- Brío.-
Aun
las estrellas reinaban en la bóveda celeste cuando las campanillas de la puerta
de la casa de Naruto repiquetearon con intensidad pero el sonido que indicaba
que estaban llamando a la puerta se escuchó lejano dentro de la alcoba donde
dormían los propietarios de la morada.
Sasuke
abrió perezosamente los parpados al ser despertado por el tintineante ruido
hasta que se percató de que el sonido que captaba procedía de la puerta de la
casa y, entonces, se levantó abruptamente consiguiendo que los huesos de su
espalda crujieran dolorosamente, haciéndole gimotear de incomodidad.
– ¿Qué
ocurre?. – Preguntó un somnoliento Naruto al ser despertado por su esposo al
intentar levantarse ya que había deshecho el abrazo y percatándose del sonido de
las campanillas de la entrada de su puerta que estaban sonando a esas horas tan
tempranas e inusuales para recibir visitas.
– Es
el cobrador de impuestos, debo apresurarme en ir a pagarle porque si no, la
próxima vez que venga habrá que pagar el canon de retraso y no contamos con
tanto dinero. – Aclaró Sasuke. – Ya los impuestos son demasiado caros como para
tener que hacernos cargos de pagar la tasa de retraso*.
–
Sasuke, dile a ese cobrador que no vuelva a esta casa porque la próxima vez que
vuelva, no habrá nadie viviendo aquí. – Acotó Naruto con aplomo.
Sasuke
se detuvo un instante para mirar a su marido y percatarse de que hablaba muy
seriamente antes de suspirar, porque él no deseaba abandonar esa casa donde sus
hijos habían nacido. Siendo que le doncel sentía que era el único lugar que
había podido llamar hogar después de la pérdida del palacio del marquesado de
Sharingan donde las llamas le había arrebatado todo lo que conocía y quería.
– Le
diré. – Simplemente respondió Sasuke mientras intentaba aceptar el marcharse de
esa casa y ahogar el dolor que le provocaría el dejar el edificio donde comenzó
su matrimonio junto a muchos importantes y felices vivencias que habían
ocurrido en el interior de ese edificio.
Una
vez el doncel se había vestido, cogió la bolsita que contenía el dinero para
pagar los impuestos antes de encaminarse hasta el pórtico principal de la
morada, al abrir la puerta se encontró con la imponente presenciad del
cobrador. Un hombre alto y de mirada severa que estaba acompañado por cinco
guardas que resguardaban el dinero cobrado a los súbditos del rey y un joven
lacayo que tenía entre sus manos un cofre cerrado con un candado, en el cual se
guardaban las monedas recaudadas por los impuestos.
–
¡Buen día!. – Saludó Sasuke con cortesía y educación.
–
¡Buen día!. – Respondía el hombre al saludo con desinterés. – Estaba a punto de marcharme y ya sabéis lo que
significaría si tuviese que pasar por vuestra morada una segunda vez para que
paguéis las remuneraciones establecidas por el rey Orochimaru. – Conmemoró con
jocosidad mientras pensaba en que el desvalido doncel no tendría forma de hacer
frente a la subida de los impuestos que supondría el pagar el retraso de pago.
– No me gustaría tener que arrestaros por incumplimiento de la ley de tributos
establecida por el rey Orochimaru. – Se mofó haciendo que el doncel frunciera
el ceño con desagrado a sus burlescas palabras.
– No
se preocupe, aquí tiene el dinero de los impuestos de este mes que será el
último impuesto que pagué. – Aseguró Sasuke mientras vaciaba el dinero que
contenía la pequeña bolsa sobre las manos del cobrador que parecía disfrutar el
sentir como caían las monedas sobre las palmas de sus manos.
– ¿Es
qué pretende marchar a otro lugar?. – Preguntó con gracia, pues dudaba de las
palabras de Sasuke mientras escrutaba sus viejas y decentes ropas con la mirada.
– Muchas personas dicen eso para que no pase por sus casas a exigirle lo
mandado por el rey Orochimaru y no esperaba de vuestra boca escuchar tales
palabras pero supongo que el hambre cambia el alma voluble de personas como
usted.
– No
miento en lo que digo, podrá venir y tocar esta puerta cuantas veces quiera.
Incluso, podrá echar abajo la puerta para entrar e intentar cobrar los
impuestos dictaminados por el rey pero no habrá nadie en esta casa a la que
pueda exigirle dinero para pagar los impuestos. Se lo aseguro. – Afirmó Sasuke
para escuchar al hombre reír sin creer ni una sola de sus palabras.
– Sí,
así ha de ser, no tenga dudas de que lo haré. ¡Que tenga un buen día, prócer*!.
– Se despidió el hombre después de depositar el dinero en el interior de
cofrecillo y hacer una marca en el papel con la pluma entintada.
Sasuke
cerró la puerta y apoyó su frente sobre la madera, en espera que el enfado que
había engendrado después soportar las risas del cobrador desapareciera de su
cuerpo y alma, sin llegar a percatarse que había alguien a su espalda que había
escuchado todo y solo se percató de esta persona cuando se aproximó lo
suficiente para apoyar la espalda a la puerta del pórtico.
– Que
no te hieran las palabras de ese hombre, tú has hablado con la verdad y ya se
percatará cuando venga a esta casa y la encuentre vacía. – Aseguró Naruto
después de un rato mientras miraba el firmamento por el que el amanecer
comenzaba a aparecer mientras las pocas estrellas que quedaban parecían
apagarse como la llama de una vela y los cantos de los gallos sonaban a coro
anunciando el inicio del nuevo día.
– Lo
sé. – Afirmó antes de suspirar y mirar al hombre a su lado. – No me gustaría
marcharme de aquí. Esta casa es donde hemos guardado nuestra unión, donde han
nacido nuestros hijos y donde he encontrado resguardo después de que mi familia
muriera tan cruelmente. – Rememoró con dolor.
– No
tenemos otra opción, Sasuke. Debemos marcharnos, aquí no hay nada que nos
permita criar a nuestros hijos sin miedos y seguridad de verlos crecer como se
deben. Sabes que es lo que debemos hacer. – Dijo Naruto mirando a su esposo.
– Lo
sé pero… ¿es inaceptable el temer dejar el reino en el que has nacido y crecido?.
Sé que no estoy siendo sensato al pronunciar mis palabras pero no puedo dejar
de atormentarme ante el hecho de partir aunque puede que se deba a todo lo que
está ocurriendo a mí alrededor pero… – Habló Sasuke rápidamente y percatándose
que no estaba siendo correcto se interrumpió así mismo. – Lo siento, mis
palabras no tienen sentido. – Se disculpó para comenzar a alejarse de su
cónyuge para dirigirse al interior de la casa.
–
Sasuke, no es ninguna malicia el temer por querer proteger a tus hijos y familiares,
yo lo hago todo el tiempo. Tengo miedo a cada instante pero mi sentido de
cuidaros es mayor que mis temores y por ello, haré todo lo que pueda para
protegeros y sé que en este reino no podremos gozar de la felicidad que
merecemos. – Naruto terminó mirando al doncel con intensidad, el cual asintió
con la cabeza antes de entrar a la casa y comenzar a preparar el desayuno.
Todos
los habitantes de la casa se encontraban sentados a la mesa, desayunando las
sobras de la cena que había quedado en la olla en silencio como si sopesara
sobre ellos el inicio de un diálogo que tardaba en comenzar por lo difícil que
sería.
–
Pareciera que estamos orando en la iglesia y no desayunando como merecemos. –
Rompió el hielo Kushina bastante incómoda por el silencio formado en el que
solo se escuchaba el ruido de los cubiertos y el sorber de la sopa.
–
Madre, no digáis ese tipo de sandeces frente a los niños. – Respondió Naruto
apartando su plato en el que aún quedaba algo de sopa. – Ahora que estamos
todos os comunico que dentro de cuatro semanas deberemos abandonar esta casa.
Hoy Sasuke pagó la mesada correspondiente a este mes pero no contaremos
con genins suficiente para afrontar el pago de la próxima vez que venga el
tesorero real para pedir el dinero de los impuestos establecido por el monarca.
– Informó con seriedad mientras se llevaba a la boca un trozo de pan duro.
– ¿A
dónde iremos? ¿No tenemos lugar al que ir?. – Inquirió sorprendido Itachi
mirando a su hermano que continuaba comiendo tranquilamente como si no
escuchara lo que su marido hablaba.
– Si
nos hubiéramos marchado al día siguiente de llegar a esta ciudad, lo habría
comprendido pero en la situación en la que nos encontramos, ¿crees qué es lo
más pertinente?. Lo digo por los niños, nosotros podemos aguantar la crudeza
del clima o de las calles y todos, aquí presentes, conocemos las calles a la
perfección como para no desear que más niños se críen entre basuras y alimañas.
– Espetó Minato.
– Yo
no quiero que Minako pase por la misma y horrible experiencia por la que Sasuke
y yo nos vimos obligados a vivir. Ni siquiera deseo pensar en ello, las calles
no son el lugar adecuado para los niños. – Afirmó Itachi en un intento de hacer
desistir a su cuñado de abandonar la casa cuando estaban en plena unificación
de las personas que se manifestaban ante los abusos del rey Orochimaru.
– Por
supuesto que he pensado en los pormenores que implica el dejar esta casa y,
también, con lo que estamos haciendo, el conseguir hombres para poder enfrentar
a ese… hombre. – Naruto se interrumpió a sí mismo al percatarse de que los
niños continuaban sentados a la mesa comiendo su desayuno mientras escuchaban
atentamente lo que los adultos discutían. – No tenemos otra opción, será mejor
marcharnos que ser arrestados por incumplimiento de pago a los impuestos del
rey dejando a los niños solos en la calles sin nadie que los ampare, eso sería
mucho más cruel. – Recordó Naruto lo contado por Gaara en caso de que una
familia no pudiese pagar los impuestos. – También, he pensado en transformar
las carretas por carromatos de viaje. Tenemos suficientes caballos para que
tiren de los carromatos y por lo que he visto, no habéis vendido ninguna de las
tres carretas y tampoco las herramientas de carpintería, así como la madera que
compre la última vez que oficié de carpintero en esta ciudad. Puede que haya
pasado algún tiempo que no trabajo la carpintería pero sé que puedo terminar a
tiempo. Solo tenéis que confiar en mí.
– Si estás
seguro, no tengo más objeciones, solo permíteme ayudarte. No soy un artesano
pero ya he tenido la oportunidad de trabajar al servició de maestros carpinteros.
– Acotó Minato.
–
Entonces, está decidido. Le contaré a Gaara en cuanto llegue. – Finalizó la
discusión Naruto.
Cuando
Gaara llegó a la casa de su amigo, en esta ocasión solo ya que Sai y sus hijos
se habían quedado ayudando en la posada de los padres de Gaara, Naruto le contó
sobre su decisión de abandonar la casa que tanto esfuerzo le costó reconstruir antes
de encaminarse en busca de las personas que les eran indicadas para convencer
de que se unieran a su causa.
Los
tres hombres acordaron que solo utilizarían medio día para ir de un lado para
el otro de la ciudad convenciendo a las personas líderes de los grupos que
causaban disturbios y predicaban las injusticias dictadas por el rey
Orochimaru. El resto del día, sería para que Naruto y Minato pudiesen repara y
modificar las viejas carretas en vehículos de viaje.
Cuando
había llegado el quinto día, Naruto, Minato y Gaara dejaron el caminar de un
lado para el otro de la ciudad ya que habían logrado hablar con la mayoría de
los hombres que tenían un grupo que lo apoyaba, así que volvieron a donde se
encontraba Hidan, quien lo citó al día siguiente para que conocieran a algunas
personas que también aceptaron el aliarse para ir a enfrentar al monarca del
Reino del Fuego.
Al
cabo de una semana, Naruto y Minato consiguieron más tiempo para trabajar en
las carretas ya que al haber logrado la unificación de los grupos de la ciudad,
solo quedaban con todos los líderes de esos grupos junto a Hidan una vez a la
semana para hablar, donde se revelaba los abusos de la guardia sobre las
familias, las ancias por dirigirse al castillo y la insoportable situación en
la que había sucumbido las gentes de la ciudad bajo el yugo del rey Orochimaru.
Asimismo, también se conversaban en esas reuniones lo peligroso que sería
abordar el castillo real en esos momentos, ya que no contaban con hombres
suficientes.
Sin
embargo, en tres semanas la unión de los amotinados se convirtió en un enorme
grupo protestante que luchaban por sus derechos ante las injusticia del
monarca, se convirtió en un secreto a voces entre las descontentas personas que
habitaban en la ciudad de La Hoja que cuidaban y comenzaba a extenderse fuera
de la ciudad para llegar hasta el lugar más recóndito del Reino del Fuego
provocando que comenzaran a llegar a la ciudad grupos de personas que acampaban
a las afueras mientras esperaban el ansiado día para manifestarse y ser
escuchado por el soberano del Reino de Fuego de la precaria situación a la que
los había sumido.
En
esas tres semanas, Naruto y Minato habían logrado terminar los carros de viaje
con ayuda de Gaara y sus habilidades de herrero, así como el conseguir más
madera para poder terminar adecuadamente el último carromato. Naruto y Minato
terminaban de ajustar a los caballos en el que Kyubi y Kusanagi se ocuparían de
tirar del carromato más grande mientras que los otros dos corceles tirarían cada
uno de uno de los dos carromatos que quedaban.
Cuando
los donceles terminaron de introducir en las carretas el equipaje que habían
hecho con lo que presentían era importante, Naruto abrió el pórtico para poder
salir a la calle con los carromatos y una vez todos los vehículos se
encontraban fuera de la casa, cerró la gran puerta para luego, volver a subir
al carromato y blandir las riendas mientras emitía el característico sonido
para indicarles a los equinos que debían comenzar a moverse.
La
pequeña caravana de tres carromatos era liderada por Naruto, seguido por
Kushina y finalmente, Minato para dirigirse a las ruinas que antaño formaron el
hermoso palacio del marquesado de Sharingan y las cuales, le proporcionaría la
suficiente intimidad antes de poder dejar el Reino del Fuego.
No
obstante, ni Minato ni Naruto esperaron encontrarse a Gaara conduciendo un gran
carromato con dos equinos en una de las entradas y salidas de la ciudad de La
Hoja.
–
¿Gaara, qué haces aquí?. – Inquirió Naruto deteniendo a los caballos y
saltándose el saludo.
– No
es obvio, os acompañaré. Yo tampoco voy a quedarme en la ciudad gastando mis
últimos genins en los impuestos de un rey desconsiderado. Además, que lo he
cavilado mucho y hablado con mi esposo para decidir que cuando todo esto
termine, nosotros también dejaremos el reino para ir al Reino de la Arena donde
vive Temari. – Declaró Gaara. – Intenté convencer a mi hermano y mis padres de
que vinieran conmigo pero ellos se niegan a abandonar los negocios y la ciudad,
aún tienen esperanzas de que los abusos terminen y todo vuelva a como era años
atrás. – Mencionó desalentado.
– Si esa es tu decisión, no tengo nada más que decir. – Contestó Naruto porque conocía a su amigo y sabía que daría igual cuantos impedimento o escusas utilizara, ya que una vez Gaara se decidía no había forma de hacerlo cambiar de idea.
Los
cuatro carromatos llegaron a su destino provisional, pasando por las
improvisadas tiendas en la que se habían instalado las familias venidas de los
pueblos y aldeas cercanas a La Hoja en espera de ayudar con la intromisión al
castillo.
Cuando
los cuatro hombres llegarón a su destino, liberaron a los equinos de los
vehículos y ataron sus riendas a un árbol donde podían comer los frescos brotes
de hierba mientras que los hombres le preparaban una cerca para que se pudieran
mover más libremente los caballos. Para suerte de los animales, el bosque joven
que había cerca de las ruinas les permitió a los tres hombres encontrar buena
madera y en forma de finos postes los fijaron al suelo y con algunos clavos,
formaron la valla que resguardaría a los caballos.
Todos
los días que Naruto, Gaara y Minato entraban o salían de la ciudad estaban
obligados a pasar por el improvisado campamento formado por las personas que
venían de un pueblo, villa, aldea o ciudad más lejana movidos por la causa de
unificación de los grupos de la ciudad de La Hoja que creaban disturbios en
forma de protestas.
Había
pasado dos meses y ya contaban con los suficientes hombres como para ir hasta
el castillo real y entrar a la fuerza, siendo por ello, el motivo de que ya se
hubiera decidido el que el momento ya había llegado, lo que Naruto, Minato y
Gaara rápidamente le hicieron saber a Hidan y el resto de oradores que
promovían los disturbios y protestas ante los abusos del monarca.
–
Niños, venid. Ya es hora de dormir. – Llamaron los donceles a sus hijos que jugueteaban
cerca del fuego y dejando a los tres hombres solos, Kushina se había ido
temprano a la cama.
Minato,
Naruto y Gaara bebían sentados alrededor de la hoguera que habían hecho para
cocinar y tener la suficiente luz que ahuyentara a los animales salvajes y a
los lobos de acercarse a ellos o a sus jamelgos.
–
Mañana será el día. – Murmuró lo suficientemente alto Minato para que lo
lograran escuchar los otros dos hombres.
–
Cuando comenzamos, ya sabíamos que este día llegaría. – Contestó Gaara antes de
beber el vino que bailaba dentro de su vaso de madera.
– Sé
que debería de estar seguro pero… ¿qué haremos una vez estemos frente a ese
maldito?. Me encantaría lograr el hacerlo confesar sus crímenes y todo el Reino
del Fuego conociera lo miserable que es. Solo me contentaría con que esa verdad
apareciera como oro ante los mineros. – Comentó Minato dejando su taza de
hierro en el suelo. – Ese hombre jamás debió ser rey. – Escupió como si las
palabras le quemaran en la boca.
– Yo
también he pensado en ello, sé que no lograremos el que anuncie todo lo que ha
sido capaz para conseguir sus ambiciones pero no quiero quedarme con los brazos
cruzados. El simple hecho de haber intentado mostrar quien es realmente el
actual rey que rige el reino será más que confortable para mi alma. – Afirmó
Naruto.
El
silencio sucumbió a los hombres que miraban las llamas de la hoguera como si
esperaran que esta conversara y les influyera como debían de proceder antes de
que llegara el momento de estar frente a Orochimaru.
–
Mañana será un día muy agotador, será mejor que descansemos bien. – Aconsejó
Naruto antes de levantarse y dejando su vaso de madera olvidado en el lugar que
estaba sentado.
–
¡Buena noche!. – Se limitó a decir Minato para también marcharse a descansar
siendo Gaara el último que se marchara de la cercanía del fuego.
La
mañana llegó fría y silenciosa como pronosticando lo que iba a ocurrir ese día
que ni siquiera los pajarillos habían salido de sus nidos para cantar sus
alegres melodías.
Los
tres hombres se despidieron de sus parejas y también de la mujer, escuchando
palabras de aliento junto a oraciones a la divinidad para que los cuidara y
volvieran sanos y salvos antes de montar sobre sus caballos para encaminarse a
la ciudad pero grande fue la sorpresa de Minato, Gaara y Naruto cuando en medio
del campamento se encontraban todos los hombres en espera de partir hacia el
castillo llevando en sus manos cualquier objetos que le podía servir de arma.
Hidan
al ver a los recién llegados, decidió que ya era momento para dar su discurso
previo antes de ir al castillo real y donde bendecía a todos los hombres en una
oración por su valía.
Cuando
terminó el rezo, que profetizaba triunfo para su causa, se acercó a los tres
jinetes montado sobre su humilde asno junto a Hayate, el cual cabalgaba sobre
un viejo caballo que aseguraba haber sido un esplendido jamelgo años
anteriores. Hidan rápidamente puso al tanto a los tres hombre de la escaramuza
que pretendían llevar a cabo mientras que Hayate solo se limitaba a añadir
algún corto aporte y en el que Naruto, Gaara y Minato se percataron sería un
asalto al castillo a la fuerza lo que se acontecería y no el entrar
pacíficamente como habían deseado.
Sin
embargo, nadie espero que un grupo de guardas se enterará de lo que pretendían
hacer ese día y fuera a buscarlos e impedir lo que se proponían hacer las
personas descontentas por las leyes establecidas por Orochimaru pero que fue
recibido por una lluvia de objetos que variaban de piedras hasta zapatos,
lanzados por las mujeres, los donceles y los niños que acompañaron a sus
maridos o ancianos y padres que convivían en el improvisado campamento,
logrando retener a los guardas de la ciudad de La Hoja y permitiendo que los
hombres pudieran marchar hasta el castillo real.
Por el
camino al castillo, los hombres reían de lo que a los guardas de la ciudad de
La Hoja le había ocurrido, alabando a sus mujeres, donceles, hijos, abuelos,
padres y suegros por enfrentarse a los guardas y deseando entrar al castillo y
estar frente al rey.
Muchos
de los hombres opinaban ilusoriamente sobre la actitud del monarca, otros eran
más recelosos en sus palabras pero todas las conversaciones terminaban en
esperanzas de poder cambiar la situación en la que se encontraban sumidos.
Naruto,
Gaara y Minato solo se dedicaban a escuchar y observar las actuaciones de todos
los hombres, cuyos lazos había unido era el descontento y la pobreza en que se
habían sumergido.
El
enorme grupo de hombres no tardó en llegar al castillo real donde el enorme pórtico
que daba acceso al castillo estaba cerrado y los guardas reales se encontraban
apuntando con sus flechas a los recién llegados, indicando que los estaban
esperando.
– Marchaos
de aquí, el rey Orochimaru os lo ordena como vuestro monarca. – Anunció un
hombre con una vestimenta diferente a los otros guardias reales que hacía
suponer que se trataba de alguien con un cargo superior.
– ¡No
nos marcharemos!. – Gritó un hombre desafiantemente a los guardias de la corona.
–
¡Solo queremos que el rey Orochimaru nos escuche!. – Gritó otro hombre
comenzando de esta manera un millar de gritos apoyando el querer ver al
monarca.
– No
os lo repetiré más veces, volved a vuestras casas y se os perdonará esta osadía
al rey. – Ordenó el guarda de alto cargo pero su advertencia no fueron
escuchadas por todos los hombres y con un movimiento de su mano derecha, indicó
a uno de los arqueros que disparara su arco como advertencia, logrando que la
flecha se clavara en la pierna de un campesino que aulló de dolor al ser
herido.
Aquel
acto de advertencia no consiguió lo esperado por los guardias al servicio del
rey y Gaara, Naruto y Minato no pudieron hacer nada más que observar desde la
lejanía cuando los gritos, maldiciones e insultos comenzaron, al mismo tiempo
que la horda de hombres corrían clavando en la gruesa madera las herramientas
que tenían en sus manos para poder entrar al castillo mientras una lluvia de
flecha comenzaba a dejar cadáveres y heridos a las puertas del castillo real.
– Esto
se ha tornado en un campo de muerte. – Susurró Minato observando lo que ocurría
con impotencia ya que él no deseaba que estuviera ocurriendo aquello.
–
Apresurémonos, a entrar y conseguir salvar a alguno de nuestros hermanos. – Ordenó Hidan para dirigirse a la
parte trasera del castillo que, en ese momento, no contaba con la seguridad
apropiada debido a que los guardas del castillo se encontraba toda al frente
masacrando a los pobres hombres que habían decidido poner sus vidas en juego
para ser el señuelo.
Con
ayuda de escaleras, cruzaron el foso y con las cuerdas atadas en ganchos
lanzadas con fuerza al aire, consiguieron subir las altas paredes de piedra del
castillo y atacar, sorpresivamente, a los guardias reales que dejaron de lanzar
flecha a los hombres que intentaban abrir la puerta de entrada para confrontar
a los que habían logrado entrar al castillo por la retaguardia del edificio.
Minato,
Naruto y Gaara también entraron al castillo pero su destino fue otro, ya que
mientras los hombres luchaban con los guardias reales, ellos iban a buscar al
rey Orochimaru, evitando enfrentamientos pero antes de entrar a una de las
salas principales, escucharon los gritos de dolor y el sonido de las cadenas
moviéndose para abrir la enorme puerta, permitiendo que los hombres que aún
seguían con vida lograran entrar al castillo y unirse a la batalla de sus
compañeros.
Sin
embargo, Naruto, Gaara y Minato no fueron los únicos que ingresaron a los
pasillos y salas del castillo en busca del monarca sino que muchos hombres
también se adentraron y movidos por el dolor y la furia de ver a sus camaradas
muertos o heridos habían comenzado a arremeter en contra del personal que
servía en el castillo y prender fuego a todo lo que encontraban a su paso y
podía arder.
Ante
lo que estaba sucediendo, Naruto miró a su amigo ya que sabía que su madre
trabajaba allí y esperaba que no fuera víctima de la matanza que se estaba
llevando a cabo en ese momento.
– Le
conté sobre lo que ocurriría hoy y le rogué que no viniera a trabajar al castillo
hasta que me lo prometió. No tengo nada de qué preocuparme. – Reveló Gaara para
continuar buscando al rey junto a su amigo y Minato.
Los
tres hombres habían corrido por los pasillos en busca de Orochimaru pero por
cada habitación diferente que iban dejando a su paso, no había rastro del
soberano del Reino del Fuego.
–
¡Maldición!. Parece como si se lo hubiera tragado la tierra. – Comentó Minato
exhausto mientras se detenían para recuperar el aliento ya que no habían dejado
de correr por los largos pasillos del castillo donde los amotinados parecían
alcanzarlo e incendiar cada cuarto que ellos ya habían inspeccionado en busca
de la presencia del monarca.
– Con
toda la maldad que ha hecho, no ha sido la tierra quien se lo ha llevado sino
el mismo demonio. – Objetó Gaara. – Este castillo no parece acabar.
–
Dejad la jocosidad para después de que encontremos a ese miserable y continuemos
o no podremos enfrentarlo. Si nos quedamos quietos seremos presa de las llamas
y la demencia en la que se han sumido los hombres. – Indicó Naruto al escuchar
los gritos cercanos provocados por los hombres que se habían trastornado al ver
derramar la sangre de sus aliados.
Los
tres hombres volvieron a retomar su búsqueda hasta encontrar lo que parecía el
aposento real debido a las lujosas decoraciones que contenía la alcoba.
– Este
debe de ser el aposento de los reyes. – Habló Gaara internándose a la
habitación.
–
Seguramente, tengas razón pero parece que tampoco se encuentra aquí. – Apoyó
Naruto al adentrarse seguido de Minato para inspeccionar el cuarto.
– Sí,
parece que aquí no hay nadie más que nosotros. – Objetó Gaara al percatarse de
que estaban ellos solos en la alcoba para dirigirse a la salida seguido de su
amigo.
–
¡Mirad!. – Señaló Minato levantando uno de los enormes y hermosos tapices que
escondía un pasadizo antes de que Naruto y Gaara abandonaran la habitación. –
Ese maldito ha tenido que escapar por aquí, debemos adentrarnos y alcanzarlo
antes de que sea demasiado tarde.
–
Entonces, dejemos de discutir y adentrémonos. – Opinó Naruto para ver como sus
compañeros asentían con la cabeza antes de que los tres se internaran en el
misterioso pasadizo.
Aclaración de los términos:
* Tasa
de retraso: Se trata de un interés añadido que debe de pagar y aumenta la
cantidad a pagar. Un ejemplo claro que podéis encontrar en la vida real está en
las entidades bancarias, puesto que estos aparecen en hipotecas, prestamos o
avales, los cuales al no pagarse en su debido momento no solo se debe pagar el
dinero acordado sino también un dinero añadido o interés acumulado.
*Prócer:
Sinónimo de señor y que utilizado en esa frase para nombrar a los donceles de
forma educada, así como decimos señor y señora.
*La
manera de actuar de los hombres que Naruto, Minato y Gaara habían conseguido
reunir con ayuda de los líderes de los grupos que creaban disturbios es la
consecuencia de los abusos del monarca y que en muchos países termia formando
una guerra civil en la que los causantes o causante intenta huir. Un ejemplo
claro fue la conocida Revolución Rusa que reúne todos sucesos que condujeron a
la derroca del Zar (1917, s. XX) y que al igual que la Revolución Francesa
(1789 – 1799, finales del s. XIII) fue una gran influencia para otros países.
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