miércoles, 17 de abril de 2019

Recuerdos_1


Me llamo Sasuke, Uchiha Sasuke. Soy uno de los pocos donceles que existen y pertenezco a la familia principal del clan Uchiha, que está compuesta por mi abuelo, Uchiha Madara; Mi padre, Uchiha Fugaku y mi madre, Mikoto; Mi hermano mayor, Itachi y su  prometida, Nanako, lo más probable es que ya sea su esposa. Mi tío, Uchiha Obito, con su esposa Rin y sus hijos Uchiha Shisui, que es el mayor, y Uchiha Sai, que es un año mayor que yo.

No obstante, no quiero contaros mucho de mi familia porque a pesar de que en algún momento los adoraba, -y sí, has leído bien «los adoraba»-, ya no siento nada más que desagrado por esas personas.
Te diré que no sabía nada de mi condición “especial” hasta que llegué a la adolescencia y mi cuerpo no sufrió los cambios que esperaba al ser un hombre.

En mi rostro no apareció el vello facial y seguía teniendo una piel tersa y suave como la de un niño.

En mi garganta, la nuez de de Adán no surgió, a pesar de ser tan característica de los hombres de mi clan.

Mi voz no se volvió más grave sino continuó igual de aguda que la de un niño.

Mi espalda no se expandió sino que fueron mis caderas las que se ensancharon como ocurre en una mujer.

No tuve mi noche húmeda como todo varón que despierta sus instintos hormonales sino que apareció algo que debía solo tener las mujeres, la menstruación.

Todos estos cambios provocaron que mi yo alegre y feliz desapareciera para convertirme a cada cambio de mi cuerpo en alguien depresivo. Incluso, aparté a mis amigos de mí alrededor porque acababa ofendiéndolos a causa de que pagaba en ellos mi frustración. Acabé teniendo mal carácter y ser señalado como un gruñón.

En esa etapa de mi vida también comenzó el interés hacia otras personas, como es de esperar, pero casualmente eran también hombre los que captaban mi agrado. Es decir, me atraía mi mismo sexo.

Me era imposible el no mirar el trasero de alguno de mis compañeros. Los esculpidos músculos de sus dorsos cuando se quitaban las camisas o la tableta de chocolate que tenían por abdomen mientras practicaban deporte o estaba en clase de educación física. Por lo que acabé recibiendo una gran cantidad de motes como "marica", "chico fino", etc. Obviamente, esta discriminación me orilló más a permanecer en soledad.

Sin embargo, mi cambio corporal y mi extraña orientación sexual que era tan diferente a lo que se esperaba de un chico, me producía infinidad de emociones desde celos, envidias, excitación, odio, complejos y hasta vergüenza de mi ser, creándome un revoltijo en mi cabeza que me torturaba por ser tan diferente.

Algunos de mis compañeros llegaron a golpearme por estar admirando por sus cuerpos en la asignatura de educación física (deportes) como si fuese una mujer pero era algo que no podía  evitar.

Una vez me esperaron un grupo de chicos al final de las clases y me dieron una paliza pero por suerte, uno de los profesores llegó a tiempo antes de que consiguieran matarme y sí, matarme porque terminé en el hospital con el brazo fracturado, cortes y cubierto de feos hematomas.

Esta también fue la etapa en la que necesité de más a mi familia más de lo que alguna vez lo pude sentir y en la que ellos me dieron la espalda como si fuese algo sin importancia. La única en darme una respuesta de lo que me ocurría fue mi madre en medio de una de sus borracheras que acostumbraba a experimentar cuando iba a algunas de las fiestas privadas de sus amistades.

Recuerdo que estaba durmiendo, mi madre entró a mi cuarto para comenzar a golpearme mientras lloraba y desprendía un intenso aroma a alcohol en sus ropas.

̶ ¡Tú... maldito doncel! ¿por... qué tuviste... que nacer... doncel...? ̶ Ella me gritaba sin importarle mis suplicas, por fortuna, después entró mi padre alarmado por el escándalo y se la llevó de mi cuarto sin mirarme.

Por supuesto, busqué lo que significaba esa palabra con la que me llamó mi madre para acabar sabiendo mi mayor temor, yo era uno y podía crear vida en mi interior de la misma forma que las mujeres tienen bebés.

En varios libros exponían a los donceles como abominaciones de la naturaleza o seres que no debían existir debido a que desafiaban el orden natural de la vida.

Cuando por fin terminé el instituto, descubrí que mis padres decidieron ocultarme y destruir todas las cartas de solicitudes universitarias que llegaran con mi nombre de las que había pedido plaza de ingreso. Por lo tanto, no asistí a ninguna universidad después de mi graduación.

Otros de los cambios en mi familia cuando empecé mi pubertad fue el de encerrarme en esa enorme casa como si fuera un ser inanimado y sin vida. No era consciente de ello a causa de mi desanimo pero está claro que no ayudó a mi personalidad. Por último, ni siquiera podía ir al jardín para tomar un poco el sol.

Hasta el día que llegó él, mi salvador y el amor de mi vida. El único que me aceptó tal y como soy, sin importar cuantos prejuicios yo mismo hubiera adquirido sobre mi propia persona.

Se trataba de un rubio de ojos azules, su nombre era Uzumaki Naruto.

Había llegado a la casa para trabajar porque su madre y único familiar con vida, estaba muy enferma en esos momento aunque la madre de Naruto murió dos años después a causa de la enfermedad que padecía.

Debo admitir que al principio no me gustaba su actitud tan alegre y entusiasta. Tampoco me agradaba esa ridícula coletilla que tiene al terminar cada una de las oraciones al hablar, ese "dattebayo". Incluso, comencé a insultarlo y a provocarle con frases de lo más tenaces e irritantes para que se alejara de mí.

El día que murió su mamá, él había ido a trabajar a la casa de mi familia, al parecer mis padres no le dieron el día libre por defunción, y a mí me dio exactamente igual su extraño estado de ánimo.

Ni siquiera me pregunté el por qué estaba así  de abatido, sólo quería molestarlo por puro entretenimiento debido a que me había acostumbrado a su insistencia para terminar en una disputa de ambos pero jamás pensé que al final el rubio acabara llorando frente a mí.

Al verlo así, yo solo pude hacer una cosa, disculparme asustado y huir como un idiota. No tuve el valor de quedarme y consolarlo porque no sabía cómo tratar ese tipo de situaciones.

Desde ese día, comencé a huir de él, intentando de no cruzarme con Naruto en los pasillos o el desaparecer cuando entraba en la habitación que me encontraba pero como era de esperarse, terminé teniendo que enfrentarme a Naruto. Recuerdo que ese día era navidad, en el exterior nevaba y yo me encontraba en la sala de música mirando por la ventana como caían los copos de nieve.

̶ ¿Se puede saber qué es lo que te pasa conmigo, dattebayo?. ̶  Me preguntó sosteniendo con fuerza mi muñeca y a pesar de que me estaba haciendo daño, no emití sonido alguno.

Quizás estaba conmocionado porque no me percaté de su presencia, realmente me sorprendió, no lo había escuchado entrar a la sala.

̶  No sé de qué me hablas, dobe.

̶  No te hagas, dattebayo. Sé que me has estado evitando desde el día en que lloré frente a ti, dattebayo. ̶ Vi como sus pupilas azules mostraron un brillo de dolor que hizo que mi corazón tamborileara frenéticamente en mi interior.

Me llevé mi mano libre a mi pecho y por alguna razón, no podía apartar mi mirada de esos ojos que emitían una mirada herida.

̶  ¿Me estas escuchando teme?

Yo no pude responderle porque me había abalanzado sobre esos gruesos labios sin ninguna razón, más el desear calmar el dolor de aquellos ojos azules y aunque en un principio no me correspondieron, terminó haciéndolo con más intensidad.

Naruto soltó mi muñeca para sujetarme la cintura y yo enredaba mis brazos en su cuello volviéndose el beso más apasionado y necesitado.

Sentí como su boca se abrió y la mía acabó imitándola para recibir su lengua en el interior de mi cavidad.

Era mi primer beso y sentía como si mi cuerpo lo estuviese esperando desde hacía siglos. Por eso, cuando la unión de nuestras bocas se rompió mis labios se movieron por si solos pronunciando unas palabras que parecían estar esperando ese momento.

̶  Te quiero.

Naruto me miró sorprendido para después abrazarme con fuerza.

̶ Yo... yo también te quiero, dattebayo. - Me confesó en un susurro cerca de mi oreja para volver a besarme y sentir un revoltijo de sensaciones.

Tenía un millar de mariposas revoloteando en mi estómago y mi corazón intentaba salirse de mi pecho con los fuertes y rápidos latidos.

No obstante, aquel beso también condujo a mi primera vez pero también, ese día fue el inicio de mi relación con él y mi acercamiento lento a la felicidad.

Cuando comencé a sentirme mal fui a la biblioteca en busca de información, encontrándome con el apartado de los embarazos y descubriendo que los síntomas que allí se exponían eran los mismos que yo tenía en su mayoría. Incluso, le quité una de las pruebas de embarazo que mi madre guardaba en su baño, la cual dio positiva y terminó por convencerme.

Cuando le conté a Naruto se sorprendió pero tomó la noticia con alegría pero no nos percatamos que no estábamos solos en la habitación, pues mi padre apareció repentinamente y me abofeteó frente a él reprochándome lo que había hecho.

Mi padre jamás me había puesto un dedo encima, así que estaba conmocionado en ese instante, solo escuchando como me reñía cerré los ojos en un intento de que todo desapareciera y abracé mi vientre queriendo proteger de todo aquello al bebé que crecía en mi interior pero pronto solo hubo silencio y al abrir mis ojos de nuevo me encontré con Naruto sujetando el brazo de mi padre, quien parecía tener la intención de volverme a abofetear.

Supongo que Naruto intentó contarle lo de nuestra relación o solo quería protegernos de la ira de mi padre aunque nunca le he preguntado sobre ello y tampoco es algo que me interese conocer pero ese momento para mí, entendí que había estado esperando todo lo que llevaba de vida por él.

̶ Recoge tus cosas y lárgate de esta casa. Tú ya no perteneces a esta familia. Tú ya no eres mi hijo. ̶ Habló mi padre deshaciéndose del agarre de Naruto. - Y tú, estás despedido. - Terminó dirigiéndose a Naruto para después abandonar la estancia.

̶  No te preocupes Sasuke, yo me ocuparé de ti, dattebayo.  ̶  Aseguró Naruto y sentí que no importaba nada, estaría bien mientras él estuviera a mi lado.

Ese día abandoné la casa en la que crecí y conocí el amor para irme junto al hombre de mi vida a una pequeña y modesta casa de uno de los barrios pobres de Konoha.

Naruto decidió entrar en el cuerpo de bomberos y gracias a los ahorros que tenía, pudimos mantenernos hasta que consiguiera ser admitido.

Por supuesto, mi pequeño Kohaku nació antes de que Naruto fuese admitido en el cuerpo de bomberos otorgándonos una gran alegría para ambos.

Desde entonces no he vuelto a saber nada de mi familia. La familia que se deshizo de mí como un juguete viejo pero a cambio, tengo una nueva familia que adoro y me quiere de manera incondicional tal y como soy, por la que daría todo por ellos.

̶ Oto-chan. ̶ Me llamó interrumpiendo mis recuerdos una pequeña rubia de ojos negros y cuatro años junto a otro niño rubio de ojos azules de seis años.

̶ ¿Qué pasa Hikari-chan?

̶  ¿Es verdad que hoy viene Santa Claus?

̶  Sí, cariño. ̶  Respondí dándole un beso en la pequeña frente.

̶  ¡Ja! Te lo dije dattebayo.

̶ Pero deben ir ya a la cama si queréis recibir vuestros regalos o Santa no vendrá. ̶ Les advertí con una sonrisa y tomándolos de las manos para llevarlos a la cama.

Acompañé a los niños hasta las habitaciones de cada uno, primero acosté a mi hija, la abrigué con las mantas para dejar un beso de buenas noches y repetí la acción con mi hijo para poder ir a mi propia alcoba.

̶ Yo quería que oto-san también viniera a darme las buenas noches. ̶  Habló antes de bostezar Kohaku desde su cama.

̶ Lo siento, hijo pero oto-san hoy tenía que trabajar. ̶  Respondí a mi pequeño que solo emitió un leve gruñido.

Vi como cerraba sus preciosos ojitos azules para cerrar la puerta tras de mí y dirigirme a la habitación que comparto con mi esposo, que no es otro que Naruto mientras me dirijo a la cama para descansar voy acariciando mi estómago.

̶ Creo que este año tengo el mejor regalo de Navidad. ̶  Murmuré sonriendo al mismo tiempo que miraba mi plano vientre que continuaba acariciando con dulzura.



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