-Creciendo.-
Este
año Sasuke ha comenzado una nueva fase en el colegio ya que ha dejado el
preescolar y comenzará una etapa más dura en su educación pero parece
emocionado por comenzar a aprender.
– ¿Te
portarás bien?. – Le pregunté para ver como Sasuke asentía con la cabeza y
esbocé una sonrisa provocando que el pequeño se sonrojara y agachara su mirada.
–
¡Sasuke!. – Escuché como lo llamaba una niña.
– ¡Ve!
Seguro que tu amiga querrá contarte un montón de cosas. – Le dije mientras le
revolvía el pelo ya que el niño parecía molesto por alejarse de mi lado.
Me
quedé observando como Sasuke charlaba con aquella niña mientras me buscaba a
cada momento con sus ojos negros y cuando me veía le sonreía provocando un
sonrojo en su rostro hasta que la campana sonó. Todos los niños corrieron hacia
sus clases pero yo no me fui de inmediato sino que esperé a ver como Sasuke se
adentraba en el aula que correspondiente.
Las
horas pasaron y cuando llegó el momento de ir a buscar a Sasuke me vi en medio
de un atasco, así que tuve que reunir toda mi paciencia para lograr llegar al
colegio en el que estaba esperándome el niño.
Sin
embargo, cuando llegué me sorprendí de lo que estaba viendo, pues dos niños de
cursos superiores a Sasuke lo tenían acorralado y amenazaban con hacerle alguna
travesura de mal gusto a Sasuke porque podía ver como el aura de aquellos dos
jóvenes se removía inquieta perturbando el ambiente, lo que indicaba que iban a
hacer alguna maldad.
Sin
pensar, estacioné el coche y corrí hasta donde estaban aquellos niños que
agarré a cada uno por un brazo haciendo que soltaran a Sasuke y me percatase de
los pinceles y los botes de tinta que tenían en sus manos haciendo que
entendiese lo que pretendían hacer.
– ¿No
creéis que está mal hacer eso a un niño más pequeño que ustedes?. – Les hablé
con seriedad para ver como aquellos críos se amedrentaron al ser pillados
segundos antes de cometer su trastada.
– Lo
siento, fue idea de Kiba. – Escuché como
uno de aquellos críos acusaba a su amigo cuando ambos eran culpables.
– ¿¡Qué…!?
¿Pero si fuiste tú? Eres un mentiroso. – No tenía tiempo para estar oyendo como
se echaban la culpa él uno al otro aunque, ahora, me sintiera mejor por saber
que esos niños no consiguieron su propósito en Sasuke.
–
Marchaos y será mejor que no vuelva a veros molestando a ningún otro niño. – Les
advertí a aquellos dos granujas que asintieron con la cabeza y los solté para que
se fueran de una vez. Entonces, miré a Sasuke que parecía estar aún asustado
por lo sucedido. – ¿Estás bien, Sasuke?. – El niño no me respondió sino que se
abalanzó hacia mí abrazándome y yo le acaricié dulcemente la cabeza. – Perdona,
por retrasarme un poco. – Le susurré
antes de irnos al vehículo.
Después
de ese día, Sasuke no volvió a ser molestado por aquellos niños pero a partir
de ese día, había comenzado a sentir que no estaba haciendo bien en tenerlo
junto a mí. En que Sasuke me estaba viendo demasiado como un padre y aunque lo
hubiese adoptado, ese no era mi propósito. Por ello, tomé una difícil decisión que
nos afectaría a ambos y cuando Sasuke cumplió los diez años nos marchamos de
Japón para ir a Alemania, exactamente a la ciudad de Frankfurt, y con todo el
dolor que era capaz de sentir, lo dejé en un internado del cual, solo podía
salir si yo o alguien que yo autorizara lo fuese a buscar porque a pesar de que
deseara tener a Sasuke a mi lado más que nada en este mundo solo mantenía con
él comunicación por carta, pues no deseaba utilizar las tecnologías humanas de
comunicación a excepción de las llamadas telefónicas, prefiriendo el método
tradicional de correo, porque el papel venía impregnado con vestigios de la
energía de Sasuke.
Sin
embargo, cada vez que era su cumpleaños o navidad le enviaba un regalo por
correo. Cuando lo llamaba por teléfono en las vacaciones era para disculparme y
decirle que no podría ir a buscarlo pero eso solo provocaba que él y yo sufriéramos
aunque estaba en esas fechas en la misma ciudad, hospedándome en un hostal que
hay al lado del internado en el que se encontraba.
En ese
tiempo que estuvimos separados por las paredes del internado, visité varias
ciudades en todo el mundo como Moscú, Nápoles, Boston, Papeete, Río de Janeiro o
Sídney entre otras aunque esa separación me estaba matando por dentro porque
los alfas somos dependientes a nuestras parejas y yo estaba haciendo un
esfuerzo desmesurado por no ir y sacarlo de aquel internado aunque cada
veinticuatro de diciembre y veintitrés de agosto estaba en Alemania cerca del
internado captando su dolor a través de su aura y embriagándome de su aroma que
me torturaba por no estar a su lado, para volver esa tristeza en alegría.
Era
consciente de que a Sasuke no le gustaba el internado en el que estaba debido a
que había una gran disciplina pero me confortaba saber que había hecho amigos
que, casualmente, eran de nacionalidad japonesa pero lo más importante para mí
era saber que estaba junto a personas que lo estimaban y eso, podía intuirlo
cada vez que me escribía sobre esos chicos o me hablaba por teléfono de ellos.
Sasuke
ese año había acabado el último curso del internado y estaba seguro que pensaba
comenzar la universidad como cualquier joven de su edad. También sería la
primera vez en años que nos viéramos de nuevo cara a cara creando que generara
inquietudes porque tal vez, solo tal vez, Sasuke no quisiera saber nada de mí o
su molestia haya sido lo suficiente como para demostrarme indiferencia.
Era
posible que el comportamiento de Sasuke hacia mí hubiese cambiado debido a que
lo había dejado en aquel lugar, sin volver a visitarlo pero no me había quedado
otra opción y esperaba que pudiese comprenderme.
Abordé
el avión que me llevaría a aquel país europeo sin dejar de imaginar todo lo que
había crecido o si estaría dispuesto a escucharme, pues ese día le contaría
todo lo que yo sabía sobre su familia e incluso, volveríamos a Japón para
acompañarlo hasta donde estaban las lapidas de sus progenitores, si lo deseaba.
No
obstante, también, le revelaría quien yo era en realidad porque no quiero
seguirle ocultado lo que soy y esperaba con todo mi ser que me aceptara porque
si en esta ocasión fuera rechazado sabía que perdería algo importante para mí,
algo que no podía exigir u obligar porque en mi naturaleza no estaba esa
posibilidad tan egoísta y era por ello, que a veces desearía ser humano.
Después
de tres horas y media de vuelo en una aerolínea comercial salí directo a las
calles alemanas donde cogí un taxi, ya que la única maleta que tenía era un
bolso de viaje con todo lo suficiente. No tardé más que una hora en llegar
hasta aquel internado y antes de bajarme le indiqué al conductor que me
esperara.
Subí
las escaleras de piedra por la que estaban bajando los alumnos de aquel centro
junto a sus padres o tutores o el responsable encomendado en irlos a buscar y
llegué a la recepción de aquel internado donde aún había muchos jóvenes
esperando con sus maletas. Miré a todos lados hasta que conseguí ver a Sasuke
en una esquina cerca de la escalera vistiendo el uniforme obligatorio de ese
internado alemán.
En
realidad, Sasuke había cambiado mucho y aunque no desmerezco los genes de
Mikoto, Sasuke se parecía mucho a Itachi salvo porque Sasuke no tenía ojeras
bajo sus ojos y su olor y aura eran más intensos y embriagantes, llegando a
producirme un estado de atontamiento confortable.
Caminé
hacia Sasuke y cuando él se percató de mi presencia le sonreí para ver como
agachaba la cabeza, tal vez por rabia pero su aura no me delataba señales de
enfado en él o puede que avergonzado pero tampoco vi el que se ajetreara su energía
sino que Sasuke tenía un aura cálida como si estuviese contento pero su forma
de actuar me hacía pensar lo contrario a lo que reflejaba su energía.
Sin
embargo, no me detuve y cuando quedé frente a él no evité el observarlo,
percatándome en el joven apuesto que se había convertido con aquel atlético
cuerpo y aquellas facciones que despuntaban su masculinidad. Igualmente, estaba
seguro que cualquier jovencita humana estaría orgullosa de ser su pareja o, al
menos, conseguir que la mirara.
Antes
de que pudiese decirle algo, sentí como Sasuke se había abalanzado hacía mí
para abrazarme y yo solo me dejé llevar envolviendo aquel cuerpo con mis brazos
mientras su cuerpo comenzó a vibrar y un débil gimoteó escapo de sus labios.
Fue en ese instante que me percaté de que Sasuke estaba llorando de felicidad.
Realmente, Sasuke se sentía contento de volver a verme y eso, conmovió a mí
corazón que parecía estrujarse en mi pecho.
– ¿Has
crecido mucho, Sasuke?. – Le susurré al oído y sentí como su cuerpo se
estremecía ante mi voz, dándome fuerza para poderle comunicar más tarde todo lo
que ese día me había propuesto revelarle. – Te he extrañado. – No pude evitar
comunicárselo en aquel momento.
– Yo
también. – Lo escuché murmurar sin aún deshacer el abrazo y esperé a que
calmase sus emociones para volver al taxi mientras lo ayudaba a cargar sus
maletas.
–
¡Vamos! o el taxi se marchará sin nosotros. – Le dije sonriendo para ver cómo
me asentía con su cabeza y sus ojos aún húmedos por las lágrimas derramadas.
De
camino al hotel ambos nos habíamos sentado en el asiento trasero del taxi y lo
escuchaba contarme acerca de todo lo que le había ocurrido en ese último
trimestre, incluso me contó el discurso de despedida que el director les había
recitado a todos los alumnos.
Cuando
por fin llegamos al hotel y la puerta de la habitación se cerró, me senté en el
sofá mientras rebuscaba una cajita de terciopelo negra en el bolsillo de mi
cazadora hasta que la encontré.
–
Sasuke, ven un momento y siéntate a mi lado. Quiero hablar contigo de algo
importante. – Le pedí sin apartar mis ojos de la pequeña caja.
– ¿Qué
ocurre?. – Me preguntó con preocupación cuando por fin tomó asiento y yo le
sonreí para coger una de sus manos y ponerle sobre la palma la caja antes de
levantarme para ocupar el sillón que estaba frente al sofá en el que Sasuke
estaba sentado para dejarle espacio y poder ver su expresión ante el obsequió.
–
Puedes abrirla es para ti. – Le aseguré al ver que parecía dudar en averiguar
el contenido que ocultaba la pequeña caja y cuando la abrió vi como su cara mostraba
confusión, por lo que había encontrado dentro mientras cogía la fina cadena de
oro blanco que acababa en aquel raro colgante con forma de abanico japonés
mitad rojo mitad blanco.
Me miró
con una sonrisa y me acerqué para ayudarle a ponérselo.
– Es muy
inusual este colgante. – Cuando escuche sus palabras sonreí y me senté a su
lado en aquel sofá dorado.
– ¿Te
gusta?.
– Sí.
– Este
colgante es la representación del símbolo al que pertenece el clan de tu
familia biológica.
– ¿Mi
familia?.
– Así
es, quiero que sepas quien eres Sasuke Uchiha y cuál es la razón de que te haya
acogido bajo mi protección.
Sasuke
parecía curioso pero al mismo tiempo, temeroso de saber esas verdades.
– Yo
no sé si quiero saber de ellos, no tengo recuerdos aunque mi apellido sea lo
único que tengo de esas personas, has sido tú quien se ha hecho cargo de mí
desde que tengo memoria. Ellos nunca se han preocupado de mí en todo este
tiempo como lo has hecho tú. – Se explicó con un sonrojo pero yo podía ver como
aquellas simples palabras escondía algo más que cariño. Podía sentirlo cuando
sus ojos se clavaron en los míos y su aura ardió como fuego a su alrededor
ahogando mis sentidos, casi haciéndome olvidar mi objetivo de contarle todo.
– No
digas eso, Sasuke y deja que te cuente. – Le rogué cogiendo una de sus manos
entre las mías y vi como su sonrojo aumentaba en su rostro mientras asentía con
la cabeza para que le contara de su familia. – Sabes que la historia en cada
continente y país de este mundo es diferente, ¿verdad?.
– Sí.
– Respondió en voz baja para que continuase.
–
Bien, pues como me imagino que ya tienes una idea de historia universal no
tendré que hondar en ello, aunque, sé que tus antepasados fueron campesinos que
se convirtieron en ninjas y que por alguna razón, volvieron a convertirse en
campesinos. – Sasuke suspiró un poco hastiado por esa información tan vaga. –
Bueno, como todos los humanos tus antecesores se adaptaron a la evolución de la
sociedad hasta llegar a tus
progenitores. Tu padre trabajaba en una de las empresas más conocidas en Japón
mientras que tu madre era ama de casa, ellos se llamaban Fugaku y Mikoto Uchiha.
Eran personas agradables, Sasuke, y lo más importante, te querían. – Le afirmé.
–
¿Entonces porque me dejaron en un orfanato cuando aún era un bebé?. Porque
supongo que ahí debí de terminar antes de que tú te hicieras cargo de mí. –
Pude apreciar el enfado en su voz y el repentino cambio de su aura.
Eso me
entristeció porque sabía que Sasuke no conocía nada a causa de que nunca le
había hablado de sus padres hasta ahora pero es que no me había percatado de
que el chico había engendrado tanto enfado en su corazón hacia sus padres.
– No
fue decisión de ellos el que acabarás ahí. – Suspiré antes de continuar. – Una
noche un hombre entró a hurtadillas a una casa pero lo que ese hombre no sabía,
era que en la casa que había entrado se encontraban los dueños y al verse
sorprendido en un acto impulsivo, arremetió contra el matrimonio que vivía allí
para luego huir. Una semana después ese hombre fue detenido y juzgado pero en
aquella casa en la que entró había extinguido dos vidas y dejado a un pequeño
bebé huérfano, sin nadie que pudiese hacerse cargo de él. – Terminé para
mirarlo y sentir todo el revoltijo de sentimientos que expresaba el aura de
Sasuke por la verdad descubierta.
–
¿E-Ese bebé era yo…? – Consiguió preguntarme en voz baja como si aún dudara lo
obvio.
– Sí,
Sasuke. Ese pequeño eras tú y cuando me enteré que nadie podía hacerse cargo de
ti, yo decidí acogerte porque eres alguien muy importante en mi vida. Lo eres
desde el primer momento que te vi. – Le confesé liberando mi mano de la suya
para poderle acariciar su cabeza.
– ¿A
qué te refieres?. – Me preguntó pero yo sonreí antes de levantarme de ese sofá
y caminar un poco mientras pensaba en como continuar.
–
Dime, Sasuke… ¿alguna vez te han contado tus amigos historias para no dormir o
has visto películas de terror?. – Le pregunté con nerviosismo sin apartar mis
ojos de los suyos ya que yo no llegué a mostrarle ese tipo de cinematografías o
contarle sobre historias que no lo dejaran dormir, solo quiero y quería su
felicidad y el miedo no estaba dentro de esos planes.
– Sí,
alguna vez pero ¿no entiendo qué tiene que ver eso ahora?. – Le sonreí.
– ¿Y
has oído hablar o has leído en alguna ocasión sobre los alfas?. – Indagué sin
responderle para ver como negaba con la cabeza y volví a suspirar mientras me
derrumbaba sobre el sillón quedando frente a Sasuke otra vez. – Es normal, ya
los humanos se han olvidado del verdadero nombre de mi pueblo, de quién soy en
realidad y del pueblo al que pertenezco. Sin embargo, han guardado todas sus
mentiras sobre mi raza a la que nombraron de cualquier manera como vampiros,
hombres lobo, monstruo de las sombras, brujos, demonios,… demasiados nombres
horribles para referirse a lo que soy.
– No…
no te entiendo. – Lo escuché murmurar y me percaté de cómo su aura cambiaba por
una más fría y ligera.
Sonreí
en un intento de calmarlo.
–
Sasuke, yo soy un alfa uno de los últimos de mi raza y no debes de temerme porque
me conoces. Me has conocido durante mucho tiempo y eres plenamente consciente
de que no te haré daño. – Le recordé para acercarme a él y acuclillarme
mientras cogía una de sus manos y la llevaba a mi pecho. – Ves, puedes
sentirlo, no somos tan diferentes porque yo también tengo corazón. No soy una
criatura sin sentimientos. No soy un cascaron vacio que necesite alimentarse de
las muertes humanas. – Le aseguraba sin apartar mis ojos de los suyos.
– Me
estas mintiendo, ¿cierto?. – Preguntó incomodo y sentía que en cualquier
momento iba a empujarme para salir corriendo de aquella habitación de hotel y
huir de mí como una liebre huye de los perros de un cazador. Por ello, sin
pensarlo dos beses lo besé en los labios porque aunque no me correspondió
debido a la estupefacción que le había provocado al besarlo y me separé de él
lentamente, sintiendo el abatimiento de su aura confundida.
Sasuke
abría y cerraba la boca mientras llevaba una de sus manos a sus labios pero en
su rostro pude ver aquel encantador sonrojo.
– No
te miento y sabes que no lo haría, Sasuke. Déjame contarte mi historia esta vez.
– Le pedí para ver como asentía mientras continuaba palpándose con la yema de
sus dedos sus labios, asimilando lo que había acabado de suceder mientras yo me
sentaba junto a él cogí entre mis manos la mano de Sasuke que aún continuaba
sobre una de sus piernas. – Como te he dicho mi raza no es tan diferente a la
de los humanos y ambos procedemos de esa primera criatura que abandonó los
árboles para empezar su vida en el suelo donde comenzó a caminar sobre dos
piernas. Seguramente, ya te han contado el proceso evolutivo de tu raza, pues
los alfas evolucionamos igual, paralelamente unos de otros. – Hice una pausa
para levantarme he ir a por una de las botellitas de agua que había en la
pequeña nevera de la habitación y ofrecérsela a Sasuke. – Toma. Bebe un poco te
hará sentirte mejor. – Le indiqué poniéndole la botellita de agua fría entre
sus manos que no dudó en abrir y dar un trago.
–
Gracias y no vuelvas a hacer aquello. – Me pidió avergonzado.
– No
te preocupes, no lo volveré a hacer si tú no quieres. – Le aseguré para
continuar. – Al igual que los humanos, los alfas nos extendimos por todo el
planeta y convivíamos en poblados junto a los humanos. – Me detuve un momento
mientras pensaba como continuar. – Sasuke, ¿sabes quienes son Demócrito,
Anaxágoras o Protágoras?. – Le pregunté antes de continuar.
– Son
filósofos.
– Sí
pero esos filósofos eran alfas como lo soy yo. Lo que quiero decirte, es que
los alfas no solo hemos vivido junto a los humanos en armonía sino que mi
pueblo no es violento. No obstante, los humanos comenzaron a desconfiar de los
alfas hasta el punto en que no fueron capaces de distinguir la verdad de la
mentira y el pueblo al que pertenezco comenzó a ser perseguido y masacrado. –
Lo miré en un intento de verle los ojos a Sasuke pero había agachado la cabeza
y su aura se sentía fría, así que era mejor que comenzara a hablarle de mí. – Mis
padres se llamaban Minato y Kushina, ambos pertenecían a la especie de los alfas.
– Era la primera vez que le contaba a alguien sobre mis padres ni siquiera mi
difunto amigo Gaara sabía el nombre de mis progenitores y me percaté de que
había vuelto a captar la atención de Sasuke. – Nací en mitad de la caza de
brujas y casi toda mi vida me la he
pasado escondido de los humanos. Mis padres murieron frente a mis ojos por
manos humanas. Aún recuerdo aquella noche en que una horda de humanos se aproximó
a mis padres para clavarle en su pecho estacas y flechas. Luego, quemaron sus
cuerpos con sus antorchas. – No me percaté que estaba descendiendo el tono de
mi voz porque estaba recordado esa fatídica noche en que quedé solo en este
mundo. – Todavía escucho los gritos de dolor de mi madre y a mi padre
ordenándome que huyera de allí y sobreviviese pero a pesar de que he cumplido
las últimas palabras de mis padres no es fácil el no sentirse culpable por no
haber intentado ayudarlo aunque yo en ese tiempo aún era un niño sin
posibilidades de auxiliarlos.
–
Naruto… - Murmuró Sasuke mi nombre con tanta angustia que me hizo volver a la
realidad.
– No
te preocupes, ya hace mucho tiempo de eso. – Le aseguré mientras sonreía. – Desde
ese momento, comencé a sobrevivir por mí mismo y siempre escuchaba mentiras
hacia mi gente por parte de los humanos pero, al fin y al cabo, los alfas somos
seres condenados, Sasuke.
– ¿A
qué te refieres?.
– Los
humanos teméis a todo lo que no sea igual a vosotros, ese fue uno de los
motivos por lo que los alfas en un tiempo fuimos adorados y terminamos siendo despreciados
y perseguidos hasta la muerte. Los alfas tenemos una cualidad, que es la de
poder sentir la naturaleza y las auras de cualquier ser vivo, tanto vegetal
como animal, y por ello, sabemos que todo está conectado, que en este mundo
todo somos una mitad de otro ser y giramos en torno a eso. – Miré a Sasuke que
estaba escuchándome atentamente. – Un alfa está condenado porque tenemos una
única pareja de vida y una vez nuestra esencia queda unida a ese ser, formamos
uno pero cuando nuestra pareja es un humano esto no siempre sale bien y los
alfas no podemos vivir mucho tiempo alejados de nuestra pareja, especialmente,
una vez nos hemos unido a esa persona.
– ¿Qué
ocurre si no llegas a unirte con tu pareja?.
–
Seguiré vagando en solitario por este planeta en espera de la muerte porque un
alfa no es inmortal, solo vivimos más tiempo que los humanos. Así que no creas
esas leyendas fantasiosas sobre la eternidad o el que no convertimos en
monstruos que disfrutamos bebiendo sangre humana o de animales y creando matanzas
allí a donde vamos porque no es cierto. – Le afirmé con una sonrisa y él
también sonrió para permanecer unos segundos en silencio.
–
Pero... si tu pareja… es un humano… ¿qué ocurriría… cuando muera el humano?. –
Ante esa pregunta volví a sonreír.
– Si nuestra
pareja es un humano y somos aceptado por el humano ajustamos nuestra vida a la
suya. Envejecemos al mismo tiempo que el humano y respiraremos el último soplo
de aire de este mundo a la vez. – Después de decir esto hubo unos minutos que
permanecimos en silencio.
Sin
embargo, la tranquilidad fue rota por la voz de Sasuke.
–
¿Quieres… decir que yo… yo soy tu pareja o… es otra persona y… la has
encontrado?.
No
comprendí el por qué Sasuke me hacía esa pregunta porque era demasiado clara su
respuesta pero si podía sentir el miedo que comenzaba a emanar del chico.
– Tú
eres mi pareja, Sasuke. Ambos seremos uno si me aceptas porque deseas unir tu
energía a la mía pero, también, aceptaré si no puedes corresponderme porque esa
es tu decisión y lo más que yo anhelo es tu felicidad. – Le respondí para ver
como se sonrojaba.
–
Pero… tú y yo somos hombres, ¿cómo puede ser un hombre tu pareja?
– ¿Y
por qué no?. Nuestra energía carece de
sexo, no hay nada más que esencia intangible.
– Pero
tú… has sido como un padre para mí. – Farfulló entre dientes nervioso.
– Fue
por eso que te envié aquí. No quería que te apegaras a mí como un hijo porque
yo solo puedo verte como la mitad de mí ser. – Cerré los ojos mientras tomaba
aire para continuar. – Sé que eres humano y no puedes comprender la magnitud de
las palabras que te digo pero tu esencia, tu aura me reconoció desde el momento
en que te vi por primera vez pero sé que no harás nada que no estés seguro en
hacer y me agrade o no tu decisión, yo la aceptaré.
–
¿Pero no te importa el que no puedas tener un descendiente a tu… raza?. – Me
preguntó con incomodidad en su tono de voz que era claramente notorio.
– Así
es como debe ser, Sasuke. Si yo no te acepto como pareja y me preocupara por la
procreación para que los alfas continuemos vivos, entonces, es que no sería lo
que soy. No sería un alfa. Hay miles de especies de insectos, plantas y
animales que se extinguen en este planeta constantemente por diferentes motivos
y, posiblemente, yo soy el último de mi raza porque hace años que no me
encuentro con otro alfa. Sin embargo, mi deseo es tener una vida grata junto a
mi pareja porque es lo que todo alfa anhela. – Miré el reloj de la pared cuando
escuché como Sasuke bostezaba y ya era muy tarde, pues el tiempo se nos había
ido volando mientras hablábamos. – Será mejor que vayas a dormir, estás cansado
y ya es tarde.
Vi
como Sasuke asintió y fue a la cama mientras yo me quedaba allí para luego
dirigirme a la otra cama que había para
descansar.
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