» Los personajes no me pertenecen y no hay intenciones de lucro al escribir esta corta historia.«
Manga/Anime: Shingeki no kyojin (Attack on titan)
Para mayores de 16 años.
Para mayores de 16 años.
Clasificado: Yaoi
Pareja: Armin Arlet/Jean kirschtein- Jean kirschtein/Marco Bott
Género: Romance.
Aclaración: Anteriormente, lo había publicado en Amor Yaoi.
Aclaración: Anteriormente, lo había publicado en Amor Yaoi.
– Lo que quiero decirte con todo esto es que… que tú me gustas… Jean. – La voz del chico salió como un sopor que pretendía camuflarse en el aire haciendo parecer que los ojos claros que poseía parecieran resplandecer al confesar aquellas simples palabras mientras un sonrojo surgía en el rostro del joven debido a lo vergonzoso que era confesar esa clase de amor.
Jean no pudo evitar asombrarse ante las palabras mientras llevaba una mano a su rostro al mismo tiempo que un involuntario chasquido fue emitido por su lengua como un acto reflejo a esa situación tan comprometida en la que se encontraba. En ese momento, sin poder encontrar una lógica exacta en su cabeza ante las palabras que había acabado de escuchar porque cualquier pensamiento en la mente de Kirschtein pareció haberse desvanecido como si fuera humo.
Sin embargo, las palabras que le habían dicho le habían dejado demasiado patidifuso, pues Jean no había esperado oír algo así proveniente de él, realmente, no había concebido esa posibilidad que ahora parecía darle un bofetada en toda la cara para que despertara a una realidad desconocida de algún universo alterno que sus ojos habían estado ocultándole para no ver las señales que lo alertarían de que se fuese a producir ese instante y pudiese evitar el que estuviera pasando ahora mismo por ello.
“¿Cuándo había comenzado a sentir esas clases de sentimientos hacia él?”, fue la primera pregunta que logró hacerse a sí mismo después de ir hasta ese lugar donde lo había citado para escuchar lo que tan importante quería contarle y que parecía, que la cabeza de Jean no iba a dejar de repetirse con frenesí antes de volverlo a mirar, como este, aún estaba observando a algún punto de las profundas y frías aguas del río que cruzaba bajo el puente de piedra en el que se encontraban y que no había dejado de mirar desde que comenzaron a hablar hasta llegar a esa inesperada confesión.
Jean caminó hasta el muro donde se encontraba su compañero y, también, dirigió su mirada a las animadas aguas del río, que llegaban desde fuera de los muros para atravesar territorio humano antes de volverse a marchar a las peligrosas tierras del exterior. Aunque todo movimiento que hizo Jean había sido de manera automática y a pasos bruscos, como si careciera de conciencia o razonamiento propio, simplemente, su cuerpo se movió por inercia mientras su mente divagaba en como poder afrontar la situación en la que se había expuesto fortuitamente por las miles de vueltas que daban una y otra vez la vida de un humano.
Jean miró por el rabillo de sus ojos al chico que estaba a un lado de él mientras apoyaba sus brazos sobre el muro de piedra y dejaba descansar parte de su torso ya que necesitaba sentir algo que le sirviera como punto de apoyo que le asegurará estar en medio de la realidad y no en un sueño, no en uno muy agradable para Kirschtein, y que aún no parecía poder asimilar.
Era cierto, en esos meses ambos se habían acercando y conocido más de lo que Jean había pensado en un principio al otro chico ya que jamás había creído relacionarse con él más allá que el cruzar algunas palabras bruscas o por mera necesidad u obligación pero eso no tenía por qué desembocar en lo que se había convergido la convivencia diaria.
Jean miró, nuevamente, a su acompañante haciendo una reflexión mental de las cualidades que poseía y una vez más preguntarse cómo había acabado de esa forma en la que escuchaba como el chico se le confesaba.
Kirschtein en su lista mental podría afirmar que el joven era enigmático, atrayente, dulce, incluso, la palabra frágil pareciera hecha para él pero, sobre todo, era inteligente, sagaz y calculador. Una persona capaz de recrear un plan o percatarse de lo que pasa antes que cualquier otra en cuestión de minutos y eso, lo había demostrado en varias ocasiones pero todas aquellas cualidades que solo parecía convertirlo en una contradicción hecho humano, solo estaba ocasionando que sintiera lástima, más hacia sí mismo que hacia el chico porque podría sentirse afortunado de que los ojos de su amigo se hubieran puesto sobre él pero Kirschtein no se sentía así.
Siendo que Jean tendría que añadir a ese listado mental que estaba realizando que la persona a su lado le había salvado el trasero en varias ocasiones pero esto, no lo admitiría tan fácilmente aunque se sintiera agradecido de ello, al mismo tiempo que se despreciara por tener una personalidad un tanto pedante que solía engrandarse en el momento de dar sus agradecimientos, los cuales dejaban mucho que desear por la forma tan poco ortodoxa de querer decir «gracias».
No obstante, Jean estaba seguro que todas las cualidades que portaba su compañero serían capaces de enamorar a cualquiera aunque, también, tenía su “pero”.
El aspecto de su amigo podía diferir mucho de todas esas buenas cualidades que poseía, él mismo se había preguntado en más de una ocasión que hacía un gallina que estaría más feliz durmiendo a las faldas de su mamá aspirando a pertenecer a uno de los tres escuadrones militares en que se dividía las fuerzas que salvaguardaban a la humanidad pero claro, en ese tiempo que se hacía preguntas de ese tipo ni siquiera lo conocía, solo había dejado que hablara por él, la primera impresión que le había provocado sin recapacitar de que estaba juzgando a alguien erróneamente.
Jean volvió a suspirar pensando en la mejor forma de afrontar la situación aunque no se le ocurría ninguna y ahí estaba el joven, a su lado, en espera de una respuesta que, a pesar de que Kirschtein la tenía tan clara como el agua, le costaba mil demonios decirla de una forma que no terminara causando daño. No quería herirlo, no lo merecía y Jean no se clasificaba dentro de las personas que contaban con el tacto suficiente para no causar con sus palabras una herida.
Kirschtein, tampoco estaba dentro de aquellas personas que daban rodeos para llegar al punto clave de la cuestión. Sencillamente, Jean carecía de sutileza para responder a cualquier tema delicado; en más de una ocasión sabía que sus palabras no solo podrían dañar accidentalmente a otras personas sino meter la pata con demasiada profundidad causando un daño irreparable y no quería causar un dolor grave. Al menos, no quería causárselo al chico a su lado, ni a él mismo porque, probablemente, eso es lo que ocasionaría si no elegía las palabras correctas.
Jean tragó saliva y la forma en la que su compañero comenzaba a juguetear con un pequeño mechón de cabello le indicaba que estaba ansioso y el pequeño sonrojo que aún cruzaba el rostro de su acompañante, le daba a entender que no solo había tomado todo el valor de su alma para hablar con sinceridad y revelar sus sentimientos en la propuesta, sino que Kirschtein, también podía adivinar que había calculado todas las posibilidades antes de declarar lo que a ambos los había sumiendo en un silencio incómodo que parecía estar alargándose más de lo necesario pero por alguna razón, el saber que el chico había estimado todas las posibilidades que podía provocar su confesión lo había tranquilizado un poco.

Kirschtein bufó, aquello no estaba bien, podía apreciarlo a la perfección y esos segundos que pasaban deliberadamente solo los torturaba más pero el cerebro de Jean volvía a tener la necesidad de intentar buscar cómo romper el hielo del molesto silencio, cómo tener que enfrentarse al chico, cuáles eran las palabras apropiadas que debía decirle para que no resultara demasiado herido y cuál sería el tono de voz más apropiado para hablarle sin provocar malos entendidos.
Jean levantó su mirada al cielo en espera de alguna señal divina que no parecía hacerse presente. Ese día no era para nada perfecto, según su criterio, pero para un miembro de la legión de reconocimiento no existía “los días perfectos” ya que podrían salir improvisadamente de expedición fuera de los muros y ser devorado en mitad de dicha misión a causa de algún titán aunque, en ese momento, a Jean le importaba un comino el haber entrado al escuadrón de reconocimiento y no a la policía militar como había pensado en un principio. Tampoco, le importaba que tuviera que formar parte de una misión imprevista jugándose el cuello o el que acabara siendo uno de esos vómitos que dejaban como pegotes aquellos gigantes seres que vagaban detrás de los muros y, al mismo tiempo, sentía que eso era mucho más confortante que estar ahí sin saber que decir o como decir lo que realmente quería expresar de la manera más condescendiente.
Jean miró una vez más al chico en un intento de infundirse valor a sí mismo y hablar de una vez, estaba claro que él no era una persona que supiese escoger las mejores palabras del mundo pero alargar más esa espera solo sería una miseria para ambos. Además, comenzaba a sentir jaqueca y esa dolencia solo le ocasionaría problemas.
– Lo siento. – Susurró Jean arrastrando cada una de las silabas de esas dos palabras como si fueran pesados costales que le quitaban el aliento pero no miró a su compañero sino que sus ojos habían descendido de la bóveda celeste a las aguas del río y eso lo hizo sentirse aún peor, pues se estaba comportando como un cobarde que no era capaz de dar la cara.
– ¿¡Eh…!?
– Lo siento, Armin. – Repitió con más firmeza Jean pronunciando el nombre del chico con más dolor del que había estimado pero no podía negar que le preocupaba lo que sus palabras ocasionarían en el rubio que había dejado de juguetear con mechones de su cabello para reposarlas sobre la superficie de la pequeña pared. – Yo…
– No, está bien. Así está bien, puedo entenderlo. – Se apresuró a contestar Arlelt sin poder ocultar la decepción en su tono de voz que se había agriado al saberse rechazado.
– Yo realmente lo siento. – Se disculpó Jean llevándose una mano su propia cabeza y comenzando a frotar su alborotado pelo debido a que en ese momento se sentía el hombre más miserable del mundo al ver el rostro devastado por la tristeza que estaba mostrando Armin.
– Está bien. Supongo que realmente tus sentimientos por Mikasa no se tratan de un capricho, así que está bien saber aunque ya presentía que ibas a rechazarme. – Dijo Armin volviendo a mirar las aguas del río con los ojos cristalizados por las lágrimas que intentaban salir a borbotones de sus ojos. – Estaba preparado para esto, no es fácil que un hombre vea a otro hombre con sentimientos de romances. Mucho menos si tiene su corazón ocupado por alguien. – Habló el rubio más como dándose una explicación a sí mismo sobre el por qué había sido rechazado.
– ¿Mikasa…? – Repitió en voz baja Jean mirando nuevamente el cielo y dejaba que en esta ocasión fuera su espalda la que se apoyará en el muro de piedra del puente en el que estaban. – Ella es una mujer hermosa y fuerte pero no es que no pueda comprender tus sentimientos. – Farfulló con una pequeña sonrisa antes de levantar su mano derecha y llevarla a la cabeza del rubio que había vuelto a poner toda su atención en Kirschtein. – Perdona por no poder enamorarme de ti, Armin. Solo es que no puedo corresponderte como tú quisieras. – Comentó antes de revolverle un poco el pelo a Arlelt para, acto seguido, dirigir su mirada a las nubes que paseaban libres sobre sus cabezas.
Armin miró a su compañero con confusión, probablemente, analizando las palabras de Kirschtein mientras Jean tenía su mirada perdida en la bóveda celeste y sus labios apretados con tanta fuerza que se habían vuelto blancos.
– ¿Jean… tú…? – Intentó preguntar Armin ante aquel rostro nostálgico que mostraba Kirschtein mientras miraba el firmamento.
– Será mejor que me vaya y Armin… eres alguien increíble pero yo no soy la persona que pueda corresponderte. Estoy seguro que hay alguien que está esperando por ti en algún lugar y que conocerás algún día. – Repitió Jean antes de ofrecer una sonrisa afligida a Arlelt. – ¡Nos vemos!. – Se despidió Kirschtein viendo como Armin asentía con la cabeza para quedar solo en el puente.
Jean se dirigió hacia el establo, pensando que estaría bien si se ocupaba un poco del cuidado de su caballo, realmente necesitaba estar solo en esos momentos, y es que lo sucedido con Armin hacía escasos segundos le habían llevado a días pasado, en el que la situación con Arlelt se había convertido en un dejá vù.
Kirschtein suspiró como había estado haciendo toda esa tarde y es que la respuesta era tan simple del por qué no podía corresponder a los sentimientos de Armin que lo hacía sentir patético porque sí, Jean no podía olvidar a alguien que se había ganado su corazón pero también era la misma persona por la que se culpaba una y otra vez ya que sentía que había sido su culpa el que él estuviese muerto en esos momentos.
Jean sintió como sus ojos comenzaban a escocer, anunciándole que las lágrimas se aglomeraban en sus ojos pero no lo haría, al menos, no en ese instante porque hasta para mostrar su propio dolor, un dolor que aún quemaba como fuego en su alma era un cobarde por no poderse desahogar a placer sin importar que otros lo vieran o del momento que fuese y siendo la soledad la única que lo acompañaba pero que no le proporcionaba ningún consuelo.
Sin embargo, Jean sabía que jamás olvidaría a Marco, él había sido la primer persona que había logrado que su alma se abriera y el trauma generado al encontrar su cadáver medio devorado le torturaba hasta el presente haciéndole imaginar el cómo había sido asesinado por un titán.
Kirschtein se culpaba que Marco hubiese aparecido en su ayuda cuando su equipo tridimensional se había quedado sin gas y aquel espantoso titán había aparecido en medio de la estrategia que llevaban para poder sellar los muros de Trost, él no pudo hacer nada para ayudar a Marco y tampoco pudo despedirse de él como era apropiado, ni agradecerle.
No obstante, si algo realmente lamentaba Jean era que cuando Marco se le había confesado él lo había rechazado la primera vez aunque su insistencia había logrado que comenzaran una relación que a ojos de sus compañeros no se delataba nada más que como si fueran los amigos de siempre y solo cuando lo vio, cuando aceptó que jamás lo volvería ver sonreír o ser apoyado y animado por el otro joven, fue cuando Kirschtein se sintió la persona más miserable del mundo porque ya Marco no volvería a estar a su lado.
Jean aún cargaba con el luto de su amante y hasta que esa herida no cicatrizara lo suficiente no podría estar disponible para el amor aunque si algo estaba seguro Kirschtein es que la presencia de Marco no lo olvidaría ni siquiera aún cuando estuviese emprendiendo una nueva relación, que por el momento no estaba preparado a experimentar.
~ Fin. ~