martes, 4 de julio de 2017

Huellas del pasado ~4~

-Una declaración inesperada.-

Naruto se había levantado temprano y había tomado una ducha para terminar de despertar a su perezoso cuerpo esa mañana. Luego, se vistió con ropas que mitigaran el frío invernal antes de ponerse su abrigo, gorro y guantes de lana negra, enredar su bufanda naranja alrededor de su cuello y coger tan solo su monedero, teléfono móvil y la tarjeta llave que abría la puerta de la habitación de hotel que ocupaba.

Cuando salió del hotel pudo observar como aún los servicios de la ciudad limpiaban la nieve que había caído esa noche, así como echaban sal para evitar que se formase placas de hielo sobre el suelo.

Naruto se encaminó hasta uno de los taxis que aguardaba a un pasajero que lo necesitase para subirse y pedirle al taxista que lo llevase a la prisión estatal de Konoha donde lo acercó y no dudó ni por un instante en pagar el costo del trayecto al taxista con rapidez para salir del automóvil que partió dejándole frente a la prisión.

Era la primera vez que Naruto se acercaba a aquel edificio y observó como por la puerta en la que había tres guardias lo miraron con hostilidad hasta que un hombre de aspecto desgarbado salió por las puertas de la prisión cargando una pequeña bolsa a su espalda que le dirigió una mirada amenazante.

Naruto sintió como su estómago se encogía mientras un escalofrío recorrió todo su cuerpo y él estaba seguro de que no se trataba de la falta de alimento pero en cualquier caso, se aseguraría de acercarse a alguna cafetería cuando abandonase ese lugar.

– Vamos, Naruto. No eres ningún crío ni un cobarde. – Pensó para darse ánimos antes de caminar hasta la puerta de la prisión que después de tener que pasar por varias pruebas en la que indicaba que no portaba ningún arma u otro tipo de objeto que podría ser peligroso, uno de los guardias lo guió hasta el despacho del alcaide de la prisión estatal de Konoha.

Naruto golpeó la puerta en cuanto llegaron para escuchar la voz aguda del interior del cuarto que le daba permiso a pasar y no dudó en ingresar a la oficina a la que conducía aquella puerta de metal.

El alcaide de la prisión se encontraba detrás de su enorme mesa de metal, sentado en una cómoda silla de ruedecillas que no tenía apariencia de ser costosa. Cuando vio a Naruto sonrió antes de estampar un sello sobre un papel que parecía haber estado leyendo antes de introducirlo en un sobre y colocarlo en una de las pequeñas pilas de cartas, carpetas y sobres que estaban a su derecha ya que en el lado izquierdo de la mesa se encontraba algunos portarretratos con fotografías y uno de esos pequeños contendores de latón repleto de lápices, plumas y bolígrafos.

– ¡Buenos días, señor Namikaze!. – Saludó con formalidad el alcaide de la prisión estatal de Konoha sin siquiera levantarse de su asiento. – Por favor, tenga el honor de tomar asiento. – Indicó con su mano derecha después de dejar el matasellos en su lugar.

Naruto asintió con la cabeza antes de sentarse en uno de las sillas de hierro frente a la mesa del alcaide.

– ¡Buenos días, señor Hoshigaki!. – Saludó mirando como aquel hombre sonrío mostrando unos dientes con forma de sierra que parecía acentuar más sus diminutos e inexpresivos ojos.

– Por favor, señor Namikaze, he recibido tantas cartas de usted que tiene todo el derecho de llamarme por mi nombre, Kisame. – Dijo mientras entrelazaba sus dedos sobre la mesa.

– Me agrada saber que me tiene en tan buena estima, señor Hoshigaki, pero debido a mi educación sería una inmoralidad llamarle por su nombre ya que después de todo, mis cartas solo eran para impedir que un asesino saliera de la cárcel. – Aclaró Naruto dejando en claro el por qué estaba allí.

– Suponía que usted estaría molesto en cuanto se enterase de la concepción de libertad para Obito Uchiha, señor Namikaze. – Declaró Kisame ampliando su sonrisa. – Pero ya se ha pospuesto la libertad de Obito Uchiha en dos ocasiones anteriores gracias a usted. Debería de saber que esta vez sería inútil el intentar dificultar la libertad de un hombre que ha pasado tanto tiempo en prisión cuando ha sido un preso modelo, pues no ha dado problemas de comportamiento, tampoco ha intentado fugarse de la prisión y, mucho menos, ha roto alguna de las normas que hay en este lugar. – Indicó mientras  deshacía el enlace de sus dedos para golpear con el dedo índice de su mano derecha la superficie de la mesa. – Las prisiones solo sirven para que las personas aprendan y se arrepientan de sus crímenes y Obito Uchiha ya ha pagado su deuda con la sociedad, señor Namikaze. – Habló con rotundidad. – Déjeme darle un consejo, señor Namikaze. Intente superar su pasado y dejar de agarrarse al recuerdo de lo que Obito Uchiha presenta en él. Él ya cumplió y el juez Hidan Jashin ha decidido que es hora de que sea libre.

– No entiendo cómo puede hablar de un criminal con tanta banalidad pero que a oídos de usted no le haya llegado ninguna falta de Obito Uchiha, no asegura que no se haya comportado indebidamente dentro de esta prisión y sí, puede que mucha gente sienta que Obito Uchiha ha pagado su obligación con la sociedad pero ese hombre no se ha arrepentido ni un solo día que ha pasado aquí dentro. Fehacientemente, opino que si vuelve a estar libre, no tendrá ningún reparo en cometer el mismo crimen o cualquier otra atrocidad tarde o temprano. ¡Ese hombre es peligroso!. – Terminó gritándole al alcaide que había borrado la sonrisa de su rostro.

– Señor Namikaze, espero que esté consciente de la gravedad de sus palabras. Usted está condicionando mi puesto a cargo de esta prisión, está insinuando que no tengo conocimiento de lo que pasa entre los presos de la prisión que dirijo. – La voz de Kisame se había endurecido a cada palabra dicha. – Antes de venir a insultar mi trabajo y disposición para ejercer en esta prisión, debería de escucharse a sí mismo, es usted el que no ha logrado superar su pasado y ha terminado obsesionándose con Obito Uchiha. Un hombre que ha cumplido con su castigo y la sociedad. – Kisame se levantó de su asiento. – Si me hace el favor, lo acompaño hasta la puerta, no soy un hombre que tenga mucho tiempo libre. – Indicó. – ¡Que tenga un buen día, señor Namikaze!.

– Lo mismo digo. – Respondió Naruto a la despedida mientras salía del despacho del alcaide de la prisión estatal de Konoha hecho una fiera ante lo enfadado que estaba. –¡Maldición!. – Masculló entre dientes.

El periodista salió de la prisión estatal de Konoha en busca de un taxi que lo llevara a alguna cafetería, no solo para desayunar sino también para calmarse, ya que su encuentro con el alcaide Kisame Hosigaki no había sido como esperaba y el que se hubiera dejado llevar por sus emociones solo había empeorado la conversación.

Sin embargo, Naruto no había encontrado ningún taxi que pasara cerca de la prisión pero sí que encontró una pequeña cafetería en la que no dudó en entrar y pedir unos gofres con miel y un café. Mientras desayunaba, Naruto se percató de que había empezado a nevar provocando que su atenta mirada a los copos de nieve surgiera el efecto tranquilizante y su enfado comenzara a disminuir poco a poco.

– ¡Disculpe!, aquí tiene. – Habló la camarera que dejaba frente a la mesa de Naruto un plato con panceta y huevos revueltos.

Ante la aparición de la mujer, Naruto no pudo evitar dar un pequeño saltito sobre su asiento ya que no se había percatado de que la camareta se había acercado a él.

– Perdone, señorita, pero yo no he pedido esto. – Indicó Naruto señalando el plato que la mujer le había acabado de servir.

– Lo sé, señor, pero ha sido el señor de… – La camarera apuntó con su dedo a uno de los taburetes de la barra, el cual estaba vacío. – Bueno, también me entregó esto para usted. – La chica  sacó del bolsillo de su delantal un trozo de papel doblado que le entregó a Naruto antes de retirarse.

Naruto se percató de que el papel que la camarera le había entregado se trataba de un trozo de periódico y cuando lo desdobló, se encontró con la noticia en la que Madara Uchiha anunciaba la libertad de su hijo, también había un número de teléfono escrito en tinta rojo sobre la imagen de Madara.

 – Esto debe ser una casualidad. Sí, esto debe de ser una casualidad. – Murmuró Naruto antes de arrugar el papel y meterlo en el bolsillo de su grueso abrigo.

Sin llegar a probar el plato de huevos con panceta, Naruto pagó la cuenta antes de marcharse y preguntó sobre la línea de autobuses que pasaba por ese lugar.

Cuando Naruto llegó al centro de la ciudad, decidió no tomar ningún taxi ya que el traficó estaba saturado y era preferible ir hasta el edificio de la corte judicial andando.

El periodista no tardó en encontrar al juez Hidan Jashin aunque para ello, tuvo que preguntar a tres personas diferentes que le ayudaron a encontrar el lugar en el que se estaba.

– ¡Buenos días, soy Naruto Namikaze!, ¿es usted el juez Hidan Jashin?.

– ¡Buenos días!. Sí, yo soy. – Confirmó el hombre que vestía una toga negra y sostenía un libro judicial entre sus manos. – ¿En qué puedo ayudarle, señor Namikaze?.

– Verá, se trata sobre el caso de Obito Uchiha. Usted le ha concedido la libertad, ¿cierto?.

– Así es. Obito Uchiha ya ha pasado cuarenta años en prisión y no hay ninguna queja sobre su comportamiento como recluso, es de esperar que se le concediese la libertad después de tanto tiempo y mostrando que tiene un buen comportamiento. – Declaró Hidan con firmeza.

– Señor Jashin, mi madre fue la víctima que Obito Uchiha asesinó y le puedo asegurar, que las veces que lo vi mientras se estaba realizando el juicio que realizó el juez Jiraiya Sannin, no vi ni un ápice de compasión o arrepentimiento en sus ojos. – Recordó Naruto en un intento de abordar al juez a que reconsiderada lo que había dictaminado.

– Siento lo de su madre, señor Namikaze, pero ya ha pasado cuarenta años y Obito Uchiha ha cumplido gran parte de su castigo. Un hombre que ha mostrado eficiencia en su comportamiento mientras ha estado en prisión es digno de ser perdonado y de que se le conceda la libertad, señor Namikaze, todos tenemos derecho a tener otra oportunidad y ser perdonados. – Acotó. – ¡Que tenga un buen día, señor Namikaze!. – Se despidió mientras pasaba a un lado de Naruto para dirigirse a algún lugar de aquel  edificio.

Naruto vio como el soberbio hombre se alejaba mientras que él solo podía apretar sus puños con furia porque nadie parecía querer escucharlo en ese lugar e irremediablemente, el lunes saldría Obito Uchiha de la prisión.

Naruto abandonó el edificio de cortes judiciales y comenzó a caminar sin importarle que estuviese nevando, pues no deseaba regresar tan pronto al hotel y mucho menos en ese estado ya que estaba convencido de que acabaría destrozando algún objeto de la habitación en la que se alojaba.

El viernes y el fin de semana había pasado rápidamente, no obstante, Naruto se había encerrado en su habitación bebiendo licor en un intento de buscar consuelo pero sabía que aquello no le estaba ayudando mientras pensaba seriamente en regresar al Remolino mientras que Obito Uchiha se lo iba a pasar en grande ahora que iba a ser libre, pero los pensamientos de Naruto fueron interrumpido cuando su teléfono móvil comenzó a sonar.

– ¿Diga…? – Dijo torpemente.

– Naruto, soy Karin. ¿Has visto las noticias?. – Preguntó apresuradamente la mujer.

– ¿¡Eh…!?, ¿qué noticias?. ¿Es que has mandado a un… espía detrás de mí… para saber si iba a come… ter una locura…?, pues déjame decirte… que aún no lo he hecho… pero ya quisiera… ya quisiera… – Habló con pastosidad en su boca debido al alcohol.

– ¡Naruto deja de hacer el idiota y pon la televisión!. – Ordenó Karin gritando.

– ¡Sí, señora hip…! – Respondió mientras se ponía firme como si Karin pudiese verlo y se encontrase en la milicia. – ¿Dónde… donde está el mando… a distancia del hip… televisor?. – Preguntó a la nada mientras buscaba a su alrededor. – ¡Aqu-í estas…! ¡hip…! – Gritó cuando encontró lo que buscaba y encendió el televisor para comenzar a cambiar de canal hasta que encontró una cadena de televisión que estaba en medio de una rueda de prensa.

Naruto entrecerró los ojos para poder ver bien a los hombres que estaban siendo entrevistados por una multitud de periodistas.

“– Como he dicho en todo momento, yo soy inocente. Ahora que me han dado la libertad, volveré a pedir que se reanude el juicio del asesinato de Kushina Namikaze para demostrar mi inocencia. – Dijo un Obito con facciones más maduras y gran parte de su cabello negro estaba nevado por las canas a lo que Naruto recordaba y que lo hacían ver más atractivo que en su juventud.

– Señor Madara Uchiha, ¿qué opina usted con respecto a los familiares de Kushina Namikaze?, ¿cree qué la familia de la víctima esté de acuerdo con lo que pretende su familia?, ¿no cree qué podría negarse debido a que sería muy doloroso para los familiares de Kushina Namikaze el volver a recordar la tragedia?. – Preguntó un periodista que reconoció Naruto como Haku Siku, un reportero que trabajaba en el mismo periódico en el que se había publicado la declaración de Madara de la libertad de Obito Uchiha y que había coincidido con Naruto en algunas ruedas de prensa.

– Como padre puedo entender el dolor de la familia en la que se les ha arrebatado un ser querido entre sus manos pero, también, desearía que el verdadero asesino estuviera en la cárcel ya que como siempre he sabido, mi hijo aquí presente, Obito, no es el verdadero responsable del asesinato de Kushina Namikaze. – Aseguró con majestuosidad Madara mientras millones de flash de las cámaras fotográficas de los reporteros se reflejaban sobre él. – Mi familia también ha sufrido con la tragedia, ningún padre puede dejar de estar dolido cuando un hijo suyo es encarcelado por algo que no hizo. – La seriedad en la voz de Madara era hipnótica y, a pesar, de que el patriarca Uchiha ya era un anciano que debía de tener una edad estimada a noventa y cuatro o noventa y ocho años, se conservaba muy bien, pues tenía cierto sexapil que era capaz de poner los pelos de punta a cualquier persona con la intensa mirada que poseía.

– Señor Obito Uchiha, ¿usted que piensa acerca de la familia de la víctima?. ¿Cree qué comprenderán sus intensiones puesto que en el pasado usted fue acusado como el culpable del asesinato de Kushina Namikaze?. – Preguntó una periodista demasiado joven y desconocida para Naruto.

– Realmente, siento compasión ante la familia de Kushina Namikaze. Era una mujer hermosa y que no dudaba en sonreírle a cualquiera a sabiendas que estaba casada y era madre, pero sé, que yo no maté a Kushina Namikaze. Por ello, este día que no solo soy libre quiero darle mis condolencias a los familiares de esta mujer que fue víctima de sus actos. – Obito cambió su rostro sonriente por uno de tristeza a pesar de que había denigrado a la difunta víctima de la cual, fue acusado por homicidio.

– Como pueden ver, mi cliente ha sido acusado injustamente pero hace poco encontramos a una persona que ha sido un testigo visual de que la última persona con la que se le vio a Kushina Namikaze no fue Obito Uchiha sino Mizuki Touji. – Intervino un hombre bien trajeado que era el abogado de Obito Uchiha.

Un millar de murmullos que alborotó a todos los representantes de la prensa del país de Fuego  e internacional que estaban presentes en ese lugar no se hizo esperar mientras que las cámaras no dejaban de fotografiar a los tres hombres con más intensidad.

– Por favor, señor Ebisu Aoyama ¿podría acompañarnos?. – Llamó el abogado y acto seguido, subió a la tarima un hombre bastante nervioso que usaba unas gafas oscuras.

– ¡Buenas tardes!. Me llamo Ebisu Aoyama y hace cuarenta años yo trabajaba para la familia Uchiha, precisamente para la señora Hanako Uchiha, la madre del señor Madara, era el jardinero y, también, se podría decir que el chico de los encargos ya que solía hacer diligencias para la señora Hanako. – Explicó Ebisu demasiado nervioso e intimidado. – El día en que Kushina Namikaze desapareció yo había ido a hacer una diligencia para la señora Hanako y vi al señor Obito acercarse con su automóvil hacia donde estaba Kushina Namikaze, era normal ver a Kushina Namikaze acercarse a otros hombres aunque estos fueran más jóvenes que ella. – Añadió deliberadamente antes de mirar a Madara y Obito que estaban detrás de él. – No sé lo que hablaron pero sé que no debía de ser algo muy bueno, pues el señor Obito se volvió a subir a su automóvil y se marchó, así que cuando terminé de llevar el paquete que la señora Hanako me había encargado llevar a la casa de la familia Hyuga, no sería nada raro que el señor Obito estuviera en la casa. – Ebisu volvió a hacer una pausa pero en esta ocasión fue para tragar un poco de saliva. – Cuando volvía de la casa de los Hyuga, me sorprendí al ver el automóvil del señor Obito estacionado frente a la bolera pero entonces, me percaté de que era Mizuki Touji el que se bajaba del vehículo del señor Obito y parecía estar esperando a alguien. Así, que motivado por la curiosidad, me escondí en un callejón para saber quién era la persona que esperaba Mizuki y, fue en ese momento, que Kushina Namikaze llegó con su pequeño automóvil, se bajó de su vehículo, le dijo algo a Mizuki Touji y ambos se subieron al automóvil propiedad del señor Obito para marcharse del lugar. – Terminó de relatar Ebisu.

– Señor Aoyama, ¿si usted vio todo eso por qué no lo dijo en el juicio?. – Preguntó la joven periodista.

– Bueno, yo… – Comenzó a titubear Ebisu.

– En ese momento el señor Aoyama, tenía miedo de que creyeran que él había sido el culpable del asesinato de la señora Kushina Namikaze. – Intervino velozmente el abogado. – Sin embargo, en todo este tiempo se ha estado culpando por no haber dicho lo que vio ese día, así mismo como que mi cliente haya tenido que estar en la cárcel todo este tiempo y por ello, ahora que el señor Uchiha ha pedido demostrar su inocencia, el señor Aoyama no ha dudado en contar toda la verdad para que el verdadero responsable de la señora Kushina Namikaze esté entre rejas.

– Pero mentir en un juicio, así como ocultar pruebas, ¿no se trata de un delito?. – Inquirió otra periodista perspicazmente.

– Obviamente, es una inmoralidad por parte del señor Aoyama el que no se haya atrevido a contar la verdad que absolvían a mi cliente. No obstante, han pasado años y la infracción ha prescrito. – Indicó.
– Como veis, gracias a que el señor Aoyama… – Estaba hablando nuevamente Obito Uchiha.

Naruto apagó el televisor agotado de escuchar todas aquellas acusaciones en la que mostraba a su madre como una mujer indecorosa y declaraba que Obito Uchiha era inocente y no era el autor del asesinato de Kushina Namikaze. En cambio, se acusaba a Mizuki Touji como el responsable del crimen.

– Naruto… Naruto… ¿estás ahí, Naruto?.  ¿Has escuchado la rueda de prensa que Obito y Madara Uchiha han emitido?. – Preguntaba Karin. – ¡Por favor, háblame!, necesito que me digas algo. – Esas palabras le indicaron a Naruto que había estado bastante tiempo callado mientras veía y escuchaba la rueda de prensa que estaban emitiendo en la televisión.

– Eso no es verdad, mi madre no era ese tipo de mujer. Ella jamás miraba a otro hombre que no fuese mi padre, solo han dicho un montón de mentiras y ese… Ebisu… ese hombre es una alimaña. Todo lo que ha dicho son calumnias. – Afirmaba Naruto con tanta furia que hasta su embotamiento a causa del alcohol había desaparecido y vuelto la lucidez. – No puedo creer aún que se hayan atrevido a afirmar que mi madre buscó el ser asesinada, ¡eso es absurdo!.

– Naruto, cálmate porque voy a proponerte algo ya que estas en el lugar y el momento adecuado. – Agregó Karin antes de hacer una pausa para permitirle a Naruto que se tranquilizara un poco. – Voy a pedirte que me dejes suspenderte esas ridículas vacaciones que me pediste, a cambio quiero que seas mi periodista de investigación de Konoha sobre el caso de Obito Uchiha. – Propuso sabiendo lo tentadora que le era dicha oferta. – Además, estoy segura que los de arriba estará felices de saber que tenemos a alguien en el país del Fuego para saber sobre la familia Uchiha y todo lo que encierra a Obito y ese tal, Ebisu Aoyama. ¡Anda y dime que sí, Naruto!, ¿sabes que no puedes rechazar esta propuesta?, tendrás todo el tiempo del mundo para reunir pruebas que demuestren la culpabilidad de Obito Uchiha y de que Ebisu Aoyama miente. ¿Qué decides?.

– Karin, yo acepto. Voy a volver a meter a Obito Uchiha entre rejas y nadie podrá hacer nada para sacarlo de ese agujero, ni siquiera las mentiras de esa alimaña de Ebisu Aoyama porque, también, será arrastrado a la cárcel con Obito. No puedo permitir que insulten la memoria de mi madre y salgan de rositas. – Alegó Naruto mientras aceptaba la propuesta de Karin.

– Así me gusta, ese es el Naruto que me agrada y esto me hacer recordar que te invite a cenar cuando regreses al Remolino como compensación a arruinarte tu momento de borrachera. – Comentó divertida Karin. – Por cierto, ¿en qué hotel estas?.

– En el hotel Balanza. – Respondió Naruto.

– Ese hotel es nuevo, ¿cierto?. Bueno, desde hoy los gastos de alojamiento corren a cargo de “Diario Técnica” y tú asegúrate de mandarme por fax buenos artículos, una vez por semana, que muestren quien es en realidad Obito Uchiha para publicarlo en una columna. Además, aparecerá en la primera página. ¡Buena suerte, Naruto!. – Se despidió Karin antes de cortar la llamada.

Naruto dejó su teléfono móvil sobre la mesita de cristal que había en la pequeña sala mientras que en sus ojos brillaba la determinación y en sus labios se formaba una sonrisa.

– Espero estés preparado, Obito Uchiha, porque no voy a dejar que te salgas con la tuya. Ya verás, haré todo lo posible para demostrar que tú fuiste el único y verdadero asesino de mi madre, Kushina Namikaze. – Dijo en voz alta Naruto como si estuviera haciendo un juramento.


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