-El inicio de todo.-
La última
guerra no solo trajo muertes y destrucción, sino que también aparecieron los
rastreadores y cazadores; Personas que se dedicaban a la búsqueda de individuos
con poderes especiales o “dones”, que vive oculta entre el resto de humanos
convencionales.
Muchas
de estas personas especiales fueron obligadas a entrar a centros exclusivos donde
fueron clasificados por sus habilidades especiales y estudiadas por los
científicos. Los especialistas, investigaban arduamente la forma de obtener un
fármaco para manipular a estos humanos y utilizarlos en el combate como un arma
más que llevar a la guerra y conseguir la victoria.
A
pesar de que hace 100 años que la guerra terminó, el gobierno no ha cancelado el
programa. Las inspecciones se continuaron haciendo y, hoy en día, se sigue
buscado personas con dones sin importar la edad o sexo del portador.
Afortunada,
o desafortunadamente, los experimentos aún no han logrado su objetivo y la
mayoría de las víctimas sometidas a los experimentos, mueren. En los pocos
casos de sobrevivir y lograr salir de tener hijos, estos nacen con una mutación
más fuerte, incluso, afectando el aspecto físico del individuo perdiendo la
apariencia humana como un efecto secundario de los experimentos a los que han
sido expuestos, obligatoriamente, sus progenitores.
Hoy en día, la organización Raíz es la encargada
de la investigación, rastreo y captura de estas personas con habilidades especiales
que viven escondidas en los grandes núcleos de población, quienes tienen la
esperanza de no ser encontrados por los rastreadores y obligados a servir como
cobayas humanas en los centros de exploración.
...Isla Luna...
Una
explosión en la parte este del CING (Centro de Investigaciones Neo Genética)
sonó en mitad de la noche, irrumpiendo la tranquilidad reinante. Las alarmas
comenzaron a sonar estridentemente junto a una luz intermitente de color rojo
que alertaba del daño sufrido en sus instalaciones.
El
personal de seguridad, organizado en grupos por secciones, corría con las armas
en sus manos hacia el punto que tenían designado en casos como estos.
Los
disparos, explosiones y gritos de dolor del personal ambu (los agentes de
seguridad) continuaron irrumpiendo en el edificio.
–
¡Señor! – Gritó un individuo con una máscara dorada entrando a un enorme
despacho de lujosa decoración. – Una de las muestras ha sido tomada por uno de
los internos del sector 014 y ha huido. – Comunicó con premura.
La
cara silla de cuero negro giró, mostrando a un hombre de 80 años con uno de sus
ojos vendados. Se levantó despacio con ayuda de un hermoso bastón de madera
tallada con una piedra roja incrustada en el mango.
El
hombre chasqueó la lengua e hizo una señal con la mano para que el ambu se
retirara.
...Ciudad de Konoha ~ Capital del País del
Fuego...
Un
chico de 24 años con pelo rubio, alborotado y corto pero dos mechones de pelo
más largo a los lados de su cara, pasando 3 centímetros su
mandíbula. Su piel de un suave color tostado y tres rayitas en cada mejilla
dormía espatarrado en la cama, dejando ver todo su torso desnudo. Las sábanas
junto a las mantas yacían enredadas en sus piernas y de sus labios caía un
pequeño río de babas mientras roncaba pero algunas palabras salían de su boca acompañada
de distintas expresiones en su rostro.
Un
joven de 25 años con el pelo negro y reflejos azules oscuros que llevaba
peinado con dos mechones que descendían a los lados de su cara hasta tocar su
pecho. En la parte de atrás lo tenía en punta y corto hasta la nuca donde
varias, largas y finas trenzas llegaban hasta la mitad de su espalda. Piel
blanca. De unos ojos negros, rasgados. Vestido con una bata blanca. Entró en la
habitación encontrándose con el durmiente rubio.
Se acercó
lentamente al borde de la cama y con sutiles movimientos quedó posicionado
encima del rubio. Sus piernas y brazos estaban a los lados del cuerpo que
dormía plácidamente. Bajó su cabeza con una sonrisa traviesa en sus delgados
labios hasta depositar un beso en la mejilla derecha del muchacho y siguió con
un camino de mordisquitos, lametones, succiones y besos por el tostado cuello.
Una
risita detuvo al mayor. Levantó la cabeza para encontrarse con unos hermosos
ojos azules brillantes, al igual que la sonrisa que dibujaba la boca del chico
bajo él y un inevitable sonrojo se apoderó de sus carrillos.
– ¡Buenos
días, Naruto!.– Fue lo que dijo el hombre de pelo color petróleo, antes de
intentar salir de allí pero unos brazos bronceados lo detuvieron dejándolo
acostado en la cama y abrazado al de ojos azules.
– ¿Adónde
crees que vas Sasuke? –Ronroneó en el oído del de ojos negros. – Yo aun no te
he dado mi saludo de la mañana. – Terminó de hablar girando su cuerpo y
posicionarse para dar un tierno y corto beso en los labios a su acompañante, quien
intentaba escapar.
– ¡Buenos
días...! – Canturreó juguetonamente sobre los labios de su compañero para
volver a besarlo.
Cuando
el beso se finalizó, los dos chicos salieron de la habitación, Naruto con un chichón
en la cabeza y Sasuke sonrojado mientras su ceño estaba fruncido, se dirigieron
a la pequeña cocina a desayunar.
El
piso en el que convivían no era muy grande, solo poseía dos habitaciones, un
baño, la sala y la cocina estaban unidas. Además del pequeño cuarto de lavado.
Era muy sencillo pero lo suficientemente bueno para poder vivir y el único que
encontraron con un precio económico en la gran ciudad de Konoha y capital del País
del Fuego.
– Es
extraño verte tomar zumo de naranja en vez de tu preciado y rutinario amargo
café negro. – Murmuró Naruto sin quitar la curiosa mirada del moreno, él que al
escuchar la palabra “café” sintió como el poco zumo que había ingerido y la
tostada subía por su garganta para salir expulsado por su boca con un agrio sabor.
Antes de que ocurriera el desastre salió corriendo con dirección al baño. Se
arrodilló y levantó a gran velocidad la tapa del retrete para echar fuera lo
poco que había tragado.
Con
paso apresurado el de tez morena lo siguió al servicio. Puso una mano en la
pálida y sudorosa frente de su compañero mientras con la otra mano se dedicó a
repartir caricias en la espalda de Sasuke, en un vano intento de
tranquilizarlo.
Cuando
terminó de vomitar se sentó en el suelo, al sentir como su cabeza daba vueltas
y un frió sudor empapaba su frente. Por inercia apoyó su cabeza en el pecho de
su acompañante, en un vano intento de que el mareo cesase. El rubio lo abrazó
con algo más de fuerza y limpió la boca del chico de tes blanca, al mismo
tiempo tiró de la cadena del inodoro.
– ¿Te
encuentras mejor? – Preguntó acariciando los cabellos ébanos.
– Solo
estoy un poco mareado. – El más alto asintió.
El
rubio se levantó y ayudó al moreno a ponerse en pie pero este al tambalearse
fue recogido por los brazo de Naruto. El rubio lo cargó de forma nupcial hasta
su habitación, donde lo depositó en la cama.
–
Quédate aquí, voy a por el desayuno. – Fueron las palabras del rubio antes de
desaparecer por la puerta de la alcoba.
…Calles de Konoha…
Una
chica de unos 13 años. Piel blanca. Ojos color negro. De pelo naranja con un
extraño peinado dividido en dos recogidos moños. La adolescente iba vestida con
una camisa blanca y un chaleco marrón oscuro. Una falda color limón y unas
botas alta marrones oscuras. Llevaba un bolso gris claro cubierto de parches de
colores y dibujos. El nombre de esta peculiar adolescente es Moegi.
La de
cabello color naranja iba corriendo por la atestada calle peatonal de Konoha
mirando cada edificio que pasaba con frustración. Buscaba uno en concreto con
la mirada y que parecía no querer salir ante su presencia, como si poseyese
vida propia y estuviera huyendo de ella.
…Parque Hokage ~ Konoha…
Un
hombre de unos 45 años. Pelo corto, castaño. Ojos negros y media cara cubierta
con vendas. Vestido con unos pantalones de tonos grises y un chaleco azul con
rayas negras, hablaba por un teléfono móvil.
–
Entendido, no se preocupe por nada.– Cortó la llamada y al instante recibió un
mensaje.
–
Zabusa, ¿tenemos trabajo?– Preguntó un joven con apariencia femenina de unos 24
años y unos hermosos ojos castaño al igual que su lardo pelo. El cuál llevaba
recogido. Iba vestido con un kimono rosa y jugueteaba con una aguja de unos 15 centímetros
de largo en sus manos.
–Así
es Haku…– Respondió observando el mensaje del teléfono móvil.
– ¿Y
de quién se trata esta vez? ¿Nos facilitan algún dato donde podemos encontrar a
esa persona? ¿Es alguien para eliminar?–
Inquirió deteniendo su juego con la aguja.
–No
pero si nos dice quién puede tener información sobre él y, por el momento, solo
debemos buscarlo e informar cuando lo tengamos en nuestro poder.– Indicó
enseñando la pantalla del aparato a su compañero donde salía un nombre, una
dirección y una fotografía.
…En el piso de Naruto y Sasuke ~ Konoha…
– Será
mejor que hoy te quedes aquí, no quiero que te arriesgues en las calles
buscando dinero. Sabes que no me lo podría perdonar si te pasase algo, ya me
has preocupado bastante. Espero no estés enfermo. – Dijo velozmente el rubio colocando
su cazadora negra de cuero para terminar de vestirse.
– Está
bien pero insisto en que exageras. Ya me encuentro mucho mejor, Naruto. –
Refunfuñó con el entrecejo fruncido sentado en la cama.
–
Puede ser pero no nos arriesguemos, ¿ok? Si el resto del día sigues bien, no pondré
objeciones a que mañana vayas a trabajar.– Naruto le aseguró a Sasuke mientras
se acercaba a él y le daba un apasionado beso en los labios. – Ten encendido y
conectado el teléfono móvil, te llamaré. – Le reveló en un susurro al más
pálido antes de volver a besarlo en los labios.
– Hay
que ver lo que hago por ti, dobe…– Susurró el de ojos brunos con un leve rubor.
– Ten cuidado ahí afuera, Naruto.
–
Siempre lo tengo, Sasuke. ¡Hasta luego!.– Sonrió antes de salir por la puerta.
…Muelle de Konoha ~ Cercanías del la
desembocadura del rio Shukumei (Estrella)…
Un
hombre de 35 años con el pelo plateado y peinado a un lado. Piel blanca. Cuyos
ojos era bicolor porque contaba con un ojo de color negro y otro rojo con una
cicatriz atravesando el parpado. Con media cara cubierta por una mascara de
color negro. Una camisa de cuello alto sin mangas de color negro y pantalones
pesqueros azules .Unos tenis de color negro. Pasaba una nota a un joven de 26
años de pelo negro al igual que sus ojos y la piel extremadamente pálida.
–
Gracias, Kakashi-san. – Agradeció el moreno. Vestido con un suéter, pantalón y
tenis negros.
– No
es nada, Sai. Solo… ten cuidado.– Respondió con preocupación el de cabello
plateado.
El
chico cabeceó en afirmación y, acto seguido, se fue de ahí.
…En la plaza West ~ Konoha…
En una
de las esquinas más escondida de la plaza un grupo de jóvenes observaban y
probaban suerte para descubrir en que vaso se encontraba la pequeña bola dorada
que aquella mujer de pelo violeta removía de un lado a otro.
Un
chico de dorados cabellos se hizo un sitio en el montón.
– Esta
ahí. – Señaló desinteresadamente a uno de los tres vasos un hombre con bigote.
– Lástima,
¿quiere volverlo a intentar?.– Preguntó la chica de pelo violáceo.
Naruto
sonrió para sí, al ver la atención que los presentes tenían al juego. Esta vez
se llevaría un poco más que la vez anterior. Había que tener cuidado para que
no lo descubrieran. Debía tener todos sus sentidos alertas para que no lo
pillasen y no notasen lo que hacía.
– Yo
también quiero intentarlo, señorita. – Desafió un chico de pelo castaño.
–No
perece un reto complicado. – Murmuraba un hombre fornido y alto, con la cabeza
rapada.
– No
olvide que debe recordar donde se encuentra la bolita dorada, caballero y todo
este dinero será suyo.– Recordó la chica mostrando el pequeño objeto y el
recipiente del dinero que había acumulado hasta el momento a todo el grupo de
incautos y curiosos.
Naruto
se quedo viendo el montón de billetes que la muchacha había apuntado sobre aquella caja de cartón junto a ella. Realmente, era una cantidad
tentadora pero sabía que jamás podría encontrar la dichosa bola y los ingenuos
caían en ese estúpido juego en busca de dinero fácil.
Cada
vez, se acercaba más gente al lugar movida por la curiosidad. Sabía que debía
comenzar ha actuar antes de que apareciera algún agente y disolviera esa
tentadora multitud.
La
chica comenzó el juego y todos los espectadores callaron fijando sus pupilas en
el baile de los vasos hipnotizándose ante el movimiento de los objetos. Naruto
apretó los puños y suspiro antes de aproximarse a la que sería su primera víctima.
Con rapidez
y habilidad introdujo su mano en el bolso de una de las espectadoras mientras
suavemente buscaba su objetivo, el monedero.
…Calles de Konoha…
Moegi ya
estaba agotada, así que se había detenido a tomar un descanso y algo de comer.
Estaba esperando a que le sirvieran en ese puesto ambulante su pescado rebozado
con arroz. Cuando sus ojos negros perdieron su brillo, quedando totalmente
opaco y su pupila cambio de color, obteniendo un matiz plata.
El
trance duró un minuto donde fue despertada por la voz de la mujer, dueña del
puesto, para entregarle su encargo.
La
adolescente parpadeó un par de veces, aclarando su vista, y cuando lo consiguió,
sus ojos se llenaron de lágrimas. Su garganta se había secado repentinamente y
un suave sollozo salió de ella estremeciendo su corazón.
La
mujer la miró confusa por el cambio de actitud de la chiquilla a quién había
acabado de servir la comida pero no pudo acercarse a la de cabello color
naranja, había que atender a sus demás clientes y ya la chica le había pagado
los alimentos.
– “¡Tengo que darse prisa!. Nada está bien,
debo encontrar ese edificio.” – Eran los únicos pensamientos de la
adolescente.
Miró
el plato humeante de comida y prácticamente lo devoró a una velocidad
increíble. Tomó la botellita de agua y dejó el dinero para salir corriendo.
Casi no le quedaba tiempo.
…En una casa de empeño ~ Konoha…
La
campanita repiqueteó con su agudo sonido indicando la llegada de un nuevo
cliente.
La
dependienta de pelo violeta de 43 años, aproximadamente y ojos negros felinos
giró su vista hacia el visitante. La mujer usaba una blusa transparente negra,
dejando ver su oscuro sujetador. Una falda marrón y unas zapatillas negras
culminaban su atuendo, el cual era un poco inapropiado para alguien que
trabajaba en una tienda como esa.
Después
de ocultar su teléfono móvil bajo el mostrador de cristal y madera de pino
donde había diversos y pequeños objetos que parecían ser de valor.
–
¡Hola!, ¿puedo ayudarlo? – Saludó la mujer con una sonrisa que parecía ser
forzada.
– Yo,
bueno… Estoy buscando a Anko - san.– Confesó el chico un poco intimidado por la
escrutadora mirada ónix de la dependienta.
–
¿Quién te envía?– Cuestionó entrecerrando sus ojos y cambiando su actitud amable
por una de desconfianza.
El
muchacho sacó un papel del bolsillo trasero de su pantalón. Desdobló la nota y
se lo entregó a la dependienta de la tienda, que empezó a leerlo.
Cuando
la mujer concluyó, fijo sus ojos oscuros al joven frente suyo.
–
¿Cómo te llamas? – Escudriñó Anko mientras doblaba el papel con rapidez para
guardarlo en uno de los bolsillos de su falda.
–
Sai.– Manifestó con seriedad.
– Bien
Sai, sígueme.– Mandó la mujer abriendo una pequeña puerta, que pasaba
desapercibida para quien fuera a comprar algo ahí debido a un enorme mueble, y
esta se encontraba en la esquina de la pared detrás del mostrador de la tienda.
Anko
cerró la puerta después de que pasara el moreno y comenzar a guiarlo por el
pasillo.
…Isla Luna…
Una
mujer de aproximadamente 40 años, con el pelo negro, corto y liso. De ojos
negros y piel blanca. Vestida con un traje azul hasta las rodillas y manga
corta. Tenía unos zapatos negros. Estaba terminando de escribir en lo que
parecía ser una carta.
En
cuanto concluyó la dobló varias veces para, luego, enrollarlo dejando un
pequeño cilindro.
La
morena se acercó a la ventana miró a su alrededor e inclinó un poco su cuerpo
al exterior antes de silbar. Al cabo de unos minutos, una gaviota apareció y
descendió hasta el borde de la ventana.
La
mujer se aproximó al ave e introdujo el pequeño canuto dentro del cilindro que
había atado en su pata derecha del ave. Acto seguido, cogió entre sus manos a
la gaviota, le ofreció un pedazo de pescado cocido, que el ave no dudo en
engullir y, entonces, la mujer impulso al pájaro al aire donde el ave tomó
vuelo hasta perderse en el horizonte.
…En el piso de Naruto y Sasuke ~ Konoha…
La
televisión vagaba de un canal a otro sin descanso, hasta que el color negro
inundó toda la pantalla.
Cansado
se levantó de la cama dejando el mando a distancia del televisor en la mesita
de noche y fue hasta la cocina para coger algún snacks, intentando engañar a su
estómago que rugía de hambre pero odiaba comer solo, por eso siempre intentaba
estar con algún conocido a esas horas. Sin contar, que aún esperaba con
impaciencia la llamada que le prometió Naruto, pareciendo una colegiala
enamorada comiéndose las uñas porque su novio la llamaría en cualquier momento.
Suspiró
enojado por su actitud y por no poder hacerle frente a ese rubio cabeza hueca
que lo tenía absorto en cada beso, caricia y mimos.
Dirigió
una mirada de enfado, con su entrecejo completamente fruncido, al aparato que
no daba señales de vida, prometiéndose que si no llamaba en cinco minutos lo
telefonearía él y le importaría un pimiento si con su llamada lo metía e algún
lío. Se lo tendría merecido por tenerlo esperando toda la mañana y obligarlo a
telefonearlo cuando se lo había prometido.
Un
gruñido surgió de su garganta como protesta a su irritación y en ese instante,
la melodía de su teléfono comenzó a sonar cortando todo pensamiento para
centrarse en el artefacto que indicaba que lo estaban telefoneando.
Bebió
un poco de agua para bajar lo que estaba comiendo, casi ahogándose, antes de
lanzarse sobre el aparato como un león en plena caza.
–
¿¡Hola!? – Titubeó.
–
¿Sasu, cómo te encuentras? ¿Te has vuelto a marear o haz vomitado? ¿No habrás
salido de casa? ¿Ya has comido?– Bombardeó el rubio con preocupación
olvidándose de saludar ya que quería saber si el moreno se encontraba bien.
–
Bien, te dije que no era nada importante. No, no y no. Estaba tomando un
tentempié pero aún no he comido.– Contestó Sasuke ha todas sus preguntas con
alegría al notar la preocupación en la voz de Naruto.
– Ok,
Sasuke. Bueno, pues no prepares nada de comer, he comprado un poco de pollo,
arroz y verdura. Enseguida estaré en casa. Te quiero, Sasu.– Se despidió Naruto
con un sonoro beso.
–Yo
también te quiero, Naruto.– Se despidió y cayó sobre la butaca de la barra
americana de la cocina para esperar la llegada de su pareja.
…En un almacén de la zona industrial ~
Konoha…
– Karin, quiero que visualices a alguien. – Ordenó
entregando un sobre a una joven. El hombre que había hablado tenía el pelo
largo, liso y negro. Piel extremadamente blanca y ojos amarillos con la pupila
afilada, lo cual le hacían ver como una serpiente.
La chica vestía un top
color malva y unos short negros. Combinando con unas botas de caña alta con un
tacón de 8 cm, de color negro cogió el sobre con prisa para buscar en su
interior.
– Claro dadi*, solo deme
unos segundos. – Aseguró la mujer pelirroja de ojos rojos y gafas de moldura
negra, sacando la fotografía de un chico moreno del interior del sobre que le
fue entregado.
…Calles de Konoha…
Un
automóvil color blanco que acababa de estacionar en una de las calles poco
transitadas de la gran ciudad. Del interior del vehículo salieron dos
individuos que se dirigieron a la calle peatonal frente a ellos.
–
¿Estás seguro que es por aquí donde vive ese chico?– Preguntó el más joven.
– No
hay duda, Haku. La información que nos dieron indica este lugar. Pasando tres
calles más en esa dirección.– Informó a su compañero señalando al frente.
– ¿Y
no podemos ir en coche?– Cuestionó Haku con desagrado en la cara por tener que caminar.
– Son
calles peatonales y no queremos llamar la atención, ni hacer un espectáculos,
solo porque no te apetezca caminar.– Contestó burlón el mayor.
– No
es eso, Zabusa. Solo si no tuviera está ropa…– Se defendió el de pelo largo,
señalando el traje que portaba de chaqueta, corbata, pantalón y zapatos negros.
Sin olvidarla, la camisa de manga larga de botones color blanco.
– No
te quejes tanto, yo voy igual. – Aclaró Zabusa poniéndose unas gafas de sol que
llevaba en el bolsillo interior de la chaqueta.
Haku
suspiró mientras escuchaba la risa de su compañero.
...Calles de Konoha...
Ya
podía divisar aquel edificio de ladrillo rojo. Por fin lo había encontrado pero
aún estaba muy lejos y a pesar de su cansancio, permanecía corriendo con la
intención de llegar a esa construcción de ladrillo.
Sin
importarle el agotamiento de su cuerpo por haber estado toda la mañana con un
ritmo acelerado, empezaba a hacer mella en ella.
No
quería detenerse, no cuando por fin estaba aquel edificio delante de sus
narices pero no siempre las cosas ocurren como se desea y eso, la adolescente
lo había descubierto hacía mucho.
Los
ojos negros de Moegi se opacaron y su visión se tornó borrosa, hasta desparecer
todo lo de su alrededor. La chica cayó estrepitosamente sobre el duro suelo con
las pupilas teñidas en plata.
...En un túnel oculto en la trastienda de
la casa de empeños ~ Konoha...
Anko y
Sai caminaban por el poco iluminado pasillo. Hacía un buen rato que estaban
andando y la luz natural del día, por fin, iba ganando intensidad a cada paso
que daban. Siendo más luminosa, hasta salir de aquel agónico corredor. Al
parecer llegaba en medio de un jardín de árboles y matorrales. Siguieron
caminando hasta una tupiada pared de enredaderas.
La
mujer se detuvo repentinamente y sin poder evitarlo, el moreno chocó con su
espalda ya que sus ojos habían estado absortos con el paisaje.
Anko
apartó con sus manos la trepadora, dejando a la vista una puerta de metal
oxidado.
–
Hemos llegado.– Murmuró.– Debes cruzar está puerta para encontrarte con Ibiki.
¡Toma!. Dale tu nota y esto.– Dijo extendiendo el trozo de papel que
anteriormente le había dado Sai junto a una pequeña caja de cartón.
–
Gracias, Anko - san.– Agradeció cogiendo lo que la mujer le entregaba y poder
cruzar esa puerta.
... En el piso de Naruto y Sasuke ~ Konoha...
Los
jóvenes comían disfrutando del agradable ambiente que armonizaba y las sonrisas
acudían a sus rostros cada vez que sus miradas chocaban como si aún estuvieran
al inicio de su relación amorosa.
Toda
esa especial situación se interrumpió con los fuertes golpes en la puerta. El
moreno masculló una maldición y el rubio con un suspiro se levantó de su butaca
para ir a atender quien fuera que tocaba
su puerta de esa manera.
Tan
solo había hecho clic la puerta, indicando que estaban abriendo, para ser
brutalmente empujado al interior de su vivienda y golpeándose en su retroceso
con la mesita de coba. Naruto había quedado en el suelo entre el sofá de la
sala y el pequeño mueble. Sus agresores entraron velozmente, cerrando la puerta
tras ellos e inspeccionando críticamente la vivienda.
Sasuke
se levantó con prisa para ayudar a Naruto pero al mismo tiempo, miraba
irritantemente a los intrusos que estaban inspeccionando su hogar sin su
consentimiento.
–
¿¡QUÉ MIERDA QUEREÍS!?– Gritó el rubio con el moreno a su lado.
–
¿Naruto Uzumaki, dinos donde está? – Exigió el más alto.
–
¿Dónde está quien? ¿y cómo sabéis quién soy? –Preguntó receloso.
–
Somos unos enviados de Raíz.– Habló por primera vez al chico más bajo que
estaba abriendo la puerta de una de las habitaciones para inspeccionarla.– Y
estamos aquí porque nos han informado de que tú lo conoces. Se buen chico y
dínoslo ya, ¿de acuerdo?– Acabó guiñando su ojo derecho juguetonamente.
–
¿¡Rastreadores!?– Fue el único susurro que salió de la boca de Sasuke, mientras
apretaba fuertemente sus puños con enfado porque él sabía que la aparición de
esos individuos venia acompañada de la palabra desaparición para todas las
personas que eran poseedoras de algún don y ellos estaban incluidos.
– No
sé de quién demonios habláis.– El de ojos azules gruñó observando cómo
registraban sus pertenecías ante su propia cara y no poder hacer nada ya que
eso podría ocasionar un enfrentamiento no deseado. Además, no quería que su
pareja estuviera envuelto en una pelea cuando se había despertado enfermo. –
Aquí solo estamos nosotros. No hay nadie más.
–
Querrás decir ratonera. – Se mofó el rastreador que aún seguía ante los
inquilinos, pues su compañero ya había entrado a la alcoba.
–Maldito...–
Escupió Naruto con rabia, apretando sus puños.
– Será
mejor que no tientes a tu suerte rubito. – Amenazó el rastreador con el pelo
recogido.
–
¡Haku!. Vámonos aquí no hay nadie, al parecer han dicho la verdad.– Respondió
el mayor. – Pero nos llevaremos esto, así podremos rastrearlo en caso de que
descubramos que lo estás ocultando en algún lugar.– Dijo mostrando un pañuelo
de tela azul.
– De
acuerdo Zabusa. Además, ya no aguantaba más tiempo estar en está apestosa
madriguera. – Se burló Haku con la mirada clavada en el moreno.
Cuando
la puerta se cerró el azabache se desmayó pero fue atrapado por unos brazos que
no dejaron que cayera al suelo.
Aclaración de los términos:
* Dadi o dadá (Drame): Esta palabra es una invención (mezcla del inglés con el español, Dad + Papá = Dadá), en la que se refieren
los hijos/as para llamar al hombre que los ha gestado en su vientre (“madre”).
Es decir, es lo mismo cuando un hijo/a llama mamá/ mami a una mujer.
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