» Los personajes no me pertenecen y no hay intenciones de lucro al escribir esta corta historia.«
Manga/Anime:Naruto/Naruto shippuden
Para mayores de 14 años.
Clasificado: Yaoi
Clasificado: Yaoi
Pareja: Hashirama Senju /Madara Uchiha
Género: Romance, terror.
Aclaración: Escribí esta pequeña historia después de leer el manga donde explicaban la historia de como se conocieron Hashirama y Madara, tambien a como consecuencia de una charla con Kallenparms, una gran amiga y autora de algunos fanfic en la que nos retamos para escribir sobre estos dos personajes. Ella también escribió sobre ellos como una continuación o adosamiento de esta historia. Anteriormente, lo había publicado en Amor Yaoi.
Aclaración: Escribí esta pequeña historia después de leer el manga donde explicaban la historia de como se conocieron Hashirama y Madara, tambien a como consecuencia de una charla con Kallenparms, una gran amiga y autora de algunos fanfic en la que nos retamos para escribir sobre estos dos personajes. Ella también escribió sobre ellos como una continuación o adosamiento de esta historia. Anteriormente, lo había publicado en Amor Yaoi.
Las estaciones pasaban deliberadamente para cualquier persona de aquella época en la que las guerras y el terror de morir ante el filo de una espada de algún samurái o los shuriken lanzados por ninjas en mitad de sus asombrosos combates era el pan de cada día con lo que cualquier campesino o comerciante que vivía en aquellas tierras tenía que acostumbrarse.
Sin embargo, para los shinobis eran prácticamente desapercibidos el cambio de estaciones o el tipo de frutas o vegetales que comían en cada temporada del año. Ellos habían nacido como guerreros, habían sido criados para ser asesinos en nombre de la venganza, el honor al clan al que pertenecían y obedecer las órdenes del líder regente.
En el mundo ninja no había distinción entre niños, adolescentes o adultos para convertirse en un miembro útil que pudiese acabar con el enemigo sin importar el tipo de sentimientos que poseía esa persona en lo más profundo de su corazón porque solo se había convencido a sí mismos de tener que obedecer y cumplir las órdenes dadas, esa era su prioridad.
El haber nacido dentro del mundo shinobi con un destino incierto y duro en el que sentir esa sensación agridulce en la boca después de haber puesto en práctica lo enseñado frente a tu rival, teniendo como consecuencia el derramamiento de sangre ya lo conocía muy bien Hashirama.
Tan solo contaba con trece años pero juzgaba que su padre detallaba en su discurso, como si fuese un hecho bien sabido y un aliciente para todos los que lo escuchaban en ese instante, no tenía ningún sentido para él porque no comprendía cómo podía haber gloria al ver como un niño moría, como podía un hombre sentirse orgulloso de haber acabado con la existencia de un crío solo por tener entre sus manos un kunai que automáticamente lo definía como su enemigo y es que esa era la horrible vida que tenía que soportar día tras día. Un mundo que más de ser justo, era monstruoso.
Su hermano Itama había sido una víctima más de las fauces que poseía el mundo shinobi en ese día y un el agudo dolor que punzaba en su pecho no ayudaba en saber que su hermano era miembro de un clan ninja, que había tendido que enfrentarse a desconocidos que lo creyeron peligroso por tener un cuchillo entre sus manos, a pesar de que no cumpliría los ocho años hasta dentro de dos meses, Itama era para el mundo un enemigo, un shinobi que no dudaría en derramar la sangre de sus atacantes, olvidando que se trataba tan solo de un niño cuyas habilidades aún eran insignificantes.
La pequeña caja en la que el menor de los hermanos de Hashirama se encontraba para descansar eternamente, se terminó de sepultar y nada de lo que había estado escuchando decir a su padre, mientras la tierra se amontonaba para cubrir el recipiente en el que estaba el cuerpo de Itama, le hacía sentir mejor. Nada de lo que murmuraban las gentes de su clan sobre el orgullo de un ninja tenía sentido para Hashirama y eso, solo lo enfurecía un poco más.
Cansado de tener que comportarse como le decía su familia, Hashirama decidió desaparecer sigilosamente del lugar en busca de un momento de calma en el que pudiese expresar su dolor como él deseaba y no como su padre le indicaba que tenía que comportarse un shinobi del clan Senju porque necesitaba ser él. Necesitaba mostrar que era humano y en su interior alberga infinidad de sentimientos más allá que la venganza o la satisfacción de haber actuado como debía.
Hashirama no tardó en llegar frente al río y miró a su alrededor para comprobar que estaba solo, sintiéndose mejor al confirmar de que no había nadie que pudiera reñirlo o sorprenderlo para poder dejar caer sus silenciosas lágrimas mientras miraba el curso del agua del río sin percatarse de que era observado por unos ojos negros ocultos detrás de unos arbusto.
Madara había estado esperando a Hashirama para sorprenderlo y darle un susto, como uno de sus tantos juegos pero decidió permanecer oculto al comprobar que su amigo no estaba comportándose con normalidad porque parecía desesperado.
Madara decidió salir de su escondrijo cuando se percató de que el cuerpo de Hashirama había dejado de convulsionarse por culpa del llanto, del que estaba seguro haber escuchado un leve sollozo, e intentar animar al chico que poco a poco se estaba ganando un espacio en su corazón.
– ¡Ey! Hace mucho que no venías. – Dijo con voz entusiasta Madara aunque era consciente de que en ese momento, Hashirama debió de haberse percatado de su presencia desde hacía rato y no lo había hecho salir del lugar en el que se ocultaba. – ¿A ocurrido algo?. – Preguntó con preocupación al otro chico que parecía no querer hablar sobre lo que lo tenía tan deprimido en esos momentos.
– No, nada. – Había contestado Hashirama con tristeza, pues no deseaba hablar de lo ocurrido.

Cuando el sol comenzó a ocultarse, los dos muchachos se despidieron para verse al siguiente día en ese lugar que se había convertido en su campo de entrenamiento, donde practicaban su puntería en medio del juego de lanzar pequeñas rocas con la intención de alcanzar la orilla del otro lado mientras la piedra revota sobre la superficie del río y reían pensando en lo hermoso que sería cumplir su sueño de formar una aldea para proteger a los niños de un destino tan cruel.
Ambos adolescentes habían convertido el día a día de ir hasta aquella parte del río en una necesidad de ver al contrario y donde sus lazos comenzaron a fortalecerse poco a poco a cada día que pasaba, sin que ellos mismos se diesen cuenta de lo que estaba brotando en sus corazones.
Sin embargo, ninguno de los dos chicos se percató de que habían sido seguidos y espiados por alguien de sus propios clanes y para cuando se percataron de ello, ya era tarde.
Sus progenitores le dieron, no solo la orden de sacarle información al contrario con la escusa de ayudar a su clan, sino también de acabar con la vida del otro pero ninguno de los adultos se percató del error que habían cometido al ordenar eso a su respectivo hijo.
Hashirama y Madara se dirigieron al lugar en el que se reunían con preocupación porque no sabían el por qué le hacía daño el pensar que el otro dejara de existir pero eran conscientes que su única oportunidad de salvar a su amigo estaba en ese momento en sus manos y en las habilidades de cada uno.
Hashirama vio como Madara aparecía frente a él en la orilla contraria del río y sonrió un poco inseguro antes de sacar de entre sus ropas la piedra con el mensaje oculto. De igual manera, Madara sostenía entre sus manos su propia piedra en la que, también, había escrito en la roca con ayuda de un kunai la palabra “Corre” para poner en sobre aviso a su compañero de que le habían seguido ninjas de su propio clan.
Se miraron a los ojos e intercambiaron algunas palabras con algo de nerviosismo antes de lanzar sus piedras como acostumbraban a hacer en señal de saludo y cada piedrecilla revotó sobre el agua del río que los separaba hasta llegar a las manos del contrario.
A pesar de su asombro de encontrarse con un mensaje similar al escrito, leyeron los grabados en la piedra que sostenían en sus manos con inquietud, ninguno de los dos jóvenes lo mostró en su rostro y manteniendo la calma ambos dieron una disculpa demasiado simple para marcharse del lugar.
Tanto Madara como Hashirama, emprendieron una carrera de huida por el mismo sendero que habían ido hasta llegar a ese río sin saber que en el río habían dejado frente a frente a sus padres junto a sus hermanos pequeños.
Madara había corrido tanto como sus piernas y chakra le permitían hasta llegar a la cima del acantilado en la que terminaba hablando con Hashirama sobre sus anhelos de un mundo sin muertes y camarería entre shinobis ya que no le apetecía volver hasta donde se encontraba su clan.
– ¡Hashirama!. – Gritó el nombre de su amigo al verlo salir de unos arbustos frente a él antes de formar una sonrisa a pesar de que estaba agotado.
– ¡Madara!. – También gritó Hashirama agradecido de ver a Madara vivo.
Los dos chicos ampliaban poco a poco su sonrisa antes de terminar carcajeándose al comprobar que el contrario estaba perfectamente.
– Lo siento, no sabía que me habían puesto un espía. – Se disculpó Hashirama.
– Yo tampoco, no creí que tuviésemos que terminar así. – Confesó Madara.
– ¿Crees que estarán bien?. – Preguntó Hashirama mientras se sentaba en el suelo pero su compañero no respondió. – Creo que no deberíamos continuar viéndonos, es peligroso. No quiero que por mi culpa te hieran. – Murmuró comenzando a deprimirse como ya le era costumbre mientras que Madara se acercaba a él.
– No tanto, ya deberías de estar acostumbrado. – Regañó Madara un poco sonrojado por lo que había dicho su compañero. – ¡Y deja de deprimirte!, ¡era de esperar que alguien terminara siguiéndonos!. – Exclamó la obviedad a la que se expusieron.
– Los siento, no puedo evitarlo. – Respondió rascándose la nuca mientras sonreía nerviosamente.
– Sin duda, tu punto débil es que te deprimes fácilmente. Me cuesta creer que seas un ninja del clan Senju. – Se mofó Madara antes de sentarse a un lado de Hashirama.
– No seas tan cruel, sabes que no lo puedo evitar. – Contestó Hashirama. – Al menos, yo no soy un Uchiha demasiado sensible que ni siquiera pueda mear cuando hay alguien a su espalda. ¿Estás seguro que eres un Uchiha?
– ¡Idiota, deja búrlate de mí!. – Gritó mientras se abalanzaba sobre Hashirama para comenzar un enfrentamiento.
Algunos saltos acompañados de patadas y puñetazos, gritos que solo emitían sonrisas y emoción en los jóvenes rostros de los chicos indicaban que habían olvidado lo que tan solo había ocurrido unos minutos atrás.
Ambos jóvenes terminaron su pelea recostados sobre el suelo, con una sonrisa en los labios y la respiración agitada debido al agotamiento.
– Ojalá ya fuéramos adultos y estuviera formado ese lugar. Nuestra aldea. – Murmuró Madara. – No quiero tener que enfrentarme a ti solo porque pertenezcas al clan Senju y yo al clan Uchiha, eres alguien importante para mí. – Confesó mientras las mejillas se le coloreaban de carmín.
– Yo tampoco quiero enfrentarme a ti. – Susurró Hashirama mirando a su compañero antes de levantar su espalda del suelo rocoso y quedar sentado. – No quiero seguir viendo como gente importante para mí sigue muriendo. No quiero ver como los niños mueren, no está bien que ocurra esto.
El silencio volvió a instalarse entre ellos, solo para sentir la suave brisa remover sus cabellos y ropas.
– Madara. – Llamó repentinamente Hashirama para ponerse de pie. – Hagamos una promesa.
– ¿¡Eh…!? ¿Qué tipo de promesa?. – Inquirió Madara confundido mientras también se levantaba del suelo para estar a la altura de su compañero.
Hashirama estiró su brazo derecho con el puño cerrado mientras formaba una sonrisa.
– Prometamos que haremos realidad nuestro sueño, que construiremos un lugar en el que los niños sean protegidos y no tengan que morir. – Aclaró Hashirama con seguridad.
Madara miró el puño de Hashirama y luego miró al chico para sonreír antes de estirar su brazo derecho y juntar su puño al de Hashirama.
– Prometido. – Sonrió con soberbia Madara.
– Y este será el lugar en el que cumpliremos nuestro sueño. – Indicó Hashirama mientras el contacto de su puño con el de Madara se deshacía. – Entonces, Senju y Uchiha seremos un mismo clan. – Dijo agrandando su sonrisa y mostrando su blanca dentadura.
Madara no pudo evitar sorprenderse y que su cuerpo en un acto involuntario diera un pequeño salto mientras se giraba con las mejillas coloradas ante las palabras que había pronunciado Hashirama.
– ¡Idiota!, no digas ese tipo de cosas tan repentinamente. – Regañó Madara mientras miraba el suelo y apretaba sus puños sintiendo como su rostro ardía y su corazón tamborileaba frenéticamente en el interior de su pecho.
– Pero es la verdad, no quiero combatir contigo. Quiero que estemos juntos, que siempre seamos amigos. – Farfulló deprimidamente Hashirama que se había acuclillado mientras se abrazaba las piernas con fuerza.
Madara giró su cabeza para encontrarse nuevamente a Hashirama en estado abatido, lo cual hizo que cambiara su rostro por uno de incredulidad ante el inesperado cambio de humor de su compañero.
– ¡Deja de deprimirte!. – Gritó Madara. – Ya te he dicho que es molesto ver como cambias tan rápido de ánimos. – Le recordó enfurecido. – Ese es tu punto débil, te deprimes por cualquier circunstancia. – Volvió a repetir.
– Lo siento, lo siento… no lo puedo evitar. – Contestó Hashirama mientras se volvía a poner de pie y mostraba una sonrisa nerviosa ante el enfado que mostraba su amigo.
– Siempre dices lo mismo y siempre acabas haciendo lo mismo, Hashirama.
– Ya te he dicho que no puedo evitarlo, Madara. – Se excusó mientras se llevaba una mano a su cabeza para comenzar a frotarse el pelo. – Lo hago sin darme cuenta. – Rió.
– No tienes remedio. – Suspiró Madara antes de sonreír también. – Si no dejas de deprimirte con facilidad, no podremos cumplir la promesa que acabamos de hacer y proteger a nuestros hermanos en el interior de la aldea que construyamos aquí.
Hashirama miró a su amigo con asombro y se sonrojó al ver como sonreía.
– Tienes razón, intentaré no deprimirme tanto. – Respondió Hashirama.
– Sí, será mejor que regrese. – Contestó.
– Sí. Yo también debo de regresar ya.
Sin embargo, ninguno de los dos chicos se movió del lugar como si esperarán que el contrario tuviera algo más que decirle mientras sus mejillas lucían sonrosadas.
– Será mejor que me marche ya. – Habló Hashirama para pasar apresuradamente a un lado de Madara mientras el corazón le latría fuerte y rápido sin saber el por qué.
– Hashirama, espera un momento. – Farfulló atropelladamente Madara.
Hashirama se detuvo pero no miró al otro chico y sintió como se acercaba a él.
– Hashirama, yo… – Intentó decirle algo Madara pero Hashirama lo interrumpió.
– No sé si mañana podré venir, es posible que sea castigado por lo ocurrido hoy. – Se apresuró a hablar. – He desobedecido la orden de mi clan y seré castigado pero no podía aceptar hacer esa orden.
– Sí… – Habló Madara dejando mostrar la decepción y el nerviosismo en su voz. – Seguramente, tampoco podré venir porque también me castigarán. – Rió con tristeza. – Yo tampoco podía cumplir la orden que me dieron. – Murmuró Madara.
– Adiós. – Se despidió Hashirama para emprender a correr, dirigiéndose a su casa porque no comprendía porque su cuerpo había actuado de una forma extraña junto a su amigo.
Esa fue la primera vez que Hashirama Senju sintió como su rostro le ardía tanto que estaba seguro de que se había sonrojado, que sus manos le sudaban intensamente y sin razón, que no podía detener su nerviosismo y su corazón intentaban salirse de su pecho a cada palabra que Madara pronunciaba porque su estómago parecía contraerse. Esa fue la primera vez que Hashirama Senju conoció lo que era el amor, un amor que iba más allá de la amistad o la fraternidad.
~Fin.~
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