jueves, 18 de abril de 2019

Yo no puedo enamorarme de ti

» Los personajes no me pertenecen y no hay intenciones de lucro al escribir esta corta historia.«
Manga/Anime: Shingeki no kyojin (Attack on titan)
Para mayores de 16 años.
Clasificado: Yaoi
Pareja: Armin Arlet/Jean kirschtein- Jean kirschtein/Marco Bott
Género: Romance.
Aclaración: Anteriormente, lo había publicado en Amor Yaoi.



– Lo que quiero decirte con todo esto es que… que tú me gustas… Jean. – La voz del chico salió como un sopor que pretendía camuflarse en el aire haciendo parecer que los ojos claros que poseía parecieran resplandecer al confesar aquellas simples palabras mientras un sonrojo surgía en el rostro del joven debido a lo vergonzoso que era confesar esa clase de amor.

Jean no pudo evitar asombrarse ante las palabras mientras llevaba una mano a su rostro al mismo tiempo que un involuntario chasquido fue emitido por su lengua como un acto reflejo a esa situación tan comprometida en la que se encontraba. En ese momento, sin poder encontrar una lógica exacta en su cabeza ante las palabras que había acabado de escuchar porque cualquier  pensamiento en la mente de Kirschtein pareció haberse desvanecido como si fuera humo.

Sin embargo, las palabras que le habían dicho le habían dejado demasiado patidifuso, pues Jean no había esperado oír algo así proveniente de él, realmente, no había concebido esa posibilidad que ahora parecía darle un bofetada en toda la cara para que despertara a una realidad desconocida de algún universo alterno que sus ojos habían estado ocultándole para no ver las señales que lo alertarían de que se fuese a producir ese instante y pudiese evitar el que estuviera pasando ahora mismo por ello.

“¿Cuándo había comenzado a sentir esas clases de sentimientos hacia él?”, fue la primera pregunta que logró hacerse a sí mismo después de ir hasta ese lugar donde lo había citado para escuchar lo que tan importante quería contarle y que parecía, que la cabeza de Jean no iba a dejar de repetirse con frenesí antes de volverlo a mirar,  como este, aún estaba observando a algún punto de las profundas y frías aguas del río que cruzaba bajo el puente de piedra en el que se encontraban y que no había dejado de mirar desde que comenzaron a hablar hasta llegar a esa inesperada confesión.

Jean caminó hasta el muro donde se encontraba su compañero y, también, dirigió su mirada a las animadas aguas del río, que llegaban desde fuera de los muros para atravesar territorio humano antes de volverse a marchar a las peligrosas tierras del exterior. Aunque todo movimiento que hizo Jean había sido de manera automática y a pasos bruscos, como si careciera de conciencia o razonamiento propio, simplemente, su cuerpo se movió por inercia mientras su mente divagaba en como poder afrontar la situación en la que se había expuesto fortuitamente por las miles de vueltas que daban una y otra vez la vida de un humano.

Jean miró por el rabillo de sus ojos al chico que estaba a un lado de él mientras apoyaba sus brazos sobre el muro de piedra y dejaba descansar parte de su torso ya que necesitaba sentir algo que le sirviera como punto de apoyo que le asegurará estar en medio de la realidad y no en un sueño, no en uno muy agradable para Kirschtein, y que aún no parecía poder asimilar.

Era cierto, en esos meses ambos se habían acercando y conocido más de lo que Jean había pensado en un principio al otro chico ya que jamás había creído relacionarse con él más allá que el cruzar algunas palabras bruscas o por mera necesidad u obligación pero eso no tenía por qué desembocar en lo que se había convergido la convivencia diaria.

Jean miró, nuevamente, a su acompañante haciendo una reflexión mental de las cualidades que poseía y una vez más preguntarse cómo había acabado de esa forma en la que escuchaba como el chico se le confesaba.

Kirschtein en su lista mental podría afirmar que el joven era enigmático, atrayente, dulce, incluso, la palabra frágil pareciera hecha para él pero, sobre todo, era inteligente, sagaz y calculador. Una persona capaz de recrear un plan o percatarse de lo que pasa antes que cualquier otra en cuestión de minutos y eso, lo había demostrado en varias ocasiones pero todas aquellas cualidades que solo parecía convertirlo en una contradicción hecho humano, solo estaba ocasionando que sintiera lástima, más hacia sí mismo que hacia el chico porque podría sentirse afortunado de que los ojos de su amigo se hubieran puesto sobre él pero Kirschtein no se sentía así.

Siendo que Jean tendría que añadir a ese listado mental que estaba realizando que la persona a su lado le había salvado el trasero en varias ocasiones pero esto, no lo admitiría tan fácilmente aunque se sintiera agradecido de ello, al mismo tiempo que se despreciara por tener una personalidad un tanto pedante que solía engrandarse en el momento de dar sus agradecimientos, los cuales dejaban mucho que desear por la forma tan poco ortodoxa de querer decir «gracias».

No obstante, Jean estaba seguro que todas las cualidades que portaba su compañero serían capaces de enamorar a cualquiera aunque, también, tenía su “pero”.

El aspecto de su amigo podía diferir mucho de todas esas buenas cualidades que poseía, él mismo se había preguntado en más de una ocasión que hacía un gallina que estaría más feliz durmiendo a las faldas de su mamá aspirando a pertenecer a uno de los tres escuadrones militares en que se dividía las fuerzas que salvaguardaban a la humanidad pero claro, en ese tiempo que se hacía preguntas de ese tipo ni siquiera lo conocía, solo había dejado que hablara por él, la primera impresión que le había provocado sin recapacitar de que estaba juzgando a alguien erróneamente.

Jean volvió a suspirar pensando en la mejor forma de afrontar la situación aunque no se le ocurría ninguna y ahí estaba el joven, a su lado, en espera de una respuesta que, a pesar de que Kirschtein la tenía tan clara como el agua, le costaba mil demonios decirla de una forma que no terminara causando daño. No quería herirlo, no lo merecía y Jean no se clasificaba dentro de las personas que contaban con el tacto suficiente para no causar con sus palabras una herida.

Kirschtein, tampoco estaba dentro de aquellas personas que daban rodeos para llegar al punto clave de la cuestión. Sencillamente, Jean carecía de sutileza para responder a cualquier tema delicado;  en más de una ocasión sabía que sus palabras no solo podrían dañar accidentalmente a otras personas sino meter la pata con demasiada profundidad causando un daño irreparable y no quería causar un dolor grave. Al menos, no quería causárselo al chico a su lado, ni a él mismo porque, probablemente, eso es lo que ocasionaría si no elegía las palabras correctas.

Jean tragó saliva y la forma en la que su compañero comenzaba a juguetear con un pequeño mechón de cabello le indicaba que estaba ansioso y el pequeño sonrojo que aún cruzaba el rostro de su acompañante, le daba a entender que no solo había tomado todo el valor de su alma para hablar con sinceridad y revelar sus sentimientos en la propuesta, sino que Kirschtein, también podía  adivinar que había calculado todas las posibilidades antes de declarar lo que a ambos los había sumiendo en un silencio incómodo que parecía estar alargándose más de lo necesario pero por alguna razón, el saber que el chico había estimado todas las posibilidades que podía provocar su confesión lo había tranquilizado un poco.

– Yo… – Murmuró en voz tan baja que apenas fue audible para Jean que lo miró directamente al verlo mover sus labios pero al sentirse observado por  Kirschtein volvió a callar para sumergirse, una vez más, en el mutismo y hacer que el sonrojo se extendiera por toda su cara mientras ladeaba un poco su rostro a un lado para evadir la mirada de Jean.

Kirschtein bufó, aquello no estaba bien, podía apreciarlo a la perfección y esos segundos que pasaban deliberadamente solo los torturaba más pero el cerebro de Jean volvía a tener la necesidad de intentar buscar cómo romper el hielo del molesto silencio, cómo tener que enfrentarse al chico, cuáles eran las palabras apropiadas que debía decirle para que no resultara demasiado herido y cuál sería el tono de voz más apropiado para hablarle sin provocar malos entendidos.

Jean levantó su mirada al cielo en espera de alguna señal divina que no parecía hacerse presente. Ese día no era para nada perfecto, según su criterio, pero para un miembro de la legión de reconocimiento no existía “los días perfectos” ya que podrían salir improvisadamente de expedición fuera de los muros y ser devorado en mitad de dicha misión a causa de algún titán  aunque, en ese momento, a Jean le importaba un comino el haber entrado al escuadrón de reconocimiento y no a la policía militar como había pensado en un principio. Tampoco, le importaba que tuviera que formar parte de una misión imprevista jugándose el cuello o el que acabara siendo uno de esos vómitos que dejaban como pegotes aquellos gigantes seres que vagaban detrás de los muros y, al mismo tiempo, sentía que eso era mucho más confortante que estar ahí sin saber que decir o como decir lo que realmente quería expresar de la manera más condescendiente.

Jean miró una vez más al chico en un intento de infundirse valor a sí mismo y hablar de una vez, estaba claro que él no era una persona que supiese escoger las mejores palabras del mundo pero alargar más esa espera solo sería una miseria para ambos. Además, comenzaba a sentir jaqueca y esa dolencia solo le ocasionaría problemas.

Kirschtein suspiró mientras cerraba sus párpados y apretaba sus manos hechas puños, al igual, que su mandíbula para luego mirar el cielo, otra vez, donde nubes viajeras pasaban para tomar el aliento necesario para hablar.

– Lo siento. – Susurró Jean arrastrando cada una de las silabas de esas dos palabras como si fueran pesados costales que le quitaban el aliento pero no miró a su compañero sino que sus ojos habían descendido de la bóveda celeste a las aguas del río y eso lo hizo sentirse aún peor, pues se estaba comportando como un cobarde que no era capaz de dar la cara.

– ¿¡Eh…!?

– Lo siento, Armin. – Repitió con más firmeza Jean pronunciando el nombre del chico con más dolor del que había estimado pero no podía negar que le preocupaba lo que sus palabras ocasionarían en el rubio que había dejado de juguetear con mechones de su cabello para reposarlas sobre la superficie de la pequeña pared. – Yo…

– No, está bien. Así está bien, puedo entenderlo. – Se apresuró a contestar Arlelt sin poder ocultar la decepción en su tono de voz que se había agriado al saberse rechazado.

– Yo realmente lo siento. – Se disculpó Jean llevándose una mano su propia cabeza y comenzando a frotar su alborotado pelo debido a que en ese momento se sentía el hombre más miserable del mundo al ver el rostro devastado por la tristeza que estaba mostrando Armin.

– Está bien. Supongo que realmente tus sentimientos por Mikasa no se tratan de un capricho, así que está bien saber aunque ya presentía que ibas a rechazarme. – Dijo Armin volviendo a mirar las aguas del río con los ojos cristalizados por las lágrimas que intentaban salir a borbotones de sus ojos. – Estaba preparado para esto, no es fácil que un hombre vea a otro hombre con sentimientos de romances. Mucho menos si tiene su corazón ocupado por alguien. – Habló el rubio más como dándose una explicación a sí mismo sobre el por qué había sido rechazado.

– ¿Mikasa…? – Repitió en voz baja Jean mirando nuevamente el cielo y dejaba que en esta ocasión fuera su espalda la que se apoyará en el muro de piedra del puente en el que estaban. – Ella es una mujer hermosa y fuerte pero no es que no pueda comprender tus sentimientos. – Farfulló con una pequeña sonrisa antes de levantar su mano derecha y llevarla a la cabeza del rubio que había vuelto a poner toda su atención en Kirschtein. – Perdona por no poder enamorarme de ti, Armin. Solo es que no puedo corresponderte como tú quisieras. – Comentó antes de revolverle un poco el pelo a Arlelt para, acto seguido, dirigir su mirada a las nubes que paseaban libres sobre sus cabezas.

Armin miró a su compañero con confusión, probablemente, analizando las palabras de Kirschtein mientras Jean tenía su mirada perdida en la bóveda celeste y sus labios apretados con tanta fuerza que se habían vuelto blancos.

– ¿Jean… tú…? – Intentó preguntar Armin ante aquel rostro nostálgico que mostraba Kirschtein mientras miraba el firmamento.

– Será mejor que me vaya y Armin… eres alguien increíble pero yo no soy la persona que pueda corresponderte. Estoy seguro que hay alguien que está esperando por ti en algún lugar y que conocerás algún día. – Repitió Jean antes de ofrecer una sonrisa afligida a Arlelt. – ¡Nos vemos!. – Se despidió Kirschtein viendo como Armin asentía con la cabeza para quedar solo en el puente.

Jean se dirigió hacia el establo, pensando que estaría bien si se ocupaba un poco del cuidado de su caballo, realmente necesitaba estar solo en esos momentos, y es que lo sucedido con Armin hacía escasos segundos le habían llevado a días pasado, en el que la situación con Arlelt se había convertido en un dejá vù.

Kirschtein suspiró como había estado haciendo toda esa tarde y es que la respuesta era tan simple del por qué no podía corresponder a los sentimientos de Armin que lo hacía sentir patético porque sí, Jean no podía olvidar a alguien que se había ganado su corazón pero también era la misma persona por la que se culpaba una y otra vez ya que sentía que había sido su culpa el que él estuviese muerto en esos momentos.

Jean sintió como sus ojos comenzaban a escocer, anunciándole que las lágrimas se aglomeraban en sus ojos pero no lo haría, al menos, no en ese instante porque hasta para mostrar su propio dolor, un dolor que aún quemaba como fuego en su alma era un cobarde por no poderse desahogar a placer sin importar que otros lo vieran o del momento que fuese y siendo la soledad la única que lo acompañaba pero que no le proporcionaba ningún consuelo.

Sin embargo, Jean sabía que jamás olvidaría a Marco, él había sido la primer persona que había logrado que su alma se abriera y el trauma generado al encontrar su cadáver medio devorado le torturaba hasta el presente haciéndole imaginar el cómo había sido asesinado por un titán.

Kirschtein se culpaba que Marco hubiese aparecido en su ayuda cuando su equipo tridimensional se había quedado sin gas y aquel espantoso titán había aparecido en medio de la estrategia que llevaban para poder sellar los muros de Trost, él no pudo hacer nada para ayudar a Marco y tampoco pudo despedirse de él como era apropiado, ni agradecerle.

No obstante, si algo realmente lamentaba Jean era que cuando Marco se le había confesado él lo había rechazado la primera vez aunque su insistencia había logrado que comenzaran una relación que a ojos de sus compañeros no se delataba nada más que como si fueran los amigos de siempre y solo cuando lo vio, cuando aceptó que jamás lo volvería ver sonreír o ser apoyado y animado por el otro joven, fue cuando Kirschtein se sintió la persona más miserable del mundo porque ya Marco no volvería a estar a su lado.

Jean aún cargaba con el luto de su amante y hasta que esa herida no cicatrizara lo suficiente no podría estar disponible para el amor aunque si algo estaba seguro Kirschtein es que la presencia de Marco no lo olvidaría ni siquiera aún cuando estuviese emprendiendo una nueva relación, que por el momento no estaba preparado a experimentar.


~ Fin. ~



Un día especial

» Los personajes no me pertenecen y no hay intenciones de lucro al escribir esta corta historia.«
Manga/Anime: Sekaiichi Hatsukoi
Para mayores de 16 años.
Clasificado: Yaoi
Pareja: Masamune Takano/Onodera Ritsu
Género: Romance.
Aclaración: Escribí esta historia hace mucho y anteriormente, lo había publicado en Amor Yaoi.



Tan solo hacía cuatro meses atrás que había aceptado sus sentimientos hacia Masamune y un mes y medio que había aceptado vivir bajo el mismo techo en condición de pareja con el hombre que normalmente lo hacía enfadar.

Sin embargo, Ritsu Onodera aún no se acostumbraba a la situación porque en todo ese tiempo se había habituado a la soledad de la soltería pero todo cambió cuando entró en la sección Esmeralda de la editorial en la que estaba trabajando actualmente con el fin de demostrarle a todas aquellas personas que lo consideraban el mimado hijo del dueño de la editorial Onodera que no se trataba de ningún engreído y caprichoso hombre en espera de legar la empresa de su padre. Por ello, todas las mañanas desde que decidió dejar de trabajar en la empresa de su familia y comenzar a ser uno de los componentes de la sección Esmeralda se había esforzado en su trabajo con el fin de tener su bien merecido reconocimiento a su labor.

No obstante, Ritsu había tenido que vivir diversas situaciones comprometidas con su superior, Takano Masamune, para darse cuenta de que aún ese hombre seguía haciéndole sentir emociones que le provocaban vuelco a su corazón. Por tanto, Ritsu tenía sus sentimientos revividos aunque en un comienzo pensó haberlos borrado de sí mismo cuando se sintió humillado en su pasado como estudiante por el mismo hombre del que se había enamorado ya que no podía continuar negando sus sentimientos hacia Takano.

Onodera suspiró con hastío cada vez que recordaba todo lo que había pasado en esos últimos meses, era casi irreal, incluso el despertarse cada mañana desnudo en la enorme cama con nuevas marcas en su cuerpo o el inminente dolor en su cadera acompañado de la molestia que sentía en su ano por acceder a los tontos caprichos y deseos de su pareja.

Cuando Ritsu salió de la habitación esperaba encontrarse a Masamune en la cocina pero no estaba allí y lo comprobó con el ridículo post it pegado en la puerta de la nevera que ponía “Estaré reunido todo el día, no me esperes. Te amo”.

– ¿Qué clase de nota es esta?. Ya podía haberme avisado ayer. – Farfulló Ritsu cogiendo el papel con el corto mensaje y arrugándolo en sus manos antes de tirarlo a la basura. – Ni que me preocupara tanto por lo que hagas. – Susurró con enfado mientras abría la puerta del refrigerador para tomar el brick de leche pero esta resbaló de sus manos y cayó al suelo donde comenzó a derramarse. – En realidad, sí que me importa. – Farfulló avergonzado Onodera mirando como el líquido de color blanco se esparcía por el suelo de la cocina.

Ritsu volvió a suspirar esa mañana mientras recogía todo el desastre que había formado por estar pensando, como ya le era frecuente, en Masamune con sus actuaciones y formas de comportarse pero justo había terminado de limpiar el suelo de la cocina su teléfono móvil comenzó a sonar indicando que estaba recibiendo una llamada.

Ritsu corrió hasta el aparato creyendo que se trataría de Masamune pero rápidamente lo olvidó al verificar el nombre con el número telefónico que aparecía en la luminosa pantalla y contestó para escuchar la voz de su madre que lo había llamado para volver a pedirle que reconsiderada su situación con An y le diese una oportunidad recordándole lo buena chica que era para que aceptara aquel estúpido compromiso del cual, él nunca estuvo de acuerdo porque no sentía nada más hacia su amiga de la infancia que un sentimiento de hermandad. A pesar de que su madre era consciente de eso, no dejaba de insistirle en que debía casarse con la chica, por no decir, que últimamente sus peticiones habían comenzado a sonar más como ordenes o una obligación de la que debía responder cuando no era así y solo se trataba de un antojo de su progenitora.

Ritsu decidió no darle más vuelta en su cabeza al asunto con su amiga y las intenciones de su madre para comenzar a pensar nuevamente en Takano, después de todo, ya era un hombre adulto y sabía que tener esa clase de aspiraciones fantasiosas de parejas  comunicativas era solo sueños de adolescentes, que probablemente había fantaseado en aquel entonces antes de sentirse burlado y engañado pero, la realidad, es que él tampoco le hablaba mucho a Takano más que lo indispensable y no podía exigirle a su novio algo que él mismo no ofrecía en la relación. Por ello, en ese momento Ritsu se preguntó con qué palabra podía clasificar su relación con Takano y volvió a suspirar con cansancio por seguir cavilando banalidades.

Los pensamientos de Onodera fueron interrumpidos cuando escuchó como tocaban a la puerta y sin más, fue a abrir para encontrarse con un mensajero que cargaba un paquete.

– ¡Buenos días! traigo este envió para Onodera Ritsu. – Indicó el mensajero.

– Sí, soy yo. – Respondió quitando la cadenilla de la puerta para poder abrir y aceptar el paquete sin percatarse de la forma en que lo miraba el mensajero.

– Por favor, firme aquí. – Señaló el chico de mensajería un poco nervioso.

Onodera no se hizo esperar y firmó en la tablilla que le mostró el mensajero antes de despedirlo para volver a cerrar la puerta y abrir el misterioso paquete.

Observó la caja sellada por un instante pensando en que se trataba de algún regalo por parte de sus padres, ya que acostumbraban a enviarles alimentos, hasta que lo abrió y del paquete sacó un vestido de mucama tradicional.

– ¿¡Qué… qué es esto!?. – No pudo evitar preguntar a la nada al ver el traje de mujer que estaba sosteniendo con sus manos y mirando las reconocida vestimenta popular en muchas cafeterías de la zona cuando se percató de que había un papel doblado en el interior de la caja.

Onodera dejó el vestido de sirvienta nuevamente dentro de la caja y tomó el papel para leer lo que en él estaba escrito.
Estimada señorita:

Vuestro señor os manda este envío urgente de nuestras tiendas.

¡Tenga un buen día!
– ¿Qué significa esto?. – Se preguntaba sin dejar de mirar el papel escrito con tinta dorada y donde había un pequeño sello de la empresa en la que había sido adquirido el pudoroso vestido. – Ese idiota… – Gruñó recordando a Takano mientras visualizaba el rostro divertido de su pareja comprando ese ridículo vestido antes de chasquear la lengua y mirar el reloj porque ese tipo de cosas solo podía ser producidas por la mente de Masamune. – ¡Mierda!. Voy a llegar tarde. – Dijo antes de terminar de vestirse para salir de su casa tan rápido como le fue posible.

Cuando Onodera llegó a la editorial estaba agotado ya que si bien había conseguido abordar el tren subterráneo tuvo que correr para llegar a tiempo a la editorial aunque para su mala suerte, al entrar al ascensor del edificio no se percató que dentro ya estaba  Takafumi Yokozawa y como siempre hacía, lo estaba mirando de manera desagradable haciéndolo poner nervioso.

– ¡Buenos días!. – Saludó Ritsu para escuchar como el otro hombre gruñía.

Por suerte, y tras unos segundos demasiados incómodos para Onodera el elevador llegó a la planta en la que estaba la sección Esmeralda y se dirigió hasta su lugar donde se derrumbó sobre su asiento.

– ¡Buenos días!. – Saludó Onodera sin ningún tipo de ánimo y mirar fugazmente el lugar en donde debía de estar Masamune supervisando a todos ellos.

– ¡Buenos días!. – Le saludaron al unisonó el resto de componentes de la sección Esmeralda.

– Tienes mala cara, Onodera. – Señalo Mino. – No deberías de verte así aún.

– ¡Ah! no tuve una buena noche. – Contestó con nerviosismo y comenzando a coger algunos de los papeles que habían sobre su mesa.

– ¿Tú novia se enfadó contigo y te mandó a dormir al sofá?. – Indagó con meticulosidad Kisa.

Onodera sonrió nerviosismo porque nadie de la editorial, salvo a excepción de  Yokozawa, sabía de que en realidad no era novia lo que tenía sino novio y esa persona no era otra que Masamune y si no había revelado al resto de sus compañeros su relación amorosa con su superior era para que no se viese implicado con su trabajo y creyeran que estaba siendo beneficiado a causa de su relación como había ocurrido con él en la editorial de su padre.

Afortunadamente para Onodera, antes de verse en la obligación de responder a la pregunta comprometedora el teléfono de su mesa sonó.

– ¡Bueno días! – Exclamó al reconocer la voz de la mangaka y con la cual, comenzó una conversación acerca de su trabajo y la aceptación del último volumen publicado. – ¡Maestra Erika!.

La jornada laboral de Onodera terminó agotadoramente, tuvo que llamar varias veces a la imprenta y a los diferentes mangakas que estaban a su cargo para saber cómo iban con sus trabajos, siendo que a esas horas, ya había anochecido, y volvía de regreso a su hogar después de un exhaustivo día de trabajo en el que ofreció su mejor esfuerzo para obtener buenos resultados.

Onodera no tardó en llegar al edificio donde ahora vivía y al abrir la puerta se encontró con el ridículo traje de maid dentro de la caja y con un papel que hacía de cartel para sus ojos que tenía escrito “Póntelo”.

Onodera dejó su abrigo en la percha, cerró con seguro la puerta principal y se quitó sus zapatos despreocupadamente dejándolos en la entrada del apartamento sin dejar de refunfuñar para coger la caja con el vestido en su interior y quitarlo de la entrada de la casa pero en la sala se tropezó con la intensa mirada de Takano que estaba vistiendo un kimono verde oscuro y bebiendo una cerveza, por lo que sin ningún tipo de modales dejó caer la caja de donde el vestido sobresalió a causa de la colisión contra el suelo y el papel voló hasta la pequeña mesa de la sala.

– ¿¡Se puede saber que significa esto!?. – Rugió señalando la caja con el vestido. – ¿Es que me crees ese tipo de persona para ponerme esta clase de ropas?.

Sin embargo, Takano se limitó a recoger el papel en el que había escrito la palabra “Póntelo” y se lo mostró mientras tomaba otro trago de su cerveza.

– ¿¡Pero me estas escuchando!?, no voy a ponerme esto. – Dijo para girarse con intenciones de ir a la cocina en busca de algún tentempié o un refrigerio cuando bruscamente fue cogido por el brazo y forzado a girarse.

– Póntelo, solo esta vez. – Le susurró Takano en el oído.

El cuerpo de Ritsu vibró con el tono de voz que utilizo Masamune junto al cálido aliento que acarició la piel de su oreja para pedirle que se pusiera aquel vestido de sirvienta.

– Sempai… – Farfulló en voz baja con un sonrojo en su rostro.

Sin saber la razón concreta de lo que le había ocurrido para acceder al capricho de Takano, Ritsu se había vestido con el ridículo vestido de mucama que contaba con medias de encaje y cuando salió de la habitación que compartía con Takano estaba completamente sonrojado. Además, se sentía abochornado por estar vistiendo aquellas prendas tan vergonzosas.

Takano miró a Ritsu y se acercó como un depredador sigiloso a su presa hasta que lo capturó con sus brazos para besarlo apasionadamente.

– Estarás contento ahora, así que como ya me has visto voy a quitármelo. – Habló con rapidez Onodera cuando terminó el beso.

– No, aún no puedes quitártelo porque hoy tú eres mi sirviente personal, Ritsu. – Comentó divertido mientras soltaba a su pareja. – Así que has bien tu papel y llámame amo o señor.

– ¿¡Qué…!? – Gritó ante la breve explicación de Masamune. – Esto solo se trata de una fantasía tuya, ¿cierto?. No tengo por qué satisfacerte, así que me voy a quitar est… – Se interrumpió cuando sintió como había sido empujado hacia la pared e inmovilizado con el cuerpo de Takano.

– Solo es un juego y te queda muy bien este tipo de ropa. Compláceme por esta noche, Ritsu. – Murmuró cerca de la oreja derecha de Onodera.

– No… no hagas eso. ¡Ugh…! – Consiguió pronunciar mientras Takano había recorrido con su lengua la unión de su oreja con su cabeza y terminar succionándole el lóbulo.

– ¿Lo harás?. – Inquirió.

– Sí pero deja de comportarte así. – Respondió avergonzado para sentir como Takano se separaba de su cuerpo y lo liberaba.

– ¿Qué desea, amo?. – Preguntó haciendo una reverencia completamente abochornado por la situación.

– ¡Oh!.- Exclamó Takano sin apartar sus ojos de Onodera. – ¿Qué me propones para celebrar esta noche tan especial?. – Interrogó para ver como su pareja levantaba la cabeza dejando ver su sonrojado rostro en el que podía leer perfectamente la pregunta que le estaba haciendo a causa de sus palabras. – Hoy fue el día en que el hombre al que amo volvió a aparecer frente a mí, debería de celebrarlo de alguna manera, ¿cierto?.

Onodera se giró con tristeza por no haber recordado que ese día fue cuando él había entrado a formar parte de la sección Esmeralda y lo había vuelto a ver de nuevo.

Ritsu se llevó una mano a la cabeza para despojarse del complemento del vestido.
– Takano… - Intentó hablar.

– Creo que deseo un servicio especial de ti. – Afirmó cogiendo a Ritsu de la cintura para llevarlo al interior de la habitación sin dejarle oportunidad a Onodera de que continuara hablando.

Onodera gimió cuando sintió como su cuerpo fue empujado para caer sobre la cama y se giró tan veloz como le fue posible pero lo hizo demasiado tarde porque ya tenía Masamune sobre él devorando sus labios.

Aunque ya Ritsu se había habituado al apetito sexual de su pareja cuando llegaban a la intimidad de su hogar pudo sentir que en esa ocasión fue distinta y especial en la forma en que Takano lo besaba o lo tocaba.

– No es como si esto fuese nuestro aniversario. – Farfulló Ritsu cuando había terminado toda la pasión y su respiración había vuelto a la normalidad. – No somos personas que necesitemos hacer este tipo de cosas.

– No importa si no te acordabas de este día o de si no tiene importancia para ti pero para mí es diferente porque tú eres el único que me hace sentir, Ritsu. – Murmuró abrazando a su pareja. – Te amo. – Fue lo último que dijo Takano antes de conciliar el sueño.

Onodera se había quedado pensando todo lo dicho por su compañero, luego solo dejó aflorar un suave murmullo que se perdió en la oscuridad de la habitación antes de viajar al mundo de Morfe.

– Te amo, sempai.


Fin.


miércoles, 17 de abril de 2019

Recuerdos

Autora: Yukikosan (yo)     Título: Recuerdos

Resumen:

Me llamo Sasuke, soy uno de los pocos donceles que existen en el mundo y pertenezco a la familia Uchiha pero me gustaría contarte de como encontré a la persona que me llenó de felicidad.

Disclaimer o declaimer: Los personajes pertenecen a  Masashi Kishimoto y este relato es de una fan para fan, sin ánimos de lucro.

Categoría: Anime/Manga
Fandom: Naruto/Naruto Shippuden
Clasificación: Yaoi            Edad recomendada: Mayores de 18 años
Pareja: Naruto x Sasuke (NaruSasu)
Género/s: Angustia, drama, familia, romántico y AU (Universo Alternativo).
Advertencia: Mpreg (embarazo masculino) y bulling.
Fecha de publicación inicial: 24/12/2011
Fecha de finalización inicial: 03/10/2012
Web en las que está o estuvo: Amor Yaoi y La burbuja de nieve (mi blog)
Nota: He corregido y actualizado antes de ponerlo aquí, espero os guste


Lista de capítulos: [1] ~ [2]

Recuerdos_2


Sentí los labios de mi marido rosar la piel de mi frente, supuse era un beso con el que me despertó. El olor a humo de madera quemada mezclado con el olor de su propio sudor hizo que abriera mis ojos para ver al hombre rubio que se retiraba con dirección al baño.

̶  Naru... ̶  Lo llamé con un bostezo.

Vi como se detenía para mirarme y sonreír.

̶ No pretendía despertarte, dattebayo. Vuelve a dormir. ̶  Me dijo dulcemente en voz suave.

Sacudí mi cabeza y miré el despertador digital que reposaba sobre la mesa de noche, eran las 6:30 de la madrugada.

̶ Está bien. ̶  Tras estas palabras me volví a acurrucar en la cama donde volví a caer dormido.

No sabía qué hora era pero la voz de Kohaku y Hikari me volvieron a despertar. Los pequeños nos llamaban felices, ¿y cómo no estarlo?, era Navidad y los regalos les esperaban bajo el adornado árbol.
Sin embargo, me sentía demasiado cómodo envuelto en los protectores brazos de Naruto y el agradable calor del lecho como para levantarme pero no me quedó opción cuando sentí como mis hijos subían a la cama, comenzando a saltar para que les hiciéramos caso.

- ¡Kohaku, Hikari bajad de la cama si queréis que me levante!. - Les ordené.

Me sentía molesto, les había dicho infinidad de veces que no saltaran en la cama pero parecía que no había forma de hacerlos entender que saltar sobre la cama no era correcto.

Los niños no me hicieron caso y siguieron dando brincos y con temor, me protegí mi vientre. Incluso, creo que mi cuerpo tembló un poco al sentir un pisotón de uno de mis hijos en una de mis piernas. Admito, que me da miedo que en su juego lleguen a caer o pisar mi vientre, ya que podría perderlo y solo tengo un mes de embarazo porque al tener tan poco tiempo de gestación, contando que soy un hombre fértil, es muy fácil llegar a abortarlo.

- ¡Haced caso a vuestro oto-chan, dattebayo!. - Escuché como Naruto le ordenaba con una voz seria mientras me abrazaba pero los pequeños parecían tampoco hacerle caso. - ¡ Si seguís así no habrá regalos por no ser niños buenos, dattebayo!. - Terminó y pareciera que el mundo se hubiese detenido para Kohaku y Hikari que pararon de saltar y se bajaron de la cama tan rápido como les fue posible.

- Esperad en vuestra habitación. - Les indiqué y los niños salieron con el rostro agachado por la advertencia de su padre, algo que me entristeció pero era consciente de que era la única forma de que obedecieran.

Una vez que ambos salieron, toqué el brazo de mi esposo para que me dejara libre y me senté en la cama.

̶  ¿Me dirás lo que te ocurre, dattebayo?

̶  ¿Eh?. ̶  Giré mi cabeza para ver como se incorporaba en nuestro lecho.

̶ Estos días has estado demasiado cuidadoso con todo, incluso cuando hacemos el amor, Sasuke, dattebayo. Hasta hace un momento estabas temblando aterrorizado de nuestros hijos por saltar en la cama, dattebayo. ¿Qué pasa contigo?. ̶ Era evidente que se daría cuenta pero ¿cómo no ser cuidadoso después del embarazo de Ai?, casi pierdo a mi bebé cuando me caí accidentalmente en el parque junto a mis hijos en el que los llevo a jugar y por ello, se adelantó el parto pero por suerte, es un hermoso bebé de 2 añitos idéntico a Naruto aunque tiene la misma nariz que yo.

̶ Estoy embarazado. ̶ Fui directo al grano porque sabía que si se lo decía de alguna manera más sutil o con insinuaciones mi marido no entendería lo que estaba tratando de revelarle. ̶ ¡Feliz Navidad!. ̶ Agregué antes de sentir sus brazos en mi cintura para darme la vuelta y proporcionarme un apasionado beso que me dejó sin aliento.

Tuve que agarrarme de su fuerte cuello para no caer al suelo.

̶ Si ese es mi regalo me encanta, dattebayo. ¿Y de cuánto estas, dattebayo?  ̶  Me  preguntó  tocando mi plano vientre completamente emocionado con la noticia.

̶ De un mes. ̶ Confesé para poner mi mano sobre la de Naruto que me miraba con brillantes ojos. ̶ Parece que cumplirás lo que me dijiste antes de que naciera Kohaku. ̶ Le recordé conmemorado sus palabras de que tendríamos una gran familia para que olvidara el dolor de lo que pasó cuando vivía con mis padres.

Naruto agrandó su sonrisa antes de volverme a besar pero esta vez de manera más suave y cariñosa.
Todo momento romántico entre nosotros se rompió cuando escuchamos el llanto de Ai junto al grito de Kohaku desde su habitación.

̶  ¡OTO-CHAN, AI ESTÁ LLORANDO, DATTEBAYO!.

̶  Será mejor que vayamos para que esos pequeños pillos habrán sus regalos de Navidad y Ai deje de llorar. Seguro tiene hambre. ̶ Le ronroneé a mi esposo al sentir como estaba devorando deliciosamente mi cuello.

̶ Tienes razón, dattebayo. Hay que darle la noticia de que tendrán un nuevo hermanito o hermanita, dattebayo. ̶  Susurró Naruto dejándome libre de sus garras para ir con los niños.

Con una sonrisa fuimos a por nuestros hijos, Naruto llevaba la cámara de video y yo la de fotos para captar el cómo los niños abrían sus regalos pero antes tuve que cambiar el pañal de Ai.

Llegamos al árbol cubierto de guirnaldas, estrellas y bolas de colores donde estaban los regalos.

Dejé a Ai sentado en la alfombra con su oso de peluche para fotografiarlo junto a sus hermanos mayores y otra más cerca del árbol con su padre pero no pudieron aguantar la curiosidad de lo que había en los paquetes envueltos.

Hikari y Kohaku comenzaron a moverlos los misteriosos paquetes, intentando averiguar qué era lo que encerraban en el interior.

̶ ¿Cuál es el mío, dattebayo?. ̶  Preguntó impaciente Kohaku dando saltitos en el suelo junto a su hermana que lo imitaba igual de emocionada mientras tanto, Naruto nos grababa con la cámara de vídeo.

Sonreí a mi hijo antes de coger un paquete de color rojo con lunares azules y un pequeño moño dorado.

̶ Este es de...Hikari Uzumaki. ̶  Anuncié con seriedad dándole el paquete a mi pequeña con una sonrisa.

Hikari abrió el regalo con ilusión de encontrarse con lo más maravilloso del mundo que su imaginación podía recrear.

̶ Y este es de...Kohaku Uzumaki. ̶  Escuché la risita de Naruto sin dejaba de grabar.

Preparé la cámara e hice la fotografía de los dos pequeños sacando sus juguetes.

̶ ¿Hikari qué es, dattebayo?. ̶ Le preguntó Kohaku con curiosidad con su avión de juguete en la mano pero Hikari solo le mostró la muñeca de cabello rojo y ojos azules a su hermano con felicidad para abrazar el juguete encantadoramente, no pude evitar hacer otra fotografía a mi pequeña que arrullaba la muñeca en su pechito.

̶  Este es de Ai Uzumaki. ̶  Anuncié acercándome a mi hijo menor para ayudarlo a romper el envoltorio y sacar un teléfono de juguete que al presionar un número se iluminaba y sonaba una melodía. ̶ Naruto, haznos una foto. ̶ Pedí entregándole la cámara para que nos fotografiara.

̶ ¡Vamos oto-chan! Aún quedan más regalos, dattebayo. ̶ Me apuraba mi primogénito emocionado en espera de abrir los regalos que quedaban.

Sonreí a mi hijo para volver a coger otros paquetes y entregárselo a ambos, del cual descubrieron que eran dos enormes estuches llenos de lápices de colores y pinturas, solo que el estuche de Kohaku tenía el dibujo de un águila y el de Hikari el de un unicornio con un cuaderno en el que poder dibujar y pintar lo que sus infantiles metes imaginasen.

El segundo regalo de Ai fue un triciclo y los últimos regalos de los niños fue ropa.

Kohaku recibió una chaqueta azul vaquera con una camisa de manga larga y cuello alto de color blanca con el dibujo de un coche amarillo a la altura de su pecho.

Hikari recibió un hermoso vestido lila con unas medias de color blanco y Ai un jersey color ocre con unos pantaloncitos blancos.

Solo quedaban dos paquetes y uno de ellos tenía mi nombre, era pequeño y estaba envuelto en un hermoso papel azul claro con estrellas plateadas. No sabía de que se podía tratar y cuando lo abrí me encontré con la sorpresa de que erra una fina pulsera de oro en la que ponía nuestros nombres. El nombre de Naruto y el mío. Al reverso de la pulsera estaba la fecha de nuestro matrimonio junto a la corta  frase de "Te amo".

Mire a Naruto con el asombro aún  pintado en mi rostro porque jamás de los jamases me hubiera imaginado algo así y menos con la economía que teníamos en casa siendo Naruto el único que trabajaba. No es porque yo no quisiese trabajar sino que e intentando buscar un empleo pero debido a que soy doncel nadie me acepta y mucho menos cuando descubren que tengo hijos o estaba en embarazado.

Sé que a Naruto no le importa y no vivimos mal con su sueldo de bombero pero yo también quisiera contribuir en traer dinero a casa y no solo quedándome en nuestro domicilio para hacer todas las tareas domesticas y cuidar de mis hijos. Son en momentos como estos en los que me hubiese gustado haber recibido estudios universitarios y no que mis padres me dejaran encerrado en casa como si fuese un monstruo por mi género.

̶  ¿Te gusta, dattebayo?. ̶  La pregunta de mi esposo me sacó de mis pensamientos.

̶ ¿Qué?

̶ Te he preguntado si ¿te gusta, dattebayo?. ̶  Me repitió para acariciar mi pelo largo ya que decidí dejarlo crecer porque cuando vivía con mis padres lo llevaba corto.

̶  Es preciosa pero ¿cómo...?  ̶  Me interrumpió con un corto beso.

̶  Cuando te conocí vi esa pulsera en el escaparate de una joyería y no pude evitar pensar que te quedaría muy bien, dattebayo. Siempre que pasaba delante de la tienda me detenía a verla, dattebayo. Quería cómpratela cuando nos declaramos pero no podía pagarla porque era muy cara, dattebayo. Pensé que jamás podría obsequiártela pero no me rendí, dattebayo. Y he estado ahorrando todo este tiempo para poder tenerla para ti, dattebayo.

Las lágrimas querían salir de mis ojos del sentimiento tan cálido que me inundó y fue por eso que me abracé a mi esposo.

̶ Gracias, Naruto. Te amo. ̶ Fue lo único que pude pronunciar sintiendo como me abrigaba con sus brazos.

̶ Oto-chan, oto-san aun queda un regalo, dattebayo. ̶ Nos interrumpió Kohaku. Cogí el paquete y se lo acerqué a Naruto que lo recibió con una sonrisa mientras me enjuagaba las lágrimas que retenía en mis ojos.

̶  No es mucho pero espero que te guste. ̶  Aclaré con una sonrisa.

̶  No digas tonterías, Sasuke. Todo lo que venga de ti me encanta, dattebayo.

Naruto abrió su regalo encontrándose con una bufanda, un gorro y unos guantes de color azul oscuro.
̶ Justo lo que me hacía falta, dattebayo. - Indicó poniéndose el gorro y los guantes mientras se enrollaba la bufanda en su cuello.

Sonreí al ver como se ponía las prendas que yo mismo había hecho para él porque su vieja bufanda estaba roída. Sus añejos guantes habían acabado en la basura junto a su viejo gorro.

Después preparé el desayuno donde comunicamos a los niños de que pronto habría un nuevo integrante en la familia y ellos se pusieron muy felices al recibir la noticia de un nuevo hermanito o hermanita. Incluso, escuche como Kohaku y Hikari discutían sobre el sexo del bebé.

El resto del día fue muy tranquilo porque la pasamos en casa disfrutando de la calidez de nuestro hogar porque en el exterior estaba todo nevado y hacía mucho frío.

Naruto se fue a la cama para descansar. Ya que solo había dormidos unas horas antes de bajar a abrir los paquetes y los niños disfrutaban de sus regalos de Navidad.

Al atardecer, cuando Naruto despertó decidimos ir a dar un paseo caminando por el barrio hasta el parque que estaba cubierto de nieve y el río helado donde  la gente patinaba sobre él.

Nos quedamos observando un rato a los patinadores. Yo llevaba a Ai en brazos y Naruto cargaba a Hikari mientras que Kohaku iba entre los dos y nos cogía, a Naru y a mí, de las manos.

Realmente, me sentía feliz de lo afortunado que era de estar con Naruto y tener esos maravillosos hijos y el que venía en camino.

De regreso a casa comenzó a nevar, así que cuando llegamos a nuestro humilde pero cálido hogar hice chocolate caliente que tomamos con galletas con la felicidad y tranquilidad que nos proporciona el tenernos unos a otros.

~Fin.~