-Gentileza.-
Sasuke despertó sobresaltado al sentir como algo frío y húmedo se extendía por su adolorida mejilla.
– Cálmate. – Susurró una voz a su lado y cuando Sasuke miró al dueño de esa voz lo primero que captó, con el ojo que podía abrir, fue unos enormes irises azules que brillaban como una resplandeciente gema. – Te estoy poniendo este ungüento para que baje la hinchazón de tu cara. – Le informó mostrándole un pequeño tarro de cristal que contenía una crema de color amarilla y con un aroma fuerte, no muy agradable. – Toma, seguramente prefieres ponértela tú mismo. – Dijo ofreciéndole el pequeño botecito.
Sasuke tomó el pequeño tarro en sus manos mientras el extraño se alejaba hacia un fuego del que no se había percatado hasta ese momento que estuviese allí y fue entonces, que se dio cuenta de que estaba dentro de una habitación, de una casa.
Se trataba de una casa vieja con suelo de piedra en algunas partes, otras había largos tablones de madera y de tierra en aquellas parte que, posiblemente, el dueño de la morada no contaba con el suficiente dinero para cubrirlo.
En el techo repleto de telarañas se podían ver las enormes vigas que sostenían las tejas de madera y en los lugares que se habían formado algún hueco estaba tapado con paja de trigo y trozos de telas que mermaban el aire frío que intentaba entrar a la morada.
El único fuego que había en aquella casa sin más habitaciones que en la que Sasuke junto al desconocido estaba prendido en medio de la habitación, elevando su humo negro hasta el techo que llenaba de hollín buscado algún lugar por donde salir al exterior hasta que encontraba el hueco de piedra que, suponía en el pasado, había sido parte de una chimenea por donde abandonaba la morada.
Sasuke volvió su vista hacia donde se encontraba tumbado y poderse sentar, percatándose de que estaba sobre un montón de heno cubierto por una vieja manta para que no sintiese las agujas secas del heno clavándose en su cuerpo y su cobija era una enorme capa de gruesa tela color verde que lo mantenía caliente.
Nuevamente, el doncel miró a su anfitrión antes de volver sus ojos negros hacia la crema en la que sumergió dos dedos de su mano izquierda para retirarlos cubiertos de la pringosa macilla notando lo graso que era el ungüento. Lo dirigió con desagrado hacia su rostro hinchado por los golpes donde comenzó a extendérsela con suavidad para evitar el dañarse más de lo que ya estaba.
– Toma. – Ofreció el muchacho acercándose nuevamente al convaleciente doncel un cuenco de madera lleno de una sopa en la que nadaban la zanahoria, el puerro y la cebolla.
Sasuke dejó el pequeño tarro a un lado de donde estaba sentado y tomó la humeante sopa.
– Gracias. – El haber dicho semejantes palabras le costó una barbaridad debido al tremendo dolor que le aquejaba su quijada al hacer cualquier movimiento por muy sutil que fuese la mueca.
El chico se encogió de hombros antes de dirigirse al fuego que lamía la barriga de una pequeña olla que colgaba de su única aza en un extraño soporte de hierro.
El silencio llenó la habitación donde solo se escuchaba el burbujear de la sopa y los chasquidos de la madera que estaba ardiendo mientras el mozo hundía una taza de hierro en la sopa para poder comer él también del cálido guiso y la incomodidad envolvió a Sasuke al estar siendo cuidado por un extraño.
En un intento de menguar su malestar, el doncel se llevó el cuenco a la boca para sorber un poco el cálido líquido que sorprendentemente estaba bueno.
Sasuke se había terminado toda la sopa del cuenco sintiendo que había sido la mejor comida que había saboreado y deseaba repetir pero no se sintió con el suficiente valor de pedir más sopa al desconocido que aún tomaba su ración, hasta que su estómago hambriento, que llevaba días sin comer algo caliente, rugió con fuerza sacándole un sonrojo al doncel.
– L-lo siento. – Se apresuró a decir en voz baja ante el bochorno que su cuerpo le había causado.
– No pasa nada, es normal que tengas hambre. – Habló aún y cuando no llegó a escuchar la disculpa del doncel pero si se percató de lo enrojecido, así que se acercó a la olla para hundir el cuenco en la sopa. – Hay mucha sopa aún en la olla. – Aseguró Naruto entregándole el cuenco lleno de sopa a su invitado
Sasuke cogió el cuenco y sopló un poco el líquido para poder disminuir la temperatura antes de ingerirla.
– Me llamo Sasuke. – Se presentó porque sentía la extraña necesidad de hacerlo ante los cuidados que aquel mozo le ofrecía. – Agradezco tu amabilidad por ocuparte de mí pero yo no tengo nada que darte a cambio... – Fue interrumpido sin dejar que terminase de hablar.
– No te he ayudado porque quiera algo a cambio. – Aclaró sentado desde su lugar cerca del fuego. – Soy Naruto. – Se presentó mientras cogía su taza, la cual aún tenía sopa. – Solo es que no podía ignorarte y dejarte en medio de la calle a tu suerte.
Sasuke parpadeó ante lo dicho por Naruto bastante desconcertado por su aptitud antes de mirar su sopa, la cual bebió mientras se preguntaba si lo había ayudado por lástima o caridad.
La olla estaba vacía y limpia después de que la sopa se hubiese acabado, Naruto la había fregado al igual que el cuenco y la taza ante la atenta mirada de su invitado.
Sasuke no sentía en mucho tiempo la sensación de tener algo más que aire en su tripa, fue por eso que se llevó sus manos a su panza que acarició notando en ese instante que bajo su ropa había algo y por ello, con terror buscó en su pecho el colgante que su madre le había regalado, su último recuerdo. No obstante, el medallón continuaba unido a la cadena de su cuello haciéndole entender que Naruto no se lo había arrebatado y eso lo hizo suspirar de alivio.
Sin embargo, un nuevo sentimiento invadió al doncel porque fue entonces, cuando el terror lo acogió al comprender que si tenía vendas envolviendo su pecho es que aquel muchacho lo había visto desnudo y eso era un pecado, un deshonor para su familia y una vergüenza para él.
Naruto escuchó sorprendido un gimoteo y rápidamente entendió que se trataba de su invitado. Se levantó de donde estaba sentado, azuzando la hoguera, y se acercó a Sasuke preocupado de que le estuviese doliendo algo o se hubiese hecho daño al moverse.
– ¿Te encuentras bien?. – Preguntó mirando el bulto bajo le capa pero solo obtuvo por respuesta más gimoteos. – ¿Por qué estas llorando? ¿es qué te has hecho daño al moverte?.
– Tú, tú me has... visto desnudo... – Afirmó sin salir de la capa con la que estaba refugiándose de la mirada azul como si de un escudo se tratase.
Naruto negó con la cabeza sin entender la preocupación del doncel.
– ¿Desnudo?. – Repitió con una sonrisa en los labios. – ¿Te refieres a que he tenido que aplicar un bálsamo sobre tus costilla y luego vendarte el pecho para que al menos pudieras moverte?. Pues si te refieres a eso, soy culpable pero no me puedo creer que estés llorando por semejante tontería cuando lo importante es que continúes con vida y mucho mejor de lo que podrías estar hoy porque aquel hombre pudo haberte matado a golpes. – Le recordó pero solo ocasionó que Sasuke sollozara con más intensidad. – Llora cuanto quieras si eso te hace sentir bien. – Dijo Naruto para volver a su sitio frente al fuego con enfado por semejante preocupación sin importancia.
Después de un buen rato, en que Sasuke lloró el haber sido mancillado por la mirada y tocado por las manos de un hombre que no era su esposo aunque fuese con el propósito de ayudarlo, terminó cansado, dejándose llevar al mundo de los sueños.
Naruto se había tumbado en el suelo de piedra cerca del fuego con el entrecejo fruncido a causa de la molestia que le causó el estar escuchando llorar a aquel doncel por una nimiedad sin importancia y las cuales, tan solo eran prejuicios.
Sin embargo, la calma que reinaba y con la que estaba gozando Naruto, fue interrumpido por unos golpes en la puerta.
Refunfuñando, Naruto se acercó y abrió la puerta de su morada para ver a Gaara que portaba una gruesa rebeca de lana de oveja para aplacar el frío.
Gaara entró sin esperar a ser invitado y sin importarle si su amigo estaba de buen humor o no mientras que Naruto cerraba la puerta de la casa, el recién llegado se dirigió hasta el fuego.
– Ahí afuera hace un frío monstruoso, si continúa así nevará. – Comentó mientras caminaba al pequeño fuego para calentarse las manos.
Naruto se acercó a su compañero y se sentó a su lado, cerca de la hoguera.
– ¡Vaya!. – Exclamó el aprendiz de herrero al percatarse de que Sasuke aún continuaba en la casa de su amigo. – Aún está aquí, pensaba que ya se habría marchado. – Volvió a mirar a su amigo. – Es extraño que no lo hayas echado. ¿Es qué tiene alguna herida grave?.
– No lo creo, solo está adolorido por los golpes.
Gaara se rió antes de hablar.
– Puede ser pero también, puede que se haya enamorado de su héroe. – Se mofó antes de volver a carcajearse. – O puede que haya sido al contrarió y eres tú el que se ha quedado prendado de un doncel desvalido. – Se rió un poco para poder proseguir. – Debes admitir que no es común que alguien como tú se lancé a salvar a un desconocido y mucho menos, es pensable que acojas y cuides de un extraño que está herido. Tú no eres esa clase de hombres Naruto.
– Deja de insinuar lo que no es. – Masculló Naruto propinándole un golpe en el brazo a Gaara que seguía riéndose. – Tan solo lo he ayudado porque estoy cansado de como esos vanidosos hombres abusen de las personas como yo. Solo por nacer en buenas familias. – Explicó.
– No te pongas así. Además, sería de lo más normal que te enamoraras de alguna linda chica o de un dulce doncel o al menos, sintieses interés en alguien para no pasar las frías noches tan solo. – Gaara sonrió con malicia al mismo tiempo que le guiñaba un ojo. – A ti te va más los donceles que las mujeres y ese no está mal. – Indicó con un movimiento de cabeza el lugar en el que Sasuke estaba durmiendo.
– ¡Cállate de una buena vez, Gaara!. – Gritó nuevamente Naruto intentando volver a golpear a su amigo pero este esquivó el golpe con facilidad mientras sonreía divertido. – No todos somos unos Casanova* como tú, haciéndole creer ilusiones a las mozas y a los donceles para después dejarlos llorando. – Acusó.
– Cierto, nadie puede ser tan genial como yo porque soy único y no es mi culpa que ellas y ellos se enamoren de mí con tan solo una de mis sonrisa. – Afirmó volviendo a guiñar uno de sus ojos verdes mientras sonreía con petulancia y escuchando como Naruto suspiraba al mismo tiempo que se encogía de hombros y negaba con la cabeza.
– Tú no tienes remedio.
– Por cierto, he traído esto. – Del interior de su rebeca Gaara sacó una botella de vino tinto y una gran hogaza de pan.
Naruto sonrió ante la tentadora idea de saborear aquel oscuro líquido.
– Esperaba que no estuvieses ocupado con ese niño para salir un rato a divertirnos después de habernos acabado la botella. – La desilusión fue percibidle en el tono de su voz.
– Aún si Sasuke no estuviese aquí, hoy no saldría.
– ¡Oh! pero si ya sabes hasta su nombre, ¿estás seguro que ese doncel no te interesa?. – Curioseó Gaara mirando inquiridoramente a Naruto.
– No y deja de estar haciendo esas insinuaciones. Son molestas.
– Que amargado. – Susurró Gaara descorchando la botella. – Pues si tú no lo quieres podrías presentármelo, al menos yo si podría disfrutar de los hermosos placeres que ofrece un doncel joven a un hombre.
– No pienses que voy a hacer tal cosa.
– Y después quieres que no piense mal de ti, si quieres dejarlo libre sin haberlo aprovechado o regalármelo para que yo lo disfrute, eres un egoísta, Naruto. Menos mal que esta noche me espera una candorosa* doncella para consolar mi corazón. – Dramatizó Gaara haciendo reír a Naruto.
Los dos mozos continuaron su charla mientras comían pan y bebían vino mientras Gaara le contaba a su amigo su día en la herrería, de cómo había deslumbrado a una joven criada que servía en la torre del duque de Ambrosia.
Gaara se marchó cuando ya había pasado la media noche, confesándole a Naruto que se iba a reunir con dos de las hijas del sastre. También, Gaara le insistió para que lo acompañase pero no logró convencer a su amigo.
Naruto suspiró cuando cerró la puerta y se dirigió hacia la hoguera a la que le añadió más pedazos de madera para que no se extinguieran las llamas.
Naruto tenía una boba sonrisa producida por el vino y sus mejillas junto a su nariz presentaban una coloración carmesí.
Sasuke se había despertado hacía unas escasas horas atrás y había escuchado como Naruto y su amigo habían estado hablando entre risas y bromas, haciéndole recordar a su hermano y como se había marchado dejándolo solo en aquel callejón.
Sasuke se comenzó a preguntar si Itachi estaría preocupado, si se encontraba bien o si lo estaría buscando por todos los rincones de la ciudad cuando sus pensamientos fueron interrumpidos por un murmullo que tatareaba una sencilla canción. Se giró en el lecho y percatándose de que quién tarareaba era Naruto mientras añadía madera a la hoguera.
La voz de Naruto no se elevó ni menguó, sino que continuaba en el mismo tono cuando comenzó a cantar la letra y Sasuke sintió como su corazón era estrujado dentro de su pecho porque aquella canción le trajo recuerdos que aún eran heridas abiertas en su alma.
Sin ser consciente de ello, Sasuke se levantó y caminó hasta donde estaba Naruto sentado, el cual no pudo ver al doncel porque estaba de espaldas a este. Cuando por fin llegó, Sasuke estiró sus brazos y apretó sus manos sobre la boca de Naruto que se asustó ante el tacto inesperado de su invitado.
– Por favor, no continúes esa canción. – Pidió antes de liberar el rostro de su anfitrión.
Naruto se giró y vio la amargura reflejada en la cara de Sasuke pero aquella expresión tan triste del doncel no le tomó tanta importancia como fue el percibir el rostro que por fin, se había comenzado a tomar su forma original, pues la hinchazón había bajado lo suficiente para que el doncel pudiese abrir su ojo izquierdo sin que le molestara.
Naruto se fijó en que aquel rostro aún un poco hinchado presentaba un perfil precioso y sin ser muy consciente de lo que hacía, tal vez debido al alcohol o hipnotizado por apreciar la belleza de su invitado, se acercó en un veloz movimiento para abrazar al chico que necesitaba en ese momento ser consolado.
Sasuke se sorprendió ante el ágil movimiento de su anfitrión pero no se separó de aquel cuerpo que lo abrazaba sino que correspondió al abrazo y apoyó su cabeza sobre el hombro de su compañero como si fuese un niño pequeño en busca de la protección de un adulto.
Naruto apoyó también su cabeza sobre la de Sasuke para comenzar a mecerse disfrutando de aquel inocente y simple acto que era el estar abrazados.
Cuando Sasuke se recuperó un poco de su martirio Naruto lo liberó sin deseos de hacerlo y le ofreció un trozo de pan, -que Gaara había traído y había sobrado-, que Sasuke se comió despacio.
– Será mejor dormir. – Propuso cuando el doncel se terminó el pan.
Sasuke asintió y volvió hacia la cama de heno donde volvió a conciliar el sueño antes de lo previsto.
A la mañana siguiente, cuando Sasuke despertó, se percató de que estaba solo aunque el fuego continuaba encendido. Se levantó del lecho y caminó hasta la hoguera donde la olla vacía y limpia estaba siendo acariciada por las llamas.
– Será mejor que me vaya, tengo que volver junto a Itachi debe de estar muy preocupado. – Farfulló para sí mismo con sus pupilas clavadas en el baile de las llamas. – Esperaré a que vuelva y le diré que me voy, es lo menos que puedo hacer después de que se haya hecho cargo de mí.
Pasó alrededor de media hora cuando Naruto abrió la única puerta de la casa con la respiración agitada y en la mano derecha, sujetaba una lechera*.
El mozo cerró rápidamente la puerta y miró hacia el fuego percatándose de la presencia de Sasuke con su rostro aún un poco hinchado y le sonrió mientras fue hasta su lado para volcar la leche que contenía la lechera dentro de la olla frente a la mirada del doncel. Después dejó el recipiente en el suelo y de los bolcillos comenzó a sacar comidas.
Naruto reveló dos panecillos, tres zanahorias, un queso de leche de vaca y un pequeño tarrito de miel.
– Toma. – Le ofreció uno de los panecillos. – No te lo comas aún, espera a que la leche se caliente. – Le indicó.
Al cabo de unos minutos, terminó la olla de calentar el blanco líquido y Naruto llenó el cuenco con leche a la que le añadió miel con la ayuda de una pequeña cuchara de madera. Luego, removió la leche hasta que la miel se disolvió y acto seguido, le entregó el cuenco a Sasuke que sopló un poco el cálido líquido antes de saborear lo dulce que estaba la leche.
Sasuke hizo una mueca de desagrado porque a él no le agradaba la comida demasiado dulce pero aún así, se bebió la leche y comió el panecillo porque podría ser que no volviese a comer algo mínimamente decente como estaba haciendo allí.
– Parece que tu cara está mucho mejor. – Anunció Naruto al mismo tiempo que extendía uno de sus brazos para acariciar la mejilla del doncel pero Sasuke impidió el qué llegase a tocarlo.
– Te agradezco todos los cuidados que me has otorgado pero yo, ya debo marcharme.
– Sabía que en cuanto te encontraras con fuerza te irías y no te preocupes, no me debes nada solo cuídate e intenta evitar el tropezarte con los hijos mimados de los burgueses. – Terminó de recomendar forzando una sonrisa en su rostro porque por algún motivo, él no quería que Sasuke se marchase de su lado.
– Sí, lo tendré en cuenta. – Contestó Sasuke levantándose del suelo y dirigiéndose a la puerta que intuía era la salida a la calle.
Naruto no despegaba su mirada de aquel doncel y se sentía preocupado por dejarlo irse después de recordar él como lo había encontrado y lo ocurrido en la noche pero también, era consciente de que así debía de ser y cada uno tenía que seguir su propio camino.
Cuando Sasuke llegó a la puerta agarró la argolla de hierro para salir pero antes, giró su cabeza para ver a Naruto sentado en el mismo lugar, cerca de la hoguera, de donde lo miraba fijamente.
– Ten mucha suerte y cuídate de los guardias. – Le deseó componiendo una sonrisa al doncel.
Sasuke asintió y abrió la puerta para ser recibido por el azote del viento de esa mañana. Dio un paso a hacia afuera y asomó su cabeza para ver que aquella puerta daba a un callejón sin salida, así que miró la boca del callejón que daba a una concurrida calle.
– "¿Cómo voy a encontrar a Itachi yo solo si no sé ni dónde estoy?. Creo que debería pedirle ayuda a Naruto aunque estaría abusando de su confianza pero... ¿qué hago?". – Pensaba Sasuke sin atreverse a salir de la casa cuando el viento volvió a golpearle la cara. – "Mejor me voy, seguro que él tiene sus propias preocupaciones como para yo acarrearle más problemas".
La puerta se cerró y Naruto continuó mirándola fijamente con su cuerpo inmóvil en el lugar que estaba sentado pero al cabo de unos minutos, se levantó a toda velocidad y corrió hacia la puerta para abrirla aunque Sasuke ya se había marchado de allí.
Sasuke cruzó aquella calle por la que circulaban carromatos tirados por caballos, asnos, mulas y bueyes, además de las personas que correteaban en diferentes direcciones de esa calle.
Suspiró cuando se sintió seguro en el interior de un callejón y continuó su camino cruzando algunas calles más pero solo estaba dando vueltas a la zona.
Al mediodía buscó comida entre las basuras pero no encontró nada, así que continuó vagando por las calles de la ciudad hasta que anocheció y el frío lo hacía tiritar en el lugar que había decidido pasar la noche, el cual era la entrada a una enorme catedral.
A media noche, Sasuke fue abruptamente despertado por una torrencial lluvia y corrió en busca de un lugar en el que resguardarse pero parecía no encontrar ninguno. Antes de darse cuenta, Sasuke estaba completamente empapado y sin un lugar donde poder refugiarse.
Sin la suerte a su favor, Sasuke corrió lo que quedaba de la noche hasta llegar nuevamente a la calle que había salido esa mañana, cuando decidió dejar la morada de Naruto. Tragó saliva y caminó hasta estar frente la puerta que pertenecía a la casa del muchacho que lo había estado cuidando.
Congelado, empapado y con su cuerpo tiritando de frío, se atrevió a tocar la puerta que rápidamente fue abierta por el mismo Naruto.
– ¿¡Sasuke!?. – Pronunció sorprendido viendo al doncel bajo la lluvia. – Pasa, rápido. – Ofreció al percatarse del estado en el que se encontraba.
Sin embargo, Sasuke no entró sino que se lanzó hacia Naruto, abrazándolo con fuerza y llorando sobre uno de los hombros del dueño de aquella casa.
– Tranquilo... – Susurraba el muchacho que repetía una y otra vez mientras le acariciaba la cabeza.
Cuando Sasuke se calmó, Naruto cerró la puerta y llevó a Sasuke hasta la pequeña hoguera para que se calentase mientras él fue hasta la cama donde estaba la gruesa capa que cogió.
– Quítate tus ropas y ponte esto o sino podrías enfermar. – Indicó entregándole la capa. – No te preocupes, no voy a mirar. – Aseguró dándose la vuelta para que Sasuke se pudiese cambiar y cubriese su cuerpo con la capa.
– Eres muy amable. – Susurró Sasuke una vez estaba envuelto por gruesa tela y sentado en el suelo cerca de la hoguera.
Naruto sonrió antes de coger la ropa de Sasuke que llevó hasta una cuerda que había en una de las paredes y donde comenzó a colgarla extendida para que secara.
– Pensé que no volvería a verte pero has regresado. – Murmuró tomando asiento cerca del doncel que se había sonrojado y él sonrió porque se sentía feliz de que hubiese vuelto.
– Es que no conozco bien esta zona y solo estoy dando vueltas.
– Yo diría que ni siquiera eres de la ciudad porque jamás te había visto pero tendrás tus razones para haber venido aquí. – Comentó mientras añadía un poco más de leña al fuego.
Sasuke se encogió dentro de la capa que lo envolvía, simplemente disfrutando de aquel silencio que era roto con el chisporroteo de la madera que el fuego devoraba.
– Mis padres y mi abuelo murieron hace poco. – Comenzó a hablar Sasuke captando toda la atención de su compañero. – Así que vine junto a mi hermano a la ciudad para intentar ponernos en contacto con nuestro hermano mayor pero no teníamos dinero. No pudimos enviarle una carta para que supiese de nuestro paradero. – Sasuke empezó a sentir como una pesada carga invisible que albergaba en su pecho comenzó a desparecer a cada palabra que pronunciaba. – Mi hermano y yo hemos tenido que sobrevivir en la calle, buscando comida y lugares donde poder dormir. – Sasuke hizo una pequeña pausa para confesar lo que iba a continuación. – Hace poco me enfadé con mi hermano y discutimos. Estaba tan enojado que me marché corriendo sin saber hacia dónde me estaba dirigiendo pero cuando me di cuenta me había perdido y el resto creo que ya lo sabes. – Sasuke suspiró. – Espero que mi hermano esté bien.
– Seguro que lo está y también, estará preocupado por ti. – Miró a Sasuke antes de añadir. – Será mejor que duermas, te ves agotado y yo intentaré ayudarte a encontrarlo cuando despiertes.
– Eres muy amable, Naruto.
Aclaración de los términos:
* Candorosa: Proviene de cándido/da.
* Lechera: Son como se llaman los recipientes de hierro que se utilizaban para comercializar la leche. Aquí una imagen de cómo son:

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