- Decisión.-
El canto de los gallos se escuchaba por
todos los rincones de la aldea del Remolino anunciando la mañana para que todos
los vecinos despierten y comenzase la vida en la aldea pero él, ya estaba
despierto desde hacía bastantes horas atrás. Había despertado cuando aún las
estrellas estaban en el cielo y las había despedido al alba, cuando el sol
apareció detrás de la cordillera montañosa en forma de sierra, lo había
saludado con una sonrisa.
Sus ojos habían visto como la noche
daba paso a la mañana, prometiendo un buen clima y por consiguiente, otro día
de trabajo duro para los campesinos que habitaban la aldea.
Sin embargo, no le importaba mucho el
tener que ayudar en las cotidianas labores pueblerinas, era una manera de tener
la mente ocupada, así no pensar en sus propios problemas o mejor dicho, en su
único desasosiego. Por ello,
prefirió estar disfrutando
del panorama rural que ofrecía aquella pequeña aldea, por lo que continuó con
sus ojos clavados en el horizonte donde el cielo se dividía de la tierra con
aquella hilera de montañas puntiagudas de un blanco grisáceo,-indicando que
estaban nevadas,- que besaban el bosque que se extendía a sus faldas como una
sombra roja, dorada y naranja pero que en medió de esa alfombra de árboles se
encontraba el lago del Dragón rojo y desde la lejanía parecía un charco en
medio de la maleza de tostados colores.
También se apreciaba, como el bosque se
terminaba para dar comienzo a las tierras de cultivo, las cuales en esos
momentos estaban áridas y sin la
vida a diferencia de la primavera y el verano que gozaban del esplendor de los
brotes o la cosecha lista para ser recolectada.
En aquellos meses cercanos al invierno
el verdor que proporcionaban los árboles frutales, las verduras, hortalizas y
cereales que allí se plantaban, ahora solo era un recuerdo de meses pasados
pero que volvería a ocurrir en los meses venideros como el ciclo estacionario
del que se trataba.
Miró como las casitas de los campesinos
daban inicio a aquella entrañable aldea con sus maltrechos tejados, sus
chimeneas que no conocían las líneas rectas y sus paredes de piedra, madera y
ladrillo rodeada cada vivienda de los caminos de tierra hasta llegar el viejo
puente de madera que se dividía en tres senderos para despedir y saludar a
todos los viajeros, carretas, comerciantes, artistas ambulantes o jóvenes que
intentaban tener una mejor vida en alguno de los pueblos o grandes ciudades que
estaban al este, oeste o al sur de la aldea del Remolino.
Todo en aquella aldea era tranquilidad,
donde los caballos prácticamente se criaban en libertad. Los rebaños de vacas,
ovejas y cabras era una parte fundamental del paisaje y las aves de corral o
los cerdos se paseaban por los caminos junto a las personas como si de perros o
gatos se tratasen.
Suspiró, por centésima vez mientras
sentía como el viento que jugueteaba con las hojas que caían de los árboles le
acariciaba la cara como fría seda para luego, clavar su vista en una familia de
patos que caminaban frente de él pero aún con todo ese bello paisaje que podía
absorber a la personas como en una ilusión, él no había podido hacerlo porque
su mente continuaba martirizándolo. Incluso, cuando dormía su subconsciente lo
torturaba exponiéndole todos sus miedos hasta hacerlo despertar e
inevitablemente, volvía su cabeza seguía conspirando en contra de sus
sentimientos.
Sonrió por la divertida escena que
mostraban todos los patitos detrás de su madre pero su atención de las aves fue
distraída, al sentir como alguien tomaba asiento a su lado sobre aquel viejo
tronco de abeto que alguna vez perteneció al bosque.
– Otra vez te has levantado antes de
que cantasen los gallos. – Afirmó mirando al horizonte.
– Madre... – Pronunció pero fue cayado
rápidamente al sentir como la mujer a su lado le tocaba la cara para después
acariciarle el rostro con amor.
– Naruto. – Pronunció con una gentil
sonrisa. – Has estado más tiempo del requerido en esta vieja aldea pero ya es
hora de que regreses. Es tiempo de que vuelvas.
Estuvieron un instante en silencio,
Naruto disfrutaba de las caricias proporcionadas por Kushina y esta, de la
grata compañía de su hijo.
– Madre, no quiero dejaros sola en esta
aldea. – Murmuró lo suficientemente alto para que Kushina lo pudiese escuchar y
la pelirroja sonrió ante las palabras de su único hijo porque sabía que la indecisión
creada por la inseguridad de dejarla en su aldea natal, solo le estaba creando
dolor.
Naruto era consciente de que no estaba
sola, Haku y Sasame también se encontraban allí, ellos habían partido junto a
Kushina hasta esa aldea pero había dicho esas palabras en busca de una excusa
que le proporcionara el quedarse más tiempo en la aldea, más tiempo en buscar
el valor necesario. Un coraje que había perdido poco a poco después de
abandonar la ciudad en que había nacido.
– ¿¡Sola!?. Mi hijo, tu lugar en este
instante no es cuidar de mí, es volver a La Hoja. Es ir a esa ciudad y tomarte
todo el tiempo necesario para que tu alma deje de sufrir cuando consigas
terminar con aquello que hace llorar a tu corazón. – Reveló la mujer de rojos
cabellos mientras guardaba entre sus manos una de las manos de su vástago. –
Naruto, debes volver, debes tranquilizar tu alma con aquello que dejaste
pendiente en La Hoja.
Naruto miró a su madre completamente
sorprendido porque desde que llegó y todo el tiempo que había permanecido en la
aldea, él no le había contado nada de lo ocurrido en el tiempo que había
transcurrido sin su compañía. El tiempo que había estado solo en la ciudad y
había tenido el placer de conocer a Sasuke.
– Mi Naruto... – Susurró con cariño
Kushina ante la expresión compungida
del rostro de su hijo. – No hace falta que me digas con palabras lo
que te pasa para saber que todo este tiempo solo has estado pensando en alguien,
alguien que en verdad te importa, tanto como te importo yo. Puedo intuirlo,
cariño.
– Madre, no hay en este mundo nadie más
importante para mí que usted. – Aseguró Naruto para sentir como su mejilla era pellizcada
con fuerza hasta hacerla enrojecer.
– No seas mentiroso, niño. – Dijo
Kushina soltando el enrojecido moflete con enfado. – Soy tu madre ante todo y a
mí no puedes engañarme tan fácilmente porque, al fin y al cabo, te pareces
mucho a mí aunque tu aspecto sea tan parecido al de tu padre, tienes mi mismo
corazón.
– ¿Mi padre?. – Era la primera vez que
Naruto escuchaba a su madre hablar sobre el hombre que junto a ella, le dio la
vida y eso siempre le había intrigado porque nunca Kushina le había dicho nada
de él por mucho que le hubiese preguntado, solo había sonreído y palmeado uno
de sus hombros mientras le decía – “Ya sabrás de él".
– Se que no te he contado nada de él en
todo este tiempo pero sin embargo, creo que ahora es el momento adecuado de que
te hable de él. – Kushina miró a su hijo a los ojos. – Durante el tiempo que
estuve encerrada solo podía pensar en que moriría sin haberte hablado de él, ni
una sola vez, esperando el día apropiado pero en realidad solo tenía miedo de
tu reacción, de que te enfadases conmigo por no ser la madre que crees que soy
y mientras pasaba los días encarcelada no dejaba de torturarme con la idea y
pensé en hablarte de él en cuanto me liberaste pero entonces, tuviste que
sacarme de la ciudad tan rápido como te fue posibles. Así que cada día esperé
tu llegada para contarte pero, a pesar de haber transcurrido un año, no hemos
tenido tiempo para hablar, no he tenido la oportunidad de disfrutar de tu
compañía con tranquilidad... – Comentó afligida.– Ahora, que estamos solos creo
que es un buen momento para contarte mi historia.
– ¿Vuestra historia?. – Preguntó
bastante curioso. – No quiero que os sintáis triste y si el contarme lo
ocurrido en el pasado os parte el corazón no quiero saberla.
– No te precipites y deja que te relate
porque puede que no vuelva a tener la oportunidad para recordar mi juventud. –
Kushina sonrió amablemente. – Primero debes de saber que el nombre de tu padre
era Minato pero no todos lo conocían, pues era común escuchar como lo llamaban
"El rayo amarillo" debido a que era un ladroncillo muy rápido y hábil
y recibió ese mote a causa de sus habilidades y el color de su pelo. – Acarició
el pelo de Naruto tan parecido al de Minato. – Él fue quién me ayudó a
sobrevivir en La Hoja. – Contó Kushina para luego suspirar, sin dejar de tener
la atención de su hijo en ella. – También, era la única persona que se ocupó de
mí cuando mis padres, es decir, tus abuelos fallecieron a causa del hambre, ya
que a pesar de que viajamos a La Hoja en busca de mejorar nuestra vida, porque
en ese tiempo aquí, en la aldea, estaba sufriendo una terrible sequía y eso
motivo a padre y madre a dejar el Remolino pero en La Hoja la fortuna no nos
acompañó. Sin trabajo ni comida fue su destino el morir en la calle. Un destino
que yo también debía cumplir. – Kushina dejó caer de su ojo izquierdo una traicionera
lágrima debido al efímero recuerdo de sus padres pero que se apresuró a limpiar
la humedad de su cara al sentir como su hijo apoyaba una de sus manos en uno de
sus hombros. – Aunque Minato era mucho más joven que yo, terminamos siendo muy
buenos amigos. Él fue la única persona que se preocupó de que yo siguiera con
vida, de que no enfermase y que aprendiera lo suficientemente rápido todo
aquello que debía saber. Tu padre me rescato de la muerte, Naruto. – Kushina
suspiró con añoranza de los tiempos pasados junto a Minato. – Realmente, eran
buenos tiempos aquellos, duros pero muy buenos. Al menos todos los que vivíamos
en la calle no nos juzgábamos por ser unos muertos de hambre y los nobles se
compadecían entregándonos limosna. – Sonrió la mujer mientras comenzaba a
trenzar un mechón de su larguísimo cabello rojo. – Una vez le pregunté por qué me ayudaba y él
me respondió que no estaba bien caminar frente a una persona herida y ni
siquiera tomarse la molestia de saber lo que le ocurrió para encontrarse en ese
estado. También, dijo que era porque era mujer y eso ya era suficiente para
ayudarme. – Volvió a sonreír dejando de trenzar su melena para continuar con el
relato. – Creo... que debido a todas las molestias, atenciones y esfuerzos que
se tomó conmigo fue lo que causó que yo comenzara a apreciarlo. A estimarlo de
manera descomunal hasta crear sentimientos más allá de la amistad. – Kushina
cayó un momento mientras rebuscaba en su memoria todo lo acontecido en su
pasado.
Ante aquella pausa en que su madre parecía
estar mirando como un águila real
volaba majestuosamente en busca de alguna presa que comer hasta que cayó
en picado y cogió entres sus letales garras algún animalillo que les era
imposible de identificar debido a la distancia, solo pudieron ver como el ave
se alejaba.
– Naruto, paseemos. Mis piernas se van
a entumecer si continuamos sentados sobre este viejo tronco. – Dijo Kushina poniéndose
en pie y dando golpecitos sobre sus piernas provocando que su falda naranja se
agitase grácilmente.
Naruto se levantó del tronco en el que
había estado sentado pero antes de ofrecerle el brazo a su madre como un
caballero, llevó sus brazos al aire para estirar sus músculos y hacer crujir su
columna vertebral para escuchar como la mujer reía al percatarse que dos mozas
que estaban lavando sus ropas en el río no apartaban su mirada de Naruto.
– ¿Os apetece ir hasta la pradera?. –
Preguntó cuando sintió como Kushina se había abrazado a su brazo.
La pelirroja era más baja que Naruto y
se permitió reposar su cabeza en el brazo de su hijo haciéndola parecer la
esposa de su hijo.
– Sí, vayamos hasta la pradera. – Habló
Kushina comenzando a caminar hacia el sendero que conducía hasta la pradera. –
Naruto, no quiero que te cases con una persona que yo haya elegido o alguien te
haya pedido u ordenado porque así no serás feliz. Quiero que te cases con la
personas que ames, quiero seas libre de poder encontrar tu amor. – Aconsejó
Kushina.
– ¿Por qué esas palabras?. – Preguntó
Naruto.
– Solo quiero que las tengas presente y
es un buen consejo que te estoy dando. – Dijo la pelirroja mientras recordaba
como más de un doncel o doncella lo miraba como lobo hambriento ante el mejor
cordero de todo el rebaño y si bien Kushina podía sentirse alagada ante ello, también
se sentía preocupada por la desesperación que había en las aldeas por casar a
las mujeres y donceles.
– Madre, no estoy interesado en ninguna
moza o doncel de esta aldea. – Afirmó Naruto y la mujer río un poco porque era
verdad y ella lo sabía.
Kushina recordó todos los intentos de
las jóvenes y los jóvenes de la aldea por intentar estar junto a Naruto más de
tres minutos y este se había liberado a toda prisa, dejando a la muchacha o al
doncel con su estrategia destruida.
– ¿Por dónde iba...? A sí, te estaba
diciendo que comencé a sentirme posesiva con Minato, creo que esos sentimientos
también se deben a que Minato era un niño cuando me ayudó y yo ya estaba en
edad para casarme. – Kushina soltó una de sus manos del brazo de su hijo para
llevarla sobre su mentón. – Esa edad suele ser muy complicada y aunque habían
muchachos que me atraían e incluso, había probado sus labios no podía dejar de
sentirme sobre protectora con tu padre, así que yo siempre estaba junto a él y
a donde quiera que fuera o lo que hiciese yo estaba a su lado ayudándolo, apoyándolo
y animándolo. – Aseguró Kushina. – Así fueron pasando los años y vi como aquel
niño se convirtió rápidamente en un muchacho fuerte y guapo. Su sonrisa era
capaz de enamorar a los ángeles y sus ojos brillaban como joyas azules. – Un
suspiro dio inicio a una pequeña pausa. – Como era de esperar, Minato comenzó a
mostrar interés por las mujeres y los donceles que terminaban suspirando bajo
ese embrujo que él poseía y que, posiblemente, no era consciente pero mis
sentimientos hacia él eran muy fuertes. Cada día que pasaba me sentía más...
más celosa y por eso, me encontraba furiosa porque veía lo que ocurría a su
alrededor. Veía como él no pasaba desapercibido y cualquier pretexto era bueno
para acercarse. Así que un día no pude aguantar más mis sentimientos y le grité
a la cara todo lo que sentía. – Kushina se sonrojó ante el recuerdo.
– ¿Y qué ocurrió?. – Quiso saber Naruto
ya que esa parte de la historia le recordó a Sasuke pero en aquel momento, ni
siquiera él era muy consciente de lo que ocurría.
– Él... él me miró por un rato como si
no me conociera para luego sonreír, esa sonrisa que cautivaba a cualquier ser y
cuando por fin habló, me dijo que dejara de bromear que se había asustado
porque lo había tomado desprevenido para terminar riendo. – Confesó deteniendo
su caminar para llevarse una mano al pecho.
Naruto deshizo el agarre de su madre
para poderla abrazar y besar la frente de la mujer.
– Ahora ya eso no tiene importancia
porque los años han pasado pero ese día no solo me sentía rechazada sino que
también, quise desaparecer, quise estar muerta. – Kushina se despegó del cuerpo
de su hijo para poder mirarlo a los ojos. – Me alegro de que eso no haya pasado
y ahora que lo recuerdo, solo es como un trago de un vino de mala calidad
porque él era un crío y yo una mujer, era comprensible que él sintiese amistad.
– Kushina levantó los brazos y tocó con sus manos la cara de Naruto. – Una
relación en la que no cabía más sentimientos pero sigamos andando. – Dijo y
Naruto volvió a ofrecer su brazo y Kushina se volvió a agarrar a él para
continuar el camino.
– ¿Y que hicisteis después de ello?. –
Tragó saliva con esfuerzo antes de hacer la pregunta.
– ¿Y qué crees que podía hacer?. Aquel
muchacho me había dejado claro la situación y tenía tres opciones. La primera
era seguir a su lado como si nunca le hubiese confesado mis sentimientos. La
segunda era evitarlo e intentar no cruzarme en su camino y finalmente la
tercera posibilidad que me quedaba era marcharme de la ciudad y olvidar todo,
incluido a él. – Dijo la pelirroja mientras contaba con los dedos de su mano
izquierda. – Yo las intenté todas. – Suspiró para luego reír un poco. – Primero
intenté huir de su presencia en la ciudad y lo esquivaba como podía; escondiéndome,
buscando nuevos lugares en los que estar e intentaba hacer nuevas amistades
pero no funcionó porque al final Minato dio conmigo y yo no pude hacer nada
para enfrentarlo. Así que intenté marcharme de la ciudad pero me fue imposible
habían pocos viajeros, comerciantes y carretas para poder pedir que me llevase
ya que en ese tiempo el Reino del Fuego estaba en guerra con el Reino de la
Hierba, así que no me quedó otra que quedarme en la ciudad. Finalmente, me
guardé mis celos junto al resto de mis emociones e intentaba seguir con la
amistad de Minato.
– Eso... – Fue interrumpido.
– Lo sé, Naruto. Eso solo trae más
sufrimiento pero... ¿había otra opción qué yo no fuese consciente? Es posible.
¿Debí decirle a Minato que no estaba bromeando y estaba hablando muy
seriamente?. Puede ser pero él era muy joven para comprender mis sentimientos,
yo posiblemente exigía mucho y su respuesta me convirtió en una cobarde, nunca
esperé aquellas palabras y había aceptado la condición de amistad.
– ¿Y cómo es que ambos terminaron
juntos?.
– Debes de tener paciencia, la vida no
es tan fácil y simple como en los cuentos de hadas. – Puntualizó Kushina. –
Además, quiero que te hagas una idea de cómo era Minato y de la situación en la
que me encontraba con tu padre.
– Ya me lo has dicho, madre.
– Entonces, escucha. – Ordenó Kushina
con severidad. – Como te he dicho, ambos seguíamos junto como amigos y tenía
que conformarme con eso, así que intenté llamar la atención de otros hombres,
quería sentir que alguien se preocupara tanto como yo me preocupaba de Minato,
quería... quería algo que no podía ser porque en todos los hombres que se
interesaron en mí buscaba a Minato. – Kushina sonrió. – En cambio tu padre que
había despertado sus instintos había comenzado a comportarse tan... tan... como
os comportáis los hombres. Buscáis robar cuantos besos podéis de las muchachas
y donceles ingenuos, queréis tocar más allá de las manos o la cintura como
todos los hombres. – Comentó la pelirroja. – Todo un rompecorazones según los
hombres pero un canalla para la opinión de una mujer o un doncel.
Naruto rio a lo dicho por su madre
porque no era extraño que utilizara esas palabras tan mordaces para referirse a los hombres, ella siempre le decía que
los hombres podían hacer aquello que les complacía mientras que una mujer debía
de cuidarse mucho aún y cuando se tratase de una ratera.
– Deja de reír para que pueda
continuar. – Le pidió a su hijo que asintió con la cabeza. – Por supuesto, yo
sufría con cada doncel o muchacha que caía ante sus encantos pero yo no me
quejaba ni le reprendía e intentaba evadir todo aquello que implicaba saber de su
actitud de galán. Así pasaban los días hasta que en una ocasión todos los
muchachos que vivíamos en las calles consiguieron robar dos barriles de un caro
licor llamado sake. Un licor tan caro que solo pueden permitírselo aquellas
personas de fortuna. Todos los mozos corrieron con los barriles hasta una de
las casas viejas y abandonadas del sur de La Hoja, cerca de la Iglesia de las
aves. Llevaron los barriles de un extremo a otro de la ciudad. – Recordó
Kushina con diversión. – Antes de abrir los barriles, tuvimos que ir a buscar
todo aquello que nos sirviese de vaso y yo tuve suerte encontré una vieja taza
de hierro y un cucharón de madera que tenía el mango partido. Bajé hasta el río
y los limpié tan rápido como pude, me acerqué a Minato y le ofrecía la taza
mientras que yo me quedaba con el cucharón. – Kushina soltó el brazo para
seguir caminando a su lado. – Nadie esperó a que todos contaran con algo que le
sirviese de recipiente y cuando volvimos, ya uno de los barriles estaba
abierto. – Sonrió al sentir como el viento removió su pelo rojo. – Minato y yo
corrimos hasta el barril y llenamos nuestros recipiente con el sake, recuerdo
que tenía un sabor muy fuerte y que rápidamente me sentí mareada, feliz y
acalorada. – Miró a Naruto un instante. – No recuerdo mucho solo que a la
mañana siguiente cuando me desperté estaba junto a Minato y ambos estábamos
desnudos. Él estaba encima de mí así que tuve quitármelo de encima y al mismo
tiempo que lo apartaba me di cuenta… de bueno... –Kushina enrojeció tanto como
su pelo. – En fin, había pasado aquello que puedes imaginar y ninguno de los
dos lo recodábamos pero desde ese día Minato cambió, él ya no era él mismo
conmigo y sentía que cada vez estaba más extraño hasta que desapareció. – Dijo
con tristeza. – No sé por qué se fue tan repentinamente pero no supe nada más
de él durante dos meses. Entonces, apareció Rin frente a mí y me contó acerca
de un hombre que había convencido a muchos de los mozos que vivían en la calle
hasta formar un grupo y en el que estaba Minato. Me contó lo que planeaban
hacer, lo cual era una insensatez ya que se trataba de interceptar el carruaje
de un noble. Yo fui en su busca hasta que lo encontré, intenté hacerlo desistir
pero ya era demasiado tarde, él se había decidido a hacer aquella temeridad. –
Una lágrima rodó por la blanca mejilla de la mujer. – Sin importarme lo que
pudiese ocurrir, lo intenté seguir pero un hombre me agarró por el brazo y me
susurró a la oreja que no molestase o me mataría y luego, me tiró al suelo pero
un fuerte dolor me impidió levantarme para seguirlo y terminé desmayándome.
Cuando desperté ya era demasiado tarde y escuché a la gente hablando sobre lo
ocurrido. También, escuché como decían que todos los ladrones habían muerto,
ese día lloré mucho. Lloré porque sabía que no lo volvería a ver porque debía
haber sido valiente y dicho que si hablaba en serio sobre mis sentimientos.
Lloré porque sentí como había muerto en vida pero después naciste tú, tan
parecido a tu padre pero a la vez a mí. Ese día, me volví a sentir viva. –
Confesó Kushina derramando lágrimas. – Haz sido mi esperanza, mi luz y mi
aliento Naruto. – Murmuró.
Naruto se acercó a su madre y la abrazó
con fuerza mientras escuchaba sus sollozos mientras apretaba su mandíbula para
no derramar lágrimas él también, pues sentía que debía mantener la compostura
en ese momento aunque lo que realmente deseaba, era llorar junto a su madre,
llorar el dolor que Kushina había albergado durante tanto tiempo en el fondo de
su corazón.
Madre e hijo estuvieron abrazados hasta
que Kushina terminó de desahogarse.
– Madre, gracias.
La mujer miró al chico sin necesidad de
preguntar aquello que su hijo agradecía.
– Tú historia me ayudado a comprenderte
y a entenderme. – Naruto llenó sus pulmones de aire para luego soltarlo
lentamente.
– Entonces, ¿volverás a La Hoja?.
– Sí, regresaré a la ciudad. – Miró a
su madre antes de añadir. – Afrontaré mis inquietudes y no permitiré que el
temor me acoja, no quiero arrepentirme de no haberlo intentado.
– Me alegra escuchar eso. Me agrada
saber que al final haces lo que debes, Naruto.
Naruto sonrió junto a su madre.
Kushina sonreía orgullosa de su hijo y
también, estaba contenta de que Naruto ya conociese la verdad, su verdad, una
verdad que no se atrevió a contarle antes por miedo al rechazo de su vástago
pero en el instante que terminó su relato, no solo se sintió mejor con ella
misma sino que pudo ver como su hijo la miraba con el mismo amor que siempre le
había profesado y una pequeña parte de ella se reprendía por no haberle contado
de ello.
Naruto sonreía feliz porque gracias a
la historia de su madre pudo encontrar el coraje suficiente para volver a La
Hoja y también, porque ahora no solo comprendía la actitud de su madre sino que
la miraba con adoración. Ella había sufrido sola, había tenido su dolor
encerrado en su corazón por tantos años había cargado con esa pesada pena y,
aún así, le había trasmitido tanta fuerza de voluntad que no podía hacer menos
que quererla aún más de lo que ya lo hacía.
– Ahora... ahora pienso que debí sincerarme
contigo desde hace mucho.
– No diga eso, puede que si me lo
hubiese dicho en otro momento su historia no le hubiese prestado tanta atención
como ahora y no sabría percatarme de su valor, de toda la importancia de su
relato.
Kushina miró a su hijo como si frente a
ella hubiese otra persona, una persona que no era su hijo.
– No me había percatado de que has
crecido mucho, Naruto. Ya eres todo un hombre y ni siquiera me había dado
cuenta de ello. – Kushina abrazó a Naruto. – Ya no debo de preocuparme tanto
por ti. – Murmuró deshaciendo el abrazo.
– Deberíamos volver. – Opinó Naruto al
sentir como una ráfaga de viento más fuerte elevó el cabello rojo de su
madre y
bailó sobre ella.
– Sí, parece que hoy el día no será muy
bueno debido a este viento. – Aprobó mientras recogía su larga melena con una
cinta amarilla.
Ambos dieron la vuelta y comenzaron a
caminar de vuelta hacia la aldea.
– Madre, ¿puedo preguntaros algo?. –
Preguntó mirando a su madre que asintió con la cabeza. – Puede que no sea lo
más apropiado ahora y sabiendo que amó tanto a mi padre pero... ¿aún sentís
amor hacia su recuerdo?.
Kushina sonrió y se detuvo provocando
que Naruto también se parase.
– En aquel tiempo quise mucho a tu
padre pero ya han pasado muchos años y mi corazón solo alberga un cariño hacia
su recuerdo. – Miró a su hijo. – Tú me enseñaste a cerrar mis heridas y aunque
es cierto que no he vuelto a sentir las mismas emociones que sentí por Minato,
no significa que mi corazón no esté dispuesto a volver a amar. – Kushina se
abrazó al brazo de su hijo. – Ya no soy la mujer joven y bella de antaño, los
años han pasado por mí pero la vida me mostró lo bonito y doloroso de ella y si
es su capricho el que Minato muriese, él que tú seas mi hijo y la posibilidad
de no volver a conocer el amor no me importa porque ya he conocido sus
misterios. – Kushina apoyó su cabeza en el brazo de Naruto. – Para mí, tu padre
ya solo es lo que es, una persona importante que forma parte de pasado pero hay
algo que debes de saber Naruto. – La mujer miró a Naruto. – Igual que una llama
solo hace falta una chispa para que se prenda pero de la misma manera se extingue
como un suspiro. El amor tienes que alimentarlo y avivarlo para que esa llama
no se apague, si es que de verdad quieres conservarlo.
Naruto asintió ante el sabio consejo de
su madre y ambos caminaron juntos por el sendero hasta la aldea.
El resto del día Naruto la pasó más
tiempo junto a su madre, más de lo que había estado en todo ese año y por
primera vez de lo que llevaba en esa aldea, se percató del agradable ambiente
que había en el Remolino.
Al anochecer Naruto les contó a Sasame
y Haku de su regreso a la ciudad y aunque estos lloraron y suplicaron porque se
quedase no consiguieron hacerlo desistir, Naruto ya había tomado la decisión y
tenía todo el apoyo de su madre que había decidido cocinar las comidas
favoritas de su hijo.
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