-Flagelados.-
Gaara
había terminado de formar la duodécima herradura cuando Sasori se acercó a él
secándose las encallecidas manos con un trozo de tela.
– Si
has terminado te puedes marchar, Gaara, ya no hay más trabajo por hoy aquí. –
Anunció Sasori.
–
Puedo quedarme más tiempo y ayudarte a recoger. – Contestó Gaara dejando la
herradura en la caja que estaba llena del curvado objeto y las grandes pinzas
con que apresaba el metal candente sobre la mesa.
–
¿¡Ayudarme!?. – Repitió Sasori. – Mirad a vuestro alrededor, muchacho. Aquí no
hay nada que recoger, nuestros encargos se han sumido en herraduras y clavos. –
Le recordó a su primo los dos objetos de hierro que estaban creando. – Gaara…
¿has pensado en aprender algún otro oficio?. La mayoría de las herrerías están
cerrando a causa de que las guerras terminaron y los pedidos son escasos, hasta
esta herrería que fue el sustento de mi difunto padre y abuelo se está viendo
más como un problema que como un negocio con el que poder dar de comer a mi familia.
Ni siquiera las monedas que hemos ganado este mes serán suficientes para
pagarte y debo comprar hierro. Además, de pagar los impuestos. Lo siento,
Gaara. – Habló abatido Sasori ante la situación que estaba afrontando. – No
quiero darte ilusorias esperanzas acerca de que la situación mejorará porque
sería irresponsable de mi parte, cuando tienes un consorte e hijos a los que
alimentar y no es seguro que la situación prospere.
– Entonces,
queréis que no vuelva a trabajar aquí. – Afirmó Gaara. – Comprendo
perfectamente la situación que me estáis contando, sé que aún soy un hombre
joven que podría desempeñar otros trabajos pero desde pequeño he estado en está
herrería aprendiendo a ser herrero, ¿cómo podría pensar en oficiar otra labor
que no sea el herraje?. – Dijo Gaara mientras apretaba sus puños ante la rabia
que sentía a pesar de que comprendiese a su primo. – Sé que tienes razón, Sai y
mis hijos dependen de mí. – Aceptó. – Te agradezco todo lo que me has enseñado
pero no estoy de acuerdo en que tenga que ocurrir esto.
– Lo
siento, Gaara. Yo no deseaba que esto fuera así, esperaba dejarte en herencia
esta herrería puesto que Deidara no me ha dado ningún hijo varón que continúe
con mis pasos. No puedo comportarme caprichosamente contigo. – Aclaró Sasori.
– Te
entiendo. Sé que has tenido que cavilarlo mucho y lo comprendo, no te preocupes
por mí, Sasori. Estaré bien. – Aseguró Gaara aunque lo cierto era que no sabía
que iba a poder hacer. –¡Adiós!.
–
¡Adiós! Y…
– No
te preocupes yo hablaré con mis padres ellos entenderán que está ha sido la
única solución posible y sé que me pagarás mis trabajos. – Interrumpió Gaara
antes de marcharse de la herrería de su primo y en la que en ese mismo momento,
dejaba de trabajar en ella.
Gaara
comenzó a caminar por las animadas calles de la ciudad donde las personas
caminaban de un lado para otro sin siquiera percatarse de su presencia.
Sin
ánimos de regresar a su casa, Gaara decidió preguntar en algunos talleres de
herraje en las que le comunicaron de que no precisaban de herreros y justo
había salido de una herrería en la que sus intentos de encontrar trabajo como
herrero fue desestimado cuando en su caminar de regreso a su hogar vio a
Sasuke.
Gaara
decidió acercarse para saber que estaba haciendo el doncel a esas horas en las
que él, suponía, aún debía de estar trabajando Sasuke, en mitad de uno de los
puentes que se habían construido sobre el río que atravesaba la ciudad para
poder cruzarlo.
–
¡Sasuke!. – Llamó Gaara al doncel cuando estaba lo suficientemente cerca y captando
la atención de Sasuke. – ¡Buena tarde, Sasuke!. – Saludó cortésmente.
–
¡Buena tarde!. – También saludó Sasuke.
– ¿No
deberías de estar sirviendo en la casa de los Hyuga?. – Inquirió Gaara.
– Es
que a partir de hoy ya no trabajo en casa de los Hyuga. – Respondió Sasuke. –
Al parecer mis servicios no han sido lo suficientemente buenos para compensar
una falta porque hoy me retrase en ir, el señor Hyuga me ha echado. Dijo que
era un irresponsable a pesar de que llevase tiempo trabajando para ellos ya no
podía confiar en mí ni en mis actitudes. – Contó el doncel.
– Como
se atreven a marcharte así, sin más, tan solo por haberte retrasado unas horas
cuando por casi cuatro años has estado cumpliendo con tu trabajo sin faltar ni
una sola vez. – Aulló Gaara.
– No,
está bien así. Siento que esto es lo que debía ocurrir. – Confesó el doncel
para apoyarse en el pequeño muro del puente y mirar el río. – Además, no me
gustaría volver e implorar que me devolviese el trabajo cuando antes de
marcharme insultó a Naruto.
– ¿¡Qué!?.
A ese maldito no le va a quedar cara, como se atreve a injuriar sobre mi amigo.
– Explotó Gaara obteniendo todas las miradas de las personas que pasaban por
allí, puesto que para él, Naruto era como un hermano y sentía que al denigrar a
su amigo también lo insultaban a él.
– Por
favor, no vayas. No tiene ningún sentido que te aparezcas y comiences a
confrontarlo, ya sabes que la guardia está muy incomplacientes por las
constantes revueltas. Te podrían arrestar y llevar al calabozo por agredir a un
burgués y no estaría bien que Sai o tus hijos sufrieran por ello. – Habló
Sasuke con preocupación de haber hecho mal al contarle a Gaara. – Debes pensar
en el sufrimiento que ocasionarías a tu familia. – Intentó que el hombre
recapacitase ante las posibles repercusiones que tendría el ir y ajetrear en
casa de los Hyuga.
Gaara
chasqueó la lengua sabiendo la hostilidad que se había generado con la guardia y el sentimiento de no poder
hacer nada para defender el nombre de su amigo sin el que las represalias hacia
su persona no sean cobradas tan solo por que los Hyuga contaban con poder para
que un simple hombre honesto como era él se viera afectada a tomar medidas. Sin
lugar a dudas, Sasuke tenía razón y no podía actuar tan desconsideradamente
cuando Sai y sus hijos contaban con su protección en esa ciudad.
– Está
bien, no iré. – Afirmó a regañadientes Gaara. – ¿Y cómo están Asahi y Haruto?,
hace semanas que no voy a verlos, de seguro han crecido mucho en este tiempo. –
Preguntó cambiando tema.
–
Ellos están bien, cada día crecen más. Yo podría decir lo mismo porque hace
tiempo que no veo a Sai ni tus hijos. Haruto y Asahi estarían encantados de
veros. – Contó Sasuke agradeciendo el que olvidara el impulso de ir a casa de
los Hyuga a causar problemas por lo sucedido aunque él tampoco estaba de
acuerdo con la forma de proceder de los, que hasta hacía poco tiempo, habían
sido sus señores.
–
Ojala Naruto estuviera aquí, estaría encantado de saber que es padre, sin
mencionar del orgullo que sentiría hacia los niños. – Comentó Gaara.
–
Gaara… Naruto, Naruto regresó. – Susurró Sasuke.
–¿¡Qué…!?,
¿cuándo volvió?, ¿y por qué no me habías ido a buscar para decirme?. – Inquirió
el hombre pelirrojo sin abandonar el asombro de su rostro por la noticia.
– Él
llegó anoche y no he tenido tiempo de decirte, por ello es que llegue tarde
esta mañana a la casa de los Hyuga y terminara despedido. – Explicó Sasuke
sonrojado.
– Esto
es inesperado. – Soltó Gaara rebosando de alegría. – Vayamos, quiero darle la
bienvenida a Naruto. ¡Oh… Dios! Esto es una buena noticia sin duda. – Dijo para
ver como Sasuke asentía con la cabeza, al mismo tiempo que esbozaba una sonrisa
antes de comenzar a caminar rumbo al hogar de Sasuke.
Gaara
caminaba apresuradamente por las calles debido a la emoción que le provocaba
ver nuevamente a su amigo, sin percatarse de que Sasuke debía de prácticamente
correr detrás de él para poder seguirlo a una distancia cercana.
Cuando
llegaron a la puerta de la casa donde vivía Sasuke, Gaara se detuvo en espera
de que el doncel abriera la puerta para poder entrar al edificio y poder
saludar a su camarada.
Sasuke
estaba con la respiración agitada debido a lo apresurado que caminó el hombre
de cabellos rojos y antes de abrir la puerta para acceder a la casa, se
permitió descansar un poco para recomponer su aliento.
Cuando,
finalmente, el doncel abrió la puerta para entrar no esperó que Naruto se
encontrase junto a su madre en el patio con los niños subidos sobre Kyubi que
era guiado por su dueño mientras los menores reían divertidos por poder montar
sobre un caballo sin la compañía de un adulto en la silla del jinete.
Sin
embargo, la diversión de los pequeños se terminó en el momento porque Naruto
detuvo al corcel para bajar a los tres niños que no deseaban descender del caballo
y continuar sintiéndose como jinetes.
–
¡Naruto!. – Gritó Gaara pasando sin esperar a ser invitado por el doncel para
llegar hasta donde se encontraba su amigo.
– ¡Gaara
que alegría verte!. – Exclamó Naruto acercándose a su amigo para abrazarse
afectuosamente mientras se palmeaban las espaldas en señal de camarería ya que
había soltado las riendas del equino. – Gracias, Gaara. Gracias por hacerme el
favor de cuidar a mi familia, amigo. – Se apresuró a agradecer Naruto, al mismo
tiempo que se rompía el abrazo del saludo.
– No
ha sido nada. – Respondió Gaara. – ¡Oh! Que sorpresa verla, Kushina. Me agrada
ver con mis propios ojos que se encuentra bien. – Expresó cuando se percató de
la presencia de la mujer que lo miraba desde el pozo.
– No
has cambiado nada, muchacho. Sigues siendo un bribón pero yo también me alegro
de ver tu cara. – Saludó Kushina con una sonrisa mientras observaba como Sasuke
se acercaba a abrazar a sus hijos y darle un beso en la mejilla a cada uno en
forma de saludo después de haber cerrado la puerta principal de la casa.
– No
diga esas palabras sobre mí, señora, que ya he sentado cabeza y aquí aún hay
niños presentes. – Contestó Gaara felizmente y haciendo reír a todos los
presentes.
– Será
mejor que entremos a la casa, está a punto de que el ocaso haga aparición y el
aire está más frío. No es bueno quedarse en el patio cuando el fresco esta
aumentado. – Aconsejó Sasuke, interviniendo en la conversación mientras se
acercaba a su marido con Asahi de la mano.
– Sí,
ya empieza a hacer fresco. Voy a meter a Kyubi en la caballeriza y continuamos
hablando mientras tomamos algo. – Le dijo Naruto a Gaara antes de marcharse con
el caballo.
Gaara
junto a Sasuke, Kushina y los niños entraron a la casa para ir a la mesa donde
todos tomaron asiento en espera de Naruto y a que Kushina les sirviera el té ya
que había insistido en prepararlo ella. Justo había terminado de preparar la
infusión, Naruto entró por la puerta para tomar asiento casi al mismo tiempo
que su madre le ponía en sus manos un vaso de barro cocido que contenía la
cálida agua aromática.
Sin
embargo, por muchas ganas de que Naruto, Kushina y Gaara desearan hablar y
preguntarse sobre lo ocurrido en esos siete años, no sabían cómo comenzar la
conversación.
–
¿Cómo está la herrería de Sasori, Gaara? Ya debes de ser un maestro del metal.
– Preguntó Naruto ingenuamente para romper aquel silencio.
– Sí,
mis habilidades forjando el hierro han mejorado y puedo considerarme un maestro
pero ya no trabajo en la herrería de mi primo. – Confesó Gaara sorprendiendo al
resto de los adultos que no esperaban esa respuesta. – Aunque no es extraño,
todos los negocios y gremios están teniendo problemas para seguir ejerciendo la
profesión que trabajan ante los altos impuesto. Incluso, he escuchado que algunas
industrias se han cerrado.
–
Sasuke, el agua ya está caliente ¿por qué no vas a bañar a los niños?. Madre,
puede acompañarte para ayudarte. – Comentó Naruto para hablar a solas con su
amigo.
– Sí,
claro. Vamos hijos, Minako. – Acotó Sasuke para ver como su suegra asentía con
la cabeza antes de levantarse de su asiento e ir en busca de la olla con el
agua caliente y subir las escaleras hasta el baño.
–
Gaara, ahora que estamos a solas, quiero que me cuentes. Necesito saber que
está ocurriendo en la ciudad, en este reino, exactamente. – Pidió Naruto a su
camarada cuando su madre y esposo se habían marchado junto a los niños. – Solo
he escuchado rumores de disturbios y cuando llegué al Remolino, madre me contó
lo de los impuestos e injusticias que están sufriendo los campesinos pero, al
igual que yo, no sabe más que habladurías de lo que está ocurriendo en las
ciudades u otros pueblos de este reino.
– Amigo,
no podría contarte todo lo ocurrido en este reino en los transcurridos estos
siete años y medio que te has ausentados pero si te puedo afirmar que todo se
debe a la mala gobernación del rey Orochimaru aunque, es cierto que el difunto
rey Danzou no era un monarca misericordioso, no abusó tanto de sus súbditos
como está ocurriendo ahora. – Afirmó Gaara. – No sé como estarán los impuestos
en las otras ciudades del reino pero aquí, en La Hoja, debemos pagar muchos
impuestos y cada vez aparece uno nuevo como el de la semana pasada, que según
el cobrador que apareció frente a mi casa, llamó a ese canon como agradecimiento
a honrar al monarca y ni siquiera es entendible.
–
¿¡Qué!?. – Gritó Naruto. – Ese impuesto no tiene sentido y ¿cuánto hay que
pagar por ello?.
– Unos
cinco genins pero si lo sumas al resto de impuestos establecidos, las tributaciones
suman los dos kage con cuatro genins. – Reveló Gaara con molestia.
– Eso
es un abuso, como se atreve ese asesino avaricioso a robarles a las gentes de
este reino, solo porque es el rey. – Farfulló Naruto con enfado.
– Lo
sé, no hay nadie que esté de acuerdo con esos impuestos. Por ello, hay personas
que han decidido abandonar el reino y otras han formado grupos para en forma de
protesta ir al camino que lleva al castillo para tirar huevos y verduras
podridas a los carruajes lujosos que salen del castillo del monarca sin importar
el que son los sirvientes los que son ensuciados al cumplir con su trabajo. Aunque
cada vez las protestas de las personas incomplácidas se han convertido en
fechorías provocando que la guardia esté más irascible. – Contó Gaara. – Por
este motivo, mi hermana Temari y su marido han viajado al País de la Arena y no
te preocupes por mí, amigo. Yo he tenido suerte de tener un trabajo hasta hoy
en la herrería de mi primo y tengo ahorros suficientes para sustentar a mi
familia, así que no me ha sido ninguna incomodidad el permanecer en la ciudad
para cumplir mi palabra de que cuidaría de tu esposo y tus hijos hasta que
volvieras. – Se apresuró a decir Gaara ante el rostro turbado que mostraba su
compañero.
– Yo…
te agradezco, Gaara. No sé que puedo hacer para compensar tu palabra. – Dijo
Naruto.
– Ya
te he dicho que no ha sido nada pero podrías contarme lo sucedido en el
castillo y tus correrías en estos siete años, como compensación a lo que os
acabo de informar. – Pidió Gaara a lo que Naruto asintió con la cabeza y
comenzó a contarle todo lo ocurrido haciendo fruncir el ceño en el hombre
pelirrojo, cada vez más, a medida que avanzaba la historia y en la que Naruto
le contó cómo llegaron a La Hoja, terminando su historia en ese preciso
instante que se encontraban uno frente al otro. – Ahora, hay algunas conjeturas
que comprendo. – Aportó Gaara con sus puños fuertemente apretados después de
enterarse de la verdad de su amigo que lo enfurecían y conteniendo su irritación
al pensar todo el sufrimiento que Naruto estaba guardando en su alma.
– ¿A
qué te refieres?. – Preguntó Naruto curiosamente.
– A la
forma de la muerte de los nobles, al rey Danzou y su prometida. También, el por
qué encontraba tanto parecido de Minako con tus hijos que me hacía pensar a
veces que los tres eran hermanos cuando en realidad, los gemelos eran tus
únicos hijos. – Respondió Gaara.
–
Supongo que era inevitable ese hecho pero no es que pudiésemos cambiar el
pasado de Minato con madre o Itachi porque entonces, yo no estaría aquí, al igual
que la pequeña Minako, quien solo es una inocente de lo ocurrido con sus
padres. – Murmuró Naruto avergonzado por el parentesco que los unía. – Aunque
yo no siento nada por ese hombre, solo es como un camarada de viaje que me ha
acompañado todo este tiempo y me ha enseñado a utilizar algunas armas para
defenderme de los asesinos que atentaban contra nuestras vidas.
– ¿Y
tu esposo?, ¿cómo se lo ha tomado él?. No es fácil que se enterara que el
hombre con el que estaba regocijándose desvergonzadamente su hermano fuera el
mismo hombre que comparte la sangre de su marido. Esto hace que tu cuñado se
vea peor persona de lo que ya lo hace el hecho de marcharse para desaparecer,
desagradecidamente, junto a un desconocido y luego, volver con una hija entre
sus brazos. – Inquirió Gaara arrastrando sus últimas palabras como si le
costará pronunciarlas.
–
Cuando se enteró, estaba muy alterado y no le culpo porque puedo comprender sus
sentimientos, no por nada, Sasuke es mi consorte. Me costó mucho calmarlo,
hacerle entender que no se preocupara porque yo me haría cargo de las
responsabilidades que traerá este parentesco para nuestros hijos. – Confesó
Naruto con apatía. – Sin embargo, este tema me molesta, amigo. Me duele más de
lo que le muestro a Sasuke o a madre porque yo soy el hombre de esta casa, el
hombre que debe cuidarlos y protegerlos, sobre todo porque sé cuánto daño hace
los secretos y las mentiras, he decido contarle la verdad a mis hijos. No
quiero que crezcan ignorantes de la verdad porque solo causaría problemas y
sufrimientos para ellos.
–
Naruto… ¿estás seguro de qué es lo mejor?. Piensa que puedes dañar a tus hijos
con esa verdad. Incluso, podrían odiarte, amigo. – Habló Gaara.
– No
importa si me odian porque prefiero contarle la verdad, a que alguno de mis
hijos cometa algo irreparable.* No quiero tener secretos ni mentiras para mi
familia. – Declaró Naruto con firmeza.
– No
diré nada más sobre esto y te apoyo porque respeto tu decisión, Naruto, espero
que todo salga bien. – Afirmó Gaara.
– ¿A
qué te referías con la muerte de los nobles, la princesa y el rey?. – Preguntó
cambiando de tema Naruto al recordar que lo había mencionado después de
escuchar todas sus vivencias desde la noche que entró con Minato y Fugaku al
castillo hasta ese momento en que se encontraban.
– A
algo que me dijo madre. – Afirmó Gaara. –
Naruto, tú me has narrado como entrasteis al castillo y pasaron
desapercibido sin que os notaran la guardia real. Además, de que Orochimaru
acabó fácilmente con la vida de esas personas.
– Sí,
también me pareció extraño, parecía como si la espada de Orochimaru tuviese
magia en su hoja, puesto que acabó con la vida de los Marqueses de Sharingan
con un rasguño. – Recordó Naruto.
– No
era magia lo que poseía la hoja de la espada del rey Orochimaru sino veneno.
Ese hombre tuvo que bañar el metal de la hoja de su espada con el mismo veneno
que utilizó para que la princesa de las Nieves bebiera sin darse cuenta. –
Anunció Gaara con seguridad. – Cuando me encontré tu carta y vine aquí para que
tu esposo me contara todo lo que estaba ocurriendo, me vi obligado a ir a la
posada de mis padres para preguntarle a madre, ella me contó acerca de un
comentario de una noble que afirmó que el cuerpo de los fallecidos se
encontraban igual al de la princesa de las Nieves. Aunque el rey Danzou no mostrara
esos síntomas a causa de que fallecieron rápidamente ya que tú mismo me has
dicho que el monarca estaba muerto cuando entraste a la alcoba.
– Eso
tiene sentido y sobre Fugaku…, supongo que por ser un hombre bastante fornido
tardó en hacerle efecto el veneno, pero si que me percaté de que su rostro se
veía diferente a como estaba antes de ser herido. El hombre que ha heredado la
corona del reino es muy vil y traicionero. – Aseguró Naruto apretando los
puños.
– Sí,
al parecer sabe aprovechar las oportunidades que se le presenta frente a sus
ojos. Me es difícil pensar cuál sería su otra cuartada si todo hubiese salido
como pensaba aunque… – Gaara se vio interrumpido cuando se escuchó un gran
ruido que hizo temblar la casa. – ¿¡Qué ha sido eso!?. – Gritó levantándose
completamente asustado y mirando a su compañero.
– No
lo sé pero me recordó a las minas del Reino de la Hierba donde utilizan pólvora
para destruir las rocas. – Respondió Naruto también levantándose de la silla completamente
alarmado por aquel estruendo.
–
¡Naruto!. – Gritó Kushina bajando las escaleras con el rostro muy blanco a
causa del susto y su cuerpo temblando ante el grotesco ruido. – ¿¡Hijo, que ha pasado!? ¿¡qué ha sido ese
ruido!?.
– No
lo sabemos, madre. Ve arriba con Sasuke y los niños, no salgáis al patio ni os
asoméis por las ventanas hasta que me haya asegurado de que todo esté bien. –
Ordenó Naruto a su madre, quien asintió con la cabeza para subir nuevamente por
las escaleras, tropezándose con Minato, quien ante la fuerte explosión se había
despertado sobresaltado y vestido apresuradamente para salir de la habitación
en busca de una respuesta sobre ese sonido.
– ¿Qué
está pasando?. – Preguntó Minato.
– No
lo sabemos e íbamos a averiguarlo en este momento. – Aseguró Naruto.
–
Itachi, ve con Minako que tiene que estar asustada. – Ordenó Minato mirando
escaleras arriba donde se encontraba el doncel con intenciones de bajar a donde
se hallaban los hombres. – Yo voy con ustedes.
–
Bien. – Respondió Naruto antes de que los tres salieran al patio donde se
escuchaban gritos de personas desde la calle debido a los asustados que debían
de estar. – Será mejor que vallamos allí. – Naruto señaló el viejo granero que
había convertido en un taller de carpintero, pensando en ejercer el oficio de
carpintero en él después de casarse con Sasuke. – Hay una ventana por la que
podremos mirar hacia la calle. – Indicó antes de que los otros dos hombres
asintieran con la cabeza y los tres corrieron hacia el desusado taller.
Los
tres hombres entraron al taller donde aún quedaba madera, muebles sin terminar
y las herramientas de carpintero pero ninguno prestó atención a esos objetos
más que a una escalera por la que ascendieron a una segunda planta y donde
había una ventana que no dudaron en abrir y mirar hacia la calle donde la gente
corría de un lado para otro, gritando escandalosamente con el miedo reflejado
en sus rostro. No obstante, los ojos de los tres hombres se centraron en una
gran chimenea de espeso humo negro que se elevaba hasta el cielo, indicando que
aquel lugar estaba ardiendo cuando un estallido provocó que el fuego subiera
como un gusano por la chimenea de humo que fue acompañado por el rugiente ruido
que provocó esa segunda explosión aunque fue menos intensa que la anterior.
– Ese
lugar… – Pero Naruto no pudo terminar sus palabras cuando sintió que Gaara se
apartaba de la ventana para salir corriendo y abandonar la morada de su amigo
para correr hasta su casa.
– ¿Qué
le ocurrió?, ¿vive por allí?. – Preguntó Minato señalando el humo negro y
espeso que indicaba que la zona estaba siendo devorada por el fuego.
– Debe
de estar preocupado por su familia. – Fue la única respuesta que dio Naruto
antes de comenzar a caminar para ir junto a su esposo, hijos y su madre. – Será
mejor que no te quedes mucho tiempo mirando hacia el exterior o alguien podría
reconocerte y causarnos problemas con la guardia. – Le recordó, a lo que Minato
asintió con la cabeza para cerrar la ventana y seguir a Naruto.
Gaara
corrió por las calles, sin importarle el que tropezara con las personas que
huían del lugar que había explotado sorpresivamente porque solo deseaba llegar
hasta donde estaba su familia. Corrió sin detenerse, a pesar de que su cuerpo
le pedía aire y descanso para continuar, ni siquiera sintió que comenzado a
gritar angustiadamente hasta que, finalmente, llegó frente a su hogar.
Justo
cuando Gaara vio que su casa permanecía en pie, dejó que su cuerpo se detuviese,
que la fuerzas de sus piernas se desvaneciese y el cayera sobre sus rodillas
sobre el adoquinado suelo con las manos cubriendo su rostro mientras sus
lágrimas salían de sus ojos verdes a borbotones.
–
Gracias… gracias… gracias, Dios. – Sollozaba Gaara mientras volvía a levantarse
para caminar hacia el pórtico de su hogar.
El
hombre pelirrojo sacó la llave de uno de los bolsillos de su pantalón con manos
temblorosas hasta llevarla a la cerradura de la puerta para abrirla, entrar y
cerrar la puerta a su espalda e ir caminado hasta el interior del hogar donde
el llanto de un bebé sonaba junto al de unos niños, haciendo que el hombre
agradeciera más aún a la santa divinidad al saber que sus hijos debían de estar
vivos.
Gaara
subió al segundo piso y caminó el largo y estrecho pasillo hasta entrar a la
habitación que compartía con su esposo, donde encontró a toda su familia viva y
asustada.
– Sai…
– Llamó Gaara aún sintiendo miedo de que todo fuera una ilusión, provocando que
todas las miradas de las personas en el interior de la alcoba se dirigieran
hacia él.
–
¡Padre!. – Gritaron un niño y una niña que no dudaron en correr hacia Gaara sin
dejar de llorar para sujetarse cada uno a una pierna del adulto.
–
Gaara… – Susurró Sai con un bebé en brazos para comenzar a derramar todas las
lágrimas que había estado reteniendo debido al susto de la explosión que
sacudió su casa y a él mismo pero que no consiguió matarlos.
Gaara
se acuclilló para coger entre sus grandes y fuertes brazos a sus hijos y poder
acercarse a su consorte para poder abrazarlo también.
– Tuve
tanto miedo. – Murmuró Gaara al oído de Sai sin poder evitar el llorar
nuevamente. – Temí tanto lo que esa explosión pudo haber provocado que mi
corazón dejó de latir a cada paso que me acercaba. – Sollozó sintiendo como Sai
apoyaba con fuerza la cabeza en uno de sus hombros.
Cuando
todos se calmaron y agradecieron a Dios el estar vivos, Gaara le contó a Sai
del regreso de Naruto aunque no le habló sobre lo que su amigo le había
confiado y su despido de la herrería de Sasori ya que no lo consideró oportuno aunque
Sai estaba bastante ausente debido al susto sufrido por lo que Gaara decidió que
su familia fuera a la cama temprano. Aunque esa noche los niños durmieron con
sus padres porque se sentían temerosos por lo vivido esa tarde y pudiese volver
a pasar.
Cuando
la mañana llegó, Gaara se ocupó de despertar a toda su familia porque deseaba presentarles
a sus hijos a Naruto. También, porque no quería separarse de Sai y sus hijos en
ese día después de lo ocurrido el día anterior. Además, de que sus dos hijos
mayores no deseaban separarse de su padre porque aún estaban temerosos.
Gaara
tenía tres hijos, su primogénita, Misao, una niña de pelo castaño y ojos negros
que se parecía más a Sai que a Gaara y que tenía siete años ya que nació después
de que Naruto se marchara de la ciudad. Luego, había nacido el doncelito de la
familia, Takeru, con su pelo rojo y ojos verdes y que también se parecía más a
su madre y tenía cuatro años. Por último, estaba Ryo y él cual, era el esperado
varoncito que Sai había dado a luz tan solo ocho meses atrás y donde su
abundante cabello negro provocaba que los mismos ojos verdes que compartía con
su padre se vieran más hermosos, prometiendo que se convertiría en un apuesto
joven, muy parecido a Gaara.
Cuando,
el desayuno se había terminado y los utensilios fregados, así como cuando todos
estuvieron aseados y vestidos, Gaara se dirigió con su familia a la casa de su
amigo, no solo para presentarle a sus hijos sino también para hacerle saber a
Naruto que no había ocurrido nada de que lamentarse pero antes, pasaron por los
negocios de los padres de Gaara que insistieron que se quedarán en la posada
pero que, por supuesto, Gaara rechazó porque sabía del comportamiento
sobreprotector de su madre hacia ellos.
Al
llegar a la casa de Naruto, Gaara fue recibido por Sasuke, quien los guió hasta
la cocina donde estaba Naruto que lo saludó con una sonrisa y se alegró de
conocer a los hijos de su amigo antes de que todos los niños se fueran a jugar
dejando a los adultos en la mesa comiendo pastas y bebiendo té. Aunque Kushina y
los donceles se habían ocupado de estar al lado de Sai para hacerle carantoñas
al bebé, dejando de lado a los tres hombres.
Gaara
miraba a Minato con brusquedad, después de saber quién era no le agradaba el
hombre en absoluto, aún y cuando compartía la misma sangre que su amigo tenía.
– Me
alegra que no haya pasado nada con tu familia, Gaara. – Habló Naruto haciendo
que su amigo apartara la mirada de Minato para verlo a él. – Estaba preocupado
por ti cuando vimos el humo y la segunda explosión.
– Yo
también temí por mi familia pero por fortuna las explosiones no llegaron hasta
mi casa. – Respondió Gaara.
– Fue
el almacén de armas de la guardia lo que explotó, ¿cierto?. – Intervino Minato
captando toda la atención de los presentes.
– Sí.
– Confirmó Gaara.
– ¿Por
qué ocurriría algo así?. La guardia custodia todos sus almacenes rigurosamente.
– Cuestionó Kushina.
– Es
cierto pero ayer ocurrió esa tragedia en la que ha muerto tanta gente y
nosotros estuvimos cerca de… – Hablaba Sai meciendo a Ryo.
– Está
claro que esta ciudad cada vez se ha vuelto más inestable y lo ocurrido ayer es
una prueba de ello. – Interrumpió Gaara a su esposo. – Hoy en la mañana fui a
visitar a mis padres y por las calles que pasamos, las personas no dejaban de
hablar de lo ocurrido ayer como si fuese una proeza a la que hay que alabar
porque los que provocaron esa explosión fue uno de los grupos que se han creado
para manifestarse de los abusos del rey pero lo ocurrido ayer no ha sido nada
memorable, para mi buen juicio solo ha sido un acto atroz. Parece como si nadie
recordase que había casas y negocios o personas caminando por las calles cerca
del almacén de la guardia que explotó, muchas personas murieron y nadie parece
prestarle atención. – Recordó Gaara volviendo sus manos puños. – Nada asegura
que estaremos bien después de lo que pasó ayer. Estoy pensando en marcharme de
este reino e ir junto a mi hermana. No quiero pasar por lo mismo que sentí
ayer.
–
Gaara… – Susurró Sai mirando a su marido con asombro ya que él podía comprender
los sentimientos por los que había pasado su conyugue.
– Esa
gente es la que crea los disturbios y por su culpa, la guardia no tiene piedad
con nadie aunque se trate de un anciano que necesite usar bastón para caminar.
– Farfulló Itachi.
–
Naruto, también deberías pensar en marcharte de este reino junto a tu esposo,
hijos y tu madre. Aquí no estás seguro de ninguna manera, por no mencionar el
que eres uno de los acusados de asesinar al rey Danzou y sabiendo que fue el
actual monarca el que terminó con la vida del anterior soberano del Reino del
Fuego, no obtendrás oportunidad de limpiar tu nombre y tu madre está acusada
como la ladrona que consiguió escapar de la horca. – Expuso Gaara solemnemente.
– No podéis permanecer encerrados dentro de esta casa de por vida, tienes que
marcharte de aquí y con lo sucedido ayer, deberías de comprender, como yo lo
hice, de que la vida en este reino será peligrosa, Naruto.
– Lo
sé, no había necesidad de que me recordarás los crímenes de los que madre y yo
somos acusados y si he vuelto ha sido a causa de los rumores que hay sobre este
reino con la clara intención de venir a por mi familia para irnos de aquí. –
Indicó Naruto severamente.
– Es
lo mejor que puedes hacer para salvarlos. – Aportó Gaara.
–
¿Pero qué hay con el rey Orochimaru?. – Preguntó Itachi. – Ese hombre es el
causante de la muerte de toda nuestra familia. – Recordó Itachi refiriéndose
también a Sasuke. – Ese hombre seguirá causando daños para su propio
beneplácito.
–
Itachi tiene razón, nuestra familia debería de ser vengada. – Apoyó Sasuke a su
hermano levantándose de la mesa y sorprendiendo a los hombres, a Sai y a
Kushina.
– La
venganza no resolverá nada. – Dijo Minato. – Sé como os sentís pero no es una
buena opción y mucho menos, recomendable cuando estamos hablando de Orochimaru,
de alguien que se ha convertido en rey, masacrando a su paso a todas las
personas que le molestaban para alcanzar su propósito.
–
Minato tiene razón, ese hombre ahora es el rey y cuenta con la protección de
los guardias reales. – Intervino Kushina, apresuradamente, preocupada por las
palabras de su yerno.
– No
merece ser el rey, deberían todos sus crímenes salir a la luz para que su
soberanía fuera clausurada. – Comentó Itachi con enfado.
– ¡Ese
hombre nos arrebató todo lo que teníamos!. – Gritó Sasuke asustando al bebé que
comenzó a llorar y Sai se apresuró a acunar para tranquilizar a su hijo. – Debe
de tener su castigo porque ha causado demasiado sufrimiento.
–
¡Pensad en vuestros hijos!. – Exclamó Kushina en un intento de que los gemelos
reconsideraran sus palabras ya que estaba asustada de oír a los donceles hablar
de esa forma. – Pensad en vuestro hombre. ¿Es qué deseáis que todo empeore?,
¿queréis dejar a vuestros hijos huérfanos?. Sabéis que no hay oportunidad de
que pueda salir bien un plan cuando ya Minato y Naruto nos han contado acerca
de lo cruel que es el rey Orochimaru.
– No
os dejéis cegar por el odio y escuchad a Kushina. – Intervino Gaara. – Sasuke
tus hijos hace muy poco que conocen a su padre y lo mismo podría decir de
Minako ya que era muy pequeña cuando ocurrió lo de su marcha. – Les recordó a
los gemelos. – Además, lo que pedís es imposible, después del asesinato del rey
Danzou, Orochimaru tomó seberas medidas de seguridad para el castillo. Supongo
que teme el ser traicionado como él mismo traiciono al rey Danzou, así que
prácticamente entrar y salir del castillo sin ser advertido y, el hecho, de
infiltrarse es toda una proeza si no se percata alguno de los guardias. –
Informó Gaara con seriedad. – Si lo que queréis es hacer que el rey Orochimaru
revele sus maldades, ¿de qué os servirá?. Solo confirmareis una vez más que ha
sido un asesino, un espía, un traidor a su propio reino por ambición pero
continuará siendo el rey del reino. Eso no solucionará nada y lo único que
cambiaría sería que si no lo matáis antes, seréis vosotros los muertos.
– Ese
hombre no pelea limpio. – Comentó Naruto. – Utiliza una espada envenenada y no
tuvo ninguna reminiscencia cuando su propia hija se interpuso frente a él e
igualmente, se deshizo de ella. Maneja bien las malas artes. La única forma de
hacer frente a este indigno rey sería teniendo un ejército con el que hacerle
frente.
– No
es justo. – Susurró Sasuke volviendo a
sentarse en la silla.
–
Creo… creo que es posible que vosotros tengáis vuestro propio ejército. – Opinó
Sai en voz alta y captando la mirada de todos.
Aclaración de los términos:
* – No
importa si me odian porque prefiero contarle la verdad a que alguno de mis
hijos cometa algo irreparable…–: Esta parte del diálogo de Naruto, es donde
hacer referencia a un posible futuro enamoramiento de alguno de sus hijos/as
con Sasuke con algún hijo/a de Minato e Itachi ya que comparten prácticamente
la misma sangre.
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