domingo, 28 de mayo de 2017

Repercusiones -13-


- Decisión.-

El canto de los gallos se escuchaba por todos los rincones de la aldea del Remolino anunciando la mañana para que todos los vecinos despierten y comenzase la vida en la aldea pero él, ya estaba despierto desde hacía bastantes horas atrás. Había despertado cuando aún las estrellas estaban en el cielo y las había despedido al alba, cuando el sol apareció detrás de la cordillera montañosa en forma de sierra, lo había saludado con una sonrisa.

Sus ojos habían visto como la noche daba paso a la mañana, prometiendo un buen clima y por consiguiente, otro día de trabajo duro para los campesinos que habitaban la aldea.

Sin embargo, no le importaba mucho el tener que ayudar en las cotidianas labores pueblerinas, era una manera de tener la mente ocupada, así no pensar en sus propios problemas o mejor dicho, en su único desasosiego. Por ello, prefirió estar disfrutando del panorama rural que ofrecía aquella pequeña aldea, por lo que continuó con sus ojos clavados en el horizonte donde el cielo se dividía de la tierra con aquella hilera de montañas puntiagudas de un blanco grisáceo,-indicando que estaban nevadas,- que besaban el bosque que se extendía a sus faldas como una sombra roja, dorada y naranja pero que en medió de esa alfombra de árboles se encontraba el lago del Dragón rojo y desde la lejanía parecía un charco en medio de la maleza de tostados colores.

También se apreciaba, como el bosque se terminaba para dar comienzo a las tierras de cultivo, las cuales en esos momentos estaban áridas y sin la vida a diferencia de la primavera y el verano que gozaban del esplendor de los brotes o la cosecha lista para ser recolectada.

En aquellos meses cercanos al invierno el verdor que proporcionaban los árboles frutales, las verduras, hortalizas y cereales que allí se plantaban, ahora solo era un recuerdo de meses pasados pero que volvería a ocurrir en los meses venideros como el ciclo estacionario del que se trataba.

Miró como las casitas de los campesinos daban inicio a aquella entrañable aldea con sus maltrechos tejados, sus chimeneas que no conocían las líneas rectas y sus paredes de piedra, madera y ladrillo rodeada cada vivienda de los caminos de tierra hasta llegar el viejo puente de madera que se dividía en tres senderos para despedir y saludar a todos los viajeros, carretas, comerciantes, artistas ambulantes o jóvenes que intentaban tener una mejor vida en alguno de los pueblos o grandes ciudades que estaban al este, oeste o al sur de la aldea del Remolino.

Todo en aquella aldea era tranquilidad, donde los caballos prácticamente se criaban en libertad. Los rebaños de vacas, ovejas y cabras era una parte fundamental del paisaje y las aves de corral o los cerdos se paseaban por los caminos junto a las personas como si de perros o gatos se tratasen.

Suspiró, por centésima vez mientras sentía como el viento que jugueteaba con las hojas que caían de los árboles le acariciaba la cara como fría seda para luego, clavar su vista en una familia de patos que caminaban frente de él pero aún con todo ese bello paisaje que podía absorber a la personas como en una ilusión, él no había podido hacerlo porque su mente continuaba martirizándolo. Incluso, cuando dormía su subconsciente lo torturaba exponiéndole todos sus miedos hasta hacerlo despertar e inevitablemente, volvía su cabeza seguía conspirando en contra de sus sentimientos.

Sonrió por la divertida escena que mostraban todos los patitos detrás de su madre pero su atención de las aves fue distraída, al sentir como alguien tomaba asiento a su lado sobre aquel viejo tronco de abeto que alguna vez perteneció al bosque.

– Otra vez te has levantado antes de que cantasen los gallos. – Afirmó mirando al horizonte.

– Madre... – Pronunció pero fue cayado rápidamente al sentir como la mujer a su lado le tocaba la cara para después acariciarle el rostro con amor.

– Naruto. – Pronunció con una gentil sonrisa. – Has estado más tiempo del requerido en esta vieja aldea pero ya es hora de que regreses. Es tiempo de que vuelvas.

Estuvieron un instante en silencio, Naruto disfrutaba de las caricias proporcionadas por Kushina y esta, de la grata compañía de su hijo.

– Madre, no quiero dejaros sola en esta aldea. – Murmuró lo suficientemente alto para que Kushina lo pudiese escuchar y la pelirroja sonrió ante las palabras de su único hijo porque sabía que la indecisión creada por la inseguridad de dejarla en su aldea natal, solo le estaba creando dolor.

Naruto era consciente de que no estaba sola, Haku y Sasame también se encontraban allí, ellos habían partido junto a Kushina hasta esa aldea pero había dicho esas palabras en busca de una excusa que le proporcionara el quedarse más tiempo en la aldea, más tiempo en buscar el valor necesario. Un coraje que había perdido poco a poco después de abandonar la ciudad en que había nacido.

– ¿¡Sola!?. Mi hijo, tu lugar en este instante no es cuidar de mí, es volver a La Hoja. Es ir a esa ciudad y tomarte todo el tiempo necesario para que tu alma deje de sufrir cuando consigas terminar con aquello que hace llorar a tu corazón. – Reveló la mujer de rojos cabellos mientras guardaba entre sus manos una de las manos de su vástago. – Naruto, debes volver, debes tranquilizar tu alma con aquello que dejaste pendiente en La Hoja.

Naruto miró a su madre completamente sorprendido porque desde que llegó y todo el tiempo que había permanecido en la aldea, él no le había contado nada de lo ocurrido en el tiempo que había transcurrido sin su compañía. El tiempo que había estado solo en la ciudad y había tenido el placer de conocer a Sasuke.

– Mi Naruto... – Susurró con cariño Kushina ante la expresión compungida del rostro de su hijo. – No hace falta que me digas con palabras lo que te pasa para saber que todo este tiempo solo has estado pensando en alguien, alguien que en verdad te importa, tanto como te importo yo. Puedo intuirlo, cariño.

– Madre, no hay en este mundo nadie más importante para mí que usted. – Aseguró Naruto para sentir como su mejilla era pellizcada con fuerza hasta hacerla enrojecer.

– No seas mentiroso, niño. – Dijo Kushina soltando el enrojecido moflete con enfado. – Soy tu madre ante todo y a mí no puedes engañarme tan fácilmente porque, al fin y al cabo, te pareces mucho a mí aunque tu aspecto sea tan parecido al de tu padre, tienes mi mismo corazón.

– ¿Mi padre?. – Era la primera vez que Naruto escuchaba a su madre hablar sobre el hombre que junto a ella, le dio la vida y eso siempre le había intrigado porque nunca Kushina le había dicho nada de él por mucho que le hubiese preguntado, solo había sonreído y palmeado uno de sus hombros mientras le decía – “Ya sabrás de él".

– Se que no te he contado nada de él en todo este tiempo pero sin embargo, creo que ahora es el momento adecuado de que te hable de él. – Kushina miró a su hijo a los ojos. – Durante el tiempo que estuve encerrada solo podía pensar en que moriría sin haberte hablado de él, ni una sola vez, esperando el día apropiado pero en realidad solo tenía miedo de tu reacción, de que te enfadases conmigo por no ser la madre que crees que soy y mientras pasaba los días encarcelada no dejaba de torturarme con la idea y pensé en hablarte de él en cuanto me liberaste pero entonces, tuviste que sacarme de la ciudad tan rápido como te fue posibles. Así que cada día esperé tu llegada para contarte pero, a pesar de haber transcurrido un año, no hemos tenido tiempo para hablar, no he tenido la oportunidad de disfrutar de tu compañía con tranquilidad... – Comentó afligida.– Ahora, que estamos solos creo que es un buen momento para contarte mi historia.

– ¿Vuestra historia?. – Preguntó bastante curioso. – No quiero que os sintáis triste y si el contarme lo ocurrido en el pasado os parte el corazón no quiero saberla.

– No te precipites y deja que te relate porque puede que no vuelva a tener la oportunidad para recordar mi juventud. – Kushina sonrió amablemente. – Primero debes de saber que el nombre de tu padre era Minato pero no todos lo conocían, pues era común escuchar como lo llamaban "El rayo amarillo" debido a que era un ladroncillo muy rápido y hábil y recibió ese mote a causa de sus habilidades y el color de su pelo. – Acarició el pelo de Naruto tan parecido al de Minato. – Él fue quién me ayudó a sobrevivir en La Hoja. – Contó Kushina para luego suspirar, sin dejar de tener la atención de su hijo en ella. – También, era la única persona que se ocupó de mí cuando mis padres, es decir, tus abuelos fallecieron a causa del hambre, ya que a pesar de que viajamos a La Hoja en busca de mejorar nuestra vida, porque en ese tiempo aquí, en la aldea, estaba sufriendo una terrible sequía y eso motivo a padre y madre a dejar el Remolino pero en La Hoja la fortuna no nos acompañó. Sin trabajo ni comida fue su destino el morir en la calle. Un destino que yo también debía cumplir. – Kushina dejó caer de su ojo izquierdo una traicionera lágrima debido al efímero recuerdo de sus padres pero que se apresuró a limpiar la humedad de su cara al sentir como su hijo apoyaba una de sus manos en uno de sus hombros. – Aunque Minato era mucho más joven que yo, terminamos siendo muy buenos amigos. Él fue la única persona que se preocupó de que yo siguiera con vida, de que no enfermase y que aprendiera lo suficientemente rápido todo aquello que debía saber. Tu padre me rescato de la muerte, Naruto. – Kushina suspiró con añoranza de los tiempos pasados junto a Minato. – Realmente, eran buenos tiempos aquellos, duros pero muy buenos. Al menos todos los que vivíamos en la calle no nos juzgábamos por ser unos muertos de hambre y los nobles se compadecían entregándonos limosna. – Sonrió la mujer mientras comenzaba a trenzar un mechón de su larguísimo cabello rojo. –  Una vez le pregunté por qué me ayudaba y él me respondió que no estaba bien caminar frente a una persona herida y ni siquiera tomarse la molestia de saber lo que le ocurrió para encontrarse en ese estado. También, dijo que era porque era mujer y eso ya era suficiente para ayudarme. – Volvió a sonreír dejando de trenzar su melena para continuar con el relato. – Creo... que debido a todas las molestias, atenciones y esfuerzos que se tomó conmigo fue lo que causó que yo comenzara a apreciarlo. A estimarlo de manera descomunal hasta crear sentimientos más allá de la amistad. – Kushina cayó un momento mientras rebuscaba en su memoria todo lo acontecido en su pasado.

Ante aquella pausa en que su madre parecía estar mirando como un águila real volaba majestuosamente en busca de alguna presa que comer hasta que cayó en picado y cogió entres sus letales garras algún animalillo que les era imposible de identificar debido a la distancia, solo pudieron ver como el ave se alejaba.

– Naruto, paseemos. Mis piernas se van a entumecer si continuamos sentados sobre este viejo tronco. – Dijo Kushina poniéndose en pie y dando golpecitos sobre sus piernas provocando que su falda naranja se agitase grácilmente.

Naruto se levantó del tronco en el que había estado sentado pero antes de ofrecerle el brazo a su madre como un caballero, llevó sus brazos al aire para estirar sus músculos y hacer crujir su columna vertebral para escuchar como la mujer reía al percatarse que dos mozas que estaban lavando sus ropas en el río no apartaban su mirada de Naruto.

– ¿Os apetece ir hasta la pradera?. – Preguntó cuando sintió como Kushina se había abrazado a su brazo.

La pelirroja era más baja que Naruto y se permitió reposar su cabeza en el brazo de su hijo haciéndola parecer la esposa de su hijo.

– Sí, vayamos hasta la pradera. – Habló Kushina comenzando a caminar hacia el sendero que conducía hasta la pradera. – Naruto, no quiero que te cases con una persona que yo haya elegido o alguien te haya pedido u ordenado porque así no serás feliz. Quiero que te cases con la personas que ames, quiero seas libre de poder encontrar tu amor. – Aconsejó Kushina.

– ¿Por qué esas palabras?. – Preguntó Naruto.

– Solo quiero que las tengas presente y es un buen consejo que te estoy dando. – Dijo la pelirroja mientras recordaba como más de un doncel o doncella lo miraba como lobo hambriento ante el mejor cordero de todo el rebaño y si bien Kushina podía sentirse alagada ante ello, también se sentía preocupada por la desesperación que había en las aldeas por casar a las mujeres y donceles.

– Madre, no estoy interesado en ninguna moza o doncel de esta aldea. – Afirmó Naruto y la mujer río un poco porque era verdad y ella lo sabía.

Kushina recordó todos los intentos de las jóvenes y los jóvenes de la aldea por intentar estar junto a Naruto más de tres minutos y este se había liberado a toda prisa, dejando a la muchacha o al doncel con su estrategia destruida.

– ¿Por dónde iba...? A sí, te estaba diciendo que comencé a sentirme posesiva con Minato, creo que esos sentimientos también se deben a que Minato era un niño cuando me ayudó y yo ya estaba en edad para casarme. – Kushina soltó una de sus manos del brazo de su hijo para llevarla sobre su mentón. – Esa edad suele ser muy complicada y aunque habían muchachos que me atraían e incluso, había probado sus labios no podía dejar de sentirme sobre protectora con tu padre, así que yo siempre estaba junto a él y a donde quiera que fuera o lo que hiciese yo estaba a su lado ayudándolo, apoyándolo y animándolo. – Aseguró Kushina. – Así fueron pasando los años y vi como aquel niño se convirtió rápidamente en un muchacho fuerte y guapo. Su sonrisa era capaz de enamorar a los ángeles y sus ojos brillaban como joyas azules. – Un suspiro dio inicio a una pequeña pausa. – Como era de esperar, Minato comenzó a mostrar interés por las mujeres y los donceles que terminaban suspirando bajo ese embrujo que él poseía y que, posiblemente, no era consciente pero mis sentimientos hacia él eran muy fuertes. Cada día que pasaba me sentía más... más celosa y por eso, me encontraba furiosa porque veía lo que ocurría a su alrededor. Veía como él no pasaba desapercibido y cualquier pretexto era bueno para acercarse. Así que un día no pude aguantar más mis sentimientos y le grité a la cara todo lo que sentía. – Kushina se sonrojó ante el recuerdo.

– ¿Y qué ocurrió?. – Quiso saber Naruto ya que esa parte de la historia le recordó a Sasuke pero en aquel momento, ni siquiera él era muy consciente de lo que ocurría.

– Él... él me miró por un rato como si no me conociera para luego sonreír, esa sonrisa que cautivaba a cualquier ser y cuando por fin habló, me dijo que dejara de bromear que se había asustado porque lo había tomado desprevenido para terminar riendo. – Confesó deteniendo su caminar para llevarse una mano al pecho.

Naruto deshizo el agarre de su madre para poderla abrazar y besar la frente de la mujer.

– Ahora ya eso no tiene importancia porque los años han pasado pero ese día no solo me sentía rechazada sino que también, quise desaparecer, quise estar muerta. – Kushina se despegó del cuerpo de su hijo para poder mirarlo a los ojos. – Me alegro de que eso no haya pasado y ahora que lo recuerdo, solo es como un trago de un vino de mala calidad porque él era un crío y yo una mujer, era comprensible que él sintiese amistad. – Kushina levantó los brazos y tocó con sus manos la cara de Naruto. – Una relación en la que no cabía más sentimientos pero sigamos andando. – Dijo y Naruto volvió a ofrecer su brazo y Kushina se volvió a agarrar a él para continuar el camino.

– ¿Y que hicisteis después de ello?. – Tragó saliva con esfuerzo antes de hacer la pregunta.

– ¿Y qué crees que podía hacer?. Aquel muchacho me había dejado claro la situación y tenía tres opciones. La primera era seguir a su lado como si nunca le hubiese confesado mis sentimientos. La segunda era evitarlo e intentar no cruzarme en su camino y finalmente la tercera posibilidad que me quedaba era marcharme de la ciudad y olvidar todo, incluido a él. – Dijo la pelirroja mientras contaba con los dedos de su mano izquierda. – Yo las intenté todas. – Suspiró para luego reír un poco. – Primero intenté huir de su presencia en la ciudad y lo esquivaba como podía; escondiéndome, buscando nuevos lugares en los que estar e intentaba hacer nuevas amistades pero no funcionó porque al final Minato dio conmigo y yo no pude hacer nada para enfrentarlo. Así que intenté marcharme de la ciudad pero me fue imposible habían pocos viajeros, comerciantes y carretas para poder pedir que me llevase ya que en ese tiempo el Reino del Fuego estaba en guerra con el Reino de la Hierba, así que no me quedó otra que quedarme en la ciudad. Finalmente, me guardé mis celos junto al resto de mis emociones e intentaba seguir con la amistad de Minato.

– Eso... – Fue interrumpido.

– Lo sé, Naruto. Eso solo trae más sufrimiento pero... ¿había otra opción qué yo no fuese consciente? Es posible. ¿Debí decirle a Minato que no estaba bromeando y estaba hablando muy seriamente?. Puede ser pero él era muy joven para comprender mis sentimientos, yo posiblemente exigía mucho y su respuesta me convirtió en una cobarde, nunca esperé aquellas palabras y había aceptado la condición de amistad.

– ¿Y cómo es que ambos terminaron juntos?.

– Debes de tener paciencia, la vida no es tan fácil y simple como en los cuentos de hadas. – Puntualizó Kushina. – Además, quiero que te hagas una idea de cómo era Minato y de la situación en la que me encontraba con tu padre.

– Ya me lo has dicho, madre.

– Entonces, escucha. – Ordenó Kushina con severidad. – Como te he dicho, ambos seguíamos junto como amigos y tenía que conformarme con eso, así que intenté llamar la atención de otros hombres, quería sentir que alguien se preocupara tanto como yo me preocupaba de Minato, quería... quería algo que no podía ser porque en todos los hombres que se interesaron en mí buscaba a Minato. – Kushina sonrió. – En cambio tu padre que había despertado sus instintos había comenzado a comportarse tan... tan... como os comportáis los hombres. Buscáis robar cuantos besos podéis de las muchachas y donceles ingenuos, queréis tocar más allá de las manos o la cintura como todos los hombres. – Comentó la pelirroja. – Todo un rompecorazones según los hombres pero un canalla para la opinión de una mujer o un doncel.

Naruto rio a lo dicho por su madre porque no era extraño que utilizara esas palabras tan mordaces para referirse a los hombres, ella siempre le decía que los hombres podían hacer aquello que les complacía mientras que una mujer debía de cuidarse mucho aún y cuando se tratase de una ratera.

– Deja de reír para que pueda continuar. – Le pidió a su hijo que asintió con la cabeza. – Por supuesto, yo sufría con cada doncel o muchacha que caía ante sus encantos pero yo no me quejaba ni le reprendía e intentaba evadir todo aquello que implicaba saber de su actitud de galán. Así pasaban los días hasta que en una ocasión todos los muchachos que vivíamos en las calles consiguieron robar dos barriles de un caro licor llamado sake. Un licor tan caro que solo pueden permitírselo aquellas personas de fortuna. Todos los mozos corrieron con los barriles hasta una de las casas viejas y abandonadas del sur de La Hoja, cerca de la Iglesia de las aves. Llevaron los barriles de un extremo a otro de la ciudad. – Recordó Kushina con diversión. – Antes de abrir los barriles, tuvimos que ir a buscar todo aquello que nos sirviese de vaso y yo tuve suerte encontré una vieja taza de hierro y un cucharón de madera que tenía el mango partido. Bajé hasta el río y los limpié tan rápido como pude, me acerqué a Minato y le ofrecía la taza mientras que yo me quedaba con el cucharón. – Kushina soltó el brazo para seguir caminando a su lado. – Nadie esperó a que todos contaran con algo que le sirviese de recipiente y cuando volvimos, ya uno de los barriles estaba abierto. – Sonrió al sentir como el viento removió su pelo rojo. – Minato y yo corrimos hasta el barril y llenamos nuestros recipiente con el sake, recuerdo que tenía un sabor muy fuerte y que rápidamente me sentí mareada, feliz y acalorada. – Miró a Naruto un instante. – No recuerdo mucho solo que a la mañana siguiente cuando me desperté estaba junto a Minato y ambos estábamos desnudos. Él estaba encima de mí así que tuve quitármelo de encima y al mismo tiempo que lo apartaba me di cuenta… de bueno... –Kushina enrojeció tanto como su pelo. – En fin, había pasado aquello que puedes imaginar y ninguno de los dos lo recodábamos pero desde ese día Minato cambió, él ya no era él mismo conmigo y sentía que cada vez estaba más extraño hasta que desapareció. – Dijo con tristeza. – No sé por qué se fue tan repentinamente pero no supe nada más de él durante dos meses. Entonces, apareció Rin frente a mí y me contó acerca de un hombre que había convencido a muchos de los mozos que vivían en la calle hasta formar un grupo y en el que estaba Minato. Me contó lo que planeaban hacer, lo cual era una insensatez ya que se trataba de interceptar el carruaje de un noble. Yo fui en su busca hasta que lo encontré, intenté hacerlo desistir pero ya era demasiado tarde, él se había decidido a hacer aquella temeridad. – Una lágrima rodó por la blanca mejilla de la mujer. – Sin importarme lo que pudiese ocurrir, lo intenté seguir pero un hombre me agarró por el brazo y me susurró a la oreja que no molestase o me mataría y luego, me tiró al suelo pero un fuerte dolor me impidió levantarme para seguirlo y terminé desmayándome. Cuando desperté ya era demasiado tarde y escuché a la gente hablando sobre lo ocurrido. También, escuché como decían que todos los ladrones habían muerto, ese día lloré mucho. Lloré porque sabía que no lo volvería a ver porque debía haber sido valiente y dicho que si hablaba en serio sobre mis sentimientos. Lloré porque sentí como había muerto en vida pero después naciste tú, tan parecido a tu padre pero a la vez a mí. Ese día, me volví a sentir viva. – Confesó Kushina derramando lágrimas. – Haz sido mi esperanza, mi luz y mi aliento Naruto. – Murmuró.

Naruto se acercó a su madre y la abrazó con fuerza mientras escuchaba sus sollozos mientras apretaba su mandíbula para no derramar lágrimas él también, pues sentía que debía mantener la compostura en ese momento aunque lo que realmente deseaba, era llorar junto a su madre, llorar el dolor que Kushina había albergado durante tanto tiempo en el fondo de su corazón.

Madre e hijo estuvieron abrazados hasta que Kushina terminó de desahogarse.

– Madre, gracias.

La mujer miró al chico sin necesidad de preguntar aquello que su hijo agradecía.

– Tú historia me ayudado a comprenderte y a entenderme. – Naruto llenó sus pulmones de aire para luego soltarlo lentamente.

– Entonces, ¿volverás a La Hoja?.

– Sí, regresaré a la ciudad. – Miró a su madre antes de añadir. – Afrontaré mis inquietudes y no permitiré que el temor me acoja, no quiero arrepentirme de no haberlo intentado.

– Me alegra escuchar eso. Me agrada saber que al final haces lo que debes, Naruto.

Naruto sonrió junto a su madre.

Kushina sonreía orgullosa de su hijo y también, estaba contenta de que Naruto ya conociese la verdad, su verdad, una verdad que no se atrevió a contarle antes por miedo al rechazo de su vástago pero en el instante que terminó su relato, no solo se sintió mejor con ella misma sino que pudo ver como su hijo la miraba con el mismo amor que siempre le había profesado y una pequeña parte de ella se reprendía por no haberle contado de ello.

Naruto sonreía feliz porque gracias a la historia de su madre pudo encontrar el coraje suficiente para volver a La Hoja y también, porque ahora no solo comprendía la actitud de su madre sino que la miraba con adoración. Ella había sufrido sola, había tenido su dolor encerrado en su corazón por tantos años había cargado con esa pesada pena y, aún así, le había trasmitido tanta fuerza de voluntad que no podía hacer menos que quererla aún más de lo que ya lo hacía.

– Ahora... ahora pienso que debí sincerarme contigo desde hace mucho.

– No diga eso, puede que si me lo hubiese dicho en otro momento su historia no le hubiese prestado tanta atención como ahora y no sabría percatarme de su valor, de toda la importancia de su relato.

Kushina miró a su hijo como si frente a ella hubiese otra persona, una persona que no era su hijo.

– No me había percatado de que has crecido mucho, Naruto. Ya eres todo un hombre y ni siquiera me había dado cuenta de ello. – Kushina abrazó a Naruto. – Ya no debo de preocuparme tanto por ti. – Murmuró deshaciendo el abrazo.

– Deberíamos volver. – Opinó Naruto al sentir como una ráfaga de viento más fuerte elevó el cabello rojo de su madre  y  bailó sobre ella.

– Sí, parece que hoy el día no será muy bueno debido a este viento. – Aprobó mientras recogía su larga melena con una cinta amarilla.

Ambos dieron la vuelta y comenzaron a caminar de vuelta hacia la aldea.

– Madre, ¿puedo preguntaros algo?. – Preguntó mirando a su madre que asintió con la cabeza. – Puede que no sea lo más apropiado ahora y sabiendo que amó tanto a mi padre pero... ¿aún sentís amor hacia su recuerdo?.

Kushina sonrió y se detuvo provocando que Naruto también se parase.

– En aquel tiempo quise mucho a tu padre pero ya han pasado muchos años y mi corazón solo alberga un cariño hacia su recuerdo. – Miró a su hijo. – Tú me enseñaste a cerrar mis heridas y aunque es cierto que no he vuelto a sentir las mismas emociones que sentí por Minato, no significa que mi corazón no esté dispuesto a volver a amar. – Kushina se abrazó al brazo de su hijo. – Ya no soy la mujer joven y bella de antaño, los años han pasado por mí pero la vida me mostró lo bonito y doloroso de ella y si es su capricho el que Minato muriese, él que tú seas mi hijo y la posibilidad de no volver a conocer el amor no me importa porque ya he conocido sus misterios. – Kushina apoyó su cabeza en el brazo de Naruto. – Para mí, tu padre ya solo es lo que es, una persona importante que forma parte de pasado pero hay algo que debes de saber Naruto. – La mujer miró a Naruto. – Igual que una llama solo hace falta una chispa para que se prenda pero de la misma manera se extingue como un suspiro. El amor tienes que alimentarlo y avivarlo para que esa llama no se apague, si es que de verdad quieres conservarlo.

Naruto asintió ante el sabio consejo de su madre y ambos caminaron juntos por el sendero hasta la aldea.

El resto del día Naruto la pasó más tiempo junto a su madre, más de lo que había estado en todo ese año y por primera vez de lo que llevaba en esa aldea, se percató del agradable ambiente que había en el Remolino.

Al anochecer Naruto les contó a Sasame y Haku de su regreso a la ciudad y aunque estos lloraron y suplicaron porque se quedase no consiguieron hacerlo desistir, Naruto ya había tomado la decisión y tenía todo el apoyo de su madre que había decidido cocinar las comidas favoritas de su hijo.


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