- Bebé.-
Minato
tensó sus músculos mientras su boca se abría para exteriorizar en un gruñido su
placer, al mismo tiempo, dejaba libre su semen en el interior de aquel doncel
bajo su cuerpo que estaba apretando las sábanas de la cama con fuerza siendo
también presa del más vulgar de los placeres.
Lentamente,
Minato salió del prieto lugar en el que su pene había explotado para dejarse
caer a un lado del doncel en espera de normalizar su respiración que, debido al
reciente ejercicio, tenía la respiración agitada al igual que su compañero de
cama.
–
Itachi, hoy voy a salir. Te vas a quedar en compañía de Jin. – Anunció Minato
levantándose de la cama y comenzando a vestirse. – Así que vístete antes de
salir de aquí.
–
Últimamente te vas todos los días y yo me quedó aquí solo con tu amigo. – Se
quejó el doncel antes de recibir un beso en los labios.
– Se
un buen doncel y compórtate, ambos tenéis más cosas en común de lo que puedas
pensar. – Dijo al terminar el beso para acariciarle la cara Itachi. – Volveré
lo antes posible. – Se despidió Minato para abandonar la habitación y la casa,
dejando en la alcoba a Itachi.
El
doncel suspiró antes de levantarse de la cama para ver como por el interior de
sus muslos escurría el semen de Kurama y lo limpió con un pañuelo de tela antes
de ponerse su ropa interior y los pantalones pero estos le quedaban ya muy
ajustados porque en ese tiempo había comenzado a engordar.
El
doncel chasqueó la lengua y cogió un pequeño espejo para dirigirla hacia su
vientre, el cual estaba cada vez más redondo y grande.
–
Estoy engordando. – Se dijo a sí mismo con enfado antes de dejar el espejo
donde estaba e ir en busca de su camisa cuando sintió como todo a su alrededor
giraba.
Itachi
se agarró de la cama para no caer mientras se sentaba sobre el colchón, pues de
los cinco meses que estaba ahí, hacía dos meses que se había comenzado a sentir
mal pero no quería decirle nada a Kurama para no preocuparlo porque,
posiblemente, se trataba de algo que no era importante. Además, ya se sentía bastante
mal con el peso que parecía ir ganando en su cuerpo.
Cuando
Itachi se sintió mejor, se puso su camisa y salió a la sala para dirigirse a la
cocina donde se encontró a Jin comiéndose una manzana.
–
¡Buen día, Itachi!. – Saludó Fugaku antes de darle otro mordisco a su jugosa
manzana.
–
¡Buen día!. – Respondió al saludo mientras comenzaba a coger los ingredientes
necesarios para hacerse una tortilla porque era lo que en los últimos tres días
le apetecía comer, huevos y que estos estuvieran preparados de cualquier manera
en las mañanas.
– No
tienes buena cara esta mañana, ¿estás bien?. – Preguntó con preocupación Fugaku
ya que después de la discusión que había mantenido con su camarada meses atrás
había comprendido que tenía que dejar de seguir huyendo de la realidad porque
aunque Fugaku no consiguiera sentir en
su interior el reconcomio de padre con el doncel, al menos, debía conocer a
Itachi y darle la oportunidad a su hijo que lo conociese antes de poder decirle
la verdad.
Itachi
no dijo nada porque seguía sin agradarle Jin y se dedicó a romper los
cascarones de los huevos para preparar su tortilla.
Fugaku
suspiró antes de tirar a la basura los restos de la manzana, por mucho que
había intentado entablar una conversación con el doncel que llevaba su sangre
este parecía no querer saber nada de él y solo hablaba con Minato. Además, de
hacer otras cosas que él bien sabía pero, también, comprendía las razones del
joven para comportarse de esa forma con él. Después de todo, las circunstancias
en que lo había tratado dejaban mucho que desear de él cuando conoció a Itachi.
Cuando
la tortilla estuvo lista, Itachi se sentó en la silla de la mesa de la cocina
para comenzar a comer con gula el alimento y beber su vaso de agua para luego,
ir a limpiar los cubiertos
– Te
ves un poco más… llenito. – Comentó sin pensar Fugaku, había estado observando
desde que el doncel entró a la cocina y no había pasado desapercibido para sus
ojos él como la camisa que llevaba puesta el damisel le quedaba un poco más
ajustada de lo que recordaba.
Itachi
miró con enojo a Jin antes de volver a la habitación con enfado por lo dicho del
hombre y cerrando la puerta de la alcoba de un fuerte portazo antes de lanzarse
sobre la cama que aún tenía el olor de Kurama para comenzar a llorar ante el
atrevimiento tan osado de Jin, quien lo había llamado gordo.
Itachi
que había ocultado su cabeza bajo la almohada en medio de sus lloros había
comenzado a rogar para que el hombre que amaba volviese cuanto antes pero sin
darse cuenta se quedó dormido.
Pasó
dos meses más e Itachi, definitivamente, lucía un vientre abultado que de vez
en cuando se movía a causa de una patada del bebé que estaba engendrando en su
interior.
Minato
estaba en la sala en ese momento junto a Fugaku mientras Itachi dormía plácidamente.
–
Pronto nacerá esa criatura, tendrás que buscar a alguna partera. – Habló Fugaku
mirando a su amigo.
– Lo
sé, lo sé. Me lo has repetido un centenar de veces desde que te confirmé que
Itachi está embarazado. – Le recordó con nerviosismo Minato para levantarse y
comenzar a moverse de un lado para otro mientras se frotaba con fuerza la
cabeza.
–
Minato, tranquilízate y afronta ya que vas a tener un hijo, el cual es mi
nieto. – Dijo Fugaku para ponerse él también de pie y agarrar de un brazo a su
amigo para que dejara de caminar de un lado a otro, pues lo estaba contagiando de
su estado de inquietud.
– Lo
siento y lo sé pero no creas que me estas calmando recordándome que Itachi es
tu hijo o que no sabía el que pudiese quedar embarazado. – Minato se volvió a
dejar caer sobre uno de los sillones. – Fugaku, tengo que decirte algo
importante y tienes que saberlo porque eres el padre de Itachi. Además,
necesito decírtelo a ti.
– Te
escucho. – Respondió Fugaku también tomando asiento en el sofá.
–
Estoy así no solo por el hecho que sé que voy a ser padre sino porque temo por
tu hijo, el aún es muy joven y sus caderas no parecen haberse anchado lo
suficiente para soportar el parto, un alumbramiento que a cada día que pasa
está más cercano a que ocurra. Temo, que por mi causa Itachi no lo consiga y no
creo que ahora sea un hombre capaz de continuar mi vida sin él. Me enamorado de
tu hijo, Fugaku y ya sé que me he reído del amor infinidad de veces pero era
porque nunca pensé que yo iba a padecerlo también. – Reveló con sinceridad
Minato sin poder evitar hacer algún que otro movimiento nervioso.
– Yo
ya lo sabía. Aquella noche que te golpeé me di cuenta de la forma que mirabas a
Itachi y aunque no lo creas por ti mismo, puedo ver como hay alegría y
esperanza por tener en tus brazos a ese hijo porque ese niño no es el producto
de un engaño sino del amor que le estas profesando a Itachi. Dios ha querido
bendecirte, a mi hijo y a ti. – Sentenció Fugaku antes de sonreír. – Espero sea
un varón para poderle enseñar a blandir la espada. – Rió ante sus propias
palabras.
– Un
varón estaría bien, así Itachi podría descansar después del proceso de
concebirlo porque he escuchado que son menos llorones que las niñas y los
donceles. También, son más fáciles de criar. – Aportó con una pequeña sonrisa.
– Así
me guasta oírte, Minato, y cuando todo esto acabe quiero que por fin hagas lo
que se debe y te cases con mi hijo para que mi nieto tenga unos padres como se
deben tener. – Añadió Fugaku estirando su mano hacia Minato.
– Lo
haré, Fugaku. Cuando terminemos con ese embustero, me casaré con Itachi. –
Contestó Minato alargando su mano para estrechar la contraria. – Haré que tu hijo
y nieto sean lo primordial en mi vida e intentaré hacerlos felices.
– Me
gustan tus palabras y el nuevo hombre que hay frente a mis ojos. – Confesó
Fugaku cuando el estrechamiento de manos concluyó. – ¿Y qué has averiguado del
duque de Cerezos en este tiempo?.
– No
mucho. Aunque no te guste y ya no me agrade, me he tenido que ir a meter en la
cama de una de las cridas de Orochimaru, solo espero que Itachi no se llegue a
enterar de esto y menos en estos momentos tan vulnerables para él, no podría
perdonarme que le ocurriera algo por mi causa. No quiero que sufra en su estado
y, tampoco, es que me agrade ya el revolcarme con esas personas. – Confesó Minato con tristeza en la voz y
apretando sus manos por sentirse un desmerecedor del amor de Itachi.
–
Tranquilo, Minato. No diré nada que cause daño a Itachi, de mi boca no va a
enterarse de estos pormenores, recuerda que sé cómo se sufre por amor y no
quiero que él padezca un dolor parecido al mío. – Aseguró Fugaku.
– Te lo
agradezco. – Agradeció Minato antes de continuar. – Al parecer, la joven
marquesa aún no está embarazada del marqués pero el joven marqués está engañando
a su esposa con la duquesa de Cerezos, es decir, la madrastra e intentado
acercarme a ella como anteriormente pero parece ser que el joven marqués es muy
fogoso y mantiene a la duquesa ocupada la mayor parte del día. Por otro lado,
el duque parece que ya va a actuar porque han ido varios hombres de aspecto
sospechoso a visitarle.
–
¿Hombres?, ¿está reclutando mercenarios?. – Inquirió con preocupación Fugaku.
– No
lo sé porque como te dije la información que he obtenido te la acabo de
revelar. Lo siento pero no puedo contestar a esas preguntas, si al menos
hubiera conseguido conocer al doncel con el que está manteniendo relaciones
Orochimaru sería un gran aporte para nuestro objetivo pero no consigo saber más
allá de que se trata de un doncel el amante del duque de Cerezos. – Se excusó
Minato por no haber podido servir de más ayuda.
–
¡Maldición! Pero al menos sabemos que el duque está planeando algo aunque no
conocemos ni el lugar ni el instante en el que va a actuar. – Habló Fugaku
frotándose la barbilla mientras hablaba.
Hubo
un breve instante de silencio entre los dos hombres mientras cavilaban la
situación y la poca información que tenían en su poder.
–
Kurama… – Llamó de improviso Itachi a Minato que tan rápido como un rayo se
acercó al doncel.
– ¡Itachi!,
¿por qué te has levantado?. Ve a la cama yo enseguida te acompaño. – Le dijo en
voz baja para que solo Itachi le escuchase.
– No,
no puedo ir a la cama, tengo hambre. – Contestó mientras se abrazaba al hombre
de sus deseos.
–
Itachi es media noche ¿cómo puedes tener hambre?. Ve a dormir y descansa. –
Pidió nuevamente Minato al doncel.
–
Quiero uno de aquellos dulces de almendras que trajiste por la tarde. –
Insistió Itachi.
–
Itachi, no puedes comértelo o te sentará mal como ayer cuando te comiste aquel
pastel de arándanos. – Le recordó para despegar de su cuerpo al doncel y
girarlo. – Ve a dormir. – Le susurró mientras le daba un suave golpecito en el
trasero del doncel.
Ante
la negativa, Itachi comenzó a quejarse mientras volvía al cuarto para ser
seguido de Minato que le pedía disculpas por haberle hecho sollozar mientras le
recordaba porque no debía comerse uno de aquellos dulces de almendra a esas
horas.
Fugaku,
que había presenciado todo, sonrió antes de marcharse a su habitación para
descansar.
El
tiempo continuó y el embarazo de Itachi había llegado a su fin un día lluvioso
del mes de mayo.
Itachi
no dejaba de llorar y quejarse ante las constantes contracciones que tenía y
que cada vez eran más fuerte.
Minato
ese día había tenido que indicarle la dirección del partero a Fugaku para que
lo trajera y pudiese atender al doncel ya que Itachi solo lo llamaba y le
rogaba que no lo dejara solo.
Sin
embargo, a pesar del dolor que debía estar sintiendo Itachi, Minato parecía
estarlo padeciéndolo el doble, pues el hombre de ojos azules había comenzado a
llorar y rezarle a Dios, como hacía mucho que no hacía, para que todo saliera
bien porque el vientre de Itachi era enorme y las caderas del doncel no parecía
haberse ensanchado lo suficiente para poder resistir el proceso de salida de
ese bebé.
Cuando
por fin llegó Fugaku junto al partero con sus dos ayudantes, este echó a Minato
de la habitación para ocuparse junto al doncel y la muchacha que lo acompañaba
del parturiente damisel que no dejaba de gimotear por el dolor.
Las
horas fueron pasando y aunque al comienzo se escucharon los gritos de Itachi
acompañado de sonidos que parecieron haber sido bofetadas, aún continuaban
escuchándose el movimiento dentro de aquella pequeña habitación.
Sin
embargo, aunque el ambiente estaba más tranquilo, la ansiedad se apoderara de
los dos hombres que estaban sentados en la sala, solo observando como de vez en
cuando salía alguno de los ayudantes del partero a buscar agua o a pedirles
telas.
Minato
a cada jadeo o gruñido de Itachi se levantaba del sillón en el que estaba
sentado para volver a sentarse cuando se percataba de que nadie iba a salir de
aquella habitación y que el proceso de parto continuaba.
Fugaku,
también, estaba nervioso pero él no mostraba su inquietud con la misma
intensidad a como lo hacía su camarada, y padre de su nieto, aunque deseaba que
todo terminase bien y de una vez por todas ya que era una incertidumbre aquella
espera en la que ninguna de las personas que estaban atendiendo a Itachi
saliese para darles alguna información que podría calmar su tortuosa espera.
La
noche había llegado y la lluvia no había cesado en ningún momento pero había
empeorado con los truenos que estremecían el cielo mientras que el proceso de
parto continuaba mermando la confianza de los hombres e impacientándolos más a
cada instante que transcurría siendo las velas devoradas por la llama, lo que
le hacía saber a los dos hombres de la sala de que la noche estaba avanzando
lentamente.
–
Minato, cálmate. Si continuas de esa manera solo te agotaras innecesariamente.
– Aconsejó Fugaku.
– Lo
sé, ¡demonios!. Lo sé pero no puedo dejar de preocuparme por lo que está
ocurriendo ahí adentro. – Indicó Minato señalando la puerta del cuarto en el
que estaba Itachi siendo atendido.
–
Sabes que no podrás hacer nada si entras, solo serás una molestia para el
partero y provocarías que Itachi se contagiase de tu angustia. Tienes que dejar
que se haga como se debe hacer. – Le recordó levantándose del sofá en el que
estaba sentado para ir a la cocina y preparar un poco de agua de valeriana para
apaciguar su desasosiego.
– Lo
sé pero no puedo reprimir la intención de mi alma de asegurarse de que todo
está marchando bien ahí adentro ya tengo suficiente con dominar mi impulso de
entrar. Solo espero que no esté ocurriendo nada grave y todo termine pronto
porque no sé si podré seguir conteniéndome. – Aclaró Minato levantándose del
sillón y comenzar a caminar de un lado a otro de la sala para intentar
tranquilizarse.
–
Puede que suene ilógico de mí pero te comprendo, también deseo saber que está
pasando ahí adentro pero como ya he dicho, solo seríamos un estorbo para el
buen hacer del partero. – Dijo mientras esperaba a que el agua de la tetera de
hierro estuviese caliente.
Un
alarido de Itachi se escuchó desde el interior de la habitación, alertando a
los dos hombres.
–
¡Maldición!. – Escupió Minato. – Sabia a lo que arriesgaba a Itachi si sucumbía
a sus intenciones pero no cavilé nunca esta horrible posibilidad y ahora…
– No
lo digas Minato, o puede que luego te arrepientas de tener ese pensamiento
porque esas nunca serán las opciones adecuadas para esto. – Interrumpió Fugaku.
– Lo
sé pero no puedo evitar que ese tipo de pensamientos pasen por mi cabeza ahora,
Itachi es muy joven y sus caderas no se han abierto lo suficiente para esta
labor, ¿cómo podré hacerme cargo de un hijo yo solo?. ¡Soy hombre, Fugaku, y si
morimos todos quien se hará cargo de esa criatura!. Si ese niño pierde a su
madre y también a nosotros, no tendrá a nadie y sé muy bien lo dura que es la
vida en las calles de esta despiadada ciudad cuando yo mismo he sido uno de
esos huérfanos. – Argumentó Minato sin poder evitar el mover sus manos para
enfatizar sus palabras. – No me gustaría que un hijo mío pasara por lo que yo
he tenido que pasar.
Fugaku
iba a responder cuando el llanto de un bebé se escuchó desde el interior del
cuarto, haciendo que los dos hombre dirigieran su atención a la maltrecha
puerta.
– Ya
nació… – Farfulló Minato.
– Ya
nació. Ya soy abuelo y tú padre. – Comentó con felicidad Fugaku apartando la
tetera del fuego ya que había decidido no hacerse la infusión ante tan
agradable acontecimiento.
– Soy
padre, Fugaku. – Minato habló comenzando a sentir como su cuerpo temblaba
debido a la emoción. – Ya soy padre.
– Sí,
ya eres padre. – Le aseguró Fugaku acercándose a Minato para estrecharle la
mano con una sonrisa.
Sin
embargo, ambos hombre tuvieron que esperar un rato más que aprovecharon para
decirse cuan felices se encontraban a causa de ese nacimiento hasta que el
partero salió de la habitación limpiando sus manos sobre la tela de su delantal
que estaba manchado de sangre. Después de que el partero felicitara a los dos
hombre junto a sus ayudantes y cobrar el dinero acordado por su servicio sin
revelar el sexo del recién nacido, Minato fue el que se atrevió a entrar en
primer lugar a la habitación.
Lentamente,
Minato entró a la alcoba para encontrarse a Itachi completamente agotado y que
sostenía entre sus brazos un bulto.
–
Kurama… – Pronunció con cansancio el doncel esbozando una sonrisa al hombre que
había entrado al cuarto.
Minato
se acercó de inmediato, al interpretar el llamado del doncel como una
invitación a acercarse y allí, pudo apreciar al pequeño bebé que tenía un poco
de pelo negro en la cabeza y Minato sonrió orgulloso ante la presencia de aquel
ser que era parte de él.
– Es
como un ángel. – Pronunció Minato con una sonrisa y sin poder apartar la mirada
de recién nacido.
– Es
una niña. – Informó Itachi para volver a mirar a su hija. – Creo… que deberías
cogerla. – Habló intentando reprimir un bostezo que salió junto a sus palabras
debido al agotamiento.
Minato
asintió con la cabeza mientras cogía el bulto en el que estaba envuelta su hija
y por primera vez, Minato sintió una dicha que lo abrazaba por dentro.
– Es
tan pequeña… – Musitó para volver a mirar al doncel pero esta vez, con sus ojos
húmedos por las lágrimas de felicidad que comenzaron a escapar y rodar por su
rostro sin permiso.
Sin
embargo, cuando Minato miró a Itachi, este ya estaba dormido, así que salió a
la sala con la pequeña niña en brazos para presentarle a su abuelo, al igual
que Minato, Fugaku fue apoderado de una inmensa felicidad sintiendo que aquella
niña era el ser más maravilloso y bonito que había visto en su vida.
Minato
permaneció despierto en espera de que Itachi despertase sin poder dejar de
mirar a su pequeña hija mientras se sentía el hombre más dichoso del Reino del
Fuego.
–
¡Buen día!. – Saludó Minato a Itachi al ver como este se desperezaba.
–
¡Buen día!. – Respondió al saludo Itachi y la pequeña al oír la voz de su madre
comenzó a sollozar pidiendo de su atención y alimento, así que Minato le
entregó la bebé a Itachi.
–
Debemos de ponerle un nombre. – Comentó Minato viendo como Itachi tranquilizaba
a la pequeña antes de darle de comer*.
– Cuando
el partero me la mostró, hubo un nombre que apareció en mi cabeza. Si te parece
bien, ¿podríamos llamarla con ese nombre?. – Inquirió tímidamente Itachi.
– De
seguro que se trata de un buen nombre, Itachi. Si ese nombre lo conciliaste tan
repentinamente es porque es el nombre adecuado para nuestra hija. – Afirmó
Minato sonriendo y apreciando el sutil sonrojo en el rostro del doncel.
– Si
estás de acuerdo, entonces está bien. – Itachi asentía con la cabeza mirando a
su pequeña. – Has oído a tu papá, te llamarás Minako. – Sonrió con ternura
Itachi sin percatarse del rostro asombrado y pálido que había puesto su pareja
a causa del nombre que Itachi había elegido para la niña, tan parecido al suyo
y que poco a poco el rostro de Minato fue cambiando su expresión de sorpresa de
su cara por una más afable.
Aclaración de los términos:
* Itachi
le da el pecho a su hija como ocurrió en mi otro Fanfic llamado ¡Cuídame!.
Sobre todo porque en esta época los alimentos eran muy caros y la leche recién
ordeñada de un animal (vaca, oveja, etc) no es recomendable para un bebé recién
nacido debido a los componentes que contiene y que en vez de alimentar a un
bebé, provocaría un grave daño para la salud de un pequeño.
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