viernes, 13 de enero de 2017

El último alfa

Autora: Yukikosan (yo)                          Título: El último alfa


Resumen:


Mi nombre es Naruto y, probablemente, sea uno de los últimos alfas que quedan sobre la faz de la tierra. Posiblemente, mi especie estaba condenada a desaparecer tan cruelmente desde un principio y no sé cuál pueda ser mi futuro pero mi corazón continua latiendo para recordarme que aún no he encontrado a mi pareja.

Disclaimer o declaimer: Los personajes pertenecen a  Kishimoto-sama y este relato es de una fan para fan, sin ánimos de lucro.

Categoría: Anime/Manga
Fandom: Naruto    
Clasificación: Yaoi
Edad recomendada: Mayores de18 años
Pareja: Naruto x Itachi (ItaNaru) leve y Naruto x Sasuke (NaruSasu)
Género/s: Romántico, sobrenatural, universo alternativo (AU) y drama.
Advertencia: Lemon (Sexo explicito) y parejas destinadas.
Indicación/es: Posiblemente los personajes no poseen su personalidad (OoC)
Fecha de publicación inicial: 30/07/2012
Fecha de finalización inicial: 14/09/2012
Web en las que está o estuvo: Amor Yaoi y La burbuja de nieve.
Nota: He corregido y actualizado antes de ponerlo aquí, espero os guste
Nota2: No me basé en ningún libro al escribir este corto relato pero si quería hacer la visión de una raza única  y pacifista que a diferencia a los vampiros quienes poseen inmortalidad y transforman a los humanos, fuera al revés y así nació esta historia.








Lista de capítulos: [1] – [2] – [3] – [4]

El último alfa.-No te dejaré.-


-No te dejaré.-


Me desperté y me percaté de que Sasuke continuaba dormido, así que llamé para que subieran el desayuno a la habitación mientras que yo fui a darme una ducha sin poder parar de preguntarme qué era lo que pensaría Sasuke o si podría aceptarme como su pareja. Después de todo, ayer me había sincerado con él.

Cuando salí del baño me encontré a un Sasuke somnoliento abriendo la puerta para que el servicio del hotel dejara las bandejas con nuestro desayuno en la mesa y cuando se marcharon los empleados de aquel hotel donde nos hospedábamos nos sentamos para comenzar a desayunar en silencio.

Una vez Sasuke terminó de desayunar lo vi dirigirse al baño para darse una ducha y cuando salió ya estaba vestido.

Ese día lo dedicamos a hacer turismo en Frankfurt ya que aunque Sasuke llevaba años viviendo en aquel internado de esa ciudad alemana no le había sido permitido salir del edificio, por lo que no había visto la ciudad.

Después de cenar en un restaurante volvimos al hotel y durante una semana continuamos de esa manera tan impersonal en la que solo hablábamos lo necesario aunque yo esperaba su respuesta acerca de si deseaba ser mi compañero y él tenía aspecto pensativo, seguramente, aún estaba asimilando todo lo ocurrido.

Sin embargo, cuando volvió a hablarme nuevamente y sin que fuese nada para elogiar una escultura o una estructura arquitectónica fue para pedirme que fuéramos a Japón porque deseaba conocer el lugar en el que estaban las tumbas de sus padres y así lo hice.

Compré los billetes para el primer vuelo a Japón y cuando llegamos a Tokio nos hospedamos en uno de los hoteles cercanos al aeropuerto aunque en esta ocasión, cada uno estábamos en habitaciones separadas, ya que Sasuke me lo había pedido.

Era consciente de los nervios de Sasuke y su gran confusión, sin hacer mención a la contradicción de sentimientos que debía de sentir porque a pesar de saber que su energía me aceptaba no sucedía lo mismo con su razonamiento y mi deber era esperar. Yo debía esperar a que Sasuke encontrase su armonía y la respuesta que iba a provocar en mí una felicidad inmensa o el dolor más mortífero.

Al día siguiente, acompañé a Sasuke a comprar flores y luego, al cementerio donde lo dejé a solas al frente de las lápidas de sus padres mientras yo sentía la tristeza que desprendía mezclada con su agonía personal. Después de ese día, Sasuke no salió de su habitación de hotel ni siquiera deseaba hablarme o abrirme la puerta para comprobar que estuviese bien físicamente.

Al cabo de tres días de encierro en aquella habitación de hotel, Sasuke dejó su aislamiento en mitad de la noche para decirme que deseaba ir a estudiar a una de las universidades de ese país para estudiar literatura y yo no me opuse sino que lo ayudé. Tuve que buscar la manera de que lo admitieran en una de las mejores universidades de Japón y gracias a mi insistencia lo conseguí.

Sin embargo, cuando Sasuke comenzó su vida en el campus también me pidió tiempo porque necesitaba su espacio, me pidió que le permitiera ese tiempo para poder cavilar bien todo lo que le había contado y yo lo entendí. No era necesario que me lo tuviese que decir, pues podía sentir su aura abatida y carente de aquella estabilidad que normalmente tenía su energía.

Los años pasaron y en ese tiempo no vi a Sasuke aunque pude sentir su aura en varias ocasiones. Además, todos los meses le mandaba dinero para que pudiese pagar el alquiler, comprar todo aquello que necesitase y tuviese dinero extra para que pudiese salir a divertirse con sus compañeros ya que sabía que a los humanos jóvenes le gustaba disfrutar de su tiempo de ocio haciendo multitud de actividades.

En todos esos años, no me había marchado de la ciudad siempre inhalando su penetrante aroma tan único, soñando su rostro e imaginando sus palabras.

Cuando por fin, Sasuke terminó la universidad me acerqué al centro y allí lo vi. Ya era un hombre y su pelo ahora tenía uno de esos peinados extraños que llevaban los humanos, sus facciones marcaban su hombría y su cuerpo había aumentado en masa muscular, por lo que pensé que había estado asistiendo a un gimnasio o practicaba algún deporte en el campus que le habría ayudado a proporcionar aquella anatomía fornida.

Sin embargo, cuando intenté acercarme a Sasuke, él se alejó acompañado de sus amigos humanos e intuí lo que significó aquel acto pero una parte de mí me gritaba que estaba equivocado y yo me agarré a esa voz aulladora. Así, que permanecí durante una hora más en aquella universidad y sentía como mi esperanza se esfumaba a cada segundo mientras que el grito se iba apagando poco a poco hasta solo quedar silencio.

Sasuke no se acercaría a mí otra vez porque él no iba a aceptarme como su pareja. Él ya no era aquel niño asustadizo que necesitase de mi mano para caminar, ni un adolescente capaz de acogerme en su confundido corazón. Sasuke, ya era un apuesto hombre adulto y yo tan solo soy un ser olvidado de este mundo, un ser que había aguardado una pequeña luz y la oscuridad había terminado de apagarla ese día.

Me marché del campus universitario deseándole lo mejor a Sasuke, sintiendo como mi cuerpo se convertía en un farreó  juguete de la tristeza. Me dirigí al pequeño ático que tenía alquilado donde recogí mis pocas pertenecías con la intención de marcharme de aquel lugar que Sasuke sabía que me alojaba.

No quería verlo en brazos de algún humano, no podría soportar que él me viese devastado por mi destino y por todo ello, prefería cambiar de residencia. Allí, donde pudiese conformarme con su olor mezclado en el viento y sentir su aura a lo lejos de vez en cuando. Así que terminé de guardar mi última prenda en la maleta y abrí la puerta pero lo que no esperaba era que al abrir aquella puerta me encontrase con aquel hombre.

– ¿Por qué te marchaste de esa manera?. – Me preguntó con aquella voz gruesa, profunda y segura. – Te ibas a marchar sin decirme nada, Naruto.

Una sonrisa efímera escapó de mis labios ante aquel nombre que me pertenecía siendo pronunciado de una forma tan poca educada, a la vez, que sentía como se clavaba en mi pecho una daga afilada con aquel nombre que me identificaba y era pronunciado tan despectivamente.

– ¿Es algo con importancia?. – Lo miré directo a sus ojos negros e inexpresivo solo su aura era la que me ponía en sobre aviso de la furia que lo embargaba. – Hace años que sé quién soy y cuando debo retirarme, Sasuke. Mi gente no son guerreros, no luchamos solo avanzamos en esta vida deseando la felicidad y la prosperidad. – Dije para pasar a su lado.

– Espera, no puedes marcharte de esta forma si ni siquiera me has dejado explicarte a que he venido hasta aquí. – Sasuke me había cogido del brazo con fuerza y con cada palabra que pronunciaba apretaba su agarre pero yo no emití señales de molestia. No quería verme más derrotado de lo que ya me sentía.

– No es necesario, se perfectamente que no es adecuado que continúe aquí y no vale la pena que prolongue una esperanza tan improbable. – Sentí como soltaba mi brazo y lo miré un momento antes de formar en mi rostro una amarga sonrisa para volver a emprender camino. – Te deseo lo mejor. – Susurré sin detener mi andar.

Sin embargo, antes de que pudiese presionar el botón del ascensor sentí como mi cuerpo fue agarrado por los hombros y en un momento rápido, giré involuntariamente sobre mí mismo y mis labios fueron cazados en un casto beso a la vez que mi cara era abrigada por dos cálidas manos.

– No quiero que te marches, quiero que permanezcas a mi lado. – Fue el susurro que emitió Sasuke cuando cortó el beso.

– Si estás haciendo esto por un deseo egoísta, déjame comunicarte que eso solo traerá consecuencias nefastas para ambos. – Suspiré volviendo a romper el contacto que Sasuke tenía conmigo. – Soy un alfa y tú un humano, ambos somos muy distinto. No lo olvides, Sasuke. – Le recordé para esta vez poder pulsar el botón del ascensor.

– ¡Te estoy aceptado, idiota!. Te estoy diciendo que quiero ser tu pareja y no me importa que seas un ser diferente a mí o me hayas criado como a un hijo porque yo quiero estar contigo. – Hubo una pequeña pausa en la que Sasuke hizo algunas muecas en las que parecía dudar en decir algo más. – Yo siempre he sabido de que te he querido más allá de lo que es una relación filial pero tenía miedo porque pensaba que lo nuestro no podía ser porque creía que me veías como a un hijo y yo… yo rechazaba lo que sentía hasta que me contaste todo y creí, que era todo demasiado bueno. Que todo estaba resultando de una forma tan fácil que me hacía dudar de que todo pudiese ser real, Naruto. Había tantos sentimientos mezclados en mí que no podía percatarme de lo que siempre había sentido. – Murmuró con voz cargada de melancolía. – Sin embargo, no sé porque me ha costaba tanto decirte que sí cuando me percaté de todo y pude poner en orden mis emociones. No entiendo porque aquella noche en Frankfurt había reaccionado de aquella manera después de saber de lo que yo significaba para ti, ya que cuando me dejaste en aquel internado cada noche solo podía pensar en ti y todo este tiempo estaba convenciéndome a mí mismo de que no había soñado tus palabras y estaba buscando la forma de reunir el valor suficiente para decirte pero ahora… ahora… – Su voz se cortó con un quejido que ahogaba su angustia.

Aquellas palabras me paralizaron y enmudecieron hasta que me percaté de que las puertas de los vecinos estaban abriéndose justo cuando el ascensor había llegado, se abrió la puerta y en un movimiento rápido cogí a Sasuke de la muñeca para arrastrarlo adentro del ascensor conmigo.

Miré a Sasuke y pude ver por primera vez desde hacía mucho tiempo aquel sonrojo en su rostro y por algún motivo, sentí que ese sonrojo no debía estar en esa cara, que ese bochorno no me pertenecía mí.

– Tú… no estás jugando, ¿cierto?

– No, yo...

– Espera, déjame decirte algo más que no sabes. – Dejé caer mi espalda sobre la pared del ascensor para seguir mirando a Sasuke mientras pulsaba el botón para que aquel elevador se movieses. – Yo… me siento feliz. – Le susurré. –Pero hay algo en ti que no me permite poder creerte por completo, Sasuke, porque hay algo en tu aura que me impide ver que estés convencido de tus propias palabras. – Le dije y entonces, él se acercó a mí y me besó atrevidamente.

Sentí como su lengua acarició mis labios y sus manos se agarraban a mi chaqueta mientras yo me dejaba llevar por aquel beso, en la que por primera vez, probé el sabor de su boca.

– No… no me dejes. – Farfulló Sasuke cuando el beso acabó.

– Sasuke… yo, yo no te dejaré. – Le afirmé para abrazarlo y volver a unir nuestros labios para, nuevamente, probar aquel sabor exquisito.

Aunque aquel día fue la declaración de Sasuke sobre sus sentimientos, yo había decidido comenzar a salir con Sasuke, tal y como lo hacía los humanos, porque quería esperar un poco más antes de que él y yo nos uniésemos para siempre pero sin lugar a dudas, era extraño.

Sasuke se enfadó mucho conmigo por contarle acerca de mi decisión pero, aún así, aceptó a regañadientes y sé vino a vivir conmigo aunque con la diferencia de que ambos dormíamos junto en la misma cama en la que no pasábamos más allá de besos y caricias.

Sin embargo, una noche después de volver de uno de los tantos restaurantes de la ciudad japonesa, llegamos a la casa en la que habitábamos y yo podía sentir que el momento había llegado. Llevé a Sasuke hasta la única alcoba que había sin dejar de besar fogosamente al chico con el que quería unir mi aura para ser uno.

Mis manos rodaban por su cuerpo en busca de su piel y mi lengua deseaba rodar por toda la piel de Sasuke para degustar los diferentes sabores que tenía.

– Yo… yo quiero ser tu pareja de una vez, Naruto. – Me repitió como tantas veces lo había hecho Sasuke con su respiración agitada cuando rompimos aquel beso. – No puedo soportar más esto. – Me confesó para mirar a mis ojos con un fuerte deseo. – Tengo miedo de que algún día vuelvas a alejarte de mí, de que llegues a abandonarme. –Terminó para volver a besarme con tanta necesidad que pude sentir un sabor agridulce en aquel beso mientras mi corazón latía con fuerza porque Sasuke tenía los mismos miedos y deseos que yo y eso, me agradaba.

Mi lengua se adentró en su boca tanto como pudo y sentí la de Sasuke internarse en la mía con descaro y ambos bebimos la saliva contraria como el mejor licor que existiera en el mundo.

– No habrá marcha atrás, Sasuke. – Le recodé cuando aquel beso concluyó mientras intentaba regularizar mi respiración.

– Lo sé y estoy seguro… de lo que siento y de lo que quiero. Sé… que quiero estar a tu lado para siempre. – Me respondió apretando mi cazadora y yo sonreí al mismo tiempo que sentía nuestras auras desplegarse como una abanico.

Besé otra vez a Sasuke con pasión desmedida, haciéndolo retroceder hasta que tropezó con la cama y ambos nos dejábamos caer sobre el colchón.

Mi lengua jugueteaba, adentrándose en aquella boca para saborearla en medio de un baile que mantenía con la lengua de Sasuke mientras mis manos desesperadamente se deshacían de mi cazadora dejando que Sasuke no dejase de acariciar mi cuerpo por encima de la ropa.

Decidí abandonar aquella boca para que mis labios rodasen por aquella piel blanca hasta encontrar aquella barbilla áspera, debido al afeitado vello facial que tenía Sasuke, para succionarle su pequeña nuez de Adán, al mismo tiempo que mis manos se colaban bajo su ropa para repartir caricias en toda aquella piel.

Escuché como Sasuke gimió con fuerza cuando una de mis manos encontró uno de sus pezones, el cual había pellizcado mientras mi boca había seguido viajando por su cuello dando pequeños mordiscos, lametones y succiones que mostraban el camino que seguían.

Sentía como el aura de Sasuke me abrigaba con tanta calidez que me embriagaba a medida que continuábamos en aquel juego de caricias.

Sin poder esperar más, le arrebaté el suéter junto a la camiseta de manga larga que tenía puesta para poder ver su blanca piel con aquellas dos pequeñas flores rosas donde sus pezones estaban erguidos por la excitación.

Mientras mi boca se ocupaba de probar la textura y sabor de los pezones de Sasuke una de mis manos estaba jugando con la lengua del chico mientras que mi otra mano acariciaba sobre el pantalón el excitado pene de mi compañero con el que iba a forjar aquella alianza.

Cuando terminé de saborear aquellas dos rosas retiré mi mano de la boca del chico para poder besarlo sin dejar de frotar su entrepierna hasta que sentí como su aura explotaba cuando su cuerpo alcanzó el orgasmo mojando su ropa interior y sus pantalones.

Me separé para ver como su cuerpo temblaba y comencé a quitarle los zapatos para luego, retirarle los calcetines y acto seguido, desabrochar su cinturón junto a su pantalón para retirárselos acompañado de su ropa interior.

– Na-Naruto… es mi primera vez en… con un… – Me estaba confesando mientras desabotonaba mi camisa para podérmela quitar.

– Lo sé y sabes que seré cuidadoso no voy a hacerte daño. – Le afirmé terminando de quitarme la camisa y comenzar a quitarme los zapatos y el resto de la ropa que aún cubrían mi cuerpo.

– Sé que lo serás pero no puedo evitar sentir… – Lo besé porque no quería escucharle pronunciar esa palabra mientras estuviera conmigo.

– No tienes por qué tenerlo si estamos juntos. – Le murmuré sobre sus labios cuando corté el beso. Entonces, abrí las piernas de Sasuke, bajé mi cabeza sin apartar mis ojos de su expectante mirada hasta que llegué al lugar al que quería y con suavidad, comencé a repartir besos alrededor de su ano hasta que mi boca se posó en aquel orificio, entonces saqué mi lengua todo lo posible para internarla en el agujero frente a mi boca donde empecé a moverla, lamiendo aquel estrecho lugar.

Escuchaba como Sasuke gemía y pronunciaba mi nombre con excitación solo centrándose en el placer que le estaba proporcionando sin percatarse de que había introducido junto a mi lengua uno de mis dedos.

Finalmente, retiré mi boca cuando tres de mis dedos bailaban en su recto mientras  me dirigí a besarlo hasta que finalmente, terminé de ensanchar aquel agujero y separé mis labios de los suyos.

Yo seguí besándolo y sin avisarle llevé mi pene hasta su ano pero antes de comenzar a introducirlo empecé a recitar una vieja canción perteneciente a mi pueblo que despertaría nuestras auras y cuando me percaté de cómo nuestras energías vitales brillaban con intensidad fue cuando penetré lentamente mi sexo en el interior del cuerpo de Sasuke.

Sasuke se agarró de mi espalda con fuerza mientras que yo continué con la oración y una vez había terminado de adentrar todo mi pene en el interior del recto de Sasuke, mi rezo concluyó.

Miré a Sasuke a la cara y vi sus ojos llorosos, su mueca adolorida en los labios y sentí como una de sus manos había viajado hasta mi cara para acariciarla.

– Sasuke, debes decirme que me aceptas, que quieres ser mi pareja. – Le dije sintiendo como mi aura se comenzaba a introducir en el cuerpo de Sasuke y la energía de Sasuke era absorbida por mi cuerpo.
– S-Sí… yo te acepto… Naruto, quiero… ser tu pareja – Ante su aceptación sentí el fuerte estallido de energía que causaron nuestros cuerpos y como las líneas de las estrellas empezaron a surgir en mi cuerpo.

– Naruto…

– Es normal… Espero, estés listo… – Le hice saber a Sasuke antes de comenzar a moverme hacia afuera para luego volver a adentrarme en su cuerpo con lentitud pero que poco a poco los movimientos  eran más rápidos y potentes.

Todas aquellas marcas que viajaron por mi piel se concentraron en mi estómago, quemándome y haciéndome gemir con fuerza sin poder parar de arremeter contra Sasuke.

Sasuke gemía y me abrazaba con fuerza a cada movimiento que hacía ya fuera para penetrarlo o para retroceder en su interior mientras su pene era estrujado entre nuestros cuerpos por lo que no tardó en volver  a eyacular, provocando que las paredes de su ano apretaran mi pene con fuerza pero yo no dejé de moverme hasta que por fin el orgasmo acudió a mí para liberar mi semen en su interior.

Aquel había sido un orgasmo muy diferente de los que había sentido con Itachi, pues el placer que podía sentir junto a Sasuke había superado con creces mis encuentros con su bisabuelo, pues todo Sasuke era embriagador y especial. Ahora, podía comprender que todo lo ocurrido esos años atrás solo había sido una prueba hasta ese momento.

Salí lentamente de Sasuke para ver cómo un poco de sangre salía mezclado con mi semen desde su ano antes de acostarme a su lado y abrazarlo.

- Ha sido genial, Naruto… Te amo. - Me murmuró y yo sonreí porque ahora estaríamos juntos hasta el día que la muerte viniera a por nosotros y no me importaba haber acortado mi vida por Sasuke porque sin él mi vida seguiría vacía y sin sentido. Mi vida seguiría siendo la de un viajero errante que pasaba inadvertido para un mundo donde solo era un fantasma de películas y libros de ficción.

– Yo también. – Le dije con toda sinceridad mientras observaba como se tocaba su vientre. – No te preocupes, ahora ambos estamos marcados por la misma estrella. Ahora somos una pareja. – Le comuniqué porque sabía que sentía en la panza el mismo ardor que yo, causado por las letras de las estrellas y que mañana amaneceríamos los dos con una marca idéntica que podría parecer un tatuaje ante los ojos humanos pero, que en realidad, era nuestro símbolo de unión, la marca que indicaba que ya éramos un solo ser.

Sasuke apartó su mano de su barriga y me abrazó con ella.

– Sé que no debería preguntarlo ahora pero… ¿Cuántos años tienes?

Sonreí ante esa pregunta tan improcedente y a la vez bizarra que en todo ese tiempo no se había atrevido a hacerme.

– ¿Tanto quieres saberlo?

– Me dijiste que naciste hace mucho tiempo, me gustaría saber tu verdadera edad aunque parezca que tienes cuarenta y tres años. -

– Tengo mil trescientos ochenta y siete años y si te da curiosidad, lo normal es que un alfa viva hasta los mil quinientos años. –

– Eres una momia. – Susurró con una sonrisa en sus labios mientras se acogía al sueño debido al cansancio.

– Soy un alfa, Sasuke. Los humanos sois los únicos que se momificaban y… – Me interrumpí al escuchar su respiración y sonreí para añadir en voz baja. – Ahora, iré a tu ritmo de vida porque somos uno.





Cada vez que me acuerdo de aquella primera vez y por todo lo que tuve que pasar antes de ello, no puedo dejar de pensar en lo hermoso que fue y aún siento como mi boca se curva en una sonrisa que seguramente hace que un millar de arrugas se aparezcan en mi flácida piel.

– ¿Por qué sonríes?. – Me preguntó aquella voz tan conocida para mí y no pude evitar girar mi rostro para ver a aquel anciano de pelo blanco y con unas gafas de cristal grueso que le ocultaban el verdadero brillo de sus ojos negros.

– Estaba recordando el pasado y me acordaba que toda la vida te estuve esperando, Sasuke. – Le dije mientras estiraba mi mano hasta le suya y entrelazábamos nuestros dedos. – Tú has sido siempre el ser por el que he continuado adelante aún y cuando no tenía conocimiento de que ibas a existir. – Y vi como un sonrojo teñía su piel blanca mientras una leve sonrisa se dibujaba en sus labios y plegaba la piel de sus mejillas.

Ambos miramos el cielo azul claro que besaba a lo lejos el océano sin soltar nuestras manos y entonces sentí como una paz me inundaba como un torrente de agua fría.

Miré a Sasuke, que estaba siendo iluminado por aquel rayo de luz,  sin separarse de mi lado y continuábamos con nuestros dedos entrelazados, le sonreí como un joven de veintitantos años al igual que él me sonrió a mí.

– Naruto. – Me susurró y yo le volví a sonreír.

– Sí, lo sé. Debemos irnos ya o se hará tarde. – Le dije para ver como asentía con su cabeza y comenzamos a caminar los dos juntos cogidos de la mano por aquel sendero.







– Disculpen, señores, pero debéis tomar sus medicinas. – Habló una enfermera mientras dejaba la bandeja con los vasos y las pastillas que debían tomar. – ¿Señor Namikaze…? ¿Señor Uchiha…? – Llamó con preocupación al no recibir respuesta y se acercó para mover a los dos ancianos por los hombros pero lo único que consiguió es que el libro que reposaba sobre las piernas de uno de los ancianos se deslizara y callera al suelo. – ¡Oh Dios!. – Exclamó la enfermera para salir corriendo de aquel lugar donde el rostro de aquellos dos ancianos mostraban una sonrisa de felicidad y tranquilidad.



Fin


El último alfa. -Creciendo-


-Creciendo.-


Este año Sasuke ha comenzado una nueva fase en el colegio ya que ha dejado el preescolar y comenzará una etapa más dura en su educación pero parece emocionado por comenzar a aprender.

– ¿Te portarás bien?. – Le pregunté para ver como Sasuke asentía con la cabeza y esbocé una sonrisa provocando que el pequeño se sonrojara y agachara su mirada.

– ¡Sasuke!. – Escuché como lo llamaba una niña.

– ¡Ve! Seguro que tu amiga querrá contarte un montón de cosas. – Le dije mientras le revolvía el pelo ya que el niño parecía molesto por alejarse de mi lado.

Me quedé observando como Sasuke charlaba con aquella niña mientras me buscaba a cada momento con sus ojos negros y cuando me veía le sonreía provocando un sonrojo en su rostro hasta que la campana sonó. Todos los niños corrieron hacia sus clases pero yo no me fui de inmediato sino que esperé a ver como Sasuke se adentraba en el aula que correspondiente.

Las horas pasaron y cuando llegó el momento de ir a buscar a Sasuke me vi en medio de un atasco, así que tuve que reunir toda mi paciencia para lograr llegar al colegio en el que estaba esperándome el niño.

Sin embargo, cuando llegué me sorprendí de lo que estaba viendo, pues dos niños de cursos superiores a Sasuke lo tenían acorralado y amenazaban con hacerle alguna travesura de mal gusto a Sasuke porque podía ver como el aura de aquellos dos jóvenes se removía inquieta perturbando el ambiente, lo que indicaba que iban a hacer alguna maldad.

Sin pensar, estacioné el coche y corrí hasta donde estaban aquellos niños que agarré a cada uno por un brazo haciendo que soltaran a Sasuke y me percatase de los pinceles y los botes de tinta que tenían en sus manos haciendo que entendiese lo que pretendían hacer.

– ¿No creéis que está mal hacer eso a un niño más pequeño que ustedes?. – Les hablé con seriedad para ver como aquellos críos se amedrentaron al ser pillados segundos antes de cometer su trastada.

– Lo siento, fue idea de Kiba. –  Escuché como uno de aquellos críos acusaba a su amigo cuando ambos eran culpables.

– ¿¡Qué…!? ¿Pero si fuiste tú? Eres un mentiroso. – No tenía tiempo para estar oyendo como se echaban la culpa él uno al otro aunque, ahora, me sintiera mejor por saber que esos niños no consiguieron su propósito en Sasuke.

– Marchaos y será mejor que no vuelva a veros molestando a ningún otro niño. – Les advertí a aquellos dos granujas que asintieron con la cabeza y los solté para que se fueran de una vez. Entonces, miré a Sasuke que parecía estar aún asustado por lo sucedido. – ¿Estás bien, Sasuke?. – El niño no me respondió sino que se abalanzó hacia mí abrazándome y yo le acaricié dulcemente la cabeza. – Perdona, por retrasarme un poco. –  Le susurré antes de irnos al vehículo.

Después de ese día, Sasuke no volvió a ser molestado por aquellos niños pero a partir de ese día, había comenzado a sentir que no estaba haciendo bien en tenerlo junto a mí. En que Sasuke me estaba viendo demasiado como un padre y aunque lo hubiese adoptado, ese no era mi propósito. Por ello, tomé una difícil decisión que nos afectaría a ambos y cuando Sasuke cumplió los diez años nos marchamos de Japón para ir a Alemania, exactamente a la ciudad de Frankfurt, y con todo el dolor que era capaz de sentir, lo dejé en un internado del cual, solo podía salir si yo o alguien que yo autorizara lo fuese a buscar porque a pesar de que deseara tener a Sasuke a mi lado más que nada en este mundo solo mantenía con él comunicación por carta, pues no deseaba utilizar las tecnologías humanas de comunicación a excepción de las llamadas telefónicas, prefiriendo el método tradicional de correo, porque el papel venía impregnado con vestigios de la energía de Sasuke.

Sin embargo, cada vez que era su cumpleaños o navidad le enviaba un regalo por correo. Cuando lo llamaba por teléfono en las vacaciones era para disculparme y decirle que no podría ir a buscarlo pero eso solo provocaba que él y yo sufriéramos aunque estaba en esas fechas en la misma ciudad, hospedándome en un hostal que hay al lado del internado en el que se encontraba.

En ese tiempo que estuvimos separados por las paredes del internado, visité varias ciudades en todo el mundo como Moscú, Nápoles, Boston, Papeete, Río de Janeiro o Sídney entre otras aunque esa separación me estaba matando por dentro porque los alfas somos dependientes a nuestras parejas y yo estaba haciendo un esfuerzo desmesurado por no ir y sacarlo de aquel internado aunque cada veinticuatro de diciembre y veintitrés de agosto estaba en Alemania cerca del internado captando su dolor a través de su aura y embriagándome de su aroma que me torturaba por no estar a su lado, para volver esa tristeza en alegría.

Era consciente de que a Sasuke no le gustaba el internado en el que estaba debido a que había una gran disciplina pero me confortaba saber que había hecho amigos que, casualmente, eran de nacionalidad japonesa pero lo más importante para mí era saber que estaba junto a personas que lo estimaban y eso, podía intuirlo cada vez que me escribía sobre esos chicos o me hablaba por teléfono de ellos.

Sasuke ese año había acabado el último curso del internado y estaba seguro que pensaba comenzar la universidad como cualquier joven de su edad. También sería la primera vez en años que nos viéramos de nuevo cara a cara creando que generara inquietudes porque tal vez, solo tal vez, Sasuke no quisiera saber nada de mí o su molestia haya sido lo suficiente como para demostrarme indiferencia.

Era posible que el comportamiento de Sasuke hacia mí hubiese cambiado debido a que lo había dejado en aquel lugar, sin volver a visitarlo pero no me había quedado otra opción y esperaba que pudiese comprenderme.

Abordé el avión que me llevaría a aquel país europeo sin dejar de imaginar todo lo que había crecido o si estaría dispuesto a escucharme, pues ese día le contaría todo lo que yo sabía sobre su familia e incluso, volveríamos a Japón para acompañarlo hasta donde estaban las lapidas de sus progenitores, si lo deseaba.

No obstante, también, le revelaría quien yo era en realidad porque no quiero seguirle ocultado lo que soy y esperaba con todo mi ser que me aceptara porque si en esta ocasión fuera rechazado sabía que perdería algo importante para mí, algo que no podía exigir u obligar porque en mi naturaleza no estaba esa posibilidad tan egoísta y era por ello, que a veces desearía ser humano.

Después de tres horas y media de vuelo en una aerolínea comercial salí directo a las calles alemanas donde cogí un taxi, ya que la única maleta que tenía era un bolso de viaje con todo lo suficiente. No tardé más que una hora en llegar hasta aquel internado y antes de bajarme le indiqué al conductor que me esperara.

Subí las escaleras de piedra por la que estaban bajando los alumnos de aquel centro junto a sus padres o tutores o el responsable encomendado en irlos a buscar y llegué a la recepción de aquel internado donde aún había muchos jóvenes esperando con sus maletas. Miré a todos lados hasta que conseguí ver a Sasuke en una esquina cerca de la escalera vistiendo el uniforme obligatorio de ese internado alemán.

En realidad, Sasuke había cambiado mucho y aunque no desmerezco los genes de Mikoto, Sasuke se parecía mucho a Itachi salvo porque Sasuke no tenía ojeras bajo sus ojos y su olor y aura eran más intensos y embriagantes, llegando a producirme un estado de atontamiento confortable.

Caminé hacia Sasuke y cuando él se percató de mi presencia le sonreí para ver como agachaba la cabeza, tal vez por rabia pero su aura no me delataba señales de enfado en él o puede que avergonzado pero tampoco vi el que se ajetreara su energía sino que Sasuke tenía un aura cálida como si estuviese contento pero su forma de actuar me hacía pensar lo contrario a lo que reflejaba su energía.

Sin embargo, no me detuve y cuando quedé frente a él no evité el observarlo, percatándome en el joven apuesto que se había convertido con aquel atlético cuerpo y aquellas facciones que despuntaban su masculinidad. Igualmente, estaba seguro que cualquier jovencita humana estaría orgullosa de ser su pareja o, al menos, conseguir que la mirara.

Antes de que pudiese decirle algo, sentí como Sasuke se había abalanzado hacía mí para abrazarme y yo solo me dejé llevar envolviendo aquel cuerpo con mis brazos mientras su cuerpo comenzó a vibrar y un débil gimoteó escapo de sus labios. Fue en ese instante que me percaté de que Sasuke estaba llorando de felicidad. Realmente, Sasuke se sentía contento de volver a verme y eso, conmovió a mí corazón que parecía estrujarse en mi pecho.

– ¿Has crecido mucho, Sasuke?. – Le susurré al oído y sentí como su cuerpo se estremecía ante mi voz, dándome fuerza para poderle comunicar más tarde todo lo que ese día me había propuesto revelarle. – Te he extrañado. – No pude evitar comunicárselo en aquel momento.

– Yo también. – Lo escuché murmurar sin aún deshacer el abrazo y esperé a que calmase sus emociones para volver al taxi mientras lo ayudaba a cargar sus maletas.

– ¡Vamos! o el taxi se marchará sin nosotros. – Le dije sonriendo para ver cómo me asentía con su cabeza y sus ojos aún húmedos por las lágrimas derramadas.

De camino al hotel ambos nos habíamos sentado en el asiento trasero del taxi y lo escuchaba contarme acerca de todo lo que le había ocurrido en ese último trimestre, incluso me contó el discurso de despedida que el director les había recitado a todos los alumnos.

Cuando por fin llegamos al hotel y la puerta de la habitación se cerró, me senté en el sofá mientras rebuscaba una cajita de terciopelo negra en el bolsillo de mi cazadora hasta que la encontré.

– Sasuke, ven un momento y siéntate a mi lado. Quiero hablar contigo de algo importante. – Le pedí sin apartar mis ojos de la pequeña caja.

– ¿Qué ocurre?. – Me preguntó con preocupación cuando por fin tomó asiento y yo le sonreí para coger una de sus manos y ponerle sobre la palma la caja antes de levantarme para ocupar el sillón que estaba frente al sofá en el que Sasuke estaba sentado para dejarle espacio y poder ver su expresión ante el obsequió.

– Puedes abrirla es para ti. – Le aseguré al ver que parecía dudar en averiguar el contenido que ocultaba la pequeña caja y cuando la abrió vi como su cara mostraba confusión, por lo que había encontrado dentro mientras cogía la fina cadena de oro blanco que acababa en aquel raro colgante con forma de abanico japonés mitad rojo mitad blanco.

Me miró con una sonrisa y me acerqué para ayudarle a ponérselo.

– Es muy inusual este colgante. – Cuando escuche sus palabras sonreí y me senté a su lado en aquel sofá dorado.

– ¿Te gusta?.

– Sí.

– Este colgante es la representación del símbolo al que pertenece el clan de tu familia biológica.

– ¿Mi familia?.

– Así es, quiero que sepas quien eres Sasuke Uchiha y cuál es la razón de que te haya acogido bajo mi protección.

Sasuke parecía curioso pero al mismo tiempo, temeroso de saber esas verdades.

– Yo no sé si quiero saber de ellos, no tengo recuerdos aunque mi apellido sea lo único que tengo de esas personas, has sido tú quien se ha hecho cargo de mí desde que tengo memoria. Ellos nunca se han preocupado de mí en todo este tiempo como lo has hecho tú. – Se explicó con un sonrojo pero yo podía ver como aquellas simples palabras escondía algo más que cariño. Podía sentirlo cuando sus ojos se clavaron en los míos y su aura ardió como fuego a su alrededor ahogando mis sentidos, casi haciéndome olvidar mi objetivo de contarle todo.

– No digas eso, Sasuke y deja que te cuente. – Le rogué cogiendo una de sus manos entre las mías y vi como su sonrojo aumentaba en su rostro mientras asentía con la cabeza para que le contara de su familia. – Sabes que la historia en cada continente y país de este mundo es diferente, ¿verdad?.

– Sí. – Respondió en voz baja para que continuase.

– Bien, pues como me imagino que ya tienes una idea de historia universal no tendré que hondar en ello, aunque, sé que tus antepasados fueron campesinos que se convirtieron en ninjas y que por alguna razón, volvieron a convertirse en campesinos. – Sasuke suspiró un poco hastiado por esa información tan vaga. – Bueno, como todos los humanos tus antecesores se adaptaron a la evolución de la sociedad  hasta llegar a tus progenitores. Tu padre trabajaba en una de las empresas más conocidas en Japón mientras que tu madre era ama de casa, ellos se llamaban Fugaku y Mikoto Uchiha. Eran personas agradables, Sasuke, y lo más importante, te querían. – Le afirmé.

– ¿Entonces porque me dejaron en un orfanato cuando aún era un bebé?. Porque supongo que ahí debí de terminar antes de que tú te hicieras cargo de mí. – Pude apreciar el enfado en su voz y el repentino cambio de su aura.

Eso me entristeció porque sabía que Sasuke no conocía nada a causa de que nunca le había hablado de sus padres hasta ahora pero es que no me había percatado de que el chico había engendrado tanto enfado en su corazón hacia sus padres.

– No fue decisión de ellos el que acabarás ahí. – Suspiré antes de continuar. – Una noche un hombre entró a hurtadillas a una casa pero lo que ese hombre no sabía, era que en la casa que había entrado se encontraban los dueños y al verse sorprendido en un acto impulsivo, arremetió contra el matrimonio que vivía allí para luego huir. Una semana después ese hombre fue detenido y juzgado pero en aquella casa en la que entró había extinguido dos vidas y dejado a un pequeño bebé huérfano, sin nadie que pudiese hacerse cargo de él. – Terminé para mirarlo y sentir todo el revoltijo de sentimientos que expresaba el aura de Sasuke por la verdad descubierta.

– ¿E-Ese bebé era yo…? – Consiguió preguntarme en voz baja como si aún dudara lo obvio.

– Sí, Sasuke. Ese pequeño eras tú y cuando me enteré que nadie podía hacerse cargo de ti, yo decidí acogerte porque eres alguien muy importante en mi vida. Lo eres desde el primer momento que te vi. – Le confesé liberando mi mano de la suya para poderle acariciar su cabeza.

– ¿A qué te refieres?. – Me preguntó pero yo sonreí antes de levantarme de ese sofá y caminar un poco mientras pensaba en como continuar.

– Dime, Sasuke… ¿alguna vez te han contado tus amigos historias para no dormir o has visto películas de terror?. – Le pregunté con nerviosismo sin apartar mis ojos de los suyos ya que yo no llegué a mostrarle ese tipo de cinematografías o contarle sobre historias que no lo dejaran dormir, solo quiero y quería su felicidad y el miedo no estaba dentro de esos planes.

– Sí, alguna vez pero ¿no entiendo qué tiene que ver eso ahora?. – Le sonreí.

– ¿Y has oído hablar o has leído en alguna ocasión sobre los alfas?. – Indagué sin responderle para ver como negaba con la cabeza y volví a suspirar mientras me derrumbaba sobre el sillón quedando frente a Sasuke otra vez. – Es normal, ya los humanos se han olvidado del verdadero nombre de mi pueblo, de quién soy en realidad y del pueblo al que pertenezco. Sin embargo, han guardado todas sus mentiras sobre mi raza a la que nombraron de cualquier manera como vampiros, hombres lobo, monstruo de las sombras, brujos, demonios,… demasiados nombres horribles para referirse a lo que soy.

– No… no te entiendo. – Lo escuché murmurar y me percaté de cómo su aura cambiaba por una más fría y ligera.

Sonreí en un intento de calmarlo.

– Sasuke, yo soy un alfa uno de los últimos de mi raza y no debes de temerme porque me conoces. Me has conocido durante mucho tiempo y eres plenamente consciente de que no te haré daño. – Le recordé para acercarme a él y acuclillarme mientras cogía una de sus manos y la llevaba a mi pecho. – Ves, puedes sentirlo, no somos tan diferentes porque yo también tengo corazón. No soy una criatura sin sentimientos. No soy un cascaron vacio que necesite alimentarse de las muertes humanas. – Le aseguraba sin apartar mis ojos de los suyos.

– Me estas mintiendo, ¿cierto?. – Preguntó incomodo y sentía que en cualquier momento iba a empujarme para salir corriendo de aquella habitación de hotel y huir de mí como una liebre huye de los perros de un cazador. Por ello, sin pensarlo dos beses lo besé en los labios porque aunque no me correspondió debido a la estupefacción que le había provocado al besarlo y me separé de él lentamente, sintiendo el abatimiento de su aura confundida.

Sasuke abría y cerraba la boca mientras llevaba una de sus manos a sus labios pero en su rostro pude ver aquel encantador sonrojo.

– No te miento y sabes que no lo haría, Sasuke. Déjame contarte mi historia esta vez. – Le pedí para ver como asentía mientras continuaba palpándose con la yema de sus dedos sus labios, asimilando lo que había acabado de suceder mientras yo me sentaba junto a él cogí entre mis manos la mano de Sasuke que aún continuaba sobre una de sus piernas. – Como te he dicho mi raza no es tan diferente a la de los humanos y ambos procedemos de esa primera criatura que abandonó los árboles para empezar su vida en el suelo donde comenzó a caminar sobre dos piernas. Seguramente, ya te han contado el proceso evolutivo de tu raza, pues los alfas evolucionamos igual, paralelamente unos de otros. – Hice una pausa para levantarme he ir a por una de las botellitas de agua que había en la pequeña nevera de la habitación y ofrecérsela a Sasuke. – Toma. Bebe un poco te hará sentirte mejor. – Le indiqué poniéndole la botellita de agua fría entre sus manos que no dudó en abrir y dar un trago.

– Gracias y no vuelvas a hacer aquello. – Me pidió avergonzado.

– No te preocupes, no lo volveré a hacer si tú no quieres. – Le aseguré para continuar. – Al igual que los humanos, los alfas nos extendimos por todo el planeta y convivíamos en poblados junto a los humanos. – Me detuve un momento mientras pensaba como continuar. – Sasuke, ¿sabes quienes son Demócrito, Anaxágoras o Protágoras?. – Le pregunté antes de continuar.

– Son filósofos.

– Sí pero esos filósofos eran alfas como lo soy yo. Lo que quiero decirte, es que los alfas no solo hemos vivido junto a los humanos en armonía sino que mi pueblo no es violento. No obstante, los humanos comenzaron a desconfiar de los alfas hasta el punto en que no fueron capaces de distinguir la verdad de la mentira y el pueblo al que pertenezco comenzó a ser perseguido y masacrado. – Lo miré en un intento de verle los ojos a Sasuke pero había agachado la cabeza y su aura se sentía fría, así que era mejor que comenzara a hablarle de mí. – Mis padres se llamaban Minato y Kushina, ambos pertenecían a la especie de los alfas. – Era la primera vez que le contaba a alguien sobre mis padres ni siquiera mi difunto amigo Gaara sabía el nombre de mis progenitores y me percaté de que había vuelto a captar la atención de Sasuke. – Nací en mitad de la caza de brujas  y casi toda mi vida me la he pasado escondido de los humanos. Mis padres murieron frente a mis ojos por manos humanas. Aún recuerdo aquella noche en que una horda de humanos se aproximó a mis padres para clavarle en su pecho estacas y flechas. Luego, quemaron sus cuerpos con sus antorchas. – No me percaté que estaba descendiendo el tono de mi voz porque estaba recordado esa fatídica noche en que quedé solo en este mundo. – Todavía escucho los gritos de dolor de mi madre y a mi padre ordenándome que huyera de allí y sobreviviese pero a pesar de que he cumplido las últimas palabras de mis padres no es fácil el no sentirse culpable por no haber intentado ayudarlo aunque yo en ese tiempo aún era un niño sin posibilidades de auxiliarlos.

– Naruto… - Murmuró Sasuke mi nombre con tanta angustia que me hizo volver a la realidad.

– No te preocupes, ya hace mucho tiempo de eso. – Le aseguré mientras sonreía. – Desde ese momento, comencé a sobrevivir por mí mismo y siempre escuchaba mentiras hacia mi gente por parte de los humanos pero, al fin y al cabo, los alfas somos seres condenados, Sasuke.

– ¿A qué te refieres?.

– Los humanos teméis a todo lo que no sea igual a vosotros, ese fue uno de los motivos por lo que los alfas en un tiempo fuimos adorados y terminamos siendo despreciados y perseguidos hasta la muerte. Los alfas tenemos una cualidad, que es la de poder sentir la naturaleza y las auras de cualquier ser vivo, tanto vegetal como animal, y por ello, sabemos que todo está conectado, que en este mundo todo somos una mitad de otro ser y giramos en torno a eso. – Miré a Sasuke que estaba escuchándome atentamente. – Un alfa está condenado porque tenemos una única pareja de vida y una vez nuestra esencia queda unida a ese ser, formamos uno pero cuando nuestra pareja es un humano esto no siempre sale bien y los alfas no podemos vivir mucho tiempo alejados de nuestra pareja, especialmente, una vez nos hemos unido a esa persona.

– ¿Qué ocurre si no llegas a unirte con tu pareja?.

– Seguiré vagando en solitario por este planeta en espera de la muerte porque un alfa no es inmortal, solo vivimos más tiempo que los humanos. Así que no creas esas leyendas fantasiosas sobre la eternidad o el que no convertimos en monstruos que disfrutamos bebiendo sangre humana o de animales y creando matanzas allí a donde vamos porque no es cierto. – Le afirmé con una sonrisa y él también sonrió para permanecer unos segundos en silencio.

– Pero... si tu pareja… es un humano… ¿qué ocurriría… cuando muera el humano?. – Ante esa pregunta volví a sonreír.

– Si nuestra pareja es un humano y somos aceptado por el humano ajustamos nuestra vida a la suya. Envejecemos al mismo tiempo que el humano y respiraremos el último soplo de aire de este mundo a la vez. – Después de decir esto hubo unos minutos que permanecimos en silencio.

Sin embargo, la tranquilidad fue rota por la voz de Sasuke.

– ¿Quieres… decir que yo… yo soy tu pareja o… es otra persona y… la has encontrado?.

No comprendí el por qué Sasuke me hacía esa pregunta porque era demasiado clara su respuesta pero si podía sentir el miedo que comenzaba a emanar del chico.

– Tú eres mi pareja, Sasuke. Ambos seremos uno si me aceptas porque deseas unir tu energía a la mía pero, también, aceptaré si no puedes corresponderme porque esa es tu decisión y lo más que yo anhelo es tu felicidad. – Le respondí para ver como se sonrojaba.

– Pero… tú y yo somos hombres, ¿cómo puede ser un hombre tu pareja?

– ¿Y por qué no?.  Nuestra energía carece de sexo, no hay nada más que esencia intangible.

– Pero tú… has sido como un padre para mí. – Farfulló entre dientes nervioso.

– Fue por eso que te envié aquí. No quería que te apegaras a mí como un hijo porque yo solo puedo verte como la mitad de mí ser. – Cerré los ojos mientras tomaba aire para continuar. – Sé que eres humano y no puedes comprender la magnitud de las palabras que te digo pero tu esencia, tu aura me reconoció desde el momento en que te vi por primera vez pero sé que no harás nada que no estés seguro en hacer y me agrade o no tu decisión, yo la aceptaré.

– ¿Pero no te importa el que no puedas tener un descendiente a tu… raza?. – Me preguntó con incomodidad en su tono de voz que era claramente notorio.

– Así es como debe ser, Sasuke. Si yo no te acepto como pareja y me preocupara por la procreación para que los alfas continuemos vivos, entonces, es que no sería lo que soy. No sería un alfa. Hay miles de especies de insectos, plantas y animales que se extinguen en este planeta constantemente por diferentes motivos y, posiblemente, yo soy el último de mi raza porque hace años que no me encuentro con otro alfa. Sin embargo, mi deseo es tener una vida grata junto a mi pareja porque es lo que todo alfa anhela. – Miré el reloj de la pared cuando escuché como Sasuke bostezaba y ya era muy tarde, pues el tiempo se nos había ido volando mientras hablábamos. – Será mejor que vayas a dormir, estás cansado y ya es tarde.

Vi como Sasuke asintió y fue a la cama mientras yo me quedaba allí para luego dirigirme a la otra cama  que había para descansar.


El último alfa. -Primeros años-


-Primeros años.-


Cuando adopté a Sasuke los tres primeros años me era obligado permanecer en el país oriental y sin la posibilidad de cambiar de ciudad o pueblo ya que cada cinco meses venía una señora llamada Anko Mitarashi a evaluar el entorno que había generado para que Sasuke creciera en optimas condiciones. Fue por ello, que había adquirido una casa lo suficientemente grande como para tres personas y que poseía un tradicional jardín japonés con un pequeño y clásico estaque lleno de carpas.

En ese lugar descubrí lo que significaba la preocupación de un padre a medida que iba creciendo Sasuke porque, aunque todo parecía ser fácil, en realidad no lo era y tampoco tan agradable como podría parecer el cuidar de un niño pequeño, pues nunca imaginé que un bebé humano fuera tan ¿complicado?.

Al principio tuve que descubrir el por qué lloraba el bebé, pues podía ser que tuviese el pañal sucio o a que tenía hambre o, sencillamente, debido al dolor que le causaba el estarle saliendo algún diente en sus encías.

Aún recuerdo el primer pañal que tuve que cambiarle a Sasuke y la gran cantidad de cremas que había comprado porque no estaba seguro de si el bebé podía ser alérgico a alguno de aquellos ungüentos. También, el primer biberón que le preparé a Sasuke y la ternura que me provocó verlo succionar la leche de la mamila o el ayudarlo a expulsar los gases para, en algunas ocasiones, recibir un pequeño vomito sobre mi ropa, aunque después de ese primer incidente, colocaba una tela para que mi ropa no volviese a ser víctima de ese imprevisto.

Sin embargo, cuando sus dientes comenzaron surgir de su dentadura no paraba de llorar debido al dolor que debía estar sufriendo y mordía todo lo que estuviese frente a sus fauces, algo que me asustaba porque en muchas ocasiones descubrí como Sasuke estaba mordiéndose así mismo causándose pequeñas heridas mientras sollozaba. O mordía los osos de felpas que tenía a su alrededor, del mismo modo que todo los que sus manos pudiesen coger iba a parar en su boca, por lo que debía ser muy precavido con él.

Igualmente, debo admitir que me asusté cuando le dio a Sasuke su primera sesión de hipo porque no había tenido la oportunidad de ver como un bebé de cinco meses sufría de hipo y pensaba que era algo que solo le daba a los humanos adultos ya que los alfas no padecemos de hipo.

Sin embargo, era un bebé muy tranquilo cuando le tocaba el baño y parecía divertirle ver el jabón haciendo burbujas y el tacto del líquido que intentaba agarrar con sus manitas pero le era imposible y eso, le hacía reír.

Cuando escuché la primera palabra que dijo me entristeció un poco, pues su palabra no era otra que “papá” y el recuerdo de como Mikoto estaba intentado enseñar esa palabra al pequeño pero este no parecía querer pronunciarla y se dedicaba a balbucear, aunque estaba seguro de que si Sasuke la hubiera pronunciado días atrás, su madre se hubiera alegrado al escucharla e incluso, Fugaku se hubiese sentido orgulloso de haberla oído salir de los labios del bebé.

Sin embargo, me había propuesto el que me llamara por mi nombre porque yo no era su padre, no deseaba que el pequeño se confundiera y tampoco engañarlo, ya que cuando pudiese comprender, le contaría toda la verdad a Sasuke.

A los siete meses Sasuke comenzó a gatear de un lado a otro  de la casa aunque yo intentaba hacer todo lo posible para que se mantuviese en pie y caminase sin ayuda de sus manos, algo que no ocurrió hasta que cumplió los ocho meses que fue cuando comenzó a pararse de pie y dar sus primeros pasos estando erguido.

Cuando cumplió un año le hice su primera fiesta de cumpleaños aunque solo estábamos él y yo para comer la tarta de nata y frutas después de cantarle la canción.

Cuando Sasuke vio la tarta sobre la mesa aplaudió contento antes de que programara una cámara fotográfica y encendiera la vela en la que yo fui quien debió apagar la llama de la pequeña vela para evitar que Sasuke intentase tocar el fuego con sus diminutas manos y ocasionar un desagradable accidente.

Ese primer año también trajo consigo la primera separación de Sasuke desde que lo había adoptado, pues debí inscribirlo en una guardería para que tuviese una vida normal de humano aunque su destino era impredecible y desconocido, para mí… Sasuke era mi prioridad aunque no me eligiera como la pareja que yo quiero ser para él.

La tristeza me abordó cuando dejé a Sasuke llorando y llamándome en brazos de la mujer que sería su profesora pero no fui capaz de volver a la casa sino que me quedé cerca de la guardería escuchando a Sasuke llorando y llamándome durante una hora y media que me estaba torturando pero sabía que era por su bien el estar ahí y me lo tuve que repetir constantemente. Cuando lo fui a buscar, Sasuke corrió hacia mí y abrazó mis piernas. Yo solo me agaché hasta quedar a su altura ocasionando que soltase mis pierna para poderlo coger en brazos y sentir como el pequeño se abrazaba a mi camisa con fuerza y me daba besos en la mejilla.

Después de despedirme de las mujeres que se encontraban allí, tanto por empleo como por ir a buscar a sus hijos e hijas, me dirigí caminando con Sasuke en mis brazos a la casa en la que vivíamos.

– ¿Cómo te fue tu primer día en La casita de la diversión?. – Le pregunté aunque yo ya sabía como lo había pasado porque de donde estaba podía sentir su aura, la cual reflejaba los diferentes estados de ánimo que tenía el niño.

- No taba, Nanu. – Me dijo con enfado.

- Es que yo no puedo ir porque es solo para niños, Sasuke. – Intenté explicarle lo más simple que pude al pequeño. - ¿Hiciste algún amiguito?. –

- ¿Ninito…? – Preguntó sin entender y me fue inevitable comenzar a reír debido a la cara que puso y Sasuke también empezó a reírse aunque probablemente era contagiado por mi risa.

Decidí no preguntarle nada más y lo subí a mis hombros sintiendo como el niño se sujetaba de mi pelo para agarrarse mientras yo lo cogía bien de sus delgadas piernecitas escuchándolo reír de camino a la casa en la que vivíamos.

Poco a poco comencé a confiar en las actitudes del personal de aquella guardería y me iba alejando cada vez más hasta el punto en que volvía a la casa para continuar escribiendo uno de mis libros con el sobrenombre de Kurama para luego enviarlo a la editorial Kyubi e ir a buscar a Sasuke al centro educativo infantil al que asistía.

Sin embargo, un día en que fui a buscarlo percibí como el aura de Sasuke había cambiado, por lo que me apresuré y cuando llegué al centro, Sasuke corrió hacia mí como normalmente hacía y lo cogí en mis brazos sintiendo como el niño se agarraba con fuerza al jersey de lana que llevaba puesto para comenzar a sollozar, por lo que me dirigí a una de las monitoras del centro.

La mujer al ver que me acercaba hizo una reverencia y mostró una sonrisa nerviosa con la que espera mostrarse tranquila pero ella no sabía que yo podía captar las emociones que desprendía en su aura o ver como tenía multitud de duendes a su alrededor bailoteándole felizmente a causa del pánico que desprendía su cuerpo.

– ¿Le ha ocurrido algo a Sasuke, hoy?. – Me salté las formalidades y fui directo al grano, además, mi aspecto era más parecido al de un humano occidental, de un extranjero para la gente de ese país, por lo que se podría aceptar la falta de protocolo aunque eso le molestara a la mujer.

– No. – Me respondió y podía ver nubecillas negras salían de su boca al estarme mintiendo y los pequeños duendes del miedo que estaban a su alrededor chillaron escandalosamente en júbilo pero no quise hacer ningún escándalo en el lugar lleno de niños, abandoné el edificio, evitando de que alguna de aquellas criaturas molestas se pegase a Sasuke y alimentaran al pequeño de inseguridades.

Subí a Sasuke en su sillita que estaba en el asiento trasero en el interior del automóvil para comenzar a conducir hasta la casa ya que como estábamos en la estación invernal era frecuente que los días fueran lluviosos, fríos e incluso, que nevase, por lo que era mejor ir con el pequeño en el vehículo en vez de ir caminando por las mojadas y resbaladizas calles repletas de personas con mascarillas que evitaban contagiarse o ser contagiados de los resfriados.

– Sasuke. – Lo llamé mientras lo miraba por el retrovisor como se limpiaba las lágrimas de su cara. – ¿Te pasó algo?. – Mi tono de voz y la forma en la que le pregunté a Sasuke podía sonar inadecuado para un niño de dos años pero me reusaba a tomar aquella actitud tan exagerada que utilizaban los humanos adultos cuando hablaban con un niño.  Además, Sasuke no era un niño cualquiera, él era muy inteligente.

Vi como Sasuke tembló un poco antes de negar con su cabeza fuertemente.

– Sasuke, no me mientas. Sabes que no debes mentirme. – Insistí para que me contara y escuché como volvió a sollozar.

– El... niño… me… pegó… – Farfulló entre hipidos.

– ¿Te golpearon?, ¿cómo que te pegaron, Sasuke?.

– Yo… tenía el… avión… y… y… me pegó… y se… llevó… el avión… – Gimoteó el pequeño y aproveché el instante de que el semáforo no me permitiera continuar para coger uno de los pañuelos de papel que tenía en el coche para secarle la cara y ayudarlo a que se sonase la nariz.

– ¿No te pidió que le dejarás el avión?. – Le pregunté para ver como Sasuke negaba con su cabeza una vez más. - ¿Y cómo se llama ese niño?. – Pregunté volviendo a conducir el  corto trayecto que quedaba cuando el semáforo volvió a cambiar de color.

– Haruko. – Balbuceó después de hacer algunos ruiditos en los que parecía decidirse el decirle o no el nombre de su agresor.

– Bien, pues si ese niño vuelve a golpearte o intentarlo, tienes que contárselo a una de las señoritas, ¿de acuerdo?. – Observé por el retrovisor como Sasuke asentía con la cabeza. - Ahora, será mejor que dejes de llorar y vayas a ver la sorpresa que hay para ti en tu habitación. – Le dije mientras aparcaba en el garaje de la casa y miraba como Sasuke dejaba de llorar para cambiar su cara por una de impaciencia y curiosidad. Eso era algo que me fascinaba de los humanos, esa capacidad de poder cambiar tan rápido su estado emocional.

Cuando bajé a Sasuke del vehículo, el niño corrió hasta su cuarto para encontrarse con una jaula dorada que tenía en el interior un pajarillo de plumaje naranja.

Me quedé en la puerta de la habitación del niño mirando como Sasuke saltaba de felicidad por el regalo, pues me había pedido un perro cuando habíamos pasado por una tienda de mascotas pero era consciente de que Sasuke aún era muy pequeño para tener esa responsabilidad, así que decidí comprar aquella pequeña ave para contentarlo aunque iba a ser yo quien limpiase la jaula, rellenara los pequeño recipiente con las semillas y le pusiera el agua al pajarito pero eso, no importaba cuando el pequeño rostro mostraba la más grande y hermosa de las sonrisas.

Sasuke corrió hacia mí y yo me acuclillé para recibir el abrazo que sabía me iba a dar.

– ¡Gracias, Naruto!.

– Me alegra que te haya gustado el regalo. – Le dije deshaciendo el abrazó para revolverle su pelo negro. – Vamos a lavarnos las manos para comer.

– ¡Sí!.

El saber que había conseguido hacer que olvidara lo sucedido en la guardería y nuevamente estuviese sonriendo el resto de la tarde me animó pero cuando llevé al día siguiente a Sasuke, el niño se reusaba a entrar en el edificio y me costó mucho convencerlo para que entrase al centro.

Cuando Sasuke por fin entró me dirigí hacia donde estaban las profesoras y hablé con ellas de lo sucedido el día anterior. Asimismo, fui ante la directora de aquel centro infantil para que no volviese a ocurrir lo mismo con aquel niño que parecía ser problemático pero, al parecer, mis peticiones no fueron escuchadas y la vigilancia de los niños no era tan óptima que llegue a pensar que tenían.

Cuando recogí esa tarde a Sasuke, el niño corrió llorando hacia mí y cuando lo fui a coger escuché como se quejaba, así que sin esperar, abrí su abrigo y subí su suéter junto a la camisa que tenía puesta al mismo tiempo que farfullaba una vieja oración para hacer desaparecer a los tres pequeños duendes que estaban a su alrededor alimentándose de su miedo y dolor.

Mis ojos se encontraron con muchas marcas de mordeduras sobre su blanca piel y eso, me enojó porque… ¿Cuántos niños habían sido para que el cuerpo de Sasuke estuviese así? ¿a caso nadie vio como lo atacaban?. En definitiva, esas respuestas me importaban un comino porque no pensaba volver a llevar a Sasuke a ese ring de fieras para que lo agredieran.

Cogí a Sasuke en mis brazos con cuidado para encaminarme hasta el despacho de la directora a grandes zancadas, ni siquiera me molesté en tocar la puerta para esperar el permiso, sino que ingresé al cuarto asustando a la rechoncha mujer y puse a Sasuke sentado sobre su mesa.

– ¿Me puede decir qué es esto?. – Pregunté lo obvio a la directora mientras le mostraba la pálida piel del torso del niño llena de las marcas de mordeduras pero la mujer no me respondió sino que tragó saliva asustada ante mi enfado y atrayendo a los duendes grises a su alrededor que gritaban y bailaban felices. - ¿Y cómo es posible que haya ocurrido esto si se supone que hay personas que están vigilando a los niños? sin mencionar que esta mañana hablé con usted y sus empleadas por lo ocurrido ayer y evitar que algo así sucediera. – Terminé gritando para volver a acomodar la ropa de Sasuke que no dejaba de llorar.

– Lo siento mucho, señor. Le aseguro que no volverá a suceder este tipo de acontecimientos. – Se disculpaba la directora sin dejar de hacer reverencias en cada suplica.

– Por supuesto que no volverá ocurrir porque desde hoy cancelo la inscripción de Sasuke en este centro. No voy a dejar que su ineptas empleadas continúen permitiendo este tipo de atrocidades entre niños y mucho menos que Sasuke sea afectado e involucrado en ello. – Terminé de decir para coger a Sasuke en brazos, diciendo en voz baja la cantaleta que hacían desaparecer a los duendecillos que se aferraban a sus ropas, y sacarlo de aquel lugar al que no volvería a llevarlo.

Cuando llegué a la casa llevé a Sasuke al baño y lo desnudé al igual que yo para asearnos y curarle aquellas heridas que le habían provocado en su hermosa piel. Además, esa noche no quiso dormir solo y le permití a Sasuke que durmiera conmigo, solo esperaba que al igual que aquellas marcas en su piel, Sasuke olvidara aquella agresión provocada por otro niño humano.

Y cuando Anko se enteró de que había quitado a Sasuke de aquella guardería antes de que comenzara a pedirme explicaciones le mostré lo que le había ocurrido al pequeño que tenía bajo mi protección, lo cual la horrorizó y se marchó sin poner impedimento en que Sasuke se quedara en la casa jugando hasta que el próximo año, que debía comenzar el colegio.

En esos meses me dediqué a Sasuke por completo y lo llevé a diferentes lugares en el que el niño no solo se divirtiese sino también aprendiese para que olvidase su mala experiencia en el que fue su último año de guardería.

El verano pasó rápido y Sasuke ya había cumplido los tres años, por lo que ese día del mes comenzaba el colegio.

Para mi fortuna, Sasuke parecía ilusionado por comenzar las clases y poder llevar su pequeña mochila con el dibujo de su serie de televisión favorita sobre un anime de ninjas y su fiambrera, donde guardaba su almuerzo, decorada con más dibujos de sus héroes televisivos.

Cuando dejé a Sasuke en su grupo de clase decidí acercarme y hablar con su profesor, el cual se presentó y me pareció que era un humano muy agradable ya que irradiaba calma, así que me marché cuando la campana del colegio anunció el comienzo de las clases y cuando volví a buscar a Sasuke, comenzó a hablarme de todo lo que había hecho y aprendido en su primer día de colegio.