-Dolor del corazón.-
Naruto se había despertado desde hacía treinta minutos y su mirada había permanecido fija en el techo de la habitación sin pensar en nada, solo disfrutando de la agradable sensación de paz con la que había amanecido sin querer aún el tener que afrontar la realidad junto a la amargura que parecía ser su compañera fiel de vida porque el periodista, realmente, necesitaba sentirse sin el peso que cargaba sobre su espalda cada mañana. Era por eso, que podía apreciar con mayor índole el silencio que lo rodeaba y la agradable sensación que casi rosaba a lo que él suponía debía de ser la alegría.
– ¿En qué estas pensando?. – Preguntó con voz aletargada la persona que se encontraba al lado del periodista y la que hasta hacía unos minutos estaba durmiendo.
– En nada. – Dijo para girar su rostro y mirar a los ojos negros del hombre recostado a su lado en la gran cama cubierta por sábanas de satén y gruesas mantas de lana que cubrían su desnudes.
– ¿Estas molesto por lo que pasó?. – Preguntó en un hilo de voz mientras que una de sus manos se deslizaba por el torso desnudo de Naruto en una caricia lenta.
– No. – La respuesta fue simple antes de levantarse un poco y besar a su compañero en los labios porque, de alguna manera, Naruto sentía que debía hacerlo.
– Naruto… – Jadeó cuando el periodista cortó el beso para sentarse sobre la cama. – ¿Te quedarás a mi lado?. – Inquirió antes de que Naruto se levantase de la cama.
– Sasuke, yo…
– Quédate conmigo. – Pidió Sasuke con voz temblorosa mientras quedaba sentado sobre el colchón. – No creas que después de esto, has hecho que deje de sentir lo que siento porque no es así, no soy ningún crío que no sabe lo que quiere. Yo te quiero.
– Lo sé, me lo has dicho. – La respuesta de Naruto hizo que el silencio volviera a reinar en el cuarto y por la cabeza de Naruto pasó el recuerdo de lo ocurrido en la noche y como había llegado ahí, como había tenido sexo con aquella persona y como lo primero que vio al despertar fue el rostro dormido de Sasuke.
– Para mí… lo que pasó tuvo significado. – Musitó Sasuke y Naruto giró a mirarlo para ver como apretaba las mantas con fuerza. – Sé que no me ves como me gustaría pero…
– No es mi estilo ir creando ilusiones a las personas. – Interrumpió Naruto volviendo a mirar al frente. – No me arrepiento de lo que pasó pero tampoco te puedo prometer que me quedaré a tu lado. Ya te lo dije, en estos momentos no puedo relacionarme con alguien.
– ¿Por qué…?, ¡maldita sea, dime por qué no puedes estar conmigo!. ¿¡Es por qué tengo veinticinco años!?, ¿es por qué piensas que aún soy demasiado crío para ti?. – La voz de Sasuke salió teñida de furia.
– No seas tonto, Sasuke. No soy esa clase de persona, me importa un pimiento lo que piensen los demás o si eres más joven que yo. – Naruto suspiró. – Solo quiero que no te veas envuelto en problemas, no me encuentro en una buena situación y lo que menos me gustaría es ver que otras personas sufran por mi causa. – Reveló el periodista en un intento de convencer a su compañero.
– ¿Es qué le debes dinero a alguien?, yo puedo dejártelo para que…
– ¡No es eso, joder!. – Gritó Naruto mirando a Sasuke que se había asustado por el improvisado grito con el que lo había interrumpido. – No soy ningún criminal, tampoco ando debiéndole dinero a la gente o algo así, pero estoy trabajando en algo, que el simple hecho, de que hable con alguien podría ponerlo en peligro. Es por eso, que no está bien que esté aquí, que yo… me haya dejado llevar. – El periodista apretó con fuerza las sábanas bajo él. – Tú tienes familia, gente que te quiere. Ellos no merecen que por seguir a alguien como yo pueda ocurrirte algo malo, se preocuparían y no estaría bien hacerlos pasar por ese tipo de sufrimiento.
El silencio volvió a imperar en la habitación mientras que ambos hombres se miraban a la cara pero Sasuke no tardó en desviar su mirada.
– Será mejor que me marche. – Murmuró Naruto comenzando a buscar sus ropas por el suelo de la habitación.
Cuando Naruto se terminó de vestir se acercó a Sasuke, que no se había movido del lugar en el que se encontraba, y lo besó en los labios pero en esta ocasión el beso fue para despedirse de Sasuke ya que el periodista no quería que se implicase en algo que él solito se había metido porque se lo debía a sus difuntos padres.
– Gracias por darme un poco de paz. – Murmuró Naruto antes de acercarse al oído de Sasuke. – Creo que también comencé a quererte. – Le susurró antes de marcharse del apartamento en el que vivía Sasuke sin siquiera mirar al dueño de la vivienda.
Cuando Naruto se encontraba en la calle sintió como la melodía de su teléfono móvil sonaba debido a que alguien lo estaba llamando.
– Sai… – Susurró Naruto.
– Naruto, Karin me ha contado lo que ha hecho Obito y en la situación en la que te encuentras. – La voz de Sai sonó preocupada. – ¿No crees qué has arriesgado suficiente tu puesto de trabajo para continuar con esto?.
– Eso ya deberías de saberlo, Sai. No importa si me quedo sin nada por culpa de Obito Uchiha pero yo voy a buscar la manera de mostrar que no es ningún santo. Simplemente, tengo que hacerlo, no puedo dejar que se salga con la suya, no puedo permitir que siga riéndose de la muerte de mi madre y como me arrebató también a mi padre. Ese maldito tiene que pagar.
– Naruto…
– Escúchame bien, Sai. – Interrumpió al fotógrafo porque sabía lo que iba a decirle y también podía percatarse en la voz de Sai que se encontraba muy preocupado por él. – Hoy tengo una oportunidad para mostrar que Obito no es el inocente que dice ser. Tengo la oportunidad de tomar una información tan valiosa que mucha de esa gente que se deja guiar por las falsas palabras de Obito Uchiha, van a tener que morderse la lengua.
– ¿A qué te refieres, Naruto?.
– Sai, he conseguido convencer a Ebisu Aoyama para entrevistarlo hoy y conseguiré que confiese la verdad. – Declaró Naruto.
– Naruto, eso…
– ¡Déjalo ya, Sai!. – Advirtió Naruto sin dejar de hablar al fotógrafo un poco molesto porque estaba seguro que Sai no aprobaba el hecho de que fuese a hacer esa entrevista y cortó la llamada.
El periodista tomó un taxi que lo acercó al hotel en el que se alojaba, necesitaba darse un baño y ponerse ropa limpia. Además, de que tendría que acercase a una lavandería para lavar sus ropas sucias.
Después de cumplir sus propósitos esenciales, Naruto se quedó paseando por la ciudad en espera a que fuese la hora en la que tendría que ir al colegio Amaterasu para hacer la entrevista, así que almorzó en uno de los tantos restaurantes de la ciudad y se permitió disfrutar un poco de algunos espectáculos de artistas callejeros que, a pesar de la baja temperatura, continuaban haciendo su trabajo.
Las horas pasaron con lentitud para Naruto ya que se encontraba ansioso por entrevistar a Ebisu y debido al comportamiento que parecía tener, Naruto intuía que presionándolo un poco al recordarle que estaba cometiendo un delito, Ebisu soltaría por su boca todo lo que el necesitaba para que Obito Uchiha quedase acorralado.
Naruto tomó el autobús que lo llevaría hasta el barrio en el que vivió durante su infancia y caminó con paso lento hasta el colegio para llegar puntualmente a la hora acordada.
Por el camino, el periodista observó a muchos padres y familiares que regresaban a sus casas después de haber ido a buscar a los niños y niñas del colegio pero no esperó encontrarse con un hombre que ya conocía.
– ¡Hola, Naruto!. ¿Qué hacer por aquí?, ¿recordando viejos tiempos?
– ¡Hola!. Sí, algo así… Gaara. – El periodista pronunció el nombre con vacilación debido a que no recordaba bien de si el pelirrojo frente a él se llamaba así pero cuyas dudas quedaron aclaradas cuando el pelirrojo sonrió complacido.
– Ella es mi hija, Akako, he venido a buscarla. – Presentó Gaara a una pequeña niña de pelo rojo y ojos verdes vestida con el uniforme del colegio al que se dirigía el periodista y sujetaba de la mano a su padre. – Akako. – Murmuró a la niña que se sonrojó antes de asentir a lo que su padre quería que hiciera.
– ¡Hola! Soy Akako no Sabaku, encantada de conocerlo, señor. – Se presentó la niña haciendo una leve inclinación hacia delante un poco violenta.
– ¡Qué educada!. – Sonrió Naruto acuclillándose hasta quedar a la altura de la niña y extender su mano para estrechársela con la pequeña mano de la menor, la cual con algo de vergüenza agarró la mano del periodista. – Yo soy Naruto Namikaze y el placer es mío. – Naruto sonrió haciendo que la niña se sonrojara más por lo poco habituada que estaba a conocer a desconocidos. – Así que aún vives por aquí. – Habló en esta ocasión hacia Gaara
– Sí, a pesar de lo que pasó, este ha sido un buen barrio y he querido que mi familia continúe viviendo aquí. – Afirmó el pelirrojo. – Pensé que te lo había dicho en aquella ocasión. – Musitó Gaara provocando que Naruto sonriera nerviosamente porque a duras penas recordaba el encuentro y lo que habían conversado.
– Papá… – Llamó la niña a su padre para señalarle a un niño castaño que los saludaba unos metros alejado y que debido a su ropa indicaba ser un estudiante de instituto.
– Bueno, Naruto, tengo que marcharme pero estaría encantado de recibirte en mi casa y presentarte a mi esposa. Vivo en la calle Shikaku, número 27. Aunque no tiene confusión, es enorme y de color amarilla. – Indicó Gaara. – ¡Adiós, Naruto!.
– Gracias por la invitación, ¡adiós!. – Se despidió el periodista para continuar su camino después de cerciorarse de que la pequeña conversación no había ocupado mucho tiempo pero sabía que ya llegaría varios minutos pasada la hora acordada al colegio.
Naruto llegó al enorme edificio que no había cambiado mucho de cómo lo recordaba a pesar de que se podía apreciar que su fachada había sido restaurada y habían puesto una pequeña placa en la entrada del colegio pero, a pesar de ello, habían aumentado el número de aulas debido a que un patio había desaparecido para convertirse en parte del edificio principal del colegio.
Naruto entró si poder apartar la vista a cada rincón que le traían recuerdos de su infancia hasta llegar a donde se encontraba la consejería y esperaba encontrar a Ebisu pero ahí, no había nadie.
El periodista miró el reloj de pared que marcaba las seis y media situado en el interior de la consejería ya que la ventana-mostrador no había sido cerrada, lo que le indicaba a Naruto que Ebisu se debía de encontrar dentro del edificio.
Naruto decidió no perder más tiempo esperando a que Ebisu apareciera por uno de los pasillos y, por alguna razón, su instinto le gritó que accionara la grabadora de su teléfono móvil, así que lo hizo antes de tomar el pasillo de la izquierda para buscar al conserje.
Como era de esperarse el colegio era más lúgubre a esa hora que carecía de niños que le daban la vida al viejo edificio. Las puertas de las aulas que el periodista comprobó estaban cerradas aunque la llave no estaba pasada, por lo que Naruto al accionar el picaporte pudo comprobar que las aulas estaban vacías.
El periodista llegó a una de las escaleras principales sin haber encontrado al conserje, así que no dudó en subir para comprobar en la planta siguiente de que Ebisu no se encontraba allí.
Naruto había comprobado ya dos aulas cuando el sonido de algo al caerse procedente de una de las aulas del piso superior captó su atención.
Sin pensar por un momento, Naruto siguió su impulso y se dirigió corriendo escaleras arriba donde una de las aulas tenía la puerta completamente abierta. En ese momento, Naruto se detuvo un instante para retomar el aire que sus pulmones habían gastado debido a la carrera y caminó hacia el aula mientras llamaba al conserje aunque no recibía respuesta pero el periodista guiado por la curiosidad de saber que aquel salón tenía la puerta abierta no se reprimió en dar pasos para entrar al lugar.
– ¡Señor Aoyama!. – Llamó Naruto antes de entrar a la clase donde encontró a Ebisu, sentado sobre una de las sillas estudiantiles con las manos sobre el pupitre escolar cerca de la ventana donde la vaga luz que aún había le daba una apariencia nostálgica, pues su cabeza estaba baja como si estuviese mirando sus manos o meditando. – Lamento la tardanza pero no pude evitar el entretenerme por el camino… – Había continuado hablando el periodista hasta estar lo suficientemente cerca del conserje que ni siquiera se había dignado a girar la cabeza para mirar al recién llegado o saludarlo. – ¿Se encuentra usted bien?. – Preguntó Naruto al llegar a un lado de Ebisu y percatarse de que no parecía escucharlo ni darse cuenta de su presencia, siendo que un escalofrío surcara la columna vertebral del periodista.
Naruto tragó saliva antes de estirar su brazo derecho y tocar con su mano uno de los hombros del conserje, fue entonces que el cuerpo de Ebisu Aoyama se movió ante la atenta mirada del periodista.
El cuerpo de Ebisu Aoyama se reclino hacia el hombro que Naruto le había tocado y como si fuese un sueño, el periodista observó estupefacto como Ebisu Aoyama caía al suelo, inerte, frío, rígido… Ebisu Aoyama estaba muerto.
Naruto miraba con los ojos muy abiertos, más de lo que alguna vez lo hubiese hecho en su vida, el cadáver de Ebisu Aoyama en medio de la penumbra sin poder salir del shock que no le permitía hablar, le imposibilitaba gritar o moverse.
Sin embargo, en ese estado de estupefacción en el que había entrado el periodista sintió como un fuerte golpe lo sacaba de ese estado catatónico pero antes de que su cuerpo cobrara la misma velocidad que su mente, otro golpe en su estómago consiguió sacarle el aire de sus pulmones acarreándole el caer al suelo.
Naruto no fue capaz de levantar la cabeza debido a que seguía recibiendo golpes en todo su cuerpo, pareciendo un muñeco siendo vapuleado por un niño y, entonces, escuchó una risa. Una risa, que estaba seguro se le hacía familiar, una risa que indicaba que quien fuese quien estaba apaleándole estaba disfrutando con ello.
El periodista no sabía si tan solo había pasado algunos minutos o unas horas recibiendo aquella tunda sin poder tener la oportunidad de defenderse, solo de protegerse de aquellos lugares de su cuerpo que sabía eran puntos vitales pero no impidió que sintiera como en su pecho llegaran a ocasionarse crujidos que le indicaban que se trataba de algo serio.
Repentinamente, Naruto dejó de sentir golpes y solo escuchaba la carcajada mientras el escupía su propia sangre sobre el suelo de cerámica color ocre.
– Eres tan idiota… – Comentó divertido y Naruto reconoció aquella voz, haciéndole apretar sus puños con fuerza sobre el suelo debido a varios sentimientos guardados en su interior mientras intentaba ponerse de pie, ignorando el dolor que sentía sobre sus costillas. – Tan idiota como para buscar al viejo imbécil y asustarlo lo suficiente que me llamó para pedirme perdón. ¿Cómo si no fuese a pasar nada?.
– O… Obito… – Farfulló Naruto antes de volver a escupir sangre de su boca al recibir una fuerte patada en su tórax que lo hizo caerse y encogerse sobre sí mismo en un acto involuntario con el que pretendía mitigar el dolor que sentía pero sin poder mirar aun a su agresor a la cara.
– Y tú tan idiota como la puta de tu madre. – Dijo apartándose un poco de Naruto con una enorme sonrisa en sus labios. – ¿Qué harás ahora, Naruto?, escribirás otro artículo diciendo que soy una mala persona, qué no me saldré con la mía para poder quedarme con el dinero de mi padre o piensas ir a una comisaría a denunciarme pero deja que te de un dato, estúpido, tu no saldrás de este colegio de mierda. – Le aseguró Obito al periodista sin parecer importarle el confesarle cuáles eran sus motivos verdaderos de lo que estaba haciendo todo aquel teatro después de conseguir la libertad.
– ¡Cabrón…! – Consiguió gritar Naruto cuando logró levantarse con una de sus manos sujetando sus costillas mientras que con su otro brazo lo tenía apoyado en la pared para no perder el equilibrio. – Tú lo mataste. – Pronunció refiriéndose a Ebisu.
– ¿Yo matar a alguien…? Perdona, creo que estas confundido. – Declaró teatralmente antes de propinarle un puñetazo al periodista en el estómago pero no permitió que Naruto cayera al suelo cuando se dobló de dolor ya que le agarró del pelo, obligándole a que le viera a la cara. – ¿Cómo se siente el ser basura?. – Preguntó jocosamente acercando su cabeza a la del periodista y este le escupió en la cara a Obito, provocando que su agresor, nuevamente, estallara en carcajada. – Cuando tu madre estaba así, solo sabía llorar y suplicarme que la dejara, que no le contaría a nadie pero tú no eres tan miserable como Kushina, ¿verdad?. – Inquirió antes de golpear la cabeza de Naruto contra la pared, lo cual causó que el periodista quedara aturdido. – Espero que mi padre tenga los mismos huevos que tú para divertirme un rato antes de ayudarlo a dejar este mundo. – Rió antes de volver a estrellar la cabeza del periodista contra la pared.
– ¿Por qué… ? – Consiguió preguntar Naruto a pesar de su desconcierto.
– ¿Por qué maté a tu madre?, o... ¿por qué te voy matar a ti? o… ¿por qué ese imbécil está muerto? o… ¿quieres saber por qué te estoy contando esto?. Bueno… digamos que es por diversión. – Espetó Obito tirando al periodista al suelo y patearlo para, acto seguido, coger los cabos de la bufanda que Naruto tenía enredada a cuello, de los cuales comenzó a tirar, apretando la garganta del periodista mientras este hacia todo lo posible para no ser asfixiado. – No te resistas, sabes que compartirás el mismo destino que tu madre y yo disfrutaré ver como se extingue tu vida. – Aseguró mientras pateaba la espalda de Naruto y dejaba su pie apoyado y ejerciendo fuerza sobre la espalda del periodista para inmovilizarlo mientras seguía tirando de la bufanda.
Naruto había perdido mucha fuerza y sus energías por impedir el ser ahorcado con su propia bufanda se disminuía poco a poco. Escuchó la risa de Obito como si fuera un rumor cuando la presión alrededor de su cuello fue mayor y su tráquea fue aprisionada.
El periodista intentó tomar aire pero cada vez, era menos posible y solo podía escuchar su corazón, palpitando impetuoso en ese instante en que estaba luchando por su vida.
Naruto oía el sordo ruido de su garganta al intentar tomar aire que no le estaba siendo posible de llevar a sus pulmones debido a que su cuello estaba siendo aprisionado y de repente su visión se comenzó a nublar y la poca luz nocturna que captaban sus pupilas se fue apagando hasta que todo quedó en negrura mientras una explosión pareció dar la señal de que la oscuridad terminara de cernirse.
– Naruto… – Escuchó su nombre en un susurró y el negro que albergaba todo a su alrededor comenzó a dispersarse como un banco de mariposas que revoloteaban para dejar paso a la claridad, una luminosidad que proporcionaba calidez y cegaba los ojos del periodista, por lo que Naruto, se vio obligado a cerrar los ojos por un instante antes de entre abrir sus parpados intentando acostumbrarse a aquel blanco para poder buscar a quien lo llamaba. – Naruto… – Repitió aquella voz dulce.
Naruto se sentía cómodo en ese lugar, a pesar de que no podía abrir bien sus parpados, para ver a su alrededor pero no impedía de que se sintiese reconfortante en medio de la blancura en la que parecía estar flotando.
– Naruto… – La voz se escuchó más cerca del periodista y este al abrir los ojos pudo ver a quien lo llamaba y las lágrimas acudieron a sus ojos mientras sentía su labio inferior temblar. – Naruto, mi tesoro…
– ¡Mamá…! – Exclamó Naruto para abrazar a su madre mientras hundía su cabeza en el arco que hacía el hombro y el cuello de Kushina. – ¡Perdóname, mamá!. Yo… te extrañado tanto… yo lo siento, no he sido un buen hijo, no he podido ir a ver tu… – Pero su voz se ahogó por el llanto.
– Mi niño. – Murmuró Kushina mientras acariciaba la cabeza de Naruto.
– No… yo lo siento… lo siento. He intentado… que ese hombre no… no saliera de la cárcel… pero solo… yo, ahora… – Sollozó Naruto separándose de su madre mientras se limpiaba las lágrimas de su rostro y no dejaba de mirar a Kushina que continuaba igual a como la recordaba.
– Naruto, aún no es el momento de reunirnos. – Dijo otra voz y Naruto vio aparecer a su padre.
Minato había aparecido también en aquel lugar pero se veía joven con buen aspecto y no demacrado como recordaba que se encontraba su padre antes de morir, consumido por su enfermedad y la tristeza dejada por el fallecimiento de su madre.
– ¡Papá…! – Gritó Naruto para también abrazar a su padre.
– Naruto, debes irte ya. Tú aún no debes de estar aquí. – Repitió Minato.
– ¡Papá, perdóname…! Yo debí de ayudarte más… de lo que lo hice… no debí permitir… que tú llevaras toda… la carga de lo… que pasó con mamá… – Naruto miró a su madre antes de abrazar a ambos. – Yo… debí de ser… un mejor hijo… – Sollozó Naruto.
– Naruto, no tenemos nada que perdonarte. – Dijo Minato.
– Para nosotros has sido el mejor hijo que alguien pudiese tener. – Continuó diciendo Kushina.
En ese momento, un millar de pequeñas luces se unieron formando una luz que formó una apertura, pareciendo una especie de túnel que llevaba a alguna parte.
– Hijo, tienes que irte. – Volvió a indicar Minato al ver el túnel dorado que se había formado. – Ahora es tiempo de que seas feliz, de que vivas.
– Yo… – Intentó decir Naruto volviendo a limpiar su cara bañada por las lágrimas.
– Siempre estaremos a tu lado. – Sonrió Kushina mientras se alejaba junto a Minato sin dejar de mirar a su hijo.
El periodista asintió con la cabeza sin poder dejar de derramar lágrimas.
– Os quiero… – Murmuró Naruto antes de internarse en aquella especie de pasadizo dorado.
El ruido de las maquinas medicas fue el primer sonido que captó los odios de Naruto y sus párpados fueron cegados por la intensa luz que entraba por la ventana, intentó moverse pero fue entonces que se percató de que estaba en una cama y el agudo dolor en el costado izquierdo que le punzaba demasiado como para intentar hacer un movimiento brusco.
– Naruto… – Escuchó que decían su nombre y al rodar sus ojos hacia la persona que lo había llamado se dio cuenta de que se trataba de Sai. – Llamaré a un medico. – Dijo el fotógrafo apresuradamente antes de volver a salir por la puerta mientras Naruto emitía una pequeña sonrisa en sus labios resecos.
Posteriormente de una exploración del médico, Sai le contó a Naruto y la policía al enterarse que Naruto había despertado, cobrando la conciencia, le pidieron interrogarlo para solventar el caso.
El periodista no objetó e, incluso, la grabación que su teléfono móvil contenía fue suficiente para mostrar la veracidad de sus palabras y los siguientes días, los medios de noticias se hicieran eco de la inocencia de Naruto Namikaze.
El detective Yahiko Akatsuki había comenzado a buscar a Naruto después de leer su último artículo sobre Obito Uchiha que había publicado en Diario Técnica hasta dar con el periodista, casualmente, en medio del mercadillo de puestos ambulantes en la plaza de Shuriken, cerca del río Suiton. A partir de ese momento había comenzado a seguir a Naruto ya que estaba preocupado por él.
El detective había presenciado cómo Naruto había conseguido convencer a Ebisu para tener una entrevista y, ese día, lo había seguido hasta que se dirigió al colegio, teniendo que aguardar cuando Naruto había iniciado una charla con un vecino del barrio con el que se entretuvo, llagando tarde a su encuentro en el colegio Amaterasu.
En un comienzo, el detective había esperado en el exterior para cerciorarse de que nadie más entraba o salía del edificio pero rápidamente oscureció y se sorprendió al no ver ninguna luz encendida en todo el edificio, así que Yahiko había entrado con su arma en la mano, era un viejo sabueso y sabía que los nervios, a pesar de que ya estaba retirado, no le fallarían como si se tratase de un principiante en el caso de encontrarse con algún inocente.
Yahiko subió las escaleras sin llegar a escuchar nada hasta llegar a la segunda planta, donde una risa parecía disfrazarse con el silencio que rodeaba el lugar.
A paso raudo, el detective Akatsuki se dirigió al lugar de donde procedía la risa y sin pensarlo ni un segundo encendió la luz de aquella aula para ver como Obito Uchiha ahogaba con la bufanda a un maltrecho Naruto Namikaze.
Sin embargo, Obito miró al detective con una enorme sonrisa en su rostro y antes de darle alguna oportunidad de hablar presionó el gatillo de su vieja Colt* y la bala salió propulsada para incrustarse en el cráneo de Obito Uchiha que cayó al suelo sin vida.
Después de esto, Yahiko llamó a los servicios sanitarios y a la policía mientras le desenredaba a Naruto su bufanda y le abría el abrigo para cerciorarse de que no había nada que presionara el pecho del periodista y comenzar a practicarle la respiración artificial, minutos después dos ambulancias y tres vehículos de patrulla se encontraban en el lugar.
Naruto había permanecido dos semanas inconscientes en estado de coma, Yahiko lo visitaba todas las semanas y Sai también le había revelado que sabía de lo sucedido y de que él estaba en el hospital al ver las noticias de la mañana y que en todo ese tiempo, lo había estado visitando.
Naruto había sufrido las fracturas de algunas de sus costillas, lo que lo obligó a permanecer tres meses en el hospital de la ciudad de Konoha pero estaba obligado a llevar un corsé para la recuperación de sus huesos pero antes de volver a la Republica del Remolino, Naruto no solo había entregado su último artículo por fax a Karin con la experiencia vivida al casi morir a manos de Obito Uchiha, sino había ido al cementerio para dejar unas flores a sus padres con la promesa de que volvería.
Había trascurrido tres años y medio desde lo ocurrido con Obito Uchiha y Naruto había escrito un libro autobiográfico que estaba vendiéndose muy bien mientras que el libro de Obito Uchiha que había escrito Deidara Katsu se había retirado del mercado y Madara Uchiha no solo había retirado todos los planteamientos judiciales que había iniciado Obito, sino que, también, se había disculpado públicamente por todo lo sucedido.
Sakura Haruno terminaba de despedir su programa.
– Gracias por venir y concedernos esta entrevista, señor Namikaze. – Agradeció Sakura con una sonrisa. – He leído su libro y si no le importa. – Dijo la famosa presentadora cogiendo el libro de la mesita de cristal que era parte de la decoración del programa.
– ¡Oh…! Claro, no se preocupe. – Respondió Naruto mientras cogía el libro y garabateaba su autógrafo junto a una dedicatoria a la presentadora.
– Muchas gracias. – Agradeció una vez más Sakura pero Naruto no pudo responder cuando su teléfono móvil comenzó a sonar donde el nombre de Karin se leía en la pantalla.
Después de la llamada telefónica en la que su jefa le pedía a Naruto el hacer una entrevista y salir del plató de televisión para ir a comer al restaurante de Nagato donde no solo pudo volver a agradecer a Yahiko por su preocupación que lo había salvado de las garras de la muerte sino, también, disfrutar de una deliciosa comida. Naruto se dirigió a la mansión Uchiha donde lo estaba esperando Madara Uchiha.
– Señor, por favor, espere aquí. – Pidió el mayordomo, dejando al periodista en una elegante sala de grandes ventanales en las que podía ver el jardín donde las flores comenzaban a florecer.
Al cabo de unos minutos, Madara Uchiha apareció saludando a Naruto pero no venía solo, detrás del anciano patriarca, venía un hombre, que Naruto, ya conocía y en los que aquellos tres años habían acentuado un poco más sus rasgos varoniles.
– Naruto… es un honor tenerte en mi casa, sé que puede que estés molesto por lo que pasó con Obito pero antes de que todo acabara como terminó, yo te prometí esta entrevista por eso insistía al periódico en el que trabajas que te enviaran. Tengo que admitir que no ha sido fácil. – Hablaba Madara mientras estrechaba la mano a Naruto con cierto nerviosismo. – Por favor, deja que te presente a mi único nieto. Sasuke Uchiha. – La voz del anciano salió orgullosa de sus labios y Naruto no pudo evitar el mirar a la cara de Sasuke para luego sonreírle.
– Un placer. – Respondió Sasuke pero antes de que Naruto pudiese responder, Madara se había apresurado a invitarlo a sentarse y comenzaron la entrevista.
Naruto no pudo dejar de mirar a Sasuke cada cinco segundos, aún recordaba todo lo que había ocurrido y aunque al salir del hospital Sai le había ayudado e intentó tener una relación con el fotógrafo, esta no había funcionado.
– Disculpe, señor Madara Uchiha, tiene una llamada importante. – Interrumpió el mayordomo y Madara asintió con la cabeza haciendo que el mayordomo se retirase.
– Gracias, Naruto. Sé que lo que mi hijo Obito hizo no tiene perdón pero solo puedo pedirte que no tenga rencor a mi familia aunque sé que estoy siendo egoísta. – Las palabras de Madara salieron de su boca como un ruego.
– No se preocupe, sé que lo que hizo Obito se trata de algo excepcional. Usted no tiene la culpa de lo que Obito originó. – Contestó Naruto antes de verse apresado por los brazos de Madara que le recordó a cuando su padre lo abrazaba.
– Gracias. – Susurró antes de deshacer el abrazo con el periodista. – Si me disculpa, he de atender una llamada. Estoy seguro que mi nieto le atenderá como debe. – Respondió Madara para ver como Sasuke asentía con la cabeza para luego, Madara abandonar la sala dejándolo a solas con Sasuke.
El silencio se había hecho presente detrás de que Madara se marchara de la habitación y no parecía que ninguno de los dos lo fuera a romper.
– Yo… lo siento… – Sasuke había sido el primero en hablar.
–¿¡Eh!?, ¿por qué te disculpas?. – Preguntó un confundido Naruto.
– Por lo que pasó, yo… no sabía. – Confesó.
– No te preocupes, soy periodista y sé que mi trabajo es bastante peligroso en ocasiones. – Intentó restarle importancia Naruto. – Te ves bien… ¿qué tal te ha ido?.
– Yo… te he estado… bien. – Sasuke levantó la mirada para colisionar con la mirada de Naruto. – Cuando te fuiste esa mañana… yo… yo quería decirte que podía esperarte pero no pude hablar.
– Sasuke...
– Ese día me di cuenta que no solo te quería sino que te amo. – Declaró Sasuke con nerviosismo. – Yo no sabía que eras tú el periodista del que el tío Obito tanto se quejaba pero cuando el abuelo me lo contó, yo corrí al hospital, quería verte, pero no me dejaron visitarte. Luego, te marchaste del país y no sabía el nombre del periódico en el que trabajas o cual era tu apellido para poder localizarte y no podía pedirle ayuda al abuelo, es algo embarazoso. – Confesó sonrojado. – No sabía que el invitado del abuelo eras tú pero estoy feliz de volverte a ver. – Murmuró en un hilo de voz. – Aquel día me dijiste que comenzabas a quererme… ¿aún puedo creer en ese sentimiento tuyo?.
Naruto se sonrojó por la confesión antes de levantarse, sintiendo que Sasuke lo imitaba, también levantándose de su asiento sin dejar de mirar y en espera de una respuesta.
– Ha pasado tres años y en este tiempo han pasado muchas cosas.
– ¿Es por qué Obito era mi tío?. ¿Me odias por eso?. – Se apresuró a preguntar Sasuke. – Si es eso… yo creo que lo entiendo.
– No te odio, Sasuke. En esos días conseguiste darme un poco de paz que necesitaba. – Naruto se sonrojó al decir la verdad.
– Entonces… ¿estaría bien si tú… y yo?. – Insistió Sasuke acercándose a Naruto sin atreverse a tocar al periodista.
– Soy periodista, mi trabajo me exige viajar continuamente e inmiscuirme en asuntos peligrosos. Además, este no es el país en el que resido ni está el periódico en el que trabajo. ¿Estaría dispuesto a abandonar Konoha?. – Preguntó para mirar a los ojos negros de Sasuke para indicarle que hablaba con seriedad.
Sasuke sonrió antes de abrazar el cuello de Naruto y besar después de tres años aquellos labios mientras sentía como las manos del periodista abrazaban su cadera.
– Yo estoy dispuesto a irme contigo. ¿Me das una oportunidad?. – Inquirió después de que el beso terminara.
– Estas teniendo esa oportunidad desde este momento. – Contestó Naruto antes de atrapar la boca de Sasuke en un beso lento y tierno mientras pegaba a Sasuke más a su cuerpo y en ese instante Naruto depositaba la esperanza de intentar encontrar la felicidad a su lado.
Fin.
Aclaración de los términos:
* Colt: Se trata del nombre de una pistola.
No hay comentarios:
Publicar un comentario