- Impacto.-
Naruto saludó a su amigo con toda la
efusividad que se podía después de haber trascurrido un año sin saber él uno
del otro y aunque Gaara le comenzó a hablar de cómo había transcurrido las
cosas sin su presencia en la ciudad, Naruto le pidió que no dijera a nadie de
su regreso a la ciudad de La Hoja, que extrañamente Gaara aceptó la condición,
para después de despedirse ambos amigos y emprender camino seguido de aquel
caballo que uno de los aldeanos del Remolino le había regalado al mes de estar
en la aldea natal de su madre como pago por haberlo ayudado a recuperar a sus
ovejas que se habían escapado del cercado, cuando aquel hermoso corcel aún era
un potrillo salvaje.
Naruto había aceptado al animal y lo
había cuidado e incluso, le había buscado un nombre al equino que no hacía más
que indicar su bravura, pues lo había llamado Kyubi a consecuencia de una
historia que hacía mucho había escuchado contar a un cuentacuentos en la Plaza
Del Granjero de La Hoja y resultando, que aquel corcel le recordaba al
caprichoso personaje.
Naruto caminó por las solitarias calles
hasta dar con el lugar en el que había vivido junto a su madre en La Hoja y su
rostro mostró la sorpresa en sus facciones.
Cuando el joven llegó a su antigua casa,
pudo observar con horror como el tejado había cedido y se había desplomado,
derrumbando a su paso una de las paredes de ladrillo que formaba la pequeña
casa y aunque se alegró de no haber estado allí cuando aquello había sucedido,
también, sentía tristeza porque había sido su hogar, había sido su morada desde
que tenía memoria.
Naruto acarició la frente de la cabeza
de Kyubi, llegándole a apartar un poco el flequillo de crin roja antes de
palmear ligeramente con su mano izquierda el ancho cuello del caballo dos veces
para acto seguido, montar sobre el animal.
Con un chasquido de lengua, acompañado
de un golpecito de sus talones, Kyubi comenzó a caminar lentamente hacia donde
su amo lo dirigía, indicándole el camino que debía tomar con los suaves tirones
de las riendas hasta llegar a un puente de piedra blanca, en el que cuatro
ciervos bien esculpidos lo custodiaban.
Naruto hizo que el caballo no cruzase
el puente sino que lo llevó hasta la pequeña ladera para que descendiera hasta
estar en una pequeña explanada que formaba la rivera del río sobre el que estaba construido el puente y
el único río que cruzaba por la ciudad, sin destacar de que era el río más
grande del Reino del Fuego.
De un gallardo salto, Naruto bajó de su
caballo y se acercó al agua para lavar su cara y permitir que su montura
bebiese después de ese exhausto viaje hasta llegar a esa ciudad.
Soltó las riendas del corcel que se
alejó un poco para comer los pocos brotes verdes que aún quedaban en la tierra
mientras que él se tumbó de espalda sobre el polvoriento suelo y miró las nubes
oscuras que cubrían la bóveda celeste, amenazando con ponerse a llover en
cualquier momento.
Naruto suspiró y cerró los ojos para
pensar todo lo que haría ese día, todo lo que debía hacer antes de poder ir
frente a él porque esta vez, quería hacer las cosas bien, quería que todo
marchase como debía ser, dejado que el ritmo no fuera apresurado para poder
crear la suficiente confianza en él y poder obtener lo más importante, su
aceptación, su amor.
Por ello, Naruto esos días los emplearía
en encontrar un lugar en el cual vivir, buscaría un empleo honrado para poder
sentirse digno de poder mirarlo a la cara y una vez obtuviese todo esto,
correría a su encuentro, le haría entender sus sentimientos para comenzar a
cotejarlo como merece cualquier doncel o dama hasta conseguir ser correspondido
para marcharse de la ciudad junto a él hasta el Remolino porque Naruto deseaba
que conociese a su madre y esta a él antes de contraer nupcias aunque, lo más
probable es que fuera después del matrimonio que pudiera presentarlo a Kushina
ya que de otra manera le sería muy complicado que el doncel quisiera
acompañarlo en dicho viaje.
Sin embargo, Naruto esperaba que el
enigmático y desconocido hermano le diera su consentimiento para disponer de su
mano porque así, no solo cumpliría con lo estimado sino que intentaría hacerlo
lo más feliz posible.
De la misma manera, Naruto sabía que
todas su ilusiones, sueños, esperanzas y deseos no podían cumplirse pero la
historia de su madre le había ayudado a comprender que debía intentarlo que
debía hacerlo antes de que fuese demasiado tarde, antes de que ya no pudiese
hacer nada y solo quedara el remordimiento de nunca haberse atrevido a realizar.
No, Naruto no quería ser una de esas
personas cobardes que cada mañana acabase lamentándose el no haberlo intentado,
el no saber si su vida podría haber sido diferente por no atreverse a afrontar
sus miedos para obtener uno de los más bellos y misterioso de todos los
sentimientos que puede albergar un hombre, el amor.
Cuando Naruto abrió los ojos, se
sorprendió porque ya la luz del sol buscaba todos los huecos posibles por donde
poder filtrarse hasta la tierra.
El mozo se levantó del suelo con
tranquilidad y levantó sus brazos para estirarse todo lo que le era posible mientras
escuchaba como los huesos de su columna vertebral crujían.
Bostezó y palmeó sus ropas para quitar
la tierra que se había adherido a las telas antes de buscar a Kyubi con la
mirada para encontrarlo pastando a uno tres metros de él.
Con una sonrisa, Naruto se acercó a su
caballo y antes de coger las riendas el equino, el animal levantó su cabeza carmesí
para mirarlo, mientras masticaba la hierba, con sus enormes ojos negros.
– ¡Ey! ¿Crees qué podré encontrar un
lugar para nosotros y un trabajo?. – Le preguntó acariciando el grueso cuello
del animal mientras el caballo volvía a bajar la cabeza para obtener más comida
mientras que con su pata delantera derecha la levantó dos veces y golpeó el
suelo para arrastrarla un poco dejando un leve surco en la tierra. – Tienes
razón, Kyubi. – Contestó como si el corcel le hubiese respondido con aquel
sencillo movimiento antes de subir a la silla de montar.
Debido al peso en el lomo, el caballo
levantó su cabeza y miró a su amo mientras relinchaba.
– ¡Vamos!. – Ordenó Naruto golpeando
ligeramente con sus pies al caballo. – Tenemos que hacer mucho hoy y después
podrás descansar. – Terminó de decir mientras el caballo volvía a ponerse en
marcha.
Ese día, fue muy agotador y extenuado
para Naruto, había estado todo el día para encontrar un lugar que se ajustara a
la cantidad de dinero que llevaba consigo y lo suficientemente adecuado para
poder tener a Kyubi cómodo pero cuando Naruto pensaba que no iba a encontrar
una casa, lo suficientemente apropiado ante él, apareció un anciano contándole
algo de su interés.
El anciano le había hablado acerca de
una casa que se encontraba casi en ruinas pero que estaba abandonada desde hacía
años y en la que podría pasar la noche, siendo lo suficientemente grande como
para poder vivir en ella y poder permitirse el tener animales.
Naruto cabalgó al oeste de la ciudad y
cuando la vio, se impresionó ante lo grande que era, aunque estaba situada
junto a la muralla que rodeaba a la ciudad, y a pesar de haber nacido en La
Hoja, no se había percatado de esa casa hasta ese momento.
El muchacho bajó del caballo de un
salto y justo cuando se disponía a entrar escuchó una voz a su espalda.
– No deberíais entrar en esa casa.
Naruto se giró y vio a una muchacha de
pelo rojo y ojos azules con un lunar en su rostro.
– ¿Por qué no debería entrar?. –
Preguntó cansado a causa del ajetreado día como para, ahora, ser detenido por
una desconocida.
– Nadie debe vivir ahí. – Señaló la
casa en ruinas. – O te ocurrirá algo malo.
El tono tan contundente en el que habló
la muchacha provocaron que Naruto tuviese un escalofrío pero lo que había
dicho, tampoco respondía a su pregunta y el necesitaba un lugar en el que
vivir. Siendo así, que si no le daba una buena razón no iba a hacerle caso.
– Solo es una casa medio destruida. –
Afirmó Naruto volviendo a mirar los muros de piedras. – Sus paredes parecen
estar en buen estado como para haber peligro de derrumbe. – Aseguró intentando
responder a lo que la chica decía.
– No, no lo entiendes. – Se acercó a
Naruto hasta estar frente a él. – Esa casa no solo corres peligro por si se te
cae encima sino porque ahí es donde... – Pero se interrumpió para mirar a ambos
lados a las personas que caminaban a su alrededor, así que le hizo una señal
con la mano a Naruto para que se agachase
un poco y contarle lo que iba a decirle al oído como unos niños que se cuentan
un secreto. – Ahí se está escondiendo un terrible hombre.
Naruto miró a la mujer con desconcierto
porque si la muchacha estaba intentado asustarlo o advertirlo no lo estaba consiguiendo
en absoluto, lo único que hasta ese momento le había inspirado era que se
trataba de una mentirosa y estaba riéndose de él o quería acercarse a él para
intentar robarle.
Naruto ante su última conclusión se
sobresaltó y miró a la mujer alejándose de él a toda prisa pero se tocó en el
pecho donde estaba guardando su bolsita con el dinero, rápidamente, se percató
de que ya no estaba ahí.
Naruto gritó una blasfemia y salió
corriendo tras la desconocida, sin recordar que en una de sus manos sujetaba las
riendas de su propio caballo, -el cual lo seguía a causa de ser tironeado,-
porque estaba tan enojado a causa de haber sido víctima de una treta que él
mismo había utilizado en más de una ocasión.
Sin pensarlo, Naruto soltó las riendas
de Kyubi, quien se detuvo mientras miraba como su amo saltaba sobre la
ladronzuela y ambos caían al suelo.
– ¡Devuélveme lo que me has birlado!. –
Ordenó apretando con fuerza los brazos de la mujer que había comenzado a
llorar.
– Esta... bien... – Murmuró asustada
por haber sido atrapada.
Naruto dejó libre a la muchacha y se
levantó del suelo, ayudando a ponerse en pie a la pelirroja para que le devolviese
la pequeña bolsita con el dinero, lo cual hizo.
Naruto guardó el dinero y miró a la
mujer que le recordó a su madre con aquel pelo tan rojo y aquello ojos azules.
– Tú no eres de La Hoja. – Afirmó para
ver como la mujer asentía mientras se limpiaba las lágrimas.
Naruto volvió a sacar la pequeña
bolsita y extrajo tres monedas antes de volver a guardar la bolsita con todo el
dinero. Se acercó a la pelirroja y le cogió una de las manos donde depositó
aquel chunin con dos genins y le obligó a que los envolviese con sus dedos.
– Yo también sé lo que es vivir en la
calle y tener hambre.
Tras estas palabras Naruto volvió a
tomar las riendas de Kyubi y se dirigió hasta la casa que desde ese día sería
su hogar.
La muchacha lo miró antes de ver que
era lo que había puesto en su mano y al percatarse salió corriendo hacia Naruto
logrando llegar a su lado.
– ¡Espera!. – Gritó. – Yo no puedo
aceptarlo cuando he intentado robarte, esto es demasiado generoso de vuestra
parte y yo no lo merezco.
– Te he dado ese dinero porque he
querido.
– ¡Espera!. – Volvió a gritar al
percatarse de que Naruto volvía a reanudar su camino. – Entonces, déjame darte
las gracias, mi buen señor. – Pidió haciendo una floritura muy torpe. – Gracias
por vuestra amabilidad y perdonar mi falta. – La muchacha se sonrojó cuando
terminó de hablar. – Y mi nombre es Amaru. – Murmuró antes de salir corriendo
contenta por las monedas obtenidas.
Después de este suceso, en que una
pequeña parte de Naruto lo hizo sentirse feliz por fin, pudo entrar en aquella
casa medio destruida.
Al siguiente día, comenzó a limpiar de
escombros y con el dinero que poseía le fue lo suficiente para poder
acondicionar una habitación y poner algunas puertas. Además, de comprar alfalfa
y heno para Kyubi.
El tercer día no le quedó más remedio
que comenzar a buscar un trabajo en la ciudad pero él cual, no encontró hasta
el quinto día en una pequeña carpintería haciendo muebles, puertas y ventanas
de madera que se le daba muy bien ya que en el Remolino había aprendido a
trabajar un poco la madera porque siempre había vallas que reparar.
Pasaron ocho meses más y con el dinero
que obtenía había ido reconstruyendo él mismo aquella casa, además de ir amueblándola,
antes de poder comenzar lo que realmente él consideraba importante. También,
había tenido que agradecer a Gaara, quien le había ayudado en la reconstrucción
de su hogar y de paso, también, le daba información de lo que pasaba en la
taberna y la posada.
– Ahora sí parece una casa. – Habló
Gaara mirando junto a su amigo la casa desde la calle. – Es sorprendente que lo hayas
conseguido reconstruir y amueblar en tan pocos meses. – Alagó.
– Sí pero debo de agradecer al buen
salario que recibo en la carpintería y a tu ayuda. – Afirmó Naruto abriendo la
puerta de la morada e invitando a entrar a su amigo. – Aunque la casa es tan
grande que puede que cree mi propia carpintería.
– Eso sería una buena idea, Naruto. –
Dijo sentándose en una silla. – He visto con mis propios ojos cómo has hecho
cada uno de estos muebles y eres muy rápido, casi como si fueran cinco personas
trabajando a la vez.
– No exageres. – Rió mientras servía
vino en unos vasos de madera. – Sabes que algunos muebles ya son usados y lo único
que he hecho ha sido mejorarlos o repararlos.
– Y eso sigue siendo aún más
impresionante. Has hecho que esos muebles parezcan nuevos, yo no puedo hacer
eso con el hierro, solo tengo la opción de fundirlo. Claro… si es que no tiene
ningún otro metal añadido. – Gaara bebió de su vaso. – ¿Y cuanto tiempo más
debo de seguir ocultando tu regreso?. – Preguntó cambiando de tema.
– No te preocupes, ya no debes de
ocultar más el que he regresado a La Hoja. – Naruto sonrió mientras hacía
bailar el vino de su vaso. – Quería tener todo listo. Quiero hacer las cosas
bien, amigo. – Naruto dio un trago mientras el pelirrojo asentía con la cabeza.
– Será mejor que me vaya, ya es muy
tarde. – Se despidió Gaara antes de beberse de un solo trago el vino que le
quedaba.
– ¡Adiós!.
–¡Adiós!. – Concluyó Gaara antes de
abandonar la morada.
Naruto terminó de beber el vino que le
quedaba y caminó hasta el establo donde estaba Kyubi para comenzar a peinarle
el pelaje rojizo con el cepillo.
– Tienes que estar muy guapo mañana,
Kyubi, porque mañana iremos a verlo. Sé que he tenido que dejar pasar unos
meses más pero quiero que cuando me vea sepa que he cambiado, que ya no soy el
ladronzuelo que conoció aquel día sino que me he convertido en un hombre
honrado con un buen trabajo. Aunque sé que el ser carpintero no es una labor tan
impresionante como lo es el de herrero o el de soldado pero es un buen trabajo
que me permitirá cuidarlo y formar una familia. – Naruto suspiró sin dejar de
cepillar al caballo. – Te confieso que estoy muerto de miedo porque es posible
que haya dejado pasar mucho tiempo y él... él no me recuerde o peor... alguien
se me haya anticipado. ¿Crees qué aun me este esperando?. – Preguntó para dejar
de cepillar al caballo que relinchó al mismo tiempo que giraba su cabeza hacia
su amo, el cual sonrió y no dudó en palmear suavemente tres veces. – Supongo
que estoy pensando mucho y estoy demasiado nervioso porque voy a verlo mañana y
una parte mí, no sabe cómo reaccionar o comportarse pero sin lugar a dudas, voy
a comportarme como un caballero para pedir su mano.
Cuando Naruto terminó de cepillar el
pelaje del caballo se fue a la cama donde cayó dormido profundamente y terminó
soñando la historia que su madre le contó antes de marcharse pero con la
diferencia de que los protagonista de la historia era Sasuke y él, siendo él el
que terminaba tan destrozado como su madre y despertando envuelto en sudor
cuando el sueño se había vuelto una pesadilla en la que buscaba a Sasuke por
todos lados y no lograba encontrarlo.
Ese día no iría a la carpintería, así
que se relajó mientras se bañaba y cuando fue a vestirse, escogió aquellas
ropas que consideró más adecuadas y mejor estado.
Luego, se encaminó hasta donde estaba
Kyubi y lo ensillo para salir a la calle y tras cerrar la puerta de su casa,
montó a su caballo para encaminarse hasta el edificio propiedad de la familia
Sabaku.
Por el camino Naruto no dejaba de
pensar en que debía decirle después de no verlo por tanto tiempo y aunque sus
instintos le incitaban a abrazarlo e incluso a besarlo, sabía que no podía
hacerlo o solo conseguiría asustarlo, que se alejase de él.
Tan solo a Naruto le quedaba adentrarse
en aquel callejón para estar frente a los negocios de los Sabakus pero lo que
no esperó fue el ver que en el callejón se encontrase alguien.
Se trataba de una pareja y estaban ¿besándose?,
o al menos eso parecía, a plena luz del día en medio de un callejón a la vista
de todos pero Naruto no le dio importancia hasta que la pareja cortó el beso y
Naruto pudo verlo.
Su rostro era más maduro y su pelo más
largo pero pudo reconocerlo, era él, era Sasuke y se estaba besando con un
desconocido.
Naruto cerró con fuerza los ojos y
golpeó fuertemente con los pies a Kyubi que emprendió el galope para salir del
callejón y de la misma ciudad.
Naruto no detuvo a su caballo, que
estaba feliz de poder correr tan rápido como podía, hasta llegar a lo alto de
una colina a las afueras de la ciudad y allí,
bajó del caballo para comenzar a gritar, patear el suelo y arrancar la
hierba con furia mientras derramaba lágrimas de sus ojos.
El muchacho quedó completamente afónico
al soltar desde lo más profundo de su ser el dolor que le destrozaba su alma,
se dejó caer sobre sus rodillas donde agarró con fuerza la hierba y con furia continuó
arrancándola hasta que terminó agotado, dejando que su cuerpo cayese hacia
adelante, notando como su pecho se golpeaba contra el duro suelo donde
permaneció durante horas.
Sintió como Kyubi lo tocaba levemente
con su cabeza en un intento de hacerlo reaccionar y aunque Naruto se levantó
del suelo para subir sobre la silla en el lomo de su caballo en pleno crepúsculo,
volvió a dirigirse a la ciudad hasta llegar a su casa donde en la puerta se
encontró con Gaara que parecía haberlo estado esperando desde hacía horas.
Naruto descendió del corcel mirando
como su amigo se acercaba mientras él buscaba la llave para abrir la puerta.
– Creía que hoy iba a estar en mi casa.
¿Qué ha pasado?. – Preguntó el aprendiz de herrero mientras caminaba hacia su
amigo percatándose del estado de este y lo sucia que estaba sus ropas. – ¿Qué
te ha ocurrido, Naruto?.
Naruto abrió la puerta de su casa
mientras escuchaba a Gaara y sentía como lo seguía hasta el establo donde dejó
a Kyubi.
– Naruto, me estas preocupando. ¿Qué es
lo que ocurre?. – Exigió Gaara sujetando a su amigo por los brazos e impidiendo
que siguiera caminando en ese estado de ausencia.
– Debiste decirme que ya no tenía
esperanzas. – Murmuró con la voz rota a causa del dolor para, acto seguido liberarse
del agarre del pelirrojo y caminar hasta su habitación.
– ¿¡Qué...!? ¿pero de qué hablas?. – Gaara
volvió a detenerlo.
– Sasuke... Sasuke ama a otro hombre. –
Respondió con aquel hilito de voz que le quedaba. – Lo vi, yo lo vi. – Añadió
sintiendo como Gaara lo dejaba libre para poder ir a su habitación y acostarse
en su cama.
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