-Secretos.-
Naruto
junto a Minato galoparon con sus jamelgos hasta que consiguieron despistar a
los guardias reales del Reino del Fuego y habían llegado a los límites del
reino que deberían apresurarse a abandonar para conseguir escapar de sus
perseguidores para conseguir sobrevivir.
Naruto
desmontó a Kyubi de un ágil salto para acariciar la cabeza del caballo en forma
de recompensa antes de acercarlo a la fuente de agua natural que salía de la
pared rocosa y formaba el arrollo que se perdía en el acantilado de la montañas
en la que se encontraban.
Kyubi
relinchó con cansancio ante los golpecitos de su jinete que lo acercó al agua para
que bebiese mientras que Naruto agradecía que su equino fuera un animal joven y
fuerte porque de lo contrario, el haber estado galopando casi sin descanso en
esos cuatro días que tardaron en llegar a donde se encontraban ahora, Kyubi
abría muerto fatigado en algún lugar del trayecto. Además, Naruto agradecía que
su montura estuviera dispuesta a emprender el galope en cualquier momento para
mostrarle lo resistente y veloz que era.
Minato,
también, aprovechó aquel momento para acercar a su corcel a la fuente y pudiera
beber agua mientras él se acercaba al acantilado del camino de la escarpada
montaña, la cual limitaba al Reino del Fuego y el Reino del Rayo para observar
las faldas de las montañas que gozaban de poca vegetación debido al duro clima
que regía la zona.
– El
viento está volviéndose más fuerte. – Mencionó Naruto mirando al cielo que era
cubierto por nubes de un gris claro. – No parece que las nubes se vayan a
disipar.
– En
estas montañas es común que el cielo esté cubierto de nubes y será mejor que
encontremos pronto un refugió donde pasar la noche o la lluvia de rayos nos
tomará desprevenido. Además, el viento en la noche se vuelve demasiado fuerte y
no nos permitirá dar ni un solo paso, ni si quiera, si estamos cabalgando. –
Indicó Minato para sacar el arco de sus ropas y acercarse a un arbusto que no
dejaba de removerse a causa del viento para cortar con sus manos algunas de las
ramas del matorral.
– Sí.
– Afirmó Naruto para coger las riendas de Kyubi que había saciado su sed y
seguir a Minato que, también, había cogido en sus manos las riendas de su
caballo para ir en busca de un lugar al que resguardarse.
Los
dos hombres no tardaron en encontrar una cueva, la cual carecía de profundidad
pero era lo suficientemente grande para resguardarse de la tormenta de rayos y
el viento junto a los dos caballos.
–
Intenta encender una hoguera mientras intentaré traer algo para comer. – Indicó
Minato a Naruto antes de marcharse no muy lejos del lugar sin esperar a
escuchar la respuesta de su compañero.
Minato
subió la ladera y se sentó en una roca en la que comenzó a darle punta, con una
pequeña daga que estaba portando, a las ramas que anteriormente había cortado
en el pequeño arbusto, los cuales abundaban en el paraje desolado y cuando
terminó, empezó a buscar desesperadamente a alguna de las liebres que vivían en
la montaña.
Para
suerte de Minato, no fue una liebre lo que apareció ante sus ojos sino uno de
los cerdos salvajes que habitaban el lugar. El animalillo parecía estar muy
ocupado comiéndose las raíces de un arbusto antes de que comenzase la tormenta
eléctrica.
Minato
se agazapó entre los arbustos y los riscos del escarpado terreno y tomando una
de las ramas que había afilado una punta en uno de los extremos la apoyó en el
arco que tenía y, concentrándose todo lo posible, apuntó hacia el cerdo de
pelaje morrón, moteado de blanco y lanzó la flecha.
El
puerco gritó escandalosamente al sentir como el proyectil afilado se había
incrustado en su carne, hiriéndolo e iba a escapar en un intento de
supervivencia debido al dolor que la había causado la improvisada flecha pero
el marrano no había dado ni un paso cuando otra flecha se impactó en su cuerpo
y detrás de esta otra y otra en mitad de su huida. Cansado y herido de muerte,
el cerdo de montaña cayó al suelo.
Minato
corrió hasta el agonizante animal mientras sacaba su daga con la que le dio fin
a la vida del cerdo y antes de regresar al refugió en el que se guarecería
junto al mozo de la inminente lluvia de rayos, desolló las entrañas del puerco,
las cuales no se irían a comer pero que sería un festín para los osos y los
lobos que rondaban en busca de comida.
Cuando
el hombre se había marchado, Naruto buscó algo con lo que hacer una hoguera
pero debido a la usencia de árboles solo tuvo la opción de cortar con sus manos
las ramas de los arbustos que crecían dispersos y cuando creyó que había cogido
suficientes ramas, volvió a la cueva en la que los caballos parecían estar
nerviosos ante el cambio del viento.
Debido
al fuerte viento, Naruto era consciente de que no podría encender el fuego con
facilidad, así que cogiendo algunas piedras que comenzó a reunir y amontonar
entre sí, construyó un soporte para que el fuego no fuese apagado por culpa del
vendaval.
Luego,
Naruto amontonó las ramas dentro del hueco que había creado y tomó dos de las
ramas antes de sentarse a espaldas de la entrada de la cueva, que
proporcionaría un mayor porcentaje de éxito para poder encender el fuego.
Naruto
puso la rama más gruesa en el suelo y la abrió un poco con un puñal que tenía
escondido entre sus ropas, después colocó la otra rama más finas encima del
corte que había proporcionado a la otra rama y cogiendo la fina rama con sus
dos manos comenzó a frotarlas haciendo que la rama diese vueltas sobre la otra
ejerciendo fricción para, finalmente, conseguir que una pequeña estela de humo
apareciera.
Naruto
apartó la rama con la que ejercía presión y frotación para coger la rama más
gruesa hasta acercar sus labios a la frágil madera y comenzar a soplar un poco,
al mismo tiempo, que utilizaba una de sus manos como escudo para que el viento
no apagara las pequeñas ascuas que había conseguido crear.
Naruto
introdujo la rama con las ascuas en donde pretendía crear la hoguera y añadió
algunas hojas secas de las propias ramas, al mismo tiempo que con intentaba
avivar una llama con las ascuas, soplando hasta que, finalmente, lo logró
encender aquel fuego.
Cuando
Minato llegó, Naruto se encontraba tranquilizando a los caballos, los rayos
habían comenzado a caer y los relámpagos junto a los truenos estaban dominando
los cielos.
– Has
hecho una buena hoguera. – Alagó Minato mirando la especie de olla en la que el
fuego se mantenía vivaz. – No habrá problema para cocinar la carne. – Repuso dejando caer al suelo sin cuidado
alguno el cuerpo de su presa. – Es un cerdo adulto de estas montañas aunque
comparado con los puercos de crianza, este tiene el tamaño de un lechón. –
Explicó al percatarse de la mirada del mozo sobre el animal. – Su carne no
cuenta con mucha grasa pero nos dará la energía suficiente. – Comentó
descuerando el cadáver para luego, ponerlo sobre el fuego y las llamas no
tardaron en lamer la carne del puerco.
A
pesar de que el fuego provocara que el olor de la carne que calentaba fuera
delicioso y causara que el estómago de ambos hombres rugiera de hambre, Minato
y Naruto esperaron a que el cochinillo se terminara de cocinar para degustar la
carne que en algunas partes el fuego se había ocupado de quemar demasiado mientras
que fuera de la cueva, los rayos caían sin piedad siendo antes anunciados por
los truenos y los relámpagos.
Cuando
ambos hombres terminaron su comida, en la que solo quedó los huesos del animal,
acordaron el que uno debía hacer guardia mientras que el otro dormía aunque
debido a esa tormenta eléctrica no creían que nadie inoportuno apareciera pero
debido a su delicada situación, preferían prevenir.
En la
mañana, el viento se había convertido en una brisa y la lluvia de rayos había
desaparecido.
Naruto
y Minato continuaron su viaje con más tranquilidad al sentirse más seguro ya
que no habían aparecido guardas de la corte real, los cuales los perseguían
desde su infiltración al castillo.
El
ocaso estaba presente cuando los dos hombres pisaron las tierras pertenecientes
al Reino del Rayo.
–
Tendremos que acampar aquí esta noche, sería peligroso caminar por el Reino del
Rayo en plena oscuridad. – Indicó Minato deteniendo su caballo para desmontarlo
grácilmente.
–
Estamos al descubierto, no creo que sea buena idea el pasar la noche a la
intemperie. – Contestó mirando a su alrededor.
– Es
mejor pasar esta noche a las faldas de la sierra que acabamos de cruzar, que
poner en riesgos nuestras vidas a merced de los bandidos que abundan en este
reino. Aquí, tan cercanos a la limitación del Reino del Rayo no se acercaran y
no sería buena idea volver a las montañas, los rayos estarán por comenzar a
caer en la tierra. – Aconsejó Minato que comenzó a buscar materiales con los
que encender un fuego.
Aún
inseguro, Naruto desmontó a Kyubi y ayudó a su compañero a buscar los
materiales para poder encender un fuego, que no solo les proporcionaría calor
sino que también provocaría que los animales salvajes no se acercaran a ellos.
Cuando
por fin habían conseguido encender el fuego, los dos hombres se encontraban
sentados mirando las llamas de la fogata y escuchando el chisporroteo de las
ascuas.
– ¿Los
extrañas?. – La pregunta lanzada al aire como un suspiro que rompía el silencio
nocturno captó la atención del otro hombre.
– ¿A
qué te refieres, muchacho?.
– A
Itachi y a Minako. Ellos deben de estar angustiados por no haber vuelto a su
lado. – Afirmó con un tono amargo en su voz Naruto.
– Lo
mismo puedo preguntarte. Tu consorte y tus hijos deben estar aguardando tu
regreso.
Naruto
sonrió con cierta tristeza ante las palabras de su compañero.
–
¡Ah…! – Suspiró Naruto. – Logré que Sasuke me aceptara, que se casara conmigo
pero no tenemos hijos. Me marché sin que Dios nos bendijera con niño.
– No
debí preguntar. – Dijo con incomodidad Minato lanzando una piedra a la
oscuridad. – Los donceles son aún más difíciles que las mujeres para sus
asuntos. – Farfulló entre dientes recordando a muchos de sus amantes que le confesaban
ir en buscas de remedios para no traer hijos al mundo y sus maridos no se
enterasen de que le habían sido infieles.
–
Supongo que lo son. – Aceptó Naruto mirando hacia donde su caballo se
encontraba pastando. – Pero… Sasuke es la persona más importante para mí y si
no fuera por él, no conocería el valor que puede tener un doncel o dama para un
hombre.
– Sé a
qué te refieres con tus honestas palabras, muchacho, pero ten cuidado a quien
se las dices porque podrían tratarte por débil o embustero que solo busca el
encantar a damas y donceles ajenos. – Sonrió Minato. – Aunque yo no estoy en
una mejor posición que tú, Itachi ha conseguido lo que ninguna mujer o damisel
había logrado. Itachi pudo atraparme con sus artes de doncel y me trajo al
mundo la luz. – El hombre miró el cielo salpicado de estrellas en el que
algunas nubes perdidas continuaban su viaje en busca de sus compañeras. – A tu
pregunta de antes, no he dejado de pensar en Itachi y Minako desde el mismo
momento que se fue a tu lado y me preocupa el que estén desamparados de un
hombre que los proteja y los cuides.
– No
debes de preocuparte por eso, Itachi y tu hija están en mi casa junto a mi
esposo y sé que puedo contar con un buen amigo, al que considero como un
hermano, él se responsabilizará de Sasuke y no cerrará sus ojos al ver que bajo
el techo de mi casa está viviendo un doncel con su hija. Sé que puedo depositar
mi plena confianza en sus hombros. – Informó Naruto.
–
Espero que ese amigo tuyo haga lo que dices porque siento el haber dejado a
Itachi y Minako sin el cuidado de una casa de confianza.
–
Podéis estar seguro y creer lo que digo. – Acotó Naruto golpeándose el pecho
con su mano derecha para dar más fuerzas a sus palabras y Minato no pudo hacer
otra cosa que asentir con su cabeza mientras sonreía.
Después
de esas últimas palabras, ambos hombres se sumergieron en un silencio que los
acompañó hasta que se durmieron.
El
amanecer hizo que los dos hombres se despertaran para darse cuenta que una
enorme llanura se extendía a todo lo que su vista alcanzaba y un enorme lago se
encontraba cerca a ellos, así que ninguno de los dos hombres perdieron ocasión
para asearse y beber agua junto a sus jamelgos y continuar su viaje.
Sin
esperar, Minato se deshizo de todas sus ropas, quedando completamente desnudo y
mostrando su atlético cuerpo, aunque era delgado, sus músculos estaban bien
definidos.
–
Aprovecha la oportunidad que se nos presenta porque es posible que tardemos en
encontrar otro afluente de agua o en llegar a alguna aldea en este reino. –
Incitó Minato después de haberse zambullido en el lago.
Naruto
asintió con la cabeza y sin ningún tipo de vergüenza, al igual que Minato, se
desvistió para mostrar un cuerpo muy parecido al del otro hombre pero con la
diferencia de que sus carnes aún estuvieran en plena lozanía*.
Ambos
hombres disfrutaron de un instante de tranquilidad, nadando en las aguas
frescas y limpias del lago antes de salir para volverse a vestir con sus ropas
que habían dejado tiradas en el suelo sin preocuparse de que la suave brisa
pudiese llevarse sus únicas vestimentas.
Minato
había sido el primero en salir de las mansas aguas y vestirse para un rato más
tarde, Naruto abandonara el lago.
Sin
embargo, mientras Naruto se ponía sus ropas Minato se percató de una pequeña
marca con forma de corazón que estaba en el lateral derecho de su pecho.
– ¿Qué
tienes ahí?. – Preguntó con curiosidad Minato al mozo.
Naruto
se miró el lugar en donde la pequeña marca de color rosa se encontraba para
acto seguido, llevar su mano izquierda al lugar e intentar ocultarla con
bochorno.
– No,
no es nada. Solo se trata de una marca de nacimiento. – Respondió Naruto antes
de ponerse con rapidez su camisa y correr hasta donde estaba su montura
comiendo los escasos brotes de hierba que habían por allí.
Minato
se llevó su mano izquierda al costado derecho de su pecho, casi de manera
inconsciente, para luego sacudir su cabeza e ir hasta donde su corcel se
encontraba.
Habían
transcurrido tres años en la que Minato y Naruto no se habían detenido pero al
igual que ellos, la noticia del asesinato del monarca del Reino del Fuego, así
como el nombre del nuevo soberano, los había perseguido y junto a esas
noticias, también, aparecieron los mercenarios en busca de los asesinos del
anterior rey del Fuego que deseaban cobrar el dinero que se ofrecía por sus
cabezas.
Minato,
había decidido cortar sus cabellos y permitir que el color amarillo volviera a
coronar su cabeza para no ser reconocido con facilidad por los mercenarios que
los buscaban, al ser dos viajeros rubios no sospecharían tan fácilmente de
ellos mientras que Naruto, había ocultado las marcas de su rostro con vendas,
alegando a quien le preguntase que había sufrido heridas a causa del ataque de
unos bandidos y pasar desapercibidos.
En ese
momento, Minato y Naruto se encontraban en un pueblo pesquero, el cual se
conocía como Navegante y era conocido por ser puerto de piratas, corsarios y
ladrones. En el que no era difícil encontrarse con que las posadas también eran
burdeles y en las esquinas de cada calle, las personas maliciosas observaban en
espera de una oportunidad para cometer sus fechorías mientras que los
pescadores, descendientes de los verdaderos fundadores de aquel pueblecito,
intentaban vender sus capturas en el muelle a cualquiera que pasasen frente a
sus ojos.
Naruto
hizo una mueca de desencanto cuando escuchó los últimos alientos de un hombre
que salía de uno de los callejones del pueblo, con su mano en el pecho por el
que sangraba y donde había sido herido antes de caer al suelo para que un
corrillo de jovenzuelos se acercara al cadáver para arrebatarle todo aquello de
valor que pudiera poseer el fallecido.
– Este
pueblo será el peor lugar en el que pasemos la noche. – Aseguró Naruto
volviendo su mirada al frente.
– Por
suerte, no nos quedaremos mucho tiempo aunque deberemos rezar para que al
amanecer nuestros caballos se encuentren en el mismo lugar que lo dejamos. –
Comentó Minato mientras escuchaba la música procedente de las tabernas, así
como los canticos y las revueltas que se habían organizado en alguna de
aquellas cantinas.
Cuando
los cascos de los caballos pisaron el adoquinado muelle, ambos hombres se
bajaron de sus monturas para encaminarse a una de las tres posadas que había en
el pueblo y como era de esperar, dos mujeres de desvergonzado oficio se
acercaron a seducir a los recién llegados.
Sin
embargo, Minato y Naruto no hicieron caso a las artes de las dos mujeres y se
dirigieron a la barra donde el cantinero servía licores y vinos a sus clientes
o a las doncellas que trabajaban en su establecimiento.
–
¡Buena noche!, mi amigo y yo buscamos hospedaje. – Habló Minato mientras Naruto
intentaba alejar a una de las mujeres que insistía en seducirlo.
–
Escoged a algunas de las mozas y tendréis habitación pero el precio varía de la
mujer que elijas. – Indicó el hombre mientras sonreía mostrando su amarillenta
dentadura a la cual, le faltaban algunas piezas dentales. – La muchacha que
está junto a tu amigo vale cinco genins y su habitación tiene un precio de tres
genins pero si os vais con ella, debéis
compartir cuarto con tres mujeres más y sus acompañantes. – Dijo para
después reír. – Si queréis a una dama especial, con una alcoba privada, os
costará un total de tres jounins aunque os advierto que a ninguna de mis
señoritas especiales le permito que esté en la alcoba con más de un hombre.
Naruto
miró a Minato con curiosidad, si era cierto que ninguno de los dos estaba
interesado en compartir lecho con una de las mujeres, dudaban de que las otras
dos posadas que también eran burdeles le permitiese rentar un cuarto sin la
compañía de una de sus empleadas.
–
Entiendo vuestra postura, buen hombre, pero hemos caminado largo camino por las
estepas de Cactus y no poseemos tanto dinero. Si puede ofrecernos algo más
modesto para poder descansar, os lo agradeceríamos. – Pidió Minato.
– ¿Me tomáis
el pelo, señor?. – Inquirió el hombre ante tal petición. – Debería de tiraros a
la calle por despreciar a algunas de mis mozas pero como me habéis caído en
gracia, os diré que vayáis a la casa de la colina. Ahí vive madame Lili, ella
os recibirá con gusto si dais este sobre y le decís que vais de parte de Phill.
A
pesar de que Minato y Naruto pensaron que se podía tratar de una trampa o una
forma de echarlos del establecimiento, fueron hasta la casa que estaba construida
sobre una pequeña colina y que gozaba con una buena vista al muelle en el que
las pequeñas embarcaciones pesqueras se esparcían sobre el mar como pequeños
puntos de color oscuro.
Minato
tocó la puerta y una mujer madura salió. No se hizo esperar la pregunta de la
mujer con la contestación de Minato, quien le recitó las palabras del tabernero,
del cual dudaba que realmente se llamase Phill.
Sin
embargo, en contra de lo que pensaron el cantinero, les había dicho la verdad y
la mujer no solo le dejó entrar en la casa sino que les dio de comer una
deliciosa comida y les sirvió un buen vino.
Tanto
Minato como Naruto, se sorprendían de la cordialidad de la gente que habitaba
los pueblos del Reino del Ave al recibir a los viajeros, independientemente de
si estos eran personas buenas o peligrosas.
No
obstante, toda la buena voluntad que los dos hombres habían comenzado a creer
que tenían los habitantes de ese pueblo, fue destruida cuando a la mañana
siguiente fueron despertados por los relinchos de sus caballos y al bajar, se
percataron que la anciana como cuatro jóvenes, intentaban robarles sus corceles
pero estos estaban muy bien enseñados y no dejarían que nadie que no fuese sus
amos se acercara o los montases, siendo este el alboroto.
Cuando
el grupo de ladronzuelos y la mujer se percataron de su aparición, la mujer fingió estar
ahuyentando a los mozos mientras que el grupo de ladronzuelos huyeron del lugar
maldiciendo e insultando a los amos de los equinos que intentaban robar para
vender a algún comerciante de ese pueblo o campesino que se acercaba a cambiar
verduras y carne por pescado y marisco.
Tan
concentrados estaban Naruto y Minato en salvar a sus jamelgos, que no se
percataron que sus armas y el poco dinero con el que contaban les había sido
hurtado y cuando se percataron de ello, solo pudieron dar gracias de que sus
ropas siguieran con ellos, podrían volver a conseguir dinero haciendo algún
favor o trabajo y si andaban con suerte, encontrarían armas a buen precio en
cualquier armería o herrería de alguna ciudad de ese reino porque ni Minato ni
Naruto querían continuar en ese pueblo en el que habían sido burlados para
partir de allí rápidamente.
Cuatro
años más habían transcurrido, Minato y Naruto continuado viajando sin rumbo por
las tierras de los diferentes reinos pero con la excepción de pisar el
territorio del Reino del Fuego, del cual habían partido hacía ya siete años.
En
esos siete años, Naruto y Minato habían sufrido ataques de mercenarios que
estaban en busca de su cabeza y el dinero que se ofrecía por ella, habían
vivido el ser asaltados por bandidos en busca de todo aquello que portasen con
valor, burlados por ladronzuelos e incluso en el Reino de la Arena, los
soldados que combatían con el reino vecino intentaron arrebatarles sus caballos
con la escusa de la necesidad de ayudar al ejercito del Reino de la Arena a
derrotar a su enemigo, ya que estaba con escases de monturas y animales de
cargas.
En todos
esos años, ambos hombres se habían conocido más y a esas alturas confiaba uno
plenamente en el otro. En esos siete años, Naruto había aprendido a blandir una
espada, a defenderse con una sola daga o un pequeño puñal e incluso, a usar un
arco o una ballesta en la que la precisión de acertar a su objetivo debía ser
acompañado por una concentración absoluta y un templante seguro*. Sin hacer
mención, a que Naruto también aprendió a mover su cuerpo para defenderse sin
portar armas en sus manos y que no había pensado que esa forma de desplazar sus
articulaciones podría salvar su vida de un oponente armado más alto y pesado
que él. Es por ello, que Naruto veía más a Minato como un aprendiz mira a su
maestro que un camarada a su amigo.
Sin
embargo, Minato aún guardaba silencio sobre su identidad y de quien era él o su
difunto amigo, en realidad el mozo que se había convertido en hombre en esos
años pero, al mismo tiempo, Minato sentía una gran curiosidad acerca de su
compañero y el por qué tenía aquella marca en su cuerpo tan conocida para él.
Por
otro lado, Naruto se encontraba igual a Minato, deseaba conocer ciertos
detalles sobre el hombre que viajaba junto a él, le había estado enseñando a
utilizar armas, tantas y tan diversas, que solo podía llegar a conclusiones que
realmente no quería cree acerca de Minato, debido a lo bien que se llevaban.
Los
caballos terminaron de descender las montañas que formaban una sierra que
limitaban dos reinos y se habían detenido, haciendo que ambos jinetes dejaran
de pensar en banalidades para observar el paisaje cubierto de verdor salpicado
de blanco debido a que se encontraba en plena estación primaveral.
Naruto
se llevó una mano a la tela que cubría gran parte de su rostro para ocultar sus
mejillas marcadas por cicatrices para calmar su nerviosismo y Minato había
cerrado sus ojos, apretando sus párpados
con fuerza para disipar sus emociones.
–
Pensé que este día estaba aún muy lejano. – Comentó Naruto volviendo a bajar su
mano para coger la rienda de su jamelgo.
– Con
todo lo que hemos ido escuchando, no podemos hacer nada más pero recuerda que
no podemos ir directamente a…
– Lo
sé. – Interrumpió Naruto a Minato. – Podríamos ir a la aldea del Remolino, no
nos queda muy lejos de aquí y allí conozco personas que no dudarán en darnos su
mano.
– ¿Una
aldea?. – Repitió con inseguridad Minato. – ¿Estás seguro de esas personas?,
porque te recuerdo que las aldeas son pequeñas, donde todas las personas se
conocen y sabiendo donde nos encontramos…
– Son
personas de mi absoluta confianza. Las conozco muy bien. – Indicó Naruto para
que Minato se calmase pero este, suspiró derrotado, no le quedaba más que
confiar en el buen juicio de Naruto.
Los
dos, Minato y Naruto, se dirigieron a la pequeña y pintoresca aldea del
Remolino cuyo viaje duró día y medió, así que cuando llegaron a la aldea, la
noche se había hecho posesión de la bóveda celeste.
Minato
bajó de su jamelgo, al igual que lo había hecho su compañero y lo siguió por los
angostos caminos de tierra hasta una casa.
Naruto
al verse frente a la puerta de la casa donde estaba su madre se sintió
nervioso, hacía años que no la veía y ni siquiera sabía de todo lo que le había
ocurrido después de que regresó a la ciudad de La Hoja y armándose de valor,
golpeó la puerta al mismo tiempo que bajaba la tela que cubría su rostro y
mostrar su perfil.
La
puerta de la casa se abrió y apareció una mujer con un pañuelo atado en su
cabeza mientras su rostro estaba polvoreado de harina, lo cual indicaba que
estaba cocinando y ante la presencia de la persona frente a ella, solo pudo
abrir los ojos tanto como le era posible para luego, sentir como quería soltar
lágrimas de felicidad y su cuerpo comenzaba a temblar de emoción.
– Na…
Na… Na… – Era lo único que podía
pronunciar la mujer hasta que fue abrazada por los fuertes brazos de la
persona frente a ella y sintió como las lágrimas por fin se desprendieron de
sus ojos mientras correspondía al abrazo.
–
Madre. – Susurró Naruto disfrutando de la calidez que solo su madre podía
proporcionarle y durante un buen rato, madre e hijo disfrutaron del abrazo
antes de separarse con lentitud.
–
Naruto, hijo. Pensé que no volverías. Te he echado tanto de menos, hijo mío. –
Declaró volviendo a abrazar a su hijo.
– Lo
siento, madre. Han ocurrido muchos acontecimientos importantes en mi vida que
deseo contarte. – Aclaró con ternura Naruto, separando a su madre con delicadeza
de su cuerpo. – Debo deciros que no vengo en las mejores circunstancia y,
también, espero no os moleste pero conmigo viene un amigo, Kurama. – Presentó
Naruto apartándose para que su madre viera al hombre que estaba detrás de él,
observando todo como un silencioso espectador.
–
Disculpe mis modales pero no me había percatado de que estaba ahí. – Kushina se
limpió la cara y se inclinó un poco para hacer una gentil floritura al
desconocido, al que miró a la cara después de la brusca floritura. – ¡Mi… Minato!.
– Exclamó Kushina antes de desmayarse por la impresión, al reconocer al hombre
al que Naruto había presentado como Kurama.
–
¡Madre!. – Exclamó Naruto cogiendo a su madre a tiempo entre sus brazos antes
de que se golpease en el suelo.
–
¿¡Kushina!?. – Se asombró Minato por ver a la mujer que conocía del pasado.
Aclaración de los términos:
* Lozanía:
Proviene de la palabra lozano que significa jovial, nuevo, etc.
*Templante
seguro: Expresión que significa no tener nervios o dudas, en definitiva, tener
confianza en sí mismo.
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