-La cruda realidad.-
Finalmente,
el vuelo que había tomado Naruto había terminado y, en ese momento, se
encontraba cargando su mochila a la espalda donde llevaba guardado su fiel y
cómodo ordenador portátil mientras tironeando de su maleta, que había recogido
en la cinta de equipaje, en la que llevaba sus ropas y zapatos.
Naruto
sabía que no llevaba mucha ropa, aunque siempre le quedaba la opción de ir a
una lavandería en el caso de que se diera la situación, pero no le era de gran
importaba el que no hubiera seleccionado gran parte de las prendas de su
armario al decidir por escoger las prendas que pensaban eran más oportunas y
adecuadas porque esperaba que el asunto que lo había llevado hasta Konoha
quedase zanjado en las dos semanas de plazo que Karin le había conseguido como
vacaciones.
Sin
embargo, prioritariamente, debería ir hasta uno de los centenares de teléfonos
públicos que había en el aeropuerto antes de tomar un taxi para buscar en la
guía telefónica un hotel, hostal, motel o en lo que fuese que pudiese ofrecerle
alojamiento ya que, a pesar de haberse impacientado en reservar un vuelo que lo
llevasen hasta donde se encontraba, había olvidado hacer su reserva de
hospedaje, pues no había parecido recordarlo hasta el momento en que Naruto
bajó las escaleras del avión percatándose que no tenía un lugar concreto al que
ir a instalarse durante el tiempo que iba a estar en Konoha.
El
periodista solo esperaba que aún quedase algún sitio que tuviese una habitación
libre ya que por esas fechas, muchas personas que tenían familia en Konoha,
hacían su reserva para pasar las navidades junto a sus familiares.
Sobre
todo, Naruto esperaba no tener que alojarse en uno de los hoteles más caros de
Konoha ya que tampoco pensaba gastar demasiado dinero por tener que ocupar una
habitación de hotel que, solamente, usaría para dormir y, quizás, desayunar o
cenar pero no le apasionaba la idea de ir a meterse a un lugar de mala muerte
en el que tuviese que compartir cuarto con cucarachas y roedores. Su
experiencia como periodista, le había hecho pasar por todo tipo de situaciones
y el que tuviese que aprender a clasificar juiciosamente el tipo de áreas en
los que estaba dispuesto a hospedarse, reconociendo los nombres y la
descripción que ponían, puesto que en muchas ocasiones los hoteleros engañaban
a sus clientes con el excesivo decoro de instalaciones que, al final,
resultaban estar en pésimo estado.
Decidió
marcar como primera opción los teléfonos de hoteles pertenecientes a edificios cercanos
al río Suiton, ya que a Naruto le encantaba las calles y edificaciones antiguas
que tenía las ciudades, las cuales encontraba místicas, y que, normalmente,
estos cascos históricos se encontraban cercanos a los ríos. Además, el caprichoso
recuerdo de cuando paseaba junto a sus padres por la calle peatonal de
adoquines blancos, negros y rojos que formaban diferentes grafías y dibujos
bajo sus pies como si de una alfombra se tratase o los árboles de grueso tronco
rugoso que crecían en medio de pequeños jardines que en primavera mostraban el
colorido blanco de las margaritas como un manto que se fundía ante el reflejo
del agua del río Suiton que brillaba como pequeñas lucecitas doradas haciéndole
pensar de que se encontraba en un lugar mágico, que en cualquier momento, los
edificios que separaba la calle peatonal cobrarían vida propia para unirse en
la fantasía de cuentos que la mente infantil de un niño podía imaginar. También,
le parecía a Naruto un lugar más apropiado ya que, esa zona de Konoha, no
estaba tan cercana a su antiguo barrio.
No
obstante, Naruto no contó con suerte puesto que todas las habitaciones de los
hoteles y hostales a los que llamó estaban reservadas u ocupadas, viéndose en
la tediosa tarea de llamar a otros negocios de hospedajes más céntricos o a las
afuera de la ciudad, intentando conseguir hospedaje en algún sitio que no
estuviera cerca a su antiguo barrio o al cementerio de Konoha, pues no se
sentía en ese momento cómodo con la idea de estar en una zona donde había
pasado acontecimientos tan importantes y dolorosos a la vez, al igual que ir a
visitar las tumbas de sus progenitores. El periodista aún necesitaba, al menos,
un día para poder armarse de valor y no solo pisar su antiguo barrio sino,
también, tener el suficiente autocontrol de sí mismo para afrontar a alguien
que conoció en su infancia, así como para visitar el lugar en donde estaban
enterrados sus padres, ya que sería la primara vez que lo haría, debido a que
la idea de volver a Konoha lo atormentaba a causa de lo ocurrido con su madre.
Naruto
marcó con cansancio el treintavo número telefónico de los lugares que había
seleccionado en la guía telefónica en espera de encontrar alojamiento en ese
hotel del barrio de Ohayo llamado Balanza, después de haber escuchado
veintinueve veces como le confirmaban que no tenían habitaciones disponibles,
tenía muy pocas esperanzas de conseguirlo en ese hotel.
– ¡Bueno
días!. ¡Hotel Balanza!, ¿en qué podemos atenderle?. – La dulce voz de una mujer
se escuchó por el teléfono.
–
¡Buenos días!, ¿me gustaría saber si tenéis alguna habitación libre?. –
Preguntó con rapidez Naruto.
–
Espere un momento, señor. – Naruto escuchó como la mujer que se encontraba
atendiendo su llamada presionaba con velocidad el teclado de un ordenador. –
Tenemos dos habitaciones disponibles, una de nuestras suites y una habitación
familiar. – Informó con amabilidad haciendo que Naruto formara una sonrisa
mientras escuchaba como la mujer le comunicaba el precio de hospedaje
dependiendo de si decidía elegir la suite o la habitación.
– Me
gustaría reservar la habitación familiar a nombre de Naruto Namikaze.
–
¿Para qué momento desea que este su habi…? – Pero la mujer no pudo continuar
hablando al ser interrumpida por Naruto.
– Para
hoy mismo, estaré ahí en una hora, aproximadamente. – Indicó escuchando como la
mujer le indicaba que todo estaría listo para su llegada antes de despedirse
amablemente y que Naruto cortara la llamada.
Con
los ánimos renovados, Naruto salió fuera del edificio donde buscó un taxi que
lo llevara hasta el hotel y no tardó en encontrarlo, llegando treinta minutos
más tarde de lo que le había dicho a la telefonista de la hora en la que iba a estar
en el hotel.
Uno de
los botones del hotel se acercó a él al observar como el taxi se detenía frente
al edificio y del automóvil bajaba Naruto y el taxista, que abrió el maletero
del vehículo para que su cliente pudiese recuperar su equipaje. Después de que
Naruto pagara el precio del trayecto que había hecho el taxi, agradeció al
botones antes de desestimar sus servicios ya que contaba con poco equipaje, del
cual podía hacerse cargo él mismo.
El
hotel Balanza era un edificio de nueva construcción y que podría suponer, tan
solo con verlo, que el precio de las habitaciones serían más caros de lo que
realmente le costaría el estar alojado en él, así que Naruto supuso de que ese
hotel no hacía mucho tiempo que se había inaugurado y necesitaba poner esos
precios asequibles para comenzar a tener clientes como a conseguir algunas
estrellas más de las que figuraban junto a su nombre.
Naruto
caminó hasta donde estaban las recepcionistas, arrastrando su maleta de
ruedecillas.
–
¡Buenos días, señor!. ¿Tiene reserva?. – Preguntó la mujer detrás de la barra
de mármol que separaba a las recepcionistas de los huéspedes.
– Sí, a
nombre de Naruto Namikaze. – Indicó con una sonrisa que hizo sonrojar un poco a
joven mujer que trabajaba como recepcionista en aquel hotel.
– Su
habitación es la trescientos catorce, en la quinta planta. – Indicó la mujer
entregándole la tarjeta llave que debía utilizar para abrir la puerta de la
habitación. – ¡Que tenga un buen día, señor Namikaze!.
–¡Gracias!.
– Agradeció para dirigirse hasta donde se encontraba los ascensores del hotel
donde le indicó al chico que estaba dentro del elevador que se dirigía a la
quinta planta.
Cuando
las puertas del ascensor se abrieron, Naruto salió a un enorme pasillo con
moqueta gris claro y paredes empapeladas de color melocotón que le hizo sentir
cierta calidez.
El
periodista caminó por el largo pasillo, tironeando de su maleta de ruedecillas,
hasta encontró la puerta de su habitación. Sacó la tarjeta que la recepcionista
le había entregado y la pasó por la célula a un lado de la puerta que el láser del
escáner de la célula reconoció como valida antes de que sonase un suave “clic”
que indicó que la puerta de la habitación trescientos catorce se había abierto.
Naruto
entró a la habitación encontrándose con una pequeña sala con paredes cubierta
por papel estampado de beige y blanco mientras el suelo era cubierto por una
moqueta marrón y una alfombra con diferentes tonos de marrón claro.
La
habitación estaba sencillamente decorada, cuyos electrodomésticos importantes
en esa estancia era la pequeña nevera que formaba parte de la estantería donde
se encontraba la pequeña televisión, una pequeña mesa de cristal y el enorme
sofá de piel marrón.
Sin
embargo, lo que a Naruto le agradó, fue la gran ventana dirigida hacia donde
estaba el río Suiton a la que no dudó en retirar la cortinilla trasparente de
un leve beige y que entrara toda la luz posible en la sala.
Luego,
se dirigió a una de las habitaciones donde estaba una modesta cama de
matrimonio llena de cojines bancos y
rojos que combinaban con el papel marfil de rosas carmesís que cubrían las
paredes.
Naruto
decidió mirar la otra habitación en la que había dos camas individuales con
cojines amarillos y de un marrón acaramelado que, al igual que en el otro cuarto,
combinaba con el papel que cubría la pared para acto seguido, entrar al único
baño que había y que ambas habitaciones compartían con una puerta cada alcoba,
haciendo parecer que al estar las dos puertas abiertas del baño fuera un
pequeño pasillo en la que la enorme bañera descansaba empotrada en la pared y
un enorme lavabo rezaba frente a la bañera.
Una
vez, Naruto había terminado la inspección de la habitación que había reservado
en ese hotel llevó su maleta y mochila hasta el armario, no le apetecía
acomodar sus pertenencias ya que se encontraba agotado después del vuelo que lo
trajo a Konoha, el cual se había retrasado a causa de una ventisca de nieve,
porque no había podido dormir en ningún momento recordando lo que había
ocurrido cuarenta años atrás y el dolor que había provocado Obito Uchiha, el
asesino personal de su familia.
Cuando
Naruto despertó, se percató de que ya estaba atardeciendo porque a pesar de que
el día se había tornado gris ante las nubes que dejaban sobre la ciudad su
blanco cargamento aún había algunos rayos naranjas de sol que indicaba el
atardecer.
Naruto
caminó hasta la ventana de la habitación para mirar hacia el exterior antes de
correr la tupida cortina carmesí que impedía que entrase los pocos rayos del
sol del día para encender la luz ya que había mirado la hora en su reloj de
pulsera para percatarse de que no tardaría en anochecer. También, corrió las
cortinas de la gran ventana de la sala y encendió la lámpara con forma de flor
que estaba en el techo.
Al
regresar al cuarto en el que había estado durmiendo, abrió el armario y sacó su
maleta para obtener su pijama junto a unos calzones de algodón de talle largo
de rayas azules, naranjas y grises que la opinión de Naruto, eran geniales para
usar como ropa interior de dormir.
Naruto
entró al baño y llenó la bañera con agua caliente mientras ojeaba los
frasquitos que había a un lado de la tina para decantarse por uno de pequeñas
piedrecillas amarillas en la que se leía como “Sales de baño, paraíso”. No
entendía bien el porqué estaba escrito la palabra paraíso en la etiqueta del
frasco pero cuando la bañera estuvo, lo suficientemente, llena no dudó en
verter parte del contenido de las sales y esperó un poco antes de comenzar a
desnudarse e introducirse dentro de la bañera sintiendo como el confortable
agua que desprendía un olor embriagador lo envolvía en un agradable sopor.
Cuando
los dedos de sus manos se comenzaron a arrugar, Naruto decidió que había sido
suficiente y tiró de la cadenilla del tapón que impedía que el agua se fuese de
la bañera por el desagüe pero antes de salir del bañera, se tomó una ducha ya
que un baño era genial para relajar su cuerpo y mente pero no era suficiente
para limpiar su cuerpo.
Al
terminar de secar su cuerpo con las anchas prendas que le eran cómodas, tuvo
que terminar su pelo con ayuda de un secador de cabellos ya que odiaba tener el
pelo mojado o húmedo cuando hacía frío. Luego, Naruto caminó hasta el teléfono
para pedir que le subieran algo de comer antes de buscar su ordenador y
llevarlo hasta la salita, colocando el aparato sobre la mesa de cristal.
Naruto
abrió la cubierta donde estaba la pantalla y acto seguido, inició el ordenador
para comenzar a buscar en la red información de la familia Uchiha pero aparte
de los negocios que poseía los Uchiha, así como actos benéficos hacia la
sociedad y la reciente declaración de Madara Uchiha de que su hijo, Obito
Uchiha, saldría pronto de la prisión estatal de Konoha a la que se había visto
obligado a ingresar injustamente, Naruto no encontró nada que ensuciara al
apellido Uchiha. Realmente, los Uchiha parecían ser la familia modelo y
ejemplar de entre todas las prestigiosas familias.
Sin
embargo, la atención de Naruto del ordenador fue retirada al escucharse unos
suaves y ligeros golpecitos en la puerta, así que antes de ir a abrir, Naruto
cerró todas las ventanas de internet que había abierto, en busca de información
sobre la familia Uchiha, en la pantalla de su ordenador y, de igual manera,
apagó el aparato y cerrar la cubierta para ir a atender a la persona que
continuaba llamando a la puerta de su habitación.
Al
abrir la puerta, Naruto se encontró con un chico que pertenecía al servicio del
hotel y traía un carrito donde, Naruto
supuso, debía de estar la comida que había pedido le trajeran a la habitación. Permitió
que el joven entrara a la habitación y dejara el carrito antes de despedirse
con un leve “gracias”.
Naruto
retiró la tapa del carrito para sentir como el vapor junto al aroma de la
comida que le había pedido, aún estaba caliente y tenía un aspecto delicioso, logrando
que rugiera su estómago. Así que Naruto decidió acercar el carrito al enorme
sofá para poder ver alguna película o programa que se estuviese emitiendo en
esos momentos pero, afortunadamente, sintonizó con una cadena que emitía una
película antigua, a pesar de no ser en blanco y negro, la calidad del color en
las ropas de los actores era apagado.
Naruto
se sentó y probó un poco de la ensalada cesar mientras veía la película en un intento
de despejar su mente de los Uchiha pero su concentración sobre lo que ocurría
en las escenas, en las que la actriz Mei Terumi huía, eran infructuosa ya que
no dejaba de darle vueltas a que la familia Uchiha no tuviera ni una mancha
antes o después de lo ocurrido cuarenta años atrás con Obito Uchiha.
–
¡Sai!. – Gritó levantándose rápidamente del sillón al recordar a su amigo. –
Sí, puede que Sai conozca algo que pueda ayudarme. – Murmuró antes de dejar el
tenedor sobre la bandeja del carrito y dirigirse a la habitación en busca de su
teléfono móvil.
Sin
siquiera haber reparado en la hora y el diferente horario que había entre
Konoha y Tatsunaki*, buscó el nombre de Sai en su teléfono móvil para, acto
seguido, presionar el botón de llamada.
Sin
embargo, Sai no contestó a su teléfono móvil y Naruto no dudó en volver a
realizar la llamada después de haber cortado la llamada al escuchar la voz
femenina que le indicaba que si lo deseaba podía dejar un mensaje pero en esa
segunda vez que Naruto volvió a telefonear a Sai, su amigo le había respondido.
–
¿Naruto?.
– Sai,
espero no haberte despertado, lo siento pero…
– No
te preocupes aún estaba trabajando o, mejor dicho, utilizando un poco el foto
shop en las fotografías que tomé esta tarde ya que no se ve bien al presidente
Arashi Fuma. – Interrumpió Sai mientras emitía un bostezo.
– ¿El
presidente?. – Preguntó un poco interesado Naruto.
– Sí,
sí… ya conoces a los políticos, están comenzando con sus campañas porque el
próximo año serán las votaciones del Remolino para que sus habitantes decidan
si desean que Arashi Fuma continúe en el cargo o, por lo contrario, Shin sea el
nuevo gobernante del país. – Le recordó Sai un poco apático.
–
Supongo que Danzo estará presionando a tu hermano.
–
Bueno, ya conoces a mi padre. Desea que Shin consiga seguir sus pasos y sea
elegido presidente pero, también, es consciente de que Arashi Fuma ha hecho muy
bien su papel de presidente del Remolino en este tiempo y es un duro rival para
que mi hermano consiga el puesto. En estos momentos, me alegro de ser fotógrafo
y no tener que aguantar la presión que tiene Shin como político. – Sai volvió a
bostezar. – Hice bien en revelarme contra mi padre y terminar dedicándome a lo
que me gusta.
– Me
alegro que todo vaya bien por ahí pero no te llamaba por eso, Sai. – Se
apresuró a decirle a su amigo. – Te he llamado para preguntarte si tú como
fotógrafo profesional del periódico “Diario Técnica” has tenido la oportunidad
de fotografiar a la familia Uchiha.
– ¿A
los Uchiha?. – Repitió como si estuviera asimilando la pregunta. – Creo que sí…
¡Espera un segundo!. – Gritó Sai para sentir como antes de volver a hablar algo
cerca a su amigo se caía debido a un fuerte ruido al otro lado de la línea
telefónica. – Sí, la respuesta es un sí. El año pasado vino hasta el Remolino.
Fugaku, el hijo mayor de Madara Uchiha, junto a su esposa para asistir a la
celebración de los premios espirales. También, los fotografié hace cinco años
en Tsuna, donde su hijo, Itachi, falleció en el terremoto que sufrió el país
del Viento.
– ¿Y
qué hay de Madara Uchiha?, ¿has conseguido fotografiar al patriarca de la
familia?. – Preguntó ansioso.
– No,
el único que aparece en público es Fugaku junto a su esposa y, mayormente,
aparece en actos benéficos y para comunicar alguna alianza empresarial pero ya
deberías de estar al corriente de esto, Naruto. Madara Uchiha solo apareció, por
primera vez después de cuarenta años, en la entrevista que te mostré de ese
otro periódico para anunciar la salida de la prisión de Obito Uchiha.
–
¡Mierda!, ¿¡es que son perfectos!?. – Gritó Naruto antes de sentarse sobre la
cama. – Esperaba encontrar algún artículo en internet o, al menos, que tú me
contaras de algún incidente que no hiciera ver a esa familia como admirable. Al
parecer, lo único que mancha el apellido Uchiha es lo ocurrido hace cuarenta
años atrás con Obito Uchiha. – Suspiró desganado.
–
Ellos no son perfectos, Naruto. Solo cuidan su imagen lo mejor que pueden. Pienso
que necesitan parecer perfectos después de que Obito Uchiha ingresara en
prisión por asesinato y, que mencionar, Madara Uchiha pareció esconderse tras
lo ocurrido hasta el día de hoy. ¿Podríamos llamarlo vergüenza o humillación?,
al fin y al cabo fue uno de sus hijos el que está en la cárcel acusado de
asesinato.
–
¿Insinúas qué han buscado la manera de borrar sus defectos?.
– No
estoy insinuando nada, solo digo que lo ocurrido con Obito Uchiha hace mucho
que sucedió, aparte de ti y los Uchiha, casi nadie recuerda el por qué fue
encarcelado. A pasado tiempo y Madara Uchiha solo ha querido mostrar, con su
familia, de que no son malas personas, Naruto.
– No
los defiendas, Sai, ya tengo suficiente con haber leído ese maldito artículo
pero esperaba encontrar algo para apoyar mis palabras ante el juez. Creo que si
el alcaide de la prisión estatal de Konoha no me brinda su ayuda mañana, no
lograré que el juez Hidan cambie de opinión. – Comentó con frustración Naruto
mientras se masajeaba la cabeza. – Ojalá pudieras ver la cara de ese hombre,
entonces te darías cuenta con tan solo observar el brillo de sus ojos como se
trata de una persona malvada.
– Te
deseo suerte, Naruto, aunque tú eres consciente de que será liberado el lunes.
Ojala no fuese así. – Se despidió Sai.
– Espero
conseguir mi propósito, Sai. – Se despidió Naruto antes de cortar la llamada para
dejar, nuevamente, su teléfono móvil sobre la mesita de noche y dirigirse hasta
el lugar en el que había dejado olvidada su cena.
Aclaración de los términos:
*
Tatsunaki: Tornado. Es el nombre que he decidido ponerle a la ciudad en la que
vive Naruto en el país del Remolino.
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