martes, 4 de julio de 2017

Huellas del pasado ~2~

-Un doloroso pasado.-

Naruto esperaba impaciente a que su madre terminara de maquillarse ya que debía de ir al club deportivo Konoha  para no perderse su entrenamiento del club de tenis junto a sus amigos.

Kushina terminó de colorear de rosa sus carnosos labios con el lápiz labial antes de coger  su bolso marrón, que tanto le gustaba, y llevaba a todas partes desde el momento en que lo había comprado en el centro comercial de la ciudad de Moesashi*, que se encontraba a ocho horas de camino en automóvil desde Konoha.

La mujer dirigió sus ojos hacia la puerta en la que su único hijo la miraba con impaciencia para sonreírle.

– ¡Mamá, llegaré tarde y no me dejarán jugar!, no quiero volver a ser el recogepelotas. – Apuró Naruto en un intento de hacerle entender a su madre de que tenía prisa.

– Está bien, está bien. – Respondió Kushina acercándose a su hijo. – ¿Ya tienes tu mochila?. – Preguntó al niño que asintió con la cabeza antes de mostrarle su mochila que tenía trabada su raqueta de tenis, la cual estaba enfundada. – Entonces, marchémonos. – Indicó antes de empujar levemente la espalda de su hijo.

Kushina cerró la puerta de su casa antes de abrir el garaje para poder sacar su pequeño automóvil amarillo a la calle para acto seguido, volver a bajar del vehículo y poder cerrar la puerta del garaje de la casa antes de volver a subirse al automóvil y llevar a su hijo hasta el recito de clubes deportivos Konoha.

Cuando llegaron al lugar, Naruto tenía la intensión de bajase del vehículo sin despedirse de su madre ya que vio a todos sus amigos reunidos en la entrada de la edificación que no dudaron en llamarlo al reconocer el pequeño automóvil de Kushina para entrar a practicar el deporte al que se habían alistado.

– Espera, Naruto. ¿Antes de bajarte no te olvidas de algo?. – Indicó la mujer señalándose una de sus mejillas con uno de sus dígitos.

– ¿¡Mamá!?. – Gritó Naruto sonrojado y avergonzado a sabiendas de que su madre le indicaba que le diese un beso en la mejilla. – Ya tengo siete años, no soy tan pequeño. – Dijo antes de besar la mejilla de su madre con rapidez.

– Tú siempre serás mi hijito pequeñito, Naruto. – Sonrió su madre feliz porque su hijo hubiese accedido a su petición. – Estaré aquí para cuando tu entrenamiento de tenis termine. – Le recordó antes de besar divertidamente la mejilla de su hijo para después quitar con un pañuelo, que sacó de su bolso, la graciosa marca que había dejado sus labios pintados sobre la mejilla de Naruto, él cual cerró los ojos con fuerza en espera de que su madre dejase su mejilla limpia de rastros de lápiz labial. – Pórtate bien y diviértete, tesoro. – Se despidió Kushina mirando como Naruto se bajaba del vehículo.

– Te quiero mamá. – Susurró Naruto sonrojado antes de cerrar la puerta del coche y salir corriendo hacia donde se encontraban sus amigos esperándolo para entrar al recinto de actividades deportivas, dejando una sonrisa en Kushina.

Naruto giró su cabeza para ver como su madre ponía en marcha el automóvil y se iba del lugar.

Cuando el entrenamiento de tenis había terminado, Naruto salió a la calle en espera de encontrar a su madre junto al pequeño automóvil amarillo, esperándolo a que saliera para abrazarlo con fuerza mientras le daba besos en sus mejillas diciéndole cuanto lo había extrañado pero Kushina no se encontraba allí, al contrario del resto de madres, padres, abuelas, abuelos, hermanas o hermanos que iban a recoger a sus amigos y compañeros perteneciente a los diferentes clubes de deportes que se practicaban ahí.

– ¡Naruto!. – Llamó uno de sus amigos. – ¿Vienes a mi casa para jugar al nuevo juego que me compró mi papá?. – Preguntó uno de los amigos del niño que se había acercado nuevamente a Naruto para mostrarle una caja que indicaba que se trataba de un juego de mesa.

– Tengo que preguntarle a mi mamá, Gaara. – Respondió Naruto.

Gaara miró a su amigo y buscó con la mirada a Kushina pero al no ver a la madre de su amigo, regresó la mirada a Naruto.

– Te estaré esperando en mi casa, dile a tu mamá que te lleve para jugar juntos. – Ofreció Gaara para ver como su amiguito asentía con la cabeza en señal de afirmación y volver junto a su padre y marcharse del lugar, dejando a Naruto frente al recinto donde diferentes clubes deportivos se practicaban.

Cuando todos los niños se habían marchado, Naruto se acercó a la pared que rodeaba las canchas, piscinas, pistas de atletismo y otros campos que formaban el enorme edificio deportivo de Konoha y donde adultos, adolescentes y niños practicaban diferentes deportes.

Naruto vio como el tiempo transcurría y sus piernas le dolían de estar tanto tiempo de pie, así que decidió sentarse en el suelo apoyando su espalda a la muralla de piedra y la mochila con la raqueta de tenis a un lado suyo mientras esperaba la llegada de su madre.

El niño vio como, incluso, los adolescentes, profesores y entrenadores se marcharon del lugar quedando solo él y el sol cada vez se ocultando un poco más en el horizonte.

Las primeras estrellas comenzaron a salir en la bóveda celeste y la ligera ropa que vestía Naruto no lo cubría lo suficiente para no sentir el frío del ocaso, por lo que comenzaba a temblar. Naruto flexionó sus piernas y las abrazó para esconder su rostro en el hueco que formaba su cuerpo en un intento de mitigar el fresco de la noche.

El niño solo levantaba su cabeza cada vez que escuchaba el ruido que producía el motor de un automóvil que se acercaba, en espera de que fuese Kushina, pero ninguno de los vehículos que pasaron por la calle correspondía al de su madre y seguían su camino sin reparar en él.

– Mami, ¿dónde estás?. – Murmuró Naruto al ver como otro automóvil pasaba frente a él sin detenerse y sintiendo como el miedo que se había apoderado de él cada vez era más fuertes al escuchar el ulular de las lechuzas.

Naruto sabía que era muy tarde y su madre aún no había ido a por él como le había prometido. Además, su barriga no dejaba de rugir de hambre y, a pesar de estar temblando, comenzaba a sentir sueño.

Estaba a punto de sucumbir a su cansancio cuando escuchó el rugido del motor de un automóvil que se acercaba pero no levantó su cabeza ya que estaba demasiado agotado como para mirar el vehículo que se acercaba por el camino.

El automóvil se detuvo frente al edificio de clubes deportivo y aún con el motor en marcha escuchó como una de las puertas del vehículo se abría para ser cerrada con fuerza.

– ¡Naruto! ¡Oh… Naruto!. – Gritó Minato corriendo hacia donde se encontraba recostado su hijo como si fuera un ovillo mientras temblaba de frío. – ¡Naruto, háblame!. – Ordenó Minato mientras cogía a su hijo y lo zarandaba un poco entre sus brazos para comprobar que estaba vivo. – ¡Naruto di algo!. – Pedía angustiado cuando comenzó a escuchar el sollozo del niño que se abrazó a su cuello con fuerza haciendo que Minato se sintiera mejor ante esa muestra que le indicaba que había llegado a tiempo de que pasara una tragedia.

– ¡Papá…! – Lloró Naruto sintiéndose a salvo en los brazos de su progenitor. – ¡Papá...! – Repetía una y otra vez sin poder dejar de llorar.

Minato se apresuró a agarrar la mochila con la raqueta de su hijo antes de cargar al niño entre sus brazos para llevarlo al interior de su vehículo y recostar a Naruto en el asiento trasero.

Por suerte, Minato aún no había retirado del vehículo su vieja cazadora, la cual había llevado el fin de semana al picnic familiar que Kushina había decidido hacer sorpresivamente.

Minato abrigó al niño con la cazadora mientras escuchaba como su hijo lloraba y le pedía que no se marchara de su lado, que no lo dejara solo.

– Naruto, estoy aquí. No voy a ir a ningún lado. – Intentaba calmar a su hijo hasta que consiguió convencerlo pero no por ello, Naruto dejó de sollozar.

Después de guardar la mochila con la raqueta en el maletero de su automóvil, Minato volvió a posicionarse en el asiento del conductor  para conducir hasta la comisaría más cercana.

Estacionó el vehículo frente a la comisaría de Konoha que estaba en el barrio y no dudó en coger a su hijo en brazos antes de adentrarse al edificio donde, rápidamente, un agente se acercó a él.

– ¿Podemos ayudarle, señor?. – Preguntó el oficial con seriedad mientras miraba a Minato con recelo.

– ¡Mi mujer!. Mi esposa ha desaparecido. – Habló atropelladamente. – Ella no está en ninguna parte, tenéis que buscarla. – Pidió desesperadamente Minato provocando que Naruto se abrazara más a él ante la agitación que mostraba.

– ¿Qué ocurre, agente Morino?. – Preguntó otro oficial, que debido al tono de su voz, mostraba que portaba un mayor rango.

– Dice que su esposa ha desaparecido. –  Informó el joven policía.

– Tiene que ayudarme, Kushina no haría eso. Ella no desaparecería de esta manera. No sería capaz de abandonar a nuestro hijo. –  Intervino  con nerviosismo Minato en  espera de que los oficiales comenzaran a buscar a su esposa.

– Por favor, señor, acompáñeme. – Ofreció el oficial a Minato para llevarlo hasta su despacho.

Cuando entraron, el policía cerró la puerta de su oficina y le ofreció asiento a Minato para que se tranquilizara un poco ya que estaba muy nervioso y solo provocaba que Naruto se asustase más de lo que ya estaba.

– Haga el favor de tranquilizarse y cuénteme lo que le ocurre. – Indicó el oficial.

– Cuando llegué a mi casa mi esposa no se encontraba. Al principio pensé que las luces estaban apagadas porque quería sorprenderme o gastarme alguna broma junto a Naruto pero me equivoqué. Busqué a Kushina por toda la casa y no se encontraba allí, tampoco estaba su automóvil ni nuestro hijo. Llamé a algunas de sus amigas pero me dijeron que se despidieron de ella después de haber asistido a las clases de yoga. Supuse que podía ser que se hubiera ido con nuestro hijo a comer a algún restaurante pero tardaban mucho y la hora de dormir de Naruto había pasado, así que decidí ir a buscarlos pero solo encontré a mi hijo frente al edificio del club deportivo donde está aprendiendo a jugar al tenis. Después de eso, vine hacia aquí, tiene que ayudarme a encontrar a mi esposa. – Terminó de contar Minato rompiendo en lágrimas ante la desesperación de no saber qué había pasado con Kushina.

– Señor, ¿no ha pensado que tal vez su mujer lo haya abandonado?. – Preguntó con clama el oficial después de escuchar a Minato.

– ¿Qué insinúa?. Kushina no es ese tipo de mujer. Ella no haría eso, ¡jamás!. – Alegó Minato molesto por la acusación del hombre sentado frente a él. – No abandonaría a su hijo de esa manera. – Murmuró recordando cómo había encontrado a Naruto.

– Solo es una posibilidad y se sorprendería de la cantidad de personas que viene hasta aquí para descubrir, al final, de que su cónyuge le es infiel pero, de todas maneras, no podemos abrir una investigación de búsqueda hasta que hayan transcurrido veinticuatro horas de la desaparición, es lo establecido. – Le advirtió. – Pero si desea puede rellenar esta plantilla con todos los datos de su esposa y si en veinticuatro horas, aún sigue sin saber el paradero de su pareja, comenzaremos la búsqueda.

Minato cogió la plantilla y comenzó a rellenarla con todos los datos que se le pedía mientras que el sentimiento de impotencia de no poder hacer nada más en ese tiempo que estaba rellenando una simple hoja llena de preguntas para que dentro de veinticuatro horas comenzaran a buscar a Kushina, lo atormentaba por no ser capaz de hacer algo más o saber en donde se encontraba.

– Aquí tiene. – Le entregó la plantilla al oficial. – Tengo una fotografía en mi cartera pero supongo que no le servirá ya que es de antes de casarme con ella.

– Lo siento mucho, señor Namikaze. – Se disculpó el policía mientras leía el apellido en la plantilla rellenada que le había entregado Minato. – Como comprenderá, no podemos saltarnos el protocolo establecido.

Minato asintió mientras se limpiaba el rostro de las lágrimas que había derramado y salía de la comisaría para ir hasta su automóvil donde sentó a Naruto en el asiento del copiloto, aún envuelto por la cazadora, para luego, él volver a ocupar el lugar del conductor.

– Papi… ¿mamá no va a volver?. – Preguntó Naruto mirando a su padre que se sorprendió por la pregunta de su hijo.

– Naruto, mamá nos ama mucho. – Respondió Minato antes de revolverle el pelo a su hijo, a pesar de que esa no era la respuesta que esperaba escuchar el niño.

– Pero mami… – El niño no pudo continuar ya que había vuelto a derramar lágrimas.

Minato abrazó a su hijo hasta que se calmó antes de volver a poner en marcha su vehículo y dirigirse hasta su hogar que le pareció más grande y silencioso sin la presencia de Kushina.

A la mañana siguiente, Minato se ocupó de llamar a su trabajo en la inmobiliaria en donde trabajaba como agente inmobiliario y al colegio de su hijo para notificar la ausencia de Naruto.

Cuando Naruto despertó, se encontró con el desconcierto de que en su casa había algunas amigas de su madre, así como su vecina Tsunade, que no dejaban de hablar sobre Kushina y la extraña forma en que había desaparecido pero al percatarse del niño, Tsunade se apresuró a llevarle hasta la cocina donde le preparó el desayuno.

– ¿No quieres comer más?. – Preguntó Tsunade mirando como el niño apenas había probado la comida.

– No. – Respondió mientras no dejaba de mirar a su alrededor como si estuviese buscando algo. – Mi mamá no está… ¿Dónde está mamá?. – Preguntó angustiado al no ver a su madre y recordando lo acontecido el día anterior.

– Tu papá vendrá pronto, Naruto. Él ha tenido que salir un momento. – Intentó calmar al niño que había comenzado a llorar.

– Papi… – Murmuró Naruto al ver a su padre entrando por la puerta de la pequeña cocina con la misma ropa del día anterior, la cual estaba arrugada y unas marcadas ojeras que indicaban que no había podido dormir en toda la noche aunque quisiese hacerlo.

Minato corrió hasta su hijo para cargarlo en brazos y llevarlo hasta su habitación, cruzando por la sala de la casa llena de las amigas de su esposa que se habían acercado preocupadas al haber sido telefoneadas por Minato en la noche y esa mañana preguntando por Kushina.

– Papi, no me dejes… – Sollozó Naruto abrazándose a su padre con miedo a que él también desapareciera y se quedara solo.

Cuando Naruto se volvió a dormir, Minato lo recostó en la cama y lo abrigó con las mantas mientras limpiaba un poco la cara del niño con ayuda de sus manos pero antes de abandonar la habitación de su hijo besó la cabeza de Naruto.

Cuando Naruto volvió a despertar, era la hora del almuerzo y su vecina, Tsunade, también le preparó los alimentos del cual, tampoco comió mucho pero, en esta ocasión, el niño no habló, aún y cuando muchas de las mujeres que se encontraban en su casa intentaban jugar con él. Naruto solo esperó a que volviese su padre pero este, no regresó hasta la noche para llevarlo a la cama y desearle las buenas noches sin llegar a mencionar el nombre de Kushina.

Al día siguiente, Naruto fue al colegio pero ya no le apetecía jugar con sus amigos y a partir de ese día, Naruto comenzó a ir a merendar o a quedarse a dormir a las casas de algunos de sus amigos y que, casualmente, Kushina era amiga de las madres de esos pequeños.

– ¡Eh…! ¡Naruto!. – Llamó un niño. – ¿Sabes lo que dicen los profesores?. – Preguntó maliciosamente a Naruto que inocentemente negó con la cabeza. – Dicen que tu madre se fue porque se cansó de ti y de tu padre. – Se burló el niño para comenzar a reír junto a otros niños que habían escuchado lo que le había dicho.

– ¡Eso es mentira!. – Gritó Naruto antes de salir corriendo en busca de un lugar en el que esconderse siendo seguido por uno de sus amigos.

– Naruto, no le hagas caso, te está mintiendo. – Afirmó Gaara en espera de que Naruto abandonase su refugio.

– Yo… no lo sé, Gaara. Mi mamá se fue y no volvió. – Murmuró intentando detener sus lágrimas. – Papá dice que la está buscando… pero mamá no está… No sé si volveré a ver a mi mamá… – Confesó con dolor el niño.

– Puede que haya ido a comprar algo que está muy lejos. – Intentó animar a su amigo. – Por eso tu papá no la puede encontrar. Verás que tu mamá vuelve pronto. – Dijo ofreciéndole la mano a Naruto para que saliera del hueco bajo la escalera del colegio en el que se había escondido.

Naruto no dijo nada y decidió creer que las palabras de Gaara eran ciertas, así que cogió la mano de su amigo para salir de aquel lugar y volver junto a Gaara al aula ya que la campana había sonado y anunciando el fin del descanso para retomar las clases.

Después de dos semanas de búsqueda intensiva de la policía en la que habían encontrado el automóvil de Kushina frente a la bolera que estaba en el barrio en el que habitaba a tres manzanas del edificio donde iba a practicar yoga, Iruka Umino, un joven vecino de Konoha, que se había acercado a la vieja granja de pollos que hacía diez años atrás había cerrado, ubicada a las afueras de Konoha, para pasear a su perro, encontró fortuitamente un cadáver y puso en sobre aviso a la policía de Konoha.

– ¡Naruto, apúrate!. – Apresuró Minato a su hijo para llevarlo al colegió justo al mismo instante que sonaba el teléfono. – ¿Hola?. – Preguntó Minato cuando había descolgado el aparto y acercado a su rostro para saber si la llamada tenía algo que ver con su esposa.

Naruto terminó de comer su tostada para acercarse un poco a su padre e intentar averiguar de si se trataba de su madre, la persona que había telefoneado.

– ¿¡Qué!?. ¡No puede ser verdad!. – Gritó Minato antes de golpear la pared con su mano libre provocando que el niño diera un pequeño saltito por el susto. – Pero ella… – Intentó decir el hombre que había cambiado su rostro por uno atormentado. – Ahora mismo estaré ahí, si es ella… tengo que estar seguro de que es ella. – Minato colgó el teléfono mientras lágrimas bajaban por sus mejillas. – Por favor, por favor… – Repitió para sí mismo como si estuviese orando a alguna divinidad.

– ¿Papá?. – Llamó Naruto con duda al hombre, quien al escuchar su vocecita infantil se giró intentando mostrar calma en su rostro, una serenidad que no poseía en ese instante que estaba forzando una sonrisa en sus labios.

– Ven aquí. – Dijo Minato para ver como Naruto corrió hasta él y poder abrazarlo con fuerza. – Te llevaré a casa de los Sabaku no y estarás con ellos, más tarde iré a recogerte, ¿de acuerdo?. Sé un niño bueno y pórtate bien, Naruto.

Naruto asintió con la cabeza, ese día y el siguiente permaneció en la casa los Sabaku no sin entender por qué su padre no iba a buscarlo para llevarlo a casa e incluso, comenzaba a pensar de que su papá no volvería a por él, que jamás volvería a verlo y se había ido al igual que su madre.

Posteriormente de que Minato Namikaze reconociera el cuerpo de su esposa, se procedió a la autopsia en la que se confirmó que el cadáver de Kushina Namikaze presentaba signos de agresión en la cabeza pero que estos no fueron los causante de su fallecimiento ya que la marca que rodeaba el cuello de la mujer junto al estudio revelado por los médicos forenses, indicaba que Kushina Namikaze había muerto asfixiada por estrangulamiento.

Naruto se encontraba en su habitación, ese día no había ido al colegio al igual que  hace dos día cuando su padre le explico que su madre había muerto. El niño había llorado mucho, al igual, que en el funeral que se había organizado en la tarde de ayer en honor a su madre antes de regresar a la casa, acompañados por algunos amigos de su padres, algunas amigas de su madre y, también, unos pocos vecinos del barrio aunque algunas de esas personas, igualmente, se habían acercado ese día a su casa.

La puerta de la habitación de Naruto fue golpeada con sutileza antes de abrirse mostrando a un hombre  desconocido para el niño.

– ¡Hola, Naruto! Me llamo Yahiko. – Se presentó el hombre acercándose a la cama donde el niño estaba sentado abrazando un muñeco con forma de zorro que su madre le había comprado, a pesar de sus protestas, en un mercadillo artesanal al que habían asistido. – Sé que estás muy triste con lo que pasó pero, ahora, me gustaría que me ayudaras para poder encontrar a la persona que le hizo eso a tu madre. – Pidió el hombre amablemente. – Me gustaría que me hablaras sobre tu madre. ¿Cómo era?, ¿si tu padre y tu madre se peleaban mucho?, ¿si ella tenía muchas amigas?, ¿si recuerdas a alguien que molestara a tu madre o a tu padre?. – Intentó hacer hablar al niño que se había abrazado más al muñeco que sostenía entre sus manos. – Sé que no te apetece hablar de tu mamá, ahora, pero pequeño, si me cuentas sobre ella estoy seguro que tu madre se sentirá muy feliz por ello. – Insistió mirando como el niño comenzaba a preguntarse si debía hablarle sobre Kushina.

– Mamá no volverá, ella está en el cielo. Papá me lo dijo. – Aseguró Naruto mirando a Yahiko.

– Sí, ahí vamos todas las personas que hemos sido buenas, pequeño. De seguro que tu mamá debe de estar en el cielo. – Afirmó acariciando la dorada cabeza del niño que sonrió mientras asentía con la cabeza a lo que Yahiko le había dicho.

– Mamá era muy buena, siempre se ponía bonita porque a papá le gustaba verla bonita. Mamá me contaba muchos cuentos antes de dormir. – Empezó a decir Naruto. – Papá y mamá me quieren mucho. Los domingos íbamos al Ichiraku a comer ramen pero cuando mamá no volvió, papá ya no quiere ir a Ichiraku. – Comentó el niño tristemente mientras recordaba lo feliz que era junto a sus padres comiendo en el pequeño restaurante familiar del barrio.

– ¿Te gusta el ramen?. – Preguntó amistoso el hombre al reconocer el nombre del restaurante especializado en ramen.

– Sí.

– ¿Qué pasó la última vez que viste a tu madre, Naruto?. – Preguntó el desconocido con benevolencia.

– Mamá me llevó al club de tenis, me dijo que cuando acabara me estaría esperando fuera pero… no estaba. Me quedé esperando mucho tiempo y se hizo de noche pero no vino. – El niño comenzó a convulsionarse al recordar cómo había sido la última vez que había visto a su madre. – Tenía frío y miedo y mamá no llegaba... no volvió… – Unas lágrimas escaparon de los ojos de Naruto que se ocupó de limpiar rápidamente con sus manos. – Papá llegó y fue donde habían policías antes de volver a casa pero mamá tampoco estaba en casa cuando llegamos.

– Tranquilo, pequeño. Tuvo que ser muy duro todo lo que pasaste ese día pero no fue culpa tuya ni de tu madre ni de tu padre. – Le susurró Yahiko acariciando la cabeza al niño con ternura. – Te diré un secreto. – Murmuró captando la atención del niño. – Yo voy a encontrar a la persona que le hizo daño a tu mamá para que reciba su castigo. – Le prometió al niño que pareció sorprenderse. – Tu mamá también quiere que lo encuentre y sea castigado por haberla alejado de ti y tu papá.

– ¿De verdad?.

– Sí, es una promesa, Naruto. – Sonrió Yahiko acercando su mano derecha con su meñique estirado que el niño no dudó unir con su infantil dedo meñique con una sonrisa de que estaba haciendo una promesa. – Ahora, tengo que marcharme. – Indicó deshaciendo la unión de sus dedos para dirigirse a la puerta de la habitación del niño pero antes de abrirla y salir se volvió para mirar a los grandes ojos azules de Naruto con una pequeña sonrisa. – Eres un buen chico, Naruto, estoy seguro de que tu padre está orgulloso de ti. – Detrás de esas simples palabras Yahiko se marchó de la habitación dejando a Naruto en la soledad de su cuarto.

El detective Yahiko Akatsuki, quien fue puesto a cargo del caso para encontrar al asesino de Kushina Namikaze, interrogó e indagó por toda Konoha pero todas las pistas e información recabadas acusaba a Obito Uchiha, el segundo hijo de Madara Uchiha, y cuya prueba encontrada en el maletero de su vehículo lo imputó como el principal sospechoso de la muerte de Kushina Namikaze, fue el haber encontrado un pañuelo ensangrentado en el maletero del automóvil que pertenecía Obito Uchiha y que coincidía con el ADN de Kushina Namikaze después de ser analizado.

Detrás de un exhaustivo y agotador juicio en el que Obito Uchiha intentó mostrar su inocencia con una coartada que lo exculpara de los cargos, en la que su novia, Rin Nohara, se vio involucrada a defender a su pareja. El juez, Jiraiya Sannin, dictaminó como culpable a Obito Uchiha ante el gran número de pruebas que lo convertía en el asesino de Kushina Namikaze y Obito Uchiha fue condenado a cincuenta años de cárcel en la prisión estatal de Konoha.

Había pasado un mes desde que el juicio en el que se nombró a Obito Uchiha como culpable del asesinato de Kushina Namikaze había terminado y Minato había comenzado a vender todo aquello que creyó innecesario y poder marcharse de Konoha junto a su hijo.

Minato subió la última maleta en su automóvil antes de cerrar el maletero de su vehículo.

– Namikaze, te deseo suerte. – Se despedía Tsunade de su vecino ya que le tenía un gran aprecio a la familia Namikaze. – Cuida de tu hijo, él te necesita más que nunca.

– Gracias, señora Senju, y no se preocupe. Naruto es lo más importante que tengo en este momento, es lo único que me queda de mi amada esposa. – Respondió acercándose a la puerta donde estaba el asiento del conductor del automóvil. – ¡Naruto apresúrate!.

– Sí, papá. – Contestó cargando entre sus manos la jaula de su hámster.

– Naruto, cuídate mucho y conviértete en un hombre fuerte y sano. – Se despidió Tsunade del niño, al que besó la mejilla antes de que Naruto entrara al automóvil.

– ¡Adiós, señora Senju!. – Se despidió el niño desde el interior del vehículo antes de que Minato pusiera en marcha el motor y se alejaran de Konoha conduciendo su automóvil.

Naruto sintió como alguíen golpeaba ligeramente su hombro izquierdo, justo el lado en el que se encontraba el estrecho pasillo del avión, que lo hizo despertar de sus recuerdos de hacía cuarenta años atrás para mirar a la persona responsable de haberlo sacado de sus pensamientos.

– Caballero, ya hemos aterrizado en el aeropuerto Sora de Konoha. – Informó con amabilidad la azafata que había tocado al periodista para que abandonara el avión ya que había llegado a su destino.

Naruto miró a la mujer unos minutos mientras asimilaba lo que le decía la azafata antes de sacudir un poco su cabeza para terminar de guardar en su corazón aquel recuerdo tan doloroso. Luego, el periodista miró a su alrededor percatándose de que el resto de pasajeros ya habían salido del avión y él no se había percatado de ello.

– Lo siento. – Se disculpó con la mujer antes de levantarse y coger del compartimento sobre su cabeza la mochila en la que llevaba su fiel ordenador portátil para acto seguido, salir del avión para ir a buscar su equipaje.


Aclaración de  los términos:


* Moesashi: Ascuas. Una ciudad que he inventado con este nombre cercana a Konoha.

No hay comentarios:

Publicar un comentario