracias, será mejor que me marché ya es muy tarde y necesito dormir un poco antes de que se me ocurra como librarme de esos guardias a caballo para abrir ese carro puede que esto sea mi último intento por ayudar a mi madre y no puedo desaprovecharlo. Gracias por la información, Gaara.

– Naruto, espero tengas suerte.

– Gracias, otra vez. – Agradeció antes de disponerse a marcharse.

– ¡Espera, Naruto!. – Llamó Gaara. – Llévate la botella aunque ya no quede mucho, tómalo. – Dijo dándole la botella a su amigo.

– Gracias pero si es porque tu conciencia te esta remordiendo por contarme déjala tranquila y piensa que sea lo que sea lo que ocurra no es o será culpa tuya sino que yo mismo asumo mi propia responsabilidad en esto. – Tras estas palabras Naruto se marchó desapareciendo en la oscuridad del callejón y dejando a Gaara mirando a la nada por donde había desaparecido.

– Puede que no haya hecho bien en contarte. – Susurró Gaara antes de entrar de nuevo al edificio y cerrar la puerta una vez dentro.

La mañana había llegado y pasó tranquila en la ciudad de La Hoja para todos los habitantes pero en un escondite de ladronzuelos había sido una mañana muy tensa y en la que planeaban cada uno de los movimientos para liberar a una mujer de la muerte, esperando con ansias el triunfar en su plan.

– Ya es la hora, ¡vamos!. – Indicó Naruto.

– Naruto, lo siento. – Se disculpó Haku captando la atención del aludido. – Te dije todo aquello pero estaba diciéndomelo a mí mismo, perdona.

– No te preocupes por eso ahora, sé que no lo dijiste todo eso con ánimos de culpabilizarme, así que no tengo nada contra ti y mucho menos, algo por lo que tenga que perdonarte o tú pedirme disculpas.

– Gracias. – Farfulló Haku antes de abrazarse a su amigo con algunas lágrimas en los ojos.

– Me alegra mucho que hayáis aclarado todo. – Dijo Sasame uniéndose al abrazo.

– Bien, no perdamos más el tiempo y comencemos el plan. – Animó deshaciendo el abrazo y sonriendo a sus compañeros.

Los tres rateros corrieron por los callejones de la ciudad de La Hoja hasta llegar a una de las calles principales de la ciudad pero que era poco transitada.

– Bien, Haku. Tú ocupa ese tejado. – Señaló Naruto el tejado de la casa de enfrente del camino. – Y tú Sasame debes subir al tejado de esta casa. – Propuso una de las casas que formaba el callejón que se encontraba y la calle principal. – Ya conocéis el resto.

– Sí. – Afirmaron al unísono el doncel y la muchacha.

– Naruto, ten mucha suerte y no te dejes coger ni herir y mucho menos morir. – Dijo Haku antes de darle un beso en la mejilla a Naruto y salir corriendo dejando a un Naruto muy desconcertado.

– Suerte, Naruto.– Dijo Sasame con un sonrisa pequeña antes de imitar a Haku y también darle un rápido beso en la otra mejilla a su compañero para comenzar a trepar por una chimenea con resquicios suficientes que le permitían subir al tejado sin mucha dificultad.

Naruto sacudió la cabeza y sonrió antes de buscar un buen lugar donde esconder su presencia y no había un sitio mejor para él que detrás de un montón de basura apilada y mientras espera al carromato con los condenados a muerte hizo un mapa mental de las calles y callejones de la ciudad, de los lugares que eran buenos escondites y de las direcciones que tomaría para escapar de los guardas con más facilidad.

En lo que esperaba y repasaba su plan, Naruto descubrió un trozo de tela marrón  no muy ancha pero si tan larga como una bufanda y sin pensarlo dos veces, la cogió y se envolvió medio rostro y parte de su cabello con aquella tela que olía a los desperdicios, un olor del cual estaba más que acostumbrado a respirar.

Pronto sería mediodía y en aquella calle que solo las ratas eras las que se paseaban libremente a la luz del día los cascos de caballos resonaron junto al rodar de unas ruedas de carro.

Naruto se agazapó más entre los desperdicios y pronto apareció la silueta oscura de un caballo que avanzó hasta que apareció la silueta de un carro con forma de jaula en la que en el interior se apreciaba la silueta de personas.

Cuando el carro terminó de pasar frente al callejón otro caballo con jinete apareció y cuando este terminó de cruzar se escuchó el grito adolorido del jinete, pues una teja de barro cocido le había caído desde el aire, abriéndole un herida en la cabeza y perdiendo la consciencia provocando que cayera del caballo mientras el equino relinchaba y se erguía sobre sus dos patas traseras antes de salir corriendo.

Naruto se disponía a salir de su escondite cuando otros dos jinetes se adelantaron para ayudar a su compañero, entrando en la lluvia de tejas que Haku y Sasame habían iniciado.

– ¡Continua!. – Gritó uno de los guardias. – ¡Ve a la plaza y haz que se ejecuté a estos miserables! ¡Esto solo es una treta para liberarlos!

El cochero del carro movió las riendas, golpeando con ellas el lomo de los equinos que continuaron con su camino dejando a sus compañeros bajo la lluvia de tejas.

– Mierda. – Murmuró Naruto antes de salir corriendo y atravesar varios callejones hasta dar nuevamente con el carro de presos que no titubeó en abalanzarse y subirse en la parte trasera.

Naruto miró a todas las personas y sabía que muchos de los prisioneros eran verdaderos criminales acostumbrados a hacer fechorías atroces pero su mirada no dejó pasease por todos aquellos rostros hasta que dio con la figura de su madre que estaba, al igual que el resto, esposada con grilletes a las rejas del carro pero a diferencia del resto, Kushina estaba sentada sobre el suelo de paja con su largo pelo cubriéndole el rostro. Esa imagen provocó una punzada de dolor en el corazón de Naruto.

Sin esperar más, Naruto sacó un pequeño puñal que poseía y haciendo palanca en la cerradura del carro, tal y como Gaara le había indicado, la puerta de la jaula se abrió.

Naruto entró a toda prisa, sin escuchar al resto de presos o mirar al guardia que conducía el carro, se acercó a su madre, le apartó el enredado cabello y levanto su rostro para ver como aquella cara estaba hinchada, amoratada, con múltiples cortes y a duras penas podía abrir sus ojos.

– Naruto... ¿eres tú?. – Pronunció con una voz tan seca y cargada de cansancio que solo produjo más dolor en el alma de su hijo.

– He venido a salvarte, madre. – Le susurró con tanta dulzura mientras que guardaba su puñal en sus pantalones y de un bolsillo sacó un pequeño alambre que utilizó para abrir los grilletes.

Una vez Kushina fue liberada de sus ataduras, Naruto cargó a su madre a la espalda para salir a toda prisa de aquel carro.

– Chico, suéltame y te recompensaré. – Escuchó cómo le pedía uno de los presos en voz lo suficientemente baja para que el cochero no lo escuchase.

– Muchacho, deja a esa mujer y libérame a mí. Yo te enseñaré a ser todo un hombre. – Decía otro preso con el mismo tono de voz.

Cuando los presos vieron como Naruto salía por la puerta con su madre a cuesta sin que los liberasen a ellos también, comenzaron a llamar al guardia.

El guardia cansado se giró para escuchar las acusaciones de los reos y darse cuenta de cómo había escapado uno de los condenados. Enfurecido por ser burlado, el guardia cogió una corneta que llevaba trabada en su cinturón y la tocó para indicar la huida.

Uno guardias que se encontraban patrullando cerca aparecieron junto al carro lleno de presos para saber qué era lo ocurrido.

– Es una mujer la que ha escapado, no debe estar muy lejos, apenas podía moverse. – Indicó el cochero a sus compañeros. – Dicen que un muchacho fue quien la ayudó a escapar y calle abajo ya había intentado liberarla.

Después de las indicaciones los jinetes salieron a galope en busca de la fugitiva y el desconocido que la había ayudado.

Naruto se había escondido con su madre en el interior de una casa que parecía abandonada por el montón de polvo acumulado, el precario estado del tejado y la fachada, así como los destrozados muebles que había en su interior.

Naruto subió hasta el último piso de aquella casa y depositó a su madre en el suelo, escuchando el pitido que emitía al respirar por la nariz debido a lo hinchada que la tenía.

Naruto retiró el trozo de tela que utilizó para cubrirse y lo dobló repetidas veces para dejarlo bajo la cabeza de su madre.

– Tranquila, madre, ya eres libre. – Murmuró con lentitud y acariciando el mancillado rostro de Kushina.

– Naruto... – Susurró la mujer abriendo lo más que podía sus hinchados y amoratados ojos para ver a la persona que la había liberado de la muerte pero no consiguió ver más que un borrón oscuro.




Aclaración de  los términos:

* Lechón: Es un cerdo pequeñito o cerdo bebé.

* Botellero: Es la estantería en la que se meten una a una las botellas.

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