-Un doloroso pasado.-
Naruto esperaba impaciente a que su madre
terminara de maquillarse ya que debía de ir al club deportivo Konoha para no perderse su entrenamiento del club de
tenis junto a sus amigos.
Kushina terminó de colorear de rosa sus
carnosos labios con el lápiz labial antes de coger su bolso marrón, que tanto le gustaba, y
llevaba a todas partes desde el momento en que lo había comprado en el centro
comercial de la ciudad de Moesashi*, que
se encontraba a ocho horas de camino en automóvil desde Konoha.
La mujer dirigió sus ojos hacia la puerta en
la que su único hijo la miraba con impaciencia para sonreírle.
– ¡Mamá, llegaré tarde y no me dejarán
jugar!, no quiero volver a ser el recogepelotas. – Apuró Naruto en un intento
de hacerle entender a su madre de que tenía prisa.
– Está bien, está bien. – Respondió Kushina
acercándose a su hijo. – ¿Ya tienes tu mochila?. – Preguntó al niño que asintió
con la cabeza antes de mostrarle su mochila que tenía trabada su raqueta de
tenis, la cual estaba enfundada. – Entonces, marchémonos. – Indicó antes de
empujar levemente la espalda de su hijo.
Kushina cerró la puerta de su casa antes de
abrir el garaje para poder sacar su pequeño automóvil amarillo a la calle para
acto seguido, volver a bajar del vehículo y poder cerrar la puerta del garaje de
la casa antes de volver a subirse al automóvil y llevar a su hijo hasta el recito
de clubes deportivos Konoha.
Cuando llegaron al lugar, Naruto tenía la
intensión de bajase del vehículo sin despedirse de su madre ya que vio a todos
sus amigos reunidos en la entrada de la edificación que no dudaron en llamarlo
al reconocer el pequeño automóvil de Kushina para entrar a practicar el deporte
al que se habían alistado.
– Espera, Naruto. ¿Antes de bajarte no te olvidas
de algo?. – Indicó la mujer señalándose una de sus mejillas con uno de sus
dígitos.
– ¿¡Mamá!?. – Gritó Naruto sonrojado y
avergonzado a sabiendas de que su madre le indicaba que le diese un beso en la
mejilla. – Ya tengo siete años, no soy tan pequeño. – Dijo antes de besar la
mejilla de su madre con rapidez.
– Tú siempre serás mi hijito pequeñito,
Naruto. – Sonrió su madre feliz porque su hijo hubiese accedido a su petición.
– Estaré aquí para cuando tu entrenamiento de tenis termine. – Le recordó antes
de besar divertidamente la mejilla de su hijo para después quitar con un
pañuelo, que sacó de su bolso, la graciosa marca que había dejado sus labios
pintados sobre la mejilla de Naruto, él cual cerró los ojos con fuerza en
espera de que su madre dejase su mejilla limpia de rastros de lápiz labial. – Pórtate
bien y diviértete, tesoro. – Se despidió Kushina mirando como Naruto se bajaba
del vehículo.
– Te quiero mamá. – Susurró Naruto sonrojado
antes de cerrar la puerta del coche y salir corriendo hacia donde se
encontraban sus amigos esperándolo para entrar al recinto de actividades
deportivas, dejando una sonrisa en Kushina.
Naruto giró su cabeza para ver como su madre
ponía en marcha el automóvil y se iba del lugar.
Cuando el entrenamiento de tenis había
terminado, Naruto salió a la calle en espera de encontrar a su madre junto al
pequeño automóvil amarillo, esperándolo a que saliera para abrazarlo con fuerza
mientras le daba besos en sus mejillas diciéndole cuanto lo había extrañado
pero Kushina no se encontraba allí, al contrario del resto de madres, padres,
abuelas, abuelos, hermanas o hermanos que iban a recoger a sus amigos y
compañeros perteneciente a los diferentes clubes de deportes que se practicaban
ahí.
– ¡Naruto!. – Llamó uno de sus amigos. –
¿Vienes a mi casa para jugar al nuevo juego que me compró mi papá?. – Preguntó
uno de los amigos del niño que se había acercado nuevamente a Naruto para
mostrarle una caja que indicaba que se trataba de un juego de mesa.
– Tengo que preguntarle a mi mamá, Gaara. –
Respondió Naruto.
Gaara miró a su amigo y buscó con la mirada
a Kushina pero al no ver a la madre de su amigo, regresó la mirada a Naruto.
– Te estaré esperando en mi casa, dile a tu
mamá que te lleve para jugar juntos. – Ofreció Gaara para ver como su amiguito
asentía con la cabeza en señal de afirmación y volver junto a su padre y
marcharse del lugar, dejando a Naruto frente al recinto donde diferentes clubes
deportivos se practicaban.
Cuando todos los niños se habían marchado,
Naruto se acercó a la pared que rodeaba las canchas, piscinas, pistas de
atletismo y otros campos que formaban el enorme edificio deportivo de Konoha y
donde adultos, adolescentes y niños practicaban diferentes deportes.
Naruto vio como el tiempo transcurría y sus
piernas le dolían de estar tanto tiempo de pie, así que decidió sentarse en el
suelo apoyando su espalda a la muralla de piedra y la mochila con la raqueta de
tenis a un lado suyo mientras esperaba la llegada de su madre.
El niño vio como, incluso, los adolescentes,
profesores y entrenadores se marcharon del lugar quedando solo él y el sol cada
vez se ocultando un poco más en el horizonte.
Las primeras estrellas comenzaron a salir en
la bóveda celeste y la ligera ropa que vestía Naruto no lo cubría lo suficiente
para no sentir el frío del ocaso, por lo que comenzaba a temblar. Naruto
flexionó sus piernas y las abrazó para esconder su rostro en el hueco que
formaba su cuerpo en un intento de mitigar el fresco de la noche.
El niño solo levantaba su cabeza cada vez que
escuchaba el ruido que producía el motor de un automóvil que se acercaba, en
espera de que fuese Kushina, pero ninguno de los vehículos que pasaron por la
calle correspondía al de su madre y seguían su camino sin reparar en él.
– Mami, ¿dónde estás?. – Murmuró Naruto al
ver como otro automóvil pasaba frente a él sin detenerse y sintiendo como el
miedo que se había apoderado de él cada vez era más fuertes al escuchar el
ulular de las lechuzas.
Naruto sabía que era muy tarde y su madre
aún no había ido a por él como le había prometido. Además, su barriga no dejaba
de rugir de hambre y, a pesar de estar temblando, comenzaba a sentir sueño.
Estaba a punto de sucumbir a su cansancio
cuando escuchó el rugido del motor de un automóvil que se acercaba pero no levantó
su cabeza ya que estaba demasiado agotado como para mirar el vehículo que se
acercaba por el camino.
El automóvil se detuvo frente al edificio de
clubes deportivo y aún con el motor en marcha escuchó como una de las puertas
del vehículo se abría para ser cerrada con fuerza.
– ¡Naruto! ¡Oh… Naruto!. – Gritó Minato
corriendo hacia donde se encontraba recostado su hijo como si fuera un ovillo
mientras temblaba de frío. – ¡Naruto, háblame!. – Ordenó Minato mientras cogía
a su hijo y lo zarandaba un poco entre sus brazos para comprobar que estaba
vivo. – ¡Naruto di algo!. – Pedía angustiado cuando comenzó a escuchar el
sollozo del niño que se abrazó a su cuello con fuerza haciendo que Minato se
sintiera mejor ante esa muestra que le indicaba que había llegado a tiempo de
que pasara una tragedia.
– ¡Papá…! – Lloró Naruto sintiéndose a salvo
en los brazos de su progenitor. – ¡Papá...! – Repetía una y otra vez sin poder
dejar de llorar.
Minato se apresuró a agarrar la mochila con
la raqueta de su hijo antes de cargar al niño entre sus brazos para llevarlo al
interior de su vehículo y recostar a Naruto en el asiento trasero.
Por suerte, Minato aún no había retirado del
vehículo su vieja cazadora, la cual había llevado el fin de semana al picnic
familiar que Kushina había decidido hacer sorpresivamente.
Minato abrigó al niño con la cazadora
mientras escuchaba como su hijo lloraba y le pedía que no se marchara de su
lado, que no lo dejara solo.
– Naruto, estoy aquí. No voy a ir a ningún
lado. – Intentaba calmar a su hijo hasta que consiguió convencerlo pero no por
ello, Naruto dejó de sollozar.
Después de guardar la mochila con la raqueta
en el maletero de su automóvil, Minato volvió a posicionarse en el asiento del
conductor para conducir hasta la
comisaría más cercana.
Estacionó el vehículo frente a la comisaría
de Konoha que estaba en el barrio y no dudó en coger a su hijo en brazos antes
de adentrarse al edificio donde, rápidamente, un agente se acercó a él.
– ¿Podemos ayudarle, señor?. – Preguntó el
oficial con seriedad mientras miraba a Minato con recelo.
– ¡Mi mujer!. Mi esposa ha desaparecido. –
Habló atropelladamente. – Ella no está en ninguna parte, tenéis que buscarla. –
Pidió desesperadamente Minato provocando que Naruto se abrazara más a él ante
la agitación que mostraba.
– ¿Qué ocurre, agente Morino?. – Preguntó
otro oficial, que debido al tono de su voz, mostraba que portaba un mayor
rango.
– Dice que su esposa ha desaparecido. – Informó el joven policía.
– Tiene que ayudarme, Kushina no haría eso. Ella
no desaparecería de esta manera. No sería capaz de abandonar a nuestro hijo. – Intervino con nerviosismo Minato en espera de que los oficiales comenzaran a
buscar a su esposa.
– Por favor, señor, acompáñeme. – Ofreció el
oficial a Minato para llevarlo hasta su despacho.
Cuando entraron, el policía cerró la puerta
de su oficina y le ofreció asiento a Minato para que se tranquilizara un poco
ya que estaba muy nervioso y solo provocaba que Naruto se asustase más de lo
que ya estaba.
– Haga el favor de tranquilizarse y cuénteme
lo que le ocurre. – Indicó el oficial.
– Cuando llegué a mi casa mi esposa no se
encontraba. Al principio pensé que las luces estaban apagadas porque quería
sorprenderme o gastarme alguna broma junto a Naruto pero me equivoqué. Busqué a
Kushina por toda la casa y no se encontraba allí, tampoco estaba su automóvil
ni nuestro hijo. Llamé a algunas de sus amigas pero me dijeron que se
despidieron de ella después de haber asistido a las clases de yoga. Supuse que
podía ser que se hubiera ido con nuestro hijo a comer a algún restaurante pero
tardaban mucho y la hora de dormir de Naruto había pasado, así que decidí ir a
buscarlos pero solo encontré a mi hijo frente al edificio del club deportivo
donde está aprendiendo a jugar al tenis. Después de eso, vine hacia aquí, tiene
que ayudarme a encontrar a mi esposa. – Terminó de contar Minato rompiendo en
lágrimas ante la desesperación de no saber qué había pasado con Kushina.
– Señor, ¿no ha pensado que tal vez su mujer
lo haya abandonado?. – Preguntó con clama el oficial después de escuchar a
Minato.
– ¿Qué insinúa?. Kushina no es ese tipo de
mujer. Ella no haría eso, ¡jamás!. – Alegó Minato molesto por la acusación del
hombre sentado frente a él. – No abandonaría a su hijo de esa manera. – Murmuró
recordando cómo había encontrado a Naruto.
– Solo es una posibilidad y se sorprendería
de la cantidad de personas que viene hasta aquí para descubrir, al final, de
que su cónyuge le es infiel pero, de todas maneras, no podemos abrir una
investigación de búsqueda hasta que hayan transcurrido veinticuatro horas de la
desaparición, es lo establecido. – Le advirtió. – Pero si desea puede rellenar
esta plantilla con todos los datos de su esposa y si en veinticuatro horas, aún
sigue sin saber el paradero de su pareja, comenzaremos la búsqueda.
Minato cogió la plantilla y comenzó a
rellenarla con todos los datos que se le pedía mientras que el sentimiento de
impotencia de no poder hacer nada más en ese tiempo que estaba rellenando una
simple hoja llena de preguntas para que dentro de veinticuatro horas comenzaran
a buscar a Kushina, lo atormentaba por no ser capaz de hacer algo más o saber
en donde se encontraba.
– Aquí tiene. – Le entregó la plantilla al
oficial. – Tengo una fotografía en mi cartera pero supongo que no le servirá ya
que es de antes de casarme con ella.
– Lo siento mucho, señor Namikaze. – Se
disculpó el policía mientras leía el apellido en la plantilla rellenada que le
había entregado Minato. – Como comprenderá, no podemos saltarnos el protocolo establecido.
Minato asintió mientras se limpiaba el
rostro de las lágrimas que había derramado y salía de la comisaría para ir
hasta su automóvil donde sentó a Naruto en el asiento del copiloto, aún
envuelto por la cazadora, para luego, él volver a ocupar el lugar del
conductor.
– Papi… ¿mamá no va a volver?. – Preguntó
Naruto mirando a su padre que se sorprendió por la pregunta de su hijo.
– Naruto, mamá nos ama mucho. – Respondió
Minato antes de revolverle el pelo a su hijo, a pesar de que esa no era la respuesta
que esperaba escuchar el niño.
– Pero mami… – El niño no pudo continuar ya
que había vuelto a derramar lágrimas.
Minato abrazó a su hijo hasta que se calmó
antes de volver a poner en marcha su vehículo y dirigirse hasta su hogar que le
pareció más grande y silencioso sin la presencia de Kushina.
A la mañana siguiente, Minato se ocupó de
llamar a su trabajo en la inmobiliaria en donde trabajaba como agente
inmobiliario y al colegio de su hijo para notificar la ausencia de Naruto.
Cuando Naruto despertó, se encontró con el
desconcierto de que en su casa había algunas amigas de su madre, así como su
vecina Tsunade, que no dejaban de hablar sobre Kushina y la extraña forma en
que había desaparecido pero al percatarse del niño, Tsunade se apresuró a llevarle
hasta la cocina donde le preparó el desayuno.
– ¿No quieres comer más?. – Preguntó Tsunade
mirando como el niño apenas había probado la comida.
– No. – Respondió mientras no dejaba de
mirar a su alrededor como si estuviese buscando algo. – Mi mamá no está… ¿Dónde
está mamá?. – Preguntó angustiado al no ver a su madre y recordando lo
acontecido el día anterior.
– Tu papá vendrá pronto, Naruto. Él ha
tenido que salir un momento. – Intentó calmar al niño que había comenzado a
llorar.
– Papi… – Murmuró Naruto al ver a su padre
entrando por la puerta de la pequeña cocina con la misma ropa del día anterior,
la cual estaba arrugada y unas marcadas ojeras que indicaban que no había
podido dormir en toda la noche aunque quisiese hacerlo.
Minato corrió hasta su hijo para cargarlo en
brazos y llevarlo hasta su habitación, cruzando por la sala de la casa llena de
las amigas de su esposa que se habían acercado preocupadas al haber sido
telefoneadas por Minato en la noche y esa mañana preguntando por Kushina.
– Papi, no me dejes… – Sollozó Naruto
abrazándose a su padre con miedo a que él también desapareciera y se quedara
solo.
Cuando Naruto se volvió a dormir, Minato lo
recostó en la cama y lo abrigó con las mantas mientras limpiaba un poco la cara
del niño con ayuda de sus manos pero antes de abandonar la habitación de su
hijo besó la cabeza de Naruto.
Cuando Naruto volvió a despertar, era la
hora del almuerzo y su vecina, Tsunade, también le preparó los alimentos del cual,
tampoco comió mucho pero, en esta ocasión, el niño no habló, aún y cuando
muchas de las mujeres que se encontraban en su casa intentaban jugar con él.
Naruto solo esperó a que volviese su padre pero este, no regresó hasta la noche
para llevarlo a la cama y desearle las buenas noches sin llegar a mencionar el
nombre de Kushina.
Al día siguiente, Naruto fue al colegio pero
ya no le apetecía jugar con sus amigos y a partir de ese día, Naruto comenzó a
ir a merendar o a quedarse a dormir a las casas de algunos de sus amigos y que,
casualmente, Kushina era amiga de las madres de esos pequeños.
– ¡Eh…! ¡Naruto!. – Llamó un niño. – ¿Sabes
lo que dicen los profesores?. – Preguntó maliciosamente a Naruto que
inocentemente negó con la cabeza. – Dicen que tu madre se fue porque se cansó
de ti y de tu padre. – Se burló el niño para comenzar a reír junto a otros
niños que habían escuchado lo que le había dicho.
– ¡Eso es mentira!. – Gritó Naruto antes de
salir corriendo en busca de un lugar en el que esconderse siendo seguido por
uno de sus amigos.
– Naruto, no le hagas caso, te está
mintiendo. – Afirmó Gaara en espera de que Naruto abandonase su refugio.
– Yo… no lo sé, Gaara. Mi mamá se fue y no
volvió. – Murmuró intentando detener sus lágrimas. – Papá dice que la está
buscando… pero mamá no está… No sé si volveré a ver a mi mamá… – Confesó con
dolor el niño.
– Puede que haya ido a comprar algo que está
muy lejos. – Intentó animar a su amigo. – Por eso tu papá no la puede
encontrar. Verás que tu mamá vuelve pronto. – Dijo ofreciéndole la mano a
Naruto para que saliera del hueco bajo la escalera del colegio en el que se
había escondido.
Naruto no dijo nada y decidió creer que las
palabras de Gaara eran ciertas, así que cogió la mano de su amigo para salir de
aquel lugar y volver junto a Gaara al aula ya que la campana había sonado y
anunciando el fin del descanso para retomar las clases.
Después de dos semanas de búsqueda intensiva
de la policía en la que habían encontrado el automóvil de Kushina frente a la
bolera que estaba en el barrio en el que habitaba a tres manzanas del edificio
donde iba a practicar yoga, Iruka Umino, un joven vecino de Konoha, que se
había acercado a la vieja granja de pollos que hacía diez años atrás había
cerrado, ubicada a las afueras de Konoha, para pasear a su perro, encontró
fortuitamente un cadáver y puso en sobre aviso a la policía de Konoha.
– ¡Naruto, apúrate!. – Apresuró Minato a su
hijo para llevarlo al colegió justo al mismo instante que sonaba el teléfono. –
¿Hola?. – Preguntó Minato cuando había descolgado el aparto y acercado a su
rostro para saber si la llamada tenía algo que ver con su esposa.
Naruto terminó de comer su tostada para
acercarse un poco a su padre e intentar averiguar de si se trataba de su madre,
la persona que había telefoneado.
– ¿¡Qué!?. ¡No puede ser verdad!. – Gritó
Minato antes de golpear la pared con su mano libre provocando que el niño diera
un pequeño saltito por el susto. – Pero ella… – Intentó decir el hombre que
había cambiado su rostro por uno atormentado. – Ahora mismo estaré ahí, si es
ella… tengo que estar seguro de que es ella. – Minato colgó el teléfono
mientras lágrimas bajaban por sus mejillas. – Por favor, por favor… – Repitió para
sí mismo como si estuviese orando a alguna divinidad.
– ¿Papá?. – Llamó Naruto con duda al hombre,
quien al escuchar su vocecita infantil se giró intentando mostrar calma en su
rostro, una serenidad que no poseía en ese instante que estaba forzando una
sonrisa en sus labios.
– Ven aquí. – Dijo Minato para ver como
Naruto corrió hasta él y poder abrazarlo con fuerza. – Te llevaré a casa de los
Sabaku no y estarás con ellos, más tarde iré a recogerte, ¿de acuerdo?. Sé un
niño bueno y pórtate bien, Naruto.
Naruto asintió con la cabeza, ese día y el
siguiente permaneció en la casa los Sabaku no sin entender por qué su padre no
iba a buscarlo para llevarlo a casa e incluso, comenzaba a pensar de que su
papá no volvería a por él, que jamás volvería a verlo y se había ido al igual
que su madre.
Posteriormente de que Minato Namikaze
reconociera el cuerpo de su esposa, se procedió a la autopsia en la que se
confirmó que el cadáver de Kushina Namikaze presentaba signos de agresión en la
cabeza pero que estos no fueron los causante de su fallecimiento ya que la
marca que rodeaba el cuello de la mujer junto al estudio revelado por los
médicos forenses, indicaba que Kushina Namikaze había muerto asfixiada por
estrangulamiento.
Naruto se encontraba en su habitación, ese
día no había ido al colegio al igual que hace dos día cuando su padre le explico que su
madre había muerto. El niño había llorado mucho, al igual, que en el funeral que
se había organizado en la tarde de ayer en honor a su madre antes de regresar a
la casa, acompañados por algunos amigos de su padres, algunas amigas de su
madre y, también, unos pocos vecinos del barrio aunque algunas de esas personas,
igualmente, se habían acercado ese día a su casa.
La puerta de la habitación de Naruto fue
golpeada con sutileza antes de abrirse mostrando a un hombre desconocido para el niño.
– ¡Hola, Naruto! Me llamo Yahiko. – Se
presentó el hombre acercándose a la cama donde el niño estaba sentado abrazando
un muñeco con forma de zorro que su madre le había comprado, a pesar de sus
protestas, en un mercadillo artesanal al que habían asistido. – Sé que estás
muy triste con lo que pasó pero, ahora, me gustaría que me ayudaras para poder
encontrar a la persona que le hizo eso a tu madre. – Pidió el hombre
amablemente. – Me gustaría que me hablaras sobre tu madre. ¿Cómo era?, ¿si tu
padre y tu madre se peleaban mucho?, ¿si ella tenía muchas amigas?, ¿si
recuerdas a alguien que molestara a tu madre o a tu padre?. – Intentó hacer
hablar al niño que se había abrazado más al muñeco que sostenía entre sus
manos. – Sé que no te apetece hablar de tu mamá, ahora, pero pequeño, si me
cuentas sobre ella estoy seguro que tu madre se sentirá muy feliz por ello. –
Insistió mirando como el niño comenzaba a preguntarse si debía hablarle sobre
Kushina.
– Mamá no volverá, ella está en el cielo.
Papá me lo dijo. – Aseguró Naruto mirando a Yahiko.
– Sí, ahí vamos todas las personas que hemos
sido buenas, pequeño. De seguro que tu mamá debe de estar en el cielo. – Afirmó
acariciando la dorada cabeza del niño que sonrió mientras asentía con la cabeza
a lo que Yahiko le había dicho.
– Mamá era muy buena, siempre se ponía
bonita porque a papá le gustaba verla bonita. Mamá me contaba muchos cuentos
antes de dormir. – Empezó a decir Naruto. – Papá y mamá me quieren mucho. Los
domingos íbamos al Ichiraku a comer ramen pero cuando mamá no volvió, papá ya
no quiere ir a Ichiraku. – Comentó el niño tristemente mientras recordaba lo
feliz que era junto a sus padres comiendo en el pequeño restaurante familiar
del barrio.
– ¿Te gusta el ramen?. – Preguntó amistoso
el hombre al reconocer el nombre del restaurante especializado en ramen.
– Sí.
– ¿Qué pasó la última vez que viste a tu
madre, Naruto?. – Preguntó el desconocido con benevolencia.
– Mamá me llevó al club de tenis, me dijo
que cuando acabara me estaría esperando fuera pero… no estaba. Me quedé
esperando mucho tiempo y se hizo de noche pero no vino. – El niño comenzó a
convulsionarse al recordar cómo había sido la última vez que había visto a su
madre. – Tenía frío y miedo y mamá no llegaba... no volvió… – Unas lágrimas
escaparon de los ojos de Naruto que se ocupó de limpiar rápidamente con sus
manos. – Papá llegó y fue donde habían policías antes de volver a casa pero
mamá tampoco estaba en casa cuando llegamos.
– Tranquilo, pequeño. Tuvo que ser muy duro
todo lo que pasaste ese día pero no fue culpa tuya ni de tu madre ni de tu
padre. – Le susurró Yahiko acariciando la cabeza al niño con ternura. – Te diré
un secreto. – Murmuró captando la atención del niño. – Yo voy a encontrar a la
persona que le hizo daño a tu mamá para que reciba su castigo. – Le prometió al
niño que pareció sorprenderse. – Tu mamá también quiere que lo encuentre y sea
castigado por haberla alejado de ti y tu papá.
– ¿De verdad?.
– Sí, es una promesa, Naruto. – Sonrió
Yahiko acercando su mano derecha con su meñique estirado que el niño no dudó
unir con su infantil dedo meñique con una sonrisa de que estaba haciendo una
promesa. – Ahora, tengo que marcharme. – Indicó deshaciendo la unión de sus
dedos para dirigirse a la puerta de la habitación del niño pero antes de
abrirla y salir se volvió para mirar a los grandes ojos azules de Naruto con
una pequeña sonrisa. – Eres un buen chico, Naruto, estoy seguro de que tu padre
está orgulloso de ti. – Detrás de esas simples palabras Yahiko se marchó de la
habitación dejando a Naruto en la soledad de su cuarto.
El detective Yahiko Akatsuki, quien fue
puesto a cargo del caso para encontrar al asesino de Kushina Namikaze,
interrogó e indagó por toda Konoha pero todas las pistas e información recabadas
acusaba a Obito Uchiha, el segundo hijo de Madara Uchiha, y cuya prueba
encontrada en el maletero de su vehículo lo imputó como el principal sospechoso
de la muerte de Kushina Namikaze, fue el haber encontrado un pañuelo
ensangrentado en el maletero del automóvil que pertenecía Obito Uchiha y que
coincidía con el ADN de Kushina Namikaze después de ser analizado.
Detrás de un exhaustivo y agotador juicio en
el que Obito Uchiha intentó mostrar su inocencia con una coartada que lo
exculpara de los cargos, en la que su novia, Rin Nohara, se vio involucrada a
defender a su pareja. El juez, Jiraiya Sannin, dictaminó como culpable a Obito
Uchiha ante el gran número de pruebas que lo convertía en el asesino de Kushina
Namikaze y Obito Uchiha fue condenado a cincuenta años de cárcel en la prisión
estatal de Konoha.
Había pasado un mes desde que el juicio en
el que se nombró a Obito Uchiha como culpable del asesinato de Kushina Namikaze
había terminado y Minato había comenzado a vender todo aquello que creyó
innecesario y poder marcharse de Konoha junto a su hijo.
Minato subió la última maleta en su
automóvil antes de cerrar el maletero de su vehículo.
– Namikaze, te deseo suerte. – Se despedía
Tsunade de su vecino ya que le tenía un gran aprecio a la familia Namikaze. –
Cuida de tu hijo, él te necesita más que nunca.
– Gracias, señora Senju, y no se preocupe.
Naruto es lo más importante que tengo en este momento, es lo único que me queda
de mi amada esposa. – Respondió acercándose a la puerta donde estaba el asiento
del conductor del automóvil. – ¡Naruto apresúrate!.
– Sí, papá. – Contestó cargando entre sus
manos la jaula de su hámster.
– Naruto, cuídate mucho y conviértete en un
hombre fuerte y sano. – Se despidió Tsunade del niño, al que besó la mejilla
antes de que Naruto entrara al automóvil.
– ¡Adiós, señora Senju!. – Se despidió el
niño desde el interior del vehículo antes de que Minato pusiera en marcha el
motor y se alejaran de Konoha conduciendo su automóvil.
Naruto
sintió como alguíen golpeaba ligeramente su hombro izquierdo, justo el lado en
el que se encontraba el estrecho pasillo del avión, que lo hizo despertar de
sus recuerdos de hacía cuarenta años atrás para mirar a la persona responsable
de haberlo sacado de sus pensamientos.
–
Caballero, ya hemos aterrizado en el aeropuerto Sora de Konoha. – Informó con
amabilidad la azafata que había tocado al periodista para que abandonara el
avión ya que había llegado a su destino.
Naruto
miró a la mujer unos minutos mientras asimilaba lo que le decía la azafata
antes de sacudir un poco su cabeza para terminar de guardar en su corazón aquel
recuerdo tan doloroso. Luego, el periodista miró a su alrededor percatándose de
que el resto de pasajeros ya habían salido del avión y él no se había percatado
de ello.
– Lo
siento. – Se disculpó con la mujer antes de levantarse y coger del compartimento
sobre su cabeza la mochila en la que llevaba su fiel ordenador portátil para
acto seguido, salir del avión para ir a buscar su equipaje.
Aclaración de los términos:
* Moesashi: Ascuas. Una ciudad que he inventado
con este nombre cercana a Konoha.
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