domingo, 28 de mayo de 2017

Repercusiones -44-


- Brío.-

Aun las estrellas reinaban en la bóveda celeste cuando las campanillas de la puerta de la casa de Naruto repiquetearon con intensidad pero el sonido que indicaba que estaban llamando a la puerta se escuchó lejano dentro de la alcoba donde dormían los propietarios de la morada.

Sasuke abrió perezosamente los parpados al ser despertado por el tintineante ruido hasta que se percató de que el sonido que captaba procedía de la puerta de la casa y, entonces, se levantó abruptamente consiguiendo que los huesos de su espalda crujieran dolorosamente, haciéndole gimotear de incomodidad.

– ¿Qué ocurre?. – Preguntó un somnoliento Naruto al ser despertado por su esposo al intentar levantarse ya que había deshecho el abrazo y percatándose del sonido de las campanillas de la entrada de su puerta que estaban sonando a esas horas tan tempranas e inusuales para recibir visitas.

– Es el cobrador de impuestos, debo apresurarme en ir a pagarle porque si no, la próxima vez que venga habrá que pagar el canon de retraso y no contamos con tanto dinero. – Aclaró Sasuke. – Ya los impuestos son demasiado caros como para tener que hacernos cargos de pagar la tasa de retraso*.

– Sasuke, dile a ese cobrador que no vuelva a esta casa porque la próxima vez que vuelva, no habrá nadie viviendo aquí. – Acotó Naruto con aplomo.

Sasuke se detuvo un instante para mirar a su marido y percatarse de que hablaba muy seriamente antes de suspirar, porque él no deseaba abandonar esa casa donde sus hijos habían nacido. Siendo que le doncel sentía que era el único lugar que había podido llamar hogar después de la pérdida del palacio del marquesado de Sharingan donde las llamas le había arrebatado todo lo que conocía y quería.

– Le diré. – Simplemente respondió Sasuke mientras intentaba aceptar el marcharse de esa casa y ahogar el dolor que le provocaría el dejar el edificio donde comenzó su matrimonio junto a muchos importantes y felices vivencias que habían ocurrido en el interior de ese edificio.

Una vez el doncel se había vestido, cogió la bolsita que contenía el dinero para pagar los impuestos antes de encaminarse hasta el pórtico principal de la morada, al abrir la puerta se encontró con la imponente presenciad del cobrador. Un hombre alto y de mirada severa que estaba acompañado por cinco guardas que resguardaban el dinero cobrado a los súbditos del rey y un joven lacayo que tenía entre sus manos un cofre cerrado con un candado, en el cual se guardaban las monedas recaudadas por los impuestos.

– ¡Buen día!. – Saludó Sasuke con cortesía y educación.

– ¡Buen día!. – Respondía el hombre al saludo con desinterés. –  Estaba a punto de marcharme y ya sabéis lo que significaría si tuviese que pasar por vuestra morada una segunda vez para que paguéis las remuneraciones establecidas por el rey Orochimaru. – Conmemoró con jocosidad mientras pensaba en que el desvalido doncel no tendría forma de hacer frente a la subida de los impuestos que supondría el pagar el retraso de pago. – No me gustaría tener que arrestaros por incumplimiento de la ley de tributos establecida por el rey Orochimaru. – Se mofó haciendo que el doncel frunciera el ceño con desagrado a sus burlescas palabras.

– No se preocupe, aquí tiene el dinero de los impuestos de este mes que será el último impuesto que pagué. – Aseguró Sasuke mientras vaciaba el dinero que contenía la pequeña bolsa sobre las manos del cobrador que parecía disfrutar el sentir como caían las monedas sobre las palmas de sus manos.

– ¿Es qué pretende marchar a otro lugar?. – Preguntó con gracia, pues dudaba de las palabras de Sasuke mientras escrutaba sus viejas y decentes ropas con la mirada. – Muchas personas dicen eso para que no pase por sus casas a exigirle lo mandado por el rey Orochimaru y no esperaba de vuestra boca escuchar tales palabras pero supongo que el hambre cambia el alma voluble de personas como usted.

– No miento en lo que digo, podrá venir y tocar esta puerta cuantas veces quiera. Incluso, podrá echar abajo la puerta para entrar e intentar cobrar los impuestos dictaminados por el rey pero no habrá nadie en esta casa a la que pueda exigirle dinero para pagar los impuestos. Se lo aseguro. – Afirmó Sasuke para escuchar al hombre reír sin creer ni una sola de sus palabras.

– Sí, así ha de ser, no tenga dudas de que lo haré. ¡Que tenga un buen día, prócer*!. – Se despidió el hombre después de depositar el dinero en el interior de cofrecillo y hacer una marca en el papel con la pluma entintada.

Sasuke cerró la puerta y apoyó su frente sobre la madera, en espera que el enfado que había engendrado después soportar las risas del cobrador desapareciera de su cuerpo y alma, sin llegar a percatarse que había alguien a su espalda que había escuchado todo y solo se percató de esta persona cuando se aproximó lo suficiente para apoyar la espalda a la puerta del pórtico.

– Que no te hieran las palabras de ese hombre, tú has hablado con la verdad y ya se percatará cuando venga a esta casa y la encuentre vacía. – Aseguró Naruto después de un rato mientras miraba el firmamento por el que el amanecer comenzaba a aparecer mientras las pocas estrellas que quedaban parecían apagarse como la llama de una vela y los cantos de los gallos sonaban a coro anunciando el inicio del nuevo día.

– Lo sé. – Afirmó antes de suspirar y mirar al hombre a su lado. – No me gustaría marcharme de aquí. Esta casa es donde hemos guardado nuestra unión, donde han nacido nuestros hijos y donde he encontrado resguardo después de que mi familia muriera tan cruelmente. – Rememoró con dolor.

– No tenemos otra opción, Sasuke. Debemos marcharnos, aquí no hay nada que nos permita criar a nuestros hijos sin miedos y seguridad de verlos crecer como se deben. Sabes que es lo que debemos hacer. – Dijo Naruto mirando a su esposo.

– Lo sé pero… ¿es inaceptable el temer dejar el reino en el que has nacido y crecido?. Sé que no estoy siendo sensato al pronunciar mis palabras pero no puedo dejar de atormentarme ante el hecho de partir aunque puede que se deba a todo lo que está ocurriendo a mí alrededor pero… – Habló Sasuke rápidamente y percatándose que no estaba siendo correcto se interrumpió así mismo. – Lo siento, mis palabras no tienen sentido. – Se disculpó para comenzar a alejarse de su cónyuge para dirigirse al interior de la casa.

– Sasuke, no es ninguna malicia el temer por querer proteger a tus hijos y familiares, yo lo hago todo el tiempo. Tengo miedo a cada instante pero mi sentido de cuidaros es mayor que mis temores y por ello, haré todo lo que pueda para protegeros y sé que en este reino no podremos gozar de la felicidad que merecemos. – Naruto terminó mirando al doncel con intensidad, el cual asintió con la cabeza antes de entrar a la casa y comenzar a preparar el desayuno.

Todos los habitantes de la casa se encontraban sentados a la mesa, desayunando las sobras de la cena que había quedado en la olla en silencio como si sopesara sobre ellos el inicio de un diálogo que tardaba en comenzar por lo difícil que sería.

– Pareciera que estamos orando en la iglesia y no desayunando como merecemos. – Rompió el hielo Kushina bastante incómoda por el silencio formado en el que solo se escuchaba el ruido de los cubiertos y el sorber de la sopa.

– Madre, no digáis ese tipo de sandeces frente a los niños. – Respondió Naruto apartando su plato en el que aún quedaba algo de sopa. – Ahora que estamos todos os comunico que dentro de cuatro semanas deberemos abandonar esta casa. Hoy Sasuke pagó la mesada  correspondiente a este mes pero no contaremos con genins suficiente para afrontar el pago de la próxima vez que venga el tesorero real para pedir el dinero de los impuestos establecido por el monarca. – Informó con seriedad mientras se llevaba a la boca un trozo de pan duro.

– ¿A dónde iremos? ¿No tenemos lugar al que ir?. – Inquirió sorprendido Itachi mirando a su hermano que continuaba comiendo tranquilamente como si no escuchara lo que su marido hablaba.

– Si nos hubiéramos marchado al día siguiente de llegar a esta ciudad, lo habría comprendido pero en la situación en la que nos encontramos, ¿crees qué es lo más pertinente?. Lo digo por los niños, nosotros podemos aguantar la crudeza del clima o de las calles y todos, aquí presentes, conocemos las calles a la perfección como para no desear que más niños se críen entre basuras y alimañas. – Espetó Minato.

– Yo no quiero que Minako pase por la misma y horrible experiencia por la que Sasuke y yo nos vimos obligados a vivir. Ni siquiera deseo pensar en ello, las calles no son el lugar adecuado para los niños. – Afirmó Itachi en un intento de hacer desistir a su cuñado de abandonar la casa cuando estaban en plena unificación de las personas que se manifestaban ante los abusos del rey Orochimaru.

– Por supuesto que he pensado en los pormenores que implica el dejar esta casa y, también, con lo que estamos haciendo, el conseguir hombres para poder enfrentar a ese… hombre. – Naruto se interrumpió a sí mismo al percatarse de que los niños continuaban sentados a la mesa comiendo su desayuno mientras escuchaban atentamente lo que los adultos discutían. – No tenemos otra opción, será mejor marcharnos que ser arrestados por incumplimiento de pago a los impuestos del rey dejando a los niños solos en la calles sin nadie que los ampare, eso sería mucho más cruel. – Recordó Naruto lo contado por Gaara en caso de que una familia no pudiese pagar los impuestos. – También, he pensado en transformar las carretas por carromatos de viaje. Tenemos suficientes caballos para que tiren de los carromatos y por lo que he visto, no habéis vendido ninguna de las tres carretas y tampoco las herramientas de carpintería, así como la madera que compre la última vez que oficié de carpintero en esta ciudad. Puede que haya pasado algún tiempo que no trabajo la carpintería pero sé que puedo terminar a tiempo. Solo tenéis que confiar en mí.

– Si estás seguro, no tengo más objeciones, solo permíteme ayudarte. No soy un artesano pero ya he tenido la oportunidad de trabajar al servició de maestros carpinteros. – Acotó Minato.

– Entonces, está decidido. Le contaré a Gaara en cuanto llegue. – Finalizó la discusión Naruto.

Cuando Gaara llegó a la casa de su amigo, en esta ocasión solo ya que Sai y sus hijos se habían quedado ayudando en la posada de los padres de Gaara, Naruto le contó sobre su decisión de abandonar la casa que tanto esfuerzo le costó reconstruir antes de encaminarse en busca de las personas que les eran indicadas para convencer de que se unieran a su causa.

Los tres hombres acordaron que solo utilizarían medio día para ir de un lado para el otro de la ciudad convenciendo a las personas líderes de los grupos que causaban disturbios y predicaban las injusticias dictadas por el rey Orochimaru. El resto del día, sería para que Naruto y Minato pudiesen repara y modificar las viejas carretas en vehículos de viaje.

Cuando había llegado el quinto día, Naruto, Minato y Gaara dejaron el caminar de un lado para el otro de la ciudad ya que habían logrado hablar con la mayoría de los hombres que tenían un grupo que lo apoyaba, así que volvieron a donde se encontraba Hidan, quien lo citó al día siguiente para que conocieran a algunas personas que también aceptaron el aliarse para ir a enfrentar al monarca del Reino del Fuego.

Al cabo de una semana, Naruto y Minato consiguieron más tiempo para trabajar en las carretas ya que al haber logrado la unificación de los grupos de la ciudad, solo quedaban con todos los líderes de esos grupos junto a Hidan una vez a la semana para hablar, donde se revelaba los abusos de la guardia sobre las familias, las ancias por dirigirse al castillo y la insoportable situación en la que había sucumbido las gentes de la ciudad bajo el yugo del rey Orochimaru. Asimismo, también se conversaban en esas reuniones lo peligroso que sería abordar el castillo real en esos momentos, ya que no contaban con hombres suficientes.

Sin embargo, en tres semanas la unión de los amotinados se convirtió en un enorme grupo protestante que luchaban por sus derechos ante las injusticia del monarca, se convirtió en un secreto a voces entre las descontentas personas que habitaban en la ciudad de La Hoja que cuidaban y comenzaba a extenderse fuera de la ciudad para llegar hasta el lugar más recóndito del Reino del Fuego provocando que comenzaran a llegar a la ciudad grupos de personas que acampaban a las afueras mientras esperaban el ansiado día para manifestarse y ser escuchado por el soberano del Reino de Fuego de la precaria situación a la que los había sumido.

En esas tres semanas, Naruto y Minato habían logrado terminar los carros de viaje con ayuda de Gaara y sus habilidades de herrero, así como el conseguir más madera para poder terminar adecuadamente el último carromato. Naruto y Minato terminaban de ajustar a los caballos en el que Kyubi y Kusanagi se ocuparían de tirar del carromato más grande mientras que los otros dos corceles tirarían cada uno de uno de los dos carromatos que quedaban.

Cuando los donceles terminaron de introducir en las carretas el equipaje que habían hecho con lo que presentían era importante, Naruto abrió el pórtico para poder salir a la calle con los carromatos y una vez todos los vehículos se encontraban fuera de la casa, cerró la gran puerta para luego, volver a subir al carromato y blandir las riendas mientras emitía el característico sonido para indicarles a los equinos que debían comenzar a moverse.

La pequeña caravana de tres carromatos era liderada por Naruto, seguido por Kushina y finalmente, Minato para dirigirse a las ruinas que antaño formaron el hermoso palacio del marquesado de Sharingan y las cuales, le proporcionaría la suficiente intimidad antes de poder dejar el Reino del Fuego.

No obstante, ni Minato ni Naruto esperaron encontrarse a Gaara conduciendo un gran carromato con dos equinos en una de las entradas y salidas de la ciudad de La Hoja.

– ¿Gaara, qué haces aquí?. – Inquirió Naruto deteniendo a los caballos y saltándose el saludo.

– No es obvio, os acompañaré. Yo tampoco voy a quedarme en la ciudad gastando mis últimos genins en los impuestos de un rey desconsiderado. Además, que lo he cavilado mucho y hablado con mi esposo para decidir que cuando todo esto termine, nosotros también dejaremos el reino para ir al Reino de la Arena donde vive Temari. – Declaró Gaara. – Intenté convencer a mi hermano y mis padres de que vinieran conmigo pero ellos se niegan a abandonar los negocios y la ciudad, aún tienen esperanzas de que los abusos terminen y todo vuelva a como era años atrás. – Mencionó desalentado.

– Si esa es tu decisión, no tengo nada más que decir. – Contestó Naruto porque conocía a su amigo y sabía que daría igual cuantos impedimento o escusas utilizara, ya que una vez Gaara se decidía no había forma de hacerlo cambiar de idea.

Los cuatro carromatos llegaron a su destino provisional, pasando por las improvisadas tiendas en la que se habían instalado las familias venidas de los pueblos y aldeas cercanas a La Hoja en espera de ayudar con la intromisión al castillo.

Cuando los cuatro hombres llegarón a su destino, liberaron a los equinos de los vehículos y ataron sus riendas a un árbol donde podían comer los frescos brotes de hierba mientras que los hombres le preparaban una cerca para que se pudieran mover más libremente los caballos. Para suerte de los animales, el bosque joven que había cerca de las ruinas les permitió a los tres hombres encontrar buena madera y en forma de finos postes los fijaron al suelo y con algunos clavos, formaron la valla que resguardaría a los caballos.

Todos los días que Naruto, Gaara y Minato entraban o salían de la ciudad estaban obligados a pasar por el improvisado campamento formado por las personas que venían de un pueblo, villa, aldea o ciudad más lejana movidos por la causa de unificación de los grupos de la ciudad de La Hoja que creaban disturbios en forma de protestas.

Había pasado dos meses y ya contaban con los suficientes hombres como para ir hasta el castillo real y entrar a la fuerza, siendo por ello, el motivo de que ya se hubiera decidido el que el momento ya había llegado, lo que Naruto, Minato y Gaara rápidamente le hicieron saber a Hidan y el resto de oradores que promovían los disturbios y protestas ante los abusos del monarca.

– Niños, venid. Ya es hora de dormir. – Llamaron los donceles a sus hijos que jugueteaban cerca del fuego y dejando a los tres hombres solos, Kushina se había ido temprano a la cama.

Minato, Naruto y Gaara bebían sentados alrededor de la hoguera que habían hecho para cocinar y tener la suficiente luz que ahuyentara a los animales salvajes y a los lobos de acercarse a ellos o a sus jamelgos.

– Mañana será el día. – Murmuró lo suficientemente alto Minato para que lo lograran escuchar los otros dos hombres.

– Cuando comenzamos, ya sabíamos que este día llegaría. – Contestó Gaara antes de beber el vino que bailaba dentro de su vaso de madera.

– Sé que debería de estar seguro pero… ¿qué haremos una vez estemos frente a ese maldito?. Me encantaría lograr el hacerlo confesar sus crímenes y todo el Reino del Fuego conociera lo miserable que es. Solo me contentaría con que esa verdad apareciera como oro ante los mineros. – Comentó Minato dejando su taza de hierro en el suelo. – Ese hombre jamás debió ser rey. – Escupió como si las palabras le quemaran en la boca.

– Yo también he pensado en ello, sé que no lograremos el que anuncie todo lo que ha sido capaz para conseguir sus ambiciones pero no quiero quedarme con los brazos cruzados. El simple hecho de haber intentado mostrar quien es realmente el actual rey que rige el reino será más que confortable para mi alma. – Afirmó Naruto.

El silencio sucumbió a los hombres que miraban las llamas de la hoguera como si esperaran que esta conversara y les influyera como debían de proceder antes de que llegara el momento de estar frente a Orochimaru.

– Mañana será un día muy agotador, será mejor que descansemos bien. – Aconsejó Naruto antes de levantarse y dejando su vaso de madera olvidado en el lugar que estaba sentado.

– ¡Buena noche!. – Se limitó a decir Minato para también marcharse a descansar siendo Gaara el último que se marchara de la cercanía del fuego.

La mañana llegó fría y silenciosa como pronosticando lo que iba a ocurrir ese día que ni siquiera los pajarillos habían salido de sus nidos para cantar sus alegres melodías.

Los tres hombres se despidieron de sus parejas y también de la mujer, escuchando palabras de aliento junto a oraciones a la divinidad para que los cuidara y volvieran sanos y salvos antes de montar sobre sus caballos para encaminarse a la ciudad pero grande fue la sorpresa de Minato, Gaara y Naruto cuando en medio del campamento se encontraban todos los hombres en espera de partir hacia el castillo llevando en sus manos cualquier objetos que le podía servir de arma.

Hidan al ver a los recién llegados, decidió que ya era momento para dar su discurso previo antes de ir al castillo real y donde bendecía a todos los hombres en una oración por su valía.

Cuando terminó el rezo, que profetizaba triunfo para su causa, se acercó a los tres jinetes montado sobre su humilde asno junto a Hayate, el cual cabalgaba sobre un viejo caballo que aseguraba haber sido un esplendido jamelgo años anteriores. Hidan rápidamente puso al tanto a los tres hombre de la escaramuza que pretendían llevar a cabo mientras que Hayate solo se limitaba a añadir algún corto aporte y en el que Naruto, Gaara y Minato se percataron sería un asalto al castillo a la fuerza lo que se acontecería y no el entrar pacíficamente como habían deseado.

Sin embargo, nadie espero que un grupo de guardas se enterará de lo que pretendían hacer ese día y fuera a buscarlos e impedir lo que se proponían hacer las personas descontentas por las leyes establecidas por Orochimaru pero que fue recibido por una lluvia de objetos que variaban de piedras hasta zapatos, lanzados por las mujeres, los donceles y los niños que acompañaron a sus maridos o ancianos y padres que convivían en el improvisado campamento, logrando retener a los guardas de la ciudad de La Hoja y permitiendo que los hombres pudieran marchar hasta el castillo real.

Por el camino al castillo, los hombres reían de lo que a los guardas de la ciudad de La Hoja le había ocurrido, alabando a sus mujeres, donceles, hijos, abuelos, padres y suegros por enfrentarse a los guardas y deseando entrar al castillo y estar frente al rey.

Muchos de los hombres opinaban ilusoriamente sobre la actitud del monarca, otros eran más recelosos en sus palabras pero todas las conversaciones terminaban en esperanzas de poder cambiar la situación en la que se encontraban sumidos.

Naruto, Gaara y Minato solo se dedicaban a escuchar y observar las actuaciones de todos los hombres, cuyos lazos había unido era el descontento y la pobreza en que se habían sumergido.

El enorme grupo de hombres no tardó en llegar al castillo real donde el enorme pórtico que daba acceso al castillo estaba cerrado y los guardas reales se encontraban apuntando con sus flechas a los recién llegados, indicando que los estaban esperando.

– Marchaos de aquí, el rey Orochimaru os lo ordena como vuestro monarca. – Anunció un hombre con una vestimenta diferente a los otros guardias reales que hacía suponer que se trataba de alguien con un cargo superior.

– ¡No nos marcharemos!. – Gritó un hombre desafiantemente a los guardias de la corona.

– ¡Solo queremos que el rey Orochimaru nos escuche!. – Gritó otro hombre comenzando de esta manera un millar de gritos apoyando el querer ver al monarca.

– No os lo repetiré más veces, volved a vuestras casas y se os perdonará esta osadía al rey. – Ordenó el guarda de alto cargo pero su advertencia no fueron escuchadas por todos los hombres y con un movimiento de su mano derecha, indicó a uno de los arqueros que disparara su arco como advertencia, logrando que la flecha se clavara en la pierna de un campesino que aulló de dolor al ser herido.

Aquel acto de advertencia no consiguió lo esperado por los guardias al servicio del rey y Gaara, Naruto y Minato no pudieron hacer nada más que observar desde la lejanía cuando los gritos, maldiciones e insultos comenzaron, al mismo tiempo que la horda de hombres corrían clavando en la gruesa madera las herramientas que tenían en sus manos para poder entrar al castillo mientras una lluvia de flecha comenzaba a dejar cadáveres y heridos a las puertas del castillo real.

– Esto se ha tornado en un campo de muerte. – Susurró Minato observando lo que ocurría con impotencia ya que él no deseaba que estuviera ocurriendo aquello.

– Apresurémonos, a entrar y conseguir salvar a alguno de nuestros  hermanos. – Ordenó Hidan para dirigirse a la parte trasera del castillo que, en ese momento, no contaba con la seguridad apropiada debido a que los guardas del castillo se encontraba toda al frente masacrando a los pobres hombres que habían decidido poner sus vidas en juego para ser el señuelo.

Con ayuda de escaleras, cruzaron el foso y con las cuerdas atadas en ganchos lanzadas con fuerza al aire, consiguieron subir las altas paredes de piedra del castillo y atacar, sorpresivamente, a los guardias reales que dejaron de lanzar flecha a los hombres que intentaban abrir la puerta de entrada para confrontar a los que habían logrado entrar al castillo por la retaguardia del edificio.

Minato, Naruto y Gaara también entraron al castillo pero su destino fue otro, ya que mientras los hombres luchaban con los guardias reales, ellos iban a buscar al rey Orochimaru, evitando enfrentamientos pero antes de entrar a una de las salas principales, escucharon los gritos de dolor y el sonido de las cadenas moviéndose para abrir la enorme puerta, permitiendo que los hombres que aún seguían con vida lograran entrar al castillo y unirse a la batalla de sus compañeros.

Sin embargo, Naruto, Gaara y Minato no fueron los únicos que ingresaron a los pasillos y salas del castillo en busca del monarca sino que muchos hombres también se adentraron y movidos por el dolor y la furia de ver a sus camaradas muertos o heridos habían comenzado a arremeter en contra del personal que servía en el castillo y prender fuego a todo lo que encontraban a su paso y podía arder.

Ante lo que estaba sucediendo, Naruto miró a su amigo ya que sabía que su madre trabajaba allí y esperaba que no fuera víctima de la matanza que se estaba llevando a cabo en ese momento.

– Le conté sobre lo que ocurriría hoy y le rogué que no viniera a trabajar al castillo hasta que me lo prometió. No tengo nada de qué preocuparme. – Reveló Gaara para continuar buscando al rey junto a su amigo y Minato.

Los tres hombres habían corrido por los pasillos en busca de Orochimaru pero por cada habitación diferente que iban dejando a su paso, no había rastro del soberano del Reino del Fuego.

– ¡Maldición!. Parece como si se lo hubiera tragado la tierra. – Comentó Minato exhausto mientras se detenían para recuperar el aliento ya que no habían dejado de correr por los largos pasillos del castillo donde los amotinados parecían alcanzarlo e incendiar cada cuarto que ellos ya habían inspeccionado en busca de la presencia del monarca.

– Con toda la maldad que ha hecho, no ha sido la tierra quien se lo ha llevado sino el mismo demonio. – Objetó Gaara. – Este castillo no parece acabar.

– Dejad la jocosidad para después de que encontremos a ese miserable y continuemos o no podremos enfrentarlo. Si nos quedamos quietos seremos presa de las llamas y la demencia en la que se han sumido los hombres. – Indicó Naruto al escuchar los gritos cercanos provocados por los hombres que se habían trastornado al ver derramar la sangre de sus aliados.

Los tres hombres volvieron a retomar su búsqueda hasta encontrar lo que parecía el aposento real debido a las lujosas decoraciones que contenía la alcoba.

– Este debe de ser el aposento de los reyes. – Habló Gaara internándose a la habitación.

– Seguramente, tengas razón pero parece que tampoco se encuentra aquí. – Apoyó Naruto al adentrarse seguido de Minato para inspeccionar el cuarto.

– Sí, parece que aquí no hay nadie más que nosotros. – Objetó Gaara al percatarse de que estaban ellos solos en la alcoba para dirigirse a la salida seguido de su amigo.

– ¡Mirad!. – Señaló Minato levantando uno de los enormes y hermosos tapices que escondía un pasadizo antes de que Naruto y Gaara abandonaran la habitación. – Ese maldito ha tenido que escapar por aquí, debemos adentrarnos y alcanzarlo antes de que sea demasiado tarde.

– Entonces, dejemos de discutir y adentrémonos. – Opinó Naruto para ver como sus compañeros asentían con la cabeza antes de que los tres se internaran en el misterioso pasadizo.




Aclaración de  los términos:

* Tasa de retraso: Se trata de un interés añadido que debe de pagar y aumenta la cantidad a pagar. Un ejemplo claro que podéis encontrar en la vida real está en las entidades bancarias, puesto que estos aparecen en hipotecas, prestamos o avales, los cuales al no pagarse en su debido momento no solo se debe pagar el dinero acordado sino también un dinero añadido o interés acumulado.

*Prócer: Sinónimo de señor y que utilizado en esa frase para nombrar a los donceles de forma educada, así como decimos señor y señora.

*La manera de actuar de los hombres que Naruto, Minato y Gaara habían conseguido reunir con ayuda de los líderes de los grupos que creaban disturbios es la consecuencia de los abusos del monarca y que en muchos países termia formando una guerra civil en la que los causantes o causante intenta huir. Un ejemplo claro fue la conocida Revolución Rusa que reúne todos sucesos que condujeron a la derroca del Zar (1917, s. XX) y que al igual que la Revolución Francesa (1789 – 1799, finales del s. XIII) fue una gran influencia para otros países.

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