domingo, 28 de mayo de 2017

Repercusiones -41-


-Perdonando.-

Itachi había entrado al cuarto que ocupaba junto a su hija en la casa de su hermano después de escuchar la historia del hombre del que se había enamorado pero, en ese momento, el doncel se encontraba demasiado contrariado a causa de sus propios sentimientos y la decepción que sentía hacia Minato por no haber confiado en su persona.

Itachi se sentía traicionado, engañado, burlado y avergonzado porque se había enamorado de un hombre que no había sido honesto con él, ni siquiera cuando le dio una hija, Minato no le confesó la verdad de quien era, a pesar de que pudiese comprender los miedos del hombre que robó su corazón para permanecer en el anonimato, Itachi no podía aceptar que a él también le ocultara su identidad y propósitos. Por ello, la vergüenza se había cebado en el alma del doncel, no había importado nado de lo que había hecho, aún y cuando estaba demostrándole todo su amor. Minato simplemente había aprovechado su ingenua disposición para cautivarlo y yacer en el joven doncel sus impúdicas intenciones.

– Mentiras… todo ha sido un millar de mentiras. – Farfullo el doncel cuando llegó a su cama y se recostó en el mueble mientras hundía su rostro sobre la mullida almohada. – “He sido tan inocente y despreocupado que ignoré las advertencias que me dieron y como una polilla, volé hacia la luz para terminar inflamado.” – Pensó Itachi al mismo tiempo que las lágrimas brotaban de sus oscuros ojos.

Minako, que se había despertado al escuchar la puerta de la habitación cerrarse, sabía que era su madre quien había entrado a la alcoba y simuló, como cada noche hacía, el estar dormida porque Itachi se acercaría a ella para depositar sobre su frente un suave beso seguido de un cariñoso susurro pidiéndole que durmiera.

Sin embargo, la niña no sintió el beso y las palabras que escuchó salir de la boca de su madre eran inentendibles, además, de ahogadas, lo que provocó que Minako se preocupase y se levantase de su cama.

Los desnudos pies de la pequeña caminaron los pocos pasos sobre la fría madera que formaba el suelo de la habitación hasta que la niña recorrió la pequeña distancia que separaban las dos camas.

– Madre… – Llamó la niña al estar frente a la cama del doncel y sin atreverse a tocar con sus pequeñas manos el bulto que, levemente, se movía sobre el mueble. – Madre … – Repitió una vez más, elevando su voz mientras que sus pequeñas manos agarrarán con fuerza la tela que formaba el camisón que tenía puesto, ya que sentía como su infantil corazón aumentaba sus latidos y sus ojos le comenzaban a picar, indicándole que brotarían lágrimas. – Ma-madre... ¿eres tú, madre?. – La vocecilla salió temerosa de la boca de Minako ante la carencia de una respuesta, comenzaba a dudar de que el bulto formado sobre la cama donde dormía su madre se tratara, realmente, de Itachi.

Las primeras gotitas saladas salieron de sus oscuros ojitos, al mismo tiempo, que pudo oír la voz de su madre pronunciando su nombre como un suspiro.

Minako, sintiéndose feliz de que efectivamente aquella persona sobre la cama era su madre, no pudo aguantar más en su interior la tensión que había estado creando mientras llamaba a su madre y dejó que su llanto saliera en bajos gimoteos mientras sus manitas cubrían su boca para que Itachi no escuchara su sollozo.

– Minako, ¿quieres dormir en mi cama esta noche?. – Preguntó Itachi haciendo todo lo posible por no mostrar en su voz que había estado llorando.

– Sí. – Respondió la niña para subir a la cama de su madre y acostarse juntó al él mientras sentía como era cubierta por las mantas y el abrazo de su madre.

Itachi abrazó a su pequeña y le dio un beso en la frente antes de intentar liberar todo el dolor que se había instalado en su cabeza pero por mucho que el doncel intentó conciliar el sueño, a duras penas lo consiguió y cuando por fin se había dejado dormir, despertó al alba pero, esa mañana, no solo deseaba que todo lo sucedido en la noche fuese una pesadilla aunque Itachi sabía que no era así.

Perezosamente, el doncel se levantó sin despertar a su hija y comenzó a vestirse antes de bajar a la cocina para prepararse una infusión de tila que calmara su, aún atormentado, corazón mientras que su cabeza no dejaba de repetirle con la voz de Minato lo vivido por el padre de su hija.

Cuando la tetera dejó de silbar, indicando que el agua de su interior estaba hervida, Itachi se sorprendió porque se había internado demasiado en sus pensamientos, mezclados con su juicio y emociones personales e iba el doncel a verter el agua caliente a un vaso cuando la voz a su espalda lo paralizó.

– Lo siento, pensé en muchas ocasiones contarte la verdad pero creí que te pondría en peligro si alguien llegaba a enterarse de que tú estabas conmigo. Nunca quise hacerte daño. – Habló Minato sin atreverse a acercarse a Itachi y observando como el doncel dejaba la tetera caliente a un lado sin siquiera girarse a mirarlo. – Sé que he obrado mal, mi comportamiento ha sido detestable pero cuando me percaté que te amaba, que te amo, he cambiado para que te casaras conmigo, aunque soy consciente que no merezco tu perdón.

“¿Por qué debería de importante mis palabras ahora? ¿es posible que mi respuestas borren el daño que has causado? ¿por qué no dejas de mentir? ¿por qué no dejas de herirme? ¿no has tenido suficiente?.” – Pensó Itachi mientras cerraba sus manos volviéndolas puños que apretaba con fuerza sin poder atreverse a contestarle.

– Comprendo que estés furioso y me responsabilizo de ello pero yo también estoy padeciendo dolor. – Confesó Minato llevando su mano izquierda a su pecho, en el lugar en el que estaba su corazón. – ¡Maldición!. – Escupió con frustración. – Itachi, sé que he sido un mezquino contigo pero te quiero, necesito que me brindes una oportunidad para demostrarte que podemos ser felices. Te amo y esa es la única verdad. – Dijo sobre-exaltado Minato en un impulso de menguar el dolor que sentía y había provocado en el doncel.

– ¡Calla!, ¡calla!. – Gritó Itachi comenzando sentir como su enfado se transformaba en lágrimas que salían silenciosamente de sus ojos. – Calla… deja de hacerme sufrir de esta manera. – Murmuró lo suficientemente alto para que Minato pudiese escucharlo.

– ¿Qué ocurre? ¿a qué vienen esos gritos?. – Preguntó preocupada Kushina saliendo de la habitación apresuradamente en la que había dormido después de escuchar los gritos emitidos por el doncel.

– Lo siento. – Se disculpó Minato antes de salir de la casa para dirigirse al patio donde comenzó a llorar desconsoladamente y sabiéndose merecedor de lo que le estaba pasando.

Kushina observó como Minato se alejaba y luego, miró a Itachi que había vuelto a coger la tetera para poder prepararse la infusión. La mujer se sentía culpable de la situación de la pareja y estaba preocupada por el hecho de que Itachi no perdonara a Minato y no volvieran a estar juntos ya que sabía que tenían una hija.

Sin embargo, cuando Kushina iba a sentarse a la mesa, escuchó el leve gimoteo de los sollozos del doncel por lo que se acercó a él y puso su mano derecha sobre el hombro izquierdo de Itachi.

– Estas pasando por un gran sufrimiento y lo siento. Creo que es mi culpa lo que está pasando entre Minato y tú. – Susurró la mujer mirando a la cara de Itachi que también la estaba mirando.

– No, usted no tiene la culpa de nada. – Respondió el doncel limpiándose las lágrimas. – He sido un ingenuo todo este tiempo y ahora que sé todo los engaños, me doy cuenta que yo soy quien ha tenido la culpa por confiar en alguien como…

– Él es el padre te tu hija, Itachi, y eso no se puede cambiar. – Habló maternalmente Kushina.

– Lo sé y lo amo. A pesar de que me duele mucho todo lo que me ha ocultado, yo… – Itachi no podía dejar de derramar lágrimas mientras que sus manos estaban en su pecho, justo sobre su corazón.

– Lo sé. Te comprendo y se la forma en que duele el amor. – Murmuró Kushina abrazando a Itachi, el cual correspondió al abrazo. – “Puede que ahora estés demasiado dolido para darte cuenta que no eres el único que está sufriendo.” – Pensó Kushina mientras consolaba al doncel que soltaba en su llanto gran parte del  dolor.

– Gracias. – Agradeció Itachi una vez se deshizo el abrazo y había vuelto a recomponer sus emociones.

– No te preocupes, todos necesitamos consuelo en momentos difíciles. – Respondió Kushina. – Permíteme darte un consejo. – Pidió a lo que Itachi asintió con la cabeza. – No te precipites en tus decisiones, antes sería mejor meditarlo bien después de observar y escuchar.

– Lo tendré en cuenta. – Farfulló Itachi comprendiendo el consejo de Kushina.

– ¡Madre!, ¿te…? – Interrumpió una vocecilla.

Itachi y Kushina giraron sus rostros al escuchar aquella vocecita que había interrumpido para encontrarse con una abochornada Minako que miraba a Kushina ya que no sabía ni había esperado encontrarse en la cocina junto a su madre a una desconocida y el pequeño silencio que se había formado permitió escuchar el repiqueteó de las campanas de la iglesia anunciando a toda la ciudad que la misa de la mañana iba a dar comienzo.

–  Kushina, ella es mi hija, Minako. – Presentó Itachi acercándose a su hija hasta ponerse detrás de la niña que mostraba un tenue sonrojo en su cara para darle un empujoncito con el cual, Minako captó que su madre quería que hiciera la floritura que le había enseñado y la cual, hizo grácilmente.

– ¡Oh…! Tiene la misma nariz y mentón que su padre. – Dijo Kushina con una sonrisa. – Pero está claro, que se parece más a ti, Itachi. – Aseguró. – ¡Hola, pequeña!. Me llamo Kushina. – Se presentó la mujer haciendo la misma floritura que la niña de forma más exagerada para sacar una risita de la pequeña que consiguió al instante y hacer sentir a Minako más confiada a su presencia.

Kushina cogió a la niña de la mano y la llevó a la mesa para comenzar a hablarle sobre animales de granjas cuya descripción divirtieron a Minako mientras que Itachi comenzó a hacer el desayuno, agradeciendo a Kushina de tener entretenida a su hija.

Unos huevos revueltos con queso, fue lo que Itachi preparó y puso en un plato frente a la mujer y la niña, guardando el resto para los demás habitantes de la casa.

Justo cuando Itachi se había sentado con su plato de comida a la mesa, Sasuke bajó corriendo las escaleras porque llegaría tarde a la casa donde trabaja y sin apenas haber dado una explicación o desayunar, Sasuke se marchó de la casa para ir a su trabajo.

– Tío Sasuke se fue corriendo. – Habló Minako sorprendida por la forma tan apresurada en que se marchó Sasuke.

– Seguro que debía de estar en algún lugar con urgencia. – Le respondió Kushina con una sonrisa a la pequeña, quien también sonrió al escuchar las palabras de la mujer.

– Se ha retrasado, lo regañaran en la casa en la que trabaja. – Murmuró Itachi en voz baja y sin que nadie más que él mismo lo escuchara. – ¿Desea qué le ayude a prepararse el baño?. – Inquirió Itachi al percatarse de que Kushina había terminado de comer y llevaba su plato para lavarlo.

– No te preocupes tanto por mí y deja las formalidades conmigo, prefiero que me tutees ya que después de todo, no soy una mujer arrogante y mi sangre es de plebeya. – Respondió Kushina con amabilidad y sacando una sonrisa a Minako que parecía muy entretenida con la actitud de la mujer con la cual, se había amigado rápidamente. – Además, que es mi hijo quien debe de atenderme y velar por mi seguridad ya que es el hombre de esta casa. – Habló divertida como si sus propias palabras se trataran de un chiste. – Ese hijo mío, aún está durmiendo como haragán* sin ocupaciones.

– ¿Tiene un hijo, señora Kushina?. – Preguntó interesada Minako ante lo que había dicho la mujer.

– Minako, no seas irrespetuosa. Una niña no tiene que intervenir en las conversaciones de los adultos. – Se apresuró a regañar a su hija Itachi. – Lo siento, Minako es muy curiosa. – Se disculpó Itachi.

– Perdón. – Murmuró Minako a causa de la reprimenda de su madre.

– No, no tienes de que disculparte pequeña y no seas tan duro con ella, que no me molesta ni me ofende su pregunta porque, al fin y al cabo, conocerá a mi hijo aunque por lo que sé, Naruto ya conoció a Minako cuando aún era un bebé. – Dijo Kushina amablemente.

Itachi se disponía a contestarle a Kushina cuando las voces de los pequeños gemelos junto con la de Naruto se escucharon y terminaron apareciendo en la cocina.

– ¡Buen día, madre, Itachi y…! ¿eres Minako?. – Terminó preguntado Naruto sorprendido a la niña que, rápidamente, se escondió detrás del cuerpo de Itachi. – Has crecido mucho aunque es normal, han pasado siete años y en ese tiempo aún eras un bebé dimito. – Recordó el hombre mientras sonreía gentilmente.

– Naruto, se más cuidadoso ¿o no ves que estas asustando a la pequeña?. – Regañó Kushina para luego, volverse afablemente hacia la niña. – Aquí ves a mi hijo, Minako, y no te asustes que no va a morderte.

– Minako. – Llamó Itachi para que la niña volviese hacer la floritura presentándose, lo cual hizo al momento ante la voz severa de su madre que amenazaba con castigarla.

– Eres una niña muy linda. – Alagó Naruto con una sonrisa.

– Naruto, ¿y estos niños?. – Preguntó Kushina impidiendo que su hijo dijera algo más y deseosa de saber quiénes eran los dos gemelitos que se escondían detrás de las piernas de su hijo desde el momento en que se percataron de su presencia en la cocina.

– Madre, estos niños son Haruto y Asahi. – Presentó Naruto a su madre. – Ellos son hijos míos. – Afirmó el hombre impulsando que Kushina abriera sus ojos, tanto como le era posible para luego, mirar a los niños antes de llevar una de sus manos a su frente para acto seguido, tomar asiento en una de las sillas que rodeaban la mesa.

– ¿Cómo…? ¿a no ser qué…?–  Farfullaba atolondradamente la mujer. – Soy abuela. – Susurró Kushina antes de comenzar a llorar de felicidad. – ¡Soy abuela!. – Repitió antes de abrazar a Naruto con fuerza y hacer que su hijo formara una sonrisa aún mayor. – Naruto, hijo, estos son mis nietos. –  Balbuceó Kushina soltando a su hijo para agacharse y mirar a los dos gemelitos sin dejar de llorar. – ¡Oh, mi señor!. – Exclamó para acercar a los niños a ella y abrazarlos sin poder reprimir su llanto de alegría. – Esto es un milagro, un maravilloso milagro. ¡Gracias, señor por bendecir a mi hijo con estos sanos niños!¡por cumplir mi más grande deseo, señor!. – Agradecía Kushina a Dios sin deja de abrazar a sus nietos. – Naruto, mis ruegos se han cumplido. No sabes las veces que recé porque encontraras a una buena persona a la que amar con la que tuvieras hijos. – Confesó la mujer sintiéndose afortunada.

Sin poderlo evitar y después de escuchar las palabras de felicidad de su progenitora, Naruto se unió al abrazo tan contento como Kushina y donde le aseguraba que él se sentía el hombre más dichoso del mundo al saber que era padre.

– Madre… – Llamó en voz baja Minako tironeando del pantalón a Itachi. – ¿Ese señor es el padre de mis primos?. – Preguntó la niña volviendo su mirada a la escena en la que aquellos adultos no dejaban de abrazar a sus primitos. – ¿La señora Kushina es la abuela de Asahi y Haruto y también la mía?. – Cuestionó inocentemente la pequeña, por lo que Itachi se sorprendió, al mismo tiempo, que sintió una punzada de tristeza al escuchar a su hija, así que decidió cogerla entre sus brazos para llevarla de nuevo a la alcoba que ocupaban. – ¿Madre, por qué nos vamos? ¿es qué padre no vino también?. – Quiso saber Minako ante la repentina actuación de su madre, así mismo porque comenzó a sentirse disgustada por el hecho de que su padre no estuviese ahí como el padre y la abuela de sus primos.

Itachi cerró la puerta de la habitación y se sentó sobre su cama, aún con su hija entre sus brazos, la cual había comenzado a derramar lágrimas de desconsuelo.

– Minako, no llores. – Murmuró Itachi acariciando la espalda de su hija pero la pequeña no le respondió sino que siguió llorando. – La señora Kushina es la madre de Naruto, el marido de tío Sasuke y padre de Haruto y Asahi. Ella no es tu abuela, princesa. – Explicó de la mejor manera que pudo Itachi mientras pensaba como contarle a su hija acerca de su padre para que pudiese comprenderlo.

– ¡No es justo!, la señora Kushina me conoció primero a mí y me agrada. ¿Por qué no puede ser mi abuela?. – Habló Minako sin mirar a su madre y sin dejar de soltar lágrimas.

– Minako, ya te he dicho que la señora Kushina no es nuestro familiar. No seas obstinada. – Aseveró Itachi sabiendo lo que estaba sintiendo su hija eran celos a causa de sentirse diferente en ese momento, de no ser ella el centro de atención cuando Kushina preguntó acerca de sus nietos y ver la escena que denotaba una gran felicidad.

– ¿Y por qué…? Yo también quiero… – Sollozó la niña.

– Minako… – Suspiró Itachi. – Da igual cuanto llores, no puedes hacer nada ante ello.

– ¿Y por qué padre no está?. Me dijisteis que padre vendría junto al padre de Asahi y Haruto… pero eso no es verdad. Padre no está. – Juzgó la pequeña al recordar el hecho de que su madre siempre le contaba sobre su progenitor y de que este estaba junto al padre de sus primos, viajando juntos y que regresarían juntos a casa, para que ella los conociera y no volver a separarse de su padre.

– Minako, tu padre vino. Él está aquí. – Confesó Itachi con inseguridad.

– ¿Dónde está padre?. – Preguntó la niña dejando de llorar y mirando a su madre a la cara desde que la cogió en brazos.

– Creo que está en el patio. – Murmuró Itachi. – ¡Ven!. Lávate la cara para que no vea que has llorado. – Le dijo.

Minako emocionada con las palabras de su madre corrió a lavarse el rostro con el agua que había dentro de una jarra y derramó en el interior de un recipiente, pues se sentía ansiosa y, al mismo tiempo, nerviosa de conocer a su padre.

Cuando Minako terminó de lavar su rostro, Itachi la vistió, ya que la niña estaba con camisón y le recogió el pelo con una cinta blanca para luego, salir en busca de Minato que para la suerte de Itachi, el hombre se encontraba en el patio, junto al pozo, sentado sobre el cubo que utilizaban para coger el agua del interior del pozo,  tal y como había supuesto.

 – Él es tu padre, Minako. – Indicó Itachi sin acercarse a Minato.

– Madre, ven conmigo. No quiero ir sola. – Pidió la niña abochornada ante la figura del hombre que sabía era su progenitor y a la vez, sacando un suspiro de Itachi. – Acompáñame, madre.

– Está bien, vamos. – Aceptó el doncel para dirigirse junto a Minako hacia donde estaba Minato.

Minato levantó el rostro del suelo al escuchar pasos acercándose a él y mostrando su rostro abatido por el dolor que sentía pero su cara cambió a una de sorpresa al percatarse que las personas que se acercaban a donde estaba, era Itachi junto a una niña, la cual supuso debía de ser Minako por el gran parecido que tenía con Itachi.

Minato no pudo evitar formar una leve sonrisa porque su hija se había convertido en una niña hermosa, mejorando su imaginación que tantas veces había intentado recrear una imagen del aspecto de Minako aunque debía admitir que se parecía mucho a Itachi y Minako había sacado la belleza que le indicaba que se convertiría en una hermosa joven, tanto como era su madre aunque este era un doncel y no una dama.

– Minako, él es tu padre, Minato. – Presentó Itachi sin poder mirar a la cara al hombre que amaba, aún estaba dolido.

– ¿Minato? ¿no era Kurama el nombre de padre?. – Preguntó la niña confundida ante el repentino cambio de nombre de su padre.

– Has crecido mucho, hija. – Se apresuró a decir Minato con la voz compungida debido a que había estado llorando momentos atrás. – Verás, mi nombre real es Minato.

– ¿Y por qué madre te llama siempre Kurama?. – Preguntó ingenuamente Minako obteniendo un chasquido por parte de Itachi que hizo sentirse aún peor a Minato.

– Eso es por mi culpa. – Confesó Minato ganándose una mirada curiosa de Minako que se acercó a él provocando que le sonriera amigablemente. – Cuando conocí a Itachi, le mentí y le dije que me llamaba Kurama.

– Pero mentir no está bien. – Aseguró la pequeña.

– Es cierto, decir mentiras no está bien porque solo causan problemas y mucho dolor. – Afirmó acariciando la redonda cara infantil de la menor. – Tu madre se enfadó conmigo por mentirle. –Minato miró a Itachi desconsoladamente porque deseaba acercarse a él y estrecharlo entre sus brazos pero no podía hacerlo, no quería que el doncel se incomodara aún más con él de lo que ya estaba.

Minako miró a su madre y luego a su padre, intuyendo que la situación no era buena ya que era muy diferente de cuando conoció Kushina o cuando apareció Naruto en la cocina pero no sabía exactamente lo que era.

– Minako, tengo que atender mis obligaciones, ¿quieres quedarte aquí junto a tu padre?. – Preguntó Itachi mirando a la pequeña.

– Me quedo con padre, madre. – Respondió Minako e Itachi se marchó dejando allí solos a padre e hija. – ¿Aún madre está enfadado contigo, padre?. – Preguntó la niña una vez su madre se había marchado a lo que Minato asintió con la cabeza. – ¿Por qué?. ¿es por haberle dicho una mentira?.

– No solo es por contarle mentiras. Yo me he comportado muy mal con tu madre, Minako. – Le contestó a su hija y comprendió que la pequeña no entendía a que se refería. – “¿Cómo podría decirte, pequeña, para que tú no me llegues a odiar?.” – Pensó angustiado Minato. – Minako, prométeme que jamás dirás mentiras. – Pidió el hombre a su hija.

– ¿¡Eh!?. – Se sorprendió la pequeña. – Yo no digo mentiras porque si las digo, madre se enfada y me castiga. – Respondió Minako rápidamente.

– Entonces, está bien. No digas nunca mentiras, hija. – Habló Minato para luego sonreírle. – ¿Te gustaría que te cuente una historia?. – Preguntó a su hija, la cual asintió con la cabeza y el hombre sonrió para coger a la niña y sentarla sobre sus piernas para que no se cansara ni se ensuciase el vestido blanco que vestía por sentarse en el suelo para de esta manera, Minato relatarle a su hija la historia de cómo conoció a su madre y lo ocurrido hasta ese momento, omitiendo aquellas parte de la historia que no debía saber y cambiando el nombre de los personajes.

– ¿Y qué pasa después?. – Preguntó Minako curiosa al ver que su padre se había detenido y no iba a continuar la historia. – ¿La princesa va a perdonar al rey?.

– No lo sé pero… ¿tú perdonarías al rey?. – Curioseó Minato mirando a la niña viendo como la pequeña arrugaba su frente pensando en qué contestarle. – Olvida la pregunta Minako. No tienes que decir nada.

– Minato, Minako. El almuerzo está hecho, venid a comer. – Llamó Kushina.

Ambos se levantaron y fueron hasta la puerta por la que entró la mujer, llegando a la mesa donde estaban ya todos sentados esperando a comenzar a comer aunque Minato no pudo pasar desapercibido el hecho de los dos niños que hablaban animadamente con Naruto, lo que le resultó extraño pero no dijo nada.

Después de lavarse las manos, Minako corrió a sentarse junto a su madre y comenzaron  a almorzar donde dos conversaciones imperaban. Una era entre Kushina, Naruto, Haruto y Asahi y la otra era más bien un monologo de Minako en la que le decía a Itachi sobre el cuento que su padre le había relatado a lo que Itachi y Minato solo respondían escuetamente.

– Madre, ¿tu perdonarías al rey del cuento?. – Preguntó ingenuamente Minako repitiendo la pregunta que le había hecho su padre y provocando que Itachi dejará de comer ante la pregunta para levantar la vista encontrándose con los ojos de Minato clavados en su persona, que lo hizo poner nervioso. Por lo que miró al lugar donde estaban los demás hablando pero estos, ni siquiera habían prestado atención a lo que su hija le había preguntado a Itachi. – Dime, madre ¿perdonarías al rey?.

– Esa pregunta es muy difícil, Minako. El rey se ha portado muy mal con la princesa y la ha hecho llorar muchas veces. – Respondió Itachi.

– Pero el rey se dio cuenta que ama a la princesa más que a su propia vida. – Afirmó Minato sin apartar su mirada de Itachi.

– Pero el rey traicionó el amor que la princesa le ofreció. – Aseguró Itachi comenzando a enfadarse por intervenir cuando él, era el que estaba hablando con la pequeña que comenzaba a ser olvidada por sus progenitores.

– El rey solo quería proteger a la princesa y no deseaba que saliera dañada por su causa. – Contraatacó Minato, también comenzando a enfurecerse.

– La princesa tenía derecho a saber la verdad desde el comienzo pero el rey solo fue un egoísta que pensaba en sus propios placeres. – Contestó Itachi.

– El rey hizo lo que creyó mejor para la princesa. – Acotó Minato.

– La princesa arriesgó todo lo que tenía y al rey no le importó. – Declaró Itachi.

– El rey le confesó la verdad a la princesa porque estaba arrepentido de todo lo que le había hecho. – Indicó Minato

– Pero no habría contado la verdad si no fuera por la vendedora de madejas de lana. – Confió Itachi

– Aún y si la vendedora no hubiese intervenido, el rey iba a contarle la verdad a la princesa. – Aclaró Minato.

– ¡Eso no es cierto!. – Gritó un muy enojado Itachi, levantándose apresuradamente de la mesa y dirigirse a la alcoba que ocupaba sin percatarse de que Minato también se levantó para salir corriendo detrás de él.

Sin embargo, ante el grito de Itachi, Naruto y Kushina se sorprendieron para solo ver como  el doncel salía corriendo seguido de  Minato y  Minako comenzaba a llorar aún sentada a la mesa.

Naruto que se disponía a impedir a que Minato siguiera a Itachi pero fue detenido por su madre, quien le aseguró que  era mejor dejarlos solo y se preocuparan de tranquilizar a la niña.

Itachi iba a cerrar la puerta cuando un pie junto a una mano se interpusieron y aunque empujo con fuerza para impedir que la persona entrara, le fue imposible porque Minato tenía más fuerza que él.

Cuando Minato entró en la habitación cerró la puerta a su espalda mientras miraba a Itachi con furia.

– Haga el favor de marcharse. ¡Este es el aposento que ocupamos Minako y yo!. – Exigió Itachi señalando la puerta  a espaldas de Minato.

– ¡No voy a salir de aquí! ¡Deja de tratarme como si fuéramos personas ajenas!. – Gritó Minato.

– ¿Es qué no lo somos?. Yo conocí a un hombre llamado Kurama pero la persona ante mis ojos se llama Minato. Un hombre al que no conozco. – Declaró el doncel.

– ¿Qué más da el nombre?. El que tenéis ante vuestros ojos es el mismo hombre, qué importancia tiene el nombre que reside sobre su persona. – Contestó Minato acercándose a Itachi y cogiéndolo por los brazos para impedir que se alejase de él. – Miradme a los ojos y decirme que no me amáis, que no veis el dolor que siento ante vuestra actitud, que no eres capaz de saber cuánto os quiero.

– ¡Suéltame!. – Indicó el doncel forcejeando para intentar liberarse. – No quiero que me toquéis.

– No, no os soltaré. No puedo soltaros ahora sin siquiera haberme mirado. – Garantizó Minato intensificando su agarre.

– No os miraré. No quiero mirar a la cara al hombre que ha jugado conmigo, al hombre que ha manchado mi honra. Solo quiero que os marchéis y no volvías más. ¡Ojala nunca hubierais regresado!. – Terminó chillando Itachi consiguiendo lo que deseaba, liberarse, y se alejó de Minato rápidamente.

– ¿Realmente solo sentís odio hacia mí?. – Inquirió Minato girándose y esperó una respuesta que no llegaba en el silencio que habían formado. – Eres la única persona que me ha hecho cambiar, que has conseguido que llegue a enamorarme y no anhelo tu odio. Pensé que podrías perdonarme para casarte conmigo y formar una familia como debe ser junto a Minako, como le prometí a Fugaku antes de que muriese pero… ¿de qué me vale forzarte a estar a mi lado si lo único que crearé es odio hacía mí?. No, así no pretendo que seas mi consorte. – Manifestó Minato luchando con su sufrimiento interno y tenía la clara intensión de marcharse cuando sintió que era detenido por uno de sus brazos.

– No puedo perdonar el que tuvieses secreto para mí, él que me hayas engañado acerca de tu verdadero nombre pero aún así, no te odio. – Murmuró Itachi temiendo en que si dejaba salir a Minato por la puerta jamás lo volvería a ver y él no deseaba eso. – Te amo. No podría dejar de sentir este amor aunque me lo propusiera y siento… que todo lo que he intentado para mostrarte cuanto te amo, no ha servido de nada cuando ha pasado tanto tiempo en el que no tuviste la seguridad de confiar en mí. – Itachi soltó el brazo de Minato para comenzar a limpiar la humedad de su cara. – Me siento traicionado por este amor y me avergüenza saberlo.

– Itachi, lo siento. Sé que esta disculpa no tiene cuantía porque el daño que te he hecho es mucho más grande pero permíteme demostrarte que te amo. – Rogó Minato girándose y abrazando a Itachi contra su pecho. – Se que me he dado cuenta tarde de ello pero perdóname por ser un cobarde que huye de los más preciado que puede tener un hombre. Lo siento. – Se volvió a disculpar Minato.

Itachi levantó su rostro para ver como no era el único que estaba sufriendo y ante el aspecto que mostraba Minato, se había reusado a observar solo, sintió ganas de consolarlo. Itachi dejándose llevar por sus sentimientos acercó sus labios a los del padre de su hija y besarlo fugazmente con dulzura para separarse de lentamente de aquel suave contacto.

Sin embargo, Minato quería que el contactó siguiera, así que se arriesgó a besar a Itachi  para sentir la suavidad que gozaba los labios del doncel y dejándose llevar por sus instinto, sacó su lengua para lamer los blandos labios que no tardaron en abrirse para brindarle una compañera de baile a la lengua de Minato.

El beso fue largo, lento, tierno en donde había timidez mezclado con desvergüenza y la saliva resbalaba ya de sus mentones, empapando sus gargantas mientras que sus lenguas aún se reusaban a alejarse. Disfrutando de los olvidados sabores de la boca contraria y la textura que habían en el interior de la otra boca. Por ello, cuando sus bocas terminaron el anhelante beso, sus ojos siguieron unidos y fueron, esta vez, sus manos las que juguetonas tocaban sobre sus ropas en busca de un hueco en el cual infiltrarse hacia la piel pero cuando ese lugar fue encontrado, las prendas volaron por la habitación.

Itachi gemía sobre la cama en la que Minato lo había hecho tumbarse una vez sus ropas desaparecieron de su cuerpo mientras que Minato no dejaba de acariciar, mirar y saborear cada rincón del cuerpo blanquecino que solo él había visto, que solo él deseaba tocar de aquella forma.

El vello del cuerpo de los amantes se había puesto de punta ante tanto placer emanado a cada roce y el aire de la habitación, antes limpio, había cambiado por uno cálido porque la pareja estaba fundiendo su cuerpo como lava ardiente.

Sus cuerpos ya estaban empapados por el sudor sus gargantas secas no paraban de tomar aire y expulsar roncos gemidos mientras que sus ojos no apartaban las vistas de los contrarios.

Minato sintiendo que pronto terminaría todo y el cansancio que sentía no le impidió saborear el clímax junto a su amante.

Cuando todo terminó, Minato se recostó al lado de Itachi.

– No me gusta que te hayas cambiado el color de tu cabello y lo hayas cortado. – Balbuceó Itachi sintiendo como el agotamiento lo empujaba al mundo de Morfeo.

– Este es mi color natural, cuando me conociste tenía el pelo con un tiñe y ya volverá a crecer pero por el momento, es mejor que lo tenga corto. – Respondió en voz baja Minato abrigando a su pareja y a él mismo con una manta para cubrir su desnudes.

– Me alegra mucho que hayas regresado aunque me hayas mentido tanto. – Dijo Itachi en voz tan baja que a Minato le costó oírlo. – Te amo.

– Te amo. – Confesó por primera vez Minato asiendo que los labios de Itachi se arquearan en una sonrisa antes de que callera dormido por el cansancio.




Aclaración de  los términos:


* Haragán: Perezoso, flojo, etc.

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