domingo, 28 de mayo de 2017

Repercusiones -29-


- Bebé.-

Minato tensó sus músculos mientras su boca se abría para exteriorizar en un gruñido su placer, al mismo tiempo, dejaba libre su semen en el interior de aquel doncel bajo su cuerpo que estaba apretando las sábanas de la cama con fuerza siendo también presa del más vulgar de los placeres.

Lentamente, Minato salió del prieto lugar en el que su pene había explotado para dejarse caer a un lado del doncel en espera de normalizar su respiración que, debido al reciente ejercicio, tenía la respiración agitada al igual que su compañero de cama.

– Itachi, hoy voy a salir. Te vas a quedar en compañía de Jin. – Anunció Minato levantándose de la cama y comenzando a vestirse. – Así que vístete antes de salir de aquí.

– Últimamente te vas todos los días y yo me quedó aquí solo con tu amigo. – Se quejó el doncel antes de recibir un beso en los labios.

– Se un buen doncel y compórtate, ambos tenéis más cosas en común de lo que puedas pensar. – Dijo al terminar el beso para acariciarle la cara Itachi. – Volveré lo antes posible. – Se despidió Minato para abandonar la habitación y la casa, dejando en la alcoba a Itachi.

El doncel suspiró antes de levantarse de la cama para ver como por el interior de sus muslos escurría el semen de Kurama y lo limpió con un pañuelo de tela antes de ponerse su ropa interior y los pantalones pero estos le quedaban ya muy ajustados porque en ese tiempo había comenzado a engordar.

El doncel chasqueó la lengua y cogió un pequeño espejo para dirigirla hacia su vientre, el cual estaba cada vez más redondo y grande.

– Estoy engordando. – Se dijo a sí mismo con enfado antes de dejar el espejo donde estaba e ir en busca de su camisa cuando sintió como todo a su alrededor giraba.

Itachi se agarró de la cama para no caer mientras se sentaba sobre el colchón, pues de los cinco meses que estaba ahí, hacía dos meses que se había comenzado a sentir mal pero no quería decirle nada a Kurama para no preocuparlo porque, posiblemente, se trataba de algo que no era importante. Además, ya se sentía bastante mal con el peso que parecía ir ganando en su cuerpo.

Cuando Itachi se sintió mejor, se puso su camisa y salió a la sala para dirigirse a la cocina donde se encontró a Jin comiéndose una manzana.

– ¡Buen día, Itachi!. – Saludó Fugaku antes de darle otro mordisco a su jugosa manzana.

– ¡Buen día!. – Respondió al saludo mientras comenzaba a coger los ingredientes necesarios para hacerse una tortilla porque era lo que en los últimos tres días le apetecía comer, huevos y que estos estuvieran preparados de cualquier manera en las mañanas.

– No tienes buena cara esta mañana, ¿estás bien?. – Preguntó con preocupación Fugaku ya que después de la discusión que había mantenido con su camarada meses atrás había comprendido que tenía que dejar de seguir huyendo de la realidad porque aunque Fugaku  no consiguiera sentir en su interior el reconcomio de padre con el doncel, al menos, debía conocer a Itachi y darle la oportunidad a su hijo que lo conociese antes de poder decirle la verdad.

Itachi no dijo nada porque seguía sin agradarle Jin y se dedicó a romper los cascarones de los huevos para preparar su tortilla.

Fugaku suspiró antes de tirar a la basura los restos de la manzana, por mucho que había intentado entablar una conversación con el doncel que llevaba su sangre este parecía no querer saber nada de él y solo hablaba con Minato. Además, de hacer otras cosas que él bien sabía pero, también, comprendía las razones del joven para comportarse de esa forma con él. Después de todo, las circunstancias en que lo había tratado dejaban mucho que desear de él cuando conoció a Itachi.

Cuando la tortilla estuvo lista, Itachi se sentó en la silla de la mesa de la cocina para comenzar a comer con gula el alimento y beber su vaso de agua para luego, ir a limpiar los cubiertos

– Te ves un poco más… llenito. – Comentó sin pensar Fugaku, había estado observando desde que el doncel entró a la cocina y no había pasado desapercibido para sus ojos él como la camisa que llevaba puesta el damisel le quedaba un poco más ajustada de lo que recordaba.

Itachi miró con enojo a Jin antes de volver a la habitación con enfado por lo dicho del hombre y cerrando la puerta de la alcoba de un fuerte portazo antes de lanzarse sobre la cama que aún tenía el olor de Kurama para comenzar a llorar ante el atrevimiento tan osado de Jin, quien lo había llamado gordo.

Itachi que había ocultado su cabeza bajo la almohada en medio de sus lloros había comenzado a rogar para que el hombre que amaba volviese cuanto antes pero sin darse cuenta se quedó dormido.

Pasó dos meses más e Itachi, definitivamente, lucía un vientre abultado que de vez en cuando se movía a causa de una patada del bebé que estaba engendrando en su interior.

Minato estaba en la sala en ese momento junto a Fugaku mientras Itachi dormía plácidamente.

– Pronto nacerá esa criatura, tendrás que buscar a alguna partera. – Habló Fugaku mirando a su amigo.

– Lo sé, lo sé. Me lo has repetido un centenar de veces desde que te confirmé que Itachi está embarazado. – Le recordó con nerviosismo Minato para levantarse y comenzar a moverse de un lado para otro mientras se frotaba con fuerza la cabeza.

– Minato, tranquilízate y afronta ya que vas a tener un hijo, el cual es mi nieto. – Dijo Fugaku para ponerse él también de pie y agarrar de un brazo a su amigo para que dejara de caminar de un lado a otro, pues lo estaba contagiando de su estado de inquietud.

– Lo siento y lo sé pero no creas que me estas calmando recordándome que Itachi es tu hijo o que no sabía el que pudiese quedar embarazado. – Minato se volvió a dejar caer sobre uno de los sillones. – Fugaku, tengo que decirte algo importante y tienes que saberlo porque eres el padre de Itachi. Además, necesito decírtelo a ti.

– Te escucho. – Respondió Fugaku también tomando asiento en el sofá.

– Estoy así no solo por el hecho que sé que voy a ser padre sino porque temo por tu hijo, el aún es muy joven y sus caderas no parecen haberse anchado lo suficiente para soportar el parto, un alumbramiento que a cada día que pasa está más cercano a que ocurra. Temo, que por mi causa Itachi no lo consiga y no creo que ahora sea un hombre capaz de continuar mi vida sin él. Me enamorado de tu hijo, Fugaku y ya sé que me he reído del amor infinidad de veces pero era porque nunca pensé que yo iba a padecerlo también. – Reveló con sinceridad Minato sin poder evitar hacer algún que otro movimiento nervioso.

– Yo ya lo sabía. Aquella noche que te golpeé me di cuenta de la forma que mirabas a Itachi y aunque no lo creas por ti mismo, puedo ver como hay alegría y esperanza por tener en tus brazos a ese hijo porque ese niño no es el producto de un engaño sino del amor que le estas profesando a Itachi. Dios ha querido bendecirte, a mi hijo y a ti. – Sentenció Fugaku antes de sonreír. – Espero sea un varón para poderle enseñar a blandir la espada. – Rió ante sus propias palabras.

– Un varón estaría bien, así Itachi podría descansar después del proceso de concebirlo porque he escuchado que son menos llorones que las niñas y los donceles. También, son más fáciles de criar. – Aportó con una pequeña sonrisa.

– Así me guasta oírte, Minato, y cuando todo esto acabe quiero que por fin hagas lo que se debe y te cases con mi hijo para que mi nieto tenga unos padres como se deben tener. – Añadió Fugaku estirando su mano hacia Minato.

– Lo haré, Fugaku. Cuando terminemos con ese embustero, me casaré con Itachi. – Contestó Minato alargando su mano para estrechar la contraria. – Haré que tu hijo y nieto sean lo primordial en mi vida e intentaré hacerlos felices.

– Me gustan tus palabras y el nuevo hombre que hay frente a mis ojos. – Confesó Fugaku cuando el estrechamiento de manos concluyó. – ¿Y qué has averiguado del duque de Cerezos en este tiempo?.

– No mucho. Aunque no te guste y ya no me agrade, me he tenido que ir a meter en la cama de una de las cridas de Orochimaru, solo espero que Itachi no se llegue a enterar de esto y menos en estos momentos tan vulnerables para él, no podría perdonarme que le ocurriera algo por mi causa. No quiero que sufra en su estado y, tampoco, es que me agrade ya el revolcarme con esas personas. –  Confesó Minato con tristeza en la voz y apretando sus manos por sentirse un desmerecedor del amor de Itachi.

– Tranquilo, Minato. No diré nada que cause daño a Itachi, de mi boca no va a enterarse de estos pormenores, recuerda que sé cómo se sufre por amor y no quiero que él padezca un dolor parecido al mío. – Aseguró Fugaku.

– Te lo agradezco. – Agradeció Minato antes de continuar. – Al parecer, la joven marquesa aún no está embarazada del marqués pero el joven marqués está engañando a su esposa con la duquesa de Cerezos, es decir, la madrastra e intentado acercarme a ella como anteriormente pero parece ser que el joven marqués es muy fogoso y mantiene a la duquesa ocupada la mayor parte del día. Por otro lado, el duque parece que ya va a actuar porque han ido varios hombres de aspecto sospechoso a visitarle.

– ¿Hombres?, ¿está reclutando mercenarios?. – Inquirió con preocupación Fugaku.

– No lo sé porque como te dije la información que he obtenido te la acabo de revelar. Lo siento pero no puedo contestar a esas preguntas, si al menos hubiera conseguido conocer al doncel con el que está manteniendo relaciones Orochimaru sería un gran aporte para nuestro objetivo pero no consigo saber más allá de que se trata de un doncel el amante del duque de Cerezos. – Se excusó Minato por no haber podido servir de más ayuda.

– ¡Maldición! Pero al menos sabemos que el duque está planeando algo aunque no conocemos ni el lugar ni el instante en el que va a actuar. – Habló Fugaku frotándose la barbilla mientras hablaba.

Hubo un breve instante de silencio entre los dos hombres mientras cavilaban la situación y la poca información que tenían en su poder.

– Kurama… – Llamó de improviso Itachi a Minato que tan rápido como un rayo se acercó al doncel.

– ¡Itachi!, ¿por qué te has levantado?. Ve a la cama yo enseguida te acompaño. – Le dijo en voz baja para que solo Itachi le escuchase.

– No, no puedo ir a la cama, tengo hambre. – Contestó mientras se abrazaba al hombre de sus deseos.

– Itachi es media noche ¿cómo puedes tener hambre?. Ve a dormir y descansa. – Pidió nuevamente Minato al doncel.

– Quiero uno de aquellos dulces de almendras que trajiste por la tarde. – Insistió Itachi.

– Itachi, no puedes comértelo o te sentará mal como ayer cuando te comiste aquel pastel de arándanos. – Le recordó para despegar de su cuerpo al doncel y girarlo. – Ve a dormir. – Le susurró mientras le daba un suave golpecito en el trasero del doncel.

Ante la negativa, Itachi comenzó a quejarse mientras volvía al cuarto para ser seguido de Minato que le pedía disculpas por haberle hecho sollozar mientras le recordaba porque no debía comerse uno de aquellos dulces de almendra a esas horas.

Fugaku, que había presenciado todo, sonrió antes de marcharse a su habitación para descansar.

El tiempo continuó y el embarazo de Itachi había llegado a su fin un día lluvioso del mes de mayo.

Itachi no dejaba de llorar y quejarse ante las constantes contracciones que tenía y que cada vez eran más fuerte.

Minato ese día había tenido que indicarle la dirección del partero a Fugaku para que lo trajera y pudiese atender al doncel ya que Itachi solo lo llamaba y le rogaba que no lo dejara solo.

Sin embargo, a pesar del dolor que debía estar sintiendo Itachi, Minato parecía estarlo padeciéndolo el doble, pues el hombre de ojos azules había comenzado a llorar y rezarle a Dios, como hacía mucho que no hacía, para que todo saliera bien porque el vientre de Itachi era enorme y las caderas del doncel no parecía haberse ensanchado lo suficiente para poder resistir el proceso de salida de ese bebé.

Cuando por fin llegó Fugaku junto al partero con sus dos ayudantes, este echó a Minato de la habitación para ocuparse junto al doncel y la muchacha que lo acompañaba del parturiente damisel que no dejaba de gimotear por el dolor.

Las horas fueron pasando y aunque al comienzo se escucharon los gritos de Itachi acompañado de sonidos que parecieron haber sido bofetadas, aún continuaban escuchándose el movimiento dentro de aquella pequeña habitación.

Sin embargo, aunque el ambiente estaba más tranquilo, la ansiedad se apoderara de los dos hombres que estaban sentados en la sala, solo observando como de vez en cuando salía alguno de los ayudantes del partero a buscar agua o a pedirles telas.

Minato a cada jadeo o gruñido de Itachi se levantaba del sillón en el que estaba sentado para volver a sentarse cuando se percataba de que nadie iba a salir de aquella habitación y que el proceso de parto continuaba.

Fugaku, también, estaba nervioso pero él no mostraba su inquietud con la misma intensidad a como lo hacía su camarada, y padre de su nieto, aunque deseaba que todo terminase bien y de una vez por todas ya que era una incertidumbre aquella espera en la que ninguna de las personas que estaban atendiendo a Itachi saliese para darles alguna información que podría calmar su tortuosa espera.

La noche había llegado y la lluvia no había cesado en ningún momento pero había empeorado con los truenos que estremecían el cielo mientras que el proceso de parto continuaba mermando la confianza de los hombres e impacientándolos más a cada instante que transcurría siendo las velas devoradas por la llama, lo que le hacía saber a los dos hombres de la sala de que la noche estaba avanzando lentamente.

– Minato, cálmate. Si continuas de esa manera solo te agotaras innecesariamente. – Aconsejó Fugaku.

– Lo sé, ¡demonios!. Lo sé pero no puedo dejar de preocuparme por lo que está ocurriendo ahí adentro. – Indicó Minato señalando la puerta del cuarto en el que estaba Itachi siendo atendido.

– Sabes que no podrás hacer nada si entras, solo serás una molestia para el partero y provocarías que Itachi se contagiase de tu angustia. Tienes que dejar que se haga como se debe hacer. – Le recordó levantándose del sofá en el que estaba sentado para ir a la cocina y preparar un poco de agua de valeriana para apaciguar su desasosiego.

– Lo sé pero no puedo reprimir la intención de mi alma de asegurarse de que todo está marchando bien ahí adentro ya tengo suficiente con dominar mi impulso de entrar. Solo espero que no esté ocurriendo nada grave y todo termine pronto porque no sé si podré seguir conteniéndome. – Aclaró Minato levantándose del sillón y comenzar a caminar de un lado a otro de la sala para intentar tranquilizarse.

– Puede que suene ilógico de mí pero te comprendo, también deseo saber que está pasando ahí adentro pero como ya he dicho, solo seríamos un estorbo para el buen hacer del partero. – Dijo mientras esperaba a que el agua de la tetera de hierro estuviese caliente.

Un alarido de Itachi se escuchó desde el interior de la habitación, alertando a los dos hombres.

– ¡Maldición!. – Escupió Minato. – Sabia a lo que arriesgaba a Itachi si sucumbía a sus intenciones pero no cavilé nunca esta horrible posibilidad y ahora…

– No lo digas Minato, o puede que luego te arrepientas de tener ese pensamiento porque esas nunca serán las opciones adecuadas para esto. – Interrumpió Fugaku.

– Lo sé pero no puedo evitar que ese tipo de pensamientos pasen por mi cabeza ahora, Itachi es muy joven y sus caderas no se han abierto lo suficiente para esta labor, ¿cómo podré hacerme cargo de un hijo yo solo?. ¡Soy hombre, Fugaku, y si morimos todos quien se hará cargo de esa criatura!. Si ese niño pierde a su madre y también a nosotros, no tendrá a nadie y sé muy bien lo dura que es la vida en las calles de esta despiadada ciudad cuando yo mismo he sido uno de esos huérfanos. – Argumentó Minato sin poder evitar el mover sus manos para enfatizar sus palabras. – No me gustaría que un hijo mío pasara por lo que yo he tenido que pasar.

Fugaku iba a responder cuando el llanto de un bebé se escuchó desde el interior del cuarto, haciendo que los dos hombre dirigieran su atención a la maltrecha puerta.

– Ya nació… – Farfulló Minato.

– Ya nació. Ya soy abuelo y tú padre. – Comentó con felicidad Fugaku apartando la tetera del fuego ya que había decidido no hacerse la infusión ante tan agradable acontecimiento.

– Soy padre, Fugaku. – Minato habló comenzando a sentir como su cuerpo temblaba debido a la emoción. – Ya soy padre.

– Sí, ya eres padre. – Le aseguró Fugaku acercándose a Minato para estrecharle la mano con una sonrisa.

Sin embargo, ambos hombre tuvieron que esperar un rato más que aprovecharon para decirse cuan felices se encontraban a causa de ese nacimiento hasta que el partero salió de la habitación limpiando sus manos sobre la tela de su delantal que estaba manchado de sangre. Después de que el partero felicitara a los dos hombre junto a sus ayudantes y cobrar el dinero acordado por su servicio sin revelar el sexo del recién nacido, Minato fue el que se atrevió a entrar en primer lugar a la habitación.

Lentamente, Minato entró a la alcoba para encontrarse a Itachi completamente agotado y que sostenía entre sus brazos un bulto.

– Kurama… – Pronunció con cansancio el doncel esbozando una sonrisa al hombre que había entrado al cuarto.

Minato se acercó de inmediato, al interpretar el llamado del doncel como una invitación a acercarse y allí, pudo apreciar al pequeño bebé que tenía un poco de pelo negro en la cabeza y Minato sonrió orgulloso ante la presencia de aquel ser que era parte de él.

– Es como un ángel. – Pronunció Minato con una sonrisa y sin poder apartar la mirada de recién nacido.

– Es una niña. – Informó Itachi para volver a mirar a su hija. – Creo… que deberías cogerla. – Habló intentando reprimir un bostezo que salió junto a sus palabras debido al agotamiento.

Minato asintió con la cabeza mientras cogía el bulto en el que estaba envuelta su hija y por primera vez, Minato sintió una dicha que lo abrazaba por dentro.

– Es tan pequeña… – Musitó para volver a mirar al doncel pero esta vez, con sus ojos húmedos por las lágrimas de felicidad que comenzaron a escapar y rodar por su rostro sin permiso.

Sin embargo, cuando Minato miró a Itachi, este ya estaba dormido, así que salió a la sala con la pequeña niña en brazos para presentarle a su abuelo, al igual que Minato, Fugaku fue apoderado de una inmensa felicidad sintiendo que aquella niña era el ser más maravilloso y bonito que había visto en su vida.

Minato permaneció despierto en espera de que Itachi despertase sin poder dejar de mirar a su pequeña hija mientras se sentía el hombre más dichoso del Reino del Fuego.

– ¡Buen día!. – Saludó Minato a Itachi al ver como este se desperezaba.

– ¡Buen día!. – Respondió al saludo Itachi y la pequeña al oír la voz de su madre comenzó a sollozar pidiendo de su atención y alimento, así que Minato le entregó la bebé a Itachi.

– Debemos de ponerle un nombre. – Comentó Minato viendo como Itachi tranquilizaba a la pequeña antes de darle de comer*.

– Cuando el partero me la mostró, hubo un nombre que apareció en mi cabeza. Si te parece bien, ¿podríamos llamarla con ese nombre?. – Inquirió tímidamente Itachi.

– De seguro que se trata de un buen nombre, Itachi. Si ese nombre lo conciliaste tan repentinamente es porque es el nombre adecuado para nuestra hija. – Afirmó Minato sonriendo y apreciando el sutil sonrojo en el rostro del doncel.

– Si estás de acuerdo, entonces está bien. – Itachi asentía con la cabeza mirando a su pequeña. – Has oído a tu papá, te llamarás Minako. – Sonrió con ternura Itachi sin percatarse del rostro asombrado y pálido que había puesto su pareja a causa del nombre que Itachi había elegido para la niña, tan parecido al suyo y que poco a poco el rostro de Minato fue cambiando su expresión de sorpresa de su cara por una más afable.


Aclaración de  los términos:


* Itachi le da el pecho a su hija como ocurrió en mi otro Fanfic llamado ¡Cuídame!. Sobre todo porque en esta época los alimentos eran muy caros y la leche recién ordeñada de un animal (vaca, oveja, etc) no es recomendable para un bebé recién nacido debido a los componentes que contiene y que en vez de alimentar a un bebé, provocaría un grave daño para la salud de un pequeño.

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