viernes, 13 de enero de 2017

El último alfa. -Primeros años-


-Primeros años.-


Cuando adopté a Sasuke los tres primeros años me era obligado permanecer en el país oriental y sin la posibilidad de cambiar de ciudad o pueblo ya que cada cinco meses venía una señora llamada Anko Mitarashi a evaluar el entorno que había generado para que Sasuke creciera en optimas condiciones. Fue por ello, que había adquirido una casa lo suficientemente grande como para tres personas y que poseía un tradicional jardín japonés con un pequeño y clásico estaque lleno de carpas.

En ese lugar descubrí lo que significaba la preocupación de un padre a medida que iba creciendo Sasuke porque, aunque todo parecía ser fácil, en realidad no lo era y tampoco tan agradable como podría parecer el cuidar de un niño pequeño, pues nunca imaginé que un bebé humano fuera tan ¿complicado?.

Al principio tuve que descubrir el por qué lloraba el bebé, pues podía ser que tuviese el pañal sucio o a que tenía hambre o, sencillamente, debido al dolor que le causaba el estarle saliendo algún diente en sus encías.

Aún recuerdo el primer pañal que tuve que cambiarle a Sasuke y la gran cantidad de cremas que había comprado porque no estaba seguro de si el bebé podía ser alérgico a alguno de aquellos ungüentos. También, el primer biberón que le preparé a Sasuke y la ternura que me provocó verlo succionar la leche de la mamila o el ayudarlo a expulsar los gases para, en algunas ocasiones, recibir un pequeño vomito sobre mi ropa, aunque después de ese primer incidente, colocaba una tela para que mi ropa no volviese a ser víctima de ese imprevisto.

Sin embargo, cuando sus dientes comenzaron surgir de su dentadura no paraba de llorar debido al dolor que debía estar sufriendo y mordía todo lo que estuviese frente a sus fauces, algo que me asustaba porque en muchas ocasiones descubrí como Sasuke estaba mordiéndose así mismo causándose pequeñas heridas mientras sollozaba. O mordía los osos de felpas que tenía a su alrededor, del mismo modo que todo los que sus manos pudiesen coger iba a parar en su boca, por lo que debía ser muy precavido con él.

Igualmente, debo admitir que me asusté cuando le dio a Sasuke su primera sesión de hipo porque no había tenido la oportunidad de ver como un bebé de cinco meses sufría de hipo y pensaba que era algo que solo le daba a los humanos adultos ya que los alfas no padecemos de hipo.

Sin embargo, era un bebé muy tranquilo cuando le tocaba el baño y parecía divertirle ver el jabón haciendo burbujas y el tacto del líquido que intentaba agarrar con sus manitas pero le era imposible y eso, le hacía reír.

Cuando escuché la primera palabra que dijo me entristeció un poco, pues su palabra no era otra que “papá” y el recuerdo de como Mikoto estaba intentado enseñar esa palabra al pequeño pero este no parecía querer pronunciarla y se dedicaba a balbucear, aunque estaba seguro de que si Sasuke la hubiera pronunciado días atrás, su madre se hubiera alegrado al escucharla e incluso, Fugaku se hubiese sentido orgulloso de haberla oído salir de los labios del bebé.

Sin embargo, me había propuesto el que me llamara por mi nombre porque yo no era su padre, no deseaba que el pequeño se confundiera y tampoco engañarlo, ya que cuando pudiese comprender, le contaría toda la verdad a Sasuke.

A los siete meses Sasuke comenzó a gatear de un lado a otro  de la casa aunque yo intentaba hacer todo lo posible para que se mantuviese en pie y caminase sin ayuda de sus manos, algo que no ocurrió hasta que cumplió los ocho meses que fue cuando comenzó a pararse de pie y dar sus primeros pasos estando erguido.

Cuando cumplió un año le hice su primera fiesta de cumpleaños aunque solo estábamos él y yo para comer la tarta de nata y frutas después de cantarle la canción.

Cuando Sasuke vio la tarta sobre la mesa aplaudió contento antes de que programara una cámara fotográfica y encendiera la vela en la que yo fui quien debió apagar la llama de la pequeña vela para evitar que Sasuke intentase tocar el fuego con sus diminutas manos y ocasionar un desagradable accidente.

Ese primer año también trajo consigo la primera separación de Sasuke desde que lo había adoptado, pues debí inscribirlo en una guardería para que tuviese una vida normal de humano aunque su destino era impredecible y desconocido, para mí… Sasuke era mi prioridad aunque no me eligiera como la pareja que yo quiero ser para él.

La tristeza me abordó cuando dejé a Sasuke llorando y llamándome en brazos de la mujer que sería su profesora pero no fui capaz de volver a la casa sino que me quedé cerca de la guardería escuchando a Sasuke llorando y llamándome durante una hora y media que me estaba torturando pero sabía que era por su bien el estar ahí y me lo tuve que repetir constantemente. Cuando lo fui a buscar, Sasuke corrió hacia mí y abrazó mis piernas. Yo solo me agaché hasta quedar a su altura ocasionando que soltase mis pierna para poderlo coger en brazos y sentir como el pequeño se abrazaba a mi camisa con fuerza y me daba besos en la mejilla.

Después de despedirme de las mujeres que se encontraban allí, tanto por empleo como por ir a buscar a sus hijos e hijas, me dirigí caminando con Sasuke en mis brazos a la casa en la que vivíamos.

– ¿Cómo te fue tu primer día en La casita de la diversión?. – Le pregunté aunque yo ya sabía como lo había pasado porque de donde estaba podía sentir su aura, la cual reflejaba los diferentes estados de ánimo que tenía el niño.

- No taba, Nanu. – Me dijo con enfado.

- Es que yo no puedo ir porque es solo para niños, Sasuke. – Intenté explicarle lo más simple que pude al pequeño. - ¿Hiciste algún amiguito?. –

- ¿Ninito…? – Preguntó sin entender y me fue inevitable comenzar a reír debido a la cara que puso y Sasuke también empezó a reírse aunque probablemente era contagiado por mi risa.

Decidí no preguntarle nada más y lo subí a mis hombros sintiendo como el niño se sujetaba de mi pelo para agarrarse mientras yo lo cogía bien de sus delgadas piernecitas escuchándolo reír de camino a la casa en la que vivíamos.

Poco a poco comencé a confiar en las actitudes del personal de aquella guardería y me iba alejando cada vez más hasta el punto en que volvía a la casa para continuar escribiendo uno de mis libros con el sobrenombre de Kurama para luego enviarlo a la editorial Kyubi e ir a buscar a Sasuke al centro educativo infantil al que asistía.

Sin embargo, un día en que fui a buscarlo percibí como el aura de Sasuke había cambiado, por lo que me apresuré y cuando llegué al centro, Sasuke corrió hacia mí como normalmente hacía y lo cogí en mis brazos sintiendo como el niño se agarraba con fuerza al jersey de lana que llevaba puesto para comenzar a sollozar, por lo que me dirigí a una de las monitoras del centro.

La mujer al ver que me acercaba hizo una reverencia y mostró una sonrisa nerviosa con la que espera mostrarse tranquila pero ella no sabía que yo podía captar las emociones que desprendía en su aura o ver como tenía multitud de duendes a su alrededor bailoteándole felizmente a causa del pánico que desprendía su cuerpo.

– ¿Le ha ocurrido algo a Sasuke, hoy?. – Me salté las formalidades y fui directo al grano, además, mi aspecto era más parecido al de un humano occidental, de un extranjero para la gente de ese país, por lo que se podría aceptar la falta de protocolo aunque eso le molestara a la mujer.

– No. – Me respondió y podía ver nubecillas negras salían de su boca al estarme mintiendo y los pequeños duendes del miedo que estaban a su alrededor chillaron escandalosamente en júbilo pero no quise hacer ningún escándalo en el lugar lleno de niños, abandoné el edificio, evitando de que alguna de aquellas criaturas molestas se pegase a Sasuke y alimentaran al pequeño de inseguridades.

Subí a Sasuke en su sillita que estaba en el asiento trasero en el interior del automóvil para comenzar a conducir hasta la casa ya que como estábamos en la estación invernal era frecuente que los días fueran lluviosos, fríos e incluso, que nevase, por lo que era mejor ir con el pequeño en el vehículo en vez de ir caminando por las mojadas y resbaladizas calles repletas de personas con mascarillas que evitaban contagiarse o ser contagiados de los resfriados.

– Sasuke. – Lo llamé mientras lo miraba por el retrovisor como se limpiaba las lágrimas de su cara. – ¿Te pasó algo?. – Mi tono de voz y la forma en la que le pregunté a Sasuke podía sonar inadecuado para un niño de dos años pero me reusaba a tomar aquella actitud tan exagerada que utilizaban los humanos adultos cuando hablaban con un niño.  Además, Sasuke no era un niño cualquiera, él era muy inteligente.

Vi como Sasuke tembló un poco antes de negar con su cabeza fuertemente.

– Sasuke, no me mientas. Sabes que no debes mentirme. – Insistí para que me contara y escuché como volvió a sollozar.

– El... niño… me… pegó… – Farfulló entre hipidos.

– ¿Te golpearon?, ¿cómo que te pegaron, Sasuke?.

– Yo… tenía el… avión… y… y… me pegó… y se… llevó… el avión… – Gimoteó el pequeño y aproveché el instante de que el semáforo no me permitiera continuar para coger uno de los pañuelos de papel que tenía en el coche para secarle la cara y ayudarlo a que se sonase la nariz.

– ¿No te pidió que le dejarás el avión?. – Le pregunté para ver como Sasuke negaba con su cabeza una vez más. - ¿Y cómo se llama ese niño?. – Pregunté volviendo a conducir el  corto trayecto que quedaba cuando el semáforo volvió a cambiar de color.

– Haruko. – Balbuceó después de hacer algunos ruiditos en los que parecía decidirse el decirle o no el nombre de su agresor.

– Bien, pues si ese niño vuelve a golpearte o intentarlo, tienes que contárselo a una de las señoritas, ¿de acuerdo?. – Observé por el retrovisor como Sasuke asentía con la cabeza. - Ahora, será mejor que dejes de llorar y vayas a ver la sorpresa que hay para ti en tu habitación. – Le dije mientras aparcaba en el garaje de la casa y miraba como Sasuke dejaba de llorar para cambiar su cara por una de impaciencia y curiosidad. Eso era algo que me fascinaba de los humanos, esa capacidad de poder cambiar tan rápido su estado emocional.

Cuando bajé a Sasuke del vehículo, el niño corrió hasta su cuarto para encontrarse con una jaula dorada que tenía en el interior un pajarillo de plumaje naranja.

Me quedé en la puerta de la habitación del niño mirando como Sasuke saltaba de felicidad por el regalo, pues me había pedido un perro cuando habíamos pasado por una tienda de mascotas pero era consciente de que Sasuke aún era muy pequeño para tener esa responsabilidad, así que decidí comprar aquella pequeña ave para contentarlo aunque iba a ser yo quien limpiase la jaula, rellenara los pequeño recipiente con las semillas y le pusiera el agua al pajarito pero eso, no importaba cuando el pequeño rostro mostraba la más grande y hermosa de las sonrisas.

Sasuke corrió hacia mí y yo me acuclillé para recibir el abrazo que sabía me iba a dar.

– ¡Gracias, Naruto!.

– Me alegra que te haya gustado el regalo. – Le dije deshaciendo el abrazó para revolverle su pelo negro. – Vamos a lavarnos las manos para comer.

– ¡Sí!.

El saber que había conseguido hacer que olvidara lo sucedido en la guardería y nuevamente estuviese sonriendo el resto de la tarde me animó pero cuando llevé al día siguiente a Sasuke, el niño se reusaba a entrar en el edificio y me costó mucho convencerlo para que entrase al centro.

Cuando Sasuke por fin entró me dirigí hacia donde estaban las profesoras y hablé con ellas de lo sucedido el día anterior. Asimismo, fui ante la directora de aquel centro infantil para que no volviese a ocurrir lo mismo con aquel niño que parecía ser problemático pero, al parecer, mis peticiones no fueron escuchadas y la vigilancia de los niños no era tan óptima que llegue a pensar que tenían.

Cuando recogí esa tarde a Sasuke, el niño corrió llorando hacia mí y cuando lo fui a coger escuché como se quejaba, así que sin esperar, abrí su abrigo y subí su suéter junto a la camisa que tenía puesta al mismo tiempo que farfullaba una vieja oración para hacer desaparecer a los tres pequeños duendes que estaban a su alrededor alimentándose de su miedo y dolor.

Mis ojos se encontraron con muchas marcas de mordeduras sobre su blanca piel y eso, me enojó porque… ¿Cuántos niños habían sido para que el cuerpo de Sasuke estuviese así? ¿a caso nadie vio como lo atacaban?. En definitiva, esas respuestas me importaban un comino porque no pensaba volver a llevar a Sasuke a ese ring de fieras para que lo agredieran.

Cogí a Sasuke en mis brazos con cuidado para encaminarme hasta el despacho de la directora a grandes zancadas, ni siquiera me molesté en tocar la puerta para esperar el permiso, sino que ingresé al cuarto asustando a la rechoncha mujer y puse a Sasuke sentado sobre su mesa.

– ¿Me puede decir qué es esto?. – Pregunté lo obvio a la directora mientras le mostraba la pálida piel del torso del niño llena de las marcas de mordeduras pero la mujer no me respondió sino que tragó saliva asustada ante mi enfado y atrayendo a los duendes grises a su alrededor que gritaban y bailaban felices. - ¿Y cómo es posible que haya ocurrido esto si se supone que hay personas que están vigilando a los niños? sin mencionar que esta mañana hablé con usted y sus empleadas por lo ocurrido ayer y evitar que algo así sucediera. – Terminé gritando para volver a acomodar la ropa de Sasuke que no dejaba de llorar.

– Lo siento mucho, señor. Le aseguro que no volverá a suceder este tipo de acontecimientos. – Se disculpaba la directora sin dejar de hacer reverencias en cada suplica.

– Por supuesto que no volverá ocurrir porque desde hoy cancelo la inscripción de Sasuke en este centro. No voy a dejar que su ineptas empleadas continúen permitiendo este tipo de atrocidades entre niños y mucho menos que Sasuke sea afectado e involucrado en ello. – Terminé de decir para coger a Sasuke en brazos, diciendo en voz baja la cantaleta que hacían desaparecer a los duendecillos que se aferraban a sus ropas, y sacarlo de aquel lugar al que no volvería a llevarlo.

Cuando llegué a la casa llevé a Sasuke al baño y lo desnudé al igual que yo para asearnos y curarle aquellas heridas que le habían provocado en su hermosa piel. Además, esa noche no quiso dormir solo y le permití a Sasuke que durmiera conmigo, solo esperaba que al igual que aquellas marcas en su piel, Sasuke olvidara aquella agresión provocada por otro niño humano.

Y cuando Anko se enteró de que había quitado a Sasuke de aquella guardería antes de que comenzara a pedirme explicaciones le mostré lo que le había ocurrido al pequeño que tenía bajo mi protección, lo cual la horrorizó y se marchó sin poner impedimento en que Sasuke se quedara en la casa jugando hasta que el próximo año, que debía comenzar el colegio.

En esos meses me dediqué a Sasuke por completo y lo llevé a diferentes lugares en el que el niño no solo se divirtiese sino también aprendiese para que olvidase su mala experiencia en el que fue su último año de guardería.

El verano pasó rápido y Sasuke ya había cumplido los tres años, por lo que ese día del mes comenzaba el colegio.

Para mi fortuna, Sasuke parecía ilusionado por comenzar las clases y poder llevar su pequeña mochila con el dibujo de su serie de televisión favorita sobre un anime de ninjas y su fiambrera, donde guardaba su almuerzo, decorada con más dibujos de sus héroes televisivos.

Cuando dejé a Sasuke en su grupo de clase decidí acercarme y hablar con su profesor, el cual se presentó y me pareció que era un humano muy agradable ya que irradiaba calma, así que me marché cuando la campana del colegio anunció el comienzo de las clases y cuando volví a buscar a Sasuke, comenzó a hablarme de todo lo que había hecho y aprendido en su primer día de colegio.


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