-Una declaración inesperada.-
Naruto
se había levantado temprano y había tomado una ducha para terminar de despertar
a su perezoso cuerpo esa mañana. Luego, se vistió con ropas que mitigaran el
frío invernal antes de ponerse su abrigo, gorro y guantes de lana negra,
enredar su bufanda naranja alrededor de su cuello y coger tan solo su monedero,
teléfono móvil y la tarjeta llave que abría la puerta de la habitación de hotel
que ocupaba.
Cuando
salió del hotel pudo observar como aún los servicios de la ciudad limpiaban la
nieve que había caído esa noche, así como echaban sal para evitar que se
formase placas de hielo sobre el suelo.
Naruto
se encaminó hasta uno de los taxis que aguardaba a un pasajero que lo
necesitase para subirse y pedirle al taxista que lo llevase a la prisión
estatal de Konoha donde lo acercó y no dudó ni por un instante en pagar el
costo del trayecto al taxista con rapidez para salir del automóvil que partió
dejándole frente a la prisión.
Era la
primera vez que Naruto se acercaba a aquel edificio y observó como por la
puerta en la que había tres guardias lo miraron con hostilidad hasta que un
hombre de aspecto desgarbado salió por las puertas de la prisión cargando una
pequeña bolsa a su espalda que le dirigió una mirada amenazante.
Naruto
sintió como su estómago se encogía mientras un escalofrío recorrió todo su
cuerpo y él estaba seguro de que no se trataba de la falta de alimento pero en
cualquier caso, se aseguraría de acercarse a alguna cafetería cuando abandonase
ese lugar.
–
Vamos, Naruto. No eres ningún crío ni un cobarde. – Pensó para darse ánimos
antes de caminar hasta la puerta de la prisión que después de tener que pasar
por varias pruebas en la que indicaba que no portaba ningún arma u otro tipo de
objeto que podría ser peligroso, uno de los guardias lo guió hasta el despacho
del alcaide de la prisión estatal de Konoha.
Naruto
golpeó la puerta en cuanto llegaron para escuchar la voz aguda del interior del
cuarto que le daba permiso a pasar y no dudó en ingresar a la oficina a la que
conducía aquella puerta de metal.
El
alcaide de la prisión se encontraba detrás de su enorme mesa de metal, sentado
en una cómoda silla de ruedecillas que no tenía apariencia de ser costosa.
Cuando vio a Naruto sonrió antes de estampar un sello sobre un papel que
parecía haber estado leyendo antes de introducirlo en un sobre y colocarlo en
una de las pequeñas pilas de cartas, carpetas y sobres que estaban a su derecha
ya que en el lado izquierdo de la mesa se encontraba algunos portarretratos con
fotografías y uno de esos pequeños contendores de latón repleto de lápices,
plumas y bolígrafos.
–
¡Buenos días, señor Namikaze!. – Saludó con formalidad el alcaide de la prisión
estatal de Konoha sin siquiera levantarse de su asiento. – Por favor, tenga el
honor de tomar asiento. – Indicó con su mano derecha después de dejar el
matasellos en su lugar.
Naruto
asintió con la cabeza antes de sentarse en uno de las sillas de hierro frente a
la mesa del alcaide.
–
¡Buenos días, señor Hoshigaki!. – Saludó mirando como aquel hombre sonrío
mostrando unos dientes con forma de sierra que parecía acentuar más sus
diminutos e inexpresivos ojos.
– Por
favor, señor Namikaze, he recibido tantas cartas de usted que tiene todo el
derecho de llamarme por mi nombre, Kisame. – Dijo mientras entrelazaba sus
dedos sobre la mesa.
– Me
agrada saber que me tiene en tan buena estima, señor Hoshigaki, pero debido a
mi educación sería una inmoralidad llamarle por su nombre ya que después de
todo, mis cartas solo eran para impedir que un asesino saliera de la cárcel. –
Aclaró Naruto dejando en claro el por qué estaba allí.
–
Suponía que usted estaría molesto en cuanto se enterase de la concepción de
libertad para Obito Uchiha, señor Namikaze. – Declaró Kisame ampliando su
sonrisa. – Pero ya se ha pospuesto la libertad de Obito Uchiha en dos ocasiones
anteriores gracias a usted. Debería de saber que esta vez sería inútil el intentar
dificultar la libertad de un hombre que ha pasado tanto tiempo en prisión cuando
ha sido un preso modelo, pues no ha dado problemas de comportamiento, tampoco
ha intentado fugarse de la prisión y, mucho menos, ha roto alguna de las normas
que hay en este lugar. – Indicó mientras
deshacía el enlace de sus dedos para golpear con el dedo índice de su
mano derecha la superficie de la mesa. – Las prisiones solo sirven para que las
personas aprendan y se arrepientan de sus crímenes y Obito Uchiha ya ha pagado
su deuda con la sociedad, señor Namikaze. – Habló con rotundidad. – Déjeme
darle un consejo, señor Namikaze. Intente superar su pasado y dejar de
agarrarse al recuerdo de lo que Obito Uchiha presenta en él. Él ya cumplió y el
juez Hidan Jashin ha decidido que es hora de que sea libre.
– No
entiendo cómo puede hablar de un criminal con tanta banalidad pero que a oídos
de usted no le haya llegado ninguna falta de Obito Uchiha, no asegura que no se
haya comportado indebidamente dentro de esta prisión y sí, puede que mucha
gente sienta que Obito Uchiha ha pagado su obligación con la sociedad pero ese
hombre no se ha arrepentido ni un solo día que ha pasado aquí dentro.
Fehacientemente, opino que si vuelve a estar libre, no tendrá ningún reparo en
cometer el mismo crimen o cualquier otra atrocidad tarde o temprano. ¡Ese
hombre es peligroso!. – Terminó gritándole al alcaide que había borrado la
sonrisa de su rostro.
–
Señor Namikaze, espero que esté consciente de la gravedad de sus palabras.
Usted está condicionando mi puesto a cargo de esta prisión, está insinuando que
no tengo conocimiento de lo que pasa entre los presos de la prisión que dirijo.
– La voz de Kisame se había endurecido a cada palabra dicha. – Antes de venir a
insultar mi trabajo y disposición para ejercer en esta prisión, debería de
escucharse a sí mismo, es usted el que no ha logrado superar su pasado y ha
terminado obsesionándose con Obito Uchiha. Un hombre que ha cumplido con su
castigo y la sociedad. – Kisame se levantó de su asiento. – Si me hace el
favor, lo acompaño hasta la puerta, no soy un hombre que tenga mucho tiempo
libre. – Indicó. – ¡Que tenga un buen día, señor Namikaze!.
– Lo
mismo digo. – Respondió Naruto a la despedida mientras salía del despacho del
alcaide de la prisión estatal de Konoha hecho una fiera ante lo enfadado que
estaba. –¡Maldición!. – Masculló entre dientes.
El
periodista salió de la prisión estatal de Konoha en busca de un taxi que lo
llevara a alguna cafetería, no solo para desayunar sino también para calmarse,
ya que su encuentro con el alcaide Kisame Hosigaki no había sido como esperaba
y el que se hubiera dejado llevar por sus emociones solo había empeorado la
conversación.
Sin
embargo, Naruto no había encontrado ningún taxi que pasara cerca de la prisión
pero sí que encontró una pequeña cafetería en la que no dudó en entrar y pedir
unos gofres con miel y un café. Mientras desayunaba, Naruto se percató de que
había empezado a nevar provocando que su atenta mirada a los copos de nieve
surgiera el efecto tranquilizante y su enfado comenzara a disminuir poco a
poco.
–
¡Disculpe!, aquí tiene. – Habló la camarera que dejaba frente a la mesa de
Naruto un plato con panceta y huevos revueltos.
Ante
la aparición de la mujer, Naruto no pudo evitar dar un pequeño saltito sobre su
asiento ya que no se había percatado de que la camareta se había acercado a él.
–
Perdone, señorita, pero yo no he pedido esto. – Indicó Naruto señalando el
plato que la mujer le había acabado de servir.
– Lo
sé, señor, pero ha sido el señor de… – La camarera apuntó con su dedo a uno de
los taburetes de la barra, el cual estaba vacío. – Bueno, también me entregó
esto para usted. – La chica sacó del
bolsillo de su delantal un trozo de papel doblado que le entregó a Naruto antes
de retirarse.
Naruto
se percató de que el papel que la camarera le había entregado se trataba de un
trozo de periódico y cuando lo desdobló, se encontró con la noticia en la que
Madara Uchiha anunciaba la libertad de su hijo, también había un número de
teléfono escrito en tinta rojo sobre la imagen de Madara.
– Esto debe ser una casualidad. Sí, esto debe
de ser una casualidad. – Murmuró Naruto antes de arrugar el papel y meterlo en
el bolsillo de su grueso abrigo.
Sin
llegar a probar el plato de huevos con panceta, Naruto pagó la cuenta antes de
marcharse y preguntó sobre la línea de autobuses que pasaba por ese lugar.
Cuando
Naruto llegó al centro de la ciudad, decidió no tomar ningún taxi ya que el
traficó estaba saturado y era preferible ir hasta el edificio de la corte
judicial andando.
El
periodista no tardó en encontrar al juez Hidan Jashin aunque para ello, tuvo
que preguntar a tres personas diferentes que le ayudaron a encontrar el lugar
en el que se estaba.
–
¡Buenos días, soy Naruto Namikaze!, ¿es usted el juez Hidan Jashin?.
–
¡Buenos días!. Sí, yo soy. – Confirmó el hombre que vestía una toga negra y
sostenía un libro judicial entre sus manos. – ¿En qué puedo ayudarle, señor
Namikaze?.
–
Verá, se trata sobre el caso de Obito Uchiha. Usted le ha concedido la
libertad, ¿cierto?.
– Así
es. Obito Uchiha ya ha pasado cuarenta años en prisión y no hay ninguna queja
sobre su comportamiento como recluso, es de esperar que se le concediese la
libertad después de tanto tiempo y mostrando que tiene un buen comportamiento. –
Declaró Hidan con firmeza.
–
Señor Jashin, mi madre fue la víctima que Obito Uchiha asesinó y le puedo
asegurar, que las veces que lo vi mientras se estaba realizando el juicio que
realizó el juez Jiraiya Sannin, no vi ni un ápice de compasión o
arrepentimiento en sus ojos. – Recordó Naruto en un intento de abordar al juez
a que reconsiderada lo que había dictaminado.
–
Siento lo de su madre, señor Namikaze, pero ya ha pasado cuarenta años y Obito
Uchiha ha cumplido gran parte de su castigo. Un hombre que ha mostrado
eficiencia en su comportamiento mientras ha estado en prisión es digno de ser
perdonado y de que se le conceda la libertad, señor Namikaze, todos tenemos
derecho a tener otra oportunidad y ser perdonados. – Acotó. – ¡Que tenga un
buen día, señor Namikaze!. – Se despidió mientras pasaba a un lado de Naruto
para dirigirse a algún lugar de aquel
edificio.
Naruto
vio como el soberbio hombre se alejaba mientras que él solo podía apretar sus
puños con furia porque nadie parecía querer escucharlo en ese lugar e
irremediablemente, el lunes saldría Obito Uchiha de la prisión.
Naruto
abandonó el edificio de cortes judiciales y comenzó a caminar sin importarle
que estuviese nevando, pues no deseaba regresar tan pronto al hotel y mucho
menos en ese estado ya que estaba convencido de que acabaría destrozando algún
objeto de la habitación en la que se alojaba.
El
viernes y el fin de semana había pasado rápidamente, no obstante, Naruto se
había encerrado en su habitación bebiendo licor en un intento de buscar
consuelo pero sabía que aquello no le estaba ayudando mientras pensaba
seriamente en regresar al Remolino mientras que Obito Uchiha se lo iba a pasar
en grande ahora que iba a ser libre, pero los pensamientos de Naruto fueron
interrumpido cuando su teléfono móvil comenzó a sonar.
–
¿Diga…? – Dijo torpemente.
–
Naruto, soy Karin. ¿Has visto las noticias?. – Preguntó apresuradamente la
mujer.
–
¿¡Eh…!?, ¿qué noticias?. ¿Es que has mandado a un… espía detrás de mí… para
saber si iba a come… ter una locura…?, pues déjame decirte… que aún no lo he
hecho… pero ya quisiera… ya quisiera… – Habló con pastosidad en su boca debido al
alcohol.
–
¡Naruto deja de hacer el idiota y pon la televisión!. – Ordenó Karin gritando.
– ¡Sí,
señora hip…! – Respondió mientras se ponía firme como si Karin pudiese verlo y
se encontrase en la milicia. – ¿Dónde… donde está el mando… a distancia del hip…
televisor?. – Preguntó a la nada mientras buscaba a su alrededor. – ¡Aqu-í
estas…! ¡hip…! – Gritó cuando encontró lo que buscaba y encendió el televisor
para comenzar a cambiar de canal hasta que encontró una cadena de televisión
que estaba en medio de una rueda de prensa.
Naruto
entrecerró los ojos para poder ver bien a los hombres que estaban siendo
entrevistados por una multitud de periodistas.
“– Como he dicho en todo
momento, yo soy inocente. Ahora que me han dado la libertad, volveré a pedir
que se reanude el juicio del asesinato de Kushina Namikaze para demostrar mi
inocencia. – Dijo un Obito con facciones más maduras y gran parte de su cabello
negro estaba nevado por las canas a lo que Naruto recordaba y que lo hacían ver
más atractivo que en su juventud.
–
Señor Madara Uchiha, ¿qué opina usted con respecto a los familiares de Kushina
Namikaze?, ¿cree qué la familia de la víctima esté de acuerdo con lo que
pretende su familia?, ¿no cree qué podría negarse debido a que sería muy
doloroso para los familiares de Kushina Namikaze el volver a recordar la
tragedia?. – Preguntó un periodista que reconoció Naruto como Haku Siku, un
reportero que trabajaba en el mismo periódico en el que se había publicado la
declaración de Madara de la libertad de Obito Uchiha y que había coincidido con
Naruto en algunas ruedas de prensa.
–
Como padre puedo entender el dolor de la familia en la que se les ha arrebatado
un ser querido entre sus manos pero, también, desearía que el verdadero asesino
estuviera en la cárcel ya que como siempre he sabido, mi hijo aquí presente,
Obito, no es el verdadero responsable del asesinato de Kushina Namikaze. –
Aseguró con majestuosidad Madara mientras millones de flash de las cámaras fotográficas
de los reporteros se reflejaban sobre él. – Mi familia también ha sufrido con
la tragedia, ningún padre puede dejar de estar dolido cuando un hijo suyo es
encarcelado por algo que no hizo. – La seriedad en la voz de Madara era hipnótica
y, a pesar, de que el patriarca Uchiha ya era un anciano que debía de tener una
edad estimada a noventa y cuatro o noventa y ocho años, se conservaba muy bien,
pues tenía cierto sexapil que era capaz de poner los pelos de punta a cualquier
persona con la intensa mirada que poseía.
–
Señor Obito Uchiha, ¿usted que piensa acerca de la familia de la víctima?.
¿Cree qué comprenderán sus intensiones puesto que en el pasado usted fue
acusado como el culpable del asesinato de Kushina Namikaze?. – Preguntó una
periodista demasiado joven y desconocida para Naruto.
–
Realmente, siento compasión ante la familia de Kushina Namikaze. Era una mujer hermosa
y que no dudaba en sonreírle a cualquiera a sabiendas que estaba casada y era
madre, pero sé, que yo no maté a Kushina Namikaze. Por ello, este día que no
solo soy libre quiero darle mis condolencias a los familiares de esta mujer que
fue víctima de sus actos. – Obito cambió su rostro sonriente por uno de
tristeza a pesar de que había denigrado a la difunta víctima de la cual, fue
acusado por homicidio.
–
Como pueden ver, mi cliente ha sido acusado injustamente pero hace poco
encontramos a una persona que ha sido un testigo visual de que la última
persona con la que se le vio a Kushina Namikaze no fue Obito Uchiha sino Mizuki
Touji. – Intervino un hombre bien trajeado que era el abogado de Obito Uchiha.
Un
millar de murmullos que alborotó a todos los representantes de la prensa del
país de Fuego e internacional que
estaban presentes en ese lugar no se hizo esperar mientras que las cámaras no
dejaban de fotografiar a los tres hombres con más intensidad.
–
Por favor, señor Ebisu Aoyama ¿podría acompañarnos?. – Llamó el abogado y acto
seguido, subió a la tarima un hombre bastante nervioso que usaba unas gafas
oscuras.
–
¡Buenas tardes!. Me llamo Ebisu Aoyama y hace cuarenta años yo trabajaba para
la familia Uchiha, precisamente para la señora Hanako Uchiha, la madre del
señor Madara, era el jardinero y, también, se podría decir que el chico de los
encargos ya que solía hacer diligencias para la señora Hanako. – Explicó Ebisu
demasiado nervioso e intimidado. – El día en que Kushina Namikaze desapareció
yo había ido a hacer una diligencia para la señora Hanako y vi al señor Obito
acercarse con su automóvil hacia donde estaba Kushina Namikaze, era normal ver
a Kushina Namikaze acercarse a otros hombres aunque estos fueran más jóvenes
que ella. – Añadió deliberadamente antes de mirar a Madara y Obito que estaban
detrás de él. – No sé lo que hablaron pero sé que no debía de ser algo muy
bueno, pues el señor Obito se volvió a subir a su automóvil y se marchó, así
que cuando terminé de llevar el paquete que la señora Hanako me había encargado
llevar a la casa de la familia Hyuga, no sería nada raro que el señor Obito
estuviera en la casa. – Ebisu volvió a hacer una pausa pero en esta ocasión fue
para tragar un poco de saliva. – Cuando volvía de la casa de los Hyuga, me
sorprendí al ver el automóvil del señor Obito estacionado frente a la bolera
pero entonces, me percaté de que era Mizuki Touji el que se bajaba del vehículo
del señor Obito y parecía estar esperando a alguien. Así, que motivado por la
curiosidad, me escondí en un callejón para saber quién era la persona que
esperaba Mizuki y, fue en ese momento, que Kushina Namikaze llegó con su
pequeño automóvil, se bajó de su vehículo, le dijo algo a Mizuki Touji y ambos se subieron al automóvil
propiedad del señor Obito para marcharse del lugar. – Terminó de relatar Ebisu.
–
Señor Aoyama, ¿si usted vio todo eso por qué no lo dijo en el juicio?. –
Preguntó la joven periodista.
–
Bueno, yo… – Comenzó a titubear Ebisu.
– En
ese momento el señor Aoyama, tenía miedo de que creyeran que él había sido el
culpable del asesinato de la señora Kushina Namikaze. – Intervino velozmente el
abogado. – Sin embargo, en todo este tiempo se ha estado culpando por no haber
dicho lo que vio ese día, así mismo como que mi cliente haya tenido que estar
en la cárcel todo este tiempo y por ello, ahora que el señor Uchiha ha pedido
demostrar su inocencia, el señor Aoyama no ha dudado en contar toda la verdad
para que el verdadero responsable de la señora Kushina Namikaze esté entre
rejas.
–
Pero mentir en un juicio, así como ocultar pruebas, ¿no se trata de un delito?.
– Inquirió otra periodista perspicazmente.
–
Obviamente, es una inmoralidad por parte del señor Aoyama el que no se haya
atrevido a contar la verdad que absolvían a mi cliente. No obstante, han pasado
años y la infracción ha prescrito. – Indicó.
–
Como veis, gracias a que el señor Aoyama… – Estaba hablando nuevamente Obito
Uchiha.”
Naruto
apagó el televisor agotado de escuchar todas aquellas acusaciones en la que mostraba
a su madre como una mujer indecorosa y declaraba que Obito Uchiha era inocente
y no era el autor del asesinato de Kushina Namikaze. En cambio, se acusaba a
Mizuki Touji como el responsable del crimen.
–
Naruto… Naruto… ¿estás ahí, Naruto?.
¿Has escuchado la rueda de prensa que Obito y Madara Uchiha han
emitido?. – Preguntaba Karin. – ¡Por favor, háblame!, necesito que me digas
algo. – Esas palabras le indicaron a Naruto que había estado bastante tiempo
callado mientras veía y escuchaba la rueda de prensa que estaban emitiendo en
la televisión.
– Eso
no es verdad, mi madre no era ese tipo de mujer. Ella jamás miraba a otro
hombre que no fuese mi padre, solo han dicho un montón de mentiras y ese… Ebisu…
ese hombre es una alimaña. Todo lo que ha dicho son calumnias. – Afirmaba
Naruto con tanta furia que hasta su embotamiento a causa del alcohol había
desaparecido y vuelto la lucidez. – No puedo creer aún que se hayan atrevido a
afirmar que mi madre buscó el ser asesinada, ¡eso es absurdo!.
–
Naruto, cálmate porque voy a proponerte algo ya que estas en el lugar y el
momento adecuado. – Agregó Karin antes de hacer una pausa para permitirle a
Naruto que se tranquilizara un poco. – Voy a pedirte que me dejes suspenderte
esas ridículas vacaciones que me pediste, a cambio quiero que seas mi
periodista de investigación de Konoha sobre el caso de Obito Uchiha. – Propuso
sabiendo lo tentadora que le era dicha oferta. – Además, estoy segura que los
de arriba estará felices de saber que tenemos a alguien en el país del Fuego
para saber sobre la familia Uchiha y todo lo que encierra a Obito y ese tal,
Ebisu Aoyama. ¡Anda y dime que sí, Naruto!, ¿sabes que no puedes rechazar esta
propuesta?, tendrás todo el tiempo del mundo para reunir pruebas que demuestren
la culpabilidad de Obito Uchiha y de que Ebisu Aoyama miente. ¿Qué decides?.
–
Karin, yo acepto. Voy a volver a meter a Obito Uchiha entre rejas y nadie podrá
hacer nada para sacarlo de ese agujero, ni siquiera las mentiras de esa alimaña
de Ebisu Aoyama porque, también, será arrastrado a la cárcel con Obito. No
puedo permitir que insulten la memoria de mi madre y salgan de rositas. – Alegó
Naruto mientras aceptaba la propuesta de Karin.
– Así
me gusta, ese es el Naruto que me agrada y esto me hacer recordar que te invite
a cenar cuando regreses al Remolino como compensación a arruinarte tu momento
de borrachera. – Comentó divertida Karin. – Por cierto, ¿en qué hotel estas?.
– En
el hotel Balanza. – Respondió Naruto.
– Ese
hotel es nuevo, ¿cierto?. Bueno, desde hoy los gastos de alojamiento corren a
cargo de “Diario Técnica” y tú asegúrate de mandarme por fax buenos artículos,
una vez por semana, que muestren quien es en realidad Obito Uchiha para
publicarlo en una columna. Además, aparecerá en la primera página. ¡Buena
suerte, Naruto!. – Se despidió Karin antes de cortar la llamada.
Naruto
dejó su teléfono móvil sobre la mesita de cristal que había en la pequeña sala
mientras que en sus ojos brillaba la determinación y en sus labios se formaba
una sonrisa.
–
Espero estés preparado, Obito Uchiha, porque no voy a dejar que te salgas con
la tuya. Ya verás, haré todo lo posible para demostrar que tú fuiste el único y
verdadero asesino de mi madre, Kushina Namikaze. – Dijo en voz alta Naruto como
si estuviera haciendo un juramento.
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