-Vulnerable.-
Gaara se
había quedado paralizado en la puerta mirando a aquel desconocido, al que su
padre le llenaba nuevamente el vaso con el mejor vino que tenía guardado en su
bodega mientras este sonreía contento ante las atenciones que sus anfitriones
mostraban hacía él.
Sobre la
mesa el cochinillo asado con manzanas imperaba al resto de alimentos y el vino
no faltaba en ningún vaso e incluso, el pan blanco recién hecho daba signo de
que aquello era un celebración, un banquete cocinado para conmemorar algo y que
no podía ser otra posibilidad que debía de estar implicado con aquel extraño
hombre que se encontrase sentado a la mesa.
– Gaara,
padre está bastante furioso porque no llegaste a la hora que te indicó. – Le
comentó en voz baja Kankuro al oído de su hermano petrificado. – Espero que
tengas una buena excusa para darle a padre cuando nuestro invitado se retire.
Gaara
escuchó cada una de las palabras de su hermano que lo despertó de su estado de
congelación mientras que su mirada solo acreditaba confusión y asombro porque
él, no recordaba que su padre le hubiera dicho nada acerca de la aparición de
ese hombre, ¿es qué en esos días estaba tan sumido en conocer a Sai que no se
había percatado de lo que sucedía junto a él?. Al parecer, así había sido, pero
aún así, tenía intenciones de hablar con Sasuke y aprovechando la situación,
intentaría saber quién era aquel invitado con el que sus padres atendían con
tanto decoro.
Gaara se
sentó a la mesa ante la atenta mirada recriminatoria y molesta de sus
progenitores.
– Este es
mi hijo menor y su nombre es Gaara. – Presentó su padre con aspereza y forzando
una sonrisa. – Espero disculpe su demora pero es que lo envié a hacer un
encargo. – Mintió y Gaara se sintió impresionado por el hecho de escuchar a su
padre mintiendo algo que nunca lo había creído capaz de hacer pero, al mismo
tiempo, sentía mucha más curiosidad por
aquel hombre.
– No se
preocupe, al fin y al cabo pronto seremos familia y no hay que darle
importancia a este tipo de acontecimientos. – Afirmó el desconocido con un
acento muy marcado que indicaba que era de otro país.
– Claro, no
hay que molestarse por insignificancias. – Repitió su padre para ser seguidos
de un coro de risas forzadas que lo acompañaron.
–
¡Hola, muchacho!. – Saludó el desconocido a Gaara. – Soy Baki y como ya sabrás,
soy el prometido de tu hermosa hermana, Temari. – Se presentó ofreciendo su
mano para estrechar la contraria. – Me alegro conocerte en persona, tú hermana
no hace otra cosa que hablarme de lo orgullosa que está de sus hermanos. –
Comentó mientras estrechaba con fuerza la mano de Gaara y miraba a Temari de
reojo con picardía.
La
información sorprendió al aprendiz de herrero que estrechó la mano titubeando
antes de mirar a su hermana y ver como esta estaba sonrojada mientras evitaba
que sus miradas colisionaran.
– Ya
que estamos todos a la mesa ¿por qué no comenzamos con este festín?. – Rompió
Karura el silencio que se había creado.
La
comida rápidamente se terminó y los propietarios habían servido a su invitado
dignamente, habían hablado acerca de la boda que se llevaría a cabo en dos
semanas entre su única hija y Baki antes de que el hombre se marchase de la
casa de su prometida.
Gaara,
prácticamente, no había hablado solo dedicándose a escuchar y atragantándose en
más de una ocasión cuando la conversación daba algún dato importante, pues
gracias a la amena charla en medio de la cena, Gaara se enteró que Baki era un
acaudalado comerciante del Reino de La Arena que había llegado a La Hoja
huyendo de la guerra en la que estaba inmerso el reino en el que vivía. Además,
de que Baki tenía esperanzas de continuar con sus negocios en La Hoja y había
comenzado a cortejar a su hermana desde hacía tres meses atrás, después de
haberla visto junto a su madre dirigirse al castillo del rey.
Al
parecer Temari se había enamorado del comerciante y toda su familia ya estaba
esperando que pidiera la mano de su hermana porque, según palabras de su madre,
estaban muy enamorados y él estaba sintiéndose como si fuese un extraño en esos
momentos aunque él, era el único responsable y lo sabía porque su cabeza no
dejaba de pensar en Sai y todo lo que giraba alrededor del doncel.
Cuando
la comida había terminado y el invitado se había marchado todos felicitaron a
la muchacha que sonreía sonrojada, dejándose abrazar y escuchando los buenos
deseos de sus familiares.
Sin
embargo, Itachi, que había sido invitado por los Sabaku, se retiró junto a los
Akasuna con el pequeño Hiroshi durmiendo en los brazos de su padre y el resto
de la familia se dedicaron a recoger y limpiar el lugar antes de ir a la cama,
por lo que Gaara tuvo que esperar hasta el día siguiente para hablar con
Sasuke.
Por la
mañana, cuando Gaara bajó a desayunar vio a Sasuke sentado a la mesa hablando
con su madre y hermana sobre la cena e iba a conversar con Sasuke para saber
cuan ciertas eran las palabras de Naruto cuando sintió como alguien lo cogía
por el hombro.
Cuando
Gaara giró la cabeza se encontró con el severo rostro de su padre.
–
¡Padre!.
– Es
momento de que me digas lo que te ocasionó tu falta.
– Yo…
– ¿Es
que no tienes nada que decirme?.
– No
padre, sé que os he puesto en evidencia ante mi retraso pero no fue mi
intención el entretenerme.
–
¡Explícate! . – Demandó.
–
Padre, lo lamento pero las causas de mi retraso fue el ayudar a un buen amigo.
– Esas
palabras no son las adecuadas, muchacho, y tampoco te excusan con tu compromiso
con tu familia. – Se pasó una mano por la cara con cansancio. – Sabías que el
prometido de tu hermana vendría a pedir su mano y la has dejado en vergüenza
con tu retraso, ¿sabes qué tu tardanza podría haber producido el que Temari
fuese rechazada? ¿Podrías mirarla a la cara, entonces?.
– Lo
sé, padre, pero usted también me ha enseñado que no debo darle la espalda a las
personas que estimo cuando requieren de mí.
– ¿Eso
era todo por lo que ofendiste a tu única hermana en su cena de compromiso?.
– No
tengo más que decir aunque sé que no hice bien al llegar tarde tampoco hubiese
hecho lo correcto sino me aseguraba que un amigo preciado por mí se encontraba
bien.
– Soy
tu padre y sé que ya eres un hombre como para regañarte o azotarte como a un
crío para que puedas ir por el buen camino pero creí haberte inculcado el que
tu compromiso con tu familia es primordial a cualquier cosa. – Hubo una pequeña
pausa. – Gaara, los amigos no siempre estarán ahí pero tu familia sí, aprende
de una vez.
– Hay
amistades que son tan fuertes como los lazos que crea la misma sangre, padre.
– Aún
eres muy joven. – Se limitó a decir antes de pasar a un lado de su hijo para
hablar con su esposa e hija.
Gaara
se quedó mirando la ancha espalda de su padre mientras se preguntaba si aquella
simple oración tenía algún significado más del que ya parecía tener.
El
aprendiz de herrero no tuvo la oportunidad esa mañana de poder hablar con el
joven doncel a causa de las palabras de su padre porque por alguna razón, se
sentía incómodo ante la pequeña conversación con su progenitor.
Sin
embargo, Gaara aprovechó el poco trabajo que había ese día en la fragua para ir
a la hora de comer hacia su hogar y para su fortuna, se tropezó en la misma
entrada con Sasuke, que estaba barriendo.
El
aprendiz de herrero se apresuró en llegar hasta el doncel y antes de que lo
saludase, lo cogió por uno de los brazos para llevar al joven hasta las caballerizas
de la posada, en donde deshizo su agarre.
–
Sasuke, tengo que hablar contigo. – Se anticipó Gaara a escuchar algún reproche
por parte del doncel que estaba mirándolo con molestia. – ¿Tú estás siendo
visitado por un hombre?. – Preguntó sin tapujos e impaciente por la respuesta.
–
¿¡Eh!?. – Fue lo único que pudo decir Sasuke ante tan desvergonzada pregunta y
no pudo evitar el enrojecerse.
– Se
sincero. – Pidió sin apartar sus ojos verdes del doncel y arrugando más su
frente. – ¿Ayer estuviste con un hombre?.
– ¡Qué
hablas! ¿Es qué me ves cara de andar degradado mi dignidad? ¿de poner en
vergüenza a tu familia haciendo esa clase de felonías?. – Gritó enfurecido sin entender porque de
pronto Gaara se comportaba tan rudamente con él y le insinuaba. – Ayer, solo hice
los quehaceres que se me han asignado y donde no tengo más descanso que es para
comer o ir a la cama a dormir.
Ante
las palabras de Sasuke, Gaara cambió su rostro por uno más relajado y alegre,
mostrando una enorme sonrisa que dejó más confundido al doncel.
– ¡Sí,
sí!. – Exclamó mientras hacía movimientos extraños que daba forma a un corto
baile. – ¡Estaba seguro que tú no podías ser! ¡Naruto tiene que saberlo!.
–
¿Naruto…?. – Susurró Sasuke al escuchar el nombre de aquel muchacho que tanto
le había ayudado.
– Ven,
conmigo. – Ordenó a un estupefacto Sasuke al que cogió, nuevamente, de la
muñeca de su brazo derecho y al que arrastró hasta la resección de la posada en
la que estaba su padre. – Padre, necesito que Sasuke me acompañe. – Anunció
mientras arrebataba la escoba de las manos del doncel y la dejaba apoyada en la
pared y sin darle tiempo a que su padre hablase, Gaara se marchó del lugar
tironeando de Sasuke.
–¿A
dónde me llevas?. – Preguntó Sasuke mientras era arrastrado por las calles de
la ciudad.
– Ya
te lo dije, vamos a que le cuentes a Naruto que está equivocado y que tú, no
andas recibiendo los cumplidos de algún otro hombre.
– ¿Por
qué debo ir hacia él y contarle eso?. – Ante esta pregunta Gaara se detuvo
consiguiendo que el doncel se golpeara irremediablemente con su espalda.
– ¿Qué
por qué?. – El aprendiz de herrero miró a Sasuke. – Porque Naruto cree que estas
siendo cortejado o aun peor, que ya estas comprometido o quizás que andas
mostrando tus encantos a otro.
– ¡No
es cierto!. Todo este tiempo no ha querido saber de mí, ¿por qué voy a pensar
que puede preocuparle mi persona?.
–
Naruto no ha pasado por la taberna o la posada de mis padres porque no se
encontraba en la ciudad pero volvió hace unos días. Él regreso por ti o jamás
lo hubiera hecho.
–
¡Mientes!. – Gritó y muchas de las personas que pasaban a su alrededor se
quedaron mirando al doncel y al varón.
– No
es un embuste, Sasuke. – Gruño mientras empujaba a Sasuke para salir del campo
de visión de aquellas personas que ya comenzaban a murmurar. – Naruto se
preocupa por ti desde el mismo momento en que te vio. ¿Por qué te cuesta tanto
reconocer el interés que te tiene?.
– No
somos iguales. – Respondió en voz baja y provocó que Gaara se volviese a
detener abruptamente.
– ¿Qué
no sois iguales? ¿Qué quieres decir con eso?. Es cierto que tu eres un doncel y
él un hombre pero por el pequeño detalle de la incubación de los hijos, es lo
único que os diferencia, mientras que de resto sois físicamente iguales.
Además, de obstinados y eso os hace iguales aunque si lo dices porque cuando
conociste a Naruto no se dedicaba a nada bueno pero tampoco puedes culparlo,
así sin más, él necesitaba sobrevivir en esta ciudad y nadie le brindo una mano
amable. Asimismo, él te ayudó sin saber quién, cómo o qué eras en realidad.– Gaara suspiró con resignación y enojo al ver
como Sasuke no parecía comprender. – Él
ha cambiado, ahora tiene un buen trabajo, uno muy respetable y no necesita
hurtar para comer. – Liberó el brazo de Sasuke creyendo que no podría
convencerlo. – No me había dado cuenta de cómo eras tú en realidad, Sasuke, y
creo que Naruto tampoco necesita a un doncel como tú a su lado. Estoy seguro
que en esta ciudad hay más de una dama o
doncel que estará orgulloso de estar con Naruto. – Terminó para darse la vuelta
con frustración y comenzar a caminar. – Puedes regresar a los negocios de mi
familia y perdona por haberte pedido explicaciones y traído hasta aquí para
nada que te pueda implicar.
Sasuke
miró la espalda de Gaara y como este se alejaba mientras sentía como su pecho
dolía, sabía que había dicho palabras que no sentía porque él si deseaba ver a
Naruto aunque le molestaba el que no fuera a buscarlo en ningún momento, ni
siquiera a despedirse cuando se marchó tal y como le había asegurado Gaara.
Sin
embargo, antes de darse cuenta, Sasuke estaba siguiendo a Gaara por la ciudad
porque quería confirmar con sus propios ojos que Naruto estaba bien, en aquella
pequeña casa que solo contaba de una habitación pero Sasuke se sorprendió
cuando observó como Gaara se detenía frente a una enorme casa en la que se
adentró.
El
doncel no estaba seguro del por qué Gaara se había adentrado en aquella casa si
es que iba a ver a Naruto y allí se quedó Sasuke, mirando el edificio si saber
si entrar o no en aquel lugar.
Un
grito a su espalda provocó que el doncel desviara la atención de la casa para
ver como una señora caía en el suelo y dos jóvenes iban a ayudarla a toda prisa
pero en ese mismo instante, Gaara había salido de la casa y marchado del lugar,
tomando otra dirección hacia la herrería. Así que cuando Sasuke volvió su
cabeza al edificio no pudo percatarse de la salida del muchacho.
Sasuke
esperó durante mucho tiempo en el que había transcurrido dos horas, esperando a
que Gaara saliera de la casa pero el aprendiz de herrero no salía de la morada
y Sasuke comenzaba a tener hambre.
Sin
pensarlo más tiempo y con los músculos entumecidos debido a la tensión de estar
tanto tiempo de pie en el mismo lugar, Sasuke caminó hasta aquella casa. Al
llegar, se percató de que la puerta estaba abierta, así que solo tuvo que
empujar un poco el enorme pórtico para poder pasar y la cerró una vez entró.
El
relincho de un caballo llamó la atención hacia la caballeriza de la casa por
donde un hermoso y extraño corcel de pelaje rojizo y ojos castaños lo miraba
por la ventana de la puerta y el recuerdo de su abuelo Madara llegó a su cabeza,
evocando como su abuelo adoraba los caballos. Sasuke estaba seguro que su
abuelo sería capaz de entregar un tercio de sus tierras por aquel equino que
resplandecía vigoroso en esa casa.
Con
una leve sonrisa apartó la mirada del caballo y caminó hasta la puerta de la
casa que estaba cerrada, viéndose en la obligación de tocar pero parecía que no
había nadie en el interior del edificio aunque espero un momento pero nadie
abrió.
Sasuke
volvió a golpear la puerta y esperó unos minutos más pero justo se iba a
marchar cuando la puerta se abrió y frente a él apareció un hombre alto con el
cabello rubio y los ojos azules.
El
rostro de Sasuke se volvió pálido y luego, comenzó a adquirir un color rosa
hasta estar tan rojo como un tomate mientras su boca se abría y cerraba en un
intento de hablar pero ningún vocablo conseguía salir, al mismo tiempo que sus
ojos se habían clavado en los contrarios sin poder despegarlos.
–
¡Hola!. – Rompió el cortó silencio el dueño de la morada.
–
¡Hola, Naru… to!. – Consiguió articular.
–
¿Quieres pasar?. – Ofreció sin apartar la mirada de Sasuke que asintió y pasó
al interior de la casa.
Sasuke
no dio más de tres pasos al interior cuando algo en su interior parecía
gritarle que había hecho mal en entrar en aquel edificio.
–
Creo, creo que debería irme o los dueños de esta casa se enfadaran si descubren
que me has dejado entrar. – Se apresuró a decir cuando escuchó como la puerta
se cerraba a su espalda y los nervios, de saber que se encontraba allí solo
junto a Naruto, lo estaban mareando.
– No
te preocupes, Sasuke, esta es mi casa. – Reveló aguantando las ganas de
contarle a Sasuke que esa casa la había reconstruido para vivir junto a él,
para que fuese su hogar.
– ¡Ah,
sí…! – Estaba sorprendido ante la revelación y dio un vistazo rápido a su
alrededor. – Es muy bonita. – Agregó sin mirarlo a los ojos.
– Ven,
no nos quedemos aquí y deja que te ofrezca algo, no quiero que me consideres
descortés.
– No
es necesario que te tomes tantas molestias por mí.
–No es
nada con importancia. – Contestó y ambos quedaron en silencio mientras conducía
al recién llegado hasta la cocina donde le ofreció asiento a la mesa.
Naruto
no se sentía con fuerzas para mirar al doncel que había sentado en la mesa de
su casa y Sasuke no tenía palabras que lo ayudarán a huir de allí o a romper
aquella tensión que se había formado en torno a ellos, solo siendo acompañados
por el silencio que fue roto por el pitido de la tetera, indicando que el agua
de su interior estaba caliente.
Naruto
tomó dos vasos de barro cocido en los que introdujo las hojas seca de té para
luego, verter el agua caliente y acercarle uno de los vasos con infusión a
Sasuke.
–
Gracias. – Susurró el doncel.
–
¿Quieres azúcar? No te preocupes, no la he robado nada, he conseguido un buen
trabajo y puedo comprar la comida. – Musitó acercándole un tarro lleno de
azúcar con una cucharita de madera.
– No,
gracias. Me gusta como sabe el té sin azúcar. – Respondió mirando como Naruto
asentía con la cabeza y retiraba el tarro con azúcar para volverlo a dejarlo
sobre la pequeña estantería en la que habían otros botes y se sentó frente a
Sasuke con su vaso y un plato que contenía galletas. – Las he hecho yo aunque
no tengan muy buen aspecto no es así su sabor. – Agregó para ver como Sasuke
asentía con la cabeza y tímidamente cogía una galleta que se llevó a la boca.
El
silencio volvió a instalarse en la habitación y en la cabeza de cada uno de
ellos solo habían preguntas que creaban más la tensión en el ambiente.
– No
pude decirte lo mucho que me alegré cuando me enteré que encontraste a tu
hermano. – Intentó romper el hielo Naruto.
Sasuke
nuevamente asintió con la cabeza mientras terminaba de tragar una segunda
galleta que había cogido y tomó un sorbo de su té.
– No
debiste hacer caso a Gaara. – Se atrevió a decir el muchacho captando la
atención de Sasuke, quien no entendía aquellas palabras. – No debiste haber
venido porque él te lo haya pedido. No me gusta que las personas sientan
obligación hacia mí.
Otro
silencio volvió a instalarse y aunque los ánimos de cada una de los dos era
diferentes; Sasuke estaba atónito ante lo que había insinuado Naruto porque si
era cierto que Gaara había intentado llevarlo hacia él, no lo había hecho.
Por
otro lado, Naruto se removía en su asiento pidiendo que esa especie de tortura
desapareciera porque no deseaba oír de los labios de Sasuke que estaba
enamorado de un hombre que no era él.
–
Estás equivocado. – Respondió en un suspiro. – Gaara no me ha traído hasta
aquí, he sido yo, lo he seguido. – Confesó para darle otro trago a su té con
dificultad. – Yo le dije tantas incoherencias cuando me afirmó que me quería
traer en frente tuya y darte una explicación. – Apretó con fuerza el vaso y no
apartó ni por un instante sus ojos del agua que contenía el recipiente. – Pero
al final, he venido yo solo. – Omitió el que había seguido al aprendiz de
herrero hasta allí y él que no sabía que esa casa era de la propiedad de
Naruto.
– No
te preocupes, no tienes que hacer caso a lo que te haya dicho Gaara, él siempre
intenta proteger a las personas que estima sin percatarse de que puede estar
dañando a otras personas.
–
¡No!, yo… – Pero se calló abruptamente como si lo que fuese a salir de su boca
se tratase de un impulso.
Naruto
sonrió y se levantó de su lugar para acercarse a Sasuke y apoyar una de sus
manos en uno de los hombros de Sasuke.
– Es
muy tarde y de seguro que los señores Sabaku están preocupados, no quiero que
te regañen y tampoco que te ocurra algo malo. Espero no te moleste ni cause
algún problema al acompañarte pero es que quiero estar seguro que llegas sin
ningún percance hacia donde estas acogido.
Sasuke
se limitó a asentir y a levantarse de su sitio para seguir a Naruto hasta la
salida que daba al patio. Allí, Naruto caminó hasta donde estaba su caballo, lo
dejó salir de la caballeriza para llevarlo hasta donde estaba Sasuke y luego,
ayudó a subir al doncel antes de salir a la calle.
Cuando
Naruto cerró la puerta de acceso a su morada, dio un salto para quedar sentado
sobre Kyubi y detrás de Sasuke.
El
corcel comenzó a caminar por las calles de la ciudad y ninguno de sus pasajeros
parecía querer hablar hasta que uno de ellos rompió aquel incomodo silencio.
– ¿Te
trata bien?. – La voz salió lastimera aunque esa no era la intención de Naruto.
– Los
señores Sabaku son estrictos pero han tenido paciencia conmigo.
– No
importa si no quieres contestarme y lo comprendo pero sé feliz, Sasuke.
–
Naruto, yo… – Las palabras se atoraban en la garganta del doncel sin entender
por qué le costaba tanto decirle que se equivocaba y que él no estaba siendo
pretendido.
– No
te fuerces a responder porque te sientas en la necesidad o por obligación, a mí
solo me basta con saber que estas bien. – Una amarga sonrisa apareció en el
rostro del muchacho pero que fue imposible de ver para el doncel.
– No
es eso, es que tú… estas equivocado. Yo no estoy siendo cortejado por ningún
hombre. – Respondió Sasuke al sentir lo dicho por su compañero como si fuese
una despedida y provocó que Naruto tirase de las riendas, deteniendo al
caballo.
–
¿¡Qué!?
Sin
embargo, Sasuke no respondió se encontraba avergonzado por lo que había acabado
de decir y Naruto estaba sorprendido ante lo dicho y confundido por lo que había
visto.
– Yo
te vi a ti junto a un hombre, ¡besándoos!
– Ese
no era yo, he estado haciendo mis labores en la posada y la taberna de la
familia Sabaku, mi único tiempo libre es para comer y dormir. – Sasuke hizo una
pausa en la que escuchó el latido de su propio corazón que tamborileaba
febrilmente en su pecho. – Yo al único hombre que he besado es a ti.
– A
mí. – Murmuró el muchacho antes de apoyar su frente en uno de los hombros de
Sasuke. – ¿Pero cómo es posible? ¿Es qué hay dos Sasuke en esta ciudad?. Yo
puedo asegurar que eras tú, era tu cuerpo, eran tus labios besando a aquel
hombre en las sombras de un callejón. – Farfullaba Naruto su desasosiego de
sentimientos contradictorios y las dudas de creer o no las palabras de aquel
doncel que estaba a su lado.
–
¡Itachi…! – Exclamó sorprendido Sasuke llegando a la única conclusión posible
que podría mal interpretarse con él y Naruto lo confundiese.
–
¿Itachi?. – Preguntó el mozo levantando la cabeza para mirar a Sasuke.
–
Itachi es mi hermano gemelo. Debió de ser él a quien viste pero aún así, me
resulta difícil que mi hermano se comportase tan incorrectamente.
– Eso…
eso quiere decir que tú… – Pero antes de continuar, abrazó a Sasuke sin
importarle que estaban en medio de la calle y aunque escasas personas caminaban
por allí, eran observado. – Sasuke, por favor, permíteme pretenderte. Dame una
oportunidad. – Terminó rogando sin perder la ocasión que se presentaba.
Sin
embargo, Sasuke quedó congelado con la cara completamente colorada ante
tan delicadas palabras.
– Por
favor, déjame cortejarte. – Insistió bajándose del caballo para poder mirarlo a
la cara.
–
Yo…yo… – Tartamudeaba nervioso.
– Te
aseguro que ahora soy un hombre diferente, con un trabajo honesto y que podré
hacerte feliz si me lo permites. – Imploró poniéndose de rodillas en el suelo y
provocando que Sasuke enrojeciera más.
Sasuke
asintió sin mirar a su alrededor, temeroso de confirmar que había sido el
centro de atención de las personas que pasaban por el lugar.
–
Gracias. – Susurró para tomar una de las manos del doncel y besarle el dorso.
Con
una radiante sonrisa, el mozo volvió a ocupar su asiento sobre el equino y
blandió las riendas con suavidad junto un leve golpe con su mano en la grupa de
Kyubi para que volviese a poner en marcha.
Cuando
por fin estuvieron frente a los dos establecimientos de la familia Sabaku,
Naruto ayudó a Sasuke a desmontar del caballo y antes de dejar que entrara al
gran edificio que formaba la taberna como la posada no dejó de agradecerle y
susurrarle cuan hermoso era hasta el punto de confesarle su amor, solo
consiguiendo que el doncel enmudeciera y se sonrojara ante tales palabras.
Naruto
entró junto a Sasuke a la taberna por la puerta de la cocina y todos, incluido
Gaara, se sorprendieron de verlo junto al doncel pero a pesar de la expectante
bienvenida, Naruto pidió hablar con los padres de Gaara a solas para pedirle su
permiso y poder cortejar a Sasuke como se merecía, ya que los señores Sabaku se
habían hechos responsable del doncel el mismo día que le permitieron alojarse
en su hogar y trabajar en sus negocios.
Los
padres de Gaara conocían a Naruto desde niño, esto lo acribillaron a preguntas
como si de un desconocido se tratase antes de darle su permiso. Siendo así, que
ya era medianoche cuando Naruto pudo regresar a su hogar pero con una enorme
sonrisa de dicha en su rostro.
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